Me miré las manos, rojas, frías, descubiertas, a la merced del invierno y el viento fuerte que soplaba fuera de la escuela.

Lo había hecho de nuevo. Me salté clases con ella, porque sí. Porque cuando me pedía algo, nunca lograba decirle que no.

Yo estaba apoyada contra la pared, ella sentada en la nieve, seguramente congelándose.

"¿Cómo es que no te estás congelando el culo?"

"Mi culo es mágico. Ya deberías saberlo."

No quise seguir hablando. Tampoco tuve el valor de mirarla de nuevo. No con la imagen que su comentario había evocado.

Ughh. Qué asco. No pienses en eso.

Pero pensé en eso. Oh, cómo pensé en 'eso'.

Casi pude sentir sus labios contra los míos, su aliento rozando mi boca, nuestros muslos tocándose y las manos recorriendo cada centímetro de piel que encontraban.

Y me acordé de su lengua, escurridiza, mojada, adictiva…

Dios. Para.

Había sido cosa de una noche, nada más. Nunca más. Nunca pasó.

"Oye. Wendy."

"¿Hmm?"

"Ven aquí. Agáchate."

Me agaché.

"Acércate."

Me acerqué.

Y me besó.

Ay. AGHHH.

Lo peor es que no la detuve.

Porque me gustaba, porque sus labios sabían a cereza, porque pude probar esa lengua de nuevo.

Se separó de mí.

"Dime la verdad, ¿te gusto?"

"Sí. Mucho, muchísimo."

"¿Lo suficiente como para ser mi novia?"

"Lo suficiente como para ser tu novia."

Me besó muchas veces después de eso.

No me arrepiento.

,`:)

Ayyy. Qué asco esta forma de escribir mía. Bueno. Me largo.