Llegamos a la actualización de las hermanas. Poco a poco voy regresando, pero tengan paciencia.


ºNunca te enamores de esas hermanasº

9: oscuridad en el camino


No puedo seguir tu sendero de oscuridad.

Toma mi mano, abro mi corazón

No puedo derrumbar la luz que hace que vea mi oscuridad.


Matsuri bajó las escaleras casi con los ojos pegados. Había dormido fatal. El recuerdo torturaba su mente. Y en todos los escenarios, su hermana moría. Sabía que Temari estaba bien —dentro de lo que cabía—, y viva. Pero por algún irónico motivo de culpabilidad su mente decidió jugarle malas pasadas con sueños terribles.

Se encontró a sus hermanas en la cocina. Y no estaban solas. Ya sabía que Itachi iba a quedarse, pero sorprendentemente, los demás hermanos también estaban. Menos él.

—Gaara duerme —le susurró Shikamaru mientras alargaba hacia ella la tostada que quería pillar entre los distintos platos.

Si seis hermanas ya ocupaban una gran mesa, con cinco hermanos más de por medio, necesitaban más sitio.

—¿Y el otro moreno? —cuestionó bajito aprovechando los gritos de Sakura y Ino.

Shikamaru se encogió de hombros.

—Haciendo lo que mejor se le da: el solitario.

Matsuri frunció el ceño como si acabara de soltar una frase de doble sentido. Shikamaru enarcó una ceja y ella, ruborizada, prefirió no hacer más profunda esa conversación. Al fin y al cabo, sólo había usado a Sasuke para intentar evitar que su interés por Gaara no fuera tan notable.

—Matsuri —llamó Izumi y por la forma en que arrastró las sílabas de su nombre, no era la primera vez.

—¿Qué? —cuestionó untando la mermelada sobre el pan.

—¿Dónde vas?

—A clases —respondió irónica—. No puedo faltar estos días. Mis exámenes están al caer y aunque papá tenga dinero, sigo manteniendo mi beca de estudios.

—¡Ni hablar! —exclamó Izumi—. Puedes faltar un día.

—No, no puedo —aseguró—. Y Temari no querría que faltara. Quería que estudiara y eso haré.

—¡Matsuri! —aseveró Izumi.

Itachi levantó una mano entre ellas, sosteniendo del brazo a Izumi después. La miró a ambas alternadamente.

—Si quiere ir, que vaya —le dijo. Matsuri levantó el mentón, satisfecha, hasta que continuó—: acompañada. Mi hermano irá con ella en todo momento.

Naruto, Shikamaru y Sai levantaron la mirada hacia él.

—¿Qué dices? —preguntó Izumi.

—Naruto, Sasuke y Sai irán a la universidad, así que se encargarán de Ino y Sakura. Yo me quedaré contigo y Hinata. Shikamaru puede encargarse de Matsuri. Dejemos que Gaara descanse.

Matsuri miró hacia Shikamaru con cierto recelo, pero el chico parecía tener tantas ganas como ella de esa tarea.

—¿Satisfecha? —preguntó Izumi, quien no parecía del todo segura con el plan—. Hazle caso a tu novio, anda.

Izumi enrojeció.

—No es mi… —gesticuló— ¡Matsuri!

Le dio la espalda, comiéndose la tostada y empezó a salir. Shikamaru enseguida la siguió. Las primeras calles fue de un sentimiento incómodo que aumentaba cada vez más.

Se detuvo, girando sobre sus talones para mirarle.

—¿Qué ocurre? —preguntó él rascándose la nuca con desgana.

—Así pareces un pederasta persiguiendo a una adolescente —acusó sin tapujos. Él parpadeó, confundido—. Ves delante. Es menos sospechoso si yo voy detrás tuya. No voy a hacer pellas (1) ni nada parecido, así que puedes caminar tranquilo.

Él frunció el ceño en desacuerdo.

—Será más difícil protegerte de ese modo.

Matsuri suspiró y pensó en algo.

—Silbaré —indicó—. Mi canción favorita. Si dejo de hacerlo para algo que no sea tomar aire, es que ocurre algo.

Él lo sopesó y por suerte, aceptó.

Se puso delante de ella y giraron la calle. Algo más tranquila y con menos tráfico, incluso de gente a esas horas.

Empezó a silbar.

Shikamaru la miró por encima del hombro con una mueca parecida a una sonrisa incrédula. Se preguntó por qué, pero intentó fingir que no le conocía. En realidad, no era nada malo. Podría caminar a su lado y nada pasaría, pero necesitaba pensar.

Y aunque el chico no se veía de los que se metían en los asuntos ajenos, no podía evitar pensar que le gustaría sacar información a cuenta de qué pensaba sobre su hermana y, por ende, también de Gaara.

No se lo había podido sacar de la cabeza. Antes ya lo tenía por ahí pululando, provocando que su corazón se acelerase y sentirse libre de hacer alguna trastada y que él estuviera envuelto de algún modo. Como colarse en su casa por la ventana en vez de por la puerta. Era emocionante.

Ahora era distinto.

Sabía que era imposible. Él se lo había asegurado y también recordaba el gesto de alivio del rostro de Temari antes de que el coche la embistiera. SIn embargo, su mente había calibrado escenas imposibles en las que Gaara lograba salvar a Temari y no comprendía por qué.

Y luego estaba la parte en que se imaginaba que ambos se enamoraban y creó un triángulo amoroso con el hombre que caminaba delante de ella.

Se frotó la frente, angustiada. Porque eso le había dolido de alguna forma.

Se detuvo al escuchar el chirrido de frenos. Su cuerpo se estremeció, encogiéndose sobre sí misma. Dejó de silbar justo cuando la puerta se abría y casi la golpeaba. Cayó de culo y miró atónita al pasamontañas del hombre y sus manos extendidas hacia ella.

Antes de que la tocase, la puerta se cerró bruscamente y lo golpeó, cayendo contra el suelo. El conductor soltó una palabrota y pisó el acelerador. La puerta se rompió contra el cristal de la parada de autobuses.

Shikamaru estaba encima del hombre que acababa de intentar raptarla.

Lo odiaba, pero iba a tener que darle la razón a Izumi: ese día no iba a ir a clases.

.

.

—Gaara. ¿Estás despierto?

Ahora sí y estaba muy tentando a golpear a alguien. Odiaba que le despertaran cuando por fin conseguía conciliar el sueño. Pero la voz de Shikamaru sonaba tensa.

Se asomó por encima de la barandilla.

Sujetaba a alguien por el pescuezo y a su lado, Matsuri se abrazaba a sí misma y miraba hacia él aterrada. Gaara chasqueó la lengua y empezó a bajar las escaleras con algo de torpeza por el sueño que todavía acumulaba. Cuando estuvo a su altura, se fijó en que el hombre apenas estaba consciente.

—Vas a matarle.

—No, por desgracia —negó Shikamaru—. He llamado a Itachi y enviará a uno de sus colegas policías. Lo mantendremos aquí mientras.

Gaara asintió y luego la miró a ella.

—¿Iban a por ella?

—Sí —respondió Shikamaru—. ¿Puedes quedarte con ella?

Asintió.

—¿Y Sasuke? —cuestionó antes de alejarse.

—No lo sé —confesó—. Estaba demasiado dormido.

Shikamaru asintió y tras hacer una señal, se llevó al hombre. Matsuri no lo perdió de vista hasta que la pared se interpuso. Luego le miró a él. Temblaba.

—Preparemos algo calmante —ofreció.

Tallándose un ojo, caminó hasta la cocina. Ella lo siguió arrastrando los pies y se dejó caer en una de las sillas.

—¿Qué está ocurriendo? —cuestionó al fin. Su voz estaba muy cerca de la histeria—. Ayer… casi me atropellan, atropellaron a Temari y hoy… Ahora… casi me secuestran.

Gaara no sabía cómo responder a eso. No conocía hasta qué punto podía permitirse hablar o hasta dónde había llegado Itachi en su mentira.

—Alguien quiere haceros daño —dijo al fin—. Lo consiguió con Temari y ahora, vuelve a intentarlo contigo. Seguramente, de secuestrarte, habrían pedido algo a cambio.

—Mi padre pagaría lo que fuera —dedujo ella.

Gaara le dio la espalda para echar azúcar en una taza y agua. Levemente, su comisura se levantó.

Ella no sabía que ellos no querían dinero. Si las pesquisas de Itachi eran correctas, ese sujeto lo que menos quería era la fortuna.

—Ha sido… aterrador.

Dejó las dos tazas sobre la mesa. Una junto a ella y otra, donde él estaba. La ignoró para acercarse a ella. Matsuri había inclinado la cabeza, con los cortos cabellos cubriendo su rostro. Por la tensión en su mentón comprendió que estaba esforzándose por contener el llanto.

Posó una mano sobre su cabeza.

—Llora —le dijo—. Si puedes, llora. Estás en tu derecho.

Ella pasó sus manos por su cintura y pegó su frente contra su vientre. Y sí, lloró. A mares.

Tan fuerte que cuando Izumi entró ni siquiera escucharon sus pasos y cuando se arrodilló a su lado, Matsuri le soltó y se abrazó a ella. Como un bebé que ruega por su madre.

—¿Shikamaru? —cuestionó Itachi.

Él respondió con un gesto y Itachi avanzó. Con los puños apretados.

Cinco minutos después, la puerta sonó. Gaara la abrió.

—¿Tu hermano? —cuestionó el hombre tras esta.

Gaara hizo una señal y se hizo a un lado.

—Kakuzu —llamó Itachi—. Aquí.

El hombre asintió y caminó silenciosamente hasta su hermano. Tras estrecharle la mano, escuchó su explicación mientras se encerraban en el salón. Cuando volvió con las otras dos mujeres, Matsuri ya estaba más calmada y tomaba las hierbas calmantes que le había preparado y Izumi se mordisqueaba el pulgar mientras miraba hacia él.

—¿Quién es? —preguntó.

—Un amigo policía de mi hermano —respondió encogiéndose de hombros. Tomó su taza.

Matsuri dio un trago y luego miró hacia su hermana.

—¿Qué hay con las demás?

—Sasuke y Sai se han marchado con Sakura e Ino a la universidad. Naruto iba a ir también, pero justo Shikamaru nos ha llamado y se ha quedado con Hinata.

Gaara entrecerró los ojos. Algo le dio mala espina.

Dejó su taza sobre la mesa de nuevo y sin mediar palabra, salió. Se olvidó que estaba en pijama o tomar las llaves.

Le vio intentar saltar la valla.

Tiró de él de los pantalones, tirándolo contra el suelo. El hombre le miró perplejo al no esperárselo.

—Hay una cosa llamada timbre —dijo encogiéndose de hombros.

El hombre levantó su pierna con intenciones de golpearle la cadera. Sostuvo el golpe con las manos y bajó la rodilla hasta obligarlo a soltar aire. Antes de que lo golpeara, una mano lo retuvo.

—Déjame esto a mí, chico.

Kakuzu y Itachi estaban sobre él. Itachi tiró de él para ayudarle a levantarse y Kakuzu levantó con una sola mano al sujeto, empotrándolo contra la valla.

—Tienes derecho a permanecer en silencio, cualquier mierda cosa que digas, bla, bla, bla.

Itachi enarcó una ceja.

—Sigues igual que siempre.

—No me pagan por soltar palabras estúpidas, sino por esto.

Le colocó las esposas y lo hizo girarse.

—¿Le conocéis?

Ambos negaron.

—Yo sí.

Se volvieron hacia la voz. Izumi sostenía de los hombros a Matsuri, que miraba la escena pálida y con la boca tensa.

—Es el hombre que conducía el coche del otro tipo —explicó—. Estaba junto al secuestrador.

Kakuzu tomó aire tan fuerte por la nariz que resonó.

—Mira por donde. Asalto de morada e intento de secuestro a una menor. Añadiré que también la tocaste e imaginaste cosas perversas con ella y que luego querías robar en su casa. Sí, será un buen sueldo el de hoy. Dos gilipollas al talego (2).

—Deja que Kisame hable con ellos antes —le recordó Itachi.

—Lo sé, lo sé —asintió Kakuzu empujando en la parte trasera de su coche al detenido. Shikamaru apareció con el otro y también lo empujó—. Chico. ¿No quieres entrar en la policía conmigo? —cuestionó.

Shikamaru chasqueó la lengua.

—No, gracias. Demasiado problemático.

Kakuzu ladeó la cabeza.

—Tendrías buena mano. No puedo creerme que lo hayas mantenido noqueado de esa forma hasta ahora. O… ¿prefieres ser un asesino en serio y que yo te persiga?

Itachi intervino.

—Deja de extorsionar a mis hermanos, Kakuzu.

—Tsk, ya me cortó el rollo —protestó—. En fin, avisaré a Kisame y luego meteré a estos dos entre rejas.

Se detuvo para mirar a Matsuri.

—Probablemente tendrás que declarar en su contra en algún momento, chica. Piensa que es para un buen bien. Y que, al menos estos dos, no van a hacerte nada nunca más.

Matsuri levantó la cabeza y asintió.

—Creo que el segundo no iba a por mí —expresó—. Pero no me importará hacerlo.

—Ya veremos —musitó Izumi—. Sigues siendo una menor.

Matsuri se revolvió.

—En nada cumpliré la mayoría de edad. No voy a ser pequeña para siempre. No lo voy a ser —aseguró. Le miró directamente.

Gaara no supo bien qué pensar o decir. No necesitaba ese tipo de explicación.

Kakuzu pasó un brazo por encima de sus hombros y le miró fijamente.

—¿Tengo que detenerte, chaval?

—¿Qué? —farfulló sin comprender.

—Kakuzu —advirtió Itachi.

EL nombrado levantó los brazos.

—Vale, vale. Pero si ponen precio por su cabeza, vendré a por él. Cuenta con ello, Itachi —advirtió.

Itachi hizo un gesto de desdén.

—Olvídate de mis hermanos —indicó—. Esto que llevas atrás es más importante.

Golpeó el techo del coche y Kakuzu terminó por entrar.

—Bien, bien. Me largo —anunció—. Llámame cuando tengas más cabezas que colgar.

Cuando Kakuzu se alejó, Izumi les miraba con gesto estudiado.

—Ese hombre no es un policía normal. ¿Verdad? —cuestionó.

—No —confirmó Itachi—. Antiguamente los llamaban mercenarios.

Izumi abrió mucho los ojos por la sorpresa.

—¿Y no podrían esos hombres comprar su libertad?

—Te aseguro que no —respondió Itachi—. Kakuzu tiene un buen sueldo que lo mantiene fiel a su trabajo.

Bajó la mirada hacia Matsuri y le dio un toque bajo la barbilla.

—Al final no podrás ir a clases, lo siento, peque.

Matsuri se encogió de hombros.

—No, pero llevaré el justificante de faltas más chulo de toda la vida —bromeó.

Gaara no pudo evitar sonreír un poco.

Quizás esa pequeña fuera más fuerte de lo que todos pensaban.

—Volved dentro. Iré en un momento —dijo Itachi.

Izumi asintió y sin soltar a Matsuri, empezó a caminar. Shikamaru detuvo a la pequeña y se inclinó para susurrarle algo al oído. Cuando terminó, ella le miraba a él y sonreía, con las mejillas sonrojadas.

Gaara no comprendió por qué, pero Shikamaru no iba a responderle de preguntárselo.

—El segundo tipo iba por la llave o Hinata —interrumpió sus propios pensamientos para mirar a Itachi una vez las chicas se alejaron.

—Seguramente —confirmó Shikamaru pensativo—. Quizás sea cosa mía, pero creo que quiere quitarse de en medio a las hermanas. Con Matsuri lo ha intentado dos veces ya. Probablemente, crea que sea la que más le duela a Hinata. Por el tema de la hermana pequeña y eso.

—Sí —asintió Itachi—. Irá intentando quitárselas de encima. Con Temari quería la casa a solas, pero falló cuando Ino, Sakura y Naruto se quedaron. Además, Sasuke y tú estabais en nuestra casa.

—Él sabe que también queremos la llave. ¿Verdad? —preguntó.

Itachi asintió.

—Sí. Cuando tomé la llamada para Hinata anoche me lo dijo antes de colgar. Sabe quién soy lo que quiero.

Gaara bufó.

—Estamos bien jodidos.

—¿Realmente lo crees? —cuestionó Shikamaru metiendo las manos en los bolsillos—. Ahora mismo, creo que ellas están más jodidas que nosotros.

Recordó a Temari esa madrugada antes de irse de la habitación. Pálida, con marcas en la cara del accidente. Pese a todo, le dio las gracias antes de volver a caer dormida. Hatake, sin embargo, lo hizo con más ahínco.

Eso le recordó las palabras antes de marcharse del hospital.

Cuando Temari esté mejor, tenemos que hablar, Gaara. Hemos de darte las gracias como se merecen. Recuérdales a tus hermanos que la cena sigue en pie. No me olvido. Pero empiezo a sospechar que una cena no es suficiente para pagaros.

—Hatake también tiene a Toneri en mira —recordó Shikamaru—. Eso nos da ventaja.

—Y ganarnos su confianza, nos abre las puertas, sí —afirmó Itachi—. En eso estamos. Lento, pero seguro.

Gaara bostezó un asentimiento.

—Vuelve a la cama —ordenó Itachi—. Ah, come algo antes y tómate la medicina.

Asintió distraído y regresó al interior de la casa. Nunca había querido tanto su cama.

Pero cuando se recostó, la cara de Matsuri prometiéndole que iba a crecer lo desconcertó.

¿Qué había querido decir con eso?

.

.

—Vale, Izumi me ha contestado por fin.

Sakura pegó tanto la cabeza contra la suya que podrían haberse fusionado. Le dio un codazo para que se apartara.

—Diablos, duele —protestó mirándola acusadoramente.

—Pues imagínate a mí la cabeza —recalcó señalando la zona—. Si te voy a leer igual el mensaje. ¿Por qué siempre tienes que tirarte encima mía para leerlos?

—Bueno, perdona —se excusó Sakura poniendo los ojos en blanco—. ¿Qué dice?

Ino volvió a mirar el móvil.

—Matsuri ya está en casa y no le ha pasado nada —respondió—. Como estamos con Sasuke y Sai dice que está tranquila, pero que igualmente estemos atentas.

—Es normal, no estamos en las mismas ramas y menos en las mismas zonas —puntualizó—. Además, tú haces muchas cosas al aire libre y yo estoy mucho tiempo en el laboratorio. Y Sasuke tiene…

Cerró la boca.

—¿Tiene qué? —cuestionó esa vez ella.

—No importa —negó Sakura moviendo una mano indiferente.

—Sakura —advirtió.

Pero su hermana no parecía estar por la labor de abrir la boca.

—Como sea. Tenemos de niñeras a dos buenos portentos —canturreó—. Aunque vaya ganas de pensar en eso, sinceramente.

Apoyó su mano sobre la mesa de café frente a ellas y miró el abarrotado lugar. La cafetería era siempre una marabunta de estudiantes y profesores.

—No sé ni cómo tienes cuerpo para bromear con ello —acusó Sakura.

Ino la miró.

—¿Me lo dice la que se dio un morreo con el guapetón del vecino? —devolvió.

Sakura enrojeció por un momento.

—¿Y? —preguntó a su vez—. ¿No le has visto hoy? Como si nada hubiera pasado.

—Creo que pensará que no está el horno para calentarse demasiado con el tema que está pasando —reflexionó Ino—. ¿Cómo puedes entrarle a una chica que tiene a una hermana en el hospital y otra casi ha sufrido un secuestro? Más bien, no sé ni qué hacemos nosotras aquí. Deberíamos de estar con Matsuri.

—En eso estoy de acuerdo —concedió Sakura encogiéndose de hombros—. Pero Izumi y Hinata están con ella. Además, Itachi no se despega de Izumi.

Ambas se miraron antes de que una pícara sonrisa cruzase su rostro.

—¿De qué están hablando?

Ambas miraron hacia el otro lado de la mesa. Sai y Sasuke aparecían con platos para todos. Dejaron los de ellas en frente y cada uno ocupó un lugar frente a ellas. Ino se percató de que en la muñeca del chico pintor estaba su coletero.

—Cosas de chicas —respondió—. Te daría mucho asquito si empezamos a hablar de ello delante tuya.

—¡Ino! —exclamó Sakura incrédula.

—Ah. El misterio femenino que los hombres debemos ignorar —resumió Sai encogiéndose de hombros—. Suerte la vuestra de desconocer el misterio masculino de convivir con cinco hermanos.

—No hace falta —zanjó Sakura negando con la cabeza.

—Sí, Izumi ya nos hizo un resumen de vuestro misterio masculino —recordó Ino. En aquel momento se había hinchado a risas junto a Sakura, aunque Izumi no estaba nada contenta—. De todas maneras. ¿Cuándo vas a devolverme eso?

Sai enarcó inquisitivamente una ceja y ella señaló su muñeca.

—Ah, esto —rememoró—. A cambio de un beso, quizás.

Sasuke escupió su bebida. Sakura dio un respingo en el asiento, preocupada.

Ino le dio una patada por debajo de la mesa a Sai, pero quien se quejó fue Sasuke.

—¿Qué demonios? —gruñó.

—Ups, pierna equivocada —confesó.

Sakura la miró a ella y luego a Sai, entrecerrando los ojos. Ino hizo una cruz con sus labios, prometiéndole que no había dicho nada. Y era cierto. Sakura mismo se desveló al hablar de más la noche anterior.

Se levantó y aferró del brazo a Sai.

—Ven conmigo —ordenó.

Sai sólo sonrió, curioso, dejándose arrastrar.

—¿Cómo se te ocurre soltar eso? —cuestionó una vez a solas.

Sai se perfiló los labios con los dedos.

—En realidad, quienes han tergiversado todo habéis sido tú y Sasuke. Interesante.

—¿Estás seguro? —acusó irritada—. ¿Por qué diablos lo has dicho entonces?

—Para ver cuál era el resultado y ha sido muy divertido descubrir tres, no, cuatro cosas.

Ino dio unos golpecitos con el pie en el suelo.

—¿Qué?

—Eres una fiera cuando se trata de defender a tu hermana y esconder tus secretos, Sasuke puede escupir su bebida si le pillan en algo, Sakura está muy mona cuando se sonroja.

—Eso son tres. ¿Y el cuarto? —apremió.

Sai sonrió.

—Que desde que he dicho que quiero un beso tuyo no has dejado de mirarme los labios.

Ino soltó un taco poco refinado, pero sus mejillas se tiñeron de rubor y los labios le cosquillean como si gritasen que era cierto. Intentó recomponerse cambiando de postura.

—¿No vas a darme el coletero? —preguntó.

—¿Vas a darme un beso? —respondió él a su vez.

Ino bufó.

—¿Eres un niño pequeño? —inquirió.

Él lo sopesó.

—No lo soy —negó al fin—. Aunque no tuve una infancia clara, así que no sé si alguna vez lo fui.

—Oh, Sai, no quería…

A él no le preocupaba. Pudo saberlo por la forma en que su boca se torció en una sonrisa, en que sus ojos brillaron y en el instante en que pasó su mano por su nuca; Ino supo que no tenía escapatoria.

Sai le robó un beso. Ella recuperó el coletero.

.

.

—¿Se lo has contado?

Sakura removió la comida con el tenedor sin ganas. No se atrevía a mirarle a los ojos.

—A ella, sí —respondió al rato—. Es mi hermana, iba a notarlo —se excusó.

Quizás él no comprendiese la capacidad intuitiva que Ino poseía para los chismes. No podía juzgarla.

—Además, el que ha reaccionado has sido tú —recordó mirando la servilleta que habían usado para secar su desastre—. No yo.

—No te has visto la cara —gruñó cambiando la postura.

Sakura lo descartó con un gesto de su mano. Se cruzó de brazos, tensando los dedos sobre sus codos.

—De todas maneras, te marchaste tan deprisa que no pude darte las gracias.

Él cambió la mirada a una más oscura que no supo reconocer.

—¿Por qué?

—Por el beso, no, claro —añadió—. Por… consolarme.

Él se encogió de hombros, restándole importancia.

—Aunque me intriga que decidieras colarte.

Sasuke se apoyó con el codo en la mesa y luego, la mejilla en el puño. Con gesto distraído, tomó un trozo de pan y empezó a hacer formas con sus dedos.

—Me imaginé justo lo que estaba pasando —dijo al fin—. Llorabas.

Sakura se apoyó sobre los codos, echándose hacia delante. Iba a responder algo, pero escuchó rasgarse algo y alguien gritar. Sasuke tiró de ella por encima de la mesa. Demasiado ágil, como un gato, cubriéndola con su cuerpo.

Alguien gritó.

No pudo ver quién fue, pero la gente comenzó a correr como loca hacia la salida. Sasuke la empujó debajo de la mesa, soportando los empujones o los pisotones. Ella le miró con los ojos muy abiertos.

—¿Qué ha sido eso? —exclamó.

Él la miró, impasible.

—Si no te hubieras movido, serían tus sesos los que estarían esparciéndose —respondió.

Un disparo.

Habían intentado matarla.

—¡Ino! —recordó aterrada.

Sasuke la retuvo.

—Está con mi hermano. Ahora, te sacaré de aquí.

Ella le miró atónita. Actuaba de un modo inesperado, lejos de lo que esperaría de un chico normal. La forma de moverse era extraña, casi sacada de una película de acción.

Al menos, no era tan aterrador como que momentos antes quisieran matarla.

.

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Temari no estaba tan drogada como para no comprender que ocurría algo. Su padre no hacía más que recibir llamadas y todas le ponían más nervioso y pálido. Rin, que estaba sentada muy inquieta en la silla a los pies de su cama, se apretaba las manos y le miraba, levantándose de vez en cuando para apretarle el brazo y consolarlo de algún modo.

—Papá. ¿Qué ocurre? —cuestionó al fin. No podía soportar más la intriga.

Su padre la miró, apretando los labios y frunciendo el ceño. Seguramente, preguntándose cómo debería de responder a su pregunta. Buscaría la forma de endulzar todo.

Temari no le daría esa oportunidad.

—¿Qué ocurre con mis hermanas?

—Temari —nombró él con dolor.

—Kakashi —dijo Rin a su vez—. No son niñas. No puedes esperar que se conformen con contarles que los reyes magos son seres mágicos que llegan después de navidad. Dile la verdad.

—Está…

—Estoy bien —interrumpió agradeciendo con la mirada a Rin—. Me preocuparé más si no me lo cuentas o me mientes.

Kakashi se sentó a su lado. Le tomó con cuidado la mano y se tomó su tiempo.

—Temari. Lo que te ocurrió, el accidente de coche…

—No es realmente un accidente —terminó por él. Su padre la miró fijamente—. Ese conductor iba a por mi hermana, Matsuri. Falló cuando Gaara la salvó y fue a por mí. Fui idiota por no saltar a un lado y quedarme quieta como un pasmarote. Que haya sobrevivido es un milagro. Así que no sea muy grave. Muy poca gente puede contarlo después.

—Eres una mujer fuerte y muy inteligente —felicitó Kakashi—. Sí, es como bien dices. Ese sujeto iba a por tu hermana. Falló y fue a por ti.

Temari parpadeó al no poder asentir con la cabeza. El collarín no se lo permitía.

—¿Qué más? —preguntó—. Dime que Hinata no ha hecho una locura y ha ido a reunirse con su prometido.

—Estuvo cerca —respondió su padre—. Me he visto en la obligación de pinchar su teléfono. Esperaba que la llamara y lo hizo. Por suerte, antes de que consiguiera persuadirla conseguí advertir a Itachi Uchiha.

—¿Qué? —cuestionó confusa.

Recordaba a Gaara dormido cuando la subieron a planta. Su padre le había explicado que él le había dado parte de su sangre. El hospital no tenía suficiente existencia de su extraño grupo sanguíneo. Gaara, pese a todo, le ofreció su sangre y se quedó de necesitar más. Pero cuando se despertó de nuevo él no estaba. No pudo agradecerle lo suficiente.

—Itachi Uchiha y sus hermanos están cuidado de tus hermanas.

—¿Están bien? —inquirió.

Kakashi levantó una mano para demandar calma. Temari protestó de dolor cuando intentó moverse y Rin puso su mano en su hombro.

—Espera y escucha, Temari —aconsejó amablemente—. A tu padre le cuesta también contarlo.

Sabía que tenía razón y aún así, sintió un poco de frustración por ello.

—Lo están. Sin embargo, han pasado cosas.

—¿Qué cosas? —apremió.

Kakashi tomó aire antes de responder.

—Intentaron secuestrar a Matsuri esta mañana. Entrar en nuestra casa cuando Hinata y Naruto estaban a solas. Y hace poco han disparado en la universidad a Sakura.

El terror se acomodó en ella. La máquina sobre su cabeza comenzó a pitar.

—¿Está bien? —cuestionó con la voz tensa—. Mis hermanas…

—Está bien, está bien —aseguró Kakashi poniéndose en pie—. Tranquila, Temari —suplicó—. Sakura está en casa con Ino. Sasuke y Sai estaban con ellas. Ahora están todas en casa.

La enfermera se asomó justo cuando la máquina descendía.

—¿Todo bien? —cuestionó mirándola a ella directamente.

—Sí —respondió—. Sólo tengo un poco de dolor y me alteré un poco.

La mujer asintió.

—Te traeré un poco más de calmante —prometió marchándose.

Los adultos asintieron y Temari buscó la mirada de su padre.

—Es él. ¿Verdad? Tengo metido en la cabeza que es él —aseguró—. Quiere a Hinata para él. Hará lo que sea para tenerla… Hasta matarnos a nosotros.

Su padre posó una mano sobre su frente, inclinándose también y besándosela.

—Sí —afirmó—. Sin embargo, ya ha sobrepasado mi paciencia.

Cuando se incorporó, Temari sintió un escalofrío. Hacía muchos años que no veía a su padre de ese modo. Rin la miró y supo que también había sentido lo mismo que ella.

—Te dejaré con Rin y he llamado a Neji para que os ayude —indicó—. Voy a irme un rato.

Besó a Rin, quien le prometió cuidar de ella y se marchó.

Rin la miró, sentándose a su lado.

—Siento haberte dicho eso —se disculpó—. Pero a tu padre a veces hay que pincharle. Se mete en su mundo, suelta frases distraídas para evitar hablar de más y termina tomando otro sendero. Y no quería que te alterases más de lo que ya estás.

—Comprendo —aceptó devolviéndole la mirada—. No te lo tomes a mal, Rin. Es que…

—Estáis acostumbradas a perder siempre una posible madre y eso os hace ser precavidas. Creéis que odiándome o excluyéndome os aliviará el dolor si muero o me aparto por algún motivo de vuestro padre. Lo comprendo.

Temari no pudo evitar la sorpresa.

—Además, todas habéis crecido con la idea de que Izumi es más vuestra madre que hermana —añadió.

—Sí —reconoció—. Quizás yo no tanto como las demás, pero sí.

Temari miró un momento el techo, rumiando la conversación.

—¿Quién estaba con Matsuri? —preguntó—. ¿Lo sabes?

Rin hizo memoria.

—Creo que tu padre ha dicho que era Shikamaru. El chico de la coleta. La alta, claro. El otro es Itachi.

—Ya veo… —murmuró—. Creo que cada vez les debemos más cosas sin quererlo. Les hemos arrastrado a esta locura.

Rin estuvo de acuerdo con ella.

—¿Por qué? —preguntó tras un rato de silencio.

—¿Por qué, qué? —cuestionó Rin.

—¿Por qué un hombre llega a ser tan tóxico, de esa forma? —respondió más concienzuda en su pregunta—. Creo que nunca podría estar con un hombre así. Que buscara el poder a costa de hacer daño a mis hermanas…

—Y espero que jamás tengas que estar con un hombre así. De verdad —aseguró Rin tomándole la mano con mucha cautela y dándole un apretón suave—. Desgraciadamente, la corrupción corrompe a muchas personas. Y los hombres que ya poseen poder, pero desean más, son los primeros. Hombres y mujeres. En eso, desgraciadamente, sí hay más igualdad.

—¿En qué mundo la hay?

Rin sonrió.

—Bueno, hace poco leí una historia de un mundo diferente gobernado por mujeres y hombres esclavizados, especialmente sexualmente.

Temari la miró incrédula.

—¿Qué clase de libros lees? —cuestionó.

—Era más interesante de lo que crees a simple vista. Se llamaba Amor vendido (3).

Temari maldijo ante la idea de apuntarla para leer más tarde. Al fin y al cabo, no era un secreto que le gustase esa clase de novelas extrañas y románticas.

—El caso es que la idea de esa historia es demostrar que la igualdad es la única solución. Hay drama, mucho. Pero si un hombre o una mujer corrompida lo lee, seguramente no lo verá igual que una persona que sí es abierta de mente y quiere eso. Creo que el prometido de tu hermana es justo esa clase de hombre. Tiene interés en cumplir sus deseos por encima de los demás. Para Hinata, vosotras sois la cosa más importante del mundo. Él quiere ser la cosa más importante y le estorbáis. Es difícil de aceptar, pero fácil de comprender.

Temari la escuchó pacientemente.

—Creo que tienes un historial muy grande, Rin.

Ella le sonrió.

—No puedes imaginarte —reconoció—. Precisamente, por eso amo a tu padre. No es el hombre codicioso, ni siquiera tras coger esa cantidad de dinero. Siempre mira más por vosotras que por él o por mí, sinceramente —recalcó—, cosa que, sinceramente, no me molesta. No me casé con él para que me mantuviera. Lo hice porque le amo. Especialmente, el modo en que habla de vosotras y demuestra cuánto os ama.

—¿Habláis de nosotras?

Rin soltó una risa.

—¡Nunca calla! —exclamó divertida—. Mira, puedo enumerar todo lo que dice, pero sería muy largo. Así que te haré un pequeño resumen.

Temari asintió, curiosa.

—Izumi —comenzó levantando un dedo—. Mi niña mayor. Ya debería de tener su vida hecha. Si no quiere casarse, estar con un hombre o una mujer, pero que al menos cumpla sus sueños. No me gusta que esté siempre atada a sus hermanas. Quiero verla feliz.

—En eso estamos todas de acuerdo —aseguró.

Rin continuó.

Mi Temari. Inteligente, guapa. Demasiado recta y una fiera que es difícil de domar. Sólo espero que alguien llene esa soledad a la que se aferra o de no hacerlo, que vea más allá de los libros y las aventuras y haga lo que quiere. Es un poco gruñona a veces, pero en realidad es una ternura de chica y se echa mucho en los hombros. Más de lo que puede cargar a veces. Sus hermanas la respetan y temen por igual, pero la quieren mucho.

Enrojeció sin poderlo evitar.

—Demasiado cursi —protestó avergonzada.

—Y lo he resumido —recordó Rin—. Hinata, ay, mi Hinata. Tan hermosa, tan tierna que cualquier idiota podría hacer con ella lo que quisiera. Miedo me da que hasta le diera las llaves de la casa para que entraran y les sirviera un té. No es tonta, ojo, pero tan noble… Ay, mi niña.

—Pues le entró un idiota en la vida al final.

—Lo sé y eso no se lo perdona tu padre.

—Él no tiene la culpa —objetó—. Hinata escogió el hombre equivocado.

—Eso no lo sabemos —corrigió Rin—. Yo podría estar locamente enamorada de tu padre y resultar ser un rufián que seguiré diciendo que es el mejor hombre. Eso es ceguera, claro, pero existe. Hinata fue un poco así al principio.

—Lo sé —reconoció suspirando—. Sólo espero que finalmente abra los ojos.

Su madrastra asintió con la cabeza antes de continuar.

Sakura e Ino. Ino y Sakura. Ambas están en una edad tan complicada y pese a ello, ambas son tan diferentes y tan únicas. Mi Sakura quiere ser doctora. ¡Doctora! Y ahora finalmente puedo pagar para que lo sea. Ino, sin embargo, lo intentó pero su talento es crear vida, belleza, con sus propias manos.

Y no se equivocaba. Temari había visto el plano que Ino había ideado para el jardín y sólo el boceto ya era maravilloso. Sakura también ponía codos. No había dicho lo de ser doctora de boquilla.

—Pero ambas tienen un carácter arrollador y complicado. ¿Verdad? —continuó.

Rin asintió.

—Creo que es bueno, personalmente —dijo encogiendo los hombros—. Tu padre teme que sea su perdición.

—Todo a su tiempo —reflexionó. Dudaba que Sakura y Ino perdieran por eso.

—Y por último, Matsuri.

—Su niña mono —dijo recordando el apodo cariñoso que su padre empleaba con ella.

—Así es —confirmó Rin antes de imitar una vez más el tono de voz de su padre—. Esa pequeña mía o hace que me de un paro cardiaco porque se cae de un árbol, de un tejado o cualquier lugar alto, o porque logra escribir un nobel.

—Cualquiera de las dos cosas son posibles —sopesó—. Sí, con Matsuri no se sabe nunca.

—Ella te admira mucho, Temari —aseguró Rin—. Quiere mucho a las demás, no creas, pero creo que su pilar eres tú.

—Porque siempre he estado encima suya —explicó—. Cuando éramos más jóvenes trepó a un árbol para coger una fruta. Juraría que eran peras. El caso es que resbaló. Me dio tal susto que fue la única vez que le di un coscorrón. Lloró y me uní a ella y todo del pánico que me dio de que no pudiera ponerse en pie. Al final resultó que era porque tenía las piernas dormidas sólo.

—Deja que adivine —propuso Rin—. Al final, Izumi os dio un coscorrón a las dos.

—Me lo gané, sí —asintió—. Ella por trepar y caerse y yo por pegar a mi hermana. Eso sí, no creas que Izumi es un ogro que nos pegó todo el tiempo.

—Oh, sí, se nota mucho —soltó sarcástica Rin.

Temari se quedó mirándola durante un rato. Rin parpadeó, curiosa.

—Realmente odiaré si después te marchas o algo —soltó.

Ella sonrió.

—No tengo pensado irme a ninguna parte, Temari.

La enfermera interrumpió su respuesta. Ella y Neji entraron a la par. El médico acudía de paisano y al verlas, saludó con un gesto de la cabeza. Tomó su historial en silencio y observó a la enfermera ponerle el sedante.

En contra de su voluntad, volvió a sumergirse en el mundo de Morfeo.

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Sai sujetó a Ino del codo antes de que diera de bruces contra las escaleras. Ella le miró agradecida, pero todavía temblaba. Sakura, delante de ellos, se detuvo para asegurarse de que estaba bien y entró. Izumi enseguida las abrazó a ambas.

—¿¡Estáis bien!? —gritó—. ¿No hay heridas?

—Ninguna —aseguró Sakura dejando que la manoseara y después, cuando se centró en Ino, se sentó en el sofá—. Vaya días de mierda.

Sasuke intercambió una mirada con él y Sai asintió. Ambos sabían que era sólo el principio. Tal y como habían detallado la situación, Sakura tuvo una suerte increíble. Moverse justo a tiempo. Sasuke se había separado de ellos para buscar al francotirador, pero no encontró nada. Y al final, Itachi les ordenó regresar.

Las salidas de esa casa quedaban vetadas para todas.

—¿Por qué hace esto? —cuestionó Matsuri la preguntas que ninguna se atrevía a hacer. Sus miradas enseguida fueron para Hinata, quien se mordió el labio inferior con culpabilidad—. ¡Es tan cobarde!

—Matsuri —advirtió Izumi abrazándola—. No sigas.

—No puedo callarme —negó—. Hinata no tiene la culpa, es ese desalmado de su prometido, estoy segura. No, todos lo sabemos.

—No hay pruebas —recalcó Itachi.

Aunque por su tono de voz claramente quería decir un "todavía no".

Era un poco irónica la situación. Especialmente, porque ellos también querían lo mismo. La llave, lo que les sacaría de ese foso. La única diferencia es que ellos no querían herirlas. Toneri parecía no tener tanta empatía.

Miró a Ino de reojo.

Estaba sentada junto a Sakura, tomándole las manos y susurrándole palabras de tranquilidad. Ellos todavía estaban fuera de la cafetería, más preocupados por sus bocas que por lo que ocurría alrededor. Cuando vieron salir la primera marabunta de humanos aterrados comprendieron que algo no iba bien. Sakura y Sasuke tardaron en salir. Y éste último le dejó a Sakura antes de irse en busca del tirador.

Sai se las había llevado lejos de posibles zonas de fácil acceso y regresaron en taxi, dejando el coche de Sakura en el parking. Ella había protestado, pero ninguno quería arriesgarse. Si Toneri había llegado hasta el punto de contratar un francotirador, secuestrar a una adolescente y atropellar a otra, no dudaba que una bomba estuviera cerca de ellas. Y un coche siempre era algo jugoso.

Cuando se lo había explicado, pese a que Sasuke le dio un codazo, Sakura decidió que vendería su coche o lo mandaría al chatarrero.

—Tiene que haberlas —insistió Matsuri poniendo sus manos en rezo—. Tiene que haberlas…

Itachi estiró el brazo hasta tocarle la cabeza. Un gesto que siempre había hecho con alguno de ellos hasta que fueron tan mayores que ese gesto pasó a ser palmadas en la espalda o en el trasero.

—Por ahora, tenemos dos detenidos que han cantado todo —explicó Itachi—. Tu testimonio ayudará a detenerlos, pero desgraciadamente, Toneri se asegurará de que contra él no sea válido. Necesitamos otro tipo de pruebas.

—Directas contra él —recalcó Izumi mirando a Hinata.

Ella asintió pero temblaba. Se cubrió el rostro con las manos y salió.

Naruto se levantó antes que ninguna de ellas y nadie hizo por detenerle.

—Ella no tiene la culpa —aseguró Sakura—. No tiene la culpa de haber encontrado el único gilipollas de entre todos los que podría tener.

—Lo sabemos —afirmó Izumi—. Entiende, sin embargo, cómo se encuentra. Sus hermanas están en peligro justo por negarse a obedecer y perder sus sueños.

—No le ama —puntualizó consternada Ino—. ¿Cómo podría amar a un hombre así?

Izumi se lamió los labios.

—Hubo algo —respondió al final—. Entre ellos que los llevó incluso a comprometerse. Hinata no es de las que se comprometen sin motivo.

—No estoy de acuerdo —negó Ino, frunciendo el ceño—. Todos sabemos que Hinata es algo torpe y si la puso entre la espalda y la pared, capaz y la convenció de ello.

—¡Sí, sí! —exclamó Matsuri convencida—. Si Hinata no nos quisiera tanto, se habría marchado hace mucho con él. Nos quiere mucho y él no lo comprende.

Sai se cruzó de brazos.

—¿De qué habláis? —preguntó. Estaba algo desinformado.

Izumi fue quien respondió.

—Hinata no quería casarse con su prometido porque él quería alejarla de nosotras —explicó—. Es natural que una pareja recién casada quiere su espacio y esas cosas. Hinata lo comprendía y aceptaba. Pero él quería… apartarla para siempre de nosotras. Que no tuviera contactos ni nada con nosotras.

Asintió.

No sabía qué opinar al respecto. Cada uno de ellos siempre había querido más intimidad, menos hermanos por la casa y especialmente, la estúpida regla de puertas abiertas existiendo. No obstante, no se imaginaba el mundo sin poder tener a sus hermanos de algún modo cerca. Aunque fuera a una llamada de teléfono.

Aunque no podía negar que podría ser divertido una convivencia con ellos donde las puertas finalmente necesitasen estar cerradas y aún así, preparar burlas para ellos.

Miró hacia la entrada.

—En esta casa bien se podría convivir sin que otros se enteraran de qué ocurre tras las puertas —sopesó.

—¿Tu crees? —cuestionó Matsuri en tono bajo—. Ino es muy cotilla.

Ino dio un respingo.

—Espera, espera —demandó levantando las manos—. ¿Lo dice la misma persona que abre las puertas siempre sin llamar o sin preguntar si puede hacerlo? ¿De verdad?

Matsuri enrojeció y le sacó la lengua.

—Tengo lo mismo que tú —defendió.

Ino sonrió con cierta petulancia y no estaba seguro del todo, pero juraría que aumentó las formas de sus senos con los brazos disimuladamente.

—Lo dudo —dijo al fin.

Matsuri hizo morros como respuesta.

—Chicas, la fiesta no está para esto —rogó Izumi.

—Es que ya creceré y entonces… —continuó Matsuri.

Izumi puso los ojos en blanco.

—Es la segunda vez que lo dices en lo que va de día, Matsuri —interrumpió—. Casi haces hasta que detengan a Gaara.

Sai enarcó una ceja, interesado.

—¿Cómo fue eso? —cuestionó.

—No empieces también, Sai —advirtió Itachi.

Lo dejó estar… por ahora.

—Chicos… —la voz de Naruto les interrumpió. Estaba histérico—. Tenemos un problema.

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Un momento antes...

Hinata hipó mientras intentaba controlar el llanto. Sintió sus pasos a su espalda cuando se detuvo junto a ella.

—Hinata —nombró con ese acento suyo tan marcado para su nombre—. No tienes la culpa. No has sido la causante de su locura.

Negó con la cabeza e intentó hablar. La voz no le salía de lo tensa que sentía la garganta.

—Mírame, Hinata.

Ella tardó en hacerlo.

Él levantó las manos para ponerlas en su rostro. Con los pulgares le quitó las lágrimas.

—Llorar por él no sirve de nada. Tus hermanas no te culpan. Jamás. Son conscientes de quién está haciendo el daño. Tienes que ver lo mismo que ellas y no culparte.

—No es tan fácil hacerlo como decirlo —respondió al fin—. Yo he traído ese problema y no sé cómo cortarlo.

En realidad sí, se percató.

Lo tomó de las muñecas con ternura y se apoyó contra la pared.

—No me encuentro bien. ¿Puedes traerme agua de la cocina?

Naruto miró hacia la puerta con el ceño fruncido.

—¿No te desmayaras?

—No lo haré —prometió intentando sonreír.

Él se alejó. Entró en la cocina y lo escuchó trastear.

Los demás estaban demasiado agitados en la sala de estar como para prestarle atención. Claramente, era ahora o nunca.

Salió, de puntillas. Como nunca había hecho hasta ese momento.

Y en el presente...

Esperaba que Naruto la perdonara por engañarle. Por más que su padre, Itachi, Izumi y los demás quisieran evitarlo, era ella realmente la única que podía terminar con eso.

Toneri tenía que escucharla. Comprender. Aceptar.

Esa vez se encargaría de hacerlo bien. Había muchas cosas que no podía perdonarle entre medias.

Un no, era un no. En cualquier idioma.

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—Naruto, vienes conmigo.

El menor asintió, golpeándose la palma derecha con el puño izquierdo. Sus ojos azules brillaron con determinación. Itachi suspiró mientras tomaba los dos cascos que había dejado colgando del manillar de la moto.

Dejarlo sería peor incluso que llevárselo. Sabía que cuando se diera la vuelta saldría corriendo en busca de Hinata, ignorando sus órdenes. Inquietaría más a los demás y terminaría haciendo una locura.

—Nunca habría pensado que Hinata haría algo así.

Se volvió hacia Izumi. Entró por un momento en pánico y tuvo que retenerla, recordándole que tenía más hermanas a las que cuidar y dejar a Hinata bajo su cargo. Sólo esperaba que esa mujer no hiciera ninguna locura. Podía imaginarse a dónde había ido y que la desesperación no la dejaba pensar ni confiar en los demás. Especialmente, en su padre. Dudaba que tras lo sucedido Kakashi Hatake se quedara de brazos cruzados.

—Es tan buena que…

—Precisamente porque es buena —interrumpió poniendo la moto en marcha. Naruto se subió de un salto tras él—. Y se ha aprovechado de la ingenuidad de mi hermano.

—¡Oye! —protestó Naruto—. ¿Qué iba a pensar yo que haría eso, ttebayo?

—Ni tú ni nadie —defendió Izumi mirándolos alternadamente. Se detuvo en él—. Por favor… encuéntrala.

Itachi dejó un instante el casco sobre sus muslos, inclinándose hacia ella. Izumi no se movió. Permitió que la besara en un rápido beso.

—Lo haré —prometió.

Se puso el casco y no esperó a nada más.

La voz de Naruto le llegó a grito.

—¿No te estás lanzando demasiado con ella?

Itachi apretó los labios, recordando el contacto de la suavidad de su boca.

—¿Y tú? —le preguntó de vuelta—. ¿Acaso no robaste la información de Hinata y no has querido cambiarla pese a que Sasuke te dio la oportunidad con Sakura, de la que tanto presumías?

Naruto blasfemó a su espalda.

—Itachi —nombró—. Creo que esa regla va a ser una de la que más vamos a romper.

Entrecerró los ojos para enfocar mejor las calles. Si había ido a pie no podía estar muy lejos.

—¿Me has oído? —repitió Naruto.

—A veces intento no hacerlo —susurró más para él—. ¡Sí, ya hablaremos de eso! Mira a tu alrededor, por si logras verla.

—Seguramente habrá tomado un taxi —reflexionó Naruto.

Itachi detuvo la moto, maldiciendo. No había pensado en eso a causa de su propia pobreza. Joder, su moto necesitaba reparaciones que no podía permitirse y los taxis sólo se usaban para casos especiales como con Gaara.

—¿Sabes dónde vive el tipo? —preguntó.

—Yo no —negó—. ¿Kisame no lo sabe?

Itachi lo sopesó.

—No quiero gastar un favor en eso —gruñó.

—Espera —demandó Naruto sacando su móvil.

Itachi le observó quitarse el casco y llevárselo a la oreja. Esperó unos segundos.

—Sakura —nombró—. ¿Alguna de vosotras sabéis la dirección del tipo este?

Sakura tardó en responder. Naruto colgó después, esperó un poco y marcó de nuevo.

—¿Temari? Soy… Ah, Rin —dijo incómodo—. Eres la esposa de Hatake, sí. ¿No está Temari consciente? Ya veo… Necesitaba saber la dirección del prometido de Hinata. Sí. Sí. Ah, perfecto.

Hubo una pausa de nuevo.

—¿Neji Hyûga? Sí, Uchiha Naruto. Su vecino. Sí. Te escucho. Perfecto, gracias.

Luego colgó, mirándole.

—Al parecer, él sí la sabe. Ves al norte y luego al sur. Donde los edificios elegantes. Ya sabes.

Itachi puso los ojos en blanco.

—Cómo no. Los ricos apestan a rico.

Conocía el barrio por excelencia. La pequeña urbanización donde los pobres como ellos estaban vedados. Que Hatake decidiera comprar la mansión había sido pura casualidad. Lo extraño es que no terminaron en aquella zona adinerada.

Esperó a que Naruto se pusiera el casco de nuevo y guardara el móvil para volver a ponerse en marcha.

No sabía cómo iban a poder ayudar a Hinata ni qué ocurriría. Sólo esperaba llegar a tiempo.

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—No tienes pruebas de que he sido yo, Hatake.

Miró por encima del escritorio hacia él. Kakashi Hatake estaba de pie, en medio de la puerta, con las manos en la espalda. Y podía percibir que estaba furioso. No era para menos. Sonrió para sus adentros. No esperaba que fuera el padre en persona quien acudiera. Más bien, creía conocer lo suficiente a Hinata como para esperar que acudiera a él para pedirle que parase todo, entregarse a cambio y darle lo que quería.

¿Acaso su conocimiento sobre ella era insuficiente? ¿Tan poco amaba a sus hermanas?

No, debía de ser a causa de ese Uchiha y sus hermanos. Eran un extra que nunca había calculado. Jamás pensaría que al mudarse al nuevo hogar se encontrarían con tan molestas ratas. Porque cuando creía que se las había quitado de encima, regresaban. Claro que Hatake también tenía parte de su culpa. Y porque era un idiota que no quería ver que esos hombres estaban ahí por lo mismo que él.

Por eso se había visto obligado a usar uno de sus últimos planes. Algo que había guardado para cuando estuvieran casados, por supuesto. Atropellar a una de sus hermanas, que todos salieran de la casa y enviar a un hombre de confianza a por la llave mientras nadie estuviera presente. Quizás incluso, no existiría esa necesidad de aconsejar a Hinata regresar a descansar a su casa. Tendría más movilidad por su hogar sin levantar sospechas.

Cuando eso falló o la persuasión hacia Hinata gracias a que interrumpieron su llamada con ella. Sólo le quedó ir quitando a las demás poco a poco.

Primero, probaría con el secuestro. El dinero para los secuestradores y la llave para él. Pensó que la pequeña sería presa fácil. Y lo habría sido de no ser porque otro Uchiha estaba ahí, impidiéndolo. Incluso los dos hombres estaban encarcelados.

Así que pagó a un profesional —o eso creía que era—, para que le volara los sesos a una de ellas. Seguro que al funeral no faltaba nadie. La casa sola. Era perfecto.

Esas mujeres tenían una suerte increíble, a su parecer. Y estaban convirtiéndose en más molestias que antes.

Dio unos golpecitos en la mesa, distraído.

Kakashi había aparecido en su casa y mantenía una calma imperturbable, aunque su mirada prometía ciertas promesas de dolor que estaba seguro que no cumpliría. Por el bien que le traía, por supuesto, no porque no fuera capaz.

Sin embargo, no había dudado en acusarlo de intento de asesinato. Dos veces. Él ni siquiera se había manchado las manos.

—Las tengo.

Toneri levantó la mirada de sus uñas hacia él. Levantó levemente las comisuras.

—¿De mi amor por su hija? —ironizó.

—¿Eso es amor? —cuestionó Hatake—. He estado enamorado siete veces en mi vida. Puedo asegurarte que no lo es.

—No todos somos picaflores (4).

Él frunció el ceño, manteniendo un perfil bajo. Era un hueso duro de roer.

—Esto se puede solucionar fácilmente, Hatake —propuso—. Hay dos cosas que quiero. En ninguna tendrías que darme a Hinata.

—Ya veo tus límites de amor —gruñó Hatake—. Te escucho.

Toneri se levantó, rodeando la mesa y apoyándose contra ella.

—Quiero tres cosas. Tres simples cosas —recalcó.

—Imagino que una de ellas es la parte proporcional de heredero de Hinata que obtuvo de su madre y a la que ella se niega —indicó.

—Una de ellas es, sí. Si me la cede, no necesitará casarse conmigo y olvidaremos todo esto con ella. No querré saber nada más de la bastarda de una Hyûga.

Kakashi apretó los puños y Toneri no pudo evitar sonreír. Levantó dos dedos.

—La segunda: es que me entregue la grabadora o cualquier otra cosa que haya hecho usted para culpabilizarme de mis actos.

Hatake se llevó la mano al cinturón y el bolsillo, sacando dos móviles que lanzó a sus pies.

—Puedes cachearme si quieres —invitó.

Toneri se negó.

—No será necesario —descartó—. ¿Quiere escuchar la tercera, Hatake?

—Me muero de ganas —ironizó.

Toneri sintió que la boca se le hacía agua por un momento.

—Quiero la llave de la ciudad.

Hatake soltó una risita sarcástica. Toneri se cruzó de brazos, el traje tensándose en sus hombros.

—¿Crees que bromeo? —inquirió—. Quiero la llave de la ciudad. El poder que conlleva y que no utilizas. Me darás sus derechos y sus puertas.

El padre de familia pareció decepcionado.

—Tanto poder… ¿Por qué?

—¿Por qué? —cuestionó. Se levantó y caminó hasta la ventana tras él—. Porque este mundo corrompido no es lo que quiero llamar hogar. Quiero crear un nuevo imperio, un nuevo mundo. Donde ningún tipo de corrupción lo alcance. Y no estoy fijándome como límite la tierra, Hatake. No. Lo quiero ahí.

Levantó el brazo para señalar el cielo.

—En la luna.

—Llevan siglos queriendo hacer algo así —recalcó sarcástico Kakashi—. Y mira dónde seguimos.

—Porque el dinero y la corrupción siempre están de por medio. Te aseguro que no tardaré mucho en tener lo que deseo. Solo necesito el poder que tú tienes y estúpidamente guardas. Me lleva a preguntarme: ¿Por qué? ¿Por qué no haces uso de ello? Podrías gobernar el mundo con esa llave. Ser más rico de lo que ya eres. Tus hijas no necesitarían estudiar, trabajar… cosas tan mundanas para los pobres.

Hatake sacudió la cabeza.

—Si fuera un pobre quien me hiciera esa pregunta podría comprenderlo. Porque he estado allí con seis hijas sufriendo por ello. Sé lo que es no tener cuando en realidad tenemos mucho —reflexionó tras estudiarle un rato con la mirada—. De ti no me lo habría esperado. No, sí que podría. El dinero no da la felicidad. Buscas una utopía que crees que llenará ese vacío que sientes. No puedo creerme que realmente hayas salido con mi hija y no entiendas algo tan importante.

Toneri frunció el ceño, confuso.

—¿De qué habla?

—Mi hija. ¿Qué es lo que deseaba tras casarse contigo, Toneri?

Hizo un gesto de desdén con su mano mientras respondía.

—Convivir con sus hermanas. No quería apartarse de su lado.

—Porque eso es lo que la hace feliz. No es el dinero. No es la promesa de tener la luna a sus pies. Mi Hinata es mucho más noble y cálida de lo que has querido ver. Sólo veías una mujer cargada de dinero por herencia y luego, por lo que yo heredé —. Hizo una pausa antes de continuar—. ¿Me preguntas por qué no he usado mi poder monetario o la llave para que ellas no tengan ni que mover un dedo? Es fácil: sería muy aburrido para ellas.

—¿Aburrido? Podrían tener cuanto desearan.

—¿Tan fácil? —preguntó Hatake—. Aburrido. Lo divertido de conseguir algo, la satisfacción que te queda después, es el hecho de haberte esforzado. Mis chicas tienen sus defectos, pero rendirse no es uno de ellos. Hinata iba a luchar por vuestro amor. Quería que te aceptáramos y que tú aceptases esa parte hogareña suya. Mi Izumi, ahí donde la ves tan estricta, no duda en ponerse unos guantes y limpiar la casa de otra persona cuando podría haber contratado un servicio de limpieza. Temari, dejaría que la atropellaran mil veces porque sus hermanas sobrevivieran. Sakura prometió convertirse en doctora: trae las mejores notas de su promoción. Ino ve la vida, la hermosura de la existencia, en cosas tan pequeñas como una flor o un césped. No tiene reparos en llenarse ella misma las manos de tierra, tocar gusanos y a saber qué más cosas hay en esa tierra. Y Matsuri… a la que has intentado secuestrar, ve la vida de un modo diferente, más abierto y mágico con el que muchos deberíamos de mirarlo.

Dio un paso hacia él.

—¿Crees que puedo hacerles el camino fácil cuando ellas no quieren? —preguntó—. Está bien cumplir sueños, pero las escorias como tú jamás comprenderás y respetarás el esfuerzo de los demás por lograr el suyo. Sin llevarse por delante de nadie.

Toneri sacudió la cabeza, sonriendo sarcástico.

—Ya veo. Bonitas palabras para un hombre que sí ha usado su dinero para fines personales al final. Si realmente todos debieran de patalear para resurgir. ¿Crees que a tus vecinos les importaría tanto ayudarte? Porque has desembolsado mucho dinero para cubrir las becas de dos de ellos. Has pagado el hospital y las medicinas de por vida de otro de ellos. Y ahora parece que no tienes problemas en entregar a tus hijas. Me suenas a sarcasmo hipócrita, Hatake.

Kakashi se encogió de hombros.

—Salvaron a Hinata —puntualizó—. Cuando por tu culpa estuvo a punto de morir desde lo alto de un puente. ¿Dónde estabas tú? No me importa —atajó antes que respondiera—. Protegieron a mi hija mayor de ser asaltada en mi propia casa. Han evitado que Hinata viniera hasta aquí para que la manipulases. Han evitado que el secuestro de mi hija pequeña se llevara a cabo. Le han salvado la vida a Temari con su sangre, sin pedir nada a cambio. Y han protegido a mis dos hijas universitarias de que les volaran la cabeza de un disparo. Sí, creo que la balanza se inclina mejor hacia donde he abierto mi bolsillo.

Toneri no podía creerse lo ignorante que llegaba a ser.

Abrió la boca para contestar y levantar las cartas de Itachi Uchiha cuando los golpes en la puerta los alertaron. Kakashi palideció. Toneri sonrió.

—Vaya por dónde… parece que Itachi Uchiha no ha hecho bien su trabajo.

Presionó el botón junto a su escritorio. La puerta cedió. Hinata entró corriendo dentro, llamándole. Cuando vio a su padre se detuvo, pálida.

—Bienvenida, cariño —saludó.

—¡Gracias! —exclamó otra voz.

Toneri levantó las cejas. No eran las visitas que esperaba. Ni Hinata ni Hatake, quienes mostraron su desconcierto.

Naruto y Itachi Uchiha. El primero fue quien saludó. Su hermano lo sujetó del hombro para impedir que sí cumpliera su promesa de hacerle mucho daño. Al contrario de Hatake no parecía tener tanto autocontrol. Quizás fuera su impulsiva juventud.

O su idiotez.

—Por favor —habló Hinata mirando a los otros—. Dejadme a solas con él.

—No —se negó Kakashi sujetándola de la muñeca—. Vuelve a casa. Itachi.

El nombrado caminó hacia ella, pero Hinata se soltó y avanzó hasta quedar a su lado.

—Por favor, dadnos un momento.

Los tres hombres dudaron.

—El amante puede quedarse si quiere —ofreció señalando a Naruto. El rubio levantó el dedo corazón como respuesta—. Aunque puede que sea algo inmaduro todavía.

—No lo necesito —interrumpió Hinata los gritos que estaban por llegar—. Por favor, papá.

Hatake dudó. Finalmente, suspiró.

—Si le haces algo —advirtió—. Esta vez no me parará ni la pared.

Toneri se encogió de hombros.

—Nunca le haría daño a Hinata. No me conviene —recordó—. Así que pueden salir tranquilos.

Itachi arrastró a Naruto fuera.

Cuando la puerta se cerró, ambos se quedaron en silencio.

Fue la única y primera vez que Hinata lo abofeteó.

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.

Naruto golpeó la mesa con furia y luego encaró a los otros dos. No podía creerse que no le dejasen entrar y golpear a ese mierda de hombre. Además, no sabían qué clase de conversación estarían teniendo a sus espaldas. Si Hinata se dejaba manipular de nuevo era capaz de conseguir lo que quisiera. Aunque hasta ahora había parecido estar muy centrada, el terror de lo que estaba ocurriendo con sus hermanas le había dado un valor inesperado que le había pillado hasta a él con la guardia baja.

No podía creerse que le engañara con algo tan básico como el tráeme algo mientras me largo de aquí. Lo había hecho él tantas veces con sus hermanos —menos con Itachi, porque el castigo era peor después—, y se lo había comido con patatas incluidas. Nunca habría esperado que Hinata lo hiciera. Ella, que parecía tan buena y, debía de reconocer, algo torpe para esas cosas.

—Pon en bucle nuestra localización y dame sonido, por favor.

Se quedó en ascuas al escuchar a Hatake hablar. Se había llevado una mano hasta la oreja y después, sacado del tobillo un móvil. Itachi, indiferente, se había apoyado contra la mesa.

La voz de Hinata llegó desde el aparato.

No puedo creer lo que has estado haciendo, Toneri… No puedo. Parece que no quede nada de ti del hombre del que me enamoré.

—¡Es la voz de Hinata! —exclamó.

Itachi le chistó. Naruto comprendió y cerró la boca, especialmente, por la mirada de Kakashi de advertencia.

Quizás es porque te enamoraste de una fachada que querías ver. Siempre ignoraste mi verdadera forma para tu convenio, Hinata. Creías que ibas a amoldarme llevándome por el lado de tu felicidad, que no es la mía. Es algo muy distinto. No me culpes de eso.

—Será hijo de… Manipulador.

—Naruto, van dos —advirtió Itachi señalando la puerta en advertencia.

Asintió y maldijo entre dientes.

¡Has atacado a mis hermanas! Sabes cuánto las quiero y tú…

Tampoco tú me lo has puesto fácil, querida. Te dije de muchas formas que debías de alejarte de ellas y no quisiste escucharme. Es nuestra vida, no la de ellas.

¿Nuestra? ¿Cómo puedes creer que voy a querer tener una vida contigo? Toneri… me has destrozado completamente. Atacar a mis hermanas. ¿Realmente crees que podría perdonar algo así?

Toneri soltó un bufido que parecía una risa sarcástica sin ganas.

No necesitas perdonarme, Hinata. Sólo darme lo que es tuyo.

Hinata soltó un gemido de sorpresa.

¿Has hecho todo esto por lo de mi madre? —cuestionó—. Lo que sea que creas que tengo de mi madre, no lo aceptaré jamás. Esa familia repudió a mis padres, les hizo sufrir. Ahora no quiero sus migajas.

El poder del dinero de tu padre no te deja ver la verdad, Hinata.

¿El poder? Toneri, no hay nada de eso. ¿No lo comprendes? Ninguna de nosotras quiere la llave que le han entregado a mi padre. Le queremos a él, nada más. Si mi padre estuviera sólo en calzoncillos de lo pobre que es, le querríamos igual.

Habláis los dos igual —ironizó Toneri—. Veis el mundo de un color que yo no.

Puedes intentar verlo, Toneri.

Tienes demasiado buen corazón, Hinata...

Naruto asintió, cruzándose de brazos. Hinata tenía demasiado buen corazón.

—… Pero no el suficiente para amarme, incluso con mis demonios.

No… no puedo amar esa oscuridad tuya. No puedo perdonar lo que has hecho con mis hermanas…

Sólo han sido un eslabón para llegar a ti, Hinata.

—¿Lo tienes? —interrumpió Kakashi. Naruto le miró con interés—. Entonces, es vuestro.

Se hizo a un lado, apoyándose contra la pared. Itachi y él miraron hacia la puerta justo a tiempo para ver que volaba contra el suelo. Un grupo de policías de Élite de Konoha entraban, cargados con armas y chalecos que atemorizaban.

Naruto retrocedió contra Itachi, quien se interpuso entre ellos y él disimuladamente. Después, la puerta del despacho se abrió de igual forma. Hinata gritó. Los hombres entraron.

No alcanzó a ver qué ocurría dentro.

Hinata apareció poco después y se echó a los brazos de su padre.

Toneri salió esposado.

—No vas a poder retenerme en la cárcel mucho tiempo, Kakashi —le dijo—. Saldré.

—Lo dudo —dijo uno de los policías—. Tenemos confesiones y pruebas. Y unos cargos bastante importantes. Pasarás el resto de tu vida ahí. Al fin y al cabo, tus cuentas realmente están en blanco. Has estado usando el dinero del banco que diriges, es decir, de otras personas. Junto a una larga lista de cargos que podrás lucir frente a los otros presos.

Toneri maldijo entre dientes mientras se lo llevaban. Se detuvo, mirando hacia ellos. Naruto no supo exactamente a quién de ellos.

—Cuídate las espaldas —recomendó—. Has quitado un lastre, te quedan seis más.

La policía se lo llevó. El hombre que había hablado anteriormente se detuvo, quitándose el pasamontañas.

—Kakashi, me debes una bien gorda —dijo acercándose para darle una palmada amistosa—. Una buena cena, sí señor. De mariscos.

—Asuma —contestó éste—. Cuenta con ello.

—Será mejor que salgáis de aquí —explicó—. Más adelante os llamarán para testificar. Sé que tu chica pequeña está inmiscuida. Será duro, pero os interesa.

—Lo sé —confirmó Kakashi—. Vamos, chicos.

Avanzaron en silencio, abandonaron el lugar. Hinata caminaba junto a su padre, cabizbaja.

—¿Había organizado esto? —cuestionó Itachi mientras descendían en el ascensor.

—Mi idea era hacerle confesar sin necesidad de inmiscuir a nadie más. Si no funcionaba… puede que hubiera perdido los estribos. Estaba a punto de hacerlo cuando Hinata entró. No pensé que vosotros también —reconoció Hatake—. ¿Qué ocurrió?

—Es culpa mía —respondió Hinata a media voz—. Engañé a Naruto y escapé de casa. Tomé un taxi y llegué.

—Nosotras la seguimos con la moto —respondió Naruto rápidamente—. Llamé a Sakura, que me dio el teléfono de Rin, su mujer, y ella me puso con Neji al habla, que es primo de Hinata y así supimos donde era. Pero Hinata nos llevaba ventaja, así que no pudimos retenerla.

—Lo siento…

Hinata se disculpó diversas veces a lo largo del día.

Naruto, al verla, sintió que el corazón se le encogía. Cuando caminó hacia la moto con Itachi, notó que este se detenía antes de subir.

—Hemos de hacerlo pronto —dijo Itachi entre dientes—. Antes de que… todos vayamos a más.

—¿A más? —cuestionó sin comprender.

Itachi solo le miró antes de ponerse el casco.

No estaba seguro del todo pero podía percibir cierta melancolía.

Y eso se le contagió.

.

.

Ino la asió de la muñeca cuando se incorporó tras entregarle su té. Sonreía levemente y sus ojos brillaban con un deje de travesura.

—Sabes que cuando esto termine vamos a preguntar mucho. ¿Verdad? —le dijo—. Porque ese besito no se quedará en el cajón —prometió.

Izumi enrojeció por la repentina pregunta y tuvo que hacer su mejor esfuerzo para recomponerse.

—Olvídalo —recomendó lo más seca posible—. Él hace lo que le da la gana y no me agrada, así que no le des más vueltas.

—Ya, ya —murmuró Ino sin creerse una sola palabra.

No solo ella, Izumi tampoco se las creía. Y no estaba bien. No era bueno.

No entendía bien ni cómo ni por qué, pero Itachi estaba calando hondo. Y con todo lo que había sucedido no podía evitar pensar que era un hombre de confianza. Usó a sus hermanos a conciencia para salvar a sus hermanas, a riesgo de que salieran heridos. Su padre confiaba en él.

Quizás había sido demasiado dura prejuzgando.

—Itachi y Naruto están de regreso —anunció Sai, que hasta ahora había permanecido cerca de la ventana—. Y un coche de policía.

Izumi no lo pensó demasiado y echó a correr hacia la salida. Del coche, su padre y Hinata bajaron con gestos cansados. Se lanzó hacia ellos, abrazándolos lo más que pudo con sus brazos.

—Ya, tranquilas —exclamó Kakashi cuando las demás se unieron a ella—. Os contaremos todo.

Izumi se apartó para mirar furiosa a Hinata.

—Lo siento —se disculpó esta antes de que abriera la boca—. Me autocastigaré sola, no te preocupes.

Izumi se echó a reír, abrazándola.

—Más te vale que hayas terminado todo con ese tipo o te juro que le patearé yo misma.

Hinata cabeceó una afirmación y su rostro, aunque pareciera que a ella le molestaba el hecho, mostraba alivio.

—Buena chica —felicitó besándole los cabellos—. Ahora, entra a casa, cámbiate de ropa y vamos a hablar de todo. ¿Vale?

Su hermana asintió y acopada por las demás, entró dentro de la casa. Izumi se volvió hacia los chicos, pero su padre ya estaba junto a ellos, especialmente, con Itachi. Avanzó con cautela hacia ellos.

—Gracias por tu ayuda, Itachi. A ti y los chicos. Siento mucho los problemas que os hemos causado.

Su padre estrechó la mano de Itachi con firmeza. Itachi, sin embargo, no parecía estar como siempre. O, desde que lo conoció. Había un rictus en su mandíbula, como si algo le incomodase.

—No ha sido ningún problema. En realidad, no hemos hecho mucho.

Kakashi soltó una carcajada.

—Si a salvar a mis hijas lo llamas no hacer mucho, es que te infravaloras demasiado, hijo.

—Usted también ha ayudado a mis hermanos, señor Hatake.

Su padre movió una mano para descartar sus palabras.

—Minucias comparado con proteger sus vidas a costo incluso de las vuestras. Tu hermano Gaara todavía está recuperándose y dio sangre a mi hija sin inmutarse. Temari no habría sobrevivido sin esa sangre, Itachi. El dinero nunca podrá pagar la valía de la vida de una persona. Sí, no soy tonto, sé que ayuda a llenarte el estómago, a pagar las medicinas, pero jamás podrá comprar lo que vale un alma. Justo parte de esto es lo que Toneri no comprendió.

Izumi miró a uno y otro. No comprendía del todo la conversación.

—Usted ya tenía preparado una encerrona para él. ¿Verdad?

—Sí —reconoció su progenitor—. Tengo mis contactos, como has podido ver. Al igual que tú.

Itachi se encogió de hombros.

—Kakuzu es alguien que me debe unos favores, nada más.

—Y doy gracias por ello, Itachi. No sabes cuánto.

—Ahora habrá que esperar que ningún juez le deba un favor a Toneri —recalcó Sasuke sarcástico.

—No seas pájaro de mal agüero —suplicó ella.

Itachi la miró y luego a Itachi.

—Perdona, Izumi. Todos tenemos un cuervo en la familia. Al nuestro lo queremos, pero a veces el pico se le abre.

Sasuke gruñó una palabrota y se alejó en dirección a su casa. Naruto levantó una mano y empezó a seguirle.

—No seas muy duro con él —indicó su padre—. Todos estamos nerviosos.

Itachi cabeceó un asentimiento, pero no apartó la mirada de Sasuke hasta que desapareció tras la puerta de su casa. Notó que su padre la miraba y luego, sonreía.

—No os entretengo más. Iré adentro antes de que maten a Hinata con muchas preguntas.

Izumi se mostró confusa.

—¿Entretenernos?

Pero su padre no respondió. Volvió a mirar a Itachi, dándole una suave palmada en la espalda.

—Me temo que voy a tener que molestarte más veces, Itachi —se disculpó—. Hay algo más de lo que vamos a tener que hablar más profundamente. Si no te importa, cuando Temari se encuentre mejor.

—Claro —aceptó éste.

Su padre asintió y tras darle un beso en la sien a ella, entró.

Izumi se percató de que saludaba a Sai, que se había mantenido junto a Ino escuchando el relato de Hinata, quien todavía no podía quitarse de encima a las demás.

Itachi suspiró a su lado.

—¿Todo bien? —le preguntó—. Te noto apagado.

Él la miró fijamente.

—Eso no me lo esperaba —reconoció. Ella frunció el ceño como respuesta—. Que te preocuparas por mí de este modo.

—¿Por qué no iba a hacerlo? —cuestionó acercándose más a él—. Has ido a proteger a mi hermana.

—He ido a salvar el error de mi hermano al dejarla irse con una excusa tan estúpida como un vaso de agua.

Izumi no podía comprenderlo.

—Itachi —nombró pausadamente—. Mi hermana está bien. Toneri está detenido y estamos dispuestas a evitar que salga. Siento que hayas tenido que inmiscuirte en esto y tener que exponer a tus hermanos al peligro. Como hermana mayor puedo comprenderlo. No puedo evitar darte las gracias. Perdón si pedí demasiado.

Itachi la miró. Sus ojos más oscuros, como si estuviera alejándose de ella de algún modo. Lo aferró de la muñeca sin pensarlo.

—No te vayas —suplicó antes siquiera de ser consciente de qué decía.

Itachi miró su mano, luego a ella. Izumi sintió que se avergonzaba. Él llevó su mano hasta la de ella, soltándose. Enredó por un instante sus dedos y después, se soltó.

—No juegues conmigo, Izumi —dijo—. No soy un juguete. También me pueden romper de ser usado para nada.

Le dio la espalda para alejarse. Izumi se quedó mirándole mientras empujaba la moto hasta su casa y la metía dentro de la verja. Después, se encerró en su casa. Ni siquiera vio a Sai cuando se unió a él.

Hacía mucho tiempo que no pasaba.

Que no le dolía tanto el corazón.

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.

Sasuke estaba echándose en el sofá cuando entró. Itachi pegó un grito para hacerles ir al salón y pudo mandar al cuerno su rato de tranquilidad.

Todos aparecieron menos Shikamaru.

—¿Dónde está? —preguntó Itachi. Por el tono de su voz, estaba de muy mal humor.

—Ha ido al hospital —respondió Gaara sentándose a un lado—. Probablemente a ver a Temari.

Itachi gruñó.

—Bien, luego hablaré con él.

Se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared.

—¿Qué ocurre? —cuestionó Sai—. Pareces… tenso.

Sasuke observó a su hermano. No respondió al instante pero él no necesitaba que lo hiciera.

—Lo que le ocurre es que está muy tentado a romper la regla. ¿Cómo era la excusa? Empatía.

Itachi le miró directamente.

—Sasuke, no es el momento de tocarme lo que no debes.

Él se encogió.

—Cuanto más te irrites, te enfades o lo que quieras, puedes hacerlo. Sin embargo, no puedes obviar la verdad.

—Lo dice el que se coló con la idea de robar una llave y ha robado otra cosa —intervino Sai sonriente.

Sasuke maldijo para sus adentros. Por supuesto que no iba a dejarlo pasar. Todavía no sabía cómo se había enterado. La única idea que se le venía a la mente es que Ino se lo hubiera contado. De Sakura ya se esperaba que fuera a contárselo a su hermana: eran cosas que las mujeres hacían. O eso suponía.

—No llevo en esto tanto como vosotros —respondió indiferente—. He procurado seguir en mis cosas y darme prisa por lograr lo que queremos. Ahora, no tenemos a Toneri de por medio durante un tiempo, si es que no ha salido ya de la cárcel.

—Dudo que lo haga —reflexionó Itachi ignorando la parte que menos le gustaba—. Hatake tiene más contactos de lo que yo pensaba. Por eso, hemos de hacerlo pronto, quitarnos de en medio.

—Antes dijiste algo acerca de ir "a más". ¿A qué te referías? —Inquirió Naruto.

Itachi se tensó.

—No presionéis —recomendó Gaara ahogando un bostezo con su mano—. ¿Como quieres hacerlo? ¿Crees que Hatake bajará la guardia?

Itachi se llevó una mano, pensativo al mentón.

—En realidad, creo que va a tener que aumentarla —dijo Sai.

Todos se volvieron hacia él, curiosos. Sai les sonrió como siempre y señaló por la ventana. Ahora más nítida gracias a la limpieza de Izumi.

Se levantaron o acercaron al lugar. El primero en soltar un taco fue Itachi.

—La prensa. Genial —ironizó Itachi.

—Subimos de nivel y tenemos que enfrentarnos a más monstruos. Uao —exclamó Sai. Alguien le dio un codazo para acallarlo—. ¿Qué? Era natural que la prensa tuviera un ojo siempre en Hatake. Tiene una cosa importantísima entre sus manos y acaban de descubrir, seguramente, que un Otsutsuki la quería.

—¿Cómo se han enterado tan pronto? —cuestionó mirando a los demás.

Gaara pareció pensar más rápido.

—El secuestro. Shikamaru actuando. Puede que a esas horas no hubiera mucha gente, pero si lo vieron, llamaría la atención. Luego, otra de las hijas del importante hombre que tiene la llave de la ciudad, es atacada en la cafetería de la universidad. ¿Acaso creéis que la gente normal no tiene móviles de última generación?

Sí. Sólo tenían que sumar dos y dos y tendrían el resultado. Que ellos no pudieran permitirse móviles caros y ya les costase tener los que poseían, eran una suerte. Jamás entendería a esa gente capaz de quedarse sin comer por tener un móvil de última generación que quedaría obsoleto en pocas semanas siguientes.

—Mierda —masculló Itachi—. Al cuerno el darnos prisa. Con la prensa por aquí no vamos a poder colarnos a hurtadillas por la casa.

—Sí, qué pena —ironizó mirándole.

Itachi apretó la mandíbula y no respondió.

Él miró hacia la casa de nuevo, frotándose el pecho.

Estaba seguro de que Sakura estaría contemplando ya su armario para saber qué ponerse y lucirse ante las cámaras. Las mujeres solían ser igual. Un día lloraban por una cosa y al otro parecía no quedar nada de eso.

Como hasta un simple beso del que no debía de dar importancia.

Por el beso, no, claro.

Claro. ¿Cómo iba a importarle a ella un beso? Aunque fuera el primer beso de uno de los dos.

.

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Dio unos golpes a la puerta antes de entrar. Ella levantó la mirada del libro que habían colocado sobre una mesa especial de lectura hacia él. No le sonrió, seguramente porque no podía extender mucho su boca a causa del moretón que cubría parte de su mejilla y labio, pero sí que lo hizo con los ojos.

No se había fijado mucho en la habitación hasta ese momento. Grande y espaciosa, con dos camas. En la que debería de haber un paciente estaba Rin, la mujer de Hatake, durmiendo. La bendición de la suerte de los ricos. Mientras que unos tenían que usar las estropeadas sillas de acompañantes, otros tenían el lujo de tener una cama.

Caminó hacia ella intentando no hacer ruido y se sentó.

—¿Cómo te encuentras?

Temari miró hacia la ventana.

—Aburrida.

Él miró el libro.

—¿Tan malo es?

Ella lo hizo también.

—No, que va. Está tolerable —reconoció—. Ha sido una recomendación de Rin.

—¿Entonces? —cuestionó. Tomó el libro con cuidado de no perder la hoja que ella había estado leyendo y empezó a leer la sinopsis.

Un mundo gobernado por mujeres con hombres esclavizados, en el que se cocía una historia de amor candente entre dos parejas. Un bombazo de locura.

—Estoy acostumbrada a leer por la noche y durante el día, estar activa. Me aburre estar sedentaria. Además, no puedo concentrarme si cada dos por tres tengo una subida de morfina. Odio dormir de más.

Shikamaru no pudo evitar mirar por la ventana y suspirar. Él era justo así. Esas cosas que a ella no le gustaba hacer, él podía hacerlas durante horas. ¿Una siesta de cuatro horas y después dormir la noche de tirón? Pan comido. ¿Tirarse en el césped a mirar las nubes y no hacer nada productivo? Lo mismo.

—Es para evitar que sientas dolor. Temari, te han atropellado. Lo extraño es que estés viva y tengas tan pocas heridas.

Ella suspiró.

—No lo había notado —bromeó—. Yo que pensaba que eran solo un labio roto y poco más. La excusa perfecta para quitarte a tus hermanas de encima y tener una habitación para ti sola sin que una u otra abran la puerta sin avisar. Un lujo.

—Eso último, no sabes cuánto —reconoció—. Al menos a ti te permiten cerrar la puerta.

Temari le miró con los ojos muy abiertos. Eran de un verde muy curioso. Le gustaba.

—¿Itachi no os permite cerrar la puerta?

—No —negó apoyando el codo en el posabrazos de la silla—. Tiene diversas reglas pero esa es la peor. Parece el típico padre puritano que no quiere puertas cerradas, no sea que vayas a picar con el diablo. Tsk, es problemático muchas veces. Especialmente, cuando Naruto se queda colgando de la cama y se pone a roncar como un poseso por la postura. Ni las almohadas impiden que le escuches.

Temari hizo un quejido de protesta.

—Ay, Dios, no me hagas reír —suplicó pese a que una risita escapó de sus labios—. Qué dolor.

—Lo siento —se disculpó. Aún así sonrió—. Tendría historias de esas para contar y reír un buen rato.

Ella parpadeó, como si asintiera. Quizás fuera así por causas del collarín.

—Lo mismo en casa. La gente se cree que por ser mujeres está todo perfecto, siempre limpio, un orden especial y que olemos a flores todo el día —día, luego le guiñó un ojo—. Es mentira.

—¿Con Izumi? —preguntó incrédulo—. No me lo creo con la casa que nos ha dejado. Y no ha terminado, según ella.

—Bueno, en los lugares comunitarios sí que procuramos tenerlo limpio o se convierte en un demonio. Hinata y yo siempre nos encargamos de la cocina. Pero los dormitorios… Oh, eso es la selva.

—Ah, bueno —reconoció él—. No sé cómo Izumi no gritó cuando limpió los nuestros. Y lo que le queda por ver.

—Izumi ya conoce esa parte masculina, mejor que nosotras —explicó—. No lo contará, pero… No. No sé si debo de contártelo. Dios, es tan fácil hablar contigo que me olvido de ciertas pautas.

—¿Qué pautas? —se interesó.

—Os hemos conocido hace poco —expresó—. Y os damos problemas más que nunca.

Shikamaru tuvo que morderse los labios para no añadir que ellos también iban a causárselos. Aunque no sabía cómo estaba el tema desde la última vez. Itachi todavía no le había enviado un mensaje o llamada.

—Por cierto, eso me recuerda: ¿Y tú hermano? ¿Cómo está?

Shikamaru sacó su móvil para revisar los mensajes.

—¿Gaara? Bien. Ha dormido mucho. ¿Por qué?

—Me gustaría darle las gracias. Mi padre me ha contado que donó su sangre y gracias a él logré sobrevivir la operación.

—Lo hizo por motu propio —confirmó. Él también se había sorprendido de su acto—. Seguramente, lo volverá a hacer de necesitarlo.

—Es un buen chico —dijo—. No sé, pero igual os juzgué demasiado. Lo siento.

Shikamaru apretó los labios. No quería sus disculpas. No, cuando no eran realmente buenos chicos. Buscaban su propia felicidad, aunque eso conllevara a que ellas sufrieran de nuevo. El mundo de la pobreza y la vergüenza.

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Rin no sabía cómo mostrar que se había despertado. Llevaba un buen rato haciéndose la dormida y empezaba a sentirse dolorida. Pero esos dos chicos parecían tener una conexión especial. Nunca había visto a Temari tan parlanchina con otra persona ni encajar con un hombre de esa forma. Claro que ellas dos no se habían abierto tanto hasta hoy.

Se había sentido inesperadamente feliz de que Temari confiara en ella, de que hablaran de sus sentimientos. Kakashi le había dicho muchas veces que necesitaban tiempo y ella lo comprendía y aceptaba, pero muchas veces temía que ese paso jamás llegase.

Era natural que ellas tuvieran miedo. Al fin y al cabo, habían ido perdiendo madrastras y madres por el camino y el corazón se les había endurecido.

—Le diré que quieres verle —habló Shikamaru regresándola al presente.

—Gracias.

—Te aviso que Gaara es un poco complicado —advirtió.

Rin recordó al muchacho. La verdad que conocían. Algo que tarde o temprano afectaría a ambas familias. No podía predecir exactamente cómo. Quizás las chicas fueran más sensatas. Temari seguramente guardaría silencio y pensaría mucho. Ellos… no lo sabía. Esos muchachos les habían sorprendido y de buena forma. Desde ayudar a Hinata hasta visitar a una mujer herida o donar sangre para salvarla, indiferente de ser hermanos o no.

Y Kakashi lo sabía. Ese hombre tenía la capacidad de ver en las personas cosas que otros no. Enamorarse de él fue un camino duro, desde luego. Tuvo que ver cómo su amor de infancia iba golpeándose en cada paso que daba (5).

Ahora quería que fuera feliz. Sus hijas eran su felicidad.

Por suerte, su móvil sonó y pudo moverse. Era Kakashi.

Le contó lo sucedido con una calma extraña y le pidió que le explicara la situación a Temari. Más tarde se reuniría con ella.

Y también le advirtió de que los medios estaban al acecho.

—En resumidas cuentas —dijo tras terminar el relato—. Hinata está bien, en casa. Toneri fue detenido y hay pruebas en su contra. De nuevo, tus hermanos y tú nos habéis ayudado mucho, Shikamaru.

El chico pareció incómodo. Descartó los halagos con un gesto y se incorporó.

—Será mejor que vuelva a casa —anunció—. Hablaré con Gaara.

Tras prometer eso, se marchó. Temari suspiró y frunció los párpados.

—No me mires de ese modo —demandó. Rin no pudo evitar sonreír—. Dios, es igual que con Matsuri.

—¿Ella también cree que podríais hacer buena pareja? —bromeó.

—Cree que le gusto —respondió—. Tonterías.

—Bueno, un chico no visita a una chica en el hospital porque sí. Eso te lo aseguro.

Notó un leve rubor en sus mejillas y no pudo evitar sonreír.

—Es un buen chico —añadió.

Temari solo sonrió.

.

.

Kakashi cerró la puerta de la caja fuerte y suspiró. Creer que todos los problemas fueran a causa de algo así era vergonzoso. Cuando recibió toda aquella buena suerte monetaria no pensó que pondría en peligro a sus hijas. Quería una vida mejor para ellos, que se enfocasen en lo que deseaban hacer, no que tuvieran que vivir con una cámara en su espalda o una pistola disparando a su cabeza.

Aunque mudarse le había hecho ver lo pequeño que era el mundo.

Ahora que el problema con Hinata estaba medio solucionado, le quedaba otro.

Sí, les iban a llegar juiciosos y confesiones, vistas que no iban a gustarles. Pero todas parecían dispuestas a hacerlo por el bien de Hinata. Ésta misma no podía creerse el hecho de haberse enamorado de un hombre así. Y, aunque sonase egoísta, se alegraba de que no hubiera aceptado un matrimonio como ese.

Hinata tenía que tener alguien destinado. Alguien mejor.

Aunque él no era la mejor experiencia.

Se sentó tras el escritorio y tomó su móvil. Navegó hasta dar con el nombre de la persona que buscaba. Siempre lo había conservado y enviado fotografías hasta que ella le demandó de no hacerlo. Nunca pensó que tendría que volver a hablar con ella.

Tomó aire y presionó el botón de llamada. Su voz le llegó lejana.

—Kakashi —nombró—. Habíamos quedado en que no volverías a llamarme, ni mandarme fotografías. No quiero arrastrar más de mi pasado. Mientras tu vives entre algodones, aquí hay una guerra de la que tengo que sobrevivir. No he dejado de ser quien soy.

—Temari es tu hija —le recordó—. Nuestra hija.

—Lo sé y también sé que es lo suficientemente fuerte como para no necesitarme más.

Tomó una pausa para toser.

—No es un buen día.

—Estás enferma —puntualizó—. Es una enfermedad muy rara y genética. En algunos se activa antes o después. Sin buena medicina morirás.

La voz de ella llegó tensa.

—¿Cómo lo sabes? Temari la ha…

—No, ella no —negó—. Su hermano.

Recordó su vientre hinchado, la forma en que se separaron. El dolor que le dejó. Buscó su fotografía de boda con la mirada. Izumi debió de colocarla en algún momento pensando que la quería tener ahí. Acertó.

—Es hijo de un hombre apellido Uchiha. No le conozco. A tu hijo sí.

—Kakashi, te dije que dejaras de perseguirme, que dejaras de…

—Ha sido azares del destino, Karura. Es un buen chico que por desgracia ha heredado tu enfermedad. De haberlo encontrado más tarde, posiblemente habría muerto.

Hubo un momento de silencio en el que llegó a pensar que le había colgado.

—Kakashi… no soy la mujer que crees —dijo—. No de la que te enamoraste al menos. No querer saber nada de Temari no fue lo único más cruel que hice. Me embaracé de un hombre aún estando contigo y le entregué ese niño al padre como hice contigo. Nunca se puso en contacto conmigo como tú. No me martirizó como si fuera una mala madre.

Kakashi se mordió el labio inferior.

—¿Por qué no me llamaste cuando supiste de tu enfermedad? Temari podría haberla tenido.

No la tenía. Cuando supo que eran hermanos, Kakashi le pidió a Neji que le hiciera las pruebas reglamentarias y dio negativo, para su alivio.

—Al principio no fue algo tan fuerte. Noches sin dormir, mareos, sueño escaso. No le di importancia. No fue hasta que tuve mi tercer hijo que se hizo más fuerte.

Kakashi tragó.

—¿Tienes otro hijo?

—Sí— respondió ella—. Está sano. Al menos por ahora. Ahora estoy casada con un hombre que ama mis locuras y acepta quién soy, Kakashi.

Empezó a atar cabos.

—¿Sabe de tus otros dos hijos?

Karura tardó en responder.

—No.

—Por eso no querías fotografías de Temari.

Un asentimiento llegó desde el otro lado. Apretó su mano en un puño.

—No tienes idea de lo que te has perdido, Karura. Con ella y con el chico.

—No, con Kankuro sé lo que me he perdido de ellos.

Kakashi tragó, incómodo.

—¿No te arrepientes?

—¿De ser feliz? No. Kakashi, venimos a este mundo a ser felices por nuestros esfuerzos y actos, no a través de nuestros hijos. Era muy joven cuando tuve a Temari. No podía atarme a ella. Con mi segundo hijo fue lo mismo, inesperado incluso más que Temari. Y Kankuro… su padre quería un heredero. Se lo di a cambio de lo bien que me trata y de un lugar seguro al que siempre regresar.

—Se llama Gaara, Karura —le dijo—. Y ha crecido muy bien para no tener una madre. Ni un padre.

—¿Cómo dices? —exclamó.

—¿No lo sabías? Desconozco los motivos pero él y sus hermanos no parecen haber tenido mucha cercanía paternal. Y descubrí que su padre murió hace tiempo. Demasiado mujeriego para guardarla en los pantalones.

—Lo dice quien tiene seis hijas —ironizó Karura.

—Sí, tengo seis hijas que hice con mucho amor. Eso jamás lo negaré ni mentiré. Me ha costado mucho pero jamás las he abandonado. Ni lo haré. Te prometí hace años que cuidaría de Temari y así ha sido. Te envié fotografías porque pensé que podrías querer saber de ella, pero veo que siempre he estado equivocado. Buscarte también para intentar ayudar al chaval ha sido un error. Sé feliz, Karura.

Colgó sin dejarle hablar. no necesitaba más explicaciones ni un método de vida que no compartía. Llegó a preguntarse cómo pudo enamorarse de ella.

Lo sentía mucho por Gaara y Temari.

Ahora, sólo quedaba esperar.

Continuará...


(1) Como ya os conté una vez: No ir a clase por decisión propia.

(2) Cárcel.

(3) Sí, esa, justo esa… xD

(4) Ligón, que pulula a muchas mujeres.

(5) Aquí Obito no es un pretendiente del pasado porque Uchiha (ups, los vecinos se llaman así. ¿Sois familia de tal persona? Ah, pues le pregunto.) Y al carajo todo. Y no, a Chia le gusta complicar las cosas. (No tengo pruebas pero tampoco dudas de esto)