Hola n.n, ¿Hay alguien todavía ahí? Ya sé, ya sé, abandoné la historia por bastante tiempo, pensaba de hecho dejarla por completo, junto con mis otros fics, pero varios me dejaron comentarios y DMs pidiéndome que la continuara y también extrañaba escribir así que si aún recuerdan de que iba todo adelante! O tal vez quieran refrescarse con el capítulo anterior, de cualquier forma me disculpo por la demora y espero que disfruten el capítulo.

PD: disculpen los errores gramaticales, escribo desde mi celular y el auto corrector puede ser una perra

Peeta

-Suéltame- mascullé al hombre que bloqueaba el camino por el cuál se habían llevado a Katniss, forcejeando sin éxito deshacerme del agarre del asistente de sanadores, quería ir tras la enfermera y enfrentarla, reclamarle su atrevimiento y decirle un par de cosas más.

-Lo siento, hombre, son órdenes, eres un peligro en potencia para la señorita Everdeen

Dejé de forcejear aceptando que no iba a lograr soltarme y eché un vistazo al rededor sintiendo todavía el olor de Katniss en la piel, ubiqué el lugar en el que acabábamos de hacer el amor, pero no había nada fuera de lo común que pudiese delatarnos. Hacer el amor, ¿Habría sido eso para ella? Ni siquiera estaba seguro de cómo me sentía al respecto. De lo único de lo que estaba seguro era que quería repetirlo una y otra vez.

Me llevaron de vuelta a mi habitación, la cama estaba deshecha donde ambos habíamos compartido por primera vez estar dentro del otro. Katniss no había estado con nadie más, la certeza hizo que mi corazón latiera descoordinado en mi pecho, cuando pensaba en cuanto tiempo pasaba con Gale me llevaba al borde de la histeria, saber que había sido el primero, sin embargo, ahuyentaba un poco la psicosis, incluso aunque me repetía que estaba siendo irracional, que ella podía haberlo elegido a él, pero me había elegido a mí, o al menos eso parecía hasta ahora.

Cerré los ojos proyectando en la mente las horas concurridas, la manera en que ella había respondido a mi tacto, no había esperado tanta osadía de una chica que le temía a la desnudez en medio de unos juegos mortales, ni había esperado tampoco la humedad abundante y el calor hipnótico de su sexo, la piel se me erizó recordando sus gemidos y jadeos cuando la tocaba y mi mano se fue a mi miembro caliente que volvía a reclamar atención, mi atracción por Katniss había sobrepasado límites, no recuerdo si antes de la guerra la sexualidad había sido tan importante cuando pensaba en ella, pero estoy seguro que nunca había pasado tanto tiempo pensando en sus pechos redondos y suaves, ni en sus caderas amplias que me acomodaban perfectamente, ni en imaginarla boca abajo con su trasero expuesto para a mi placer mientras me pierdo una y otra vez en su caliente entrada. Sentí un latigazo de resignación y excitación, cerré los ojos y suspiré, no había vuelta atrás, no había manera en que ahora la dejara ir.

Katniss

La puerta estaba cerrada. Desde la noche anterior cuando la nueva enfermera me había traído de regreso la puerta ha estado bajo llave y pese a que la he taladrado con los ojos la mayoría del tiempo en el que he estado despierta, que ha sido casi toda la noche, no parece dar signos de abrirse en ningún momento y ya el sol penetraba por las ventanas de la habitación haciéndolas crujir ligeramente.

La comida sale por el dispensador y una campanilla tintinea, el estómago se me retuerce y no sé si es hambre o furia pero decido echarle un vistazo.

Un par de bollos de queso.

No son hechos por Peeta, los distingo de inmediato, los de Peeta lucen artesanales, estoy segura que estos son prefabricados o comprados a una de esas empresas de comida del Capitolio. Empujo la bandeja, me repulsa comer algo que está manufacturado por máquinas que han robado empleos y con trigo por el que seguramente pagaron una miseria a la gente del distrito once.

La mañana pasa lentamente, el reloj de la habitación marca un cuarto de hora antes del medio día cuando la puerta se abre. Haymich entra en la habitación con expresión taciturno mientras me observa y luego hace una seña a alguien tras él.

-Tienes visita, preciosa.

Una mujer pequeña sujetando un bebé entra y tras ella otra chica morena me mira con una sonrisa burlona. El corazón se me escapa un latido; Annie y Johanna, mi cerebro intenta hacer el cálculo de cuanto tiempo ha pasado, pero de lo único de lo que soy consciente es de que el bebé de Finnick Odair ha nacido y está frente a mí, Annie parece un poco asustada mirando todo el lugar, pero sus ojos se iluminan un poco cuando me mira.

-Ya oí que te comió la lengua un ratón, descerebrada. ¿Cómo es eso? ¿Ahora eres muy superior para contactar con nosotros los mortales? Lo del sinsajo se te subió mucho a la cabeza ¿verdad?

Mis ojos la recorrieron, Johanna era una sorpresa para mí, su cabello había crecido hasta llegarle a la mandíbula, su piel ya no estaba amoratada ni sus ojos hundidos en profundas ojeras, y parecía limpia así que su pánico al agua debía estar al menos un poco controlado, no había perdido su tono de voz mezquino.

-Está avanzando, dale un respiro- Haymich se dejó caer sobre uno de los sofás, Annie se acercó a mí con una sonrisa.

-Annie piensa que visitarlos podría ser una buena idea, yo no estaba muy convencida pero estoy harta de escuchar a Haymich quejarse de lo poco normales que quedaron ustedes, y además estaba harta del distrito 4.

Johanna me miró con aburrimiento y luego silbó admirando la pantalla que cubría la pared.

-Para estar en un asilo te tratan muy bien ¿Esto era de antes? No teníamos tanto lujo en el de nosotros.

Mi mirada volvió a Annie y al bulto que sostenía entre sus brazos, ella me miraba como si esperara algo, pero tenerla cerca me estaba causando una combinación entre nostalgia y miedo.

-Su nombre es Finnick, nació hace dos meses y medio- comenzó a recitar- pesó dos kilos y medio y midió cincuenta centímetros. Le decimos Fin.

Yo tragué saliva, Finnick se había perdido del nacimiento de su hijo, se iba a perder de toda su vida para ser exactos, y su hijo había perdido a un padre para siempre, mis manos se hicieron puños en la sábana, el bebé gorjeó en el pecho de su madre.

-¡Oh, vamos! ¿Es que no lo vas a sostener? Peeta rogó porque se lo dejásemos tocar.

Mi cabeza giró disparada a Johanna al saber que habían ido también a ver a Peeta, el corazón me empezó a latir con fuerza.

-¿Qué?- preguntó con gesto de fastidio- no seas celosa lo visitamos primero porque no sabíamos si nos iban a permitir verte siquiera, además Peeta es mucho más divertido que tú, cabeza hueca, y mucho más conversador, evidentemente- masculló rodando los ojos. Sin embargo, eso no era en lo que estaba pensando.

En mi cabeza se instaló la imagen de Peeta pidiendo sostener al bebé y un nudo se formó en mi garganta, tal vez Peeta quería tener hijos, casi quise vomitar mirando al niño. Hijos es algo a lo que me he negado toda mi vida, no era racional tener hijos en un mundo de mierda, lleno de sufrimiento. Miré al pequeño, ¿Por qué querrían Annie y Finnick un hijo? Después de todo por lo que habían pasado, ellos deberían haber sido los últimos en desearlo.

Suspiré. Al menos él no iba a ser seleccionado como tributo, ni tendría que pelear a muerte con otros niños gracias a su padre, pero más allá de eso, y aunque no había escuchado ni leído noticias desde hacía demasiado tiempo, la vida no podía haber cambiado demasiado, la pobreza en los distritos seguramente era la misma, y los ricos seguramente seguirían siendo los mismos.

-Katniss- Annie habló por primera mirándome con una especie de sonrisa tímida- Johanna y yo creemos que sería una buena idea que tú y Peeta sean sus padrinos.

Mis ojos se agrandaron y mire a Johanna y devuelta a Annie, y luego a Haymich, el miedo en mi garganta bajo a mi estómago concentrándose con más fuerza.

-Oh, Jesucristo, Annie, no exageres ésta fue una idea tuya, yo te lo dije, Katniss es una estúpida- Johanna se giró hacia mí mirándome con reproche que sorprendentemente parecía sincero- ¡por el amor de dios al menos respira!

Miré al niño y luego a la mirada expectante de la madre y retrocedí hasta dar contra la ventana. ¿Por qué estaba escogiéndonos a nosotros? Johanna había estado mucho más tiempo en su vida, incluso Haymich, yo siquiera había compartido algunas palabras con ella.

Pensé en Finnick, tal vez era la manera en que me responsabilizan por lo que le ocurrió, porque fue mi culpa, no logré salvarlo y lo arrastré al campo guerra. Tal vez también culpaban a Peeta, por haberse vuelto un arma contra nosotros durante la guerra, un contratiempo.

El corazón me latió con una punzada dolorosa, ser la madrina de su hijo era lo menos que podía hacer para compensar el haberle arruinado la vida, pero aún así la ansiedad en el pecho me dificultaba concentrarme y lo único que pude decir fue un suave Peeta.

-¿Tú qué crees, preciosa?- murmuró Haymich, yo sabía la respuesta, Peeta jamás de habría negado, eso era obvio, sólo quería asegurarme. Apreté la mandíbula y miré al bulto en las manos de Annie asintiendo para aceptar la oferta tratando de disimular la resignación. Asombrosamente ella pareció emocionada con la idea, no parecía ser una idea vengativa, tal vez era lástima, sin embargo, no me importó.

Peeta

Treinta minutos. Había amasado la harina para el pan durante más de treinta minutos, nadie se había acercado a mí e incluso percibí algunas miradas inquietas sobre mí, pero mi cabeza estaba en un completo y absurdo caos.

Había pasado la peor noche en meses, mis pensamientos habían rebotado una y otra vez en Katniss, en lo que habíamos compartido, en lo peligroso que había sido, en que la habían alejado de mí y no sabía cuánto tiempo intentarían mantenerlo así, pero me invadía el pánico por algunos segundos al pensar que no iba a verla en unas pocas horas y asegurarme de que siguiera estando para mí.

No esperaba en lo más cercano la visita de Annie y Johanna, había escuchado que su hijo ya había nacido pero no pensé que iba a conocerlo, por lo menos no en un tiempo cercano. Me sorprendió que quisieran que fuese su padrino, pero en cuánto lo había sostenido vi en su carita redonda y en sus ojos cristalinos y enormes la garantía de un futuro, la esperanza de algo mejor, de un lugar con menos horrores y más paz. Y eso era lo que más anhelo por conseguir; paz. Sólo he contado con momentos en calma pocas veces en el último tiempo, los últimos días he vivido en un torbellino acelerado, con la ansiedad y el miedo llevándome al borde de un colapso cuando pierdo de vista a Katniss porque no sé si se la han llevado lejos o si esta huyendo de mí, pero también había sentido la mayor paz al tenerla dormida en mi pecho, su piel desnuda contra la mía, su respiración lenta y su sueño profundo.

Tras la partida de Annie y Johanna la enfermera de la noche anterior vino a mi habitación y me miró largamente.

-La doctora Martha quiere verte- anunció antes de girarse y hacer un gesto para que la siguiera, no era como si me dejara otra opción al traer los dos sujetos enormes de la última vez que se cruzaron de brazos cuando les levanté una ceja desafiantemente, así que me limité a seguirla hasta un consultorio adyacente al del doctor Aurelius. Una mujer de unos treinta y tantos o quizá incluso en los cuarenta y pocos me veía desde un escritorio modesto y me señaló un sofá antes de levantarse ella misma y rodear la mesa para sentarse en una butaca cercana.

-Gracias, Heidi, puedes retirarte- le sonrió con amabilidad a la enfermera, que hasta ahora no notaba que no había dicho su nombre antes de enfocar su atención en mí.

-Hola, Peeta Mellark- extendió su mano con la misma sonrisa esperando mi apretón de vuelta, le respondí al gesto sin decir nada- mi nombre es Martha Greedy, me voy a encargar de tus terapias en cuánto el doctor Aurelius esté ausente, es muy grato para mí, sin embargo.

Yo asentí en respuesta antes de hablar.

-¿Por qué ha ordenado que Katniss y yo no podamos tener contacto?

-No he ordenado nada de eso, usted y la señorita Everdeen pueden verse, pero según instrucciones del doctor Aurelius lo más prudente es que no se vean en privado, es sólo por seguridad.

Tomé una respiración profunda, las aletas de mi nariz expandiéndose. No podía contradecirla, mi deseo de matar a Katniss no desaparecía por completo, la locura me invadía al tenerla a mi lado, sin embargo no podía decir que era algo malo, tampoco bueno, quería tenerla, quería que ella me necesitará tanto como yo a ella.

-No voy a lastimarla- repetí una vez más como autómata mirándola a los ojos, lo había dicho tantas veces que incluso yo mismo lo creía cierto.

-No es la seguridad de ella la que nos preocupa- murmuró y yo hice contacto con sus ojos frunciendo el ceño, ella pareció tragarse las palabras- disculpa, eso es algo que no debemos discutir.

-No. Quiero discutir de eso. Explícate- ordené, mi cabeza daba vueltas y mi corazón martilleaba en el pecho.

-Peeta, sabes que eso es información confidencial.

Me sorprendió que me llamará por mi nombre tan pronto, pero le resté importancia, necesitaba saber a qué se refería.

-Katniss sólo me tiene a mí, y yo sólo la tengo a ella- la miré a los ojos, mi mandíbula apretada pensando en cada posible respuesta- sólo yo puedo ayudarla.

La doctora me miró fijamente por varios segundos, sus ojos negros penetrando en los míos.

-Tienes razón- murmuró- el doctor Aurelius… la medicina en general desestima la ayuda que podría ser alguien cercano al paciente, y su caso… ambos han sido lastimados por la misma guerra- ella suspiró y miró su libreta de apuntes girando algunas páginas hasta detenerse y me miró- Peeta… Katniss… ella no es… nunca ha sido mentalmente estable. Haber tenido que hacerse cargo de su familia desde tan temprano no es algo que cualquier chica habría superado tras la muerte de su padre- tragué saliva, Katniss siempre había sido un enigma maravilloso, adictivo y melancólico, su esfuerzo me hacía anhelarla aún más- antes de los juegos su salud mental no era la mejor.

»Creemos que desarrolló un instinto de supervivencia que la llevó a considerar a todo el mundo como posible amenaza, lo cuál se vio reforzado al ser cosechada como tributo- los ojos azules de la doctora se clavaron en los míos con decisión antes de pronunciar sus próximas palabras- tú te convertirse en su objetivo principal.

-¿Qué quiere decir con eso?- pregunté tras varios segundos de silenciosas miradas, una parte de mí llegó a pensar que a ella le divertía la situación, le gustaba el sufrimiento que sus palabras podían acusarme, sin embargo, mi interior me repetía que no estaba siendo cuerdo.

-Durante los juegos, Katniss aprovechó cualquier oportunidad para acabar contigo; las avispas que lanzó a ti y a tus aliados, te dejó sólo frente a bayas venenosas de las que tenía conocimiento y casi te hace comerlas, fingió bastante bien cuando se dio cuenta del juego al que el Capitolio quería jugar, pero cuando Snow los amenazó a ambos y a sus familias ella lo ocultó, no te dijo nada a ti y tu familia quedó desprotegida e ignorante, en los juegos siguientes no te advirtió de los campos magnéticos teniendo conocimiento de ellos hasta que fue demasiado tarde, nadie ha enfrentado más la muerte que tú, y se separó muy fácilmente cuando surgió el plan entre sus aliados, te dejó a tu suerte y según sus escritos, no pensaba en volver por ti.

Mis puños estaban blancos y dolían, tenía la mandíbula tan fuertemente apretada que podía sentir los dientes astillarse, mis ojos se habían nublado por la furia.

-Usted está mintiendo- mi voz había bajado varios octavos y vi un atisbo de miedo cruzar por su rostro.

-No tengo motivos para mentir, mi deber y mi deseo es mantenerte a salvo, incluso de ella. Especialmente de ella.

-Katniss no es como usted dice, está equivocada y puede corroborarlo con el doctor Aurelius si lo desea.

-Yo creía que Katniss era una heroína. Ha sido Aurelius quien me ha convencido de lo contrario.

Extra Gale

Los primeros cinco días en la calurosa selva del Sur fueron completamente aburridos y exasperantes. Para ser justos, el primer día había sido muy sorprendente, habíamos visto grabaciones de una selva húmeda y verde y habíamos confirmado el suelo fértil, pero verlo de cerca había sido abrumador, el aire que se respiraba era lo mejor que había experimentado en toda mi vida.

El equipo de científicos y médicos había montado un campamento cerca de un río y cada pocas horas tomaban muestras para comprobar la toxicidad del agua y si podía ser tratada, tomaron muestras del piso y de la hierba y algunos árboles. El segundo día fue algo más de lo mismo, pero está vez utilizamos camionetas y recorrimos 15 kilómetros en busca de más muestras, el equipo de seguridad, incluyéndome sólo teníamos música y bebidas sin alcohol para entretenernos, así que en los días siguientes el calor húmedo y el aburrimiento comenzaban a darme comenzó, así que cuando el sexto día avanzamos quizá tres horas en el camión y algo en la lejanía comenzaba a tomar forma de construcciones humanas en pie la adrenalina se disparó en mi cuerpo y todos nos servimos por unos segundos.

-¿Qué… demonios…?

El silencio en el camión fue sepulcral, desde donde estábamos podíamos distinguir casas organizadas una junto a otra, parecían rodear una gran plaza de comercio, y todo lucía particularmente colorido… y vivo.

-¿Dr Aurelius qué está ocurriendo?- preguntó Gerard mi compañero de custodia y yo asentí secundándolo.

El silencio continuó por unos segundos antes de escuchar el carraspeo del hombre en sí.

-Hum… era algo confidencial… pero teníamos la sospecha de una civilización estable. Creemos que Snow las mantenía escondidas para evitar fugas.

-¿Deberíamos…?- señalé el camino con un movimiento del mano.

-Seguro, seguro, continúa.

Di marcha al auto y continué el trayecto, cuando estábamos llegando dos hombres vestidos igual, con pantalón camuflado y una camiseta negra se acercaron al auto, cargaban en su espalda lo que parecían escopetas muy antiguas, sorprendentemente no nos estaban apuntando, aunque parecían tensos. Me bajé del auto seguido por los demás soldados y los médicos, todos parecían inquietos ante la aparente calma de los hombres que teníamos en frente, ellos nos miraron escrutándonos con el ceño fruncido.

-Ustedes son nuevos- mascullaron con un acento rudo y fuerte y sus manos se fueron a las espadas que tenían en su cinturón, de inmediato los apuntamos con las armas- ¿Para qué los mandaron? ¿Qué quiere Snow ahora?

-¿Qué?- el corazón me comenzó a latir con fuerza y giré a ver al grupo de científicos, algunos lucían tan sorprendidos como yo, Aurelius, sin embargo, tenía una expresión de suspicacia en el rostro.

-El presidente Snow y su gobierno ya no están al mando de Panem- explicó calmadamente, los rostros de los hombres frente a nosotros se fruncieron en confusión, uno de ellos levantó una ceja como si la noticia le divirtiera un poco- hubo una rebelión.

Aquí está! Terminado el capítulo después de un largo receso en la historia, pero quiero agradecerles, de no haber sido por varios de ustedes no habría seguido la historia, espero que les haya gustado

Espero sus comentarios con ansias!! ñ.ñ