Título: ORANGE

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU.

Parejas: Stony porque ese tráiler me quemó el alma.

Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.

Warnings: Una idea sencilla, seguramente cuando Guerra Civil se estrene, esta historia dejará de tener sentido, mientras tanto, a imaginar.

Cuento breve.

Gracias por leerme.


Kaila

-¿Aún no lo crees, verdad?

-Hubo muertes, se perdieron demasiadas cosas.

-Y todos aprendimos la lección, Tony. Sobre todo a perdonar.

-Lamento que tu amistad con Barnes no sea lo que esperabas.

-Todos cambiamos.

-Lo dice quien tiene un suero que lo hace prácticamente inmortal.

-Extrañaba esos comentarios tuyos.

Tony simplemente sonrió encogiéndose de hombros. Luego de pasar un invierno con Steve, las pesadillas, ataques y aquella herida se habían marchado igual que la nieve cuando llegó la primavera al bosque. Tenía tristeza todavía pero no era por todo lo ocurrido sino por la ausencia de su peludo guardián al que había dejado en aquel mismo claro donde le encontrara malherido. Orange deseaba volver a su vida salvaje, era un ser vivo que pertenecía a la libertad de las altas montañas de Canadá. No podía negarle ese derecho cuando había pasado mucho tiempo a su lado, le había traído de vuelta al mundo de los vivos y a los brazos del Capitán América, quien estuvo de acuerdo con él en que no era un zorrito normal.

Se despidió con lágrimas, le hubiera comprado Manhattan si con eso lo retenía a su lado pero la mirada de Orange le dijo que debían separarse y al mismo tiempo le aseguraba que siempre estaría con él. Tony no podía explicar porque lo creía así. Era la misma certeza como cuando al fin encontraba el algoritmo correcto que mejoraba su armadura. Su zorrito le envolvió con su esponjoso cuerpo una vez más, limpiando su rostro antes de levantar su mentón con su hocico y sonreírle con su cola moviéndose cual rehilete, echando a correr sin mirar atrás. Le tomó unos minutos poder recobrarse y ponerse de pie tomando la mano de un paciente Steve, ambos bajando al pueblo cercano a esas montañas donde compraron algunos recuerdos entre charlas tranquilas, sin reclamos ni resentimientos.

-¿Te das cuenta que levantamos una Guerra Civil para terminar juntos?

-Viniendo de ti, Tony, ya nada me sorprende.

-¿Qué se supone que significa eso? ¿Que te provoco problemas?

Steve rodó sus ojos, riendo tranquilamente. –No, que eres demasiado Stark para conformarte con situaciones cotidianas como el resto del mundo.

-Hm. ¿Fury no ha perdido su ojo al estallar de rabia?

-Ya le he enviado un mensaje si eso es lo que quieres saber.

-¿Sobre nosotros?

-También sobre eso.

Tony sonrió complacido, cruzándose de brazos. –Un día le contaré a mis nietos de cómo el Capitán América cruzó un bosque cubierto de nieve solamente para encontrarme.

-¿Nietos, eh?

-Bueno, depende si das el siguiente paso.

-Algo me dice que eso me tomará más esfuerzo del que estoy imaginando.

-Es tu culpa, Stevie, bien pudiste haber esperado a que la nieve se retirara. Luego de tal presentación, sería todo un insulto a nuestra relación que me dieras un momento de lo más común para formalizar tu compromiso.

-¿Mi compromiso? –rió el capitán- ¿Qué hay del tuyo?

-Ahí está la tienda de artesanías nativas, iré a comprarle algo a Pepper. Tú, mientras tanto, tienes la misión de comprarme un café en aquel restaurante. Ya sabes cómo me gusta.

-Vamos a retomar la charla, Tony.

-También quiero una dona.

Steve negó con una risa divertida, robando un beso a su inquieto genio que estaba de vuelta antes de cruzar la calle hacia el restaurante modesto, el único de aquel pueblo. Abrió la puerta haciendo sonar las campanillas viejas, mirando alrededor de las mesas vacías en esos momentos, en busca de alguien que le atendiera en la barra frente a la cual tomó asiento cruzando sus manos sobre la madera barnizada.

-Señor, que gusto verle de vuelta –saludó una mujer de rasgos inuit entrada en años, terminando de secarse las manos al salir de las puertas de la cocina- ¿Encontró lo que estaba buscando, verdad? Sus ojos brillan alegres como su sonrisa.

-Gracias, así fue. ¿Puede prepararme dos cafés para llevar, por favor? Uno sin azúcar. Y una dona.

-Enseguida.

Mientras le observaba preparar su pedido, los ojos de Steve recorrieron la pared frente a él, llena de cuadros pintados al óleo, fotografías viejas para turistas y una piel pintada a mano que le hizo ponerse de pie para acercarse a observarla mejor. No la había notado en aquel entonces, por una mente agobiada por la pena.

-Disculpe –llamó a la dueña del restaurante al que hubiera llegado tiempo atrás preguntando por el paradero de Tony- ¿Podría ver de cerca ese dibujo?

-¿Cuál? –la mujer siguió la dirección de su mano señalando la piel, sonriendo ampliamente- ¿El zorrito?

-Por favor.

Tomando una escalerilla, lo bajó con cuidado para tender la piel sobre la barra ante la mirada atónita de Steve que no podía creer lo que veía. Era Orange. Con fecha de 1878. Levantó su vista hacia la mujer, quien volvió a sonreír.

-Veo que ha conocido a Kaila.

-¿Quién? Es decir…

-Es el dios de los cielos, capitán. Todo lo ve y todo lo sabe. A veces baja en forma de lobo, otras en forma de cuervo, oso, alce… otras como este zorro dibujado por mis ancestros cuando se asentaron en este pueblo a donde Kaila los trajo para salvarlos del peor invierno que mi pueblo, el pueblo inuit, sufriera en aquel entonces.

-Lo cargué, lo alimenté. Sabía que no era un animal normal pero…

-¿Jamás imaginó que se tratara de un dios, verdad? Mucho menos que le hubiera escuchado. ¿Recuerda mis palabras?

-Si yo lo pedía de todo corazón, mi ruego sería escuchado y encontraría lo que estaba buscando.

-Kaila siempre ayuda a las almas necesitadas.

Steve tomó entre sus manos aquel pedazo de piel con el dibujo de Orange, o mejor dicho, el dios Kaila. Cuando persiguiera cual desesperado las pistas de Tony, había llegado a ese pueblo en una pausa angustiante, sentándose en ese mismo banquillo donde aquella buena mujer le consoló diciéndole que podía tener ayuda si así lo pedía, al verle tan desconsolado. Steve entonces suplicó que Tony no muriera, que pudiera encontrarle. Estaba por dar su ubicación al Quinjet cuando vio a Orange atorado en una alambrada, corriendo a liberarle antes de que terminara ahorcado. El zorrito le jaló entonces, con insistencia, llevándole hasta el bosque a donde vio la cabaña en lo alto, perdiéndole de vista en el acto. Se había asombrado de verle herido en aquel claro, creyendo que había sido un animal domesticado por aquel genio que tanto había anhelado encontrar porque quería pedirle perdón por tantas cosas y sobre todo, decirle cuanto le amaba.

Luego de perder a Peggy no iba a permitir que se repitiera la situación. Y menos cuando Orange siempre aparecía en su cuarto dentro del cuartel con una tarjeta de memoria en el hocico donde venía grabada una canción distinta que él había escuchado a solas, primero sin comprender ese gesto del zorrito y luego cayendo en la cuenta de que estaba diciéndole cómo se sentía Tony quien se negaba a decirle palabra alguna. Claro, con ayuda de James quien más avispado en esos temas le había dado la pista de lo que sucedía. Momento en que su querido Stark había huido de vuelta a Canadá a esa cabaña. Pero ni la peor nevada iba a interponerse en su misión, menos cuando sabía que ambos sentían lo mismo pero estaban cometiendo el mismo error que durante la guerra, quedándose con sus confesiones en vez de compartirlas. Y una vez más, cuando había perdido el rumbo, Orange había aparecido por encima de la nieve para guiarle antes de perderse, abriéndole la puerta de la cabaña para zanjar de una buena vez todos aquellos malentendidos, sinsabores y heridas que debían ser sanadas.

-Orange… -murmuró acariciando el dibujo- Supongo que esta piel no está a la venta, ¿verdad?

-Kaila siempre estará en su alma, capitán. No necesita de un dibujo para verle.

-¿Cuánto debo?

La mujer rió, tendiéndole la bolsa de papel. –La casa paga, por Kaila.

Tony ya le esperaba impaciente afuera de la tienda de artesanías, arqueando una ceja de brazos cruzados con sus compras colgando de una mano.

-Empezaba a preguntarme si no estabas perdido.

-Soy bueno congelándome, no perdiéndome.

-Arg, tienes que refinar tu sarcasmo. ¿Mi café?

Steve le robó un beso, abrazándole por su cintura, ganándose una mirada interrogativa.

-¿Sabes, Tony? Solamente alguien tan especial como tú pudo hacerse de la compañía de un dios.

-Creo que me he perdido parte importante de tu conversación. No entiendo nada.

-Aquí está tu café y tu dona.

-Al fin. ¿Qué es eso de la compañía de un dios?

-¿Ya tienes el nombre de la nueva actualización de Viernes?

-Claro –Tony alzó sus cejas mordiendo su dona- Le llamaré Orange.

Con una nueva risa divertida que hizo fruncir el ceño a Tony, Steve le abrazó para subir a la motocicleta que esperaba por ellos.

-Algo me dice que Orange será especial.

-¿Estás seguro que no sufriste una contusión dentro del restaurante?

-Te amo, Tony Stark.

-Al menos esa parte quedó intacta.

La pareja se marchó en la motocicleta, entre bromas y risas, tomando la carretera que les llevaría hacia el punto de reunión con el Quinjet y los Vengadores. A lo lejos, en lo alto de una colina flanqueada por el espeso bosque, un zorro de ojos azules y pelo rubio les sonrió.

FIN