One Punch Man no me pertenece, y esto solo es un pobre intento de Fic (¬¬)
Mil perdones por estar desaparecida, me tomé unas muy largas vacaciones de escribir y he estado viciando como si no hubiese un mañana (en serio que soy un desastre, yo no los merezco a ustedes, y entiendo si quieren desuscribirse al fanfic)
He tomado unas decisiones acerca de la trama, y a parte de lo que se cuece, desarrollaremos la relación de Saitama y Genos... a ver si los mantengo interesados. Desde ya, si hay errores en este capitulo, serán corregidos durante la semana.
(...)
Para, retrocede y toca de nuevo
(...)
Al final de esa mañana, Saitama se percató muy a su pesar, que llegó a la misma tienda de libros y mangas, cerca de su nuevo departamento. La única razón por la que iba, era porque estaba de paso y le urgía conseguir nuevas publicaciones. Pero en el fondo, no quería lidiar con la amargada encargada que se burló de sus gustos en manga.
Listo para lidiar con la nefasta encargada, entró a la tienda con una expresión decidida. Sin embargo, se percató de que ella no estaba.
En la caja había una hermosa jovencita de apariencia delicada, que recibió su encargo con una sonrisa afable. Su cara parecía de porcelana, y su cabello era de un rubio cenizo, muy brillante. Vestía una chaqueta de color azul marino, una vestimenta muy común y poco llamativa.
Los ojos almendrados de la joven se clavaron en él, pero no se sonrojó, sino que le sonrió con cierta tranquilidad. Era como si hubiera tratado con ella antes, pero en su vida había visto a esa chica.
— ¿Eso es todo lo que llevara, señor?— La voz dulce de la chica le hizo salir de aquel trance. Saitama estaba molesto de que esa extraña dimensión todo sea tan mundano, pero a la vez demasiado sospechoso.
Algo estaba fuera de lugar, podía presentirlo.
—Si, es todo…— El hombre levantó una ceja, un poco confundido, más con la presencia de la jovencita en ese lugar tan lúgubre —Es raro, sitios como este no suelen ser atendidos por mujeres—
Lo que dijo era cierto, ya que las publicaciones que exhibían en algunos estantes eran dignas de cualquier comiquería para pervertidos, pero considerando la variedad de material de lectura que había, el sitio podía volverse mucho más concurrido de lo que era.
Era probable que la encargada tratara mal a todo aquel que se atreva a poner un pie en su tienda. Si seguía así, su negocio jamás prosperaría.
—Oh, cierto— La chica dijo esto en tono casual, mientras registraba los mangas que Saitama había comprado, sin hacer un solo comentario sarcástico ni una observación —Verá, mi jefa se ha retirado hace mucho de su anterior trabajo, y solo se siente cómoda alrededor de libros y mangas—
—Debería estar trabajando de bibliotecaria— Protestó Saitama mientras le pagaba a la amable joven. Su jefa era un desastre tratando a los clientes, no era sorpresa de que el lugar este tan vacío. En una biblioteca podía hacer lo mismo, pero no tendría que preocuparse por las cuentas a fin de mes.
—Las personas que estuvieron presas no se les permiten ser funcionarios públicos, así que esto era lo más cercano— La chica no dejó de sonreír mientras le entregaba los mangas y el cambio a Saitama —Muchas gracias por su compra, vuelva pronto—
—¿Presa? ¿Qué pudo haber hecho…?— Al decirlo en voz alta, llamó la atención de la joven encargada. Por alguna razón, parecía sorprendida de que no supiera lo que estaba sucediendo, pero de inmediato le sonrío con mucha tranquilidad.
—La jefa solo se aburrió y ya, no hay ningún misterio en…—
—¡Nicole!— El grito de la encargada se escuchó desde la puerta, interrumpiendo a su pobre empleada. Parecía despedir fuego por sus ojos negros, y su tono de voz no bajo en ningún momento. A Saitama le recordó una profesora de instituto chillona —¡Deja de contarle a los clientes que estuve presa! Van a pensar que este lugar es una exhibición de fenómenos—
—Lo siento jefa, el señor preguntó…—
—¿Cómo alguien puede terminar preso por aburrirse?— Se burló Saitama, mirando con cierta duda a la encargada de la tienda.
—Eso no te concierne, si ya compraste, vete de aquí— La mujer rechinó sus dientes, y Saitama pudo notar como su cabello negro invadido por las canas, se erizaba por la ira.
Salió de la tienda protestando, sin entender muy bien lo que acababa de pasar. Tenían buenos precios, pero la atención era muy mala. La encargada de la tienda seguro estaba reprendiendo a esa jovencita, que había sido muy amable con él. Aun así, le preocupaba aquella extraña actitud ¿Por qué dijo la cajera que no era un misterio lo que le había pasado a su jefa?
El hombre notó que no tenía mucho por hacer en su vida, ya que le estaba preocupando demasiado la vida de su proveedora de mangas. Lo mejor era dejarlo pasar y regresar a su hogar.
(…)
—Así que, señorita Fubuki— Genos habló con sumo cuidado, escogiendo sus palabras con delicadeza. Su jefe estaba perforándole la nuca con la mirada, pero eso no le preocupó —¿Tengo entendido que está al tanto del incidente que padeció el señor Saitama?—
La oficina de la comisaria parecía haberse helado en un solo instante, más por el tono que había adoptado para hablar a la recién llegada. Genos estaba siendo formal con aquella mujer, pero por dentro, no le gustaba para nada.
Es más, algo dentro de él le decía que debía proteger al señor Saitama de ella… O tal vez solo eran celos.
Fubuki le dedicó una mirada airosa, mientras fruncía el ceño de su cara bonita, provocando que unas feas arrugas aparecieran en su frente. Daba un poco de miedo la verdad, porque ella no se había puesto a gritar histérica, ni intentar apelar a un abogado, para conseguir las cosas a su favor. Era un poco más fría, y de seguro lo suficientemente hábil como para manipular la situación, si se lo proponía.
—Si, estamos consciente de su incidente— Ella dijo esto con cierto recelo, al parecer, escogiendo sus palabras —Pero tengo entendido que sobrevivió a su intento de suicidio, y regresó a salvo a su departamento—
¿Cómo averiguó todo eso? Era bastante extraño, Genos estaba seguro que nadie había constatado el estado del señor Saitama, mucho menos durante su internación en el hospital. A pesar de lo sospechoso de la situación, guardó sus dudas en el fondo de su mente y se concentró en la joven mujer.
—No entiendo cuál es su problema, realmente— Genos trató de lucir lo más inocente posible, le habían dicho que era considerado atractivo para las mujeres. Sin embargo, Fubuki no parecía fácil de embaucar.
—No se haga el tonto conmigo, Saitama ha abandonado su departamento en el centro y no he podido localizarlo desde entonces— La conversación se volvía más tensa y Fubuki consiguió encerrarlo.
— De seguro se contactará con usted…—
—Es obvio que sabes donde vive ¿Qué te impulsa a no revelarme esa información?— La mujer entrecierra los ojos, luciendo no solo más aterradora, sino curiosa ante la situación.
—Al menos que usted desee hacer una denuncia contra este hombre, no podemos revelarle esa información— Interrumpe Mumen, tratando de salvar a su compañero.
—Muy bien, entonces haré una denuncia por persona desaparecida— Fubuki consultó su reloj con sumo cuidado —Tengo entendido que ya pasaron las 48 horas…—
—Espere, no es necesario hacerlo— Genos le agradeció a Mumen su intento de ganar tiempo, pero no podía gastar recursos de la estación de esa forma —Le diré donde está, pero si no ha hablado con usted, es porque no está interesado en hacerlo—
—Ese no es tu asunto, el señor Saitama sabe muy bien cuál es su posición, y cuando vea que he ido a buscarlo, regresará a su trabajo—
Genos miró un poco incrédulo a la joven, pero no dijo nada acerca de la situación personal del señor Saitama. Tal vez ella ya sabía de su perdida, y actuaba de esa forma porque le conocía. Aun así, algo dentro de él le decía que Fubuki no era de confianza.
Le dio de mala gana la dirección de Saitama, y esperaba con todas sus fuerzas que no lo encontrara, ni mucho menos que le hiciera daño. Ese pobre hombre había sufrido demasiado.
Cuando Fubuki se marchó airosa de la oficina, Mumen miró con cierta calma a su compañero.
—No es una mala persona, se la notaba preocupada— El joven oficial engrapó unos papeles mientras sacaba una carpeta para guardarlos. Parecía que quería apaciguar los temores de Genos —De seguro quiere ayudar a Saitama a su manera—
—¿Tu crees?— Genos estaba tan preocupado por proteger a su vecino, que no se dio cuenta la expresión en el rostro de aquella mujer.
—Si, pero eso no significa que el señor Saitama deba alegrarse de verla— Mumen rascó su barbilla, reflexionando al respecto —¿En verdad intentó suicidarse? El pobre debe estar muy deprimido—
—Es muy probable que sufra una terrible depresión— Comentó Genos con calma —Pensé que era por problemas de trabajo, pero parece más bien por una perdida…— A decir verdad, estaba terriblemente preocupado, porque estaba seguro que el señor Saitama no era de los que pedían ayuda —Me gustaría ayudarlo, pero es un hombre muy reservado—
Mumen le miró con cierta expectativa, pero como no sabía que decirle, volvió a su trabajo sin agregar nada más. Genos estaba consciente que su compañero deseaba ayudarle, era demasiado amable para su propio bien. Sin embargo, temía asfixiar a Saitama de tal forma que, no quiera que se le acerque nadie y vuelva a intentar hacerse daño.
La situación era por demás complicada, y se complicaría más si no conseguía que el señor Saitama acceda a un tratamiento terapéutico. Era muy probable que necesite meses o años de terapia para superar aquella depresión.
También le preocupaba como reaccionaba, aquellos cambios drásticos de emociones…
Debía pensar en otras cosas, casi era su turno de salir a dirigir el tránsito y colocar multas. Volvió a su trabajo, pensando que iba a necesitar llevarse la mitad a casa, para conseguir terminarlo. Genos sintió un poco de molestia al darse cuenta lo mucho que deseaba ver al señor Saitama, y asegurarse de que este bien.
Debía sentirse tan solo.
Pasaría por su casa después del trabajo para saludarlo, y preguntarle si quiere salir beber o comer con él. Ya lo había decidido.
(…)
Saitama no sabía qué hacer consigo mismo en ese entonces. Se había dado cuenta que, al terminar de almorzar, tenía toda la tarde libre para él solo. Estar sin hacer nada por mucho tiempo le molestaba demasiado, más en aquellos momentos que tenía que lidiar con sus recuerdos de Genos. Estos regresaban de forma constante e invadía cada pensamiento que tenía, como si su fantasma le hubiese acompañado hasta ese universo.
No era una novedad que la única habilidad que poseía hasta la fecha, era pelear con monstruos gigantes y seres poderosos, y era tan bueno en eso, que nunca supo apreciar lo fascinante de su mundo.
En verdad, en un mundo en que no hay monstruos ¿A que iba a dedicarse? ¿Seguiría deambulando por la casa pensando en cómo podría haber salvado a Genos, torturándose por no decirle lo mucho que le quería?
Que patético.
Encendió la televisión para matar el tiempo, pero sabía que sería inútil. No había nada que le interesara, y las noticias, a pesar de ser un poco más serias, eran tan normales que le daban nauseas.
No debería desear que la ciudad sufra el ataque de alguna criatura, era demasiado egoísta y cruel de su parte, y aún así, tan tentador…
—Vaya, al parecer ni siquiera hay chistes estúpidos en las noticias, este mundo me cae cada vez peor—
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido del timbre y, a decir verdad, le tomó desprevenido ¿Quién vendría a visitarlo? El Genos de este mundo salía mucho más tarde de su trabajo, y dudaba que su contraparte conociera más personas.
—Buenas tardes…— Saitama abrió la puerta y se quedó callado por un momento al ver a una bonita muchacha que llevaba un largo vestido negro. Esta mujer se le hacía demasiado familiar…
—Ah, eres tú—
A decir verdad, no quería sonar decepcionado, pero ver a la Fubuki de ese mundo, le hizo sentirse vacío por dentro. Cada aspecto de su vida había sido tomado aquí, y forzado a ser parte de una vida común y corriente.
Era una especie de broma cruel, y muy bizarra.
—Deja de lucir tan decepcionado, tuve que mover mar y tierra para encontrarte— Fubuki lucía bastante molesta con él, y le estaba reprendiendo como si fueran conocidos —¿Por qué te mudaste a esta pocilga? Tu departamento en el centro era mucho más grande y de seguro, mejor amueblado—
Saitama se imaginó que la mujer jamás supo cómo vivía exactamente, pero en algo tenía razón, su anterior departamento era innecesariamente grande.
—Tanto espacio me abrumaba, eso es todo— Respondió lacónicamente Saitama.
—Bien, como sea— Fubuki colocó sus manos en su cintura, adoptando una posición desafiante —Tienes menos de 24 horas para reincorporarte a tu trabajo—
—¿Trabajo?— Saitama no sabía si esto era buena idea, su anterior yo intentó suicidarse, y era muy probable que su ocupación tenía algo que ver —¿No puedo pedir una licencia?—
—Claro que no, hay mucho papeleo por hacer y varios de mis asistentes están de vacaciones— Fubuki señaló con un dedo acusador a Saitama —No dejaré que te salgas con la tuya y me abandones de nuevo, aun me debes navidad y año nuevo de 2015—
—¿Sabes que traté de suicidarme?— No era que Saitama quería hacer el papel de víctima, pero no estaba seguro que usurpar el lugar de su contraparte fuera una buena idea.
—¿Y eso qué? Ahora mismo estás bien— Fubuki lo miró con cierta astucia, como si pudiera deshacerse de cualquier excusa que le plantee —¿Acaso piensas quedarte aquí, holgazaneando y pensando en nuevas formas de quitarte la vida?—
Eso fue demasiado brusco. Uno pensaría que Fubuki no se atrevería a decirle nada, pero esta versión suya, lo trataba con demasiada confianza. Saitama sabía que no debía sentirse ofendido por lo que le había dicho, pero trató de defender a su contraparte de ese mundo.
—Que poco tacto— El hombre le miró con cierta impertinencia, luciendo una sonrisa nerviosa —No tratas con mucha gente ¿verdad?—
—Ya, no necesito tus sermones sobre ser más sociable— Fubuki mueve su mano derecha delante de ella, como si quisiera espantar una mosca molesta —Deja de hacerte el difícil y ayúdame, tengo que entregar esto antes del viernes y quiero ver a mi hijo en su festival escolar—
Saitama se quedó con la boca abierta, y miró a Fubuki como si le hubiera crecido una segunda cabeza —¿Tienes un hijo?—
—No te hagas el tonto, que ya conoces a Lucas— Fubuki dijo esto resignada, y suspiró como si lo que iba a ser, le doliera en el alma — Por favor, ayúdame—
La mujer se inclinó levemente hacia delante, en señal de respeto y esto hizo sentir peor a Saitama. No podía rechazarla, no tenía buenos motivos para ayudarla, pero le incomodaba no hacer nada al respecto. Además, era una excelente oportunidad para averiguar más sobre la vida de su contraparte, y sacar en claro porque intentó matarse.
—De acuerdo, te ayudaré, y me reincorporare mañana…— De todos modos, su deber seguía siendo ayudar, y ya que no podía pelear con monstruos, esto era lo más cercano —Pero me temo que no seré muy útil, el golpe por la caída provoco que olvidara algunas cosas—
—Está bien, no es tan difícil y solo necesito más manos para manejar el papeleo, te enseñare si hace falta— Fubuki le señaló indignada —Más te vale prestar atención y obedecerme, Saitama—
Ella en todos los universos era demasiado mandona para su propio bien.
—Si perdiste tanto tiempo buscándome, eso significa no tenías a nadie más a quien acudir ¿Verdad?—
—Este…—
—Supongo que tampoco tienes novio, y a este paso, no lo tendrás nunca…— A pesar de tener un hijo, no llevaba anillo de bodas. Era probable que sea una divorciada.
—Ya lo sé, no seas tan pragmático— Fubuki se azoró un poco, e infla sus mejillas, molesta —Nos vemos mañana a primera hora, no me retrases—
—Okey— Saitama dijo esto con suavidad, y vio salir a la mujer de su apartamento, dando un portazo. Había tocado un tema sensible para ella, pero era demasiado obvio.
El hombre se preguntaba de que trabajaba su antiguo yo en aquel mundo, pero a juzgar por las cosas que había traído de aquella casa, y todas las cuentas que había desparramadas allí, este era un hombre de negocios. Un salaryman…
—Vaya, es curioso que ahora me deba dedicar al trabajo que deseaba, justo antes de convertirme en superhéroe— Saitama frunció el ceño molesto, al darse cuenta que estaba hablando solo. No le gustaba tener que conformarse con una vida ordinaria, pero tal vez no era una mala idea intentarlo. Intentar ser superhéroe en aquel universo no tenía sentido, no había un solo desafío que valiera la pena enfrentar.
Hasta en su mundo, cuando se había dado cuenta que era demasiado fuerte, se había planteado entregarse a la depresión, y encerrarse por el resto de su vida, pero Genos cambio todo eso...
Ahora que no se encontraba más con él, tal vez intentar llevar una vida ordinaria, debía ser lo suficientemente interesante para mantenerlo ocupado. Al menos era lo que esperaba.
(…)
Genos llegó agotado del trabajo a su casa, pero antes de apoyar la mano en el picaporte de la puerta, decidió visitar al señor Saitama y comprobar si la señorita Fubuki lo había visitado. Si se daba la oportunidad, iba aprovechar a invitarlo unas copas esa noche.
Era lo menos que podía hacer.
Al tocar la puerta de su vecino, sintió una rara sensación en la base de su estómago. No era desagradable, pero se sentía un poco nervioso y sus manos estaban sudorosas.
Mariposas en el estómago. Eso decían que era aquella sensación, pero solo las sienten aquellos que sufren de un mal de amores. Dudaba mucho que estuviera enamorándose de Saitama, apenas conocía al sujeto…
La puerta se abrió de golpe, haciendo desaparecer todas sus dudas, mostrando aquel hombre misterioso con un delantal sobre su chándal amarillo. Estaba mirándolo con cierta molestia, hasta que suspiró resignado y le pidió que pase.
—No te sientas tan a gusto— Dijo Saitama de repente —Será solo por esta vez, no me acostumbro a estar solo y sin proponérmelo, hice comida para dos personas—
—Siento mucho…— Antes de que Genos le diera explicaciones, Saitama lo detuvo con un ademan de su mano.
—Lo sé, y sé que me entiendes, hasta cierto punto— Saitama parecía querer sonreírle, pero se contuvo, como si no mereciera siquiera eso —Solo siéntate y cenemos, el omurice se enfría y sería una pena desperdiciarlo—
Genos pasó a la pequeña cocina, y se sentó en la mesa, viendo como Saitama le presentaba un omurice un poco deforme, bañado con kétchup, que chorreaba de forma poco apetitosa por todo el plato.
El joven oficial trató de ponerle buena cara a su comida, pero tenía la sensación que sabía horrible. Saitama en cambio se sentó con su tortilla de arroz frito, que se veía casi tan mal como la suya, y comenzó a comer de inmediato.
Genos sonrió con algo de falsedad, pero reunió todo su valor, tomó su cuchara y probó la comida. Para su suerte, su tortilla de arroz estaba muy buena, un poco picante para su gusto, pero la consistencia era agradable. Sin darse cuenta, su cuchara se movió más rápido de la cuenta, porque no había dicho una sola palabra, mientras devoraba el omurice.
—Mañana a primera hora de la mañana, comenzaré a trabajar— Saitama informó esto con aire casual, mientras ve como Genos tragó su último bocado. Por alguna razón se veía desconcertado —Una compañera de trabajo me pidió ayuda, y no pude negarme—
—Pero… ¿Se siente mejor?— Genos se quedó mirándolo preocupado. Fubuki si había venido, y al parecer necesitaba su ayuda. Se sintió un poco mal con ella por haberle negado desde el principio la información sobre Saitama. Sin embargo, no estaba seguro si este debería reincorporarse tan pronto.
—A decir verdad, debo agradecerle, ya me estaba aburriendo de no hacer nada en todo el día— Saitama se cruzó de brazos de repente, poniéndose muy serio por su situación —El problema es que he olvidado lo que es ser un salaryman—
—Debe ser secuelas de la caída— Dijo Genos, mirándolo con demasiada intensidad.
De repente el hombre de cabello negro se le quedo mirando con una expresión vacía, y reaccionó de inmediato al darse cuenta que le estaba mirando fijamente, tratando de volver a la conversación.
—Si, si… puede ser, nada de qué preocuparse Genos— Saitama parecía estar nervioso por algo, y eso provocó que el joven oficial se alarmara.
—¿Algo malo sucedió en su trabajo?— Se sentía preocupado al respecto ¿Acaso el pobre hombre tenía un acosador?
Saitama cambió su actitud, y suspiró de repente, murmurando algo como "no tiene remedio". Se levantó de la mesa para recoger los platos.
—Voy a estar bien, se cuidarme solo— El hombre frunció el ceño molesto, levantando la voz de repente —Deja de querer protegerme, no me conoces de nada—
Genos no sabía que decir al respecto. Ese cambio repentino de actitud hacia él, intentando alejarlo, le preocupaba mucho. Hasta podría decirse que su presencia le traía recuerdos que no deseaba presente, pero no estaba seguro de porqué.
—Disculpe por entrometerme, señor Saitama— No había nada que pudiera hacer, si le presionaba más, de seguro le echaría a patadas de su departamento y de su vida.
El hombre le miró con algo de remordimiento, dejó los platos en el fregadero y sacó dos tazas de té.
—Perdona por gritarte— Dijo desde la cocina, mientras calentaba el agua en la tetera —No tienes la culpa, yo debería dejar de buscar culpables… pero es tan…—
La voz de Saitama se quebró, y Genos supuso que estaba llorando.
Hubo una taza humeante de té para cada uno, pero un silencio incomodo entre los dos, que se extendió hasta que el joven oficial abandonó aquel departamento.
(…)
TBC