Nota:

Basado minuciosamente en el séptimo libro, con retales de la película allí donde ambas fuentes canon no entraban en conflicto.

3. SEAMUS

Ver a Dean y Luna salir agarraditos de la mano fue como un jarro de agua fría para Seamus. El alivio y la alegría que había sentido al reencontrarse con su mejor amigo fueron reemplazados por un nuevo y absurdo temor que no tenía cabida en aquel momento. Estaban a punto de jugarse la vida, y a él se lo estaban comiendo los celos. Pero es que verlos tan frescos y lozanos, al lado de su cara desfigurada, y sus ropas raídas y malolientes, le estaba produciendo una angustia, una sensación de soledad y un complejo de inferioridad insoportables. Era un pensamiento estúpido, pero, ¿de qué le servían sus pecas si Dean no podía verlas bajo tantos moratones?

Durante todos estos meses de separación, Seamus había temido seriamente por Dean, tanto por su vida, como por el efecto que las vivencias en el exterior pudieran tener sobre sus sentimientos, los cuales nunca habían quedado bien claros. Luna y él habían pasado meses juntos en el exilio. ¿Hasta qué punto aquella experiencia había inclinado la balanza en su contra?

Una palmada en su hombro izquierdo le sacó de su ensimismamiento.

"Yo no pienso rendirme," dijo Neville, y le guiñó un ojo antes de dirigirse hacia la salida. Seamus sabía que Neville estaba colgado por Luna. El pobre lo había pasado fatal tras saber que había sido capturada, y aunque las noticias de su rescate y el de Dean habían llegado a Hogwarts (como tantas otras anécdotas del trío maravillas) el alivio que había sentido al verla era patente. Si alguien comprendía los sentimientos de Seamus, ése era Neville. Además, era el único que conocía de primera mano la historia de su relación con Dean. En cierto momento de confraternización profunda tras refugiarse de forma permanente en la Sala de los Menesteres, Neville le había aconsejado a Seamus que practicara más el hechizo para colocar tapones en los oídos, pues lo único que consiguió aquella noche de borrachera* fue amordazarle, y hasta que Dean no insonorizó la cama entera para entregarse a su calentón, Neville se vio obligado a escuchar hasta el último detalle de su escatológico-romántica conversación.

Otra palmada en su hombro derecho volvió a sacarle de su reminiscencia de aquella maravillosa noche.

"Vamos, Finnigan, es hora de reagruparse y plantar batalla," dijo Ernie Macmillan con una sonrisa comprensiva y una mirada llena de ganas de cargarse a algún mortífago por el camino. Hasta el ED, Macmillan siempre le había parecido un pedante. Este curso se había ganado su respeto a pulso. Además, Ernie era otro que lo comprendía mejor que nadie, pues su novio, Justin Finch-Fletchley, también se encontraba exiliado por sus orígenes muggles, aunque nadie parecía saber dónde. Y qué envidia le daba que lo pudiera llamar su novio, con pleno convencimiento y sin tapujos.

Seamus le devolvió un afectuoso apretón en su robusto antebrazo, como si se estuviera aferrando a un salvavidas, y se unió a los Hufflepuff escaleras arriba. La sensación de abandono y soledad que lo habían atenazado unos minutos antes se disipó tan rápido como había llegado. No dejó de observar cómo Ernie se preocupaba por tender la mano a Hannah al subir la empinada escalera y, casi sin pensarlo, Seamus se vio haciendo lo propio con Susan Bones. Al hacerlo, recordó que Dean era un caballero empedernido, hasta cuando le perjudicaba, y un pequeño peso se le quitó de encima.


En el comedor se reagruparon por casas, con lo cual Seamus ocupó su sitio entre Neville y Dean, quien aprovechó la cercanía para rodearle un instante los hombros con su brazo y apretarlo contra sí. Otro pequeño peso salió volando como por arte de magia.

McGonagall daba instrucciones sobre cómo se produciría la evacuación, cuando Ernie se levantó de la mesa de Hufflepuff y gritó:

"¿Y si queremos quedarnos y pelear?"

Unos cuantos aplaudieron. Seamus se puso también en pie y gritó emocionado:

"¡Ese es mi Ernie!"

McGonagall respondió que los mayores de edad podían quedarse, y la gente comenzó a freírla a preguntas. Seamus se sentó de nuevo, satisfecho.

"Cuidado, Finnigan, no vayas a mojar las bragas," susurró Dean, tan cerca de su oreja y de una forma tan deliberadamente sensual, que le produjo un escalofrío de placer.

Un momento: ¡Eso que acababa de escuchar eran celos! ¿De repente Dean estaba celoso de Ernie? Entonces comprendió: Durante el tiempo que habían estado separados, Dean se había acercado a Luna, de la misma forma que Seamus se había acercado a Neville, a Hannah o a Ernie. Cada uno había ampliado y reforzado amistades antes ignoradas. El problema era que ninguno sabía del otro hasta qué punto.

"Tranquilo, Dean, es que Ernie y Seamus ahora son hermanos de armas," explicó Neville en otro susurro más mundano, siempre cerca en sus momentos íntimos, por desgracia para él mismo. Aunque en esta ocasión era parte interesada.

"Dirás compañeros de armas," respondió Dean.

"No, no, hermanos. Ernie mencionó algo de una canción muggle," explicó Neville.

"Oh, demonios, seguro que la de los Dire Straits. Mi padrastro es muy fan y a menudo nos martiriza en casa con sus grandes éxitos."

"Sí, eso es lo que hacía precisamente el novio de Ernie en Hufflepuff," intervino Seamus."Con la diferencia de que los Hufflepuffs están en su casa de Hogwarts más tiempo que tú en la de tu padrastro para sufrir las consecuencias."

"Espera, ¿Macmillan tiene novio?"

"Justin Finch-Fletchley."

Dean se quedó con la boca abierta.

"Hijo de muggles, ya sabes, imán de basiliscos petrificadores," continuó Seamus.

"Sí, lo conozco. Estaba en el ED."

Por culpa de los contagiosos prejuicios de su madre, Seamus sólo había asistido a dos reuniones del ED: La primera en el Cabeza de Puerco, en la que renegó de Harry y sus "patrañas"; y la última de todas, justo la que liquidó al ED al ser pillados por Umbridge y su Brigada Inquisitorial. La rebeldía adolescente le había llegado tarde, pero llegó justo a tiempo para plantarle cara a su madre en sexto y poder quedarse con Dean hasta terminar el funeral de Dumbledore; y en séptimo se había dejado contagiar completamente por el espíritu más rebelde de Neville. Por suerte, los lazos entre los miembros del ED se habían mantenido vivos hasta ese día, y la comunicación a través del galeón falso de Neville había traído de vuelta a Luna, y con ella a Dean; y a Ginny, y con ella a los alumnos ya graduados y a la famosa Orden del Fénix. Justin, sin embargo, no podía haberse enterado del regreso de Harry, porque Ernie se había asegurado de quitarle su galeón falso para dejarle completamente fuera de juego, y con ello, fuera de peligro.

"Ahora está exiliado en alguna parte del mundo," siguió explicando Seamus. "Pero una vez logró enviarle a Ernie un mensaje a través de la Pottervigilancia."

Una noche de reunión secreta del núcleo rebelde, mucho antes de levantar el campamento en la Sala de Menesteres, Seamus vio a Ernie echarse a llorar como un niño cuando la radio mágica clandestina emitió un mensaje "para Hannibal de Murdock", o comoquiera que fueran los nombres en clave. Llegó justo después de escuchar noticias sobre Dean tras una racha de absoluta incertidumbre, con lo cual Seamus ya estaba aguantando sus propias lágrimas. El mensaje era tan bonito que no pudo por menos que abrazarse a Ernie y compartir su emoción, mientras el locutor leía poéticamente lo que parecía una canción, con la letra convenientemente modificada, según le explicaría después el Hufflepuff:

But just believe in me baby and I'll take you away
From out of this darkness and into the day
From these rivers of green lights, these rivers of pain
From the anger that lives on the lists with muggle names
'Cause I've run every red light on memory lane
I've seen desperation explode into flames
And I don't wanna see it again**

¡Qué envidia sana le daba a Seamus aquella pareja!

"Tío, yo no he estado de vacaciones en algún lugar exótico," parecía excusarse Dean. "Al principio no tenía forma de contactar contigo, no se me ocurrió utilizar el galeón del ED como luego vi que hacía Luna para comunicarse con Neville, y jamás se me habría ocurrido ponerte en peligro con un mensaje público por radio. Luego me capturaron, mataron a mis compañeros, me quitaron la varita y estuve encerrado en la mazmorra de los Malfoy bajo la amenaza constante de esa arpía psicópata de Bellatrix Lestrange y-"

En esos momentos la voz más siniestra de todo el mundo mágico retumbó por el Gran Comedor, interrumpiendo las instrucciones de McGonagall, para anunciar su intención de perdonar a todos si le entregaban a Harry Potter. La subnormal de Pansy Parkinson expuso lo que era obvio para la mitad del comedor, y alertó a la otra mitad de la presencia de Harry. Todos menos los Slytherin salieron en su defensa. Por suerte McGonagall era la mejor profe y con más ovarios que Hogwarts hubiera tenido jamás, y mandó a todos los Slytherin a hacer puñetas con la elegante excusa de que evacuaran los primeros. Quedaron los mayores de Ravenclaw, más aún de Hufflepuff y la mitad de Gryffindor, por lo que la jefa de la casa tuvo que echar a menores como Colin Creevey, que aún así querían quedarse y apechugar, que para eso había vuelto del exilio. Creevey hizo como que salía, pero Seamus lo vio colarse de nuevo entre el gentío que marchaba y esconderse en la mesa de Hufflepuff.

"No sabes cuánto te he echado de menos," lo sorprendió Dean susurrándole de nuevo al oído, mientras contemplaban a los otros alumnos desfilando hacia la salida. "Ni lo mucho que me duele verte con la cara hecha mierda. No quiero ni pensar lo que te habrán torturado, porque me entran ganas de cargarme a los responsables, y me falta una varita. Lo he pasado mal exiliado, Seamus, pero lo he pasado casi peor cuando Luna me contaba en qué se había convertido el colegio."

"Dean, no me voy a andar con las ramas, porque sabes que no es mi estilo. Dime la verdad, por favor: ¿Hasta qué punto has intimado con Luna? ¿Te ha hecho ella a ti mojar los calzones?"

Dean se quedó un instante parado, y luego se echó a reír.

"¡Ni de lejos! Intimar, hemos intimado, pero sólo espiritual y asexualmente. Para mí Luna ha sido un regalo caído del cielo durante el tiempo que hemos pasado refugiados en casa de Bill y Fleur Weasley. Es como si existiera en una dimensión paralela: Se entera de lo que ocurre en ésta, pero no le afecta como a los demás. Y eso está genial cuando tienes los nervios destrozados. Es un pelotazo de serenidad. Hablar con ella hace que veas todo desde otra perspectiva más agradable. Jamás olvidaré lo mucho que me ha ayudado a entenderme a mí mismo y a entender mis sentimientos. Sólo espero no haber llegado tarde…" lo miró con aprensión.

Seamus arqueó las cejas.

"¿Por quién me tomas? Yo no acepto sustitutos cuando tengo claro a quién quiero. Para mí tú siempre serás el titular, y el MVP," sentenció muy serio, para acto seguido mostrar una versión desfigurada, pero inequívoca, de esa mirada pícara y traviesa que tanto reconfortaba a Dean. Suponía que en algún lugar de la sala de Menesteres, a Ginny Weasley le estarían pitando los oídos, pero eso le importaba un bledo. Dean no le besó porque estaban en público, pero en su cara se veía que se moría de ganas.

"¡Maldita sea!" exclamó Neville dando un puñetazo en la mesa. "¡Me habéis inspirado! ¡En cuanto todo esto termine, me declaro!

Seamus, Dean, Parvati y Lavender se echaron a reír. Las chicas habían estado distraídas hasta entonces, pero ambas conocían el cuelgue de Neville por Luna y sabían por dónde iban los tiros.

"¡Suerte, Neville!" dijo Lavender con sinceridad.

"Grita fuerte para que te escuche desde su planeta," rió Parvati.

"Pues yo creo que tienes muchas posibilidades, compañero," lo animó Dean, muy confiado, y esto hizo que Neville sonriera de oreja a oreja.

Seamus suspiró. Apreciaba a Neville, y creía que su amigo merecía algo mejor. Luna no estaba mal, y era buena chica, pero… Miró hacia la mesa de Hufflepuff: Definitivamente, había otras mejores.


Tras la lenta evacuación, un tal Kingsley Shacklebolt empezó a dar instrucciones más precisas sobre cómo organizar la defensa. Muy a su pesar, Dean se quedaría dentro del castillo hasta hacerse con una varita. A Seamus no le hacía ninguna gracia separarse, pero Dean le aseguró que se quedaría siempre cerca de adultos capacitados. Luego le rodeó los hombros con un brazo y apoyó su sien contra la de Seamus, antes de murmurar:

"Ten cuidado."

"Tú también."

No hubo más tiempo para despedidas antes de que McGonagall se llevara a los cabecillas de su casa para darles instrucciones, seguida por Flitwick y Molly Weasley. Al ver a sus compañeros, profesores y adultos salir dispuestos a plantar cara al enemigo, Seamus notó cómo lo invadía por fin la emoción de la inminente batalla.

Sobre todo cuando, poniendo en tela de juicio su propia cordura, McGonagall encargó a Neville volar el puente cubierto ("¡BUM!"), recomendando que lo hiciera "el Sr. Finnigan" por su "debilidad por la pirotecnia".

"¡Puedo derribarlo!" exclamó entusiasmado.

"¡Así se habla! Ahora, en marcha."

Y allá que fueron Neville y Seamus a preparar la trampa, seguidos por Cho Chang y varios compañeros, mientras los ocupantes del castillo: vivos, fantasmas, cuadros y estatuas, tomaban posiciones para la batalla, y McGonagall y otros profesores y adultos creaban un escudo protector alrededor de todo Hogwarts.


Con ayuda de voluntarios esparcidos por todos los soportes del puente, Seamus fue colocando sus explosivos uno por uno con mucho cuidado, aferrándose a las vigas como si le fuera la vida en ello.

"Seamus, ¿sabes lo que haces, verdad?" le preguntó Neville desde arriba con visible ansiedad.

Por toda respuesta le hizo el gesto con el pulgar en alto y siguió concentrándose en su tarea.

Neville estaba muy nervioso porque le tocaba la peor parte de la misión, peor incluso que ayudar a la profesora Sprout a transportar y lanzar esas espantosas mandrágoras al otro lado del muro: Tenía que actuar de cebo ante los carroñeros y hombres lobo, a la espera de que cayera el escudo protector.

Un papel que, finalmente, bordó.

A Seamus le chiflaba el lado provocador que Neville había desarrollado durante este curso. Ese niño torpe e intimidable se había convertido en un tiarrón con los huevos bien puestos.

Pero cuando la burbuja mágica protectora que cubría Hogwarts comenzó a desintegrarse y sus fragmentos a caer en llamas cerca de sus cabezas, Seamus y el resto de compañeros lo observaron con aprensión desde el otro lado del puente. La carrera que se echó hasta ellos fue memorable. Corría mientras se defendía de los hechizos que le lanzaban los carroñeros con las varitas robadas, al tiempo que activaba con éxito la cadena de explosivos. En pocos segundos el puente fue cayendo hasta desintegrarse por completo, llevándose a Neville.

Todos contuvieron la respiración durante los agónicos segundos en los que parecía que se había matado. La mente de Seamus gritaba "¡No, no, no! ¡Vamos, Neville!", pero fue Ginny la se adelantó más que ninguno, incapaz de quedarse quieta. Su preocupación enterneció un poco a Seamus.

¡Y ahí estaba el héroe, emergiendo de la catástrofe lleno de polvo y con un poco de sangre en la frente! ¡Sí, definitivamente el plan había funcionado a la perfección! El alivio y la alegría que sintieron fueron indescriptibles, pero no había tiempo que perder. Con la caída del escudo protector, estaban lloviendo mortífagos. Los profesores gritaban para que se refugiaran en el colegio, y allá que regresaron todos a la carrera, protegiéndose de cascotes, maldiciones y centellas; dispersándose sin remedio ante la carga enemiga.

"¡Al cuerno con mi plan! ¡Acabo de renacer y no sé si viviré hasta mañana! ¡Tengo que declararme YA!" gritó Neville, y salió corriendo hacia el castillo como alma que lleva el diablo seguida por Ginny, quien probablemente quería reunirse con Harry.

"¡Buena suerte!" le gritó Seamus, pero no pudo seguirlo porque una nueva lluvia de cascotes le cortó el paso y Seamus lo perdió de vista momentáneamente. Lo divisó poco después entrando en el castillo con un mortífago en sus talones. El tío iba tan loco que no se enteraba de nada, pero por suerte otros estaban allí para velar por él y quitarle de encima a los enemigos.

Seamus iba a seguirle, pero empezó a enzarzarse en un duelo tras otro y se vio retrocediendo en vez de avanzando. En cierto momento vio a un gigante de moderada estatura arrojando a Hagrid a través de una ventana, y no muy lejos divisó a Ernie Macmillan y a su comando Hufflepuff, terminando de colocar una de sus defensas herbológicas asesinas. Sin pensárselo dos veces, decidió unirse a ellos. En el grupo estaban también Colin y Luna. Seamus lo lamentó por Neville, pues demasiados obstáculos lo separaban ahora de aquella zona, suponiendo que alguien pudiera decirle dónde estaba la Ravenclaw en medio de semejante caos. Hablando de lo cual…

"¿Dónde está Hannah?" le preguntó a Ernie.

"Se quedó supervisando los accesos secretos al castillo con el grupo de Fred Weasley y Lee Jordan," respondió muy sereno, pero Seamus sabía que estaba preocupado por ella.

"Estará bien, ya lo verás."

"Confío en ella," sonrió Ernie, pendiente de una nueva horda de enemigos que se acercaban a la carrera desde el bosque, empuñando sus varitas y lanzando rayos caóticos. "Y nosotros también tenemos una misión que cumplir, así que, ¡a la carga!"

Seamus se vio arrastrado por aquella potente orden como si le hubieran arrojado un imperius. Echó a correr tras Ernie junto al resto de su comando, lanzando hechizos protectores y desarmadores a diestro y siniestro hacia los atacantes. El tiempo comenzó a pasar como en un sueño donde la adrenalina del combate lo mantenía en estado de alerta máxima. Ernie daba instrucciones a voz en grito y los otros alumnos lo seguían como a un general, dirigiéndose allá donde parecían más necesarios. Seamus sentía que quería seguirle hasta donde hiciera falta, luchar con él hasta cargárselos a todos. Juntos esquivaron gigantes y hordas de asquerosas arañas gigantes que huían del Bosque Prohibido, el campamento base de los mortífagos. No le hacía ninguna gracia estar tan cerca, pero su posición resultó providencial cuando una oleada de dementores emergió de entre los árboles llevando su manta de oscuridad hacia el castillo. Y en cabeza para recibir un beso letal si no se andaban con cuidado estaban nada menos que Harry, Ron y Hermione, quienes, contra todo pronóstico, no parecían ser capaces de defenderse, y estaban atrayendo hacia ellos al grueso de las criaturas. Desde luego, Harry tenía gafe.

"Susan, protege a los nuestros. Luna, Seamus, seguidme. Tenemos que ayudar a Harry."

Y de este modo papá Ernie dejo el comando H en las capacitadas manos de mamá Susan, mientras él y los otros dos miembros del ED se adelantaban rápidamente hacia las tinieblas para conjurar sus patronus: un jabalí, una liebre y un zorro, respectivamente. Luna los felicitó como si aquello fuera un entrenamiento, y luego animó a Harry a que pensara en algo feliz. Esto pareció darle fuerzas por fin para conjurar su poderoso ciervo plateado. En la distancia, Susan estaba siendo apoyada por un grupo encabezado por Aberforth, entre los que se encontraban Katie Bell y Cho Chang. Los dementores se dispersaron.

Ron estaba dándoles las gracias cuando otro gigante agresivo armado con un garrote descomunal salió repartiendo leches del Bosque Prohibido, amenazando con aplastarlos como a guisantes. Algún capitán obvio grito: "¡Corred!", pero ya estaban todos huyendo en desbandada. Seamus, Ernie y Luna corrieron hacia el castillo tras el resto del grupo. En cierto momento volvió la vista atrás y atisbó al trío maravillas dirigiéndose hacia el Sauce Boxeador. Quién sabe qué se les había perdido ahí ahora, pero hacía tiempo que Seamus había dejado de preguntarse realmente por los motivos de Harry: hiciera lo que hiciera, siempre terminaba de forma épica. Como aquel dragón con el que escaparon de Gringotts, ¡buah! ¡Lo que habría dado Seamus por verlo!

Pero lo que vio entonces fue a Colin Creevey siendo golpeado de lleno por una imperdonable, y cayendo con la mirada extasiada a pocos metros del refugio. Gritos y gemidos acompañaron el ruido que hizo en el suelo de piedra al caer. Seamus corrió más que nunca, pese a que sabía que no había nada que hacer por el pequeñín. Llegó a la vez que Ernie, quien rápidamente murmuró un hechizo para levantarlo y llevárselo adentro con ellos, pero fue truncado por una maldición que le pasó cerca y le hizo perder la concentración. Con el alma encogida, Seamus tuvo que tirar de Ernie al tiempo que los protegía de otros ataques hasta convencerle de que debía dejar el cuerpo allí y salir por patas si quería contarlo. Susan lloraba a lágrima viva y apenas era capaz de defenderse, pero por suerte Luna permanecía serena y les cubrió la retaguardia. Esa chica, al igual que Neville, ya no era la misma. Estaba en plena forma.

Al poco de regresar al Gran Comedor, donde se refugiaron para recobrar el aliento bajo la protección de magos más veteranos en cada acceso, la voz de Voldemort volvió a penetrar sus cabezas con el fin de informarles de que les concedía una hora para que Harry se entregara y, mientras, pudieran enterrar a sus muertos. El mamón parecía dar la batalla por ganada.


Un equipo de supervivientes fue alineando los cadáveres en el suelo. Los allegados presentes comenzaron a despedirse a lágrima viva. Tras echar una mano con la limpieza provisional de escombros para abrir camino, Seamus fue oteando con el alma en vilo cada uno de los cuerpos que iban colocando. Todavía no había visto a Dean por ninguna parte, y eso lo estaba reconcomiendo por momentos.

Vio a la profesora Trelawney y a Parvati llorando sobre el cuerpo mutilado de Lavender mientras se enjugaban las lágrimas y se consolaban mutuamente. Al parecer la había destrozado un hombre lobo. Seamus sintió mucha pena por su compañera de curso. Aún recordaba cómo fueron juntos al baile de cuarto casi por la misma razón que Ron fue con Padma Patil, y aunque con gusto se habría cambiado de pareja por haber hecho a Lavender feliz, el baile fue más divertido gracias a las tonterías de Dean, quien terminó sacando a Seamus a bailar con tal de levantar los ánimos del grupito. Al final Lavender consiguió ser novia de Ron por un tiempo, una etapa bochornosa para todo el que tuvo la desgracia de sufrirlos de cerca. Pero, pese a su babosidad insoportable, y a su cabeza llena de pájaros, Seamus pensó que en el fondo era una buena chica que no merecía este final.

Vio a Percy Weasley y a Oliver Wood colocando el cadáver de Fred a los pies de su destrozada madre; y la reacción de los Weasley, que iban acercándose rápidamente y emitiendo diversas reacciones de profundo dolor, le provocó tal nudo en la garganta que fue incapaz de seguir mirando. Si uno de los gemelos inmortales era capaz de palmarla, cualquiera de ellos podía. Seamus pasó de largo rápidamente porque no soportaba la escena, lo acongojaba.

Vio al profesor Remus Lupin y a su mujer, quien por lo visto acababa de ser madre, y empezó a notar los lagrimones rodando por su mejilla. Los traían levitando entre Kingsley y McGonagall. Su aspecto era tranquilo, parecían dormidos. Pero Seamus sabía que no despertarían. Los seguía un pequeño cortejo de alumnos y adultos apesadumbrados.

Con el corazón en un puño, temiendo lo siguiente que encontraría, iba a proseguir su exploración, cuando atisbó entre aquel cortejo la cara que más deseaba ver. De inmediato soltó el aire que había estado conteniendo.

"¡Dean!"

Su amigo alzó la cabeza y le devolvió la misma mirada de alivio y de absurda felicidad que sentía Seamus.

"¡Hola Seamus! Ya tengo varita," dijo, mostrándosela.

"¿Qué tal por aquí dentro?"

"De locura. ¿Y por fuera?"

"Hemos volado el puente. He conjurado mi patronus contra unos dementores de verdad. Colin ha muerto por el camino," comentó, como quien habla del tiempo.

"He visto a Lavender caer de la escalera y luego ser atacada ferozmente por Fenrir Greyback. Hermione le ha lanzado un conjuro y lo ha espantado, pero el daño ya estaba hecho," le contó Dean en tono tranquilo. Y haciendo un gesto hacia los Weasley, continuó: "No soy capaz de asimilarlo, tío."

Y se echó a llorar.

Seamus recorrió la escasa distancia que lo separaba de Dean y lo abrazó con una fuerza devastadora. Él también estaba llorando.

"Te has perdido a McGonagall cabalgando sobre los pupitres melena al viento y gritando ¡A la carga!" sollozó Dean, soltando una media risita. "Creo que ésa será mi imagen patronus para superar este horrible día."


Un rato largo después, los dos muchachos se unieron a los Hufflepuffs en su mesa para insuflarse apoyo emocional colectivo. Ellos también habían sufrido algunas bajas dolorosas, y por alguna razón también les había impactado enormemente la pérdida de Colin. Ernie se encontraba particularmente afectado. Después de todo, un miembro de su comando había muerto, y él no había podido hacer nada. Había estado ayudando a despejar el terreno y a cargar con cuerpos, y no había parado hasta reencontrarse con Hannah. Seamus también se había alegrado de verla sana y salva, pero para el prefecto de Hufflepuff había sido el bálsamo que necesitaba. También fue grande el alivio que Ernie mostró al ver a Oliver Wood cargando con el cuerpo del pequeño Gryffindor en un hombro. Todos se acercaron para rendirle homenaje.

Neville llegó poco después. Parecía exhausto y muy preocupado, pero su expresión se iluminó al ver a Luna ilesa.

"Te he estado buscando por todas partes."

"Estaba en buena compañía," sonrió ella, radiante.

"¿Sabes que estoy loco por ti, verdad?"

"¡Oh, Neville! La locura es siempre relativa, o temporal. Pero yo también me alegro mucho de verte."

Entonces Neville la abrazó y la estrujó contra sí como si realmente no hubiera un mañana, y los demás se alejaron un poco para dejarles intimidad.


La espera se hizo eterna con la incertidumbre de qué pasaría con Harry. Nadie lo había visto salir después de que regresara con Ron y Hermione de quién sabe dónde, y se dirigiera hacia el despacho del director. Había numerosos rumores circulando por el salón, pero por suerte el grupo de Seamus era fervientemente leal a Harry y no se intercambió ni un solo comentario desconfiado. Todos temían precisamente que Harry cometiera la estupidez de ir a plantar cara en solitario a ese asesino malnacido. Los magos adultos estaban reunidos en la mesa de los profesores para reconsiderar sus opciones. Rendirse no era una de ellas, pero si Harry no se entregaba, Quién-tú-sabes volvería a la carga hasta aniquilarlos a todos. Posiblemente en su vengativa persona. La perspectiva no era muy alentadora.

Lo único que quería Seamus en aquellos momentos era irse a la cama a dormir con Dean. Tenía miedo, estaba cansado, quería que todo aquello terminara de una vez.

Entonces se escuchó llegar de lejos el cortejo fúnebre-festivo de los mortífagos, con el señor oscuro a la cabeza, jactándose de haber matado a Harry Potter, conminándolos a unirse a él para ser perdonados, ¡y viva la fiesta!

Los supervivientes del castillo fueron saliendo poco a poco, temerosos de comprobar si era cierto. Por desgracia, el bulto sospechoso que llevaba Hagrid en brazos tenía un parecido más que razonable a Harry, así que, o alguien había utilizado una poción multijugos, o el niño que vivió ya no lo haría nunca más.

Contra todo pronóstico, la primera en gritar fue McGonagall, un grito desgarrador que sin embargo hizo estallar en carcajadas a una mujer con rastrojos por cabello a la que Seamus reconoció de los carteles de "Se busca: escapados de Azkabán" como Bellatrix Lestrange, la torturadora de los padres de Neville. Seamus sintió temblar la varita en su mano, mientras era rodeado por amigos y profesores en las escaleras de piedra. Ante ellos danzaba el ser más repugnante que Seamus hubiera contemplado desde los escregutos de Hagrid, con aquella cabeza de gusano anémico, aquella voz de lerdo asmático, y aquella risa de subnormal profundo. Al ver la mirada de adoración de la pirada de Bellatrix, Seamus se reafirmó en su convicción de que jamás entendería a las mujeres. Sobre todo porque Voldemort parecía apreciar más a esa serpiente que llevaba de animal de compañía.

Como era de esperar, Hermione, Ron y Ginny fueron los siguientes en desfogar su desesperación, y ahí ya se armó la gorda y todos se solidarizaron con gritos, lamentos e improperios. El albino señor oscuro los calló de golpe con un hechizo silenciador y mandó tender a Harry en el suelo para exhibirlo, para contar mentiras convenientes sobre su cobardía. Pero, o el caraliendre estaba flojo o era tan torpe como Seamus con los hechizos silenciadores, pues Ron logró hablar y romper el encantamiento, y todos volvieron a soltarle metralla verbal. El calvo malencarado volvió a silenciarlos mágicamente. Y entonces ocurrió algo que puso los pelos de punta a Seamus, pero que fue incapaz de parar: Neville se arrojó a lo kamikaze contra Voldemort.

Y fue inmediatamente desarmado y derribado. Pese a todo, el enemigo premió su osadía invitándolo a unirse a sus mortífagos. A lo que Neville respondió que se uniría cuando se congelase el infierno.

"¡Ejército de Dumbledore!" chilló, y sus compañeros se envalentonaron, y lo corearon, y lo amaron, y pasaron del caranabo y sus hechizos silenciadores, que no parecían tener ya poder sobre ellos.

Lo que sí parecía tener cierto peligro era la amenaza poco velada que Voldemort lanzó con aquella voz que era peor que un tenedor rallando un plato, aunque luego lo que pareció conjurar fue algo tan anticlimático como el sombrero seleccionador, el cual llegó volando de dondequiera que lo guardaran después de su arduo trabajo de un solo día al año, y se posó en su blanca mano. Por sus palabras, parecía haber invocado al sombrero sólo para despedirlo, pues declaró que a partir de entonces todos los estudiantes de Hogwarts serían Slytherin. A Seamus, que siempre le había parecido una casa cañón a la que no le habría importado pertenecer, no entendía qué castigo podía haber en ello. Entonces el muy sádico le puso el sombrero a un paralizado Neville y le prendió fuego. Los gritos fueron espantosos, tanto los de la víctima como los de los espectadores, quienes no podían hacer nada bajo la amenaza de los mortífagos. Seamus comprobó que Ernie y Dean estaban tanto o más frustrados que él por no poder intervenir.

Pero en ese momento se armó la de Leviatán, con cientos de nuevos gritos que llegaban desde los muros del castillo, centauros disparando a los mortífagos y un gigante chillón cabreando a los gigantes esbirros de Vóldemort. Y Neville aprovechó la ocasión para salir de su petrificación, escapar de su incendio particular, y, de alguna forma, extraer una espada hortera del sombrero, con la que cortó la cabeza a la gigantesca serpiente. El impacto que tuvo este gesto en su dueño fue de infarto. De verdad que parecía que le había dado un síncope. Luego estuvo a punto de cargar contra Neville, pero parecía estar protegido por un escudo invisible.

Hagrid gritaba porque no se veía a Harry por ninguna parte, pero Seamus no estaba para buscar el cuerpo. Había tantas amenazas como nuevos aliados, que de pronto parecían infinitos: centauros, hipogrifos, thestrals llevando gente encima. Todo el que no fuera enorme o cabalgara sobre algo se tuvo que refugiar en el castillo. Seamus se fijó en que algunos mortífagos caían sin que nadie los hubiera atacado aparentemente.

"Es Harry. Se ha puesto su capa. ¡Era una farsa!" jadeó Neville pasando a su lado a todo correr en dirección al Gran Comedor, donde se estaba retomando la batalla.

"¡Vamos nosotros también, Seamus!" exclamó Dean, y salió corriendo detrás.

Pero Seamus tuvo que detenerse un instante para asegurarse de que Hannah se libraba de los ataques de un mortífago que, angustiado, se había puesto a lanzar maldiciones en círculo a la desesperada. Hannah respiró hondo, se concentró, apuntó y ¡bingo!

"¡100 puntos para Hufflepuff! Ahora, ¡vamos!" le azuzó Seamus, tirando de su manga.

Otro que estaba lanzando maldiciones a destajo era el calvo cabreado. Le habían roto todos los esquemas y parecía haberla tomado personalmente contra todo el colegio. Seamus habría jurado que alguna de esas maldiciones los tenía que haber dado de lleno, pero se limitó a agradecer su suerte mientras corría a toda velocidad con Hannah en dirección al comedor.

Allí se encontró enseguida a Dean, peleando espalda con espalda con Ernie. Por suerte la varita robada, como era de esperar con él, se había enamorado de su nuevo dueño y le respondía como si llevaran juntos toda su carrera como aprendiz de mago. Seamus y Hannah llegaron en el momento justo en que los mortífagos recibían refuerzos. Se los veía desesperados y, por tanto, más peligrosos que nunca. Así que rápidamente se unieron a sus amigos para dar a sus enemigos toda la tralla mágica posible.

Entre el barullo de gritos, hechizos y maldiciones, de sillas cayendo y cuerpos desplomándose, los padres de Draco Malfoy pasaron junto a ellos desgañitándose por encontrar a su hijo. Ambos iban desarmados, lo cual tenía mérito en medio de semejante refriega.

"Sé dónde está escondido con Blaise Zabini, pero no se lo pienso decir," comentó Dean, mohíno. Razones no le faltaban, la verdad. Los Malfoy siempre habían sido unos snobs racistas y clasistas. Y Dean no había sido precisamente un invitado de honor en su casa. "Que se esfuercen por una vez en su vida."

Los defensores aliados ahora superaban en número a los atacantes, gracias también a la llegada de familiares y tenderos de Hogsmeade, y a la salida de los elfos domésticos armados hasta los dientes con utensilios de cocina. Los especímenes más peligrosos del enemigo estaban siendo abatidos uno por uno hasta por flechas centauras disparadas desde fuera. Seamus vio a Neville acabar junto a Ron con el hombre lobo, y poco después se acercó junto a su abuela y otros estudiantes a ayudar a Molly Weasley , quien se batía en duelo con Bellatrix Lestrange tras haberle amenazado a Ginny. Pero Molly les ordenó que no intervinieran, y no tardó en aprovechar la soberbia descerebrada de su enemiga para fulminarla en el sitio.

"¡Bien hecho! ¡Ay, lo que habría dado por liquidarla yo misma!" suspiró la anciana Longbottom, satisfecha tras ver caer a la causa de sus mayores desdichas. Seamus se acordó entonces de bogart!Snape vestido con sus ropajes y sombrero estrambótico, y tuvo que aguantar la risa. Era un momento importante para ellos. Sin descuidar sus defensas, Molly hizo un saludo con la cabeza en dirección a los Longbottom.

La muerte de Bellatrix, de nuevo, parecía haber afectado al espárrago blanco maligno. No tanto como la serpiente, pero casi. Se libró de sus oponentes y apuntó a Molly. Pero ahí se destapó ya Harry, el ángel de la guarda invisible, dispuesto a proteger a sus amigos y medirse con su archienemigo. Sin ayuda. Lo prohibió expresamente, igual que Molly unos minutos antes, acallando a la multitud. Qué manía tenía aquí la gente por los duelos personales, pensó Seamus.

Pero lo que podría haber sido el duelo mágico del siglo, con los dos magos volando por los aires, golpeándose, atacándose y defendiéndose en un combate encarnizado, se quedó en una pelea de comedor de colegio. Y ni eso, porque en una buena pelea habría como poco puñetazos, y en cambio Harry y el calvo desnarigado se limitaron a acosarse visualmente en círculos, como si estuvieran peleando por la última silla, pero sin sillas, y a lanzarse pullas, a hablar del poder del amor y revelarse verdades dolorosas, que estaban todos allí escuchando a su alrededor que sólo les faltaban las palomitas, y nadie más se molestaba ya en combatir. ¿¡Para qué!? Mejor apostarlo todo a una pelea de gallos. Todo el mundo permanecía en trance viendo la telenovela mágica desenvolverse ante sus ojos. Que si Snape era un espía doble enamorado de la madre de Harry, que si la varita de Voldemort no le respondía porque tenía otro dueño, que si no, pero sí, pero no, pero que te digo yo que sí, calvo mamón, y así hasta que la luz del amanecer lo inundó todo, y los dos rivales se pusieron a chillar como vampiros pillados a contrapié por los rayos del sol, un instante antes de alzar por fin las varitas para zanjar las cosas como Merlín manda.

Y Harry utilizó el hechizo más ridículo del mundo mágico mundial para derrotar al Señor Oscuro.

Otra vez.

Y al Señor Oscuro iluminado no se le ocurrió nada mejor que lanzarle la máxima imperdonable.

Otra vez.

Y le rebotó al niño que sobrevivió.

Otra vez.

Y el Señor Oscuro la palmó.

De una vez por todas.

Todos aplaudieron, chillaron, se emocionaron. Y Harry fue primero espachurrado por todos sus amigos, luego fue manoseado como si fuera la virgen de Lourdes, pues todos querían un pedacito suyo; y después fue tratado como el mesías, el redentor, el salvador, el guía espiritual que necesitaban en aquellos momentos de luto tras la victoria. El baño de masas al que se vio sometido no parecía terminar. Seamus y sus amigos se cansaron pronto de tanto éxtasis religioso y, como ninguno necesitaba por suerte atención médica, se fueron por su cuenta.


Sentados en la mesa de Hufflepuff, una vez las hubo reorganizado McGonagall, los amigos combinados del ED y el comando Hufflepuff estuvieron charlando animadamente sobre las anécdotas más destacables de un combate bastante olvidable.

"¿¡Os podéis creer que Snape era un espía doble que estaba enamorado de la madre de Harry!?" exclamó Susan, quien no terminaba de superarlo.

"¡No!" negaba Hannah, igualmente en shock.

"¡Qué fuerte!" dijo Seamus.

"Ya te digo," asintió Dean.

"¡Me parece tan trágico!" suspiró Luna. "Aunque me alegra saber que no asesinó al Profesor Dumbledore de mala fe, sino por obligación y compromiso. Y se quedó en el colegio para protegernos. Fue todo un caballero. Lamento sinceramente su muerte."

"Yo… no sé si lo lamento, pero reconozco que fue una actuación impecable," dijo Seamus. "Y nosotros pensando que nos odiaba a todos, qué cosas. Y Harry pensando que lo odiaba a muerte, siempre buscándole las cosquillas, siempre vigilándolo… ¡Tíos! ¡Que una cosa es que lo protejas, pero lo de Snape con Harry era fijación!"

"La madre de Harry…" Neville meneó la cabeza con incredulidad mientras acariciaba inconscientemente la espada de Gryffindor que había dejado sobre la mesa. "Esto explica tantas cosas. Quizá por eso castigaba tanto a Harry en sexto curso. Para pasar más tiempo con él a solas. Seguro que al mirarle le recordaba a su madre."

"Tú flipas, ¿no?" se alarmó Seamus.

"Tiene sentido," asintió Ernie.

"¡Pero si se odiaban!" murmuró Hannah.

"Amor, odio, celos de su padre… Es una línea muy fina. Seguro que algo de su madre veía en él," argumentó Susan, y todos asintieron, todavía perplejos por la revelación.

"Pero entonces, ¿de quién era al final la Varita de Saúco?" preguntó Ernie.

"De Draco Malfoy, ¿no?" comentó Michael Corner desde la mesa de al lado, sentado junto a Cho.

"Que no, que no, que es de Harry. Él desarmó a Draco en su propia casa, así que tanto la varita de Draco como la de Voldemort le pertenecían," explicó Luna.

"Espera, espera, entonces, ¿¡Harry ha estado todo este tiempo luchando con la varita de Malfoy!?" se asombró Ernie. "Qué asco. Yo la habría cambiado por otra."

"La varita robada a un enemigo por superioridad mágica obedece mejor que ninguna," explicó Dean.

"Lo sé, pero aún así yo luego habría robado otra," insistió Ernie.

"¡Qué dices! Con lo mucho que se odian, tanto más potente será la magia que haga con ella," comentó Seamus, mirando hacia la mesa de Slytherin, donde los tres Malfoy, padres e hijo, descansaban reunidos al margen del resto. Nadie les hacía caso, ni para bien ni para mal.

"Yo no creo que se odien tanto," dijo Luna.

"Draco intentó hacerse amigo suyo el primer día de colegio, pero Harry eligió a Ron," recordó Neville. "Y Harry parecía obsesionado con cada movimiento de Draco el curso pasado."

"Tienen una relación rarita," asintió Susan.

"Vosotras veis cosas raras por todas partes," se burló Seamus.

"Sí, ya, pero somos muy observadoras y te digo yo que Draco a menudo mira a Harry como tú miras a Dean," le devolvió Susan resabida.

"Tocado y hundido", sonrió Neville, dando un codazo a Seamus, quien se había puesto colorado como un tomate, para disfrute de Dean. "Chicos, no sé vosotros, pero yo me muero de hambre."

Dicho y hecho, bandejas de comida y bebidas calientes aparecieron en la mesa. Los elfos domésticos parecían haber vuelto al trabajo. Los amigos comenzaron a hincarle el diente a las deliciosas viandas con ganas, pero entonces Seamus se percató de una figura solitaria sentada en el suelo junto a unos carritos de comida que habían preparado para los que estaban de pie.

"Voy un momento con Ab. Ven, Dean, que quiero que lo conozcas."

Ambos cogieron sus tazas de chocolate caliente y se levantaron. Sus sitios fueron rápidamente ocupados por los nuevos admiradores de Neville, que se apelotonaron alrededor de los otros para que su héroe les narrara cómo había extraído la espada del sombrero. Seamus vio que Luna se iba quedando apartada. Harry se sentó un instante a su lado, aprovechando que sus últimos acosadores se habían desplazado a acosar a Neville, y cuando Seamus volvió a girar la cabeza, Harry ya no estaba. No le extrañaba que ahora sí que huyera.

"¿Qué tal, Ab? ¿Podemos hacerte compañía?"

"Adelante, muchachos, que aquí la comida es gratis. Había olvidado lo buenos que eran los desayunos del colegio."

Ambos se sentaron en concilio con el anciano.

"Dean, éste es Aberforth Dumbledore, dueño del Cabeza de Puerco por el que te colaste anoche. Imagino que no hubo mucho tiempo para presentaciones. "

"Pues no, la verdad. Mucho gusto, señor," respondió Dean sorprendido por el apellido.

"Ab es hermano del Profesor Dumbledore, y si no llega a ser por él, los miembros de la resistencia nos habríamos muerto de hambre."

"Y de sed, bribón irlandés, que bien que me vaciabas las bodegas, además del grifo," rió Aberforth. "Así que tú eres el famoso Dean, ¿eh? Por cómo hablaba Seamus de ti, sabía que serías un tiarrón."

"¿Qué le has contado de mí?" se alarmó Dean entre risas.

"Nada bueno, por supuesto," mintió Seamus, todavía sonrojado.

"Al menos tú conservas la cara intacta. Mira este ecce homo," señaló Aberforth con una risotada. "El precio de la temeridad."

"Alguien tenía que plantarles cara."

"A alguien tenían que partírsela para dar ejemplo," asintió Aberforth. "Fuiste muy generoso. Tú y Neville. Pero por eso mismo decidí ayudarles, a mis expensas," le explicó a Dean. "Admiro a los que se defienden peleando."

"Pero tú no te animaste a pelear hasta el final. ¿Qué te hizo cambiar de idea?"

"Potter. Y la invasión de mi pub. Vine aquí a quejarme y, bueno, nunca he dicho que no a una buena pelea. Dejémoslo en que me dejé arrastrar por la euforia del momento."

"No me puedo creer que se haya acabado," confesó Dean, agotado, apoyándose contra la gran H de Hogwarts que había en la pared.

"Ah, muchacho. Cae un señor tenebroso y aparece otro. La historia siempre se repite. Vigilad a ese Malfoy, sobre todo si tiene descendencia," dijo señalándolo. "Esa familia tendrá la sangre limpia, pero nunca ha sido trigo limpio."

"Oye, Ab, tú viviste la lucha entre tu hermano y Grindelwald, ¿verdad? Lo llamaron el duelo mágico del siglo, pero ¿cómo fue en realidad? A ver si la leyenda exagera y fue tan aburrido como el de hoy…"

"No, Seamus, no me hables de ese malnacido, que para mí es como mencionar la soga en casa del ahorcado. Y nada de lo que hiciera jamás mi hermano me pareció legendario, salvo la forma tan hábil que tenía de servirse de la gente. Al menos nunca lo hizo en propio beneficio, lo cual le honra. Pero era experto en criar cerdos para el matadero. Que Harry haya sobrevivido es lo que más me fascina. "

"Harry es un súper mago," asintió Dean.

"En cualquier caso, creo que nos podemos sentir todos muy agradecidos de que le haya tocado a él el palito más corto en todo este embrollo," asintió Aberforth. "¿Y tú qué, Seamus? Me han dicho que has volado el puente cubierto. No sabía de esa aptitud tuya para los explosivos."

"Sí, me han dicho que ha sido de traca," asintió Dean. "Pensaba que sólo sabías explotarte cosas en la cara."

"Ja-ja," respondió con sarcasmo. "Digamos que aprendí algunas recetas de los amigos de mi padre, y luego lo afiné con mis conocimientos mágicos."

"¿Los amigos de tu padre?" preguntó Dean, sorprendido. "Nunca me habías hablado de ellos."

"Es que hace muchos años que no los veo. A mí madre no le gustaban. Decía que sólo traerían problemas. Detesta las organizaciones clandestinas. Por eso también me daba mal rollo meterme en el ED al principio."

"¿Tu padre estaba en una organización clandestina?" preguntó Dean.

"No, él no, pero algunos de sus amigos del Norte, sí. Y cuando era pequeño en mi tierra había que tener mucho cuidado con quién te juntabas, porque las autoridades enseguida te metían en el mismo saco y lo podías pasar muy, muy mal."

"Las autoridades suelen ser bastante incompetentes," asintió Aberforth dando un trago a su chocolate chisposo. A Seamus no se le escapó que había vertido gotas de una petaquita que llevaba en el pecho.

"¿Me das un poco de eso?" la señaló.

"Cuando tengas pelo en la barba."

"Ey, Ab, llevo tiempo queriendo preguntarte: ¿Qué hay de verdad en lo que se cuenta sobre ti y las cabras? ¿Tanto te gustan de verdad?"

"Las cabras son un encanto, mejores que muchas personas. Pero no me dirás que has estado leyendo a esa fulana de la Skeeter, Seamus. Me decepcionarías."

"¿Tú crees que a mí me va leer biografías y revistas de cotilleos?"

"Has tenido mucho tiempo para aburrirte en esa Sala de Menesteres, me parece a mí."

"Que va, cada día era una fiesta," bromeó. "Pero leer sandeces no es lo mío. Y de escucharlas no te puedes escapar."

"Eso es verdad."

"Bueno, pero entonces, ¿qué haces exactamente con tus cabras cuando estáis a solas? ¿Has intentado transformar a alguna en humana? ¿Es por eso que te empapelaron por conducta inadecuada?"

"Muchacho, te lo contaré cuando madures. De momento, os puedo hacer una proposición indecente más acorde con vuestra edad e intereses."

"¡Habla, habla!" se emocionó Seamus.

"Que terminemos la celebración en mi taberna, esta noche, como mayores de edad que sois. Tengo habitaciones en la planta de arriba donde encontraréis la intimidad que ni de coña vais a tener en un colegio medio demolido y abarrotado."

Y sonrió arqueando las cejas significativamente. Dean se echó a reír.

"No vamos a llevarnos a ninguna chica, si es lo que estás insinuando," sonrió Seamus con picardía, tanteándolo.

Aberforth se agachó para susurrarle de forma conspiradora:

"Hijo, no será la primera vez que ocurra bajo mi techo. A ti hace tiempo que te tengo calado, y tu querido amigo Dean, por fin aquí presente, lleva un rato embobado comiéndote con los ojos con el mismo hambre con la que mi hermano miraba a ese malnacido, incluso antes de meterlo entre rejas a perpetua."

"¿¡El profesor Dumbledore…!?" comenzó Seamus, colorado,

"¿¡…Y Gellert Grindelwald!?" terminó Dean, estupefacto.

"Al menos en vuestro caso tengo la certeza de que es merecido y correspondido," sonrió Aberforth de nuevo con afabilidad. "La oferta sigue en pie."

Dean y Seamus se miraron, bajaron la vista, se relamieron inconscientemente los labios. Y asintieron, entre risas.

"No digáis nada de celebraciones, que aquí hay muchos parientes, y cuando hay alcohol de por medio se apunta hasta el último cuñado."

"Se lo comentaré a Neville, él lo entenderá y nos guardará el secreto," dijo Seamus, levantándose, pero cambió de idea cuando vio a Neville y a Luna sentados a solas, mirándose en silencio y sonriéndose. "Eh, esto, en otro momento."

Así que se acercó a Ernie y le comentó que Dean y él iban a descansar y a ponerse al día, sin dar más detalles. Ernie lo abrazó con fuerza, le agarró la cara con ambas manos y le palmeó el cogote afectuosamente, como un padre orgulloso. Seamus le devolvió el abrazo con ganas.

Nadie más se extrañó de verlos salir. Cada grupo estaba a lo suyo, y todos compartían un cansancio plomizo tras bajar la guardia.

"Tenemos que avisar también a nuestros padres, estarán preocupados," le recordó Dean de camino, algo tenso.

"La lechucería de Hogsmeade puede hacerles llegar el mensaje, celosín," rió Aberforth.

"¿¡Celosín, yo!?" protesto Dean.

Seamus se pegó a Dean entre risas, rodeándole la cintura con un brazo, que es lo máximo que le permitía su considerable diferencia de altura, y notó cómo Dean se relajaba. Ambos estaban a punto de ser derribados por el bajón de sueño que sobreviene tras una noche completa en danza, pero Seamus ya estaba contando los minutos hasta quedarse con Dean a solas tras una puerta cerrada.


Notas:

* La historia de aquella noche de borrachera aparece en "Pecas".

** Versión modificada del fragmento más emotivo de Telegraph Road de los Dire Straits, que se cantaron mutuamente Ernie y Justin en el capítulo 17 de ¡Hufflepuff Existe! En negrita los cambios.