Oh, wow, esta vez he batido un nuevo récord a la hora de actualizar, ¿no?

¡Siento tardar tanto!

Eso sí, apuesto a que nunca habréis visto una Super-Bowl como ésta que veréis ahora, ¡espero que os guste!


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CAPÍTULO 08

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El viaje desde Nueva York hasta Indiana era uno largo, de más de 700 millas en carretera con todo el grupo a bordo de la caravana. Además de los dos catres (aquellos maltrechos colchones habían viajado ya varias veces dentro y fuera del templo), habían dispuesto unos pocos cojines y pufs donde sentarse y hacer del viaje uno más cómodo, dentro de lo que cabe. Rebecca conducía turnándose con Shaun y William, y negándose a las ofertas de Leonardo por conducir. Los asesinos se acomodaron en la zona trasera repasando los detalles del plan.

— El trofeo debe estar en el salón central, dentro de una vitrina y flanqueado por guardias de seguridad —explicaba Desmond dibujando un muy pobre mapa del estadio en una libreta—. Altaïr y Malik, iréis a por él desde el lado derecho, pasando por los pasillos de mantenimiento para evitar las aglomeraciones. Rebecca se quedará con Shaun en los aparcamientos y os irá guiando, no perdáis el micrófono, ¿de acuerdo? —les entregó dos auriculares y luego les indicó cómo colocárselos—. Ezio y yo iremos por el lado contrario, pasando por el interior y, esperemos, sin tropezar con el órgano de seguridad. Shaun nos guiará para evitar esto. Contamos contigo, Shaun —el inglés resopló desde su asiento—. Leonardo, tu cara es la menos conocida para los templarios, así que estarás en las gradas con mi padre a la espera de causar un escándalo si la situación se tuerce.

— ¿No soy conocido en este siglo? ¡Pero si me han dedicado un museo! ¡Soy una celebridad, mira! —señaló la camiseta que llevaba, un suvenir de la exposición a la que fueron con una impresión de una de sus máquinas voladoras al frente.

— Sí, eres una figura vital para la historia, pero tu rostro ahora, de joven, es prácticamente desconocido. Podrás pasar desapercibido.

Llegaron al fin a los aparcamientos del Lucas Oil, Rebecca tuvo que dar un par de gritos para ganarse una plaza, eso, junto a un par de insultos consiguieron el mejor sitio, uno de los pocos en el estadio donde la cámara no filmaba. La matrícula se ocultó tras la columna y el ángulo ciego hizo el resto.

— Entonces lo entendéis, ¿no? —preguntó William poniéndose una larga camiseta de los Giants—. Debéis haceros con ese trofeo, es el objetivo de la misión. Leonardo, toma, no debemos llamar la atención.

"New York Giants" —leyó Leonardo las letras en la gorra—. ¿Qué se supone que es?

— Uno de los equipos que juega hoy, al que animaremos y el que ganará la SuperBowl, por supuesto.

— Oh, ¿venimos a un evento deportivo? ¡Qué emocionante!

William suspiró sabiendo que tendría que explicarle al inventor las normas del fútbol americano, por suerte no era un deporte demasiado complicado y Leonardo alguien inteligente, no le harían falta muchas explicaciones para entender cada jugada.

— ¿Y sólo disponemos de un mapa? —preguntó Ezio con un panfleto publicitario del estadio en sus manos. Lo abrió mirando el dibujo e indicaciones junto a Altaïr, memorizando cada línea.

— Rebecca y yo tenemos otro aquí —dijo Shaun mostrando su teléfono—. Os guiaremos gracias a él, aunque si queréis llevar el panfleto sois libres de hacerlo. Lo importante es que llevéis el pinganillo y no… —suspiró—. Altaïr, no te quites el tuyo, lo necesitarás para contactar con el resto.

— No, no lo creo —se acercó y le quitó el panfleto a Ezio, se despidió vagamente con la mano y se echó a andar por el aparcamiento junto a Malik, a quien le entregó el recién adquirido panfleto—. Supongo que el dai de Jerusalén podrá orientarme aquí dentro, ¿verdad?

— Si no hay más remedio, tendré que hacerlo.

— Tan colaborador como siempre —llegó a sonreír acomodándose la capucha.

Rebecca fue la única que se echó a reír tras ver la escena, luego se acomodó en el asiento tras su portátil e hizo un OK con la mano.

— ¡Todo listo, cuando queráis!

— Suerte ahí dentro, no olvidéis contra quien estamos luchando —se despidió Shaun cerrando las puertas de la caravana.

— Si la lucha se acerca, podremos defendernos —Desmond suspiró ajustando su mochila—, ¿vamos?

— Detrás de ti —respondió Ezio asintiendo con la cabeza.

Para cuando el partido comenzó, casi diez minutos más tarde, los asesinos ya se habían infiltrado en el estadio, que, más que estadio, podía considerarse una fortaleza templaria. Los efectivos de Abstergo merodeaban por la zona custodiando el valiosísimo trofeo. Sólo William y Leonardo se libraban de su presencia, estaban rodeados de miles de fanáticos al fútbol, pero ninguno de ellos era tan peligroso como un agente templario.

Altaïr y Malik llegaron, después de una pequeña escalada por un muro lateral, al pasillo de mantenimiento principal. Los únicos testigos de su avance eran los productos de limpieza que estaban desperdigados por la zona, los empleados estaban bastante más interesados en ver el partido que en organizar sus productos. Recorrieron todo el pasillo en silencio, Malik ubicándose en el mapa, y Altaïr con el oído alerta, sabía que el enemigo eran los templarios, pero no tenía tan clara su apariencia o armamento. Alzó el brazo frenando los pasos del dai, se echaron a un lado para ver a quien venía: un hombre que vestía la ropa más extraña que jamás hubieran visto (en Tierra Santa se desconocía la combinación tan elegante de traje y corbata). De su cuello colgaba una tarjeta de plástico con el logo de Abstergo en ella, no reconocieron el símbolo, pero sí el nombre que tenía escrito bajo él, Shaun lo había nombrado varias veces.

—Así que ése es un templario de este siglo —murmuró Malik mirando al hombre, se había detenido frente a una puerta, maldecía su cerradura porque estaba cerrada—. Si le reducimos podremos obtener información sobre este sitio o su organización. Lo mejor será… —suspiró. En un parpadeo el hombre cayó con un cuchillo clavado en su nuca—. Bravo, Altaïr, has matado a una muy posible fuente de información.

—No olvides que es el enemigo —respondió andando hacia el cuerpo sin vida del hombre, recuperó el cuchillo y luego rebuscó en sus bolsillos, sacando un artilugio de metal que no reconocía—. ¿Y esto?

Malik se acercó cauteloso, Altaïr le entregó el objeto y pudo inspeccionarlo más de cerca, mientras que el asesino forzaba la cerradura de la puerta. Si traje y corbata eran impensables en la calurosa Jerusalén, una pistola era una completa locura (además de un artilugio terriblemente adelantado a la época). Escuchó el CLICK en la puerta y siguió a Altaïr todavía investigando el arma.

—Debe ser algo útil, hay muchos —se giró hacia Malik señalando los estantes repletos de armas y su correspondiente munición—. ¿Qué crees que es?

—Parece un cañón, y esto —se acercó y cogió una bala—, será lo que dispara, ¿un arma?

—¿Algo como el mecanismo de la hoja? ¿Por qué conocen los templarios algo como eso?

—¡Eh! ¡¿Qué pasa ahí?!

Ambos se giraron hacia el nuevo grito, dos hombres vestidos como el primero y con sus identificaciones de Abstergo corrieron hacia el pequeño almacén que hacía las veces de armería. Sacaron sus pistolas y dispararon, aunque tanto Altaïr como Malik se apartaron hacia un lado, las balas se incrustaron en la pared tras ellos. De un empujón cerraron la puerta, lo que les dio unos segundos vitales para pensar en su siguiente movimiento. Descubrieron sorprendidos que los proyectiles de estas armas tan ruidosas atravesaban la madera como si fuera mantequilla, pero, además, también descubrieron una salida en la parte más alta. Altaïr trepó de un estante a otro y de un puñetazo abrió la trampilla del aire acondicionado, se coló por ella y dejó caer su cuerpo hacia abajo, sujetó a Malik y le ayudó a subir, quedaron a salvo cuando los dos agentes abrieron la puerta.

—¡Van por el aire acondicionado! —exclamó uno de ellos señalando la trampilla abierta—. ¡Apunta hacia arriba y dispara, vamos!

Pero los disparos no vinieron desde abajo, sino desde arriba. Dos cañonazos estallaron desde el hueco que había dejado la trampilla, uno penetró en el pecho del que gritaba, y el otro se incrustó en el hombro del segundo, un tercer disparo a su frente le hizo caer fulminado.

—¿Dónde has aprendido a manejar eso? —preguntó Altaïr desconcertado.

—Disparar es mucho más sencillo que organizar decenas de misiones que ocurren simultáneamente en Jerusalén. Sólo se trata de mantener la calma y apuntar —se alzó de hombros dejando caer el arma al almacén, se inclinó y tiró de la trampilla para cerrarla—. Será mejor que avancemos por aquí, no es el mejor de los accesos, pero dudo que nos encontremos a alguien.

—¿Sabes acaso a dónde tenemos que ir?

—Hacia una sala llamada "Hall of Fame" —explicó—. Según el mapa tan cuestionable que me has dado, el trofeo está allí, en la zona más al este del estadio, por razones de seguridad, supongo. Basta con avanzar hacia su dirección. No será difícil.

—Admiro tu capacidad para orientarte incluso en un sitio tan estrecho como éste —dijo comenzando a moverse—. La compañía al menos es agradable.

—No es momento para bromas, Altaïr.

—Me alegro, porque no estoy bromeando.

Malik resopló, negó con la cabeza y empezó a arrastrarse junto al asesino, no era una forma muy elegante de avanzar, pero era la única que funcionaba dadas las circunstancias.

Para Desmond y Ezio la situación fue algo mejor. Caminaron por el interior del estadio mezclándose entre los asistentes, ya fueran seguidores de los Giants o de los Patriots, la única diferencia apreciable era el color de sus ropas. Avanzaron por la planta baja buscando las zonas con mayor tráfico de personas, de esta forma no levantarían la menor de las sospechas, hasta llegar frente a una gran puerta roja.

—Si atajásemos por los vestuarios llegaríamos mucho antes —dijo Desmond señalando las puertas, bien protegidas por un empleado de seguridad.

—¿Es una mujer? —al recibir una respuesta afirmativa, Ezio sonrió—. Déjamelo a mí, la distraeré y podremos entrar.

—¿Cómo piensas hacerlo?

No dijo nada y se puso manos a la obra, se retiró la capucha y fue junto a la mujer, que le miró desconfiada y llevándose la mano al bolsillo, palpando la pistola eléctrica que reduciría a cualquier sospechoso. Desde donde estaba, a Desmond le resultó imposible escuchar de qué hablaban, pero la mujer se relajó de inmediato, incluso llegó a reír y señaló el fondo del pasillo. Se despidió acariciando la mano del asesino y desapareció andando hacia la zona que había señalado. Ezio se giró hacia Desmond y, con señas, le indicó que se apresurara.

—Tenemos menos de cinco minutos, hasta que se dé cuenta de que no iré a su encuentro. No perdamos más tiempo.

—¿Cómo has podido…?

—En tu siglo o en el mío, el corazón de una mujer sigue deseando lo mismo —le interrumpió colocándose de nuevo la capucha—, lo importante es decir lo que ella quiere oír con la suficiente confianza como para sonar convincente.

—Cuando el Casanova termine de darte un par de lecciones —hablaba Shaun desde el transmisor—, atajad por el vestuario y subid a la segunda planta. Una vez arriba id a la derecha, Altaïr y Malik deberían estar cerca. Sobra decirlo, pero no llaméis la atención.

Se escabulleron por el vestuario, pasando por él como si fueran dos sombras, giraron en las escaleras y corrieron por el nuevo pasillo hasta leer el cartel de "Hall of Fame" sobre un ancho portón doble. Se detuvieron a un lado esperando presencia enemiga, pero, al no aparecer, se aventuraron a entrar en la sala. Cerraron la puerta tras ellos comenzando a explorar. Los guardias que no habían visto afuera estaban aquí, mirando trofeos de los Giants, que no eran pocos precisamente, decenas de urnas de vidrio custodiaban logros y diplomas, y los agentes los comentaban animados entre risas.

—Son siete en total —anunció Ezio acuclillado tras un mostrador—. Yo los de este lado, ¿tú los del contrario?

Desmond asintió con la cabeza y se pusieron en marcha. Apenas unos segundos fueron necesarios para que los agentes acabasen en el suelo, sólo uno de ellos logró resistir la ráfaga de puñetazos, patadas y cortes, pero recibió un golpe inesperado desde arriba: la trampilla del aire acondicionado le cayó en la cabeza.

—Oh, estáis ahí. Gracias por eso, ha sido una muy buena entrada a escena —Desmond les dio la bienvenida con una sonrisa algo burlona—. Shaun, hemos encontrado a Altaïr y Malik. Vamos a por el fruto.

Caminaron hacia la segunda sala de trofeos, ésta sin vigilancia. Los encargados de velar por las estatuillas estaban agolpados tras la ventana del pasillo, lejos de los objetos e intentando ver la actuación de medio tiempo que Madonna llevaba a cabo. Según los cálculos de Rebecca, fan de la artista, tenían algo más de 10 minutos para desincrustar el fruto del trofeo y volver sanos y salvos a los aparcamientos. El tiempo aumentó unos minutos cuando Altaïr y Ezio se encargaron de los guardias, mientras, Malik y Desmond llegaron a la urna que protegía el Vince Lombardi.

—Qué forma más extraña —comentó Malik ladeando un poco la cabeza—, ¿qué se supone que es?

—Un balón. Con eso se juega al rugby. Aunque no sé por qué tiene ese nombre, Lombardi.

—El trofeo fue llamado originalmente World Championship Game Trophy, pero en los años 70 fue renombrado en memoria del legendario entrenador de los Green Bay Packers, Vince Lombardi, después de su repentina muerte por cáncer y para conmemorar sus victorias en los primeros dos Super Bowls.

—Gracias por la información, Shaun. Eres toda una enciclopedia con patas.

—No me veo con ganas de devolver el cumplido —suspiró—. Recuperad el fruto de una vez y no perdáis más tiempo, Madonna no cantará eternamente.

Recuperar el fruto era algo más fácil de decir que de hacer. Para empezar, tendrían que retirar el trofeo de la urna de manera discreta, el mínimo movimiento o sacudida alertaría el protocolo de seguridad y no sólo agentes de Abstergo, sino también la seguridad del propio estadio vendría a acabar con la amenaza. Sería una situación bastante difícil para cualquier asesino, lo conveniente sería evitar el enfrentamiento directo. Pero lo conveniente muchas veces no era lo que ocurría.

El vidrio de la urna estalló en mil pedazos, ¿el responsable? Desmond. De una patada hizo añicos el cristal, apartó los pedazos y sujetó el trofeo, apenas lo rozó, sonaron las alarmas. Las puertas se cerraron de manera automática y una luz roja y parpadeante se adueñó de la sala.

— Des, ¿podrías explicarme qué demonios has hecho…?

Ignoró la voz de Shaun y echó garras al trofeo, pero por más que tiró, no hubo forma de apartar el fruto. Lo intentaron Malik, Altaïr y Ezio después de él, pero no consiguieron moverlo, ni siquiera en un intento desesperado tirando todos a la vez. La escena tuvo que resultar curiosa para los primeros guardias que llegaron a la sala, cuatro hombres tirando de un trofeo no era una imagen muy común.

Después de despachar a todos y cada uno de ellos, el grupo volvió a organizarse para tirar por turnos del fruto y el trofeo, dos a cada lado tirando de cada parte. Esfuerzo que resultó del todo inútil.

— ¿Y ahora qué hacemos? —Desmond resopló agotado—. No podemos llevarnos el trofeo como si tal cosa, pero es imposible retirar el fruto.

— ¿Y si…? ¿Y si hacen falta otro par de manos para manipular el fruto? —se aventuró a decir Ezio—. Quiero decir, que estemos aquí es por cosa de Leonardo, ¿cierto? Yo no llegué a tocar el fruto, tampoco Altaïr o Malik, así que, quizá sólo él pueda manipularlo. Sé que es una locura, pero…

— No es mayor locura a un viaje en el tiempo —Desmond asintió con la cabeza—. Shaun, ya lo has oído, necesitamos a Leonardo.

— Por supuesto, sólo dame un momento para teletransportarle desde las gradas hacia la sala de trofeos. ¿Pero tú te escuchas? ¿Qué hago, magia? Pese a lo que pueda parecer dado mi amplio conocimiento sobre cientos de temas, no puedo obrar milagros, Desmond.

— Haz lo que sea necesario con ese amplio conocimiento tuyo, pero necesitamos a Leonardo aquí lo antes posible. Sólo él puede mover el fruto… bueno, eso creemos.

El siguiente movimiento vino de parte de William, había venido preparado para causar un alboroto. Justo cuando terminó la actuación de medio tiempo y el estadio volvía a prepararse para el partido, lanzó varias bengalas al campo, muchos aficionados gritaron presas del pánico y otros tantos jalearon pensando que se trataba de alguna revuelta. Le señaló la sala a Leonardo y éste pudo ponerse en marcha evitando aficionados y guardias de seguridad, cada vez más agitados por las acciones de William.

Tardó bastante tiempo en llegar, y a la hora de entrar tuvo que colarse por una ventana rota para evitar a los guardias, perdiendo la gorra en el proceso. Pero consiguió reunirse con el grupo, que se enzarzaba en una pelea con los encargados de seguridad —entre ellos, la mujer a la que Ezio había engañado, era ella la que atacaba con más rabia—.

— ¡Leo, al fin estás aquí! ¡Rápido, coge el fruto! ¡Hay que irse!

No dudó y fue a por el trofeo, no le costó ni el menor de los esfuerzos separar el fruto de la estatuilla. Lo guardó en la mochila de Desmond y procedieron a la huida, la cual no fue larga pero sí bastante sorprendente, una escena digna a las mejores películas de acción. Primero Altaïr, le siguió Desmond y luego Malik, los tres se lanzaron al vacío atravesando los vidrios rotos de una ventana. Segundos más tarde dieron la señal desde el asfalto y Ezio pudo lanzarse arrastrando a Leonardo consigo, mientras que el asesino aterrizó en un contenedor repleto de papel y cartón, el inventor llegó a rebotar sobre la lona de un toldo. Una cafetería nunca pudo haber estado mejor ubicada.

— ¡¿Habéis visto eso?! ¡He volado como un pájaro! —exclamó poniéndose en pie, la discreción del salto se fue lejos ante sus gritos—. ¡Hagámoslo de nuevo! ¡Esta vez usemos varias telas para improvisar unas alas y surquemos los cielos de esta ciudad hasta…!

— Nada de eso, Leo, nos vamos.

Leonardo suspiró agachando ambos brazos, ante la negativa del florentino tendría que conformarse con dibujar esas alas que ya podía ver volar dentro de su desatada imaginación. Siguió a los demás cargando la mochila en sus brazos, con una cautela que mostraba sólo cuando cargaba una obra. El resto de la huida la harían por separado, los templarios ya habían dado la voz de alarma y buscaban a un grupo de asesinos. Lo más sensato sería dividirse y rencontrarse en algún lugar estratégico para regresar al templo; y puesto que por hoy ya habían cometido las suficientes insensateces, decidieron seguir el consejo de un irritado Shaun y reagruparse en los alrededores del Walmart más cercano. Claro que antes de ponerse en marcha tuvieron que explicarles a los "visitantes" no sólo qué es Walmart, sino qué es un supermercado.

— Intentad no quedaros atrás, no regresaré a por vosotros.

— Hablas con el mejor asesino de toda Italia, no me hagas reír.

— Ambos deberíais saber que no me llaman "mentor" por cortesía.

— ¡Oh, allá van! —Leonardo contempló, llevándose una mano a la frente, cómo los tres asesinos echaban a correr, trepando y deslizándose por los recovecos de la calle hasta desaparecer por completo de su vista en cuestión de segundos—. En fin, será mejor que nosotros también nos movamos.

Malik asintió desganado con la cabeza, se había negado en rotundo a malgastar energía en una carrera que consideraba tan absurda como infantil; aunque ese comportamiento en los tres asesinos confirmaba sus sospechas: de alguna manera u otra, estaban emparentados. Desmond ya se los había dicho, pero esto lo garantizaba sin dejar margen de error.

— Leonardo, sabes conducir, ¿verdad?

— ¡Por supuesto, soy todo un maestro de la conducción! ¿Por qué lo preguntas? —siguió la dirección que señalaba y encontró a una mujer aparcando su coche en doble fila, se bajó apurada y entró en un local con el nombre de American Laundry.

Fue cosa de un minuto, o dos a lo sumo, Leonardo se puso al volante y dio un brusco acelerón que enterró a Malik en el asiento del copiloto, con la mochila (y su preciada carga) en su regazo. La velocidad era innecesariamente alta, pero, con suerte, el viaje hasta el supermercado sería tan breve que no le daría tiempo a marearse.


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Dulces comentarios, que alegran mi corazoncito, por aquí: ↓↓

Xepes: huhu, créeme, yo también disfruto de lo lindo escribiendo cualquier cosita AltMal~ mi fangirl interna está muy feliz con esas escenas que tienen en el fic. Ay, Leo, me gusta TANTO este personaje (porque apenas se nota, ¿cierto? xD).

Juuroumaru: ay, no veas lo bien que sienta que me comentes sobre "la historia" tras un capítulo, me paso mucho (pero mucho, eh, MUCHO) más tiempo leyendo e informándome que escribiendo. De hecho, para este capítulo me he puesto a leer sobre la SuperBowl de 2012, que, por cierto, ganaron los Patriots (este dato hará feliz a William). Ay, Leo, le tengo tanto cariño a este hombre, me parece demasiado adorable para dedicarse a descuartizar cadáveres "por el bien de la ciencia", en fin, cada uno con sus aficiones (xD). Huhu, a estas alturas debes saber de sobra lo mucho que me gusta el AltMal~ aunque lo intente (que no lo hago, lol) no puedo evitar poner una escenita de ellos, ¡es que son tal para cual!

Una chica: sí, sí, entre todas me estáis haciendo ver con otros ojos a Desmond y Shaun, esto no va a acabar bien, ya lo verás (¿?). ¡Buf! Este sitio es un rácano de las caritas, ¡ni corazones me deja poner! Amargadita me tienes, , amargadita.

Anne: ay, perdón, se me pasó por alto la otra vez. Reírse de mala manera es reírse a carcajadas, reírse con ganas vamos, es una expresión que se usa muchísimo en España (¿por lo que intuyo no eres de por aquí?). Oh, semi/AU, me gusta cómo suena eso, lo pondré en la descripción. Leo es como un comodín, él se lleva bien con todo el mundo (lol), pero sí, poco a poco se irán fortaleciendo las relaciones entre ellos, quizá surja la amistad entre los asesinos, imagina las risas, ¡qué conversaciones entre los tres, yo eso quiero presenciarlo! Me encantan tus comentarios porque me dan la sensación de que piensas tú más en el, cómo decirlo, ¿trasfondo? del fic que yo, quiero decir, ni yo misma (holi, la despistada autora) había caído en la cuenta de Daniel Cross y muchas cosas que comentas, soy un desastre mayor a lo que esperaba. Igual, no tengo la menor idea de qué pasará con Des en un futuro, ¡en serio! No tengo guión para este fic, simplemente voy escribiendo al ritmo de "lol, esto será divertido" y ya (debería sentirme fatal por esta falta de organización, lo sé). En fin, muchas gracias por el comentario, ¡me encanta que sea así de largo! (porque el tamaño importa, huhu, he metido una broma sexual sin venir a cuenta~ -¿cómo es posible que escriba frases coherentes con este desastre de cerebro que tengo?-).

Patata: aww, ¡muchas gracias por leer mi fic! Creo que le daré un par de vueltas a la idea de la playa, me gusta mucho imaginarme a los chicos en bañador, y más todavía a Altaïr tenso por ver tanta agua. Lo pensaré, debo pensar bien en esto porque me parece una escena que merece ser escrita.

ryokio: el miedo de Shaun es re-escribir todos los datos del Animus (x'D). Yo es que me imagino el AltMal como una parejita que lleva media vida de matrimonio, se conocen de tal forma que no les hace falta hablar, y cuando hablan, discuten… con erótico resultado *introducir carita golosa aquí*

Guest (AndLeeGrossman): oh wow, no estaba preparada para recibir este comentario (bueno, ni éste ni cualquier otro, que todos los comentarios me sorprenden). Me alegra como no tienes idea que mi fic te haya gustado tanto que incluso llegas a recomendarlo, ¡y no sólo eso, sino que te inspira a crear tu propia historia! ¡Es de lo más halagador! Esa trama que comentas tiene MUY buena pinta, ¡por supuesto que quiero verlo! ¡No encierres una idea tan buena, por favor! (y menos aún si podré leerla, ¡yay!), ¡esperaré noticias de ese fic!