Diabólicas Inspiraciones
Capítulo 14
El sentir sus manos frías tomándome sin dudar, apretándome cada tanto, torturándome con sus caricias y con mis deseos de seguir ahí, hacían que unos cuantos gemidos saliesen de mi boca, susurrando su nombre a pesar que el dolor se hiciese inminente.
–¡Me duele! –solté apretando las sábanas blancas de su cama.
–¡Ay, Señorita! –exclamó guardando la crema en el botiquín de primeros auxilios y conteniendo una risa burlona– usted es una dramática.
–Pero me duele –repetí acomodándome la blusa, cayendo boca arriba en esa cama tan grande y cerrando los ojos lentamente. Mi espalda de vez en cuando se tensaba por el dolor y no era nada agradable, por eso incluso el caminar me molestaba y decidí en descansar un poco antes de tomar impulso. Ese día no había sido productivo.
Undertaker tenía razón: dolería al día siguiente.
Ya la tarde estaba en su máximo apogeo y en aquel lugar, tal vez por el aire acondicionado que me golpeaba directamente, no lo sé, pero el cansancio era tan grande que solo deseaba dormir
La cama de Sebastián era tan cómoda, demasiado cómoda.
La misma cama donde él y yo…
Abrí los ojos de golpe y lo primero en ver fue, el rojo de los ojos del mayordomo. Los colores volvieron a mis mejillas y el recuerdo de la noche anterior volvió a mi mente; por poco ayer…
–Vaya, pensé que se había quedando dormida –dijo él, agachando su rostro para estar a centímetros del mío.
–¿Qué sigues haciendo aquí? –pregunté avergonzada; se acercaba con más insistencia y yo creí morir.
–Eso debería preguntárselo –dijo él arqueando una ceja– Esta es mi habitación y usted está sobre mi cama –susurró eso último muy sugestivamente.
Me miró depredadoramente y yo, con los músculos cansados, no podía escapar.
El rostro del demonio se contrajo en una muesca de fastidio y miró directo a la puerta.
–¿Ahora qué? –susurró molesto, parándose de la cama y yo detrás de él, confundida por su nueva actitud, ¿Qué ocurría ahora?
Un golpe repentino en la puerta principal aviso la llegada de un visitante, ¿Quién podía ser? Pero Sebastián no me dio tiempo de pensar, salió como una flecha hasta la puerta de madera y la abrió.
–¿Está Katherine? –preguntó la voz que menos deseaba escuchar. Me asomé y ahí estaba Michael, mirándome con una pequeña sonrisa apenada –Hola Kath.
–¿Qué quieres? –pregunté un tanto molesta.
–Vine a hablar contigo… a solas –susurró eso ultimo mirando a Sebastián. Miré al demonio y este hizo lo mismo conmigo. sus ojos centellaban llenos de enojo pero calló y aceptó irse cuando se lo pedí.
Como imaginaran, Michael empezó a hablar rápidamente, diciendo un montón de veces que lo que visto el otro día no era lo que parecía, que no significaba nada y así, yo por mi parte… No me importaba nada. Ahora estaba clara y me daba terriblemente igual lo que él hiciera, el único enojo latente era el que me viera como una tonta, porque había quedado como una, por culpa de esos recuerdos pasados y felices con él.
Entonces lo comprendí, ya no lo amaba, en realidad, desde que comenzamos de nuevo a hablar ya no lo sentía de esa manera. Amé la ilusión de felicidad mas no al hombre y al verlo el otro día con aquella desconocida, no lloré por lo que nunca fuimos, lloré por haber lastimado a alguien más.
–Katherine –me llamó, mirándome preocupado –¿Me escuchaste?
–¿Qué? –dije mirándolo de nuevo, ¡Mierda! Lo había ignorado –lo siento, ¿Qué decías?
–Que te quería pedir disculpas –susurró– quería invitarte a salir como recompensa.
–Lo siento Michael, pero me niego– dije calmada –no estoy interesada.
–Pero… –quiso decir algo pero no pudo, no lo dejé.
–Michael, mira, es mejor no seguir en contacto –expresé mirándolo; el hombre se desmoronaba –no eres tú… bueno, si eres tú, pero también fue mi culpa, en primer lugar no debí volver a hablar contigo luego de lo que hiciste, pero bueno, la gente a veces es masoquista, aun así, ahora me siento mucho mejor sin ti y lo de estos días fue una locura. Yo no puedo amarte porque ya no lo hago.
–Es por ese tipo, ¿Verdad? –siseó Michael, mirándome enojado.
No sabía que decir, podría mentirle. Podía decirle que no, que era porque me decepcionó tanto que me cansé pero no era así, en verdad era por el demonio. Sebastián se quedó en un lugar en mí que no podía ignorar, era importante para mí.
–…Sí –susurré mirándolo con el ceño fruncido y la mano en el pecho. Mi corazón palpitaba ansioso y la marca ardió un poco.
–¡Eres una puta, Katherine Jones! –exclamó molesto el hombre que alguna vez fue mi novio –eres una ramera cualquiera.
Acto seguido, levantó la mano como nunca imaginé verlo y esperé el golpe sin saber qué hacer, golpe que nunca llegó.
–Esa no es manera de tratar a una dama –comentó la voz de Sebastián a mi lado, ¿Cuándo había llegado hasta ahí?
Michael se miraba confundido, pero el enojo fue tan grande que a los segundos, usó su mano libre e intentó golpear el rostro del demonio. Sebastián también la tomó y con una sonrisa sombría, apretó con fuerza las manos del mi ex, tan fuerte que este cayó de rodillas mientras el demonio lo miraba burlón.
–Creo que deberías disculparte –susurró lúgubre, disfrutando la humillación de Michael. Esa era su naturaleza y miré asustada cuando la presión en sus manos se incrementaba –es delicioso escuchar tus huesos a punto de partirse.
Michael gritó pidiendo ayuda, pobre, los vecinos no estaban. Aun así, creí necesario parar aquello, a pesar que en el fondo disfrutaba un poco de esas circunstancias, sin embargo, no fui yo quien lo detuvo.
–Sebastián, suéltalo, es una orden –dijo Ciel a mis espaldas, pasando por mi lado. Lo veía enojado y con una mueca cruel en su rostro.
Sebastián soltó al hombre quien se arrastró como un pobre gusano por el suelo.
–Son… son… ¡Unos monstruos! –exclamó Michael diciendo a demás, una serie de insultos. Había olvidado como era cuando se enojaba y me sentí estúpida al pensar que había cambiado.
–¡Oh! –exclamó el pequeño caminando hacia él– para ser un humano sí que sabes.
–¡Los demandare, ya verán! –dijo a lo que Ciel acercó peligrosamente su rostro al hombre.
–Nadie te creerá –susurró el pequeño, con sus ojos diabólicos y colmillos puntiagudos.
Michael veía horrorizado aquello, no lo culpaba, no todos los días te encontrabas con demonios. Sentí pena por él, pero aun así, no entendía por qué Ciel había aceptado a mostrar su verdadera identidad. La voz del niño me sacó de mis dudas, era Ciel ordenándole a Michael que se fuera de la ciudad y que rezara por no encontrarse de nuevo conmigo. Michael aceptó aterrado, corriendo cuando el pequeño transformo en oscuridad el pasillo, mientras lo contemplaba con aquellos ojos.
Tengo que admitir que temí, un poco, pero sí lo hice. Era la misma mirada que usó al tener a Grell acorralado en el callejón. Sebastián por su parte, no actuó en ningún momento, solo miraba con sus ojos demoniacos la escena, parecía divertido.
Michael salió corriendo, tropezándose y volviendo a caer, así hasta salir definitivo del piso. Quedé boca abierta, presentarse así tan a la ligera y luego verlos sonrientes como si nada, como niños buenos. ¿Y si Michael le decía a alguien?
–¿Por qué hicieron eso? –pregunté.
–Tranquila Kath, no hará nada, descuida –dijo Ciel entrando al departamento.
–Es verdad Señorita, cálmese –pidió Sebastián detrás del Ciel. No comprendía su tranquilidad, al momento tal vez no lo expresé mucho pero, más que asustada estaba sorprendida, muy sorprendida y luego, sí, un poco de miedo tocó mi fibra sensible. Aun así, los demonios no parecieron importarle y volvieron a sus cosas, despreocupados.
Quería teclear en la computadora, seguir con esta historia pero nada; la inspiración no aparecía. Miré la hora en mi ordenador y eran pasada las diez de la noche; suspiré y apagué el aparato, sin sueño y pensando en lo ocurrido esa mañana.
Me había sincerado con Michael y conmigo misma, y era verdad, no podía negar lo que sentía por el demonio mayor. Quedé a oscuras en la habitación mientras miraba el techo y las ganas de dormir no llegaban, así que, un tanto pensativa y todo, salí rumbo a la televisión, pensando encontrar algo mientras el sueño llegara.
Los canales de televisión no pasaban la gran cosa, hasta que me detuve en uno en particular, pasaban una película de zombies que si bien, esas criaturas siempre me causaban miedo, no podía negar que aun así, amaba verlas.
Me arrepentí al verla, llevaba ya una hora entre sangre y viseras, parecía una bolita en el sofá y el miedo se apoderó de mí; miraba aterrada a los lados de la sala y odié tener solo la luz en el pasillo que estaba a mis espaldas. Me abracé con más fuerza al ver una escena muy gráfica, pero tal vez por mi masoquismo, no pensé en dejarla.
Al sentir una mano fría en mi hombro, mi cuerpo se tensó, terminando con el susto a mil y con ganas de llorar.
–Señorita –dijo Sebastián, entre sorprendido y burlón –perdone, no quería asustarla.
–Sebastián –susurré alterada y jadeante –¿Qué haces aquí?
–Quería ver como estaba –comenzó a explicar– veo que el golpe no le ha impedido hacer sus actividades, a pesar que el doctor explicó que era mejor tener su reposo.
Le mencioné que me encontraba mejor, no excelente, pero mejor; desde que él untó esa crema para dolores, el alivio era notorio. Me sonrió por eso y ¡Dios!, debo admitir lo increíblemente sexy que lucía. Llevaba su cabello un tanto alborotado, tal vez porque estaba acostado en su cama y se paró; su ropa consistía en una franela de algodón sin mangas y unos pantalones del mismo material de color azul oscuro. En ese momento hizo un ademán de irse pero yo le pedí que se quedara; estaba tan aterrada que su presencia era una salvación para mí.
–¡Ay Señorita! –exclamó acomodándose en el sofá– ¿Por qué ve cosas que le terminaran aterrando? Usted es una completa masoquista.
–Pero es muy buena la película –me defendí más calmada. Él bufó y miró entretenido la situación.
No dijo nada y solo me acompañó a ver la película. Debo admitir que me calmé con su compañía y que se volvió agradable.
Entre unas cuentas risas por sus comentarios ingeniosos y sustos, todo concluyó bien, dejándonos un buen sabor de boca. Apagué el aparato y me dispuse en ir a pararme cuando Sebastián me tomó desde mi cintura y me atrajo hacia él. No me atrevía en verlo, pero su aliento a un costado de mi rostro me desarmó. Tomé el valor para verlo y sus ojos se posaron sobre los míos, como dos flamantes llamas apasionadas que buscaban algo en mí.
–Señorita, quería agradecerle por la velada improvisada –ahora él hablaba como en un ronroneo insistente; tragué saliva al notarlo acercar su rostro al mío, pero más que el terror, una ansiedad terrible por tenerlo me embriagó. Esperé impaciente el beso no dado y al abrir mis ojos, me encontré con la sorpresa de verlo besar la unión entre mi nariz y mis mejillas, causando un choque eléctrico.
Los segundos parecieron minutos y estos, en horas. El tiempo detenido tomó su marcha habitual al separarse de mi piel, mirándome, aun con aquellos ojos que hablaban en un idioma extranjero y que me hizo sentir correspondida por un momento. Sí, tanto habían cambiado las cosas en tan poco tiempo que necesité de la decepción para darle paso a mi felicidad, pero luego, como si la realidad fuese cruel e impertinente, recordé mi situación actual con él y comprendí que no debía amarlo.
Aparté la mirada gacha y confundida, con los ojos a punto de estallar en llanto, recapitulé el contrato que me unía a su amo y por consecuencia, concluiría con mi muerte.
El teléfono sonó desde el pasillo y disparada de mi asiento, salí a tomarlo. Mi madre, con la voz un tanto animada me hablaba desde el otro lado, no parecía nada serio, pero la verdad, me mantuvo preocupada hasta que ella me contó el propósito de su llamada.
–Tu prima se casará –comentó pausadamente, dando a entender que esperaba alguna opinión de mi parte, admito que aquello me tomó por sorpresa, ¿Mi prima? ¿La misma mujer que decía que odiaba el matrimonio con su vida?
–Está embarazada, ¿Verdad? –comenté completamente segura y mi madre al otro lado de la bocina comenzó a regañarme por decir aquello solo para terminar confirmando mi suposición.
–De 4 meses –me informó la mujer que me había dado la vida.
–¿Quién es el pobre? –dije con humor a lo que mi madre me regañó entre risas.
–Un joven que trabaja con ella –fue lo único que dijo.
En fin, en resumidas cuentas, mi madre me informó que la boda se estaría realizando a finales del siguiente por lo que veía conveniente que fuera y yo, quien sabía de antemano que las vacaciones comenzaban a mediados del ese mismo mes, no lo vi tan tedioso, así que terminé aceptando y agradeciendo ese pequeño respiro de mi ajetreada vida... O eso creía yo.
Hola personitas, tanto tiempo, perdón por la demora pero es que la universidad como la edición de mi primera novela no me dejan quieta. A pesar de todo ando muy feliz.
Terminé mi primera novela en diciembre y aun sigo con la edición, una edición lenta por culpa de una computadora dañada.
El fanfic también lo andaré pasando al inglés para que más personas la lean y mientras tanto, he escrito microrrelatos eróticos que a muchos les han gustado.
Ya les dejo mi perfil en Me gusta escribir por si se animan.
Perfil de MeGustaEscribir: Anvi Silva.
Los Microrrelatos son Abismo, Pecado y una carta llamada Rumbo a la Locura.
Colocaría enlace pero saben como es Fanfictión.
Ahora, sobre la novela, creo que les comenté antes, pero es adaptada del fanfic, tiene mucho erotismo y escenas violentas porque aja, soy una cochinona (?)pero en serio, ando muy animada editandola y gracias a la ayuda de mi novio, le he dado un toque mucho más serio al tema. Muy pronto estaré pensando en publicarla, aunque no sé en donde, tampoco se si la venderé como libro electronico, solo sé que finalicé algo que es un abre boca de mi universo literario, lleno de demonios, hechiceros y demás criaturas.
Por eso pendiente y recuerden, seguiré con el fanfic. Los quiero, sin ustedes, tal vez nunca hubiese logrado nada.
Pd: Tal vez el proximo capitulo tenga Lemmon, no lo sé (?)