Porque me gustas

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Cuando le colgó a Greg, luego de confirmar que Perla llevaba cerca de una hora en Beach City, pudo al fin recargase en el asiento y sacar el suspiro más largo que había contenido nunca. Miró a través de la ventana, sin saber qué iba a decirle a Perla exactamente cuando la viera y el intentar ensayar un discurso en su mente era inútil pues sabía que las pocas frases coherentes que se le ocurrieran desaparecerían apenas se formularan y no volverían a ella ni siquiera cuando la viese, si tan sólo llevara algo en qué anotar, quizá sería más sencillo.

Tantos escenarios cruzaron por su mente en la última hora del recorrido, que más de una vez estuvo a punto de llorar ante las posibilidades de que Perla se mantuviese firme en no intentar estar con ella. Amatista había podido vivir en paz con esa idea todos esos años, incluso pudo haber seguido su vida sin que esa posibilidad existiera el resto de su miserable vida; el problema es que la posibilidad sí existía, sí era correspondida. Pero conocía a Perla, las inseguridades y los cuestionamientos la llevarían a ver todos los contras de estar con ella, hasta descartar la idea de siquiera intentar que funcione de su mente. Ahí era donde tenía que intentar intervenir, tratando de persuadirle a olvidar el "Pero" de una vez por todas como ella lo había hecho desde el momento que aceptó sus sentimientos y trató de demostrarlos. Esa era su oportunidad, su última oportunidad, pues la conoce y sabe su comportamiento en ese tipo de situaciones: Perla tiende a huir de sus emociones cuando la orillan a un desequilibrio personal, había ocurrido cuando Rose se casó; la pelirroja desapareció del radar de todos durante tres meses y medio hasta que regreso con todos sus sentimientos reprimidos y enterrados en el fondo de su corazón, hasta que estos fueron reemplazados por nuevos que florecieron, dejando sin posibilidades de excavar a la superficie a los antiguos. Era capaz de ir y perderse en algún lugar del basto mundo durante un tiempo indefinido y volver cuando los sentimientos que tiene en ese momento no sean más que impulsos que deberá reprimir hasta suplantarlos con otros. Amatista no quería eso.

Cuando arribó la pequeña ciudad, aspiró profundamente el aire aroma a sal marina, con la idea de ir a buscarla en la casa de la playa de Greg lo antes posible, cuando exhaló pensó en primero ir a visitar la tumba de Rose y suplicarle por una señal, donde quiera que estuviera, de cómo debía actuar y qué debía decir. Saliendo de la estación de autobuses caminó una cuadra a la derecha y, al llegar al limite del pueblo cerca de la orilla del mar, cruzó la calle hacia el norte siguiendo el camino que daba al prado que rodeaba al pequeño bosque de la ciudad, subió las escaleras de piedra, echas especialmente para llegar, a poco más de un kilometro, al cementerio de la ciudad. Pasó la gran reja negra que marcaba los límites del cementerio, estaba entreabierta, haciendo pequeños rechinidos con el vacilar del aire contra ella. La empujó, escuchando el sonido agudo volverse grave durante un largo rechinido, jaló de ella tras entrar sin pensar siquiera cerrarla, escuchando el golpe de metal contra metal cuando pareció hallar el tope con la puerta fija. Caminó entre las lápidas de personas que conoció y que no, el padre de Smiley, el tatarabuelo fundador de la tradición freidora de los Fryman, la tía de Jenny que murió sólo seis años atrás, saludó a los que conoció y agachó la cabeza en respeto de quienes no. Amatista temía a lo sobrenatural y que lo que estuviera "del otro lado" pudiese enojarse con ella y jugarle una mala pasada; por lo contrario, los miedos de Perla eran aquellos que la ciencia remarcaba como posibilidades en una gráfica.

Cuando llegó al pie de la colina, donde Greg había conseguido que la cima fuese la tumba de Rose, vio una silueta en la cima junto a la lápida, conforme avanzó hacia ella, diferenció la silueta como Perla. Se detuvo un momento, al no saber si estaba lista para lo que fuese a decir, probablemente palabras pegadas al azar que ni ella les tomaría coherencia.

—... Y eso es lo que pasó— Perla no parecía haber notado su llegada, más bien estaba absorbida en la charla unilateral con Rose. —No sé qué hacer, yo... la quiero, más de lo que he llegado a querer a nadie más— una triste risa se le escapó —Pero hay... tantas cosas... Y somos tan diferentes, pensamos y asociamos los actos y actitudes de la otra de manera totalmente distinta que, en todo este tiempo no pude ver que ella quiso llamar mi atención a su manera y yo lo tomé como una orden de alejamiento— Amatista caminó más cerca, escuchando como sorbía la nariz y pasaba las manos por su cara, posiblemente tratando de dejar de llorar —¿Qué debo hacer?...—.

—Si puedo opinar...— la escuchó respingar de la sorpresa —Que en lugar de venir y preguntarle a Rose, deberías tratar de hablar conmigo si de alguien más va a depender tu decisión—. Perla desvió la mirada avergonzada de cómo se interpretó su pregunta.

—No depende de nadie más, ya tomé mi decisión—.

—¿Tu decisión es decirme que me quieres y luego huir de la ciudad para escapar de mí y mi obvia respuesta? Eso no es una decisión—.

—Quedan muchas cosas en juego, soy tu maestra en este momento, es inapropiado en muchos sentidos, además de diez años mayor, sin mencionar...—.

—Todo lo que escuchó es un montón de "Bla bla bla" que pretenden ser excusas; si realmente te importara esa tontería de la edad te abrías alejado desde el momento en el que comencé a gustarte. Me abrías corrido del departamento en el momento que reaccionaste que estabas por cumplir los treinta cuando yo apenas estaba entrando a la mayoría de edad. Tuviste suficiente tiempo para marcar tus límites y tus reglas de no acercarme hasta que me superaras como a...— miró la cripta, pero no pudo decir su nombre de esa forma —Pudiste llevar amantes, dar indirectas y unas cuantas directas, incitarme a odiarte, pero no. Fueron más de dos años de verte rondar en el departamento siendo un jodido amor andante, preocupándote y acercándote a mí hasta que ni imaginando que todos los demás eran tú pude tirar con ellos—. Perla se sonrojó. —Fue una agonía total, verte rondar en el departamento sin poder tocarte como quería, verte hablar de cosas que te iluminaban los ojos sin que entendiera la mayor parte porque estaba más ocupada tratando de no demostrar cuan estúpidamente enamorada estaba de ti, tratando de no calentarme cada ver que te pegabas a mí cuando veíamos algún programa juntas, convencerme que te preocupabas por mí sólo porque eras una maravillosa persona que sólo estaba siendo amable y no porque sintieras algo más; y cuando pasó lo de Peridot...— Entonces la garganta se le cerró ante el recuerdo, no era capaz de mencionar eso todavía.

—Eso fue error de todas. Las tres nos equivocamos y las tres hemos estado pagando desde entonces. No la justifico, sólo sé que en la juventud uno puede hacer muchas estupideces como esas, o peores, mi reacción tampoco fue la mejor— afirmó, sintiendose como si tratara de convencerse a sí misma y a Amatista en el proceso.

—Como sea, ya no importa.— Evadió el tema, logrando calmarse un poco en el proceso. —Lo que quiero decir es, no estás "haciendo lo correcto", estás siendo cobarde. Pudiste irte hace mucho, pudiste nunca decírmelo y sin embargo... Aquí estamos. Tú, en tu última parada antes de intentar de desaparecer por completo por no sé cuanto tiempo y yo, tratando de detenerte—. Respiró lentamente, sin saber qué decir ahora —Perla... Sé que tienes cientos de razones para irte… Pero tengo una para que te quedes—.

Perla tenía buena memoria, primer lugar en sus días de estudiante, así que reconoció esas palabras, cuando abandonó el departamento sin dejarla terminar de hablar.

—Sé que ya lo dije una vez, pero creo que no he sido lo suficientemente clara: Me gustas. Y no sólo como algo pasajero para sentirme bien por un instante. Me refiero a un gustar en el que quiero intentar que nuestras personalidades funcionen juntas; ese gustar en el que no me importa ver documentales sosos de hormigas y muerte de las estrellas que duran tres horas; en el que aunque no entiendo el miedo de que el sol explote, estaré ahí para abrazarte y tratar de ayudarte a pasar el trago no tan amargo; en el que no necesito dormir con nadie más y que me basta con sólo una sonrisa para saber que vale la pena; me gustas de una forma diferente a la que me suele pasar porque, quiero que esto dure más de lo que pueda llegar a durar, quiero que dure más allá de los problemas y las diferencias, quiero que dure... hasta que el estar juntas ya no sea una opción, pero ahora mismo lo es. Por eso, no me importa esperar un par de años a terminar la universidad para poder tener algo más de lo que tenemos ahora, si con ello te sientes tranquila—. Se acercó hasta tomar su pálida mano y la pegó su nariz fría por el atardecer —Con el simple hecho de saber que sientes lo mismo por mí, puedo esperar hasta graduarme para poder volver a besarte, incluso adelantaré materias de ser necesario, pero respetaré tu decisión de separar tu deber de tu corazón; sé cuanto te importa eso. Así que, Perla, sé totalmente honesta conmigo, sin importar la edad, el trabajo, ni todas las restricciones sociales—.

Aún le quedaban unas palabras más para decir y una simple pregunta por hacer pero, cuando Perla la jaló hacia ella y pegó su nariz con la suya, todas ellas quedaron atoradas en su garganta y selladas en su boca cuando los pálidos labios se pegaron con los suyos de nuevo. Pequeños besos cortos que se volvieron más largos y profundos, varios de ellos hasta que Perla se obligó a alejar el rostro, Amatista lo entendió.

—Lo intentaré, ¿Vale? Si es verdad lo que dices, y puedes esperar, me quedaré a intentarlo contigo hasta donde esto pueda durar—. Un beso en la frente, fue el último que recibió antes de alejarse un par de pasos a la fuerza.

Amatista sonrió y extendió su mano, en seña a Perla de tomarla para ir a la casa de playa con Greg y Steven.

—Puedo aguantar hasta la graduación, pero podría hacerlo mejor con una sexy foto tuya para sobrevivir las noches— la sonrisa le duró poco cuando Perla intentó deshacer el agarre —¡Es broma!— se apresuró a aclarar y la rodeó para abrazarla al que se resistió en un inicio —Me basta con el que te quedes aquí—.

—Yo estaré aquí hasta el jueves en la mañana. Tú debes regresar a Keystone para tu primer clase de mañana.— Dio un rápido toque a su nariz —Así que te haré despertar temprano— Amatista asintió rígida, queriendo negarse.

—Lo que digas, cariño. Dejando Beach City vuelvo a ser sólo tu estudiante—.

—Bien. Supongo que por hoy aún podemos hacer un par de cosas- Amatista sonrió en complicidad cuando vio la sonrisa que le dedicó.


Ese día fue ajetreado; Perla la había hecho levantarse al cuarto para las cinco para salir en el primer autobús de regreso a la ciudad, arribó la central con apenas el tiempo exacto para entrar a su primer clase del día y no tuvo tiempo libre hasta tres horas después en su primer descanso del día. Buscó a Rubí para desayunar juntas pero no logró encontrarla, mientras engulló todo lo que pudo por su garganta vio, a través del cristal de la cafetería, a Lapis junto a Peridot y Jasper en una mesa del exterior, la más alta estaba sentada de frente a ella, mientras la castaña y la rubia le daban la espalda a su persona, por lo que pudo notar como Lapis sostenía la mano de Peridot debajo de la mesa.

Oh, diablos. Pensó, incrédula que eso realmente estuviera pasando, ¿Acaso Lazuli no estaba en medio de una encrucijada emocional con Jasper? No era asunto suyo en realidad.

Terminó de comer y se levantó para salir del lugar en dirección a su siguiente clase, con la mente despejada ahora que por fin había desayunado tanto como llevaba esperando desde que el licuado que preparó Perla perdió su efecto tras los primeros quince minutos del viaje. Llegó a su tercera clase del día, por suerte el maestro antes de Perla canceló la sesión del día, así que sus clases terminaría a las tres en punto, dos horas antes de las de Rubí, podría ir a casa y recuperar las horas de sueño que había perdido en la mañana.

Las clases restantes fluyeron como agua, apenas y las sintió pasar, con un par de bostezos de por medio, hasta la hora de salida dos horas después. Caminó por el pasillo principal rumbo a la salida, donde el destino la hizo toparse con Lapis de nuevo; el estómago se le hizo un nudo cuando recordó que debía disculparse con ella, de alguna forma había sobre reaccionado en su enfrentamiento con Peridot y, ahora que entendía por qué se había entrometido, no podía dejar que una buena amistad como la que llevaba con ella se estropeara por sus... desacuerdos con lo que parecía ser una especie de interés... ¿Amoroso?

Caminó directo a ella, la vio fijamente al rostro hasta que pareció sentir su mirada y volteó en su dirección, pero a dos pasos de cruzarse vio en su mirada que aún no estaba lista para hablar de forma civilizada, le asintió con la cabeza, en una especie de señal que Amatista interpretó como un "no ahora, más tarde", ella imitó el gesto y ambas desenlazaron sus miradas y siguieron sus respectivos caminos.

Amatista estaba adormilada cuando llegó a su departamento, se deshizo de sus zapatos, dejó la mochila en el piso y se lanzó sobre su cómodo sofá en medio de la sala, el cuello le tronó cuando giró el rostro hacia la izquierda, directo a la televisión pegada a la pared, se quedó viendo su reflejo unos segundos hasta que finalmente cayó dormida lentamente.

Amatista pensó un poco, mientras caía dormida, el cómo le diría a Rubí que sus malditas predicciones habían sido correctas y que finalmente su situación con Perla pasaría de "Lamentable" a "Prospera en segundo grado", conociendo a la castaña, un chillido de fangirl viendo su pareja volverse oficial no le sorprendería en lo absoluto. También pensó en que luego de decírselo a Rubí, debía correr con Vidalia y contárselo como si fuera la primera en saberlo o sacaría a Betsy de nuevo y, si no estaba cargada, se encargaría de que lo estuviera.

¡Maldición! ¿Por qué ser tan jodidamente feliz al fin tenía que acarrear tantos problemas? Bueno, no es que le molestara tampoco.


Disclaimer: Los personajes de Steven Universe no me pertenece, son de Rebecca Sugar. Yo solo me dedico a amarlos y explotarlos en fanfics.

Este es al fin el capitulo que había escrito hace varios meses y que al parecer no se guardó y me negué a recrear a menos que me inspirara con ganas de nuevo. Disfrutenlo.

Por cierto, si alguna vez se han preguntado cómo es el departamento de Amatista, traten de imaginarlo parecido al de How I Met Your Mother, es lo que hago cuando tengo que escribir sobre él. También, el cementerio no se encuentra en el mapa oficial de Beach City, pero en mi mente está a la altura de la torre de agua, donde hay muchos arboles.

Este no sé si se pueda declarar como el final de la historia, pero aún así lo pondré como tal. Al final haré un epilogo, como dios manda, pero no sé si tomará una semana u otro año más, así que prefiero no dejarlos a la expectativa de mucho. Ha sido un proyecto de años con un propósito y un final no muy claro. Nunca he sido bueno dando finales, por no decir que nunca lo he hecho, pero creo que es porque considero que no todo tiene un final. Así que trataré de hacer un aproximado. Así que, por lo pronto, disfruten la creación que he traido para ustedes.

Hasta pronto.