¿Qué tal? Hecal-chan los saluda *w*
Disclaimer: Amour sucré y sus personajes, son pertenencia de ChiNoMiko; yo sólo los tomo prestados con el fin de diversión.
Las historias le pertenecen a mi loca mente.
Quiero agradecer a las personitas que me dejaron su reviews (Fuckthehopes, yuckari, sakiiii y flor de cerezo kawai). En verdad me hizo muy feliz saber que les gustó.
Este one-shot será CastielxSucrette (Annie). El próximo será KentinxSucrette.
¿Se imaginan a Castiel teniendo que lidiar con su esposa embarazada?
Primer y único capítulo.
Gracias por todo.
El reloj marcaba las dos y media de la madrugada. El pelirrojo que había concebido su sueño hacía sólo media hora, era sacudido una y otra vez por las pequeñas y delgadas manos de su mujer. Abrió sus ojos con desidia y los fijó en la castaña de su lado; que estaba ajena a sus protestas internas.
—¿Qué quieres, Annie? —Inquirió mirándola con su ceja izquierda enarcada—
—Tengo sed —Dijo con tono empalagoso—
—¿Y?
—¡Tengo la boca seca! —Dijo. Movió sus piernas como un niño al hacer berrinches— ¡Tengo sed, tengo sed, tengo sed!
—Ya, ya entendí.
Se levantó, refunfuñando. La castaña soltó una risita y vio a su marido salir de la habitación con su eterna mirada de pocos amigos. Volvió en menos de cinco minutos con un vaso de zumo de naranja en la mano y se lo entregó. Antes de que su mujer le diera la gana de pedir alguna otra cosa, se acostó a su lado y se arropó hasta los hombros con las sábanas. Sus ojos grisáceos deambularon por el prominente vientre de su esposa, donde se desarrollaba su primogénito. Envidiaba cuánta tranquilidad podía tener su hijo dentro de ella, un lugar tan cálido y no tener que lidiar con la consentida de su esposa.
Tal vez eran por las hormonas, pero, desde que engendró a su bebé hacía siete meses, se había convertido en una mujer muy malcriada.
—Voy a dormir —Dijo el pelirrojo—
—¿No te quieres quedar despierto conmigo un ratito? —Preguntó con una sonrisa como tal niña pequeña—
—¿Te soy sincero o te miento?
—Miénteme...
—Sí, mi amor. Me quiero quedar despierto contigo toda la noche —Dijo. Sonriendo con sorna— Me encanta quedarme despierto, y...
—¡Ok, ya basta! dí la verdad...
—Buenas noches —Besó la comisura de los labios de su castaña y acomodó su cabeza en la almohada, esperando que a su mujer no le diera algún otro antojo en la madrugada—
Ya casi eran las cuatro de la madrugada, y nuevamente sintió como era sacudido de un lado a otro por esas pequeñas manos.
—¿Castiel? —Susurró esa aguda voz— Mi amor...
—¿Hm? —Con mucha pesadez abría sus ojos—
—¡Castiel!
—¡Demonios! —Volteó rápidamente y atisbó con molestia— ¿Y ahora qué?
—El bebé dio una patadita —Sonrió y juntó sus manos con mucha ternura. Ternura que el pelirrojo no percibió—
—¿Me despertaste para decir eso?
Annie asintió con su cabeza y acercó su mano derecha a la cabeza de Castiel, con la intención de acariciarlo. —Perdón...
—Cállate —Musitó, cerrando sus ojos—
Justo cuando estaba cerca de concebir el sueño nuevamente, escuchó sollozos, provenientes de nada más y nada menos que Annie; quien lloraba como una niña cuando pierde su muñeca. La miró con escepticismo y dio un amplio suspiro.
—No me quieres... No quieres quedarte despierto conmigo y nuestro hijo...
—No me llores ahora —Dijo, resignándose a tener una larga noche— Ya vale, Annie. Me quedaré despierto contigo... deja de hacer mohines de niña mimada.
—¿En serio? —Preguntó emocionada—
—¡Vaya! Que rápido se te fue el llanto.
La castaña sonrió, dando por ganada la batalla. Se acercó con vehemencia a su hombre y le dio la espalda, para que éste la abrazara desde atrás; posición más conocida como Cucharita*. ¡Que mujer tan molesta! Después de tanto insistir para que se quedase despierto con ella, se acomodaba para dormir. Castiel suspiró y acomodó una de sus manos en el vientre de su esposa, siendo testigo de como su pequeño daba una tremenda patada. Annie soltó un quejido. El pelirrojo acarició el sector donde su bebé había pateado antes, retomando por fin su sueño; por fin podría dormir plácidamente.
[*]
Los días para Castiel eran repetitivos. Todas las noches su esposa hacía berrinches para que éste se quedase despierto con ella, su reloj interno estaba algo alterado. Jamás pensó que tener que lidiar con su esposa embarazada fuese tan complicado. Además de que en más de una ocasión, se le antojaba comer cosas exóticas o caras
—¡Ahh!
Al escuchar el quejido de su esposa, proveniente de la cocina, corrió de inmediato; imaginándose lo peor. Su esposa ya contaba con ocho meses de embarazo, por lo que su estado era más delicado que el de antes.
—¿¡Qué pasó!? —Preguntó con un semblante preocupado—
—S-Se movió...
—Maldición, Annie. ¿Quieres matarme de un susto?
—Pero es que se movió, y me dolió...
Castiel chasqueó la lengua y se apoyó contra una pared. La castaña se acercó con lentitud a su esposo.
—¿Quieres sentirlo?
El pelirrojo asintió y estiró su mano, acomodándolo en el vientre endurecido de su mujer. Se mantuvo así unos segundos pero el bebé no se movía.
—No siento nada
—Que sí, toca con más amor...
—Que no siento, Annie.
—Pues yo te digo que se movió. —Dijo acariciando su estómago bastante crecido— Será que no te quiere.
—Por supuesto que me quiere. —Dijo indignado— Simplemente me respeta por que soy su papá.
—O simplemente se la sudas. —Un tono burlón salió de sus labios y una sorna sonrisa—
Castiel frunció el entrecejo. ¿Qué se creía esa vulgar mujer al decirle eso? —Te lo buscaste.
La tomó en sus brazos con cierta brusquedad, preocupándose también de no lastimarla. La llevó a la habitación y la recostó en la cama; y ya en ese lugar, Annie sabía perfectamente lo que le esperaba. El pelirrojo le comenzó a hacer cosquillas. Inmediatamente la castaña comenzó a reír, ya que su embarazo la hizo más sensible de lo habitual.
—¡No! —Reía a carcajadas, intentando sacar las manos de su esposo que atinaba justo en los sectores donde más causaban cosquillas— ¡Mi amor, ya!
Castiel hizo caso omiso a las súplicas de su mujer.
—¡Que no! ¡Castiel, detente! —Sus ojos ya estaban expulsando lágrimas a causa de la incesante risa— ¡Ah! ¡Ayy!
El pelirrojo la soltó de inmediato y la miró preocupado por los quejidos que había emitido. Annie tenía sus ojos cerrados.
—¿Estás bien?
Annie abrió sus ojos de golpe y empujó a su esposo, corriendo a fuera de la habitación. Por supuesto, corría con dificultad por su estómago; por lo que al pelirrojo le fue extremadamente fácil atraparla y darle otra serie más de cosquillas.
[*]
—¡Te lo advierto, Castiel! —La castaña alzó la voz. Con sus ocho meses y medio de embarazo, sus antojos habían aumentado más de lo normal; al igual que su bipolaridad— Si te comes mi último pedazo de pie de limón te juro por Dios que nuestro hijo no tendrá hermanitos nunca más.
El pelirrojo sonrió con sorna e hizo ademán, metiéndose la mitad del pie de limón a la boca. —Y nunca tendrás una niñita...
—¡Por supuesto que sí la tendré algún día! Pero si te comes mi pie de limón, no será tuya.
—¿Y será del friki?
—No. Además Armin es uno de mis mejores amigos. —Se cruzó de brazos—
—¿Lysandro?
—No. Se olvidará siempre del nombre de sus hijos.
—¿Kentin?
—Kentin está casado y felizmente esperando gemelos.
—¿El delegaducho?
Annie sonrió y le guiñó el ojo a su esposo —Está bien. Le diré a Nathaniel que tenga una hija conmigo.
Castiel frunció el entrecejo y desvió su mirada. La castaña puso una mano en su boca y comenzó a reír, la faz de su marido celoso le causaba gracia.
—Mucha risa ¿eh? —El pelirrojo se llevó el pie de limón a la boca y se lo devoró ferozmente—
—¡Castiel! ¡Animal! Devuélvelo. ¡Vamos, devuélvemelo!
[*]
Castiel traía su eterno ceño fruncido, con su mirada fijada en la televisión; viendo una telenovela con su esposa. A momentos miraba de reojo a su baja esposa, que estaba sentada a un lado de él; con sus piernas apoyadas sobre las de él. La castaña se la pasaba haciendo muecas: tristes, enojada, feliz, asustada. Era un completo desastre soportar el cambio de humor de su esposa y peor aun, ver una telenovela que se le hacía la cosa más aburrida del mundo.
—¿Puedo irme a la habitación?
Annie negó y puso sus manos en su regazo, sin quitarle la mirada a la televisión.
—¿Puedo irme? —Volvió a preguntar. Ganándose un atisbo de muerte por parte de su esposa— ¡Ok, ya entendí!
—Cielo, ¿Por qué no puedes ser más mimoso conmigo?
—En todo tu embarazo de he mimado y como resultado, te volviste muy malcriada.
—No me refiero a eso. ¿No podrías al menos darme besitos?
—Todos los días te doy un beso antes de irme a trabajar o antes de dormir.
La castaña frunció el entrecejo e hinchó sus mejillas. Una cara de niña enojada, muy graciosa para el gusto de Castiel. Resignada a no recibir mimos de su esposo, volvió a fijarse en su telenovela; ¿Por qué ese mendigo pelirrojo no podía ser como los chicos de las telenovelas? Un hombre tan gruñón, engreído, y una serie de cosas más. Aun que, por dentro, sabía que habitaba un ser lleno de amor; muy adentro, pero existía. Y ella tenía la suerte de conocerlo y de convivir con él todos los días. Annie sonrió embobada.
El pelirrojo notó que la mente de Annie había volado lejos, por lo que aprovechó la ocasión. Con una ternura que todos desconocen de ese chico engreído, besó con la comisura de sus labios la frente de su esposa.
—Te amo —Le susurró—
La castaña se ruborizó hasta la médula y se levantó, para luego sentarse en las piernas del pelirrojo. —Yo también te amo...
[*]
Por fin, después de tanta espera, una punzada en la parte baja del vientre de la castaña, le informaba que su bebé estaba por nacer. Si hacía un escándalo cuando el bebé se movía, era de esperarse que cuando comenzaran sus contracciones se pondría peor. Se tardaron aproximadamente diez minutos en llegar al hospital, donde fue atendida inmediatamente.
—Tranquilízate ¿Sí? Estoy a tu lado. —Le decía el pelirrojo, mientras Annie era acostada en una camilla. Quejándose—
—¿Que me tranquilice? ¡Castiel, estoy a punto de dar a luz!
—Sí... shh, respira hondo.
La castaña obedeció a su esposo. Inhaló profundo y exhaló — Duele... —Musitó—
Castiel tomó la mano de Annie, siendo fuertemente apretado. El doctor le dio la orden a la mujer que comenzara a pujar. Ésta sentía como si sus entrañas fueran a salirse.
—Vamos, amor. No puede ser tan duro... —Dijo el pelirrojo—
—¡Ahh! ¡Animal! ¡Sácate tú algo del tamaño de un coco por ahí abajo!
—No tengo lo mismo que tú ahí abajo. Concéntrate...
—¡Ayy! ¡Estúpido, Castiel! ¡No volveré a acostarme contigo nunca más! ¡Ahh!
—El doctor te está escuchando. Además no es todo mi culpa... concéntrate.
Annie soltó un descomunal grito, con una mano apretando con fuerza a Castiel y con la otra, apretando las blancas sábanas. Un último empujón bastó para que un enternecedor llanto se escuchara en la habitación. Por fin, después de haberle causado tanto sufrimiento a su madre, sin quererlo. El primogénito de Annie y Castiel había llegado al mundo.
—Castiel... nuestro bebé —Dijo débil. Aún no lograba recuperar el aire necesario—
—Tranquila, lo están bañando. —Dijo Castiel, acariciando las mejillas de su esposa con la yema de sus dedos— Lo hiciste muy bien...
El doctor se acercó con el bebé envuelto en una pequeña toalla. Puso al recién nacido en el pecho de su madre, para que sintiera su calor. Para los jóvenes padres fue amor a primera vista, esa carita redonda enrojecida era lo más hermoso que habían visto.
—Hola, mi vida —Dijo Annie con un tono empalagoso— Eres tan maravilloso...
El pelirrojo se quedó en silencio y con mucha suavidad acarició la cabeza de su bebé. Su orgullo era demasiado grande como para ponerse a llorar, pero, le fue inevitable derramar unas traidoras lágrimas.
—Gracias por todo... —Le susurró Castiel a su esposa—
Annie sonrió y besó la frente de su esposo.
¿Por qué le agradeció? Por que, si ella no se hubiera interesado en saludarlo en su ingreso al instituto, jamás se hubieran conocido. Por que, ella siempre soportó sus insultos y los malos momentos que la hizo pasar. Por que cuando el hirió sus sentimientos, ella fue capaz de darle una segunda oportunidad. Simplemente, por que lo salvó de la soledad. Y ahora estaban disfrutando de ese pequeño fruto de su amor.
¿Cómo no estar agradecido?
¡Aquí termina! :D ¡Espero que les haya gustado!
Dejen su opinión, eso me ayuda bastante. Así sabré en qué me equivoco.
Hecal-chan se despide.
¡Gracias por leer! ¡Hasta la próxima!