Disclaimer: Sherlock Holmes pertenece a Arthur Conan Doyle, y Sherlock a Mark Gatiss y Steven Moffat.


El caso de los ladrones de caramelos
O el día en el que nació su amistad


Balanceó sus piernecitas, completamente aburrido y abstraído del mundo, observando el vaivén de sus pies con la ligera esperanza de que se le soltase el zapato para ver si llegaba al otro lado de la sala. Seguramente sería más interesante que estar mirando las aburridas baldosas grises del suelo mientras que esperaba a que su madre volviese de hablar con Señor del Banco.

Bufó, no le gustaba ese hombre por la sencilla razón de que consumía su preciado tiempo de infante. Además, tenía un nombre muy raro, ¿quién se llama Señor del Banco? Ridículo.

Su silla se movió ligeramente, haciendo un ruido espantoso y que importunó a todos en la sala. Parpadeó confundido por el repentino movimiento, olvidándose completamente de su molestia y su pequeño enfado se esfumó como por arte de magia. Bajó con cuidado de la silla –era alta para él- y se acuclilló en el suelo para ver qué había sido eso, encontrándose con un niño de gracioso pelo rizado y azabache que miraba el suelo como si fuese lo más interesante del mundo.

— ¿Qué haces? —preguntó en un susurro, con el ingenuo pensamiento de que si hablaba bajito no le distraería, pero a la vez esperando una respuesta. El niño le ignoró completamente, arrastrándose por debajo de las sillas sigilosamente. John le siguió, guiado por la curiosidad y huyendo de la aburrida espera.

—Sigo la pista a esto—le contestó después de un rato, enseñándole un envoltorio de caramelo de un naranja chillón. El rubio parpadeó con confusión y le señaló el gran frutero de cristal donde había un montón de ellos, incluso de distintos colores que daban una ligera pista de a qué sabrían.

A él le gustaban los de manzana.

—No nos tienen que ver—habló de nuevo en un susurro. John asintió, sin sorprenderse siquiera un poco de que repentinamente fuese incluido en los planes del ojiazul, sin ni siquiera saber su nombre.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó el pequeño rubio, siguiéndole como un fiel camarada lo haría en una situación de vida o muerte. Le era divertido, solía jugar con su perro a ese tipo de cosas y ahora no le regañaría su madre ni Harry se metería con él por ir gateando por el suelo— Mamá ha dicho que no debo hablar con desconocidos.

Aunque tampoco le importaba demasiado, solo le daba vergüenza preguntarle abiertamente.

Los ojos azures volvieron a mirarle con un brillo ligero de molestia, a lo que él solamente sonrió afable y con paciencia –no tenía la menor idea de que, con el tiempo, Sherlock la acabaría consumiendo hasta la última gota-.

—No entiendo por qué te preocupas de eso ahora, cuando estamos cerca de conseguir el objetivo—protestó el niño, pero al rato añadió: —Sherlock.

Los expresivos ojos de John brillaron de alegría. —Yo me llamo John.

Agarraron el recipiente lleno de caramelos y se escondieron en una esquina a comerlos. Al parecer sus madres se habían caído bien, charlando como loros –a Sherlock le molestaba de sobremanera aquello, siempre llegaban tarde- y eso les dio tiempo a los niños a arrasar con todo el azúcar tras un largo razonamiento del azabache de que deberían repartirlos favoreciéndole a él porque había tenido la idea.

Ninguno de los dos predijo que acabarían con dolor de estómago, con las miradas suspicaces de sus madres, siendo descubiertos en su pequeño robo.


¡Bien, pues aquí está! Es mi primera aportación al fandom, así que no sé muy bien cómo ha quedado... Pero he disfrutado mucho escribiéndolo XD

Va a ser una serie de drabbles (abuso demasiado de ellos, pero me gustan [?]) que no seguirán una línea cronológica; no podré actualizar hasta enero/febrero pero quería publicar el primero antes de irme de viaje por navidades, aprovechando que tengo unos cuantos días festivos antes de irme '3

¡Que lo disfrutéis!

~Rév.