Hemos llegado al final.
No me queda más que agradecer a todos por su tiempo, porque tiempo de calidad de sus vidas fue lo que gastaron en prestar atención a esta historia de universo alterno.
Claro que yo también gasté mi tiempo y quemé mis velas en tratar de presentar a ustedes lo mejor. Y he aquí los resultados.
Disfruten todos del último capítulo de A FAVOR DEL ENEMIGO.
…
Capítulo 35: La forma en que nos conectamos.
En la biblioteca sólo consiguió información general acerca de los ANBU. Algunas eran notas periodísticas viejas y otros: libros escritos por hombres que se hicieron conocer como "ex ANBUS" ya rehabilitados. En las notas periodísticas, los autores deambulaban entre críticas y especulaciones, y en cuanto a los libros: todos parecían decir lo mismo.
Decidió buscar otra fuente.
– ¡Pero qué hermosa sorpresa! – exclamó Mebuki – Nuestra adorable Sarada ha decidido visitar a sus abuelos.
La pequeña Uchiha saludó a su abuela y luego hizo lo mismo con el sr. Haruno que, como la adoraba y consentía tanto, se la sentó en sus piernas para hablar de trivialidades como lo hacía desde cuando estaba más pequeña, preguntándole sobre sus notas en la escuela, sus juguetes, dándole de comer y contándole historias. Lo que no sabía era que Sarada había venido esta vez por la última parte pues si alguien había conocido los antecedentes de los ANBU y luchado contra ellos, era su abuelo ex jefe de la policía y ya jubilado de la misma.
– ¿Por qué te sientes tan interesada en esos criminales tan de repente? – quiso saber Kizashi.
– Es que alguien los mencionó en la escuela.
– ¡Sarada! – exclamó Mebuki con voz cantarina, trayendo una bandeja con bizcochitos de chocolate y vainilla – Mira lo que tengo para ti.
– Gracias, abuela – dijo la niña simpáticamente.
Una vez que se retiró la madre de Sakura, la Uchiha volvió su vista hacia Kizashi.
– Me hablaron de que fueron muy malos, pero que estaban bien distribuidos y clasificados – aludió a la información de lo que leyó, en la que mencionaron a los escuadrones.
– Sí, y también tenían maneras crueles de conducirse o castigarse entre sí mismos – explicó su abuelo –, aunque, su capacidad de resistencia era admirable. Tenían una alta tolerancia al dolor; y no sólo el físico, también el emocional. Durante los interrogatorios nos parecían seres de otros planetas. ¿Qué más escuchaste?
– Que usaban unas máscaras blancas con diversas figuras en colores vivos, o de animales como felinos y aves – explicó ella mientras Kizashi asentía, corroborándolo –. ¿Y usaban trajes, abuelo? – preguntó fingiendo ingenuidad.
– Sí, desde luego. Usaban un uniforme negro que les permitía comodidad y movilidad con protectores de metal en los brazos y torso. A veces, sin embargo, se les veía con túnicas.
Esa última palabra interesó más a Sarada.
– ¿De qué color eran esas túnicas?
– Negras. Todas eran negras, aunque… – permaneció pensativo acordándose de su yerno. Suspiró –, sólo había una blanca.
– ¿Por qué una sola?
– Porque aunque cada facción ANBU contase con un líder menor y cada distrito con un sublíder mayor, sólo uno comandaba a todos desde la base central, y era ese el único con derecho de portar la túnica blanca.
El corazón de Sarada se aceleró más. En la foto, su padre usaba una túnica blanca.
– ¿Y qué pasó con él?
– Sarada – Kizashi le sonrió – ¿Por qué te muestras tan curiosa hoy sobre un tema de ese tipo?
– Bueno… puede que al final decida combatir el crimen como tú y mamá – se excusó con esa mentira, lo cierto era que no había decidido qué hacer en la vida.
– ¡Oh! – lanzó una gran carcajada Kizashi – Tu abuela querrá morirse por segunda vez cuando te escuche hablar así. La primera fue cuando Sakura nos dijo que se convertiría en policía.
– ¡Abuelo! – exclamó la niña impaciente – No me has contado ninguna historia de esos ANBU. ¿Qué pasó con el líder?
El sr. Haruno se puso serio otra vez.
– Verás, mi pequeña, los cazadores especiales ANBU no fueron personas buenas. Cometieron atrocidades de las que hoy todavía no se restablecen algunas de sus víctimas. Solían robar cantidades enormes de dinero, quemaban establecimientos, se portaron como terroristas. No me gusta recordarlos porque fue una época difícil para todos. Algunos están en la cárcel todavía, otros tantos muertos y otros pocos vivos, pero sin ninguna intención de reincorporarse a esa vida, después de todo – miró a su nieta y vio en ella las mismas facciones de su yerno –. Su líder… el famoso Sasuke Uchiha del que todavía habla hoy la gente… simplemente desapareció.
"Se casó con mi hija y te tuvieron a ti" quiso añadir, pero se limitó sólo a lo anterior.
– Sasuke Uchiha, ¿eh?
Permaneció pensativa. Quería creer que el hombre de la foto, su padre, y ese fatuo criminal no fueran la misma persona. Pero, si en cambio lo eran…
Sarada puso cara de tristeza y al igual que Sakura, Kizashi se sintió vulnerable por su expresión. La abrazó.
– ¿Qué le sucede a mi adorable niña? ¿Qué te inquieta, mi pequeña?
– No es nada, abuelo – se recompuso en una sonrisa – Algo más… ¿mamá peleó con los ANBUS también?
¡¿Que si Sakura había peleado con ellos?! El sr. Haruno recordó las innumerables veces en que su hija se metió en problemas por ir detrás de Sasuke Uchiha, lo herida que salió, tanto física como emocionalmente y luego el coraje que ello le suscitaba para salir a arremeter de nuevo contra la organización entera.
– Lo hizo – admitió él –. Sakura fue tan testaruda que llegó a enfrentarse al mismo Sasuke Uchiha.
Sarada se lo imaginó y se preguntó si sería posible que sus padres hubiesen dado el paso que conlleva del odio al amor.
No… no quería creer que así hubiese sido. No quería pensar que su papá fuera un prófugo de la justicia que posiblemente estuviese huyendo todavía de su esposa, los amigos y la familia de esta misma. Eso podía explicar que nunca estuviese con ellas.
Y luego estaba la otra foto donde aparecía esa mujer.
– Abuelo, ¿Dónde nací yo y bajo qué condiciones?
– Sarada, me sorprende de verdad tu intención de cambiar rotundamente un tema por otro, princesa mía. Siento que algo me ocultas.
– No… yo no… tal vez ustedes. Mamá no me ha contado siquiera cómo nací.
– Bueno, yo no podría ser el más adecuado para eso porque ni siquiera estuve presente. Sólo puedo decirte que fue un parto sorpresivo e improvisado fuera de esta ciudad. No se suponía que nacieras tan pronto. Tus padres vivieron un agitado episodio.
– Entiendo.
Al bajar de nuevo la vista, Kizashi con un dedo en la barbilla de ella, le levantó la cabeza, invitándola a admitir sus preocupaciones.
– Tú… abuelo, tú… ¿crees que mis padres me quieren?
– Estoy seguro – sonrió él con genuina convicción – ¿o acaso no has visto cuánto ha hecho Sakura por ti? Todos en la familia te queremos.
Sarada asintió poco convencida con la cabeza.
Esa noche, a la hora de la cena, la niña ya se encontraba en la mesa cuando su madre, agotada por su trabajo, llegó a la casa quitándose la gorra policial y frotándose la cabeza como si le doliera.
– Hola, cariño – saludó a su hija, sentándose en la mesa y sirviéndose también de la comida que había pedido a domicilio su hija. Sin embargo, se le hizo extraño que ésta no hubiese pronunciado palabra alguna –. ¿Está todo bien? Luces extraña.
– Mamá, dime… ¿alguna vez papá usó lentes? – preguntó Sarada de repente.
– ¿Lentes? – Sakura recordó que Sasuke sólo lo había hecho para interpretar algunos papeles, no porque los necesitase –. No. No creo que él los usara… supongo.
– Supones – articuló la niña –. Te casaste con él y simplemente "supones".
– Bueno… tu padre no ha estado mucho tiempo aquí desde joven… ahora también es así, pero…
– Mamá, ¿en verdad eres su esposa? – lanzó de improviso, tomando desprevenida a la oficial.
– ¡¿De qué se trata todo esto?! – se enojó Sakura – Estás actuando muy extraño.
– Lo único extraño es tu relación con papá. Y más que extraño, parece un eufemismo para ser honesta.
– ¡Sarada! – gritó Sakura dando un puño a la mesa.
La había indignado. Había puesto en duda el amor que había entre ella y su esposo cultivado con tantos esfuerzos y por tanto tiempo, la unión de ambos que derivó en esa pequeñita frente a ella que ambos adoraban.
Pero más que con intención de insultar, las palabras de Sarada fueron porque estaba dolida y resentida. Así lo comprendió Sakura al ver su expresión triste, con ganas de llorar.
– Lamento gritarte – se serenó –. Uh… verás… papá está lejos en un trabajo importante… él volverá pronto, cielo mío – recordó las palabras de Sasuke antes de marcharse y decidió reiterarlas a su hija –. Estoy segura de que nuestros sentimientos están conectados. Todo va a estar bien.
De pronto ya no tenía hambre. Fue a recoger las cosas de la mesa, pero entonces, le sobrevino un extraño y fuerte vértigo que la sacó de su equilibrio.
– ¿Mamá?
Sakura dejó caer las cosas, dejándose caer también a sí misma. Se desmayó.
….
Shizune fue la supervisora directa de la salud de la pelirrosa.
Mientras tanto, Sarada seguía las pistas. Ya no le era suficiente preguntar a su familia.
Volvió a la biblioteca y esta vez buscó sobre el clan Uchiha.
"El incendio en la gran mansión Uchiha dejó por víctimas a la gran mayoría de sus miembros" leía en un párrafo.
"Algunos cuerpos desaparecieron".
"Se sospecha que la tragedia fue causada a propósito".
"No se encuentran rastros de los cuerpos de Sasuke, Itachi, Obito, Izumi, Kagami y Madara Uchiha".
"Las sospechas de una posible confabulación se fortalecen, el cadáver de Uchiha Shisui fue encontrado carbonizado y sin ojos en lo que fue un baño de la mansión; todo apunta a que el joven fue asesinado en secreto poco antes de producirse el incendio".
"Logran identificar lo poco que quedó del cadáver de Kagami Uchiha".
"…fue complicado separar sin dañar más los cuerpos de la señora Uruchi y el señor Teyaki Uchiha, quienes a juzgar por sus posiciones, murieron aferrados el uno al otro".
"Conmovedor tributo hicieron los estudiantes del colegio Konoha en honor a Itachi y Sasuke Uchiha, quienes allí estudiaron antes de la tragedia a su clan y cuyos cuerpos aún no aparecen".
"Inabi y Tekka Uchiha fallecen en el hospital debido a sus quemaduras de tercer grado".
"A un mes del incidente, Yashiro Uchiha, uno de los pocos sobrevivientes, fue hallado colgado en su habitación. Quienes lo conocían aseguran que no tenía motivos para suicidarse. Lo atribuyen, sin embargo, a una depresión oculta".
"Madara Uchiha, el único sobreviviente de la tragedia de su clan, amasa una gran fortuna".
"El extraño enmascarado ANBU de túnica blanca se hace llamar Sasuke Uchiha".
"Hallan muerto en su propia casa al periodista que insinuó que Madara Uchiha podía ser uno de los responsables de la tragedia ocurrida a su propia familia":
Sarada tomó aire y se amasó las sienes.
– Uchiha, Uchiha, Uchiha… – repitió varias veces. La palabra comenzó a dolerle en la cabeza. Cuántos suplicios atravesó esa pobre gente; y cuán malignos fueron algunos de ellos.
Tal vez esa gente no tuviese que ver con su padre y ella estaba averiguando cosas sobre ellos en vano.
Abandonó de nuevo la biblioteca. De camino a su casa se encontró con uno de sus amigos. Decidió comentarle sobre lo que se proponía.
– Tengo entendido que tu papá y el mío son mejores amigos – le decía Boruto, el hijo mayor de Naruto, a Sarada –. Tal vez preguntándole al viejo averigües algo.
– Es justo lo que haré – se propuso la Uchiha. Pero tan pronto dijo esto, Boruto comenzó a reírse como si hubiese escuchado algo gracioso –. ¿Qué pasa?
– Tú lo que planeas llevar es una investigación muy cuidadosa, Sarada, ¿Qué te hace pensar que ese viejo estúpido va a tener tiempo de concederte una entrevista? Si desde que ha asumido un alto cargo en la policía no es capaz ni de tener una cena decente en la casa. ¿Te acuerdas de la navidad pasada que nos reunimos todos? ¡Se la pasó hablando por teléfono y atendiendo a lo que el papá de Shikadai le tenía que decir!
– Sí, lo entiendo, pero… si esta vez se trata de su supuesto mejor amigo, creo que tal vez me conceda algo de su tiempo.
– Suerte con eso – se despidió el rubio.
– ¿No vas a acompañarme en esto?
– No. Es tu papá, es tu problema. Yo ya tengo suficientes con el mío.
Y se fue de allí. Sarada se cruzó de brazos, refunfuñando.
– Es un cobarde.
Fue a su casa, tomó dinero de su madre y salió de nuevo. Le mentiría diciéndole que lo usaría para algún proyecto importante de la escuela y como ella no se encontraba, tuvo que tomarlo sin permiso.
Era común que Sarada llegase a las oficinas de los dirigentes principales. Era conocida por el personal la hija de la oficial Haruno, nieta del antiguo jefe de la policía y tratada como sobrina por otros dirigentes poderosos también: Hatake Kakashi y Uzumaki Naruto.
– Comandante…
– Es una sorpresa verte por aquí, Sarada – le decía Naruto mientras buscaba un papel entre tantos –. ¿Has venido con Sakura?
– No. Mamá no se siente bien – Naruto la miró por un instante –, pero es cosa mínima… vine a hablar con usted.
– Temo que será difícil ahora – le sonó el teléfono y él contestó, durando aproximadamente cuatro minutos hablando –. Lo siento, ¿Qué fue lo que me dijiste? ¡ah, sí! Una consulta de algo, ¿verdad? Ahora mismo no puedo, pero tan pronto tenga la oportunidad, yo mismo llegaré a tu casa – sonrió con simpatía.
– Pero, comandante, es algo de gran importancia.
– Está bien, Sarada, no hay prisa. Podemos hablar cuando…
– ¡Es sobre mi padre! – exclamó ella, callándolo – Estoy harta de que ningún adulto me escuche o sepa dar respuestas a mis preguntas. Quiero saber dónde está mi padre o a dónde debo ir para encontrarlo, no importa lo que me tarde y no importa lo que me cueste. Y ya que usted es su mejor amigo, le pido que me lo diga. Tengo todo el derecho a saberlo. Soy su hija, y si está vivo, merezco conocerlo.
Naruto tenía los ojos muy abiertos, preguntándose de dónde había salido tal determinación y coraje en esa pequeña niña… por Sasuke.
Tenía razón en ciertas cosas, pero no era preciso comprometerla. Y sin embargo, sentía pena porque ella. Ni siquiera recordaba haberlo visto alguna vez.
– Sarada… tu padre es un espía y un investigador privado que sirve…
– Sí, sí, ¡También mi tío hace todas esas cosas y él no tiene necesidad de esconderse o marcharse por años enteros sin dejar rastro o no poder contactar con su familia!
– Lo siento, Sarada. Mejor ve a casa con Sakura. Ella te lo explicará de mejor manera.
Sarada salió de allí enfurecida caminando rápidamente. No aminoró su paso en ningún momento hasta que escuchó unas palabras que le llamaron la atención de parte de Shikamaru que se dirigía a la oficina de Naruto mientras hablaba por teléfono.
– Suke dijo que hoy…
Su padre.
Sarada esperó a que entrara a dicha oficina y de inmediato cruzó por enfrente de la secretaria sin decir nada, caminó por el pasillo por el que apenas unos segundos se había devuelto y se detuvo en la puerta, poniendo allí su oreja.
– Se atrevió a venir entonces – decía Naruto –, y no me había dicho nada.
– Lo acaba de comunicar por medio de uno de sus hombres.
– Entonces, ¿Dices que el intercambio de información será hoy?
– Sí, es importante y por eso vino para entregártelo personalmente. Un asunto delicado.
A Sarada se le agitó el corazón. ¿Su padre estaba en la ciudad?
– Vaya, vaya… un par de horas nada más. Bien – decía Naruto –. Iremos allí.
Un par de horas.
¡Pues en un par de horas ella también vería a su padre!
Salió de allí con la promesa de esperar lo necesario. Escondida afuera lo hizo, y cuando Naruto y Shikamaru salieron del lugar, acompañados de una patrulla de policías, Sarada hizo lo propio al detener un taxi y ordenarle aquello que ya había visto en películas de acción.
– Siga a esos dos autos.
– Niña, ¿Dónde está tu madre? – quiso saber el conductor.
– Solo haga lo que le digo, siga a esos autos y le pagaré lo que requiera.
– Eres una niña.
– ¡Y tengo dinero! – sacó deprisa el dinero de Sakura y se lo enseñó al hombre –. ¡Deprisa que se van!
Al hombre en realidad no le importaba de dónde había sacado el dinero mientras le pagara; pero le causaba mucha curiosidad el que una niña de once o doce años quisiera seguir dos autos de policía.
…..
– La niña que subió al taxi es la misma que la de la foto – decía el joven a su celular.
– Perfecto, nos ha hecho el trabajo más fácil – respondieron del otro lado –.Si la tenemos con nosotros, Sasuke Uchiha nos dará su vida voluntariamente. Ve por ella.
– Sí, padre.
….
Al ver que no había nadie en la casa, hizo diversas indagaciones hasta enterarse de que Sakura estaba en cuidados. Llegó hasta ella mientras justamente despertaba.
– ¿Qué pasó? ¿Y Sarada?
Sakura se apoyó en sus codos.
– ¿Sr. H? Creí que se había marchado usted de la ciudad.
– Sakura, ¿Dónde nuestra hi…? ¿dónde está Sarada?
– No lo sé – y se alarmó la oficial, recordando –. Había estado inconsciente. Se supone que esté aquí.
– No lo está.
– ¿Y en la casa?
– Tampoco.
– ¡Oh, no! – y se levantó de la cama – ¿Dónde está mi hija?
Mientras no supiera dónde se encontraba su hija, Sasuke no iría a la reunión con Naruto. Lo que no sabía era que en esos momentos, mientras Sarada observaba por la ventana del taxi al auto policía escolta y al otro en el que iba Naruto, una motocicleta detrás de ella apuntaba directamente a uno de los neumáticos del taxi.
Cuando el disparo se escuchó, el taxi perdió el control y se salió de la vía, estrellándose; la niña gritó.
– ¡¿Qué significa esto?! – exclamó Naruto al darse cuenta por los retrovisores – ¡Shikamaru!
– No lo sé, pero debe ser el enemigo.
– ¿Por qué dispararon a un taxi?
Y rápidamente se imaginó lo peor.
– ¡No puede ser! ¡hay que capturar a ese hombre! ¡devuélvanse! – habló a su comunicador a la patrulla – ¡devuélvanse todos!
– Pero, señor ¡vamos en contravía!
– Salgamos entonces, hay que detener el tráfico – apuró Naruto.
El hombre de la motocicleta se había apresurado hacia el taxi. Bajó, abrió la puerta trasera y comenzó a sacar a la niña aparentemente inconsciente.
Sarada reaccionó de pronto y recordando que le habían enseñado la importancia de conocer la apariencia de un criminal, hizo un esfuerzo por quitarle el casco, observando tras este a un rostro desconocido: era un hombre joven pero con un extraño cabello blanco peinado hacia atrás.
– ¿Quién… eres? – quiso saber la pequeña asustada.
– Shin Uchiha – respondió él sin titubear.
– ¿U…chiha?
La levantó contra su débil voluntad y a punto estuvo de llevársela, empero escuchó a los policías venir corriendo.
– Demonios.
La dejó caer rápidamente y volvió a su motocicleta que encendió y condujo en contravía, escapando entre los vehículos. Naruto ordenó una búsqueda exhaustiva de aquel sujeto.
– ¿Estás bien, Sarada? – le preguntó al llegar a ella, reparándola.
– Comandante… – habló débilmente la Uchiha mirándolo con los párpados entrecerrados –, duele… la… cabeza.
– Desde luego. Acabas de accidentarte. ¿En qué estabas pensando?
Sarada se llevó la mano a la cabeza, metiendo sus dedos entre el cabello; luego se los miró y se dio cuenta de que tenían sangre. Perdió el conocimiento al susurrar la contestación, el móvil de la locura que la condujo a sufrir esas heridas:
– Papá…
Naruto la sostuvo antes de que cayera de nuevo al suelo. Se encargó personalmente de llevarla en sus brazos durante todo el recorrido mientras sus hombres intentaban dar caza al responsable del accidente.
Más tarde avisaría a Sakura quien tan pronto la vio, sólo pudo abrazarla.
– Me acabas de dar el peor susto… – le decía preocupada como nunca antes –, por favor, no vuelvas a hacerlo.
No le importó que fuera sola sin decir a nadie, o que le hubiese robado dinero. Sakura mandó a revisarla con la misma Tsunade y se alivió que al menos el traumatismo no hubiese sido grave. Sólo un vendaje, analgésicos y descanso bastarían para recomponerla.
Sasuke en su disfraz se hallaba preocupado, después llegó Itachi preocupado también, y después el sr. Haruno y su esposa, presas de la misma agitación.
En cuestión de horas se había discutido sobre sus heridas, sobre la poca precaución que tuvieron con ella y sobre el hombre que intentó llevársela.
Sasuke estaba convencido de que habían encontrado a su familia. El intento de rapto a su hija se lo confirmaba.
Y así era.
Pudieron conocer el nombre aparente del individuo por las declaraciones de Sarada; y aunque supieron de inmediato que era falso, el hecho de que utilizase el Uchiha como apellido era un indicador de algo.
Esa noche, después de que todos se hubieron retirado (incluyendo a Itachi que ya había visto la determinación en los ojos de su hermano) y Sarada se hubiera dormido; Sasuke en su disfraz abandonó el dormitorio de su hija y buscó a su esposa. La encontró en su habitación.
– ¿Puedo entrar, Sakura? – cuestionó asomándose.
Ella estaba de espalda, observando por la ventana, y ni siquiera lo miró cuando asintió.
– Sarada está tranquila – le informó como si no fuera obvio pues la niña se encontraba dormida. Lo cierto era que no sabía cómo abordar a su mujer, podía sentir su rabia y preocupación desde donde se encontraba –. Sakura…
– Se lo agradezco, sr. H – le respondió escuetamente ella.
– Sakura… hemos pasado un gran susto y comprendo que te sientas muy alterada, pero lo más importante sigue siendo que Sarada…
Y se detuvo cuando pudo observar a Sakura temblando con los brazos estirados, tensionados y apoyados en el marco de la ventana, y sus manos muy empuñadas también. Era el verdadero retrato de la impotencia.
– Sr. H… – habló ella con la voz quebrada aún sin voltear –, creo que estoy empezando a odiar a mi marido.
A él le dolieron esas palabras.
– No, Sakura… por favor, no digas eso. Estás así sólo por lo de hoy, tú en realidad no...
Ella se abrazó los codos.
– Hace años que se fue – comenzó –. Hace mucho tiempo que no escribe ni llama… he podido contenerme por tanto y Dios lo sabe, pero nuestra hija… nuestra hija se desespera cada vez más… ¡hoy casi la pierdo! – gritó aborreciendo la idea – Si hubiera pasado… – y negó con la cabeza –, ¡me pregunto si es lo que él espera para manifestarse de una vez! ¡cuando ya sea demasiado tarde! – se apoyó en un lado de la ventana, pegando la frente en el marco de madera –. ¿Qué le sucede a Sasuke? – se preguntó abatida – ¿Por qué no está aquí? Lo odio, lo odio, lo odio…
El aclamado esposo y padre no lo toleró más. Se acercó y descansó sus manos en la ventana alrededor de Sakura, acorralándola sin tocarla. Metió su nariz en el cabello de ella e inhaló como tanto le había gustado hacer en repetidas ocasiones.
– No vuelvas a decir que me odias – le pidió en un susurro apasionado con su verdadera voz.
Ella reaccionó abriendo más los ojos, como si no pudiese creer lo que escuchó detrás suyo. En su mente primero se dijo que no podía ser posible, que se estaba volviendo loca… y sin embargo… sin embargo, aquel hombre que conocía como el sr. H permanecía a sus retaguardias en una posición cercana, protectora y cálida, disfrutando su aroma como solía hacerlo su esposo. Y le había hablado con la misma voz.
No bastó haberlo sentido y escuchado. Sakura lentamente se dio media vuelta para encararse con él y ver en sus ojos a quien tanto había deseado tener.
– Sa… Sasuke… – susurró aún con los suyos empañados.
Él se lo confirmó con una mirada aprobadora, y entonces creyó que en ese momento se fundirían en un beso entrañable, pero todo lo que de ella recibió fue un inesperado, fuerte y doloroso puñetazo que lo alejó por completo e hizo caer encima de una mesita pequeña detrás suyo, quebrándole dos patas, provocando que por consiguiente, él terminara igualmente en el suelo.
Abrió los ojos y parpadeaba mientras su visión se acostumbraba otra vez a la realidad. Allí estaba su esposa enfurecida aún con el brazo estirado y la mano empuñada. Sasuke no se sentía la mandíbula, se la tocó porque le había cruzado la absurda idea de que no la tenía y fue cuando le sobrevino el dolor. Sangraba.
Hacía tiempo que no probaba un buen golpe de su esposa… su querida esposa que fue a arremeter contra él de nuevo.
– ¡Shannaro!
Sasuke se levantó y de inmediato la sostuvo, pero Sakura se retorció y esta vez le alcanzó a atinar una bofetada, librándose de él pronto. Quiso golpearlo de nuevo ya desesperada con ambas manos, clavándolas en el firme pecho.
Sasuke se las sostuvo con fuerza y la estampó a ella contra la pared, llevándole las manos por encima de la cabeza y metiendo una pierna por entre las piernas de ella, apretándola contra él e inmovilizándola.
– Basta ya – jadeó muy cerca de su rostro –. Vas a despertar a Sarada.
– ¿Te parece, maldito seas, que no te lo mereces, Sasuke Uchiha? – respondió ella frenética. Estaba verdaderamente perturbada y descompuesta porque aquel querido anciano que conoció antes incluso de casarse, fuese una farsa… y una farsa más de él, ¿Cómo pudo engañarla por tanto tiempo como si nada? ¡El sr. H no existía! – Eres un… un verdadero fiasco – se dejó derrotar, ablandando su voz, sonando lamentable y haciendo desaparecer sus fuerzas –. Cómo has podido, Sasuke…
– Perdóname – suplicó él buscando mejor sus ojos porque ella estaba ahora cabizbaja, como si no quisiera mirarlo –. Lo he hecho por estar cerca de ti desde un principio… y ahora también de nuestra hija, sin que lo supieran, sin exponerlas o arriesgarlas. Perdóname por engañarte de esta manera... perdóname por hacerles creer que las abandoné – pegó su frente con la de ella –. Perdóname porque soy todavía un condenado que vive aun cargando su cruz… perdóname, Sakura, porque ustedes han sentido también ese peso que debería ser solo mío – su voz se fue haciendo menos audible mientras acercaba su boca a la de ella –, perdona que siempre sea yo el que te pida perdón.
Ella abandonó su tensión, su rabia y su agonía. Se abandonó a él y después de mucho tiempo volvieron a degustar con hambre un beso que, pese a haberse hecho tan profundo como pudieron, no fue suficiente.
Las esperanzas perdidas fueron encontradas, y los placeres antiguos y los soslayados sentimientos revivieron como lo hace el fuego que de cenizas se aviva por un estímulo de combustión. Se dejaron caer en el mismo suelo, él no tuvo ningún reparo al arrancarle la ropa, ni ella al destruir con sus manos la apariencia del viejo para reemplazarla por la imagen viril y enérgica de su esposo.
Sasuke le pasó fogosamente las manos por la satinada piel de ella e hizo con su lengua lo que haría un hombre con sed a una superficie congelada; subiendo y bajando con una facilidad mareante hasta llegar a la prohibida zona que a cualquier mujer disolvería; Sakura se puso a gritar y él se apresuró a poner un pulgar sobre sus labios para que se detuviese.
– Vas a despertar a Sarada – reiteró la misma frase que usó hacía poco mientras peleaban como si fueran enemigos.
Y al igual que como pasó antes cuando de verdad lo eran, terminaban dándose por vencidos ante el otro. Sakura abrió la boca y succionó ese dedo pulgar mientras emitía sonidos de placer desde su garganta.
No hubo lugar en el cuerpo de ella al que él no hubiese llegado esa noche.
Después de saciarse en el suelo, descansaron aún en su desnudez, apagaron las luces y se fueron a la cama para continuar con lo que no querían que terminara.
– Me debes mucho, Sasuke Uchiha – le recordó ella con una expresión fiera.
Él la hizo recostarse y se deslizó encima suyo para volverla loca otra vez. Le dio vueltas, cambiándola constantemente de lugares y posiciones y la acometía sin clemencia, mientras se besaban para ahogar sus gritos, u optaba ella por meterse a la boca una sábana o morder la almohada hasta que ambos cayeron agotados nuevamente, sudando, temblando y jadeando.
Ella se quedó dormida por veinte minutos hasta que él la despertó dulcemente.
Se miraron como un par de conocidos que acaban de reencontrarse tras mucho tiempo e inevitablemente sonrieron. Sólo las sábanas los cubrían, se habían entregado a los primeros arrebatos que tuvieron.
– Supongo que tendré que hacer mucho más para ser perdonado – le dijo él mientras acomodaba algunos cabellos rosas tras la oreja de ella.
– Creo que no hay nada que perdonar, cariño – replicó Sakura –. Yo decidí estar contigo; sabiendo que no sería sencillo. Me duele que por todo este tiempo te hubiese tenido tan cerca, siendo inconsciente de ti, pero también te agradezco que lo hubieses hecho por nuestro bien; estoy feliz de que estés aquí. Has sido un excelente padre para Sarada.
– No… sabes bien que no. Con ella las cosas son diferentes. Tú me conoces desde hace muchos años, hemos estado juntos, sabemos quiénes somos. Pero ella… ni siquiera recuerda haber visto personalmente mi rostro. No espero que me perdone cuando se entere; aunque no es como si lo mereciera tampoco.
– Oh, Sasuke… – ella se le subió encima y le dio un pequeño beso en la boca –, no seas tan pesimista, cariño. Nuestra hija es muy comprensiva y ha sabido amar al sr. H a lo largo de los años.
– Lo ve como un abuelo.
– Por lo tanto no tendrá problemas para verlo como un padre cuando se entere que lo es y lo ha sido por todo este tiempo – concluyó ella y le pasó una mano por la frente para apartarle el cabello negro –. Pero más importante, Sasuke…
– Lo sé. Las han descubierto y no se quedarán tranquilos. Esto dejó de ser una caza y se convirtió en una guerra desde que se les ocurrió tocar a Sarada – frunció el ceño al recordar la herida en la cabeza de la niña –. Voy a matarlos.
– Sasuke – le llamó ella la atención –. Debemos pensar bien en lo que vamos a hacer. Ya no estás solo contra el enemigo – cerró una mano en torno a la de él –. Hemos estado protegiendo a nuestra hija por aparte, cada uno a su manera. ¿No crees que es hora de hacerlo juntos?
Él asintió y ella sonrió; se besaron de nuevo y se vistieron para estudiar la información y movimientos de sus enemigos justo como hacían en los viejos tiempos durante sus viajes.
– …Así mi hermano pondrá las cosas en marcha desde la organización.
– De modo que Itachi ya lo sabía.
– Sí – ratificó él –. Y lo vamos a incluir en esto, al igual que a Naruto; Itachi le dirá que soy yo tras este disfraz. La única que debe permanecer fuera de estos planes es Sarada.
Al día siguiente, Sarada se sorprendió de ver al sr. H tan temprano en su casa. Su madre estaba preparando el desayuno y él se encontraba ayudándole. Los saludó a ambos y estos a su vez le preguntaron por su estado. Ella dijo encontrarse mejor.
– Pero no se moleste, sr. H. Mamá y yo podemos encargarnos de la comida – le dijo ella simpáticamente llevándolo de la mano hasta la mesa para que se sentara, como si fuera el anciano que ella creía.
– Gracias, Sarada. Aunque tú nunca me dejas esforzarme en nada, quiero que sepas que me encuentro en perfectas condiciones.
Y le guiñó un ojo. Sarada sonrió y se volvió hacia su madre para preguntarle qué faltaba por hacer, sin embargo, le sorprendió la apariencia radiante de ésta. Sakura lucía feliz.
– ¿Mamá?
– ¿Te sientes mejor hoy, cariño?
– Sí… luces diferente – opinó la niña y Sakura se encogió de hombros sonriendo.
– Siéntate también, ya voy a servir a los dos.
La familia Uchiha desayunó armoniosamente esa mañana. No tocaron temas referentes a lo que había sucedido el día anterior, ninguno quería rememorar esos desagradables sustos, pero no dejaban de tenerlos en cuenta. Sarada por su parte creyó estar imaginando un ambiente más cálido y cercano entre su madre y el hombre que consideraba su otro abuelo; además de la manera especial en que se miraban a veces, como si se dijeran demasiadas cosas que ella no comprendía. De hecho, todavía se preguntaba por qué estaban desayunando con el sr. H tan temprano. Cada vez que él llegaba lo hacía después de las nueve.
Sarada dejó de dar tantas vueltas a ese asunto y finalmente salió hacia la escuela, ignorando que agentes de parte de su tío el comandante Uzumaki, de su tío Itachi y de su abuelo el sr. Haruno, la seguían camuflados de personas corrientes, vigilándola y listos para protegerla de cualquier peligro. Sasuke y Sakura eran conscientes de esto, por eso se mantenían a la expectativa de que todo saliera bien; no podían actuar desesperadamente sobreprotegiendo a su hija de forma directa y evidente; eso la haría sospechar a ella que algo ocultaban y al enemigo revelaría la ubicación de Sasuke y la imperiosa necesidad de proteger a su familia.
– Estará bien – aseguró él.
– Sí – respondió Sakura mirando por la ventana cómo Sarada tomaba su autobús; cuyo conductor era un espía más.
Se volteó a ver a Sasuke y se sonrojó. Después de lo que pasó entre ellos la anterior noche, había minado de su mente la imagen y concepción del sr. H como un amigo viejo y querido. Era su esposo, por amor a Dios. Su adorado esposo.
Sakura se dirigió hacia él y se subió a la mesa, sentándose atrevidamente apoyando sus pies en las piernas de él que permanecía en su silla.
– Sakura…
– No puedo evitarlo, cariño… quiero aprovechar tanto tiempo como pueda contigo – y comenzó a abrirse la blusa –. Temo que vuelvas a irte.
Ya ninguno de los dos podía contenerse. Después de haberse revelado la verdad, no harían más que disfrutarla. Sucedieron un par de semanas en que cada momento en que se encontraban a solas se enrollaban en dulces caricias que los conducían a otros parajes de placer más profundo.
Sarada ignoraba por completo que las razones de que el sr. H pasase mayor tiempo en su casa eran, además de su intención de vigilarlas más de cerca y el seguimiento de sus planes de indagación respecto al enemigo, la devoción apasionada que le guardaba a su madre; su madre que a su vez siempre recibía esas atenciones muy solícita, expectante y complacida.
La niña por su lado había buscado, discretamente y sin llamar la atención de ningún adulto, un camino que la condujese a su padre. No lo hizo sola, su mejor amiga Chouchou, en un inesperado capricho por conocer también la identidad de su padre y no queriendo creer que se tratase de Chouji, la acompañó en sus travesías. Así pues, se consagraron ambas en buscar a las personas que acompañaban a Sasuke en la foto de Hebi, sin éxito.
Mientras tanto, en respuesta a lo poco que obtuvieron de la naturaleza de aquel hombre que se hacía llamar Shin, Sasuke tomó la precaución de visitar a un viejo conocido que mucho podría saber de aquel gordo pez blanco suyo.
– …No han vuelto a acercársele a Sarada porque saben que correrían el riesgo de perder la libertad de un solo peón, y un solo peón sería para nosotros el guía hacia su cabecilla – indicó Sasuke –. Han tomado otros cauces.
– El mayor alivio para ambos – suspiró Sakura.
– No. Para mí sólo constituye un alivio a medias – y la miró fijamente para que ella se diera cuenta de lo que él temía. No lo hizo. Sakura estaba tan enfocada en el bienestar de su hija que se olvidaba de sí misma –. He pedido a Itachi que se quede contigo mientras me marcho.
– ¡Oh! – exclamó la Sra. Uchiha casi indignada – Ni lo pienses, iré contigo. Será nuestra hija quien permanezca a la sombra de Itachi, Naruto y papá, mientras tú y yo nos encargaremos de quienes la amenazan. Por eso te acompañaré en tus pesquisas… – recordó el destino –, es un camino que no quiero que recorras solo. Seré tu apoyo.
Haber sido un expeditivo y sagaz criminal durante tanto tiempo en su pasado le trajo maldiciones, pero también compensaciones. En esos casos nada le era más esencial que la voz de la experiencia, y la voz de la experiencia le hablaba de los métodos y designios de Shin. Sus ojos apuntaron a los de su esposa; ciertamente, pensó, ella era una excelente compañera, más que una pareja, hacían un equipo en el que ella aportaba la prudencia, la fuerza física, la humanidad y en parte la inteligencia, teniendo él la otra parte de inteligencia y siendo también los ojos, la experiencia y el rigor.
Él temía por ella y ella temía por él. Y Sasuke supo que aunque la dejase en encargo con su hermano, Sakura podía desasirse con facilidad e iría tras él para protegerle.
Así pensaba y así era. No se equivocaba. La caracterizaba esa insuperable obstinación.
Mintieron pues a la niña diciéndole que saldrían por un par de días a visitar a un amigo convaleciente del sr. H, dejándola a cargo de Itachi. Sarada no objetó en lo absoluto porque adoraba a su tío tanto como él a ella.
De esa manera salieron de la ciudad, pero no llevaban recorridos los trescientos kilómetros cuando notaron que de todos los autos que los acompañaron en la vía, sólo uno parecía no despegarse de ellos.
– Está siguiéndonos – aseguró Sasuke convencido y no muy sorprendido.
Sakura mantúvose sosegada y un tanto escéptica. Disipó sus dudas una vez llegada la bifurcación que conducía más rápidamente al sendero solitario por el que, camuflada y vigilada, se hallaba la guarida de Orochimaru.
– Es verdad – masculló al notar que la seguían por allí también.
La enorme camioneta de atrás, al verse libre de más acompañantes que sus objetivos, se adelantó a propósito y les bloqueó el paso deteniéndose de frente. Sakura contuvo la respiración mientras, anonadada por esa pirueta, accionó el freno tan de súbito que hizo rechinar las ruedas de su auto mientras disminuía la velocidad hasta quedar a pocos centímetros de chocar con el de aquellos temerarios sujetos.
Se apearon cuatro hombres idénticos a la descripción que había hecho Sarada de quien intentó secuestrarla y un último encapuchado vestido de negro.
Dos de los de cabello blanco apuntaron a la pareja a través del cristal delantero y los otros dos se fueron hacia la parte trasera del auto para reventarle los neumáticos, haciendo después lo mismo con los de enfrente. Viéndose acorralados y sin ninguna posibilidad de escapar en auto – al menos no en el suyo –, tuvieron que bajar por órdenes de los insolentes que no eran más que muchachos que quizá apenas habían cumplido la mayoría de edad.
– ¡Quiénes se creen, malditos…!
– Cállese, viejo – le ordenó uno de ellos al sr. H –. Si no quiere meterse en líos, manténgase fuera del alcance guardando silencio. Un anciano como usted no supondrá problema para nosotros, nos bastará unos cuantos golpes para triturarle los huesos.
"Ni se imaginan" gruñía Sasuke para sus adentros. La sangre le martillaba en las sienes y corría fría e imperante a caudales por sus venas y arterias, quería masacrar a todos aquellos infelices que se habían atrevido a venir buscando a su esposa. Maldecía una y otra vez el plan que había trazado con Sakura pues no era el momento de mostrarse como era en realidad.
– Por favor, no – pidió Sakura –. Han venido aquí para dirigirse a mí – miró a Sasuke –. No vayan a hacer nada al sr. H.
Los de cabello blancos no dijeron nada, fue el encapuchado el que descubrió su cabeza, mostrándose ante los Uchiha: tenía una expresión perversa, le faltaban los dientes y era totalmente calvo, habiendo en su cráneo mondo y lirondo un conjunto de tatuajes de ojos distribuidos al azar.
– Quien es usted – quiso saber Sakura.
– Mi nombre es Shin Uchiha – habló el extraño –. Pero no se altere. He venido aquí indagando acerca de mi apellido.
– No tengo nada que decirle a ese respecto.
– ¿No fue usted una fiel combatiente en el pasado contra las organizaciones lideradas por los miembros de mi clan, oficial Haruno? O debería decir… ¡¿señora Uchiha?!
A Sakura comenzaron a temblarle los párpados de rabia y Sasuke estrujaba con fuerza sus manos empuñadas.
– No sé de qué hablan – murmuró despojando de tensión su voz.
– No aparente ignorancia – pidió Shin –. Es inútil. Todas nuestras pesquisas nos condujeron hasta aquí.
Se le había secado la boca a ella. Le era imposible tragar eso tan incómodo y desesperante que tenía en la garganta.
– Qué es lo que quieren – habló con dificultad, aceptando su derrota.
Algo abrupto y diabólico se dibujó en la expresión de Shin; como si quisiera muchas cosas con impaciencia y de las cuales no sabía por dónde empezar a exigir… no, eran las razones de las mismas, pensó; él sólo quería un par de cosas, más antes expondría el por qué:
– Madara Uchiha fue traicionado – un tic nervioso en su ojo se hizo presente, como si aquella verdad le afectara más que nada –. La disposición y fidelidad de sus súbditos se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Sus órdenes fueron contrariadas, sus amigos lo abandonaron, sus organizaciones desintegradas – Sakura se preguntaba a dónde quería llegar; Sasuke ya lo sabía y esperaba –. Aquellos que lo seguíamos, quisimos tomar represalias contra los responsables, en especial contra aquella aberración que se encargó de destruir al escuadrón del infierno… ese quien fue su líder mismo – miró a la pelirrosa con una sonrisa agria, pero no de malsana satisfacción, si no de rabia pura e hirviente –, es decir, su esposo: ¡Sasuke Uchiha!
Al escuchar su nombre ser pronunciado con tanta claridad y énfasis, algo que nadie hacía desde hace muchos años, Sasuke sintió que lo subestimaban.
– A lo largo de estos trece años, todos aquellos que pretendimos vengar a Akatsuki y a los cazadores especiales ANBU, los ideales de Madara y su vida misma; hemos sido masacrados. Mis compañeros, desaparecidos, muertos, torturados y triturados… todos ellos, sólo quedo yo… él y nadie más que él es el responsable – de pronto abrió los ojos salvajemente – ¡Sasuke Uchiha es mi némesis! Vivo para matarlo y él para matarme – y soltó una risa absurda, como si intentara en vano encontrar algo divertido a la situación.
Sakura pensaba que ese hombre estaba loco.
– Ninguna fuerza u organización de la justicia representan un peligro para mí… el único que me impide que reviva al escuadrón del infierno y Akatsuki, es Uchiha Sasuke. ¡Por eso estoy aquí! Rastreé todas sus huellas, sus antiguos vínculos, nadie sabe más de él que yo, cada paso que dio me trajo hasta ustedes: su familia oculta.
– Revivir a los ANBU, a Akatsuki… ¡qué locuras dice usted! – exclamó Sakura.
– Yo, Shin Uchiha, ocuparé el antiguo lugar de Uchiha Madara. Levantaré de nuevo su imperio.
– No. Es imposible, con qué intenciones, con qué recursos… ¡Usted ni siquiera es un auténtico Uchiha!
– Mejor que eso, oficial, enseñaré a los demás miembros del clan cómo ser un verdadero Uchiha, incluyéndola a usted – volvió entonces a sonreír acordándose de alguien – y a su hijita.
Una vejación a su persona no habría generado mayor estallido. Sakura descargó en una reacción violenta toda la repulsión que aquel miserable sujeto le provocó al mencionar a Sarada.
– ¡Shannaro!
Shin no vio venir siquiera el tamaño puñetazo que le hundieron en el abdomen y que le sacó además del aire, un alarmante escupitajo de sangre.
Ya en el asfalto, doblado de dolor y temblando de absoluto desconcierto (pues nunca antes lo habían golpeado de esa forma con tal fuerza ¡y una mujer!), lanzó a la par que más sangre, la orden a sus sorprendidos súbditos:
– ¡Sujétenla!
Los Shins, en conjunto, se lanzaron contra la furiosa madre; pero pese a que algunos salieron heridos en la lucha contra ésta, consiguieron inmovilizarla. El aparente sr. H no iba a quedarse mirando cómo atrapaban a su esposa como si se tratase de una fiera a la que un grupo de depredadores pretenden darle caza; intervino pues bajo el antifaz de una frágil condición de senectud, y fue derribado por el porrazo que le propinó un Shin en la parte trasera de la pierna izquierda.
– Escuche, Sra. Uchiha – se alzó de nuevo Shin padre tras recuperarse de su herida y viendo cómo los suyos habían apenas triunfado sobre aquella mujer –, ya no es preciso que nos genere más problemas, se lo advierto ahora el doble de lo que pensé hacerlo antes de que se atreviera a agredirme: ¡o viene con nosotros, o mataremos al viejo e iremos por su hija! – abrió más los ojos con ferocidad, esperando una respuesta de rendición de parte de Sakura, pero todo lo que obtuvo fue una obstinación por sostenerle la mirada, en silencio y con los dientes apretujados. Sabía él, sin embargo, que ella cedería. Ablandó la expresión –. Será un señuelo; la necesitamos para atraer al Uchiha – se volvió al anciano –. Y usted, viejo, vaya a buscar a Sasuke Uchiha. Dígale que tenemos a su mujer y que sólo la dejaremos en paz si él se entrega voluntariamente. Una vida por otra vida.
Sakura se dejó conducir por los Shins, accediendo en silencio, mientras aún tirado en el suelo, su esposo, impotente, permanecía inmóvil cuidando de no mover un músculo, pues con la acción de uno solo, estaba seguro de que correría a masacrar a todos aquellos despreciables sujetos que se llevaban a su mujer para atraerlo, ¡a él! Él que no hacía en ese momento más que observar. Se tragó amargamente la ira y esperó a que se la llevaran para lanzar al suelo con desprecio su mano empuñada, haciéndose daño sin sentir dolor.
…..
La tensión fue grande. No pudo revelar la gravedad de los hechos sin que Sarada se enterase. Y no porque fuese indiscreto, sino porque la niña fue más astuta al saber escuchar en el momento exacto. Una pequeña hazaña que terminó por dejarla más perturbada. Primero el misterio acerca del paradero de su padre, hombre que nunca había conocido, y la posibilidad de que hubiese sido un criminal; y ahora, secuestraban a su madre.
Mantuvo a raya la desesperación.
Escuchó parte de la conversación, había llegado Naruto y discutía a solas con su tío y el sr. H. Mencionaron un nombre que ya había oído antes en boca de su amigo Mitsuki: "Orochimaru"; y se propusieron ir a donde aquel hombre se encontraba.
Sarada llamó a Chouchou y armaron un plan. Ya que dejarían a la pequeña Uchiha en cuidado de Itachi, no le sería sencillo salir de allí; su tío tenía una increíble habilidad para percibir lo más mínimo.
– Me mintieron diciendo que mamá se adelantó en el camino y el sr. H tuvo que devolverse a buscar algo que había olvidado, pero llamaron al comandante Uzumaki y se fueron todos a hablar en esa habitación, pude escuchar hace poco la palabra secuestro y que irían a una guarida a buscar información – le explicó –. Debo ir con ellos, así que compórtate como toda una buena distracción.
Las dos niñas discutían esto cuando Itachi pensaba en salir de aquella habitación.
– …ni siquiera Sakura sabía que tú le habías puesto un dispositivo GPS – decía Naruto –, y ellos se encargaron de destruirlo porque no aparece en nuestro mapa. Debieron revisarla.
– Por supuesto – lamentó Sasuke –. Tuvieron en cuenta esa precaución.
– Creo que ya sabemos qué hacer. Yo me retiro de inmediato a mi importante labor – terció Itachi –. Afuera están Sarada y otra niña.
Abrió la puerta y la cerró tras de sí dejando allí dentro a Naruto y a Sasuke.
– Oh, qué sorpresa tan agradable – habló con su habitual simpatía –, está aquí la pequeña de los Akimichi. ¿Tienen hambre, niñas? Iba a hacer unas galletas.
– Suena fantástico – se alegró Chouchou –. Sarada, yo sería feliz con un tío como el tuyo.
– Ssshhh – ordenó Sarada cuando Itachi se fue a la cocina –. Enfócate en el plan.
Salieron poco después Naruto y Sasuke cargando un equipo de cosas que no parecían ser objetos inofensivos. Sarada estuvo alerta cuando cruzaron la puerta de la salida, le hizo una señal a su amiga y esta de inmediato encendió la televisión poniéndole un volumen alto, y yendo a la cocina para acompañar a Itachi, distrayéndolo con papas de ajo que había llevado y hablando sobre las recetas de comida que usaba su mamá y las predilecciones de Itachi en sus platillos.
Sarada aprovechó la oportunidad y sin temor a ser un poco ruidosa al salir – pues la tv impedía escuchar el clic de la puerta –, tomó la bicicleta en que llegó Chouchou y comenzó a pedalear, siguiendo el auto que conducía el comandante Uzumaki, preguntándose mientras lo hacía por qué el sr. H, un anciano enclenque y frágil, había ido a ejecutar esa importante misión en lugar de su tío, un hombre joven, fuerte y diestro en asuntos delictivos. Sarada reflexionó seriamente a este respecto: ella debió ser dejada a cargo del sr. H.
El auto no había ganado mayor velocidad porque aún no salía de zonas de tráfico, de manera que ella podía alcanzarlo cada vez que se detenía por un semáforo. Después de unos minutos jadeaba, le dolían ya las piernas y sudaba profusamente, pero no se detenía.
– Voy a salvarte, mamá – se juraba.
Una vez que se hubo despejado el camino, más trabajo le costó ir tras ellos sin perderlos de vista. Cuando Itachi llamó a Sasuke para decirle que Sarada se le había escapado, éste pudo ver su imagen a través de un espejo del auto. Iba lejos, pero la reconoció. En seguida ordenó a Naruto a detenerse, ambos bajaron y la esperaron.
– ¿Qué haces aquí, Sarada? – habló Naruto al ver a la niña frente a ellos.
– No me detendrá nada – habló resuelta ya anticipándose a una posible reprimenda –. Iré con ustedes a salvar a mamá. Sé que los mismos que intentaron atraparme a mí deben ser los que la tienen.
– No deberías… – comenzó su padre.
– Incluso si tengo que correr detrás de ustedes – le interrumpió ella –, seguiré hasta encontrar a mamá.
Su determinación era tan grande como la de ellos. Naruto y Sasuke se miraron con gravedad y ambos pensaron en lo mismo: no había manera de devolverla en su bicicleta y menos de retroceder ellos para llevarla devuelta con Itachi. Y pese a que Sasuke no la quería exponer, pensó que mientras estuviese con él, nadie la tocaría; además, iban apenas a ver a Orochimaru. Allí al menos no corría peligro.
En todo el camino, Sarada se abstuvo de hacer preguntas porque ambos estaban muy serios; temía que se arrepintieran de llevarla con ellos.
Arribaron al lugar. Sarada observó el ambiente con reservada curiosidad, Naruto con demasiada perspicacia y Sasuke avanzaba con absoluta confianza. Pronto salió a su encuentro un hombre demasiado blanco de cabello largo y negro. Sarada se sorprendió de su apariencia; y no exactamente por lo que transmitía si no por la juventud de que parecía gozar cuando se suponía que aquel sujeto tenía más de cincuenta años.
Orochimaru había cumplido su condena en prisión pero que más adelante se le cambió a casa por cárcel al ser sus aportes a la ciencia muy significativos y reconocidos por hombres expertos en la materia.
– Qué gusto verte de nuevo por aquí – se dirigió al sr. H – ¿a qué vienen?
La niña frunció el ceño. ¿El sr. H conocía al tal Orochimaru?
– Tenemos razones para sospechar que conoces a cierto individuo – respondió el aparente anciano.
Y mientras le explicaba y Orochimaru contestaba, dos hombres más aparecieron caminando por el pasillo. Sarada los reconoció de inmediato, eran los de la foto. Foto que ella todavía llevaba consigo, no se había olvidado de esclarecer ese misterio. Ambos demostraron conocer a Naruto y al sr. H por la forma de hablarles, y aunque la vieron a ella, poca importancia le dieron, como si fuera un objeto más del lugar.
– …Acompáñenme – les pidió Orochimaru –; les mostraré un poco de lo que Shin hizo antes de abandonar este lugar.
– No tengo tiempo para proyectos de ciencia – replicó Sasuke –. Estoy seguro de que debes tener idea de dónde está Shin.
– Les explicaré con detalles, así que vamos a un cuarto con monitor. Estoy dispuesto a ayudarles, ustedes me harán un favor al capturarlo. Síganme.
El de cabellos anaranjados siguió al grupo, pero al ver que el de cabellos blancos iba más atrás, Sarada decidió abordarlo, presentándose ante él.
– Oh, vaya… – habló Suigetsu mirando la foto que la niña le tendió –, ya decía yo que te me parecías a alguien.
– Sí – asintió –. Ese de allí es mi padre cuando era más joven, pero casi nada sé de él. Tú al parecer lo conociste antes. Quisiera saber qué relación había entre ustedes y… – tragó saliva ella – quién es la mujer de la foto.
– Ah… Karin – dijo Suigetsu –, ella no se encuentra en esta guarida – y empezó a caminar junto a Sarada en dirección contraria a la que habían tomado los demás –. Tu padre tuvo una relación estrecha con nosotros. Fuimos colegas… bueno… – frunció el ceño –, él fue nuestro jefe.
– ¿Jefe? – exclamó sorprendida mientras entraban a un recinto que parecía un laboratorio – ¿Cómo pudo ser eso? Creí que papá siempre había trabajado como un espía más de...
– ¿Espía? – lanzó Suigetsu con burla – ¿Sasuke Uchiha un espía?
Sarada enmudeció, abrió más los ojos y sintió palidecer. Suigetsu mencionó aquel nombre tan maldecido para referirse a su padre.
Había confirmado una de las dos cosas que más había temido saber.
Sasuke Uchiha.
¿Su padre…?
…..
Sasuke miró en derredor suyo y se dio cuenta de que ni Suigetsu, ni Naruto, ni su hija estaban con ellos.
¿Dónde se habrían metido?
– …y de tal forma se hizo esos aliados que lo tratan como si fuera su padre – continuó Orochimaru –. ¿Ya te mencioné que antes de marcharse de aquí se robó algunas de mis cosas? Será para mí un placer que lo encierren.
– Lo dijiste, sí – respondió Sasuke frunciendo el ceño –. ¿realmente puedo confiar en ti respecto a esa ubicación?
– Si no se encuentra allí; sé de otra madriguera, pero es improbable que haya ido a esa – habló Orochimaru más para sí mismo –. Y por cierto, no me has dicho aún qué es lo que te urge tanto para encontrar a Shin.
– Ha secuestrado a mi esposa – confesó Sasuke.
Juugo frunció el ceño. No pensó que el sr. H tuviese esposa. Lo único que sabía de ese anciano era que fue aliado de Orochimaru – un aliado que no conoció hasta hace media década – y que estaba ligado a Uzumaki Naruto.
– Tal vez ya murió – aventuró Orochimaru.
Sasuke se volteó hacia él, mirándolo con una mezcla de incredulidad y desdén.
– Mi esposa no es una mujer débil – apuntó convencido de ello –. Cuida tus palabras, Orochimaru; estás hablando de Sakura Uchiha. Tal vez cuando llegue me encuentre con que ya ella ha resuelto todo.
¡Uchiha! Juugo abrió más los ojos, comprendiendo todo.
– Es decir – se atrevió a hablar –, ¿eres tú, Sasuke? ¿todo este tiempo tú…?
– Sí – admitió éste –. Pero no lo divulgues, por favor. Sé que puedo confiar en ti. Pocas personas conocen este secreto; ni siquiera mi hija, la niña que vino conmigo, lo sabe.
– Sí. Comprendo. Qué gusto verte, Sasuke.
Sasuke suspiró. Se preguntaba cómo reaccionaría Sarada al enterarse no sólo de que él, su padre, se había estado ocultando detrás del disfraz de anciano, sino que era además el mismísimo Sasuke Uchiha.
…..
– Mi padre… fue entonces… ese criminal – balbuceó Sarada, sintiéndose en el aire, casi impalpable, imperceptible.
– ¿Eh? – Suigetsu levantó una ceja, esa niña no parecía saber nada de Sasuke – Lo siento, pequeña, pero así fue. Y no creo que quieras detalles; aún hoy en día se habla de él. Tú has debido escuchar muchas cosas.
Sarada sólo asintió, parecía sentirse mal, pensó Suigetsu. Y en evidencia, lo estaba. Esa pobre niña había vivido con la convicción de que la imagen de su padre era la misma de la foto, sí, pero bajo un nombre y personalidad falsos. Un caso lamentable.
– No era un disfraz – siguió diciendo Sarada mirando la otra foto, la de su madre y padre con sus uniformes respectivos, ella: una policía, él: un cazador ANBU –. Papá… – apretando la foto contra su pecho se contuvo de desahogarse allí. Todavía había algo más. Miró a Suigetsu y suspiró profundo para llenar sus pulmones –. La mujer de cabello rojo – prosiguió –, ¿Qué relación tuvo con mi padre? ¿es posible que sea ella mi madre?
– ¿Qué? ¡No pensé que Sasuke fuera tan asqueroso! – espetó Suigetsu.
Pero reflexionó antes de decir una estupidez, esa niña tenía el mismo tipo de lentes que usaba Karin, fuera de eso no se parecían en nada, además, Karin no dejaría por ahí a su hija a la deriva. Y por otro lado, Sasuke nunca amó a Karin.
– No… creo que estás confundida – le dijo con franqueza –. Hace tiempo nos dijo Orochimaru que tu padre se había casado con aquella mujer… una policía de cabello rosa – Sarada le mostró la foto de sus padres –. Sí, ella – corroboró Suigetsu.
Y pensó que sería mejor no decirle que Sasuke y Karin tuvieron una relación también. La niña estaba ya muy afectada al enterarse de quién era en realidad su padre.
– Ten – Suigetsu le devolvió la foto del equipo Hebi y se dispuso a salir del recinto.
– ¿A cuántas personas…? – comenzó la niña y Suigetsu se detuvo sin voltearse – ¿a cuántas personas lastimó mi padre?
– Una pregunta difícil – suspiró él –. Yo no podría contarlas…
Al pensar que ella se encontraba incluida en ese extenso grupo, Sarada dio rienda suelta a su llanto.
Suigetsu salió y encontró afuera a Naruto enfurecido. Había estado escuchando todo.
– Ustedes los de Hebi, desde que recuerdo, siempre han sido una maldita molestia – le habló el comandante con rudeza.
– Oye, amigo. A mí me parece que si alguien hubiese tenido mayor consideración con esa niña; ya le habría quitado esa venda de los ojos hace tiempo.
– Este es un asunto que no te compete. Es una verdad que la hubiera puesto en peligro, sus padres esperaban el momento adecuado y ahora tú lo has arruinado. Ninguna necesidad había de que se enterase de esa forma y mucho menos por ti.
– Maldición, Sasuke es el que tiene la culpa. No yo – se encogió de hombros Suigetsu –. Y aunque tengo la sensación de haber hecho algo malo, porque la lastimé; lo hecho, hecho está. Te dejo el resto a ti.
Y se fue. Naruto tuvo que entrar a ver a Sarada.
– Oye, Sarada… tenemos que irnos…– comenzó delicadamente –. hay que salvar a tu mamá.
Ella permanecía callada y sin moverse.
– Sarada…
– Me mintieron – reaccionó ella –. Mi mamá, mis abuelos, mi tío, ¡y hasta usted, comandante! – se alteró, volteándose, estaba llorando –. Todos han mentido. ¡No puedo confiar en nadie!
– Tranquilízate, Sarada – pidió él –, por favor, debes entender…
– ¡Mi padre es un criminal! ¡un criminal! – repitió dolida – ¡una persona cruel que no ha causado más que desastres y sufrimiento a este país! – gimió involuntariamente – No se trata de un espía… no es un héroe… – se secó las lágrimas –, no es una buena persona.
– Sarada – Naruto le puso una mano en el hombro –; aunque te cueste creerlo, tu padre ha trabajado muy duro para enmendar todo ese daño. Es verdad que en el pasado fue aquel maligno criminal, pero ha tenido que pagar por todos sus errores. Errores que sigue lamentando.
– Y por eso se avergüenza de mostrarse ante mí, ¿verdad? ¡ante el mundo!
– No – se apresuró Naruto en responder. Suspiró, ¿Cómo explicarle todo? –. Lo ha hecho para protegerte. Las personas que secuestraron a tu madre han estado todos estos años detrás de ustedes dos, y sólo tu padre ha sabido mantenerlos a raya. Ustedes son para él lo más importante, se ha entregado de lleno en resguardarlas, ha consagrado su vida entera a preservar su bienestar.
– Pero él…
– Escúchame – se inclinó ante ella –. Tienen un lazo muy fuerte – sonrió positivamente –, un lazo hecho de amor. Él y tu madre y ambos contigo. A pesar de su pasado y la distancia, todo lo que Sasuke hace, lo hace por ustedes. No lo olvides.
– ¿Qué le impedía comunicarse una sola vez conmigo? Siempre ha estado lejos – replicó Sarada –; he crecido con la convicción de que no me quiere, por más que intentase creer de lo contrario, no he podido… tampoco ha de querer a mamá. La secuestraron y ni siquiera se habrá enterado.
– Una convicción muy errada – aseguró Naruto –. Te confiaré algo: desde que tus padres aprendieron a quererse, todos cuantos los conocíamos de verdad temimos que fuese algo perpetuo porque no debían estar juntos. Ambos causaron grandes problemas, guerras de bandos opuestos, peleas entre ellos mismos, hubieras visto cuántos conflictos y cuántas personas intentaron separarlos o destruir ese sentimiento, incluyéndolos a ellos, pero en el fondo nunca dejaron de sacrificarse por lo que sentían; y ahora, no dejarán de hacerlo por el fruto que los dos concibieron – le puso un dedo en el pecho –, es decir, tú.
Sarada bajó la cabeza; seguía sintiéndose triste, pero la firmeza del comandante le había dado un poco de ánimo.
– Por ahora, lo importante es rescatar a tu madre… esa que ha estado siempre contigo y para ti – continuó Naruto –. Vamos, Sarada. Cuando todo esto termine, estoy seguro de que conocerás por fin a tu padre. Él y Sakura te explicarán todo.
– Está bien – se resignó la niña, y volvió a enfocarse en la persona más importante para ella –. Mamá me necesita.
Volvieron a reunirse con los demás. Sasuke ya sabía todo lo que necesitaba y estaba listo para marcharse.
– ¿Dónde habían estado? – preguntó.
– Eso no importa; vayámonos rápido – urgió Naruto.
Durante el trayecto, Naruto y Sasuke se enfocaron en idear sus planes en los asientos delanteros mientras Sarada permanecía sola en los traseros; veía cómo estos revisaban un mapa, hacían llamadas, preparaban sus armas y demás.
– …todos esos niños son huerfanillos que recogió a lo largo de su vida, por eso los llama hijos y ellos lo consideran su padre – explicaba Sasuke a Naruto –. Dijo Orochimaru que usa niños de diez años en adelante, los entrena para llevar a cabo sus cometidos; pero son los mayores los que más se arriesgan – miró a su espalda a Sarada, recordando el que la intentó secuestrar y los que se llevaron a Sakura.
Sarada escuchó todo esto y más hasta que ellos salieron. La dejaron encerrada en el auto, le habían pedido que fuese obediente y que esperase allí a las patrullas de policía que habían llamado. Ella no tuvo opción.
El paisaje era desolado; no había más que sólo tierra y árboles, una zona desértica. Sasuke y Naruto recorrieron a pie lo que faltaba para llegar al escondite de Shin.
– Oye – llamó el comandante al Uchiha –. No vayas a lastimar a los niños.
Sasuke sólo frunció el ceño, la mayoría de esos "niños" no pensaban como los de su edad.
Naruto se quedó a varios metros, oculto por unos cuantos árboles y observando con binoculares el lugar vigilado por Shins jóvenes, mientras Sasuke se acercaba caminando hasta llegar a la entrada.
Los Shins lo apuntaron con sus armas de inmediato.
– ¿Dónde está Sasuke Uchiha? – le preguntaron.
– Se encuentra lejos en estos momentos, pero traigo un mensaje de él.
– No. El que tiene que venir es Sasuke Uchiha personalmente. No admitimos mensajeros. Nuestro padre te lo advirtió, viejo.
– Uchiha Sasuke está fuera del país… por eso me ha enviado como mensajero.
– ¿Cómo sabemos que lo que traes es de él?
– Dejó en Tokyo su espada oculta. Me reveló a mí su escondite y me pidió que la usase como sello de su firma.
Uno de los Shins hizo una llamada, se demoró hablando unos minutos y luego regresó para admitirle el paso al sr. H; aunque no sin antes ordenar que lo revisasen. Así lo hicieron, y después de confirmar que no cargaba armas (más que la espada) micrófonos o cámaras, lo condujeron al interior.
…
– Ya lo escuchó, oficial – le habló Shin –. Su esposo prefirió quedarse lejos de aquí en lugar de venir a defenderla. Cree que con una nota arreglará todo. Sin embargo, antes de proceder a torturarla, esperaré esa misiva.
Sakura observó en derredor. Cuatro Shins la mantenían amenazada con armas filosas. Eran solo unos niños, de la edad de Sarada quizá.
– De dónde sacó a tantos niños violentos – quiso saber Sakura – ¿son suyos?
– "Niños", la pregunta es por los niños – dijo Shin padre –, el factor "violento" lo inculqué yo. Pero no, claro que no son míos, no sanguíneamente. Me pertenecen desde que los recogí de las calles. Yo mismo los entreno – señaló a los pequeños –, aunque estos todavía no están listos para las armas de fuego.
"Los recogió". Sakura recordó que Sasuke también había sido "recogido" cuando era un niño y entrenado para cumplir los propósitos de su tutor.
– Suena como algo que haría Orochimaru – dijo ella.
– Así es, Orochimaru era mi maestro.
– Es usted un sujeto retorcido – lo acusó Sakura –. Usar de esa forma a sus propios hijos…
– No son mis hijos.
– Las relaciones entre padres e hijos no están hechas de vínculos sanguíneos, ¡Usted cuidó de ellos! Son sus hijos. Pero ellos merecen más… merecen un hogar, educación de verdad, ¡merecen un nombre! Son niños, no un "ejército de Shins".
– ¡Silencio! Son sujetos desechables. Pueden ser sacrificados en aras de mi continua supervivencia. No los concebí, pero sí los moldeé. Sus pensamientos son los mismos que los míos. Saben que existen para mí.
Sakura miró a los niños, se mantenían imperturbables incluso después de las palabras de aquel hombre que se hacía llamar su padre.
Eran sólo niños… bien mirado, el único problema allí era el Shin mayor.
Sakura actuó rápido, pateó el arma de uno al empujarlo y golpeándose la cabeza, y esquivó al otro que recibió de ella un puño en la cara. Los otros dos se lanzaron también y al igual que los demás, fueron despedidos con golpes en abdomen y espalda que los dejaron lamentándose en el suelo.
– Pobres criaturas – murmuró ella viendo cómo uno de ellos sangraba por la boca y otro se quejaba de su dolor de cabeza. Tal vez no merecían tanto, eran sólo niños manipulados, pero si para liberarlos tenía que enfrentarlos, lo haría de nuevo. Miro a Shin –. Eres el principal responsable. Tú pagarás por esto.
Shin ya estaba dispuesto a pelear con ella.
….
Al menos Sasuke había conseguido entrar.
Naruto los tenía localizados. A través de sus binoculares los observaba pasearse cargando armas. Intentaba calcular la edad de cada uno; era evidente que los mayores custodiaban el lugar y enseñaban a unos cuantos de los menores. Todos tenían la misma apariencia, era ese mismo cabello blanco peinado hacia atrás y la misma vestimenta; pero también eran seres individuales, no clones como pretendían.
Mientras estaba en esto, ideando un plan para abordar el lugar cuando llegasen los refuerzos, observó entonces algo que le sobresaltó el corazón: Sarada yendo directamente a la entrada del lugar.
– No puede ser – masculló Naruto y sacó su arma.
¡Sarada se había atrevido a desobedecer!
Los Shins la interceptaron apuntándole con sus armas. Naruto apretó la mandíbula ya planeando a cuál de ellos atacar primero sin correr el riesgo de poner en peligro a Sarada.
Qué pensaba, ¡ella misma se había puesto en peligro!
Los Shins mayores la reconocieron y dejaron entrar. Era perfecto. Ahora tenían dos carnadas para Sasuke Uchiha.
Naruto maldijo para sus adentros. Fue mala idea traer a Sarada. ¿En qué estuvieron pensando?
Sus hombres debían llegar cuanto antes.
….
Él llegó corriendo (sin importar las protestas de los Shins que lo acompañaban) al escuchar golpes, maldiciones de Shin y la voz de Sakura.
La encontró a ella inclinada en el suelo con un brazo herido; tenía dos escalpelos clavados. Shin seguía de pie y le apuntaba con un arma de fuego, no obstante, estaba herido también por golpes. Golpes de Sakura.
– Llegó por fin el mensajero – habló al ver al sr. H que se consumía de rabia.
Sasuke deseó ser un gigante para aplastarle todos los huesos.
– Justo a tiempo, viejo. Esta mujer ya me estaba hartando, a punto estuve de matarla de una vez – y extendió su mano al sr. H.
Éste le dio tanto la espada como la misiva a Shin. Caminó hasta Sakura y se inclinó frente a ella.
– Tranquila – le susurró y de un movimiento rápido, le extrajo ambos escalpelos. Ella se quejó un poco – puedes curar estás heridas, ¿verdad?
– Sí… gracias, cariño.
Shin revisaba la espada, mientras tanto, reconociendo su autenticidad.
– No hay duda. Esta es la verdadera y famosa espada Kusanagi de Sasuke Uchiha – procedió a abrir la nota.
Estuvo leyéndola por unos cuantos minutos hasta que con rabia, la tiró al suelo.
– ¡Se cree que soy idiota! – exclamó – ¡no hay manera de que haga un trato con él y mucho menos si no está presente! – miró a Sakura y al anciano – ¡le enseñaré que no juego!
– ¡Mamá! – chilló una vocecita en la entrada de la gran estancia.
Todos voltearon a verla. Shin se alegró más; sus padres lo lamentaron. Sarada vino corriendo hasta su madre.
– ¡Sarada, no! ¡qué haces aquí! – se escandalizó Sakura.
– Lo siento. Lo siento mucho. Estaba muy preocupada por ti – se excusó la niña.
– Magnifico… había pensado en torturar a la esposa de Uchiha Sasuke y enviar las fotos con el anciano, pero ahora tengo más que suficiente con su hija también.
A Sasuke se le quemaba la sangre. Cómo podía a atreverse a amenazar a su familia de esa forma.
– No vas a hacer eso – gruñó mirándolo fijamente –. No hay manera de que te permita que las lastimes.
– Ningunos de ustedes es un problema – sonrió Shin, guardándose el arma de fuego –; usaré nada menos que la misma espada de Sasuke Uchiha. Ahora, apártate de ellas, anciano – ordenó, pero él no se movió. Shin amenazó sacando otra vez el arma de fuego – ¡que te quites!
Sasuke frunció el ceño y se fue alejando de ambas, mientras Shin se acercaba.
Los otros Shins presenciaban esto sin intervenir en nada; su padre tenía todo bajo control.
Sakura estaba delante de Sarada, protegiéndola con su cuerpo. Shin padre desenvainó la espada Kusanagi y le apuntó con ella muy cerca.
Sasuke hizo un puño con su mano. No había más opción, el plan estaba arruinado y sólo tocaba improvisar, pero siempre en favor de su familia. Qué importaba lo que pasara con él.
Sarada cerró los ojos. Sakura entornó los suyos.
Shin levantó la espada para descargar un tajo.
– ¡No te atrevas! – advirtió el anciano –. No es a ellas a quienes quieres.
– Lo has dicho ya, viejo – lo miró Shin por sobre el hombro –; yo quería a Sasuke Uchiha, pero ya que no está aquí…
– Lo está – le contradijo.
Y justo ahí, ante la mirada de su esposa, hija y enemigos; la apariencia del sr. H desapareció. Sasuke se deshizo de su disfraz lentamente, retirando lentes, peluca, máscara y adoptando su postura firme; como ver a un insecto dejar atrás su piel vieja y arrugada, descubriendo bajo ésta una más joven y llena de vitalidad.
Los objetos que habían creado la apariencia del sr. H se reflejaron cayendo en los ojos de Sarada. Ella abrió la boca y arqueó las cejas. Estaba viendo morir a aquel anciano que tanto quiso desde niña.
El sr. H no existía. Era un hombre joven y alto de cabellos negros y mirada oscura.
"¿Papá?"
– ¡Pero qué sorpresa más inesperada! – reconoció Shin volteándose, dando su completa atención a Sasuke – ¡me has engañado por completo, Uchiha! ¡todo este maldito tiempo te tuve frente a mis narices! ¡qué gran hazaña!
– Mi esposa y mi hija no tienen arte ni parte en nuestros asuntos – replicó Sasuke –. Déjalas ir tranquilas.
– ¿Pero por qué habría de? ¡Si es una reunión familiar!
Sasuke miró a Sakura, transmitiéndole un mensaje que ella captó. La pelirrosa se impulsó para dar una patada a la mano de Shin que sostenía el arma de fuego, lanzándosela lejos y desviando también su atención.
Los Shins menores se precipitaron, pero Sarada llegó primero y tomó el arma.
– ¡Sarada! – gritó Sakura preocupada.
Pero fue como verse a sí misma de pequeña practicando con el arma de fuego de su padre que ya no usaba y que se mantenía descargada. Las diferencias eran que esto no era ninguna práctica y el arma sí estaba cargada.
– Váyanse de aquí ahora mismo – les ordenó –. Esto es entre mis padres y el de ustedes. ¡No se metan!
Sarada apuntaba a los Shins que se fueron alejando, temerosos y a la vez sorprendidos de que aquella niña que no parecía tener experiencia en armas de ningún tipo, pudiese actuar con tanta resolución, sin temor al arma o a sí misma.
Ellos, en cambio, no sabían usar un arma de fuego.
– ¡Shannaro! – descargó un tiro que dio en el suelo para asustar a los Shins. Ella también se asustó, pero no quiso demostrarlo.
– Sarada… – sonrió Sasuke con orgullo. Su hija le recordaba a Sakura.
Volteó a ver a Shin de nuevo. Ya no tenía armas de fuego, pero sí a su espada.
– Es vergonzoso que alguien como tú pretenda llevar a cabo una empresa del tamaño del ideal de Madara – le dijo –, no eres más que un amateur. Y mira que ni a Orochimaru has sabido imitar bien para colmo de males – miró a los Shins –; él no exponía tan pronto a los niños a su cuidado, sometiéndolos a tareas de mayores. Sabía valorar el potencial de cada uno y en base a esos análisis los evaluaba con retos según su nivel – Sasuke calló un momento y entonces decidió preguntar – ¿en verdad pretendías revivir la organización ANBU? – negó con la cabeza – Mucho te falta; y no hablo de tu carencia de personal capacitado, sino de tu sistema aberrante. Mis cazadores ANBU estaban bien jerarquizados – dio un paso adelante –, y tienes frente a ti a quien fue su último dirigente.
Intentando parecer impertérrita, Sarada escuchaba todo eso. El que aquel hombre, su padre, aludiese a los ANBUS como suyos y se autodenominase el líder, le helaba la sangre. No faltaba más que la confirmación de él mismo, y ahí estaba.
– No sabes de lo que hablas – continuó Sasuke –. Si en aquel tiempo te hubieras presentado para ser parte de la organización, habrías sido rechazado por no tener lo que hace falta. Ni siquiera en Akatsuki habrías encajado.
– Maldito… ¡tú eres quien no sabe lo que dice! – se enfureció Shin. Se estaban burlando de él, era como si Uchiha Sasuke lo juzgase indigno de tener esa meta.
– Es un objetivo demasiado grande para una cucaracha como tú – concluyó Sasuke.
– Cómo te atreves – rugió Shin en su pestilente indignación. La rabia le burbujeaba y más que matar a Sasuke en esos momentos, deseaba causarle un mayor daño lastimando a su mujer e hija – ¡Aquí los únicos que dan pena son tú y tu familia, Sasuke Uchiha! – replicó Shin y se volteó para matar a Sakura.
– ¡Mamá! – clamó Sarada bajando el brazo de manera que todas las balas se salieron del arma.
Sakura lo vio venir muy rápido, lo mínimo que pudo hacer fue cruzar ambos brazos delante de su rostro para protegerse la cabeza. Detrás de Shin venía Sasuke más rápido hasta sobrepasarlo para detenerlo desde enfrente, ubicándose delante de Sakura, resguardándola. Shin levantó la espada y Sasuke levantó los brazos para frenar el filo, pero Shin cambió el sentido en línea recta a tiempo y lo curvó, dando como un leñador a un tronco en el costado de Sasuke, justo en las costillas, no permitiendo estas que el arma llegase a tocar órganos vitales. Él ahogó un quejido. Sakura vio su sangre.
– ¡Cariño!
Shin volvió levantar la espada para descargar otro ataque, pero esta vez Sasuke sí pudo sujetar la hoja reluciente con las manos, atrayéndola hacia él y acercando a Shin quien, viéndose en un apuro, jaló también la espada deslizándola por las palmas cerradas del Uchiha, rasgando su carne. Sasuke gruñó por sus manos teñidas de rojo, pero antes de que se le soltase toda la hoja, dio a Shin una patada en el abdomen mandándolo lejos con todo y espada ensangrentada.
– ¡Papá! – prorrumpió Sarada.
Ese grito preocupado atrajo la atención de Shin. Desde el suelo fijó su objetivo en la niña esta vez y sacó de su bolsillo tres escalpelos que sostuvo en sus interdigitales. Sasuke leyó la intención en sus ojos, se olvidó de sus heridas y fue corriendo hacia su hija sirviéndole como escudo, recibiendo él en su espalda las dolorosas punzadas de los escalpelos afilados.
Sarada lo miró al rostro y él a su vez hizo lo mismo. Tenía una expresión de sufrimiento.
– Pa…pá – musitó ella entristecida.
Le dolía su dolor. De repente se arrepentía de haberlo odiado sin conocerlo.
– ¡Cómo te has atrevido a atacar a mi esposo y a mi adorada hija! – estalló Sakura en rabia.
Sasuke miró hacia atrás. Si Sakura seguía interfiriendo, iba a resultar más herida de lo que estaba. Los únicos que podían derramar su sangre en ese campo de batalla eran Shin y él. Maldita la hora en que aquel miserable se había propuesto tocar a su familia.
Sasuke se apartó de Sarada y fue hacia su enemigo de nuevo. Empuñó sus manos heridas y le golpeó, esquivando los tajos de su propia espada, cada puño que daba suponía más sangre derramada por sus manos, costado y espalda.
No importaba que se desangrara poco a poco, tenía la determinación de matar a ese hombre antes de que se atreviese a herir a las dos personas que más amaba en el mundo.
Shin cayó al suelo a medio metro de Sasuke por el golpe más grande que había recibido de éste. El Uchiha se propuso a exterminarlo de una vez, pero entonces, se plantó frente a él, muy cerca de Shin, uno de los Shins pequeños.
– Quítate. Esto no te incumbe – le ordenó Sasuke.
– No lo haré. Protejo a mi padre – contestó el niño.
Sarada encontró en esas palabras la misma intención de ella para con Sakura.
– Yo no soy tan blando como Naruto – dijo Sasuke, levantando uno de los escalpelos para herir al pequeño Shin.
– ¡No lo hagas, papá! – suplicó Sarada.
Sasuke sorprendido detuvo su mano a medio andar, frenándola en seco, y en dado momento Shin padre aprovechó la oportunidad, viendo a su enemigo distraído, usó la espada kusanagi y atravesó al niño para terminar clavando una pequeña parte de la espada encima de la fosa iliaca izquierda de Sasuke.
El Shin pequeño sangró por la boca y una vez que fue retirada la espada de ambos, el niño cayó al suelo muerto y Sasuke arrodillado, muy mal herido.
Las Uchiha estaban aterradas de tanta crueldad.
Shin padre sonreía. Se levantó del suelo e iba a dar muerte a Sasuke, pero Sakura no se quedó allí como si nada. Fue corriendo a salvarlo, e ignorando por completo el arma de su esposo en manos de su oponente, le propició tamaño puñetazo en toda la cara esta vez.
– ¡Shannaro!
El golpe le rompió la nariz y se llevó su cuerpo completo hacia atrás, incluso Sakura, por la fuerza de su propio puño, terminó yéndose hacia adelante con pasos torpes, cayendo arrodillada.
Quedó noqueado.
La oficial se levantó para ir hasta su esposo. Inclinose ante él preocupada por toda la sangre que estaba perdiendo.
– Oh… cariño…
Recostado y apenas recuperándose del aturdimiento de ese golpe, Shin llamó a sus otros hijos, quienes vinieron corriendo hacia él nada menos que para clavar sus armas filosas en el cuerpo de aquel que habían considerado un padre.
– ¿Qué? – balbuceó Shin mientras la sangre se le derramaba ahora por la boca.
Los demás no hacían más que observar.
– Eliminamos a un trozo de carne que no sirve para nada – argumentó uno de ellos –. Tú nos lo enseñaste, padre.
– Malditos… yo soy el Shin original.
– Ya no te necesitamos. Por selección natural los más fuertes son los que sobreviven, ¿verdad? Ahora eres obsoleto.
La familia Uchiha no se recuperaba de ese inesperado acto cuando irrumpieron al lugar los policías comandados por Naruto.
– ¡Rápido, por aquí!
– ¡Detengan a esos niños antes de que maten al responsable!
– ¡Llamen a los paramédicos, hay heridos!
Sarada fue corriendo hasta su padre que descansaba en el regazo de su madre.
– Papá… tú…
– ¿Te encuentras bien, Sarada? – preguntó débilmente Sasuke.
– Sí, pero… – vio su sangre y los ojos se le empañaron. Los limpió en seguida –, resiste.
– ¡Sasuke! – vino Naruto corriendo hacia ellos – No te preocupes, traje también un equipo médico.
La policía se hizo cargo de los niños y de Shin, y los Uchiha fueron trasladados a un hospital de urgencia para curar a Sasuke. En el camino fue inevitable que perdiera el conocimiento.
– Papá está muy mal, mamá – decía la niña nerviosa –. Temo por su vida, temo que se pueda...
– Tranquila, Sarada – le dijo Sakura en tono apaciguador –. Tu padre no es un hombre débil. Todo va a estar bien.
Sasuke no estaba del todo inconsciente. Pudo escuchar a su esposa decir lo mismo que él ya había dicho de ella.
…..
Los Shins fueron puestos en tratamiento psicológico y posteriormente en adopción, mientras que Shin padre fue acusado de varios cargos que dilataron cada vez más su condena. Según los resultados de los interrogatorios y pesquisas, no faltaban enemigos que estuviesen confabulando contra el ex líder ANBU. Tal y como Shin había dicho, él era el último de aquel enorme grupo que Sasuke fue minando al correr de los años.
Éste último había sido intervenido por sus múltiples heridas: la incisión que recibió en las costillas, las cortaduras en las palmas de sus manos, las punzadas poco profundas de los escalpelos en su espalda y la estocada de su propia espada en el bajo abdomen.
Sakura lo observaba dormir tranquilo y junto a ella, Sarada sostenía un ramo de flores. La espera de ambas terminó cuando Sasuke por fin despertó.
– Sakura… Sarada – susurró.
– Cariño, ¿Cómo te sientes?
Sasuke miró las paredes y techo blanco, la bolsa de solución salina y medicamento conectada a su brazo. Cerró los ojos y sintió sus heridas, cada una de ellas aún palpitaba; pero más importante: no estaba solo allí.
– Bien – contestó lacónicamente –. Sólo un poco cansado.
– Sabemos que no – sonrió Sakura –. Has soportado mucho.
Sarada puso las flores en un lado y se acercó más a él.
– Papá… – murmuró con la voz quebrada. Estaba triste.
– No pongas esa cara – le sonrió él levemente –. Perdóname, Sarada. Te mentí por muchos años.
– ¿Por qué? Todo este tiempo, tú…
– Lo sé… y lo lamento. Hay muchas cosas que lamento. Sé que te he hecho sufrir y esperar, aparentando no estar – tomó con lenta delicadeza una mano pequeña de Sarada en una de las suyas vendada –. Ojalá hubiese encontrado otra manera. No quería que te involucraras, no quería que supieras el tipo de persona que fui y lo que me ha tocado pagar por ello.
– Y yo no quería creer que ese fueras tú – admitió ella y sacó las dos fotos –. No sospeché que fueras un ANBU y menos el líder hasta que encontré esto en las cosas de mamá – miró a Sakura –. Lo siento, mamá. Estaba buscando información sobre papá.
Sakura y Sasuke las observaron. Eran fotos viejas que conservaba Sakura. Una de ellas: la del equipo Hebi, se la había obsequiado Karin un día después de nacer Sarada; y la otra, la de Sasuke y ella juntos, fue tomada por Madara antes de pretender matarlos.
– Esas fotos conservan una historia muy larga – sonrió Sakura con cierta melancolía –. Tenemos una larga trayectoria – miró a Sasuke que suspiró sonriendo también, como si lo recordase al igual que ella –. Y todo comenzó con papá humillando a mamá en un robo, y mamá jurando que lo haría caer a sus pies o dejaría de llamarse Sakura Haruno.
Sarada sonrió abiertamente.
– ¿Y por qué no te cambiaste el nombre, mamá?
– Sólo el apellido – Sakura no pudo evitar reírse –, ¿o acaso no ves que este hombre sí cayó a mis pies?
Sasuke levantó una ceja.
– Oye… – le advirtió en broma a su esposa.
– Te lo contaré todo – prometió Sakura, guiñando un ojo a su hija –, ya tendremos tiempo para eso.
Sarada asintió enérgicamente y volvió a mirar a su padre. Tal vez sí atravesaron muchos obstáculos para estar juntos; pero por otro lado, su padre también cometió muchos crímenes. Se puso seria otra vez. Sasuke adivinó sus pensamientos.
– Sigo pagando por todo lo que hice – le dijo en voz baja –; y eso incluye tu desprecio. Lo acepto, Sarada. Desde el momento en que naciste, lo acepté – le apretó levemente la mano, aún no se la había soltado – porque supe que a diferencia mía, tú serías maravillosa como tu madre. Posees su gran corazón y valor. Por todos estos años te he observado sin que tú me vieras a mí, y me resigné a que me odiaras por no estar a tu lado si eso implicaba mantenerte a salvo. Ahora me conoces, conoces la verdad, y aunque te decepciones de mí, yo me siento orgulloso de ti, y no dejaré de protegerte. Eres mi hija.
Sarada perdió el aliento por unos segundos después de escuchar todo eso. Su padre admitía culpabilidad; pero también demostraba un devoto amor por ella, ¿y es que acaso ya no lo había demostrado al recibir esas dolorosas heridas para defenderla?
Fue un criminal y Dios sabría hasta qué punto; pero si había pagado ya demasiado por ello, si era un hombre justo como el comandante Uzumaki aseguró y si su madre, que lo conoció en su peor faceta, había podido perdonarlo, ¿Por qué tenía ella que seguir condenándolo?
Era su padre. Y ella… ella era Sarada Uchiha.
Poco a poco se enteraría de lo que desconocía de él. Volteó hacia Sakura.
– ¿Sabes, papá? Mamá también te extrañó mucho – recordó la niña –. Aunque no me lo demostrara, yo pude notarlo incontables veces en su expresión cuando hablaba de ti o parecía sentirse sola.
Sasuke se quedó callado. Él también había visto cuánta falta le hizo a su esposa.
– Papá, ¿estás unido a mamá por tus sentimientos? – quiso saber Sarada.
– Sí – contestó él.
– ¿Cómo estás tan seguro de eso?
Sasuke le dio toda su atención para responder aquello de lo que atesoraba la mayor certeza:
– Porque te tenemos a ti, Sarada.
Sakura sonreía con ternura y a Sarada se le llenaron los ojos de lágrimas.
Era el fruto del amor entre sus padres.
Si un corazón pudiera romperse de felicidad, el suyo estaría fragmentado.
….
Se había decidido a no cenar en ningún restaurant, siempre que llegaba a esa casa ella hacía lo posible por dejarlo con el estómago más que satisfecho.
Y en efecto, así terminaba por quedar. Era muy grato visitarlos; de hecho, era una de las cosas que más disfrutaba hacer en la vida.
Tocó el timbre, y como siempre, lo recibieron con alegría:
– Oye, qué bueno que llegaste a tiempo – lo saludó su mejor amigo –. Mi esposa no te perdonaría que volvieras a llegar tarde como la anterior vez.
– ¡Tío! – exclamó un niño pequeño de cinco años corriendo alegremente hacia él.
– ¡Hey! – lo tomó en brazos y el pequeño lo abrazó – Cada vez que vengo aquí has crecido un poco más.
– ¡Sí! ¡Un día vas a encontrarme como un gigante! – corroboró el niño – ¿viniste a jugar a los policías conmigo?
– Bueno… tus padres me invitaron a comer y…
– Jugar a los policías, ¿eh? – interrumpió la señora de la casa con los brazos en jarra – Bueno, no me molestaría que mi pequeño crezca con esa ambición. Especialmente teniendo un padrino dirigente de las fuerzas.
Él bajó al niño que salió corriendo a su habitación.
Rin lo saludó.
– Qué bueno que no llegaste tarde, Kakashi – dijo ella con alivio mientras acomodaba las cosas en la mesa –. No te pierdas tanto por "el sendero de la vida", por favor. No me gusta que se enfríe la comida.
– Fue tu esposo quien me enseñó a llegar tarde. Él lo hacía desde antes – respondió Kakashi sentándose.
– Oye, oye, no intentes meterme en problemas – terció Obito moviendo su silla para acomodarse también.
El niño volvió con armas de juguete; le entregó una a Kakashi y una a Obito.
– ¡Juguemos!
– ¡Oh! Todavía no, hijo, tu mamá se va a enojar si no comes antes – le advirtió su padre.
– Pero no quiero comer. No tengo hambre – se excusó él.
– Sí que la tienes, cielo – intervino Rin.
– Sí, sí, pero el tío Kakashi está aquí. ¡Tenemos que jugar!
Kakashi sonrió simpáticamente y se levantó de la silla para decirle algo, inclinándose ante él.
– Te prometo que si comes primero, jugaremos a los policías y a los bomberos y a los caballeros, y a los superhéroes y a todo lo que tú quieras.
– Y… ¡y a los astronautas! – propuso el pequeño Uchiha.
– Y a los astronautas – aceptó Kakashi –. Tu padre y yo también tenemos que comer algo, no se puede ser un policía fuerte si no nos alimentamos bien, ¿verdad?
El niño asintió.
– Ya lo escuchaste – le dijo Rin con dulzura levantándolo para llevarlo a la mesa y sentarse a su lado.
Cenaron en tranquilidad mientras conversaban. Después Obito y Kakashi comenzaron a jugar con el niño, pero no habían terminado de ser policías cuando se quedó dormido en los brazos de su padrino.
En lugar de llevarlo a su cama, Kakashi se sentó en una silla en el balcón y lo sostuvo en su pecho. Obito permanecía en otra silla a su lado. Ambos miraban el cielo de noche mientras platicaban.
– …por eso habíamos pensado que deberías pasar más tiempo con nosotros – le decía el Uchiha –. Nos gusta tenerte cerca y nuestro hijo es más feliz cuando vienes.
– Lo sé, ¿pero en verdad el sábado?
– ¿Algo te preocupa? ¡Vamos, Kakashi! Cuentas con tus apoyos. Sólo será un día de campo.
Kakashi suspiró y decidió.
– Está bien.
– Oh, pero miren nada más – dijo Rin al asomarse y encontrarlos allí sentados –. Sabía que no estaría despierto. Son las nueve ya.
– Querida, Kakashi aceptó – le anunció Obito.
– Estupendo. Te aseguro que no te arrepentirás. Será el mejor picnic de tu vida – prometió Rin.
– No me arrepentiré – contestó Kakashi acariciando los cabellos negros del niño.
Rin sonrió, observando a su hijo.
– El gen Uchiha es muy dominante, ¿no? – comentó a propósito – La hija de Sasuke también se parece mucho a él. Me pregunto si tendrá las mismas inclinaciones que nuestro pequeño – Kakashi empezó a reírse con Obito – ¡Oigan, no se burlen! Mi hijo ha hablado de ser superhéroe, piloto, astronauta y demás, pero la idea de hacer parte de la policía ha sido la que más le ha durado. Nunca se ha interesado por lo que hace su madre.
– No creo que la medicina sea lo suyo, linda – le dijo Obito extendiendo una mano hacia ella. Rin la tomó y fue jalada para sentarse en las piernas de él –. Pero está bien, tal vez sea congénito. En nuestro clan abundaban los policías, investigadores y espías.
– Tendrá mi apoyo si al final se decide por ello – dijo Kakashi levantándose con cuidado –. Iré a recostarlo.
Fue a la habitación de su sobrino, lo recostó en su cama con delicadeza, lo cubrió con la sábana y le dio un discreto beso. No eran comunes en él esas muestras de cariño, pero le era inevitable adorar a ese niño. Cuando volvió, encontró a sus amigos compartiendo palabras de cerca y mimos.
– Oigan, lamento interrumpirlos, pero ya debo irme – les dijo apenado, rascándose la cabeza.
– ¡Oh, sí! – se sobresaltó Rin, levantándose de Obito – Gracias por haber venido, Kakashi, y no olvides nuestro plan del sábado.
– No lo haré… pero si no les molesta, invitaré a mi trío favorito y a otros agentes de la policía.
– Claro, diles que vayan también.
Se despidió de ambos y se marchó.
…
Naruto abrazó a su esposa por detrás.
– Como siempre, estuvo deliciosa la comida – le dijo al oído.
– Gracias, querido – respondió Hinata.
Y siguió diciéndole cosas al oído hasta que se asomó Boruto a la cocina.
– Oigan, ya me voy a la escuela.
Hinata terminó de empacar los almuerzos.
– Aquí tienes tu almuerzo, ¡Himawari, ven por el tuyo!
– ¡Ya voy, mamá! – se escuchó a lo lejos la voz de la niña.
– Da lo mejor de ti, Boruto – le animó Naruto simpáticamente.
– Sí, sí. El tío Sasuke dijo que tú eras pésimo estudiante.
– ¿Qué? Oye… no lo creas nada. Ese Sasuke…
Boruto sonrió.
– Como sea. Es genial. Cuando crezca, me dedicaré a lo mismo que él.
Naruto se despidió de él chocando ambos sus puños.
"Bueno…" pensó "es la primera vez que veo que Sasuke inspira a alguien a seguir sus pasos".
Ya en la escuela, Boruto le preguntó a Sarada qué tal se sentía Sasuke. Él sólo sabía que se había enfrentado a un hombre muy malo que quiso hacer daño a su familia.
– Mucho mejor. Su recuperación va cuesta arriba – contestó Sarada – ¿y el comandante?
Boruto resopló.
– Bien. Ya trabajando incansablemente.
– ¿No es fantástico? – preguntó Sarada sonriendo – Hace un gran papel. Algún día también ocuparé un alto cargo en la policía.
– ¿Qué? ¿también quieres ser agente de policía?
– Así es. Y todo gracias a tu padre y a mi madre.
Boruto se encogió de hombros.
– Yo sigo creyendo que las misiones de tu papá son más interesantes.
…
Ordenó rápidamente esos papeles y los puso a un lado de la mesa. Tomó los del caso Ito y los acomodó en un enorme portafolio. Era un alivio haber salido de ese asunto por fin.
Su asistente se asomó.
– Tiene prisa, señor – le dijo.
– Sí, es que… – leyó el encabezado de otro papel, lo miró por detrás y al reconocer ese sello, lo guardó en su gaveta; un tema pendiente –, iré a visitar hoy a mi hermano en su casa. Todavía se está recuperando, además – sonrió inconscientemente –, quiero ver a mi hermosa sobrina. También su madre me pidió que llegase temprano para ayudar con la comida.
Recibió una llamada que contestó y en la que duró un par de minutos.
– Cielos – frunció el ceño Itachi –, pareciera que hoy se me hubieran acumulado todas las cosas – miró su reloj de pulsera –. En un día normal ya habría salido.
– Sí… emm… bueno, señor… verá…
– ¿Qué sucede? – le preguntó el Uchiha a su asistente.
– No sé si lo recuerda, pero para hoy estaba programada la llegada de la señorita Koizumi de Sendai… y pues, está aquí.
Itachi se apretó el tabique con los dedos.
– Sí, lo recuerdo. ¿Puedes decirle que aplazamos esa entrevista para mañana, por favor?
– No creo que acepte, señor. Dijo que quería entrar aquí y que no se iría hasta no verlo.
Una mujer testaruda, pensó Itachi.
– Está bien. Dile que entre de una vez. Yo mismo le diré que no puedo atenderla por mucho.
El muchacho se retiró. Itachi volvió a sentarse en su silla y esperó con los codos en la mesa y las manos entrelazadas. Al poco tiempo volvió su asistente con la mujer; lo que no se esperó Itachi fue que la apariencia de esta lograría cortarle la respiración: tenía el cabello largo y castaño con un flequillo que enmarcaba su rostro, la piel clara y un lunar debajo de su ojo derecho. Usaba un vestido morado de silueta semi ajustada y unos tacones bajos. Parecía que se hubiera puesto hermosa a propósito. Todos aquellos que querían entrar a esa organización vestían más formalmente, no como para salir en una cita.
Ella también parecía sorprendida de conocer a Itachi. No dejaba de mirarlo con algo parecido a la añoranza o la felicidad.
– Señor, aquí está la señorita Koizumi – dijo el asistente y se fue.
Ambos permanecieron en silencio por un minuto completo sin hacer nada más que verse, hasta que Itachi reaccionó.
– P-Por, favor, tome asiento – dijo incómodo y así ella lo hizo.
Comenzó a buscar sus papeles entre el montón que tenía a un lado.
– Disculpe este desorden – habló apenado. Ella sólo rió un poco.
Por fin dio con el folder.
– Así que… usted ha sido puesta a prueba ya, y…
– Y necesitaba verlo a usted para concretar mi admisión o rechazo – completó ella –. Yo… en verdad necesitaba verlo a usted – se sonrojó.
Itachi tragó saliva. Todo en ella le recordaba… apartó la idea de su cabeza y se enfocó en leer su información.
– Bien… bien. Usted ha trabajado muy duro para ingresar – decía sin levantar la vista.
– Por muchos años estuve buscando pistas del clan Uchiha – continuó la mujer. Itachi se detuvo para mirarla –. Antes sólo se oía hablar de Sasuke Uchiha, el líder ANBU… pero yo temía contactar con él; era peligroso y no había manera… luego, simplemente desapareció con toda su organización.
– ¿Disculpe? ¿Por qué querría usted encontrar a algún miembro del clan Uchiha?
– Porque… – se le dificultó continuar, los ojos se le cristalizaron y ella parpadeó varias veces para disipar el llanto. Se esforzó por recuperar su valor –, yo sólo anhelaba saber de ti, Itachi.
Itachi se echó hacia atrás, desconcertado por esa reacción.
– E-Escuche, señorita… – buscó su apellido en una de las hojas fingiendo que no lo recordaba –, señorita Koizumi…
Ella puso una mano encima de esa hoja de papel justo en su apellido, cubriendo las letras K y o.
– No finjas más que no me recuerdas, por favor – suplicó ella –. Fue difícil para mí confirmar que no estabas muerto y mucho más difícil encontrarte. Llegar hasta aquí ha sido el mayor reto de mi vida – se puso una mano en el pecho y comenzaron a salir sus lágrimas –. Cuando aquel día tu casa se quemó y tantos murieron y otros desaparecieron, yo…
Itachi no lo soportó más. Soltó los papeles, rodeó la mesa mientras ella se ponía de pie, y la sujetó entre sus brazos. Ella le correspondió casi con exaltación.
– También creí que te había perdido – le confió él íntimamente.
A esas alturas de su vida creyó que ya nada podía sorprenderlo. Qué bueno que se había equivocado.
…
Se despertó para ver que ya no estaba Sarada. Ella se había quedado dormida a su lado después de una larga plática de padre e hija. La puerta se abrió y por ella ingresó Sakura con el botiquín. Se miraron y se sonrieron. Sakura se acercó lentamente a él hasta sentarse en su cama.
– Sarada se fue para dejarte descansar mejor – murmuró ella –. Está en su habitación.
– Pudo quedarse. Ya no me duelen casi mis heridas – contestó él acomodándose hasta quedar sentado –. Por cierto, siento que se ha acostumbrado a mí.
– Te lo dije – le recordó Sakura –. Le sería fácil quererte. Incluso después de saber quién fuiste. Ya conoce tu pasado, cariño. Se lo conté todo. Ahora comprende el por qué te adaptaste a esa vida, conoce las cosas que hiciste y lo que padeciste. Ni siquiera considera tener que perdonarte algo. Sólo le importa quién eres ahora. Nuestra hija es feliz – acarició el cabello negro de él, peinándoselo hacia atrás –. Se parece tanto a ti.
– Sólo físicamente, en cambio – le tomó la barbilla a ella –, su forma de ser es como la tuya.
Ella rió brevemente ocultándose el cabello detrás de la oreja. A Sasuke se le ensombreció la mirada.
– Sakura… – le agarró la muñeca –. Ven aquí.
Sakura se sonrojó y le hizo caso. Se inclinó hacia él y fue ceñida por un abrazo. Unieron sus bocas.
La puerta estaba semiabierta; a través de la rendija se asomaba uno de los ojos de Sarada. Estaba también sonrojada, pero sonriente. Era la primera vez que veía a sus padres besarse.
– Se ven muy bien – manifestó para sí misma en un susurro.
Ambos calmaron sus ansias al separarse Sakura.
– Cariño, vine aquí sólo para cambiarte el vendaje, ¿de acuerdo? – le dijo y se relamió los labios, había quedado con ganas de más.
– Claro – aceptó él con una ligera sonrisa.
Ella desabrochó y deslizó con cuidado la camisa del torso de él. Y aunque ya lo hubiese visto incontables veces así, volvió a pensar que el cuerpo de su esposo era de lo más tentador. Se dedicó pues a limpiar y sellar con vendas las pequeñas heridas que él todavía tenía; eran pequeñas, sí, pero Sakura no dejaría de hacer eso hasta que ya no fuese necesario.
– ¿Te duele aquí? – le preguntó apoyando sutilmente un dedo al lado de la herida de sus costillas, pero poniendo más atención a sus músculos.
– Casi nada – contestó él.
La pelirrosa pasó las puntas de sus dedos por el músculo recto abdominal de él. Estaba marcado, hace mucho que no se tomaba el tiempo de admirar las intersecciones impresas allí. Humedeció otro algodón y se dirigió a la zona del abdomen bajo, donde le habían insertado su propia espada. Una vez terminó, paseó su dedo por el músculo oblicuó que dibujaba exquisitamente un valle descendente hacia la zona prohibida.
Antes, cuando fueron novios en su juventud, su cuerpo era delgado y bien tallado, pero no tan fornido. Ahora era más fuerte, más vigoroso. Sakura se mordió el labio.
Él, por su parte, se había aguantado verla de esa forma inclinada hacia su cuerpo, tocándolo con una delicadeza y suavidad torturantes; pero decidió que no seguiría soportándolo. La quería tener cerca. Hizo a un lado todas las cosas y la jaló hacia él, sentándola a horcajadas suyas. Se besaron con pasión y rapidez cambiando constantemente sus bocas. Se separaron por un segundo y Sakura se sacó la blusa por encima de la cabeza. Él comenzó a desabrocharle el brasier y a disfrutar de su pecho como un hambriento mientras recorría con sus manos las piernas de ella, los muslos, la cadera, su zona íntima... ella jadeó
Sarada se alejó de la puerta con una mano cubriéndose la boca y roja como un tomate.
– Oh, mi Dios… qué acabo de ver – se dijo y fue corriendo hacia su habitación.
…..
Tras haberse recuperado por completo, Sasuke tuvo que marcharse a otra ciudad por encargo de una misión.
Sarada y Sakura se estaban despidiendo de él.
– ¿Te vas a ir por mucho tiempo? – quiso saber la niña.
Sasuke se inclinó y le puso sus dedos en la frente, justo en la manera en que ya Sakura lo había hecho. Sarada se sonrojó. Era el mismo gesto.
– Te veré la próxima vez.
Sarada miró a Sakura y ésta sonrió.
– Ten, aquí tienes tu almuerzo – le dijo a su esposo, tendiéndoselo.
– Ah… gracias – lo tomó él.
Sakura se acercó más esperando algo de él. ¿Un beso? ¿Un toque en la frente?
Sarada los estaba observando y Sasuke se sintió apenado. No se habían demostrado afecto frente a ella.
– Bueno, me voy – dijo volteándose.
La pelirrosa bajó la cabeza de resignación.
– Vas a tenerme esperando.
Y caminando con su equipaje en una mano y el bento apretado en la otra, Sasuke sonrió. Su esposa era una ternura.
Un mes después, recibieron una visita inesperada. Eran Karin y Suigetsu; llegaron extrañamente sujetados de las manos y fue Sarada quien les abrió la puerta. La reconoció de inmediato como la mujer de la foto.
– Qué gusto verte de nuevo, Sarada – le dijo alegremente la pelirroja.
Sakura los invitó a pasar y conversaron un rato.
– …Y Sasuke no está. Tuvo que ocuparse en otra misión.
– Bueno, eso es común en él – alegó Karin viendo la foto de la familia puesta en una mesita, parecía reciente –. Pero vine a verte a ti, Sarada. Has crecido bastante.
– ¿Usted es entonces la persona que ayudó a mi mamá cuando nací?
– Sí. Y este de aquí es mi novio – miró a Suigetsu –. Me contó que se conocieron ya. Quiero pedirte disculpas por su falta de tacto al revelarte algo que no le correspondía.
– Ja,ja – intentó reír Suigetsu rascándose la cabeza apenado.
– No. Descuida. Ya lo comprendí y acepté – dijo Sarada.
– Me alegra… de cualquier manera, te trajimos un nuevo par de lentes – le entregó el estuche bien atado con una cinta de decoración –. Espero que te gusten.
– Te lo agradezco, Karin – le dijo Sakura.
Sarada lo abrió y se los probó. Eran perfectos.
– Muchas gracias. Son magníficos – expresó –. Me gustan mucho.
– Por nada.
– Karin ¿puedo pedir algo? – cuestionó Sarada.
– Por supuesto.
– Por favor cuéntame cómo nací.
– Oh… eso – se sonrojó Karin acomodándose los lentes –, eso deberían contártelo tus padres.
– Adelante – la animó Sakura –. Fuiste la primera persona en tocar a Sarada. Ella merece oírlo de ti.
Karin terminó aceptando con mucha modestia y así lo hizo.
Más tarde, le ayudó a Sakura con el almuerzo mientras habían dejado a Suigetsu jugando un juego de video con Sarada.
– ¿Y cómo vas con él? – le preguntó Sakura.
– Bien… hace un tiempo que comenzamos a salir. Creí que ya era hora – contestó Karin –. Las cosas han seguido su curso.
Sakura probó la sopa e hizo una cara de desagrado.
– Esto está quedando muy mal. Hasta me está fastidiando su olor.
– A ver – dijo Karin probándolas también –. No sé de qué hablas, están deliciosas.
– Uff – la pelirrosa negó con la cabeza, abanicándose con una mano –. No, no lo creo. Pero está haciendo mucho calor – y fue a voltearse para salir de la cocina cuando se sintió desorientada y perdió el equilibrio.
– ¡Sakura! – la sostuvo Karin – ¿te encuentras bien? ¡Suigetsu, ven aquí!
Él llegó y ayudó a Karin a llevar a Sakura hasta una silla.
– ¿Estás enferma? Dime – le preguntó Karin –. Tienes que ir con un médico.
– Sí, descuida. No es nada.
– Lo mismo le he dicho yo – aportó Sarada –. La he notado diferente últimamente. Y se lo dije a papá.
– Sarada, te dije que no es nada. No es necesario que preocupes a Sasuke.
– Lo siento, mamá; él merece enterarse.
Sakura se recuperó pronto y almorzaron, pero ella rechazó parte de la comida. Cuando Suigetsu y Karin se iban a ir ya, ésta última le hizo una pregunta a Sakura en voz baja.
– Dime, ¿ya tuviste tu periodo?
– Tengo un retraso – se sonrojó la oficial.
– Bien – Karin sonrió y le guiñó un ojo –. Ya sabes… si necesitas mi ayuda otra vez, puedes llamarme.
Esa indirecta le hizo sospechar lo mismo. Sakura tomó una decisión.
….
Sasuke regresó pocos días después. Creyó encontrar todo normal, pero sus dos preciadas mujeres se comportaban de manera extraña; se miraban a veces y sonreían o murmuraban entre ellas, como si supieran algo que él no. Las primeras horas Sasuke intentó no prestarles atención, pero después se llenó de curiosidad.
– Ustedes dos me están ocultando algo, ¿verdad?
Ambas se sonrojaron. Fue Sarada quien no se contuvo.
– ¡Vamos, mamá! Sé que lo deberíamos guardar hasta navidad que es dentro de poco, pero yo no aguanto más.
– Está bien – sonrió Sakura con verdadero regocijo mientras se frotaba las manos como si estuviera nerviosa. Miró a su esposo –. Cariño, la verdad es que yo estoy…
– ¡Está embarazada, papá! – lo gritó Sarada con emoción.
Sasuke abrió más los ojos.
– ¿Sakura? – se dirigió a su esposa acercándosele hasta quedar a un centímetro de ella – Sakura…
Ella levantó la cabeza para mirarlo.
– Es verdad – confirmó su esposa –. Me hice los exámenes de sangre para verificar porque yo tampoco lo podía creer…
Y no siguió hablando porque Sasuke se había puesto de rodillas ante ella y había metido la cara en su abdomen, abrazándola. Sakura le acarició el cabello mirándolo con amor.
Sarada los observaba conmovida. Su padre estaba feliz. Su madre estaba feliz.
Ella también era feliz.
….
Hacía un día hermoso.
La invitación se había diseminado como agua derramada. Sarada le contó a Chouchou que sir Kakashi había convidado a sus padres a un picnic; Boruto escuchó eso y dijo que a Naruto también le habían pedido que los acompañase. Chouchou se sintió antojada por lo mismo y comentó a sus padres y a sus compañeros Inojin y Shikadai para que también asistieran. Lo que no sabían los niños era que sus padres (los policías) Sai, Chouji y Shikamaru también habían sido invitados por Kakashi.
Así, aquel día se encontraron muchas caras conocidas: Kakashi, Yamato, Gai, Lee y su hijo, la familia Yamanaka, la familia Akimichi, la familia Nara, la familia Uzumaki Hyuga, la familia Uchiha Haruno y la familia Uchiha Nohara; hasta los padres de Sakura estaban allí, Sarada quiso que sus abuelos estuvieran presentes; Naruto había decidido llevar a Jiraiya y a Iruka y Sakura invitó a Tsunade. Extrañamente, poco después Mitsuki que había querido acompañar a sus compañeros de equipo (Boruto y Sarada) se presentó con su único padre de familia: Orochimaru. Fue un picnic gigantesco, todos unieron sus mantas y cojines pequeños, y compartieron su comida.
En adición, otros conocidos también se hallaban por el lugar: Kiba había ido a pasear con su novia y sus respectivas mascotas, Shino instruía a un grupo de niños acerca de los insectos y se vio a Itachi caminar al lado de una bella señorita de cabellos cafés.
– Es una vieja compañera suya – le dijo Sasuke a Sakura. Él ya había escuchado la sorprendente historia de su hermano –. No se habían visto en mucho tiempo.
En ese momento, pasaron a una decena de metros de ellos una pareja con su hijo pequeño. Sasuke los observó y reconoció al hombre: era el detective Hyuga Neji junto a su esposa Tenten y su hijo. Él también miró a Sasuke y ambos asintieron con la cabeza en modo de saludo.
En un momento, Sakura tomó la mano de su esposo y lo condujo a un lugar más apartado, cerca del lago. Aspiró y suspiró profundo.
– Cuánta paz, ¿no? – comentó serena – Este lugar me hace bien.
– Bueno, entonces vendremos más a menudo – la abrazó Sasuke desde atrás, poniendo sus manos en el vientre de ella –. Me pregunto qué será…
– Tal vez otra niña – aventuró Sakura.
– O un niño – dijo él –. O ambos… ¿Qué tal gemelos?
– Eso estará por verse – se rió ella –. Sea como sea, es nuestro – se volteó y le enlazó a su esposo las manos en el cuello.
Sasuke observó su expresión beatifica.
– Sabes… durante mi último viaje me estuve preguntando algo.
– ¿Qué? – quiso saber la pelirrosa.
– Después de todo, en nuestra anterior enemistad, ¿Quién ganó? ¿los dos? ¿ninguno? ¿o fue que nos dimos por vencidos?
Sakura pareció pensarlo un momento.
– Creo que perdimos la victoria por darnos por vencidos, pero… – volteó hacia donde estaban los demás recreándose, los niños jugaban, los adultos comían mientras conversaban, reían –, mira a tu alrededor, Sasuke. ¿No es este un verdadero triunfo?
Sasuke hizo lo que ella y los observó a todos. Cruzó una mirada con Naruto y ambos parecieron pensar lo mismo: desde sus posiciones harían lo posible por mantener la paz, para que hubieran más momentos como ese que valieran la pena. Luego miró a su hija, estaba feliz divirtiéndose con sus compañeros y el perro de Kiba: Akamaru.
– Sí – contestó a Sakura y puso sus dedos en la frente de ella. Al retirarlos, la vio sonrojada y sonriente –. Es justo como dices.
El mundo por fin tenía color para él. Ya no sufría, ya no iba tras nadie y ya no huía de nadie.
– No estás solo, Sasuke – le recordó ella. Fueron las mismas palabras que le dijo en su luna de miel –. No lo estarás más.
– Lo sé – Sasuke le dio un beso en la boca tras el cual pegó su frente con la de ella –. Sakura… gracias por todo.
FIN.
….
¡Ya no puedo decir que continuará!
La verdad es que no encuentro palabras para expresar mi dicha de terminar esta historia, salvo: gracias, gracias y mil gracias a ustedes.
Sé que me tardé en presentar este último capítulo; tuve algunas dificultades que ya no vale la pena mencionar, no obstante, lamento mucho la espera, queridos lectores. Terminé ayer la historia, ayer diez de diciembre de 2017, día en que se cumplían dos años de la publicación del primer capítulo, pero no subí el final porque quería darle una buena editada que, por cierto, le hacía falta.
Adapté mucho de Naruto Gaiden aquí, y como Shin fue un enemigo poco importante, hice que desapareciera con la misma facilidad y rapidez con que apareció. No pretendí involucrar a Chouchou en todo ese asunto así como en el manga. Habría sido innecesario y una carga más para los personajes principales; ni siquiera Naruto estuvo muy envuelto en la pelea.
Recuerdo que la última vez les dije que eran libres de comentar lo que querían ver, y para complacerlos puse exactamente eso que pidieron: un reencuentro entre Sarada y Karin, un hijo para Rin y Obito del que Kakashi fuera el padrino, un encuentro fogoso entre Sakura y Sasuke tras una pelea, participación de Boruto (aunque no fuera muy activa), el descubrimiento de que Sasuke era el sr. H, una pareja para Itachi para lo cual hice aparecer a Izumi, que Sasuke saliera herido por proteger a su familia y lo que todos nosotros aún deseamos que suceda: un hermanito para Sarada. Esto último lo dejé abierto a su imaginación, que piensen ustedes en quiénes o quién podría complementar el clan Uchiha.
Algunos me han preguntado si seguiré haciendo historias, la respuesta es un sí, pero no garantizo que sean fics. Quiero aprender más y crecer porque me gusta hacer esto; es lo que más me apasiona.
A todos aquellos que han leído mi historia: gracias por su atención, apoyo y tiempo.
Yo, en el fondo de mi corazoncito, me alegro mucho de haberla culminado y contar con la fortuna de leer sus muchos comentarios y reacciones que me animaron a continuar.
Hubo quienes la abandonaron y habrán quienes la descubrirán poco o mucho después de subir yo este último capítulo. Y sea por recomendación o por tropezón, o por casualidad, o por ni siquiera saber cómo llegaron aquí, espero que les haya gustado, que hayan aprendido aunque sea una nueva palabra o significado. A mí me basta con haber aportado o causado algo en ustedes, desde una sonrisa o carcajada hasta un par de lágrimas.
Al final, no quise hacer un momento romántico entre nuestra pareja nada más, sino resaltar lo importante: el valor de la paz, del amor, de la amistad; por eso incluí a muchos personajes. Y por supuesto: así como la primera línea fue de Sakura, hacer la última de Sasuke nada menos que con esas palabras tan significativas que sólo dedicaba a ella, y que ahora yo, una vez más, repito a ustedes:
GRACIAS POR TODO.
Sigma Shey.