Digimon no me pertenece.


IV

Sorpresa emotiva


Han pasando pocos meses, ya era el grandioso día. Koushiro había conseguido una forma para que los invitados viajaran al Digimundo, por supuesto, que no eran muchos. Jyou pudo conseguir un buen lugar junto a Iori, aquel lugar era en la isla File, en el bosque en donde comenzó la aventura de los primeros siete niños elegidos. Los Digimons habían construido pequeñas cabañas donde los novios podrían cambiarse y prepararse.

Daisuke se encontraba en una de las cabañas junto a Takeru.

—¿Puedes ayudarme? —preguntó el peli-granate confundido.

El rubio lo miró. Observó como el moreno luchaba contra la corbata azulada. También pudo observar la camisa fuera del pantalón, no se sorprendió verlo así.

—Aún sigues siendo un niño… —rió Takeru mientras lo ayudaba con la corbata.

Un leve sonrojo hurtó las mejillas de Daisuke, mientras miraba al techo sin saber qué decir. Sus hombros temblaban por los nervios y la emoción. Sonriente por dentro, pensaba en que estaba cumpliendo uno de sus más grandes sueños: casarse con la mujer de su vida.

—¿Así está bien? —le pregunto Takeru, a lo que él asintió.

Se miró al espejo, aún pensaba en que esto no estaba sucediendo pero, al ver a Takeru sonriente y siendo su padrino de bodas, vio que sí era verdad.

—Oye, Takeru... ¿tú estabas nervioso el día en que te casaste? —preguntó mirándo aquellos zafiros que pertenecían a su amigo.

Una sonrisa se asomó en los labios del rubio mientras miraba el techo recordando el momento. Su piel se erizo por recordar aquel día, fue algo mágico y muy hermoso.

—Sí… no solo estaba nervioso. Me encontraba asustado de no poder hacerlo bien, me preguntaba si yo podría cuidar de ella como lo habían hechos sus padres, si yo podía ser suficiente para ella… —miró al peli-granate y asumió que ahora tenía los mismos temores al mencionar aquello—, pero no tienes que preocuparte, si ella acepto significa que te ama.

La sonrisa no se dispersaba del rostro de Takeru. Algo en su interior decía que Hikari sería muy feliz y eso era lo que quería para ella como buen amigo que es. Miró los ojos chocolatosos de su amigo y apoyó su mano en sus cabellos, considerando que era mucho más alto que Motomiya, y se los revoloteo.

—Confía en que todo saldrá bien, Daisuke…

— ¡Tienes razón!—le devolvió la sonrisa.

La mano del rubio dejó la cabeza de Daisuke para que el novio siga alistándose. El moreno se notaba aun nervioso y feliz. La impaciencia de salir y de ya casarse se podía oler en el ambiente provocando que Takeru riera.

—Un momento… ¿dónde rayos se encuentra Taichi?

—Oye… se supone que debes tratar mejor a los mayores… —rió nervioso Yamato entrando a la pequeña cabaña junto con Taichi.

Golpeando con suavidad la cabeza de su hermano, Yamato terminó de regañarlo. Taichi reía ante el acto y luego miraba seriamente a Daisuke.

—Sé que Miyako ya te lo puso en claro pero… ¡más te vale cuidar a mi hermana porque si no estarás expuesto ante la mega flama de Greymon! —gritó apuntando hacia afuera—. ¡Sí llegas a lastimarla estarás en un grave error de haberte cruzado en mi camino y en la vida de ella… llega a llorar una vez, y no me importa si fue o no tu culpa, vas a desear no haber existido antes de sentir tus pulmones sin aire!

—En…en-entendido… —tembló el futuro esposo de la hermanita de Yagami.

Los dos rubios no pudieron evitar reír al ver la cara de temor de Daisuke, pero, este, se puso firme y miró a su cuñado.

—Prometo que nada le pasará, Taichi. La protegeré hasta con mi propia vida.

La sonrisa traviesa de Taichi apareció, dándole a entender que confiaba plenamente en él. Extendió su mano obligando a Daisuke a hacer lo mismo. Ambos se las apretaron y luego se soltaron. Taichi sabía que él la protegería hasta con su último aliento.

—Y tú, mocoso malcriado… —volteó Taichi mirando a Takeru. El rubio dejó de reír y lo miró acercándose a él—, más te vale ser buen padrino, roba puestos…

—¡Oye! —se quejó.

Yamato agarró cariñosamente del cuello a Takeru y lo molestó poniendo su puño en la cabellera rubia del menor. Taichi no tardó en hacer lo mismo con Daisuke.

«Aunque parezca molesto… sé que esto es un lazo más de confianza»

Las risas de los mayores inundaban el pequeño lugar mientras los menores intentaban zafarse de ellos. Pequeño recuerdos regresaban a su mente, como las abejas regresando a una flor en busca de néctar. Pensar en que ayer solo eran simples niños embarcando aventuras en un mundo distinto al suyo, ya se sentían viejos.

Ahora las batallas ya no eran contra Digimons, las peleas ahora era entre uno mismo. En tomar decisiones correcta e incorrectas. Si eligen errores, aprenderán de ellos como algo nuevo que acabamos de experimentar. Porque la vida es como las estaciones, con el tiempo cambia. A veces puede ser tiempos fríos y desolados, otros cálidos y hermosos.

—Oigan… ¿ya están listos? —preguntó Jyou entrando a la cabaña.

Los cinco se vieron y asintieron mientras le daban pequeñas palmadas en la espalda al novio. El corazón de este, se encontraba latiendo a mil. Ansioso, nervioso, alegre… demasiados sentimientos en un solo día.

Tenía ganas de gritar que se casaría, que sería el afortunado esposo de la castaña que irradiaba luz con solo sonreír. Si fuera por él, empezaría a correr y a decirle a cada ser vivo del Mundo Digital que este día iba a ser especial para siempre.

—«Gracias por darme la oportunidad de estar a tu lado de ahora en adelante, Hikari. Prometo hacerte feliz sin importar cómo. Esta… será la aventura más grande que haya hecho en mi vida… incluso más que haberte conocido, castañita de mis sueños…» —pensó con una gran sonrisa en sus labios mientras salía de la cabaña junto a sus amigos.

El padre de Hikari esperaba a Daisuke con una gran sonrisa. Le levantó el pulgar, trasmitiéndole a saber que dejaría a su pequeña princesa en sus manos.


En la otra cabaña estaban nada más ni nada menos que las mujeres, las que alegraban las vidas de los muchachos. La protagonista de este día se encontraba con un vestido blanco, anteriormente usado por su madre en su boda.

Hikari estaba muy feliz de heredar aquel vestido. Si bien la boda era Americana, por consejo de Mimi, ella estaba feliz así. Como dijo anteriormente, era su boda. No iba a permitir que tradiciones o personas le digan qué hacer.

—¿Nerviosa? —preguntó su madre agarrándola de los brazos mientras se miraban en el espejo.

¿Nerviosa? Sí, pero algo ocultaba esos nervios. Era algo muy bonito, un sentimiento que no podía explicar bien.

—Algo… —sonrió.

Mimi, Miyako y Sora, quienes estaban ayudándola y arreglándose también, rieron al verla así.

—Todo estará bien, Hika… —dijo Sora mientras le besaba la frente de manera maternal.

Los ojos rubíes de Hikari brillaron con ternura por el gesto. Alegre, asintió mientras miraba a sus compañeras. Las abrazó fuertemente intentado contener la emoción de ponerse a cantar como enamorada de la felicidad.

—Sí que estas muy feliz, eh… —amplió su sonrisa Mimi mientras todas se separaban del abrazo para poder seguir alistándose.

Hikari no podía borrar su sonrisa, no quería borrarla. Sentía tantos sentimientos acumulados que no la dejaban concentrarse en una sola cosa. Pero, los sentimientos no solo eran por la boda.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Miyako acomodándole el cabello castaño.

La menor se dejó arreglar por su cuñada pelirroja mientras se miraba al espejo. Sora sabía hacer magia con su cabello a pesar de ser corto. Era una cualidad que se envidiaba de la esposa de Taichi.

—Gracias, Sora… —agradeció.

La nombrada le sonrió mientras la observaba desde el reflejo de aquel espejo mencionado anteriormente. Tomó con suavidad las manos de Hikari que estaban cubiertas por la fina tela que formaba guantes, y la miró a los ojos.

—Hikari… —murmuró sin dejar de mirarla.

La castaña la observó un poco confundida.

—Has crecido tanto… —sonrió Sora mientras seguía observándola de pies a cabeza— aun recuerdo a la pequeña niña que se entregó a Myotismon para salvar a los demás… aquella que silbaba con su silbato… me preguntó, ¿cómo es que pasó tanto tiempo?

—Sora… —susurró la menor mientras abrazaba a la heredera del emblema del amor con todas sus fuerzas.

La pelirroja, devolviéndole el gesto con cuidado, apoyó su mentón en la cabeza de la menor. Siempre sintió a Hikari como una hermanita menor para ella y a veces la inteligencia de ella llegaba a tanta que parecía la mayor. Lo mismo pasaba con Hikari pero al revés.

—Gracias, Sora…

—No debes agradecer —murmuró separándose de ella.

Hikari respiró hondo y fijó su mirada en su madre. Yuuko se encontraba mirando la escena con unas pequeñas lágrimas asomándose a sus ojos. Admitía que también veía a su pequeña muy crecida. Nunca se podría olvidar de la pequeña que corría por la casa detrás de Miko.

Luego su mirada se centró en Miyako. Ichijouji también observaba a la menor con una sonrisa, orgullosa de su mejor amiga. No sabía si abrazarla y raptársela de la boda para que pudieran vivir una aventura más antes de que ella se casara. Pero claro que no lo haría, después de toda era el turno de la heredera del emblema de la luz en casarse, ella lo merecía.

—Sí te arrepientes… puedo hacer una de mis escenas… —bromeó Mimi.

Todas las presentes sabían que Hikari jamás se arrepentiría. Como dice Taichi muchas veces, su hermana toma decisiones correctas para ella y, como todo ser humano, se equivoca a veces pero eso la hace más fuerte.

La risa característica en la novia que iluminaba los días de Motomiya, no tardó en presentarse por primera vez en aquella cabaña donde se encontraban. Miró el techo y luego cerró sus ojos: pensando en todas las aventuras que había tenido con el galán que hoy se convertirían en su esposo.

«Motomiya Hikari…» —susurró para sus adentros—. «Sin duda, la aventura que ahora tendré será muy distinta a la que tuvimos anteriormente… en aquellos tiempos donde la nostalgia suena como una melodía vieja llena de mariposas volando sin cesar…»

—Espero que estés lista, porque no falta nada… —dijo su madre mientras le acariciaba la mejilla con cariño.

No faltaba nada.

Aquellas palabras hicieron que la emoción y los nervios estallaran dentro de ella, con ganas de dar saltitos y ahogar gritos por toda la cabaña. Obviamente se contuvo, se sentiría tonta si lo haría de hecho, se sentía torpe de solo pensarlo.

Lo pequeños cabellos se erizaron en su piel, sintiendo aquellas mariposas nostálgicas volando por su interior. El sonido de un silbato sonaba en su cabeza junto a la suave música de una vieja armónica. Podía escuchar unos dedos presionando teclas sin parar y dos pequeños llantos juntos. Uno femenino y otro masculino, de un pequeño niño de sombrero verde. Nervios por la salud de jóvenes se podían oler junto a la limpieza de unos pequeños vidrios. También escuchaba gritos eufóricos llenos de valor.

«La emoción es la misma que la primera vez en este mundo pero, el sentimiento es completamente distinto. Es como si el rosa estuviera bañando el cielo y tiñendo las aguas de este perfecto mundo…»

—¿Ya están listas? —preguntó Jun desde afuera.

Las chicas se vieron entre sí asintieron, emocionadas y, a la vez, nerviosas. Taichi y Susumu estaban en la puerta esperando a la pequeña de la familia. Los ojos de los hombres se abrieron con ternura al verla así. Ambos aguantaron las ganas de abrazarla con todos sus impulsos, también tragaron saliva para no llorar al verla hecha una mujer ahora.

—Vamos, princesa… —susurraron ambos mientras tomaban uno cada brazo con delicadeza.

Fue en ese momento en que se dio cuenta que las mariposas no solo la sentía por la emoción, ya que algo se escondía desde hace tiempo.

«Tal vez hoy sea el día más feliz de mi vida, no solo por la boda…»


En el sermón todos estaban atentos, la música había callado al detectar que Hikari se quedaba mirando el suelo ante la pregunta de aceptar a Daisuke como su esposo.

—¿Hikari? —preguntó Daisuke confundido y atemorizado por verla tan callada.

Temía que no acepte, le era raro que esto estaba pasando. Sí, el moreno estaba entrando en pánico al no escuchar respuesta de su actual pareja.

La castaña miraba el suelo, sabía que le habían preguntado. No rechazaría pero estaba acomodando palabras para decirle algo importante a Daisuke. Desvió su mirada del suelo y miró al su futuro esposo, sus cejas se curvaron al ver un brillo preocupante en los ojos de él.

—Daisuke… —murmuró viéndolo.

Los ojos de los presentes la miraron con atención. Hikari se encontraba demasiado nerviosa, tanto, que las palabras no podían ordenarse bien en su mente. Respiró hondo, preocupando mucho más a Daisuke. Al darse cuenta de eso decidió tirarlo todo de un solo golpe.

—Daisuke… estoy embarazada...


¡Hey, hey! ¡Hola! Hoy se cumple un año desde que conocí esta página anónimamente y, justito, le estoy escribiendo este final del regalo navideño a la autora del primer Fic que leí.

Wow, debo decir que me divertí mucho escribiendo esta historia y que estoy muy nerviosa de cómo te haya parecido el final ya que es muy cliché, hehe.

¡Espero que te haya gustado, Li! Pero, esto no es todo aún, eh!

¡Muchas gracias por leer!