¡Hola chicos! Estoy feliz porque al fin terminé esta historia que hice con mucho cariño y que ustedes han aceptado en cada actualización. En verdad quiero agradecerles el seguimiento que tuvo esta historia y todos sus mensajes y reviews que fueron de gran ayuda y motivación para mí, es como un plus para los autores.

Quisiera extenderme más con mis saludos y agradecimientos previos a leer el final, pero este capítulo si es bastante extenso y como se los dije a algunos en los reviews, no quiero aburrirlos antes de tiempo con mis patrañas.

Así que sin más preámbulo, disfruten el capítulo, y les tengo un pequeño mensaje al final de la historia, que espero saber su opinión.

En sus marcas, listos, ¡lean!


GeishaPax: Jaja querida, esa canción del taxi da cáncer jajaja! Aunque imaginar a Leon bailando esa canción no es tan malo e_e Amiga mía, hiciste muchas preguntas, pero prometo que hoy serán todas contestadas. El final es… Ya sabes, lo hice yo así que, probablemente el mundo arda jajaa ya veremos. Espero tu crítica!

xIfYouSaySox: Un gusto volver a leernos! Leon se fue con Ada, nadie lo entiende, aunque en parte podemos entenderlo, como bien dices, está dolido, triste, despechado… El pobre hombre no razona bien. Veamos si hoy enmienda las cosas o termina de arruinarlas todo puede pasar! Espero y el final te guste!

Frozenheart7: ¡Querida amiga y adivina de FF! Aquí está el final!

Hay maldad, lo admito. Tal vez y después de todo, si sea la hija perdida de Wesker jajaja hoy podrás decidirlo. Ayudarnos con nuestras historias es genial y productivo, lo sabes.

Hoy que leas el final ya te darás cuenta cómo podrá continuar la secuela, pero querida, no te tomaré más tiempo en el review, porque este capítulo es bastante extenso y mejor aprovéchalo para digerir este final.

¡Abrazos con perfume de Wesker! Jajaja!

Susara K1302: Peque! Jajaja sé que amas el Aeon y hoy verás la continuación de lo que pasó con Leon y Ada, sólo te pido que no me mates por lo que vas a leer jajaja! Esta vez no dejaré reviews extensos porque el capítulo si tiene una buena cantidad de palabras y no deseo aburrirlos antes de tiempo, ya sabes, puedes apedrearme por mensajes privados jajaja! Nos leemos!

Rose: Antes que nada gracias por haber seguido fielmente esta historia donde nuestro querido Leon no ha hecho más que meter la pata una y otra vez sin descanso y en este último episodio créeme, todo puede pasar, habrá emociones intensas que espero sean de su agrado. ¡Disfruta este episodio!


DESCARGO DE RESPONSABILIDAD: RESIDENT EVIL Y SUS PERSONAJES PERTENECEN A CAPCOM, SÓLO LAS IDEAS Y TRAMA ORIGINALES DE ESTA HISTORIA ME PERTENECEN.


How can I be lost

If I've got nowhere to go?

Search for seas of gold

how come it's got so cold?

How can I be lost,

In remembrance I relive.

And how can I blame you,

When it's me I can't forgive?

Metallica, The Unforgiven III

CAPÍTULO 8: TE PERDÍ

Después de lo sucedido con Claire, era más que obvio que nuestra relación estaba terminada. Al día siguiente, yo también empaqué mis cosas y me fui de la casa, regresando a vivir a mi antiguo departamento de soltero en los suburbios, resolviendo no estar más tiempo en un sitio donde todo me recordaba a lo vivido con la pelirroja.

Como bien supuse, Claire no le contó a nadie lo que en realidad había pasado entre ella y yo, dejando como versión oficial un: "Leon y yo ya no nos sentíamos cómodos juntos y decidimos ponerle fin a nuestra relación…" Cabe señalar que eso era una gran mentira que no se parecía ni un poco a la realidad. Ella no quería volver a verme y yo no volví a buscarla. Resistí con todas mis ganas mis deseos de llamarla, ir a su departamento, saber de ella… Deseaba hacerlo, pero sabía que sería contraproducente, además que no me apetecía la posibilidad de verla con Nivans, que seguramente no estaba perdiendo el tiempo para robarme a mi ahora ex pareja. A pesar de que todo se había ido al carajo por mi culpa, no podía evitar dejar de sentirme herido.

Y entonces cometí un gran error. El error más imbécil y estúpido que podía cometer en mi vida. Decidí que ya no lucharía más por ella, que no haría nada por recuperarla. Guiado por los celos y la vanidad, determiné que si Claire quería probar suerte con Piers Nivans que lo hiciera, tarde o temprano se daría cuenta que lo que pudiera llegar a tener con él, no sería ni la copia de lo que ella y yo habíamos construido juntos.

En cuanto a mí, decidí hacer lo propio con Ada. No es que buscara afecto en la musa escarlata, ya que desde un principio tenía bien claro que en ella podría encontrarlo todo, menos amor. Y ya que la espía no buscaba nada serio, —como siempre cuando se trataba de mí, —volví a su lado para buscar compañía y unas cuantas noches placenteras que ayudaran a distraerme.

No supe en qué momento mi vida se volvió tan monótona. Mi existencia se resumía en despertar, ir a trabajar, dormir con Ada, respirar… Y nada más.

Las horas se convirtieron en días, los días en semanas y estas a su vez en meses, y yo ni siquiera me daba cuenta. Con el pasar del tiempo me comencé a sentir vacío, aburrido, solo... Era una sensación tan incómoda como una gotera que resuena a media noche. Sentía como si algo me hiciera falta y yo no podía detectar que era. O mejor dicho, no quería aceptarlo.

Una tarde decidí salir a caminar a uno de los parques menos transitados de Los Ángeles y me senté en una de las bancas, con la intención de sumergirme en la naturaleza y esta me ayudara a pensar.

Me derrumbé en una de las bancas de madera que estaba justo debajo de un gran roble, mientras miraba las hojas caídas de los árboles, señal de que el otoño estaba en su apogeo. El color de esos restos silvestres era en tonalidades oscuras entre colores café, amarillento, naranja y rojo… Me quedé mirando fijamente a una hoja seca que era de un color rojo oscuro, muy parecido al de una cabellera pelirroja que yo recordaba muy bien.

Entonces una ola de recuerdos me golpeó duro.


— ¿Te gusta este departamento?

— Es precioso. —Comentó la chica mirando lo iluminado y espacioso que era el inmueble.

— Me alegro, porque de ahora en adelante, este será su nuevo hogar, señorita. — Dije sonriendo mientras miraba la sorpresa en los ojos azules de Claire.

— Leon, ¿¡es en serio?! — Preguntó ella con el rostro iluminado.

— Prometí que serías tú quien escogería nuestro nuevo hogar.

Y la pelirroja se abrazó a mí, tomándome por la cintura como si fuese una niña pequeña, mientras yo recargaba la mejilla contra su cabeza, aspirando su fragancia natural a fresas que desprendía de su cabellera roja.


— Tengo miedo, Leon.

No supe que pensar ante esta respuesta. ¿Era una negativa sutil? Tal vez y después de todo estaba equivocado y Claire sólo me quería como a un amigo.

Desde hace tiempo ya había dejado de verla como una amiga más y mis acciones lo demostraban. Salíamos juntos todos los viernes, la llamaba constantemente, coqueteos, la tomaba de la mano cada vez que podía e incluso estuve a punto de besarla dos veces, ¡dos veces!, pero al final no me atreví por miedo al rechazo, como si fuese un estúpido adolescente enamorado y no todo un hombre hecho y derecho. Ahora estaba en medio de una cena romántica en un restaurant lujoso, le había comprado flores caras y chocolates finos, bailé con ella una pieza musical suave e incluso habíamos brindado con champagne. Sería muy ilógico que esta mujer no haya sospechado si quiera mis intenciones y en su lugar supusiera que la traje aquí para hablar con ella sobre el partido de anoche o contarle chistes vulgares, como lo haría con cualquiera de mis amigos.

— ¿Pero, por qué? —Pregunté desconcertado sin saber muy bien lo que eso significaba.

— No estoy segura de que pueda funcionar. —Respondió ella con seguridad y con una frialdad que jamás había visto antes.

Abrí la boca para decir algo, pero me había quedado sin palabras. Abrí y cerré la boca varias veces como un pez que se está asfixiando y Claire se quedó totalmente de piedra.

— ¿E-eso es un "no"? —Tartamudeé con la decepción atorada en el fondo de mi garganta.

La Redfield se quedó muda y yo sólo baje la mirada, para ocultar mi desilusión.

Entonces sin previo aviso la pelirroja se inclinó un poco sobre la pequeña mesa que nos separaba y tomó mi cara con sus delicadas manos, para acariciarme suavemente los pómulos. Desconcertado por su actuar, la miré con confusión y ella esbozó una sonrisa brillante que me dejó aturdido.

Enseguida, ya no vi nada más y sólo me dediqué a sentir. Cerré mis ojos y enfoque todos mis sentidos en mi boca que repentinamente se había unido a los labios de la pelirroja que se posaban atrevidos sobre los míos. ¡Carajo! ¡Pero cómo besaba!

Nunca en mi vida había probado unos labios igual. Sabían a cereza y champagne, y eran suaves como el terciopelo. Cuando mi boca colisionó con la suya fue una explosión en mi interior. El corazón me latía desesperado y mi cerebro dejó de pensar con coherencia. En medio del frenesí, la pelirroja mordió mi labio inferior y yo me estaba volviendo loco.

Se separó para tomar un respiro necesario, y yo me sentía mareado, tan mareado, que si hubiese estado de pie hubiera perdido el equilibrio.

— ¿Eso fue un "sí"? —Pregunté con la mirada perdida y la respiración cortada.

Claire se rió de mi reacción y acariciando de nuevo mi cara, contestó:

— Creí que mi respuesta era obvia.

Y entonces fue mi turno de tomarla por sorpresa, besándola con avidez, mientras murmuraba contra sus labios en voz baja.

—Te prometo que todo va a salir bien…


Metí las manos en la chaqueta producto del viento frío que bajaba suavemente de las montañas y murmuraba en voz baja mi tremenda soledad. Inmerso en mis pensamientos con la naturaleza como única testigo, podía admitir lo que todas las noches mi mente me recriminaba en voz baja;

La extrañaba… ¡Cómo la extrañaba!

Su olor, sus labios, su cabello, todo de ella. Y su ausencia dolía, ¡dolía, mierda! ¡Dolía como el carajo!

Decidí que no era apto ni sano para mí continuar paseando en ese parque solitario y determiné marcharme de allí cuanto antes.

Cuando llegué al departamento, caminé directo al dormitorio, dispuesto a tumbarme a dormir por el resto del día y no despertar hasta que mi cuerpo no necesitara ni una pizca más de sueño.

Abrí la puerta de mi habitación y me encontré nada más y nada menos que con Ada Wong. No era una sorpresa para mí que de vez en cuando ella decidiera entrar a mi departamento y hacer sus visitas nocturnas cuando yo no iba a su encuentro.

— Hola. —Saludé sin ganas a la sensual mujer que estaba recostada en mi cama.

— Hola, guapo. —Respondió ella esbozando una sonrisa seductora.

Me senté en la orilla de la cama con pocas ganas de compartir hoy las sábanas con Ada.

— Te ves cansado. Deberías relajarte. —Murmuró ella arrastrándose a través de la cama, mientras colocaba sus labios en mi cuello y comenzaba a besarme en el lóbulo de la oreja.

No hice nada. Me quedé totalmente inmóvil, sin rechazar ni corresponder, como si fuese un muñeco de trapo. Sin sentimientos, sin vida, sin nada.

La mujer asiática se sentó a horcajadas en mi regazo y me besó con urgencia, arrancándome la camisa por los hombros, tumbándome en la cama para forzarme a cooperar.

Se posó encima de mí, quedando vestida únicamente con diminuta ropa interior de color rojo, rozando su piel con la mía y besándome por el abdomen como si su vida dependiera de ello.

Entonces, una nueva oleada de recuerdos volvió a golpearme.


Empecé a besar su cuello, notando como disfrutaba la sensación de mis labios en su piel sensible. Su suave piel se sentía como el cielo y su respiración pesada encendía mis sentidos.

La lluvia había arruinado nuestro paseo de la tarde y cambiando de planes drásticamente, propuse pasar el resto del día mirando películas y comiendo palomitas en la alfombra de mi casa.

La mala comedia romántica llevaba 45 minutos de transcurso y yo no había prestado atención si quiera para notar el nombre de los protagonistas. Desde que inició la cinta, me había dedicado a abrazar a Claire por la cintura y de vez en cuando hacerle cosquillas deslizando mis dedos en su vientre.

La pelirroja estallaba en risas nerviosas cada que sentía el tacto de mis dedos en su piel y yo me aprovechaba de la situación para robarle uno que otro beso, que poco a poco se fueron haciendo más y más furtivos, hasta el punto en que yo quedé encima de ella, descendiendo mis labios a la altura de su cuello.

A pesar de que Claire y yo ya no éramos ningunos niños y llevábamos unos cuantos meses de ser formalmente una pareja, nunca había tenido sexo con ella.

Me quedaba claro que mi compañera no era virgen y mucho menos yo lo era. Pero por alguna extraña razón, notaba que ella deseaba llevar las cosas con calma entre nosotros y yo respetaba eso. La pelirroja era mi muñeca de porcelana a la que yo debía proteger y para mí sus deseos eran órdenes.

Pero hoy mi fuerza de voluntad se vio diezmada. Sentirla tan cerca de mí, con su aliento golpeándome la piel, y su respiración pesada endulzándome los oídos… Era una tentación irresistible para mí.

Volví a besarla recargando mis labios en los suyos con urgencia, sosteniendo todo mi peso en mis antebrazos para no aplastarla y pude sentir en sus caricias que la pelirroja estaba respondiéndole a mi cuerpo.

—Leon… —Susurró mi nombre con voz pesada, como si estuviera a punto de asfixiarse.

— No digas nada, por favor.

Y descendiendo mis labios más allá de su cuello, comencé a desabotonar su blusa para descubrir debajo de ella un sostén rosado de encaje.

Me di cuenta que la pelirroja se apenó cuando me quedé mirando a sus pechos, y ella en un acto reflejo intentó cubrirse con sus manos.

— No lo hagas. —La detuve tomándola de las manos, invitándola a sentarse en el suelo, mientras yo hacía lo mismo.

Ella se sentó frente a mí aún mirándome confundida, y usando sólo como prenda superior ese ligero sujetador.

La contemplé por un momento con la misma delicadeza y atención que un pintor mira a su mejor obra maestra. Su piel blanca, su melena salvaje, sus ojos azules… Bella, gloriosamente bella.

— Eres hermosa, Claire.

La chiquilla sonrió con ternura y se relajó para abrazarme por la cintura, mientras que con sus manos pequeñas, empezó a desabrochar mi camisa con timidez.

— Sólo relájate, cariño.

Y comencé a acercar su cuerpo frágil contra el mío, sintiendo cómo podía aspirar su fragancia dulce para llenar mis pulmones, y empecé a besarla nuevamente en los labios, para con mis manos empezar a recorrer su espalda hasta que encontré el broche de su sujetador. Con agilidad, logré desatarlo y ese molesto pedazo de tela comenzó a descender de entre sus hombros delgados, mientras yo iba besando el camino que recorrían esos tirantes…


—Claire… —Pronuncié su nombre en un gemido ahogado mientras mis manos acariciaban una piel ajena.

Entonces, un bofetón me trajo bruscamente a la realidad. Salí de mi trance cuando el ardor en mi mejilla se hizo insoportable y me descubrí a mi mismo soñando despierto con Claire Redfield y había seguido el juego de Ada imaginando a la pelirroja en su lugar.

—Idiota. —Me insultó Ada incorporándose y levantando su ropa del suelo para irse.

La musa escarlata estaba enfadada, y con justa razón. Pero no iba a hacer nada para detenerla. Me importaba muy poco si se enfadaba conmigo. De hecho, había muy pocas cosas que me importaban en esta vida.

La espía de rojo se marchó totalmente indignada por haberla llamado con el nombre de mi ex mujer y yo me quedé completamente solo en mi departamento. Me sentía fatigado tanto mental como físicamente y decidí darme una ducha caliente para relajarme.

Terminé de quitarme la ropa dejándola regada por el suelo de la habitación y me dirigí hacia la regadera.

Las gotas de agua caliente relajaron mis músculos y rápidamente pude entrar en un estado de relajación que me hizo sentir mejor.

A pesar de la tranquilidad de mi cuerpo, mi mente no me dejaba en paz ni un solo segundo. Recargué ambas manos contra la pared frontal de la regadera para que el agua cayera libremente sobre mi espalda y continuara con ese suave masaje. Pensaba en tantas cosas y en nada a la vez; reflexionaba sobre lo que era mi vida antes de conocer a Claire, durante nuestra relación, mi desliz con Ada y mi situación actual. Últimamente, el recuerdo de la pelirroja era mi fantasma personal que no me dejaba seguir adelante y su recuerdo me dolía como si fuese una estaca clavada en el pecho. ¿Qué me pasaba?

Solo y en silencio fue que pude escuchar con mayor claridad mi voz interna, que clamaba por gritarme la verdad de una buena vez.

Desde que era muy joven me sentí inevitablemente atraído por Ada, era un sentimiento tan intenso que estaba seguro que se albergaba muy dentro de mí, tatuado en mis sentimientos y debajo de mi piel. Ada ya era una parte de mí que no me podía arrancar, y que no podía renunciar ni abandonar fácilmente, de eso estaba seguro. Y ahora que tenía la posibilidad de tenerla, no me sentía satisfecho. La musa escarlata era una mujer elegante, guapa, apasionada, una fémina llena de atributos que me volvieron loco desde el principio… Pero nada más.

Después de todo lo que había pasado, el resultado era simplemente decepcionante; yo no la amaba. Sólo la deseaba. Nunca estuve realmente enamorado de ella, sólo me sentía atraído por la imposibilidad de poder tenerla, convirtiéndose en una obsesión, en un objetivo para mi temperamento de casanova. ¿Y el amor dónde estaba? En ninguna parte. No existía.

En cambio, del otro lado estaba Claire. La pelirroja, la graciosa, la chiquilla, la amante… Con ella todo era distinto. Podría enumerar todos y cada uno de los momentos felices que pasé a su lado y ni todo el papel ni la tinta del mundo bastarían para terminar de redactarlos. Sus besos despertándome cada mañana, sus celos de niña al tomarme de la mano con firmeza cuando notaba que otras mujeres me miraban, incluso sus gestos más inocentes como abrazarse a mi torso cuando dormía aferrándose más a mí, con intenciones de no soltarme nunca… Todos esos pequeños detalles me hacían sentir bien, satisfecho, feliz, completamente feliz, porque estaba seguro de una cosa; Claire me amaba.

Entonces, una revelación en mi mente me sacudió como si me hubiesen golpeado con una porra eléctrica. No sólo admitía lo mucho que extrañaba la Redfield, sino que también estaba descubriendo un sentimiento que había estado enterrando en mi corazón por mucho tiempo, ya fuera por cobarde, por vanidoso, por imbécil, por ciego… Y por mil razones más que en un principio no me permitían darme cuenta de lo evidente;

Yo amaba a Claire.

Esa era la respuesta de todo. La amaba, estaba enamorado de ella como un estúpido y hasta ahora me di cuenta. Es por ello que no podía sentirme bien con Ada, que no me sentía mejor en ninguna parte, mis celos extremos contra Nivans y la razón de que yo padeciera insomnio los últimos meses transcurridos en soledad; la amaba, la amaba demasiado.

Ahora que sabía que la amaba, me sentía más devastado que nunca; no sólo por haberme dado cuenta hasta ahora, sino porque jamás se lo había dicho. Yo había recibido miles de veces de sus labios esa palabra y yo jamás había sido capaz de corresponderle de la misma forma.

No se lo dije, ¡Maldita sea! ¿¡Por qué nunca se lo dije?!

Estaba seguro que lo sentía, pero por alguna estúpida razón jamás me atreví.

¿Y ahora que haría con todo este amor que me estaba consumiendo el pecho?

Una aflicción, un estupor empezó a nublarme el juicio y mi mente me ordenaba hacer algo de inmediato, quería ver a Claire, necesitaba hablar con ella urgentemente. La pelirroja tenía que saber de mi descubrimiento, necesitaba confesarle lo mucho que la amaba.

Entonces estaba decidido. Volvería a buscar a Claire Redfield y le contaría mis sentimientos sin importarme nada más. A la mierda mi orgullo, mi vanidad, mi estupidez, Ada, Nivans… ¡Todo y todos! Ahora sólo importaba ella. Y así lo hice.


Habían pasado meses desde la última vez que había visto a la pelirroja. Ni siquiera había tenido noticias de ella. Por tanto, no tenía idea de donde vivía, si me odiaba, si había decidido entablar una relación con Nivans… No sabía nada, y tampoco me importaba demasiado. Tuve que ser muy ágil y discreto para poder llevar a cabo mi plan, usando el único dato que tenía; su trabajo de activista en Terra Save.

Fue cuestión de mover un poco los hilos de mi influencia en la D.S.O. y mi buena relación con la recepcionista de Terra Save para obtener una cita con Claire Redfiled; una muy importante comida de negocios con un filántropo millonario dispuesto a invertir en la compañía anti-bioterrorismo. El lugar de la cita era en el restaurant francés "La vie en rose", a las 3:00 pm. Obviamente esa reunión era solo parte de una treta para poder entrevistarme con mi ex pareja, ya que si se enteraba que era yo quien deseaba verla para invitarla a comer, seguramente me mandaría al demonio. Era mi única oportunidad y no la iba a desperdiciar.

Conseguí una caja de unos finos chocolates suizos, un ramo gigante de tulipanes holandeses que eran sus favoritos, un brazalete de oro blanco… Adquirí todos los obsequios y detalles que el dinero podía comprar con tal de agradarle un poco. Claire no era una chica superficial y yo lo sabía muy bien, pero en mi estado de desesperación, necesitaba recurrir a todos los medios con tal de quedar bien, importándome bien poco las cantidades de dinero que tuviese que invertir.

Antes de bajar de mi auto para entrar en el restaurant, verifiqué que todo en mí estuviera en orden; zapatos lustrosos, pantalones planchados, camisa bien abotonada y el perfume que a la pelirroja tanto le gustaba aún estaba perfectamente impregnado en mi piel. Estaba listo.

Me dirigí hacia la entrada y me encontré con los empleados que me preguntaron sobre mi reservación. Una joven camarera me indicó el lugar de mi mesa y se ofreció a acompañarme, pero yo amablemente decliné su cortesía y preferí andar solo. Sostenía el gigante ramo de tulipanes con una mano y la caja con chocolates y la pulsera de oro blanco con la otra, mi reservación se encontraba cerca del balcón, lo cual significaba que era la zona más alejada del establecimiento, pero también era sinónimo de privacidad.

Caminando de entre las mesas, logré divisar de entre las más apartadas mi reservación y entonces la vi a ella.

A pesar de que se encontraba de espaldas a mi vista, podría reconocerla sin temor a equivocarme y me quedé paralizado ante su presencia. Estaba nervioso como nunca lo había estado y una ansiedad incontrolable comenzó a recorrerme todo el cuerpo. Inhalé y exhalé profundamente para tratar de calmarme y caminé sigilosamente como si estuviese en una misión de vida o muerte hasta que me acerqué a su asiento y me quedé justo detrás de ella. Mi corazón se tambaleó en mi caja torácica y sentí como mi sangre corría a gran velocidad por toda mi anatomía.

Claire pareció no haberse dado cuenta de mi presencia ya que observaba entretenida la carta del menú y no notó que yo la miraba con atención a sus espaldas. Di una respiración profunda antes de hablar y mis pulmones se llenaron de su aroma natural a fresas, tan dulce, tan embriagador… tan ella.

Armándome de valor, me decidí a hablar.

—Claire…

Cuando la mujer que estaba sentada en la mesa escuchó mi voz, inmediatamente dejó la carta que sostenía entre sus manos sobre el tablón, y giró su rostro hacia a un lado para mirarme llena de sorpresa y otras emociones que no pude descifrar.

Después de todos los meses de ausencia, tenerla frente a mí parecía un milagro. Vestía una blusa color blanco a juego con una chaqueta de color rojo quemado junto con unos pantalones de mezclilla ajustados y botas de cuero oscuras que le llegaban hasta la rodilla, muy fiel a su estilo casual pero que siempre le había sentado de maravilla. Su piel blanca seguía siendo pulcra y brillante, que por un momento tuve que resistir a la tentación de tocarla para comprobar si seguía siendo tan suave como la recordaba. Sus ojos azules se conservaban tan celestes como un cielo despejado y los labios de rosa aún mantenían ese toque de coquetería infantil y sensualidad. Noté que su larga cabellera pelirroja ahora estaba más corta, con sus mechones rebeldes cayéndole por los hombros. A pesar de que todo su atuendo era bastante sencillo, debo decir que nunca la había visto más hermosa, porque ahora ya no la veía como una chiquilla guapa, ahora la miraba como a la mujer que amaba.

— ¿Qué haces aquí? —Preguntó confundida mirándome como si hubiese visto un fantasma.

— Vine a verte, Claire. —Respondí con decisión, sin poder quitarle la mirada de encima.

— Estoy en una cita de trabajo, espero a un inversionista que…

La chica se interrumpió y de repente se quedó muda. Al mirarme frente a ella sosteniendo los obsequios y en ese restaurante francés en el cual sólo podías entrar con reservación, se dio cuenta inmediatamente de mi engaño.

Y sin decir una sola palabra, tomó su bolso y se puso de pie, dispuesta a irse sin siquiera mirarme.

—Claire, por favor, espera. —La detuve tomándola suavemente por el hombro y ella se frenó a mirarme; — Te ruego que por favor me escuches, aunque sea por esta vez.

La pelirroja negó con la cabeza, y yo volví a detenerla pero ahora mirándola directamente a los ojos.

—Por favor, te lo suplico… —Susurré en voz baja, denotando toda la aflicción que me provocaba su rechazo.

La chica de ojos marinos, se quedó unos segundos en silencio, totalmente inmóvil, como si estuviese debatiéndose consigo misma.

Después de esos breves instantes de incertidumbre, la mujer dio un suspiro hondo y regresó a su asiento, mientras yo miraba encantado como ella aceptaba mi invitación en silencio.

Ambos nos sentamos en nuestros asientos y vi como ella mantenía la vista fija en el mantel, evidentemente incómoda por mi presencia.

— ¿Ya ordenaste algo? —Pregunté en un intento de calmar la tensión.

—Aún no. —Respondió ella sin mirarme.

—Perfecto. —Dije enseguida para después levantar mi mano para llamar al mesero que enseguida me mostró la carta.

— ¿Qué va pedir, señorita?

—Deseo ordenar Quenelle, por favor. —Pidió la pelirroja señalando en el menú.

— ¿Ordenará algo de beber?—Preguntó el mesero amablemente.

— Limonada con agua mineral.

El hombre tomó la orden de la pelirroja y en seguida pasó conmigo.

— ¿Qué desea ordenar, caballero?

— Lo mismo que la señorita, por favor. —Respondí para no perder el tiempo mirando la carta.

—Enseguida.

El camarero se retiró y nuevamente, la Redfield y yo nos quedamos completamente solos. Sin saber cómo comenzar una conversación, decidí empezar por entregarle sus obsequios.

— Son para ti.

Con inseguridad, tomó entre sus manos el ramo de tulipanes, y los colocó a un lado, tocando con sus manos pequeñas los suaves pétalos de las flores.

— También te traje chocolates. Recordé que son tus favoritos.

Al parecer había dado en el clavo con la afición de la pelirroja por las avellanas. Volteó a mirar la caja con listones rosados y con indecisión destapó con cuidado la envoltura para tomar de ahí un chocolate de forma esférica cubierto de trocitos de almendra. Por un momento, creí ver esa chispa de alegría en sus pupilas azules, como el del júbilo de una niña pequeña. Y yo no pude evitar sonreír, embelesado con sus gestos. Hermosa.

—Gracias. —Respondió humilde mientras comía su chocolate.

Tuve la intención entregarle en ese mismo momento el brazalete de oro blanco que había comprado para ella, pero decidí esperar, pensando que quizás podría rechazar o en el peor de los casos, ofenderse por ese obsequio y arruinar así ese momento de estabilidad entre nosotros.

—Quiero agradecerte el que estés aquí, aunque fuera por medio de un engaño. Temí a la posibilidad de que si te buscaba personalmente, irremediablemente me rechazarías.

La pelirroja se encogió de hombros y no pronunció una sola palabra.

Al parecer, esto lejos de ser una conversación, sería un monólogo de mi parte. Ella no intervendría y yo tenía ahora toda su atención.

Me aclaré la garganta antes de hablar y dejé que mis ideas fueran guiadas por lo que sentía por ella.

— Siempre he sido bueno con las palabras, creo que lo sabes mejor que nadie, pero esta vez, me está costando demasiado expresarme. Supongo que es por todo lo que me he guardado durante todo este tiempo. Quiero hablar sobre lo que pasó ese día…

— Leon. —Me interrumpió la chica pelirroja, alzando la vista por primera vez. —Lo que pasó aquella vez en nuestra casa, ya pasó y no deseo volver a hablar de ello.

—Pero yo sí. —Dije en tono brusco y comprendiendo inmediatamente mi imprudencia, suavicé mi tono de voz. —Quiero decir, te debo una explicación, por favor, te ruego que no me rechaces y me escuches.

Claire dio nuevamente un suspiro hondo, y se enderezó sobre su asiento, mirándome directamente a los ojos. Sabía que ahora la Redfield me escucharía.

— Yo… —Dije atropellando las palabras, aún dudando sobre lo que iba a decir, pero a pesar de ello continué: — Fui un estúpido, Claire. Un completo imbécil que no supo apreciar a la mujer que tenía enfrente, por vivir cegado por un espejismo, un capricho del pasado.

— ¿Ada era tu capricho del pasado? —Preguntó ella enarcando una ceja.

Ahora sabía que hablar con la verdad no iba a ser sencillo, pero no tenía otra salida.

— Si. —Admití bajando la mirada y continué. —Durante muchos años, creí estar enamorado de ella, pero por alguna u otra razón, siempre me había rechazado y yo nunca pude aceptarlo. Luego apareciste tú. Me mostraste que había vida después de Ada, mejoraste mi mundo, cambiaste mi vida totalmente, y terminaste curándome de todas las heridas que yo tenía…

Noté que al decir estas palabras, la Redfield bajó la mirada unos segundos, resopló y volvió a fijar su vista en mí. Mis palabras la estaban afectando.

— Mi vida era perfecta a tu lado, pero un día Ada volvió a buscarme y removió emociones que yo creía estaban muertas. Reabrió mis heridas que tanto tiempo habían tardado en sanar y estúpidamente creí que si saciaba mi obsesión de estar con ella, si lograba satisfacer mi capricho, podría superar y olvidar el pasado de una vez por todas. Pero no quería dejarte Claire, muy a pesar de mi egoísmo y mi idiotez, siempre me aterró la idea de perderte, tanto como la de resistir a la tentación que tenía enfrente. Y entonces opté por iniciar una aventura clandestina con Ada, creyendo que sería algo pasajero y sencillo de sobrellevar. Pero me equivoqué.

En ese momento, llegó el mesero con las bebidas y las colocó sobre la mesa. Claire dio un enorme trago a su limonada como si con eso pudiese ahogar todas las emociones que la estaban asfixiando.

Me sentía una mierda por tener que contarle a Claire todos los detalles de mi obsesión por Ada, pero la pelirroja merecía saber la verdad, aunque aquello implicara lastimarla. Aún más.

—Creí que tenía todo bajo control, pero terminé arruinándolo todo. Cada día me confundía más y me sentía más inseguro que nunca. Me volví celoso, agresivo, distante… No supe como continuar este lío, y cuando decidiste que te tomarías un tiempo, yéndote a ese congreso… Fue que pude darme cuenta de las cosas…

Y aquí venía la parte difícil de la historia, la que más me costaba trabajo expresar y la que Claire no deseaba recordar.

—El día que volviste de tu viaje, ese día, yo había tomado una decisión… —Me aclaré la garganta y continué: —Ese día le pondría fin a mi relación clandestina con Ada e iba a contártelo todo a tu regreso, ya no quería seguir ocultándote nada Claire… Porque iba a comprar una sortija de compromiso para pedirte que fueras mi esposa.

Un silencio sepulcral se apoderó de nosotros. La Redfield se había quedado completamente muda y noté como en sus ojos comenzaban a asomarse unas lágrimas que amenazaban con escapársele en cualquier momento.

Pasaron algunos minutos y la pelirroja continuaba con los labios sellados. La situación comenzó a volverme loco.

— Claire, di algo… —Pedí con la desesperación grabada en las facciones.

— ¿Necesitabas a Ada para que te ayudara a elegir una sortija de compromiso?

Pude notar el dolor que había en el fondo de aquellas palabras. El recuerdo de ese día aún punzaba fuerte en su corazón.

Bajé la mirada resintiendo el ataque de mi compañera y dando una respiración honda, respondí:

—No. Ada me buscó ese día, y le informé que lo de ella y yo ya no podía continuar. Lo aceptó, no obstante; me sedujo y yo… Yo le seguí el juego.

Terminando de pronunciar mi confesión, la chica de cabellos rojizos bajó la mirada y se encogió de hombros, como si se hubiese terminado de decepcionar de mí.

Entonces, en medio de un arrebato, tomé entre mis manos su mano izquierda, creyendo que ella rechazaría mi gesto inocente, pero para mi sorpresa, la menos de los Redfield, no retiró su palma de las mías.

Ahora había llegado el momento de la verdad, de explicarle a Claire el verdadero motivo por el que había decidido buscarla.

—Claire, fui un imbécil, un estúpido, por no haber sabido valorarte, por no tener idea de qué clase de mujer tenía a mi lado, te… te pido perdón por todo aquello. Pero sobre todo, quiero pedirte perdón por haber cometido el más grande error de todos los que cometí…

La hermana de Chris Redfield se mordió el labio inferior y volteó a mirarme con sus pupilas azules, inundadas en llanto salado.

— Mi peor error, fue no haberme dado cuenta que te amaba. Que te amaba demasiado y lamento con la vida, todas esas veces que no te lo dije. Perdóname por haber sido un hijo de puta contigo, un bastardo egoísta, un infeliz que no supo cuidar su felicidad. Perdóname, Claire.

En toda mi vida, jamás había sido tan sincero. Me sentía una mierda conmigo mismo por todos los agravios que había cometido en contra de la mujer que amaba, pero a pesar de esa miseria, aún aspiraba y sobre todo deseaba con todo el corazón, volver a tener un poco del amor que un día fue mío.

La pelirroja se soltó de mi agarre e intentó secar con el dorso de su mano unas lágrimas finas que se resbalaron sin querer entre sus mejillas suaves. Saqué de uno de mis bolsillos mi pañuelo color azul celeste y se lo ofrecí para que ella secara sus lágrimas. Lo aceptó sin decir nada, y secó con delicadeza esas gotas de tristeza que brotaban de sus ojos. Me devolvió mi pañuelo y nuevamente, ambos nos quedamos en silencio. Y volví a intervenir.

— ¿Me perdonarías?

La niña de ojos azules se tranquilizó un poco, y recobró la compostura. Ahora era su turno de hablar.

—Leon, no sabes cuánto hubiera dado porque me hubieras dicho estas palabras en el pasado. Hubiese sido la mujer más feliz sobre este mundo, si al menos una vez, me hubieras correspondido con un "te amo", aunque fuese mentira.

Desvié la mirada al escuchar estas declaraciones, no podía discutir lo contrario.

— Te amaba Leon, mucho, incluso más de lo que te imaginas. Te amaba lo suficiente como para ignorar muchos detalles, por ejemplo; que jamás me correspondieras con un "te amo, también", fingir que no me dolía y actuar con comprensión todas las veces que me rechazabas cuando yo quería hacer el amor contigo y tú te excusabas diciendo que estabas cansado, e incluso, pasar por alto el hecho de que de un día para otro te alejaras de mí, diciendo que tenías trabajo que hacer y por eso no podías venir a comer conmigo o incluso llegabas tarde a casa, cuando sabía perfectamente que te ibas temprano de la oficina.

Mis oídos se rompieron. ¿Claire, tenía conocimiento de la falacia sobre mi carga excesiva de trabajo? Fui lo más cuidadoso posible para que la pelirroja jamás se enterara de nada sobre mi doble juego y esta revelación me había tomado por sorpresa.

— ¿Sabías que no estaba en el trabajo? —Me limité a preguntar enarcando una ceja con sorpresa.

— Así es. Una tarde, fui a buscarte a la D.S.O. y me encontré por casualidad con Hunnigan. Supuso que iba a buscarte y antes de que subiera por el ascensor, ella me comentó que tú ya te habías marchado. En el fondo sospechaba que algo estaba sucediendo y me atreví a preguntarle al personal de tu oficina acerca de tus horarios de salida y confirmé que al contrario de tu versión oficial, siempre te marchabas más temprano de lo habitual.

Al escuchar la declaración de la mujer que tenía enfrente, sentí que toda mi sangre se había concentrado en mis talones. Claire sabía todo este tiempo que le estaba mintiendo y sin embargo, nunca me dijo nada, ni un reproche siquiera. Me sentí fatal.

—Me subestimaste demasiado creyendo que yo era ingenua y que no sospecharía nada, pero no lo soy, Leon. Simplemente, estaba enamorada y seguía metiendo las manos al fuego por ti, aunque todo señalara que eras culpable. Después de eso, pensé que probablemente te estaba asfixiando y fue por eso que jamás te reproché nada, al contrario, traté de esforzarme más para ser mejor cada día… Por ti… Sabía que te estaba perdiendo y lo peor, era que luchaba contra un enemigo invisible, y no podía hacer nada contra ello porque no tenía idea a qué me estaba enfrentando. Sufrí mucho tus desplantes y no tenía a quién recurrir para consolarme, ¿Con quién podría desahogarme? ¿Con mi hermano? ¿Con Jill? ¿Con Sherry? No podía cargar con todo este sufrimiento yo sola, y me apoyé en la única persona que siempre estaba disponible para mí en esos momentos; Piers.

Ahora estaba enfurecido conmigo mismo. Imbécil, mil veces imbécil. Le había dejado el camino libre a Piers Nivans y yo ni siquiera me di cuenta. Iba a pagar caro mi error.

—Piers me sujeto miles de veces cuando sentía que me hundiría en el vacío, aunque otras mil ocasiones discutía con él, porque me advertía que tú no merecías a alguien como yo, que tú solo jugabas conmigo y no me tomabas enserio, pero yo…—La niña de ojos azules se interrumpió para tomar una bocanada de aire y después continuó: — Yo te defendía, te defendía a pesar de que todos tuvieran razón, por el simple hecho de que te amaba, y me negaba a ver lo evidente. Cuando miré tus celos desmedidos a causa de Piers, decidí alejarme, a pesar de que sabía que al distanciarme me quedaría totalmente sola con mi duelo interno, ya que él era la única persona que conocía mi pena. Nuevamente, volví a elegirte a ti. Cuando fui a mi viaje, regresé antes porque te extrañaba demasiado y no podía estar más tiempo separada de ti, fingiendo que estaba enfadada por tu comportamiento insano, cuando en realidad, todo lo que quería era abrazarte y jamás dejarte ir… Por eso volví a casa antes de tiempo.

Entonces te vi con Ada, y me mataste Leon. Me mataste. Al verte besándola, tocándola, no puedo describirte con exactitud lo que sentí. Sentí rabia, celos, tristeza… Un dolor agudo perforándome el pecho. Mi peor temor se había hecho realidad, y se presentaba ante mis ojos; perderte. Fue entonces que huí, quería desaparecer del mundo, que me tragara la tierra y no volver a saber nada de nadie. — La pelirroja se interrumpió por un momento con las emociones a flor de piel y tomó otro trago de su limonada en un intento de eliminar el nudo en su garganta.

Sentí como las lágrimas comenzaban a inundar mis ojos, con el sólo hecho de recordar aquél día en que destroce a la mujer que amaba. No era mi propio dolor el que me estaba aniquilando, sino el dolor ajeno que yo había propiciado.

Claire dejó a un lado su vaso con limonada y después de volver a suspirar hondo, continuó:

— Me fui amándote, Leon. Amándote mucho todavía. Pero me di cuenta, que ese había sido mi error. Amarte más de la cuenta, sabiendo que ese amor acabaría conmigo. Muchas noches me pregunté cuál había sido mi error, qué habías visto en Ada que yo no tenía, o mejor aún, qué te había dado ella que yo no te di. Lloré tantas veces de impotencia, de tristeza, culpándome una y otra vez por lo sucedido, creyendo que tú te habías aburrido de nuestra relación por mi culpa. Pero por más que analizaba jamás encontraba una conclusión. La razón era simple; todo lo que tenía te lo di. Te di todo de mí, sin escatimar, sin miedo, sin rencores… Tú te habías llevado todo y yo me quedé sin nada. Entonces supe que no había nada de malo conmigo, que no había excusa ni justificación para lo que hiciste, y determiné que todo esto había sido tu culpa, que después de todo tenían razón, y yo sólo era un juego más en tu vida, una chica más en tu lista de amores fallidos… Y te odié Leon.

"Y te odié, Leon." Su confesión me estaba matando más de lo que era capaz de demostrar pero aún no era el momento de romperme, no frente a ella.

— Te odié como jamás había odiado a nadie, pero pronto aprendí que el rencor no me llevaría a ningún lado, y entonces, decidí que lo mejor era olvidarlo todo. Lo malo y lo bueno, la felicidad y la tristeza. Quedarme en blanco. Fingir que lo nuestro jamás sucedió y continuar con mi vida. Y así lo hice, dejé todo atrás y seguí adelante, sin importar todo el dolor y las lágrimas que tenía que pagar. No obstante; si estoy aquí en este momento cuando sé que lo mejor era haberme ido sin intentar reabrir heridas pasadas, es porque también necesitaba que supieras todo esto, y que sepas también que te perdono.

Alcé mi mirada inmediatamente. ¿Qué estaba diciendo? ¿La Redfield me estaba perdonando por todo? Era demasiado bueno para ser verdad.

— ¿Tú… me has perdonado?

—Sí, Leon. Te libero de todo posible remordimiento por el pasado, y debes saber que no te guardo ningún rencor. —Declaró la activista de Terra Save con firmeza, sin ningún atisbo de duda en la voz.

—Claire, cielo, no sabes cuánto te amo. Te prometo que de ahora en adelante, todo va a ser distinto. —Agradecí lleno de emoción, estrechando su mano contra mi rostro y besando el dorso con adoración.

En seguida, supe que me forme demasiadas ilusiones muy pronto. Malinterpreté el perdón de mi ex mujer y lo que estaba a punto de decirme, me daría la estocada final.

La Redfield se separó de mí con amabilidad, pero inmediatamente, puso las cartas sobre la mesa.

— Leon, he dicho que te perdono, más no que quiero volver contigo.

Mi corazón comenzó a palpitar agitado, presintiendo que algo terrible estaba a punto de atacarlo.

— ¡¿Qué… Pero qué dices?! Claire, por favor no-no digas eso, yo te amo y tú también me amas. —Tartamudeé aterrado, intentando tomarle el rostro con las manos creyendo que esto era una broma.

— Leon, yo ya no te amo.

Me negaba a creer lo que estaba escuchando. Sentí un espasmo en el estómago que poco a poco me provocó escalofríos que a su vez me costaba trabajo controlar.

— Claire, por favor, no mientas. Puedo ver en tus ojos que todavía me quieres, prueba de ello es que estás aquí, conmigo.

—No te confundas. Si decidí quedarme, es porque necesitaba cerrar este ciclo. Yo no puedo volver contigo. Lamento si te hice creer otra cosa, pero por favor, no quiero lastimarte.

¿Cerrar un ciclo? ¿¡Qué clase de patraña era esa?! ¿Por qué decía que no quería lastimarme?

—Pero Claire, ¿Por qué no? ¿Qué es lo que está pasando?—Insistí estando ya a punto de estallar en un ataque de histeria.

La Redfield evidentemente consternada por mirarme en ese estado, decidió dejarse de rodeos y hablar con la verdad de una buena vez.

— Leon… —Hizo una pausa para pronunciar mi nombre y continuó. —Voy a casarme con Piers.

Mi corazón fue atravesado de una estocada. ¡La mujer que amaba iba a casarse con otro! No. No era cierto, ¡no podía ser cierto!

Me quedé paralizado en mi asiento sin que ningún músculo de mi cuerpo me respondiera. Mi única reacción, fue voltear a mirar la mano derecha de Claire, que efectivamente confirmaba lo que ya había dicho con palabras. Noté en su dedo índice un anillo plateado con un pequeño diamante en el centro y sentí que el mundo se me vino encima.

Mi respiración se comenzó a tornar agitada y pequeños escalofríos comenzaron a recorrerme la espalda, sintiendo que estaba a punto de colapsar en cualquier momento.

— Creo que es mejor que me vaya.

Claire tomó su bolso y salió de nuestro sitio, desapareciendo entre los comensales. Me tomó un par de minutos en asimilar sobre lo que estaba pasando, y cuando miré al mesero que venía a traer los platillos a nuestra mesa, me apresuré a sacar de mi cartera unos cuantos billetes de gran denominación que seguro cubrirían la cuenta y la propina del servicio, y salí disparado del lugar, tratando de alcanzar a la mujer de melena rojiza.

Corrí como un loco hasta el estacionamiento del restaurante, y miré a la Redfield buscando en su bolso las llaves de su auto que ubiqué a la distancia, y gracias a mi buena condición física, logré llegar hasta ella antes de que subiera a su vehículo.

Se sobresaltó cuando la tomé por el brazo, forzándola a que me mirara a los ojos, entonces comencé a suplicar totalmente alterado:

— ¡Claire, te lo ruego! ¡Tú no puedes casarte con Nivans! ¡Tú y yo nos amamos! ¡Merecemos una segunda oportunidad!

— ¡Leon, por favor no insistas! ¡No te aferres más a un imposible!— Respondió ella zafándose de mi agarre y abriendo la puerta de su auto.

— ¡Claire esto no es un imposible! ¡Yo te amo! —Insistí con urgencia.

— Leon por favor, tú y yo ya no podemos ser algo más que amigos.

— ¡Yo no quiero tu amistad, maldita sea! ¡Entiende que yo te amo!— Grité con histeria, a punto de volverme loco.

— Entonces, será mejor que ya no volvamos a vernos.

Estaba desesperado y en medio de ese frenesí, fue que me atreví a hacer mi siguiente acción.

Estampé mis labios con agresividad contra los de Claire, besándola con urgencia, tratando de demostrarle con mis labios, lo que no podían explicarle mis palabras. La besé con avidez, con urgencia y posesividad, pero a pesar de ello, la Redfield no me correspondía, simplemente se quedó inmóvil. Era como besar a una estatua. Era un beso vacío.

Con un movimiento ágil, la chica de ojos azules me apartó de su lado y subió a su auto cerrando la puerta velozmente, ignorando mis súplicas por completo.

— ¡Claire, por favor! ¡Claire! —Continué gritando su nombre mientras golpeaba la ventanilla de su auto, recordándome a aquella vez que la perseguí mientras huía en un taxi.

— Adiós, Leon.

Y arrancando su auto, se fue lejos de entre las calles de la ciudad, esfumándose de mi vista, y también de mi vida.

Sin poder hacer nada más, me dejé caer de rodillas en el frío asfalto del estacionamiento, sintiendo como las lágrimas resbalaban solas de mis ojos, mientras la sangre me hervía calcinándome vivo, mientras el dolor se encargaba de hacer lo propio con lo que quedaba de mí.

En ese momento, yo era la viva imagen de lo que creí que jamás podría llegar a ser; un hombre derrotado.


El dolor de cabeza me trajo de nuevo a la realidad. Esa horrenda punzada que me sacudía el cráneo cada vez que pensaba en todos los acontecimientos que habían sido la causa que me había traído hasta aquí y también me había convertido en lo que soy ahora. Un borracho agresivo, que lloraba a grito abierto el haber perdido a su amada. Un fracasado.

—Leon, ya vamos a cerrar. —Me avisó el cantinero en voz alta, cerciorándose que yo pudiera escucharlo.

Me levanté tambaleándome sin protestar, caminando con dificultad hacia la salida de la cantina, sintiendo unas náuseas terribles y un dolor de cabeza espantoso, producto de la resaca y probablemente también de los golpes que había recibido en mi última riña callejera.

Era hora de retornar a la realidad. Volver a casa, dormir, para después regresar a la cantina.

Mi departamento no estaba lejos del bar de mala muerte en el que solía embriagarme, así que no tenía necesidad de conducir mi auto para llegar hasta allí.

Cuando salí al exterior, noté que el clima era agradable y que no era tan tarde como creía, ya que apenas las farolas de las calles comenzaban a encenderse, así que supuse que apenas comenzaba a desaparecer la luz tenue del crepúsculo.

Caminé de entre la alameda adornada con sus jardines y setos que decoraban las veredas, todo en una armonía perfecta. El único que desentonaba en ese paisaje bello, era yo.

Saqué un cigarrillo de mi chaqueta y lo encendí con el pequeño mechero que cargaba en mi bolsillo, —debo señalar que adquirí también el pésimo hábito de fumar, — y llevándomelo inmediatamente a la boca, le di una profunda calada, para después sentarme en una banca metálica que estaba en el jardín, y terminar de fumar mi tabaco.

Mientras sentía el humo inundar mis pulmones, miré que estaba justamente frente a un templo. Noté que había varias personas amotinadas en la entrada, vestidos de manera elegante y refinada, por lo que pude suponer, muy probablemente estaban celebrando una boda. Guiado más por las ganas de distraerme que por curiosidad, miré un poco más a detalle hacia los invitados y me pareció ver unas cuantas caras conocidas.

Una lluvia de gritos, aplausos y rechifla resonó entre la multitud y entonces, la escena más desgarradora de mi vida, el peor de mis fantasmas, se reflejó ante mí.

En la entrada de la iglesia, vi a una pareja que acababa de casarse, y miré a una novia hermosa, vestida de blanco, sonriendo mientras caminaba orgullosa de la mano de su ahora esposo. Se trataba de Claire y Nivans. La boda de Claire. De mi Claire.

En ese momento me sentí morir, no obstante; no hice absolutamente nada. Ya no iba a sufrir más, llorar amargamente, ni a maldecir nunca más a nadie. Ni siquiera a sentir más lástima por mí mismo. Ya no más.

Continué dándole una profunda calada a mi cigarrillo, fumando la última pizca de mi dignidad y amor propio. Estaba derrotado, pero ya era suficiente. Iba a retirarme y alejarme para siempre recogiendo los pedazos de lo que fui un día. Me iría, sí. Pero nunca, nunca jamás, olvidaría a la mujer que alguna vez amé y que no supe conservar a mi lado. La amaba, pero ahora sabía que ya la había perdido.

¿La recuperaría alguna vez? No lo sabía ¿Podría olvidarla algún día? Me era incierto, ¿Me volvería a enamorar? Tampoco tenía idea. Ahora sólo tenía recuerdos amargos, pero a la vez, los más bellos de mi vida. Tenía que seguir aunque no sabía cómo, ni tenía idea por donde comenzar. Sin nada, desde cero.

Como pude me puse de pie para seguir mi camino, no sin antes dar una última mirada de nostalgia a la feliz pareja.

— Te perdí…


"Y nunca olvidaré,

que me enamoré de una flor.

Siempre te esperaré,

no me digas adiós. "

—Mago de Oz, No me digas adiós.


FIN.


A/N: ¿Y bien? Si alguien lloró a la izquierda pueden tomar un pañuelo, yo invito!

Amigos, no puedo negárselos, sufrí mucho escribiendo este capítulo, porque aunque no lo parezca, me partió el corazón hacer sufrir así a Leon, pero los errores tienen consecuencias y algunas irremediables en algunos casos. Confieso que estuve tentada a escribir un final feliz, pero si se dieron cuenta al inicio de la historia y el título de esta, sería una incoherencia pintar un final de miel sobre hojuelas, cuando desde el primer capítulo se percibe el drama. Espero no me odien demasiado.

Esa fue la primera noticia. La segunda es, tengo planeada una secuela para esta historia. Me encariñé mucho con este fic y por primera vez, deseo debutar realizando la continuación de una historia, y qué mejor que sea con este fic. Si en verdad desean una continuación, háganmelo saber, ya que es probable que efectivamente, realice una secuela que como nombre tentativo será: "Vivir por ella"

Por mis ocupaciones tengo el tiempo reducido pero trataré de tener esta secuela aproximadamente para este verano y puedan disfrutarla con tranquilidad en sus vacaciones.

Bueno, ya me extendí demasiado y creo es hora de despedirme.

Les agradezco mucho que hayan seguido esta historia, sus reviews y buenos comentarios, todo ello fue de gran ayuda para mí. Muchísimas gracias.

Cualquier duda, reclamación, queja o amenaza de muerte por el final, háganmelo saber por los reviews o si lo prefieren también por mensaje privado.

¡Nos estamos leyendo! ¡Nos leemos en la secuela!

Atentamente.

Ana, Light Of Moon 12