¡He regresado y con una nueva historia! Espero que le vaya bien y tenga aceptación.

La idea de este fic llego meses atrás, mientras me preparaba para presentar mi examen, sé que es un poco precipitado publicarla, tomando en cuenta que no hace mucho comencé otra historia, pero la idea ya estaba y no podía sacármela de la cabeza. Se hacia dónde dirigiré la trama. Estoy haciendo trabajar a mis neuronas después de un merecido descanso para traerles una buena historia, agradable para pasar sus tiempos de ocio o insomnio.

Antes de continuar tengo algunas aclaraciones. La historia se desarrolla en universo alterno. Como siempre, tratare de mantener las personalidades tan apegadas como me sea posible, anteriormente Sarada ha tenido apariciones fugaces en mis fics pero este es el primero donde su participación será fundamental, así que, les pido paciencia.

El título del fic pertenece a una pintura de Salvador Dalí.

Créditos de la imagen a su respectiva autora Angelacake 12, la verdad es que tiene trabajos preciosos, pero esta imagen es simplemente bellísima.

En fin, espero que el primer capítulo sea de su agrado, ustedes bien saben que cualquier comentario es bien recibido. Un abrazo fuerte y un beso enorme desde la distancia ¡Hasta pronto!

Disclaimer: Los personajes que aparecen esta historia no son creaciones mías ni me pertenecen, el universo de Naruto es obra de Masashi Kishimoto.

Summary: Al tener establecida su carrera y en la cúspide del éxito, Sakura trata de responder a los cuestionamientos de su hija entorno a su desconocido padre. ¿Cómo explicarle a una niña de doce años que es producto de sola una noche con un hombre prácticamente desconocido?

La miel es más dulce que la sangre

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Capítulo 1

Las cosas para la familia Haruno estaban mejorando.

Mebuki y Kizashi Haruno tenían un millón de motivos para celebrar y uno de ellos era su legado, el regalo más preciado que la vida podría otorgarles; Haruno Sakura, la única hija del matrimonio.

Los planes de la vivaz peli-rosa caían en gracia de sus padres, quienes le inculcaron una estricta e impetuosa educación durante sus dieciochos años de vida, mismos que rendían exquisitos frutos para los orgullosos progenitores.

Aquella decisión no sería la excepción para ambos. Mebuki y Kizashi confiaban plenamente en su preciada hija, quien los acompañaba en la cena familiar después de su ansiado retorno del internado en Europa.

La peli-rosa aun llevaba puesto el uniforme puesto, su madre estaba impaciente por tener a Sakura con ellos, por lo tanto, al poner un pie fuera del automóvil, la chica se vio obligada a acompañar a sus padres en la cena de bienvenida.

Durante tres horas estuvieron charlando sobre los estudios. La idea de enviarla a un internado había sido de Mebuki, su madre, quien argumentaba que una educación fuera del país sería bastante ventajoso para la chica, esto le otorgaría la oportunidad de abrirse paso entre la inmensa competencia que existía en el mercado laboral y por supuesto, obtendría más ofertas al conocer su formación como estudiante y persona.

Entusiasmada, Sakura relataba como había sido su vida tres años lejos de casa, en un país desconocido. Recorrió la mitad del mundo en cuantiosos viajes escolares, lujos que solo la clase alta podía tomarse sin preocupación alguna. Sonriente, describió a cada una de sus amistades, de las cuales gran parte de ellas eran mujeres de distintas partes del mundo que tal vez no volvería a ver en su vida pero conservaría en sus recuerdos.

¿Y has pensado a que universidad ingresar? El lapso de trámites está por finalizar. — Irrumpió su padre, bebiendo un sorbo de aquel vino costoso que formaba parte de una vasta colección.

Bueno yo…— La sonrisa se había esfumado por completo del rostro de la peli-rosa. Por supuesto que tenía un plan, uno bastante bueno a su parecer pero temía que sus padres lo rechazaran por completo, lo tomarían como una locura adolescente. —

Habla, Sakura, no te quedes callada. — Ordenó su madre, mirándola cautelosamente. —

He decidió que ingresaré a la universidad de Tokio. Estuve investigando al respecto sobre el plan académico y las ofertas son buenas. — Explicó con entusiasmo, contemplando la mueca de desaprobación que proyectaba el rostro de su madre a medida que continuaba con su relato. — El departamento de medicina está bien equipado, además, no derrocharíamos tanto dinero en colegiaturas excesivas, creo que es tiempo que conozca el mundo. —

Imposible. — Espetó Mebuki con una sonrisa irónica. — Irás a la Universidad médica de Tokio. Te formaras con profesores capacitados. —

Pero mamá, esto entra en mi plan. Ingresare a la Universidad de Tokio, me graduare e iniciare los trámites para estudiar una especialidad en Inglaterra. Las oportunidades que ofrece esta universidad son buenas e incluso mejores que las de una universidad privada. — Alegó firmemente, Sakura mantendría su palabra, por primera vez en su vida, deseaba tomar decisiones por su cuenta.

¿Y cuáles son tus planes, Sakura?— Preguntó su padre, deteniendo una inminente disputa entre Mebuki y la aludida. —

Creo que he dicho la mayor parte de mis planes. Me han mantenido alejada durante tanto tiempo, es momento que me establezca en casa, estoy segura que voy a lograrlo. Me convertiré en una gran cirujana, no hace nada que pueda decepcionarlos. Después de terminar la carrera, tal vez contraiga matrimonio…y quien sabe, dentro de unos años decida formar mi propia familia. —

Si eso es lo que tú deseas, adelante. No puedo sentirme más orgulloso de ti, Sakura. — Mebuki dedico una mirada fulminante a su marido, no esperaba que Kizashi se pusiera de lado de Sakura y apoyara su decisión descabellada pero la peli-rosa, muy en el fondo, festejaba el triunfo obtenido.

Gracias papá, significa mucho para mi. — Existía una frase que Sakura desconocía por completo: "Si quieres hacer reír a dios, cuéntale tus planes".

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Aquel recuerdo llegó como un rayo a su mente, obligándola a despertar del fugaz sueño que tomaba entre los descansos. El día era atenuante, el trabajo no dejaba de llegar por doquier, ese turno había sido el más largo de su vida hasta el momento pero por suerte estaba a punto de finalizar.

Contemplo su rostro cansado en el espejo, las ojeras decoraban sus hermosos ojos verdes, llevaba un día entero sin dormir, recorriendo los pasillos del hospital de un lado a otro, atendiendo emergencias quirúrgicas que demandaban la presencia de la afamada cirujana Haruno Sakura.

Muchos años de estudio y sacrificio la dirigieron por el camino anhelado. A sus treinta y tres años de vida, la joven peli-rosa estaba satisfecha con todo lo realizado en el camino, sin importar las consecuencias de sus decisiones.

—Frentona, pareces cansada. — Mascullo Ino, despojándose del traje medico color verde. —

—Ni como negarlo, esa cirugía ha sido complicada. — Enjabono sus manos, efectuando los movimientos aprendidos y adoptados como una costumbre durante sus años como estudiante de medicina, apegándose al protocolo establecido en la sala de operaciones. —

—Es extraño escucharte decir eso. Normalmente todo te lo tomas a juego. — Bromeo la rubia, arrancándole una sonrisa a la oji-verde.

—Bueno, para todo existe una primera vez ¿no?—

—Basta ya, la modestia no va contigo, frentona. — Ambas chicas abandonaron el quirófano entre carcajadas, recorriendo los extensos pasillos del hospital. — Iré a cambiarme, ¿vienes?—

—Te alcanzó en un minuto, olvide entregar un informe. No tardo. — A pesar de tener un trabajo atenuante, Sakura amaba lo que hacía día a día. Nada la reconfortaba más que salvar vidas, por lo tanto, no le importaba pasar toda la noche en vela, dirigiéndose de un lado a otro por todo el hospital.

Rezaba para que los minutos pasaran rápido, dejar el informe para el final fue una mala idea pero entregarlo en ese momento agilizaría el trabajo del día siguiente. Abrió con rapidez la puerta que resguardaba su oficina y entre la montaña de carpetas amarillas, meticulosamente acomodadas en el escritorio, alcanzo la primera de la fila, revisando con rapidez cada uno de los detalles importantes, aserciorandose que nada faltara en los renglones. Satisfecha, salió nuevamente de la habitación, colocando el seguro y dirigiéndose hasta la recepción, donde la jefa de piso aguardaba con un café en la mano y su impecable bata blanca sobre los hombros.

—Tsunade-sama. — Articuló agitada, realizando una reverencia en señal de respeto, saludo y disculpa por la tardanza. — Lamento entregar el informe tan tarde, lo había olvidado por completo, además, la cirugía de doce horas no ayudo bastante con la agilización del papeleo. —

La rubia tomo la carpeta, leyendo poco a poco las palabras redactadas por su intachable aprendiz.

Orgullosa con el trabajo le sonrió a la peli-rosa, quien yacía impaciente aguardando las palabras mágicas para permitirle ser libre y tener una merecida tarde de descanso.

—Bien hecho, Sakura. Puedes retirarte, nos vemos mañana a primera hora. —

—Gracias, Tsunade-sama. Hasta mañana. — Respondió sonriente. Sus piernas se movían por cuenta propia, dirigiéndola hasta los vestidores, donde Ino aguardaba por ella. Sakura solamente tomo su abrigo, la bufanda y su bolso, estaba agotada como para cambiarse de ropa, el abrigo ocultaría gran parte de su vestimenta.

— ¿Qué harás hoy por la tarde?— Preguntó Ino mientras salían del establecimiento.

El gélido aire rozo las mejillas sonrojadas de la peli-rosa, quien trataba de ocultar su rostro entre la calidez de la bufanda. Los últimos meses del invierno siempre eran los peores, o al menos eso pensaba ella.

—Pienso tomar un largo baño, comer y dormir, lo necesito. Mi cuerpo ya no se recupera tan fácil como hace diez años. —

—Lo sé, a veces deseo tener veintitrés de nuevo. La vida parecía sencilla. — Ino Yamanaka también provenía de una familia acomodada, su madre era una famosa organizadora de bodas, mientras su padre poseía una gran cantidad de viveros por todo Japón que repartían hermosas flores por el mundo. Era extraño que su única heredera enfocara la atención en una carrera tan diferente como lo era medicina. —

—La vida era sencilla. — Corrigió Sakura con una sonrisa. —

— ¡Mierda!— Gritó la rubia molesta, contemplando su reloj en la muñeca izquierda en repetidas ocasiones, como si esa acción fuese a detener el tiempo. —

— ¿Qué sucede?— Cuestiono Sakura alarmada. Le parecía fuera de lo normal escuchar maldecir a su mejor amiga, sobre todo cuando mantenían una conversación agradable y tranquila. —

—Olvide por completo que debía reunirme con el profesor de Inojin. Argumento que necesitaba hablar conmigo acerca de él. — Así es, Ino Yamanaka era la madre de un niño de doce años, fruto de un diminuto error en un día de pasión y locura desenfrenada.

— ¿Por qué no llamas a Sai? Apuesto a que estará dispuesto a asistir. — Sakura deseaba apaciguar las cosas, ella era consiente del cansancio que sentía su mejor amiga en esas instancias, por lo tanto, un poco de ayuda no le caería mal. —

—No lo creo, ha estado absorto en las pinturas para la galería. Este último mes nuestros horarios no han coincidido, creo que un día de estos tendré que agenda una cita con su secretaria para verlo. — Ambas rieron ante el comentario, el momento tenso había desaparecido. —

—Menos mal que yo no tengo nada de qué preocuparme. — Dijo Sakura orgullosa.

—Envidio tu posición, frentona. Es momento de partir, pero nos veremos mañana. Ya te contare cada una de las quejas que tiene Aburame Shino sobre Inojin. — Ino deposito un beso sobre la mejilla de su amiga en forma de despedida, siendo correspondida por la peli-rosa.

—Suerte con eso, hasta mañana, cerda. — Dicho esto, Sakura coloco los auriculares en sus oídios, desconectándose del mundo real para dirigirse a una dimensión donde la música era el único audible. Caminaba con rapidez hasta la estación más cercada de tren. Odiaba manejar cuando el sueño podía hacerse presa de ella, nunca fue fanática del drama y un accidente de tránsito suponía mucho pero mucho teatro.

Sabía de memoria el camino a casa, unos cuantos pasos hasta la estación del tren, descender en la tercera parada, caminar dos cuadras hacia la derecha y una a la izquierda hasta contemplar el lujoso edificio de departamentos.

En base a su trabajo, gracias a su sueldo y sin ayuda de sus padres, Sakura adquirió un departamento. Aquel edificio demandaba una cantidad excesiva para poder vivir en él, pero estaba ubicado en una zona privilegiada, por lo tanto, era un diamante por el cual los mejores postores luchaban.

Afortunadamente, Sakura vivía cómodamente ahí desde hace unos cuantos años. Al estar establecida, lo primero que hizo al mirar por décima ocasión sus finanzas fue comprar una casa decente. Evidentemente el amable joven de bienes raíces ayudo un poco en reducirle el costo ¿y cómo resistirse a ese complejo habitacional?, así que, sin depuro, firmo el contrato y en menos de una semana estaba instalada.

Subió con pesadumbre cada uno de los peldaños, buscando en el bolso las llaves que se perdían con facilidad. Aliviada y triunfante, se adentró en su apartamento, dejando las cosas en el suelo, ya tendría tiempo para levantarlas.

Colocó el abrigo y la bufanda sobre el perchero y dejó sus zapatos en la entrada.

— ¿Mamá?— Preguntó una niña de dulce voz al otro lado de la habitación. Sakura escucho sus delicados y rápidos pasos aproximarse.

—Soy yo, Sarada. — Recordaba con exactitud la frase de Woody Allen. Sarada no entraba en el plan de diez años que tenía Sakura cuando deseaba ingresar a la universidad, pero por supuesto, Dios se había muerto de risa con eso.

Sarada era su hija de doce años, compañera de clase de Inojin y producto de sexo casual.

La vida tenía preparadas cosas para ella que jamás imaginaria. Pero todo es por algo.

Si, sucedió. Justo en el momento que creía encontrarse en la cima del mundo. Afirmaba a capa y espada que aunque creyera ser invencible y que nada le sucedería a ella, no era así. Nunca imaginó estar en esa situación, y sufrió, el paso mal, sin embargo, hoy en día lo agradecía. Reiterando que abrazar a su hija después de un largo día de trabajo era lo mejor en la vida.

Quedar embarazada dio la vuelta a su mundo, en un sentido completamente positivo. El simple hecho de tener a Sarada a su lado todos los días la hacia la mujer más feliz del mundo.

Sakura rodeo a la pequeña, estrujándola contra su cuerpo.

—Mamá, muy apretado. — Replico Sarada, incomoda por la falta de oxígeno que ocasionaban los fuertes abrazos de su madre. —

—Lo lamento, la verdad es que te extrañe. — Confesó Sakura, sonriéndole apenada a la no tan pequeña pelinegra. — Prepararé algo de cenar mientras me cuentas como estuvo tu día. —

— ¡Si!—

El cansancio se esfumaba al llegar a casa. Nada le parecía más interesante que escuchar los relatos que tenía preparados Sarada para ella, siempre sonaban impresionantes y por supuesto, ella emitía su punto de vista a cada uno de ellos. También Sakura hablaba sobre el trabajo en el hospital, pero normalmente todo giraba en torno a la niña de sus ojos.

Durante la cena, Sakura se percató que algo malo sucedía con Sarada. Normalmente las pláticas fluían con rapidez pero esta vez, la afonía era constante.

— ¿Sucede algo malo, Sarada?— Esperaba que la respuesta no involucrara a algún chico que hiriera los sentimientos de su hija, porque si ese era el motivo de su tristeza, iría a darle una lección.

Sarada dudo, no era prudente contestar, o mejor dicho, no era prudente emitir la respuesta. La idea había estado implantada en su cabeza desde hace algunos años pero nunca tuvo el valor suficiente hasta ese día. Bebió un largo sorbo de agua y avizoró a su madre sumamente consternada, leyendo a la perfección la expresión dibujada en su rostro.

—Mamá ¿Por qué papá no está con nosotras? Digo, nunca lo mencionas tu o mis abuelos, es como un tema prohibido, como si estuviera muerto… ¿está muerto? ¿Por qué no se nada sobre él?— La inteligente Sarada tarde o temprano notaria la ausencia de esa figura fundamental en su vida. Sus ojos negros acusadores ponían a Sakura nerviosa, era la viva imagen de su padre…ella tenía la respuesta a cada una de las preguntas.

Desde pequeña, a Sarada le encantaba efectuar preguntas, demasiado complejas de vez en cuando pero nunca tan directas como el interrogatorio al que estaba siendo sometida.

—Bueno…creo que hablaremos de esto después. Estoy cansada. — Sakura se puso de pie, como si tuviera un resorte en el trasero, recogió los platos y coloco los restos de comida en la basura, dejando algunas cosas de la vajilla en el fregadero.

Sarada no estaba nada satisfecha con la respuesta, su madre le estaba ocultando algo y no estaría tranquila hasta conocer la identidad de su padre.

—Mamá, de verdad quiero saberlo. Todos en la escuela tienen un padre…y yo…— Cabizbaja, contemplo el suelo durante unos cuantos segundos.

—Sarada, creo que por el momento, aun no puedes comprender la situación. — Respondió Sakura resignada, suspirando fuertemente. No era adecuado relatarle aquella historia y cambiar la perspectiva que su hija tenía sobre ella y su padre. Inminentemente, las lágrimas y los sollozos quebrantaron el corazón de la peli-rosa, si estaba ocultando las cosas era por el bien de Sarada y nada más. Habían pasado tantos años desde la última vez que supo de aquel chico. Rápidamente, volvió a abrazarla, esta vez aun con más fuerza.

—Es muy apretado, mamá. — Murmuro Sarada sin corresponderle el abrazo.

—Tendremos que dejar la conversación para otra ocasión, ¿de acuerdo?— Sin más opción, Sarada asintió. No insistirá más…o al menos eso le haría creer a su madre. En realidad, no se daría por vencida en la misión de encontrar a su padre.

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Sarada rebuscaba entre los cajones de su madre, con la ciega y enorme esperanza de encontrar algún indicio sobre su padre. La búsqueda aun no era fructífera, al contrario, comenzaba a tornarse desalentadora, era como si aquel hombre se hubiese esfumado a la par del viento.

A punto de darse por vencida y decidir mantener en incognito la identidad de su padre, los dedos de Sarada se toparon con una pequeña caja de madera. Curiosa, alcanzo el objeto y lo colocó sobre el colchón de la cama, descubriendo el contenido inmediatamente.

Al parecer, la baratija resguardaba ciertos fragmentos de los recuerdos más preciados de su madre, pudo deducirlo al encontrar los brazaletes del hospital de ambas, un listón rojo que utilizaba cuando era pequeña y por supuesto un montón de fotografías.

—Comienzo a aburrirme. — Alegó la vivaz Choucho, quien ingenuamente imaginaba pasaría la tarde con su amiga hablando de chicos o leyendo el repertorio de revistas para adolescentes que llevaba en la mochila.

—Nunca creí estar de acuerdo pero…tiene razón. — Coincidió Boruto, compañero y amigo de la infancia de Sarada. El rubio se quedaría toda la tarde en casa de las Haruno, su madre debía salir de urgencia a su pueblo natal mientras su padre se encargaba de dirigir el cotizado despacho de abogado que se transmitía de generación en generación.

—Deberíamos hacer algo divertido ¿no lo crees?— Sarada detuvo la exploración al encontrar una foto curiosa. En la efigie aparecían Ino, Sai y por supuesto su madre. Lo que llamo más la atención de la pequeña pelinegra fue aquel hombre de rasgos llamativos, quien charlaba plácidamente con su madre a la hora de tomar la fotografía. — ¿Qué sucede? ¿Pasa algo malo?— Tanto Choucho como Boruto no dudaron en aproximarse a su amiga, contemplando con cautela la imagen entre las manos temblorosas de Sarada.

—Vaya, papá tenía el cabello largo. Veo que el viejo no perdía el tiempo con mamá. —

— ¡La tía Ino no ha cambiado por completo! ¡Y qué decir de tu madre, Sarada, charlando con un hombre apuesto!—

—Esto no me dice nada, simplemente es una imagen más. — Rayando al límite de la exasperación, Sarada estaba decidida a darse por vencida, no podía continuar. Si su madre protegía aquel secreto con recelo era por una buena razón.

— ¡Espera!— El llamado de Boruto paralizó sus movimientos. Anonadada, el rubio tomó la fotografía, analizándola con cautela. — El chico con el que charla tu madre, es Uchiha Sasuke, gran amigo de mi padre. No pude reconocerlo de inmediato, parece que tuvo un cambio bastante drástico. —

— ¡¿Así que lo conoces?!— Los parpados de Sarasa se elevaron, revelando la belleza de sus ojos oscuros, los cuales brillaban resplandecientes al escuchar la buena noticia.

—Por supuesto. A veces va a casa a cenar. Al parecer, él y papá se conocen desde pequeños. — Informó el rubio, restándole importancia a Sasuke, tomándolo como una persona más en su vida. —

— ¿Cómo dices que se llama?— Preguntó Sarada, tratando de retener toda la información posible para comenzar con la segunda fase de la búsqueda.

—Uchiha Sasuke. Es un importante arquitecto, trabaja en la torre corporativa Uchiha. Su familia es dueña de una de las más famosas constructoras de Japón. — Sarada regresó las cosas a su lugar, tratando de no dejar alguna pista que la delatará. Aguardaría el momento adecuado para proseguir con su propósito.

—Niños, los estuve llamando. — Dijo Sakura, irrumpiendo en la habitación. — La comida esta lista, bajen ahora o se enfriará. —

Al finalizar la tarde y después de una divertida sesión de juegos, Choucho y Boruto regresaron a sus casas. Sarada tenía tiempo suficiente para terminar sus deberes. Logró terminar la última tarea antes de que la idea de buscar al hombre de la fotografía regresara a su mente.

Lo primero que hizo fue encender la computadora de escritorio. Sakura tenía unas cuantas reglas acerca de usar el ordenador, la primera de ellas era finalizar todas las tareas. Dado que todos sus deberes estaban hechos y aún tenía un tiempo para vagar en internet, sus dedos teclearon con rapidez en el buscador el nombre de Uchiha Sasuke, encontrando un sinfín de resultados pero solamente uno confiable.

La página mostraba una fotografía donde aparecía un hombre apuesto y de aspecto serio, poseedor de un porte intimidante, encabezando el apartado destinado a relatar los triunfos del importante arquitecto, heredero directo de las construcciones Uchiha, Sasuke pertenecía a una notable familia de la alta sociedad en Tokio, así mismo, se reconocían cada uno de sus logros como estudiante en la Universidad de Tokio y por supuesto, su hazañas como experto en la materia.

Sus orbes ónix se dirigieron al final de la página, donde la dirección de la torre corporativa Uchiha aparecía. Rápidamente se deshizo de cada una de las pestañas al escuchar los pasos de su madre aproximarse a la habitación.

—Sarada, olvide decirte que mañana saldré un poco tarde, aun así, visitaremos a los abuelos cuando terminé mi turno en el hospital. — Sakura no sospechaba nada sobre los planes "malévolos" que asolaban la mente de su hija, confiaba plenamente en que Sarada seria paciente para escuchar la versión de la historia sobre la ausencia de su padre.

—Está bien mamá. Te estaré esperando en el colegio. — Una sonrisa y un beso en la mejilla fue más que suficiente para apaciguar a Sakura.

Recostada en la cama, la simple idea de pensar que aquel hombre podría ser su padre simplemente provocaba que una inmensa emoción tomara control de su cuerpo. Tenía un buen presentimiento al respecto, la visita planeada a la torre corporativa Uchiha sería un momento decisivo en su vida.

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El papeleo parecía interminable. Apenas finalizaba un informe cuando en su lugar llegaban cinco más. Necesitaba cinco minutos de descanso o colapsaría en una crisis nerviosa. Posó sus dedos sobre el tabique te la nariz. Se puso de pie y salió de la oficina, dirigiéndose con rapidez hasta la máquina de café expreso. Aquel café americano le ayudaría a reabastecer sus energías y terminar rápidamente con el trabajo.

— ¿No dormiste bien?— Ino levanto una ceja. Sakura se limitó a responder con un largo suspiro.

—Algo parecido, estoy preocupada por Sarada. Hace unos cuantos días preguntó por su padre. — Un largo sorbo a su taza de café no sirvió para endulzar o apaciguar el atenuante momento por el que pasaba.

Las dos caminaban con parsimonia al comedor exterior del hospital, ambas se instaron para ponerse cómodas en una de las mesas más alejadas del lugar.

—Tarde o temprano el día llegaría. No culpo a Sarada, has mantenido a su padre como un secreto de estado, es normal que desee saber algo sobre él. — Sakura bufó decepcionada, la rubia tenia razón.

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Se maldecía a sí misma una y otra vez. Maldita fuera la hora en que sus ojos decidieron posarse sobre aquel vestido en el aparador, claramente un gasto innecesario, el dinero iba destinado al pago de intercambio y su padre no estaría dispuesto a derrocharle más por invertirlo en un capricho.

Situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas, los últimos arreglos del intercambio no se pagarían solos. Necesitaba el dinero, si su madre llegaba a enterarse le restregaría en la cara su falta de compromiso al ingresar en una universidad pública, diciéndole por milésima vez que era una mala idea. La peli-rosa podría jugar escuchar el sermón de su madre con claridad, estaba aterrada y no tenía escapatoria.

Contemplo su imagen reflejada en el espejo, podría admitir que lucía como una estrella de cine. Avizoro nuevamente su figura, permitió que su cabello cayera sobre sus hombros como cascada, mientras el labial rojo carmín resaltaba sus carnosos labios. Se sentía satisfecha con la efigie que el espejo le devolvía, en cambio, la presencia y opinión de sus padres aún permanecían en su mente, si tan solo le vieran vestida de esa manera, como cual Dita Von Teese, el corazón se les saldría por la boca.

Tomo la bata de seda y cubrió su cuerpo semidesnudo, caminando con la cabeza erguida y una seguridad desbordante hasta la zona pactada. Maldita fuera Ino quien la había metido en ese embrollo, si tan solo no hubiese aceptado de buena gana realizar tal favor para permitirle a su amiga escaparse con su novio, todo estaría bien, pero tanto ella como aquella prenda eran las causantes de su desgracia

El maestro aún continuaba con la explicación, el trabajo era sencillo, según lo explicado por la rubia. Sakura fungiría su papel como suplemente, sirviendo como modelo para los estudiantes de arquitectura de quinto semestre en la clase de dibujo. Todo pasaría muy rápido, solo debía soportar una hora y una que otra mirada lasciva por parte de algunos degenerados.

Jovencita, puedes pasar. — Ordenó con voz apacible el peliblanco sobre el estrado.

Temerosa, camino con cautela hasta el punto marcado, perdiendo por completo la visibilidad al contemplar directamente la luz blanca que estaba dirigida solamente a ella.

¿Cuál es tu nombre?— Pregunto el hombre en un susurro. Sakura estaba segura que su identidad seria difícil de mantener el anonimato gracias a su exótica apariencia, esperaba que esos chicos tuvieran la madurez suficiente para no comportarse cual puertos contemplando una revista pornográfica. —

Haruno, Haruno Sakura. — Respondió. — Estoy sustituyendo a Yamanaka Ino, se vio indispuesta a asistir pero me pidió que emitiera sus disculpas. —

Ya veo, de igual forma todo está perfecto. ¿Es la primera vez que haces esto?— Sakura asintió a la pregunta. El profesor trato de apaciguar su nerviosismo con una cálida sonrisa. — Todo saldrá a la perfección, solamente mantén la postura, será una hora atenuante. —

Dicho esto, Sakura dejo resbalar la bata sobre sus hombros, revelando el conjunto de lencería rojo y la hermosa figura de su cuerpo. Los comentarios no se hicieron esperar en la sala, y que decir el alboroto, la mayoría de los jóvenes estaban pasmados con su belleza.

Guarden silencio, no son unos niños para comportarse así. De manera atenta, le pido a cada uno de ustedes que le otorgue el debido respeto a su compañera, quien amablemente se ofreció para auxiliarlos en la práctica. — Sakura sintió un poco de sosiego al escuchar el apoyo del profesor, ciertamente estaba realizando un proyecto escolar más, nada de qué preocuparse.

Rápidamente, la chica tomo asiento, buscando la pose perfecta para ser inmortalizada en los cuadernos de dibujo.

En cuanto pudo visualizar bien, una mirada penetrante se posaba sobre ella. Con desespero, busco ese par de ojos que lograban exasperarla, encontrando a nada más y nada menos un apuesto joven, un chico que se encontraba en su apogeo, podría jurar que era la fiel representación de un adonis griego esculpido por el mismísimo Miguel Ángel: Con un metro ochenta y cinco, ojos negros hipnotizadores y un físico endemoniadamente perfecto, el azabache desconocido causo un impacto en la modelo.

Por su parte, al enigmático estudiante le parecía imposible apartar la mirada de la chica de apariencia exótica. Estaba seguro que su atención se vería proyectada como su contundente compromiso por la materia, una barda excusa para contemplar con parsimonia a la hermosa joven que se posaba frente a sus ojos.

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Asfixiada por el recuerdo, Sakura exhaló fuertemente, ahora se sentía como una terrible persona al ocultarle la verdad a Sarada, pero lo cierto era que ni ella misma sabia del paradero de su padre.

—Me cuesta admitirlo, pero tienes razón. Es egoísta de mi parte que le oculte a Sarada la identidad de su padre. — Mascullo, sonriendo irónicamente. —

—Todo saldrá bien ¿Qué es lo peor que podría pasar?—

—Tienes razón…está tarde hablare con ella. —

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La torre corporativa Uchiha se alzaba imponente entre los edificios más prestigiosos de la ciudad.

Cuando ambas niñas contemplaron el edificio, no pudieron poner en duda la belleza arquitectónica del mismo. Era obvio que la familia Uchiha trabajara en instalaciones dignas de la fama.

Sarada respiró hondo. Estaba cometiendo una hazaña impulsiva, si su madre llegaba a enterarse, el castigo sería una cadena perpetua confinada en su habitación, pero no tenía por qué saber a donde acudió después de la escuela ¿o sí?

Las dos niñas pasaron desapercibidas para los atareados hombres de negocios, absortos en las noticias constantes de la bolsa de valores o manteniendo charlas sobre las reformas económicas aplicadas a las empresas recientemente.

—Espera aquí, yo vendré en menos de lo que canta un gallo. — Avisó Sarada, disfrazando la preocupación en su tono de voz. —

—Está bien, no demores demasiado. Tenemos poco tiempo para regresar a la escuela. — Choucho estaba dispuesta a ayudar a su mejor amiga en lo que le fuese posible. Lo que estaba haciendo le parecía una locura que incrementaba los niveles de adrenalina.

Con paso firme, Sarada se aproximo hasta la recepción, colocándose de puntillas para avizorar con claridad a la mujer tras el escritorio.

—Buenos días, ¿puedo ayudarte en algo jovencita?— La exuberante rubia saludó cordialmente, cruzando su mirada con los ojos oscuros de ella.

—Si. — La pelinegra asintió automáticamente. — Estoy buscando al arquitecto, Uchiha Sasuke. — Trago saliva para retener la resequedad en su boca, las piernas le temblaban como gelatinas por el nerviosismo, la hora de encontrarse con ese hombre había llegado.

—Un momento. — Respondió sonriente, colocando un dedo sobre el intercomunicador y llevando el auricular del teléfono a su oído. Sarada contemplo a la secretaria asentir en reiteradas ocasiones y cuando finalizo la llamada, no tuvo más opción que esperar por una respuesta positiva. —

—Adelante, décimo piso, es la única oficina ubicada ahí, el elevador te llevara directamente. —

—Gracias. — Como alma que lleva el diablo, Sarada no depuro en dirigir el paso hasta el ascensor, presionando desesperadamente la tecla que la dirigiría hasta el haciendo piso número diez. La pelinegra comenzó a impacientarse y ver como se alejaba más del suelo solo lograban alterarla. — Un poco más…solo un poco y finalmente podre encontrarme con mi padre. —

Las puertas del ascensor se abrieron, dejando al descubierto la ansiada puerta que la separaba del posible hombre que podría ser su padre. Sus manos temblorosas golpearon en dos ocasiones la madera, manteniéndose en silencio durante largo rato.

—Adelante. — Escuchar la voz varonil le dio un vuelco en el corazón, no estaba segura de querer continuar con eso, algo en su interior la alentaba a proseguir.

Poco a poco fue abriendo la puerta, permitiéndole otear los lujos que una persona tan importante como su padre podía adquirir con facilidad. Rápidamente se encontró frente a él, en silencio, atónita y al borde del colapso mental.

Sasuke la miro con el entrecejo fruncido. La molestia era evidente en sus facciones, raramente jovencitas acudían a visitarlo a la oficina, todo era culpa de la nueva secretaria, quien desconocía por completo los rigurosos estatutos de reuniones implementado por el Uchiha.

—Debe ser una maldita broma. — Escuchó Sarada decir. Sasuke tomo el teléfono, presionando el intercomunicador desesperadamente. —

— ¡Espera!— Exclamo Sarada desesperada, solo ansiaba cinco minutos para explicarle el embrollo del que estaba construida su vida. — ¡Vine a verte! Es una historia confusa y bastante extraña, pero solamente estoy buscando respuestas. —

—Llamare a tus padres, no puedes estar aquí. —

— ¡No, por favor! ¡Solamente pido cinco minutos de tu tiempo, solo eso!— Respondió ella, conteniendo las lágrimas.

Sasuke seguía molesto, continuaba pensando que esa chiquilla era una imprudente, pero por una extraña razón, la curiosidad despertó en él la idea de permitirle hablar. Aun la miraba con desconfianza pero no desistió en otorgarle la valiosa oportunidad de explicarle el motivo de su visita.

Sarada sacó de la mochila una fotografía, colocándola sobre la superficie de cristal y acercándola hasta el azabache.

Sasuke se sorprendió al avizorar aquella efigie. Si su memoria no le fallaba, esa foto fue tomaba en la famosa fiesta de fin de semestre organizada por todos los departamentos de la universidad. Podía reconocer a todas las personas que aparecían ahí, sobre todo a esa chica de cabello rosado.

— ¿De dónde sacaste esto?— Sasuke se sorprendió de saber que una niña poseía tal imagen, tal vez se trata de una broma de mal gusto iniciada por Naruto. —

—Mi madre la guardaba entre sus cosas. — Le dijo. — Debes conocerla, en esa foto estás hablando con ella. —

Las palabras de Sarada fueron como un rayo hacia su cerebro. La molestia en su cerebro estaba maquinando un sinfín de hipótesis. Atónito, se puso de pie, caminando de un lado a otro al mismo tiempo que pasaba una mano por su rostro en señal de frustración. Deshizo el nudo de la corbata, debía tranquilizarse, un hombre como él no perdía la compostura.

Se rehusaba a creer que esa niña frente a sus ojos era hija de Haruno Sakura…la Haruno Sakura que él conoció.

—Llamaremos a tu madre para resolver todo esto. Creo que no tiene mucho sentido continuar esta conversación sin ella ¿verdad?—.

Continuara