Luminiscencia
[ Reto #4 ]
Inuyasha/Kagome. Elemento: Casa de galleta de jengibre.
Kagome está haciendo una casa de jengibre cuando Inuyasha aparece de improviso.
[Romance]
—¿Qué se supone que estás haciendo?
La voz de Inuyasha la hizo saltar en su lugar. Siempre tenía que entorpecer cualquier cosa que estuviera haciendo, no podía ser de otro modo; pero aún así, por ella estaba bien. Se giró a verlo con una sonrisa en el rostro, con rastros de harina por todos lados. Inuyasha alzó una ceja, pero le regaló una media sonrisa que salió de manera involuntaria (hacía tiempo que no se daba cuenta lo seguido que sonreía alrededor de Kagome).
—Una casa de jengibre… se supone.
Inuyasha volvió la vista al montón de galletas destrozadas que intentaban formar algo parecido a una casa y luego volvió la vista a Kagome, que estaba viendo el resultado de sus intentos hasta el momento con la peor cara de desencanto.
—No se me da muy bien la decoración…
Inuyasha se encogió de hombros y se dejó caer junto a Kagome con las piernas y los brazos cruzados. Había dejado a Colmillo junto a la puerta, envuelta en su funda. Estando en la época de Kagome, había tomado la costumbre de relajarse un poco más… solo un poco (¿quién sabía cuándo una amenaza podía hacerse presente?).
—¿Dónde están el niño, el viejo y tu madre?
—Han salido de compras… ¡de compras navideñas!
El medio demonio movió un poco las orejas, pero no dijo nada. Se había familiarizado con el término de la Navidad tan solo el año anterior, cuando Kagome lo había obligado a fuerza de Siéntate a pasar la Noche Buena en la era moderna junto a su familia.
—¿Y el… eso de jengibre para qué es?
Kagome volvió la vista a su amasijo de galletas y luego se llevó una mano al mentón. Algo había leído al respecto, ¿no es así? De hecho, así era… solo que no tenía muy buena memoria. ¿Quién la podía culpar? Tenía muchísimas cosas para hacer…
—No lo recuerdo. —Inuyasha giró los ojos, pero se mantuvo escuchándola con paciencia. Kagome siempre tenía algo más para agregar.— Pero es una costumbre de Navidad.
—Hhmmh… claro.
La chica se volvió a arremangar hasta los codos, se frotó las manos con intensidad y atacó nuevamente, llenándolo todo de harina. Inuyasha no tenía idea de cómo lograría esa chica crear una casa con galletas, glasé y harina (¿y para qué quería la harina, de todos modos?), y tampoco tenía mucha idea de la finalidad de tal acción. Kagome y sus costumbres eran cosas extrañas… pero si ella aceptaba sus cosas extrañas, él podía aceptar las de ella.
Cuando la harina finalmente llegó hasta él, rectificó su pensamiento: era azúcar impalpable. También había logrado olfatear bien el olor dulzón del glasé, y se hallaba rodeado de variados elementos decorativos… que, según él, nunca se llegarían a usar si las galletas no formaban una casa en sí misma. A menos que se decoraran los escombros de una mala construcción. Allá Kagome con sus ideas.
La quinta galleta se rompió en las manos de la jovencita, que dejó escapar un gritito de frustración y tiró los restos a un costado, girando el rostro sonrojado hacia su silencioso acompañante. Se dio cuenta en ese momento que Inuyasha sí estaba ahí, y que no sabía el motivo de su temprana aparición. Normalmente llegaba pasados los dos días, pero Kagome había viajado esa misma mañana.
—¿Y qué haces tú aquí?
Inuyasha volvió a mirarla y luego frunció el ceño.
—Nada en particular. ¿Qué haces tú aquí?
—Esta es mi casa.
Él volvió a encogerse de hombros, y dio como zanjada la cuestión cuando enfocó su vista en… eso, la casa de jengibre. O lo que simulaba serlo. Kagome se irguió en su lugar y lo miró con los ojos como platos.
—¿Ha ocurrido algo en el Sengoku? ¿Debemos volver? ¿Apareció Naraku? ¿O Kohaku?¿Miroku ha tenido un problema con el agujero? ¿Acaso…?
—No, no, solo… no pasó nada, ¿quieres calmarte? Maldición… no ocurrió nada, ¿de acuerdo?
Kagome volvió a respirar con tranquilidad, mientras Inuyasha se despeinaba el cabello con una mano. A él también le tranquilizó que ella se tranquilizara, se ponía muy inquieto con los cambios de humor de la chica. Como si fuera su puto perro. No podía ser cierto, otra vez su sangre demoníaca (y su ascendencia) se hacía sentir. Un perro. El perro de Kagome.
Suspiró.
—Entonces, si todo está bien, ¿por qué has venido a buscarme?
—No vine a buscarte, vine a estar contigo.
Kagome parpadeó unas tres veces y luego se sonrojó. Por consiguiente, las mejillas de Inuyasha también se llenaron de un suave color rojo, y luego su rostro comenzó a desfigurarse en una mueca para intentar decir algo, cualquier cosa para contradecir lo dicho anteriormente.
—T-TUU-TUUUUU-TU CASA SE ESTÁ CAYENDO A PEDAZOS.
De un solo manotazo, destruyó lo poco que quedaba de la casa de jengibre de Kagome. La jovencita se encontró pensando que le había hecho un favor al pobre espíritu de esa casa deteriorada. Mejor morir a vivir de ese modo…
Por su parte, el medio demonio comenzó a respirar con normalidad cuando se dio cuenta de que el sonrojo de las mejillas de Kagome se había ido y se encontraba ella totalmente ocupada mirando las ruinas de galletas y glasé.
—Mm… creo que ahora se ve mejor que antes —murmuró ella, llevándose una mano a la boca mientras soltaba una carcajada. Todo eran migajas, así que solo el monstruo de galletas de jengibre que había hecho antes podía ser peor que eso. Inuyasha liberó una sonrisa, limpiándose con su ropa la mano que había cometido el crimen. Entonces ella enmudeció, tomando un puñado de trizas de galletas con una mano y girando a verlo. No le dejó tiempo a Inuyasha para reaccionar—. Pero deberás pagar por esto —dijo justo antes de lanzarle las migas a la cara. Solo atinó a reír más fuerte ante la cara de desconcierto de Inuyasha.
—Arrrrggg, mujer —gruñó él, limpiándose el rostro. A pesar de sus palabras malhumoradas, no podía borrar la media sonrisa, aquella que dejaba entrever su colmillo, de su rostro.
—Ayúdame a reconstruirla. Tendremos que hacer más galletas, ¿no crees?
—¡Y yo qué sé! Dé-déjalo, Kagome —agregó luego, tomando la mano de ella cuando la joven se acercó a él. La tenía tan cerca que parecía sentir el latir de su corazón, y eso lo ponía muy, muy nervioso. Kagome se ruborizó ante el contacto, pero intentó mantener la calma.
—Te ha quedado un poco en el cabello.
Inuyasha la soltó, dejando que se encargara de retirar los restos de galleta, aunque no pudo evitar sonrojarse hasta la mismísima raíz del pelo. Después de todo, la tenía a un palmo. Si se acercaba un poco, podría rozar —finalmente— los labios de Kagome con los suyos y morir de un maldito derrame cerebral. Pero no podía. No tenía tantas agallas. Así que Kagome terminó finalmente y él solo pudo quedarse en silencio, mirándola alternativamente.
—Ya. Hagamos esa condenada casa de una vez. —Se animó a decir al final, y le alegró que Kagome le sonriera.
—¡Manos a la obra!
Se dejó arrastrar por Kagome hasta la cocina, sintiendo su cálida mano sostener la suya y pensando que tal vez dentro de poco sí podría besarle o decirle lo que sentía o… o tendría que seguir esperando que Kagome se diera cuenta sola.
No es como si no le hubiera dado todas las señales existentes que su tonta mente de perro podía concebir.
Nota:
Los amo tanto juntos~ Ya me dieron ganas de ver un par de capítulos de Inuyasha, solo unos pocos más.
Espero que les haya gustado, en especial a Skyler Streat. :) ¡Anímense a dejar sus comentarios!
Mor.