CAPITULO 1: EL NAUFRAGIO
Hans estaba algo preocupado. Se encontraba solo, en el gran salón del castillo de las Islas del Sur, esperando para recibir su veredicto. Sabía que algunos de sus hermanos estarían ahí, listos para renovar sus críticas contra él.
"¿Cómo no pudiste encargarte de dos mujeres", le habían dicho. Toda una decepción, al parecer.
Su padre había estado furioso. Cuando el ministro francés llegó de Arendelle, llevando a Hans en el calabozo de su barco, el rey de las Islas del Sur pareció alarmado y preocupado. Pero cuando el ministro le contó sobre la conducta de Hans en Arendelle (no solo al rey, sino a sus doce hermanos mayores) la furia de su padre fue ejemplar.
Hans fue finalmente condenado a trabajar un mes en los establos del palacio, como un sirviente cualquiera. Y estaba furioso.
-Bien bien, Hans- dijo el rey, interrumpiendo los pensamientos de su décimo tercer hijo- John me dice que has cumplido con tus deberes al pie de la letra…-
-Sí, su majestad- dijo Hans tímidamente.
-Bien- repitió el rey- entonces me complace anunciar que tengo planes para ti-
Hans escuchó con atención, palideciendo cuando su padre terminó.
-Pero… pero, padre- dijo el príncipe.
-Nada de peros- dijo el rey- es tu última oportunidad, Hans. No me hagas arrepentirme-
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Esa tarde, el océano estaba visiblemente agitado. Las cosas desde la proa de su barco no se veían nada bien. A lo lejos, se observaba la tormenta peligrosamente acercándose al navío. Tanto que el general Adberio cambió su horrible mueca por una expresión de preocupación. Si las cosas seguían así, todos morirían ahí.
Una mujer interrumpió sus pensamientos.
-Disculpe, general, duque- dijo la mujer de aspecto cansado- su alteza no se encuentra nada bien. Si no hacemos puerto pronto, no creo que llegue con vida hasta su destino…-
El general regresó a su mueca furiosa.
-¡Ella debe sobrevivir!- rugió el general- le pagué una gran cantidad para que cuide de ella. No toleraré que me falle, lady Akinra-
La mujer palideció.
-Solo soy una dama de compañía y enfermera, no tengo conocimientos médicos- se quejó la mujer, aunque se encontraba visiblemente preocupada- aunque los tuviera, en este barco no tengo nada para tratarla. Tenemos que hacer puerto-
La mujer entrelazaba sus dedos nerviosamente.
-El duque de Toscana también ha expresado su preocupación- añadió lady Akinra.
El hombre miró alternadamente a la mujer y al horizonte, donde la tormenta seguía amenazándolos con atacar. Suavizó su mirada nuevamente.
-El único país cercano que queda en curso es Arendelle- dijo con una expresión que no le gustó nada a lady Akinra- y creo que será buena idea hacer puerto ahí, considerando que los antiguos reyes de Arendelle murieron ahogados en una tormenta en estas aguas…-
Eso fue suficiente para que lady Akinra perdiera el escaso color que quedaba en su piel.
-La nueva reina de Arendelle tendrá bastante simpatía para con su alteza- dijo el general Adberio- con su permiso, lady Akinra. Debe estar muy ocupada…-
Lady Akinra entendió el mensaje, y se retiró al camarote principal, a continuar con sus deberes. El general Adberio abandonó la proa y caminó sobre la cubierta del barco hasta donde se encontraba el timonel.
-General- dijo el timonel con respeto. La lluvia había comenzado a caer, signo de la tormenta que se avecinaba.
-Cambia el curso del barco hacia Arendelle- dijo el general- y cuando lleguemos al fiordo, necesito que hagas lo siguiente…-
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En el reino de Arendelle, también comenzaba a caer una fina lluvia, como premonición de la tormenta que se iba acercando lentamente al reino.
Elsa, la reina de Arendelle, terminó sus reportes, por lo que dejó su pluma en el tintero y apagó las velas de su escritorio. Vaya que se había pasado el día rápido, y pronto seria hora de cenar. Suspiró y salió de su estudio. Al pasar junto a la parte más alta de las escaleras del palacio, escuchó unas carcajadas bastante bien conocidas. Sonrió.
Anna y Kristoff entraron al castillo riendo de buena gana, apresurándose a cubrirse de la lluvia que comenzaba a intensificarse. Los relámpagos comenzaban a resonar. Olaf los seguía alegremente.
-Su alteza- dijo Gerda, a ver a Anna y a Kristoff empapados- no debería jugar en la lluvia, podría cachar un resfriado…-
Anna sonrió en gratitud a Gerda, y se volvió a Kristoff.
-Debemos apurarnos, ya casi es hora de cenar-
-Llegarás tarde de nuevo- dijo Elsa, quien iba bajando las escaleras hacia ellos.
Anna se encogió de hombros, y Elsa acentuó su sonrisa.
-Vamos, vayan a cambiarse- dijo Elsa, volviéndose a Kristoff con la misma sonrisa que le dedicó a su hermana- los veré en el comedor-
Anna asintió y se apresuró a subir las escaleras. Una vez que desapareció de su vista, Elsa se volvió a Kristoff, quien aún miraba el punto donde Anna desapareció con una dulce sonrisa. Elsa rió en voz baja y el hombre, dándose cuenta, se ruborizó un poco.
-Kristoff, no tuve tiempo de agradecerte lo que hiciste por mi para el cumpleaños de Anna- dijo Elsa- bueno, muchas gracias…-
-No hay nada que agradecer- dijo Kristoff, rascándose la nuca nerviosamente- fue un placer hacerlo, por Anna. Digo, por ti también. Pero principalmente por Anna. Espera, ¿que?- añadió, confundido de lo que acababa de decir.
Elsa rió.
-Gracias, Kristoff, ahora…- comenzó Elsa, pero fue interrumpida cuando escuchó la gran puerta del castillo abrirse.
Para sorpresa de la reina de Arendelle, venía a su presencia un soldado del puerto, acompañado de Kai. Al abrir la puerta, la tormenta en el exterior resonaba de manera impresionante, que tanto Elsa como Kristof no tuvieron más remedio que dar un paso atrás.
-Su majestad- dijo Kai, inclinándose al llegar a la presencia de Elsa- el soldado trae un importante mensaje del puerto…-
-Su majestad- dijo a su vez el soldado- el almirante Benbow le manda un mensaje urgente. Hay un barco extranjero entrando al fiordo en la tormenta…-
-¿Qué dices?- dijo Elsa, alarmada- ¿de donde procede ese barco?-
-No trae banderas visibles, su majestad- dijo el soldado- nos es imposible reconocerlo a esta distancia, y con la tormenta-
Recordaba que el delegado francés llegaría en una semana. ¿Habría adelantado su viaje? No parecía posible, el delegado le hubiera avisado. Además, Benbow hubiera reconocido la bandera francesa en el barco. ¿Era un barco de las islas del Sur? Nuevamente, traería su bandera y no sería solo un barco, sino quizá la flota entera a las órdenes de Hans, después de su pequeño incidente hacía unos meses.
Los pensamientos de Elsa fueron interrumpidos por otro de los soldados del muelle, que entró precipitadamente al castillo, haciendo que la reina diera un brinco y que Kristoff, instintivamente, se pusiera instintivamente enfrente de Elsa para protegerla.
-Su…su majestad- dijo el soldado recién llegando, luchando para recuperar el aliento- el barco parece haber encallado cerca del muelle, y se está hundiendo. Estamos haciendo lo posible para…-
-¿Hundiendo?- exclamó Elsa, alarmada.
Kristoff se relajó.
-Iré a ver que sucede, Elsa- dijo Kristoff- quizá necesiten ayuda…-
-Yo iré contigo- dijo la reina de las nieves, formando un copo en su mano derecha, para posteriormente hacerlo desaparecer. Se volvió a Gerda- por favor, avísele a Anna, pero no la deje salir tras nosotros. Y por favor mande llamar al médico real, por si acaso hay alguien herido-
-Sí, su majestad- dijo Gerda. Elsa asintió, con su rostro fijo, y se apresuró hacia la puerta, seguida de Kristoff.
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El general Adberio sonrió su sonrisa torcida a su timonel desde el muelle de Arendelle, mientras veía como su barco encallado se hundía lentamente. El timonel no se veía tan alegre.
-Pero general- dijo el timonel- he hecho lo que me dijo, pero a ese paso, ella va a…-
-Que falta de fe, hombre- dijo el general- la noticia ya debió haber alcanzado a la reina de Arendelle, seguramente vendrá-
-¿Y si no viene?- dijo el timonel.
-Oh, esto no cambia las cosas- dijo el general- pero no tengo que preocuparme, mira- añadió, señalando un grupo de jinetes que se acercaban, entre ellos, la reina Elsa. El general cambió su rostro por uno de preocupación.
Elsa llegó a la escena. El barco encallado golpeaba furiosamente una de las rocas junto al muelle, haciendo que la madera del mismo crujiera. De la misma manera, la mitad del barco ya se encontraba bajo el agua, y solamente permanecía a flote la parte posterior del mismo, donde se encontraba el camarote principal.
-Su majestad- exclamó el general con falsa angustia- nuestro barco se esta hundiendo, a este paso, la princesa se va a…-
-No- exclamó una mujer que estaba junto al general.
"Princesa…", pensó Elsa, preocupada.
Miró a los hombres que habían salido del barco, y a sus propios soldados, intentando acceder al barco para sacar a la persona que se encontraba atrapada. La reina de las nieves se levantó un poco el vestido para descubrir su pie izquierdo, y pateó con fuerza el suelo. El muelle y el fiordo se congelaron, y el barco dejó de hundirse.
Al ver lo que Elsa había hecho, Kristoff se lanzó sobre el fiordo congelado y corrió hacia el barco. Unos minutos después, salieron del barco dos hombres, y Kristoff detrás de ellos, llevando en sus brazos a una mujer joven, mas o menos de la edad de Anna, según Elsa pudo ver. La chica se encontraba inconsciente, con su piel pálida y sus mejillas imposiblemente rojas.
-Elsa, no se encuentra bien- dijo Kristoff mientras se acercaba al muelle- está ardiendo, y no despierta por más que intenté-
-Oh, no, ¡su alteza!- exclamó el general.
-Llevémoslos al palacio- dijo Elsa, pensando que algo en esa escena no encajaba bien. Se acercó a Kristoff y susurró a su oído- lo averiguaremos mas tarde-
Kristoff asintió, y volvió a montar a Sven, llevando a la joven princesa. Elsa montó su caballo, y los demás los siguieron de regreso al palacio.
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Cuando llegaron, Anna y Gerda ya habían mandado traer al médico, quien estaba esperando en una de las habitaciones del tercer piso del castillo, la cual estaba siendo habilitada para la chica enferma. Uno de los sirvientes tomó a la princesa desconocida de los brazos de Kristoff y la llevó hacia el tercer piso.
-Elsa, ¿qué sucedió?- dijo Anna, apresurándose a encontrarse con su hermana mayor.
-En un momento te cuento- dijo Elsa, y se volvió a Gerda- por favor, asegúrate de que todos los extranjeros tengan con que secarse y ropa seca que ponerse, así como algo caliente que comer-
-En seguida, su majestad- dijo Gerda. Elsa se volvió a Kai.
-Por favor, quiero hablar lo mas pronto posible con los responsables de ese barco- dijo Elsa- quiero saber quienes son y que hacen en Arendelle…-
-Por supuesto, su majestad- dijo Kai.
Anna, quien había tomado una toalla y estaba secando el cabello de Kristoff, se volvió a su hermana.
-Anna, ¿puedo contar contigo para que acompañes a la chica que se encuentra enferma?- dijo la reina de las nieves.
-Por supuesto- dijo Anna, y se volvió al rubio- Kristoff, ¿podría pedirte…?-
-Yo acompañaré a Elsa, no te preocupes- sonrió el rubio, y Anna le devolvió la sonrisa, para posteriormente apresurarse al tercer piso.
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Una vez que los extranjeros se secaron, tres de ellos fueron conducidos a la sala del trono ante Elsa. Dos de ellos eran hombres y una mujer.
-Buenas noches, su majestad- dijo uno de los hombres, joven y apuesto, inclinándose ante la reina de Arendelle- las palabras no pueden expresar la gratitud que sentimos por habernos salvado de una muerte segura, y por salvar a nuestra princesa Beatrice-
Elsa asintió.
-Permítame presentarnos- dijo el joven- éste es el general Adberio, primer comandante del ejercito del principado de Toscana. Ella es lady Akinra, la dama de compañía de la princesa, y yo soy Paolo, el duque de Toscana, a su servicio, su majestad. Permítame nuevamente agradecerle por su ayuda-
-No tienen que agradecer, excelencia- dijo Elsa amablemente- pero necesito preguntar. ¿Qué hacía un barco italiano tan cerca de nuestras costas?-
El duque hizo una mueca que a Elsa le pareció de tristeza.
-Nuestro principado esta en peligro de los países vecinos- dijo el duque- Francia y Alemania codician nuestras riquezas, así que estamos buscando aliados en estos territorios. Nos disponíamos a acompañar a la princesa a su boda en uno de los reinos cercanos, cuando la tormenta y su repentina enfermedad nos sorprendieron…-
Elsa asintió, invitándolo a continuar.
-Era nuestra única opción para salvar a la princesa Beatrice de una muerte segura- continuó el duque.
-Nos disculpamos por cualquier inconveniente, su majestad- intervino el general Adberio.
Elsa los miró. Lo que decían tenia perfecto sentido, sin embargo, algo no la terminaba de convencer. Suspiró y asintió.
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Mientras tanto, Anna se encontraba en una de las habitaciones, en el tercer piso del castillo de Arendelle. La joven se encontraba sobre la cama. Anna había ayudado a sacarla de su ropa mojada y cambiarla antes de cubrirla con mantas para evitar que se enfriara.
La joven tenía la piel muy blanca, parte de ello era porque se encontraba muy pálida. Tenía sus cabellos castaños un poco ondulados, su rostro redondo y sus facciones suaves. Sus mejillas se encontraban aún muy rojas, probablemente por la fiebre.
La princesa de Arendelle guardó silencio mientras veía al médico real realizar una sangría y aplicar varios remedios en la afectada. Una vez que terminaron, y el joven médico se sentó junto a la paciente para tomarle el pulso, Anna se acercó a él.
-¿Estará bien?- preguntó Anna, impaciente. El joven médico sonrió.
-Seguramente, su alteza- dijo él- debemos darle tiempo-
Anna miró preocupada las mejillas enrojecidas de la chica. Se volvió al medico real para distraerse.
-No te había visto antes- dijo Anna casualmente- cuando Elsa tuvo un resfriado, vino otro doctor, más… bueno, más viejo-
El joven medico se echó a reír, aunque sin quitar la vista de la enferma.
-El doctor Oskar es un excelente medico- explicó el joven- yo era su aprendiz hace algunos años. Como ha estado enfermo, me pidió que viniera a asistirlas en esta situación-
-Oh- dijo Anna- ¿es difícil ser médico?¿cómo te llamas?-
-No es difícil su alteza, yo podría preguntarle si es difícil ser princesa de Arendelle- contestó él, volviéndose hacia Anna por primera vez- mi nombre es Markus-
Anna lo miró. Sus ojos eran color miel, como no había visto unos ojos parecidos. Su cabello era negro y su amplia sonrisa era muy agradable. Le pareció un joven muy apuesto y educado, y la princesa de Arendelle se preguntó si sería un buen candidato para su hermana.
-Markus- repitió Anna, y estaba a punto de hacer otra pregunta, cuando la joven que se encontraba inconsciente comenzó a moverse. Markus volvió su vista a la paciente.
-Shhh, tranquila, te encuentras a salvo, y vas a recuperarte- susurró Markus al ver que la chica miraba a su alrededor, confundida. Sus ojos castaños encontraron los de Markus y sonrió levemente al notar la sonrisa de él- ¿como te llamas?-
-Beatrice- dijo la paciente, para después cerrar los ojos y volver a su estado letárgico previo.
-Beatrice…- dijo Anna, queriendo despertarla nuevamente, pero Markus la detuvo.
-Será mejor dejarla dormir, su alteza- dijo Markus- ya tendremos tiempo de averiguar como sucedió esto cuando se recupere-
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Al terminar la audiencia con Elsa, el duque de Toscana y el general Adberio salieron del castillo y se dirigieron a las habitaciones que Kai les había designado. Una vez que estuvieron solos, el duque miró al general.
-Esta es la última vez que confío en usted, general- dijo el duque- ¿cómo se le ocurre traer a la princesa Beatrice al territorio de la reina de las nieves?-
-Era la única opción para mantenerla con vida, excelencia- dijo el general.
-Se toma muchas libertades, general- dijo el duque, dudoso- creo que esa reina es peligrosa…-
-No lo es- dijo el general- mis fuentes me dicen que la reina Elsa y su hermana son bondadosas e ingenuas, así que no supondrán un peligro para nosotros o para su alteza-
-Espero que estés en lo correcto, por tu bien- dijo el duque, antes de retirarse.
El general hizo una mueca de fastidio. Ya se las arreglaría con la reina de Arendelle, y más temprano que tarde. Sacó un sobre y salió de su habitación. Buscó a uno de los mensajeros del palacio y se lo entregó.
-La reina Elsa ordena que este mensaje llegue lo más rápidamente posible a su destino- dijo el general al mensajero.
-Considérelo hecho, señor- contestó el mensajero, retirándose rápidamente. El general Adberio regresó a su habitación.
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Elsa, por su parte, se hizo acompañar de Kristoff para buscar a Anna. Ya era muy entrada la noche, y Elsa bostezaba mientras subía la escalera del palacio, seguida del rubio, quien impresionantemente no parecía estar agotado.
Al entrar a la habitación, encontró a Anna dormida en una silla, apoyando su cabeza en la pared. El joven médico sostenía la mano de la princesa enferma, al parecer tomándole el pulso. Cuando se percató de la presencia de la reina de las nieves, Markus dejó el brazo de Beatrice y se puso de pie, para después inclinarse.
-Su majestad- dijo Markus.
-Tranquilo- dijo Elsa con una sonrisa bondadosa- ¿así que tu eres el nuevo médico real?-
-S…sí, su majestad- dijo el joven- me llamo Markus-
-Gracias por tu trabajo, Markus- dijo Elsa- dime, ¿ha despertado?- añadió, refiriéndose a la joven.
-Solamente despertó por un momento, su majestad- dijo Markus, sonriendo levemente- lo suficiente solo para decirnos que su nombre era Beatrice. No se preocupe, estoy confiado en que se recuperará, es solo la fiebre que la mantiene algo letárgica y cansada-
Elsa sonrió amablemente.
-Te agradezco lo que haces por la princesa, Markus- dijo Elsa dándose la vuelta para retirarse. No se percató que, tan pronto como se volteó, el joven médico borró su sonrisa y se volvió nuevamente a la enferma.
Kristoff, intentando no despertar a Anna, la tomó en sus brazos y salió con ella para llevarla a su habitación. Anna, una vez en sus brazos, apoyó la cabeza en el pecho del rubio y sonrió. Elsa salió de la habitación tras él, dejando solo al médico con la princesa.
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A la mañana siguiente, Hans se encontraba solo en su habitación. Su castigo había terminado. Y no sabía porque no le agradaba mucho la solución que su padre había formulado. Suspiró.
"Quizá algún día logre vengarme de la reina de Arendelle y de su idiótica hermana", pensó Hans.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por su padre, que llegó a su habitación.
-¡Padre!- exclamó Hans, poniéndose de pie- ¿a que debo esta visita?
-Llegó una carta- dijo el rey, entregándosela a Hans. El joven la leyó con atención, y sonrió cuando terminó de leerla.
-Padre, ¿esto significa que…?- comenzó a decir Hans.
-Que tienes que ir por ella- dijo el rey de las Islas del Sur- pondré un navío con su tripulación a tu disposición. Y mantenme informado de lo que suceda-
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CONTINUARÁ…
¡Buenas noches! He regresado con una pequeña historia. Espero que la estén disfrutando.
Abby L.