La sesión de Seiya
Seiya se ubicó en el diván y de inmediato se acomodó. Sacó un dulce, papas fritas, una paleta helada y comenzó a disfrutar de la sesión.
-Comencemos – dijo - ¿cuál va a ser mi problema? Ah, lo recordé. Síndrome de Peter Pan. Mira, te lo estoy haciendo fácil: no me tomo las cosas en serio, tengo confianza en el futuro sin pensar seriamente en las consecuencias, a menudo digo cosas sin sentido, busco el lado bueno de las cosas, me alimento mal… ¿se me queda algo en el tintero?
Shun quedó perplejo un milisegundo, pero de inmediato se recuperó:
-No, no se te queda nada sobre eso. Eres muy, muy inteligente, Seiya, pese a lo que digan algunos.
Seiya se incorporó y botó las papas fritas.
-¿Qué dicen algunos?
-Nada, nada… no creo que te preocupe lo que otros digan – dijo Shun, fingiendo indiferencia
-Pero si se trata de cosas que dicen de mí, quizás me interese un poco – respondió Seiya.
-Bueno, si insistes… - dijo Shun – he oído que hay personas que afirman que eres terco…
-¡Mentira! Yo nunca he sido terco. Jamás. No puedo ser terco, eso es absolutamente falso.
-Dicen que eres extremadamente curioso…
-¿Quién dice eso? Debo saberlo. ¡Habla! ¿Por qué no me cuentas? Anda, cuéntame, que no aguanto…
-También aseguran que sospechas de todo y de todos…
-¡Apuesto que sé quién lo dice! Ikki, ¿verdad? No, debe ser Hyoga. O quizás Shiryu. Aunque puede que Saori…
-Y también cuentan que no eres manipulable. Absolutamente nada manipulable, así que jamás podrías someterte a un tratamiento psicológico como el que intento para ti.
-Pues están muy, muy equivocados. ¡Soy manipulable! Así que acepto el tratamiento psicológico que me quieras dar, oh, su Eminencia, mi terapista particular, pues confío en ti plena…
En medio de su discurso, Seiya se quedó callado.
-Oh, pequeña sabandija, fuiste muy, muy astuto. Tu plan era que yo solito te pidiera tratamiento, ¿no? ¡Pues el gran Seiya se ha dado cuenta de todo! ¡No podrás meterme tus locuras psicológicas, Shun, pues yo me doy cuenta de antemano de lo que planeas!
-¿Lo que planeo? – dijo Shun después de otro milisegundo de perplejidad – Yo no planeo nada, Seiya – los ojos de Shun se llenaron de lágrimas.
En eso, Ikki entró de sopetón al lugar.
-¿Estás haciendo llorar a mi hermano, Seiya? – rugió.
Seiya ya estaba bastante preocupado para preocuparse aún más por Ikki. Se había acercado a Shun y lo estaba obligando a sonarse la nariz con un pañuelo de dudosa limpieza que sacó quién sabe de dónde.
-¡Yo solo quería ayudarte, Seiya! – gimió Shun.
-Y Seiya estará feliz de que lo ayudes, ¿verdad, Seiya? – dijo Ikki, con una poco velada amenaza en la entonación de la voz.
-Claro que dejaré que me ayudes, pero ya no llores, ¿sí? – pidió Seiya, preocupado de veras y sintiéndose como el jamón del sándwich entre un hermano lloroso y uno violento.
-Ya empieza otra vez, era de esperarse – murmuró Shiryu, asomándose por el boquete que Ikki había dejado en la pared.
-Despejemos el lugar para que Shun pueda tratar a Seiya – pidió Ikki, empujando a Shiryu. Hyoga hizo una pared de hielo y salvó la situación.
-Ya estoy listo – dijo Seiya, sentándose en el diván – psicoséame todo lo que quieras, pero no llores más.
-No sé. Ya no quiero, ya no es divertido – murmuró Shun.
-Vamos, hazlo. Si no lo haces me sentiré culpable.
-Eso de sentirte culpable por las decisiones de los demás no es sano, Seiya. Tampoco es sano que te manipulen con lágrimas o dolor ajeno, y menos aún que hagas caso a amenazas.
-Sí, pero no puedo evitarlo. Es que no me gusta ver a los otros sufrir. Me gusta que haya alegría a mi alrededor.
-Pero no hay nada malo con la tristeza. A veces tienes que darte permiso de estar triste.
-Es que a veces pienso que, si me doy permiso de estar triste, no dejaré de llorar. No conocí a mis padres, mi hermana está lejos, puedo perderlos a ustedes en cualquier momento, puede estallar una guerra… es tan poco segura la vida, que no quiero pensar en cosas tristes. Quizás por eso me disfrazo de esta persona que siempre está alegre, que es un niño eterno, que no quiere ningún compromiso amoroso…
-¿Es por eso que aún no te declaras a Saori?
-N a Saori, ni a Shaina, ni a Miho… la verdad es que no sé a cuál de ellas querer. Si elijo a una de ellas, sería un compromiso. Y si muero, ¿qué sería de la mujer que tuviera un compromiso conmigo?
-No puedes dedicarte a pensar en lo que podría pasar. Debes concentrarte en lo que tienes. Vive la vida sin temores, Seiya.
Seiya sonrió alegremente.
-Es un gran consejo, Shun. Vivir sin temores. Eres un gran psicólogo. No sé cómo los demás dijeron que eres un desastre.
-Pues espero que cuando salgas de acá me ayudes a que Shiryu y Saori sigan con sus tratamientos, aunque no quieran.
-¡Claro que lo haré! De ahora en adelante me considero tu secretario, y te ayudaré a que todos tus pacientes se tomen sus pastillas. ¡Juntos seremos invencibles!
-¡Eso será maravilloso! Tu primer trabajo será llamar al próximo paciente, Hyoga. Y tu segundo trabajo será darles un par de Valiums a Shiryu y Saori, que están muy nerviosos.
-¡Claro, su Eminencia! De inmediato.
Seiya salió a cumplir su misión, y Shun se frotó las manos.
-Ah, con Seiya a mi lado conseguiré lo que quiero. Esas pastillas mantendrán a raya a Saori… ¿pero qué estoy diciendo? ¿Por qué quiero mantener a raya a Saori?
Se pasó las manos por la cara y se miró al espejo.
-Sí, mantener a raya a Saori para que se mejore. Para nada más. Nada más…
Continuará…
Nota de la autora: La musa va lenta, lenta, pero ahora la historia se me puso oscura. Es que el mundo está oscuro.