Disclaimer: Los personajes NO me pertenecen a mí, sino que son propiedad de Yana Toboso. Lo mío es solo la historia.

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Capítulo 1: Maldita casa

Me apoyo en el marco de la ventana al tiempo que miro por el transparente cristal. Hace un día inusualmente bueno si tenemos en cuenta el clima al que lo ingleses estamos acostumbrados. Sol, sin nubes a la vista y con una agradable brisa que acaricia las verdes briznas de hierba. Suspiro pesadamente mientras apoyo la barbilla en la mano derecha.

Las chicas de mi edad estarían ahora mismo corriendo por el prado, saltando a la comba o charlando amigablemente, aunque no descarto que algunas estuvieran encerradas en su habitación con las consolas encendidas y machacando el mando de control. Me distraigo observando el cielo intentando imaginar la forma de las nubes, pero como el cielo ahora carece de esponjosas nubes, el juego pierde su gracia en cuestión de nanosegundos.

Echo un vistazo al reloj de pared de mi habitación. 10:42. Me aparto de la ventana y remoloneo un rato alrededor del cuarto. Podría intentar cambiarme de ropa otra vez… Niego con la cabeza. No creo que para ir a una mansión maldita se tenga que ir más arreglada de lo ya estoy, así que me dejo la sudadera gris y los vaqueros puestos. Miro de nuevo el reloj, esta vez del teléfono que tengo en la mano. Oigo el sonido del timbre de la casa. Una, dos, tres veces. 10:45. Siempre puntual.

Salgo de la habitación y tras comprobar que ningún familiar mío está presente, me subo con un ágil y rápido movimiento a la barandilla de la escalera. Me deslizo más rápidamente de lo deseado, por lo que es inevitable el aterrizaje tan carente de gracia que realizo con el culo en el suelo. Me froto la parte herida con una mueca de dolor en mi rostro el cual aún conserva rasgos aniñados.

Abro la puerta.

—Buenos días, Elizabeth

—Lizzy — le corrijo con una sonrisa pintada —. Es un verdadero placer volver a verte, tío Sebastian.

El también responde con una sonrisa mientras besa mi mano delicadamente.

—El placer es todo mío por volver a encontrarme con usted.

Ambos salimos de la casa y después de cerrar la puerta con llave nos dirigimos al gran coche negro de Sebastian. Cómo no, él me abre la puerta educadamente y hace una pequeña reverencia mientras yo me limito a entrar en el vehículo. Pone el coche en marcha y yo veo como mi "humilde" morada se va empequeñeciendo según avanzamos.

Desde pequeña el ruido del motor y el traqueteo de un choche han sido para mí más eficaces que cualquier somnífero y nada más poner en marcha el gran coche de la familia Midford me quedaba dormida, algo que ponía a mi madre de los nervios. Ahora, sin embargo, por más que cierro los ojos, no consigo siquiera relajarme. Entrar en una casa la cual dicen está llena de fantasmas no es para nada reconfortador, pero entrar con Sebastian a una casa la cual dicen está llena de fantasmas es aún peor.

Miro de reojo a mi tío. Es un hombre alto, atractivo, de pelo oscuro y ojos de un color bastante peculiar que no sabría definir. Alto, inteligente y amable. Sin duda alguna, el hombre ideal que muchas mujeres desearían en sus vidas. No tengo nada en contra de Sebastian, pero no me cuadra en la familia. Sus rasgos son totalmente distintos a los de la familia Midford, que suele tener el cabello rubio y los ojos verdes. Nunca pude ver parecido alguno cuando mi padre se ponía al lado de Sebastian.

Puede que nunca lo haya dicho en voz alta como buena señorita que soy, pero siempre he pensado que Sebastian se quedó atrapado en la edad media: sus modales, su vocabulario, su porte… ¡ni yo, asistiendo a todas las clases de modales de Madame Red ni estudiándome un diccionario entero de lengua anglosajona podría estar a su nivel! Eso es algo que, a veces, me frustra de mi tío. ¡Soy su sobrina, pero me trata casi como a una extraña! Ni siquiera se molesta en tutearme para al menos fingir una relación más cercana entre nosotros.

—¿Qué ocurre, Elizabeth?

—¿Mmm…?- Me sorprendo al oír que me ha llamado la atención. Sacudo la cabeza haciendo que mis mechones dorados choquen contra mi cara y esbozo una sonrisa de ojos cerrados-. No, nada- contesto segura de mí misma—. Cosas de la escuela- miento.

El paisaje que se ve desde la ventana pasa a demasiada velocidad como para poder distraerme con eso. Suspiro, y mi aliento hace que se forme un poco de vaho en la ventanilla. Parece absurdo lo largo que puede parecer un viaje hasta las afueras de Londres.

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La hiedra ha recubierto la verja que dirige al edificio casi completamente, pero no lo suficiente como para no poder observar los fragmentos de metal que le faltan a la cancela. Rasco con una uña la superficie de la puerta para luego alejarla e intentar retirar los restos de óxido que han quedado pegados al filo de ésta. Sebastian mira absorto la gran casa que se vislumbra a lo no muy lejos con algo que parece ilusión o emoción. No me puedo ver la cara a mí misma, pero estoy segura que tengo una mirada que oscila entre el terror, la preocupación y en menor proporción, la impaciencia por adentrarme en la propiedad.

Me fijo en el candado que decora la verja oxidada.

—Está cerrado. No podemos pasar.

Él se da la vuelta y camina hacia el bosque. Me inquieto. ¿Es que piensa irse y abandonarme? Quedarse a las afueras de una mansión encantada es mejor que estar dentro de ella, pero no demasiado.

Sebastian se arrodilla, recoge una piedra mediana y regresa a mi lado.

—No te preocupes— me "tranquiliza" con su rostro de eterna sonrisa—. Entraremos.

Empieza a golpear con la piedra el candado. Sonrío, aunque creo que él no puede verme la cara de tan concentrado que está en su tarea.

—El cerrojo es viejo y está oxidado, sí; pero no creo que se rompa de golpes con una piedra. El óxido hace que los objetos sean menos resistentes pero no los convierten en tan frágiles como para…

Me muerdo la lengua al ver como al quinto o sexto golpe, el candado se divide en dos y cae al suelo. Miro estupefacta a mi tío, que sacude sus enguantadas manos con una sonrisa en los labios y sin dejar de mirar la casa. Siento como mi mandíbula casi toca el suelo de la impresión.

—Entremos.

No puedo objetar nada, por lo que me limito a avanzar pasa a paso detrás suya

La cancela chirría con un sonido tan agudo al ser empujada por mi tío que tengo que taparme las orejas. Sebastian, como está empujando la verja con ambas manos, no puede permitirse ese lujo, aunque parece darle igual.

Mientras caminamos por lo que antaño supongo, fue un bonito jardín lleno de hierba verde, hermosas flores y frondosos árboles, pero que ahora está descuidado y seco tras un siglo sin nadie que se preocupara por él, miro por el rabillo del ojo a Sebastian. ¿Por qué me pidió que lo acompañara, si parece perfectamente autosuficiente para sobrevivir y explorar esta casa? Y una pregunta que me golpea con más fuerza si cabe en el interior del cráneo: ¿por qué demonios acepté yo el venir aquí? Me golpeo la frente con la mano. Mira que soy idiota…

—¿Es demasiado tarde para arrepentirme y echarme atrás?- bromeo, aunque la pregunta va en serio. Muy en serio.

—Efectivamente.

Suspiro y miro el deprimente paisaje que nos rodea. Está tan vacío de vida que casi parece un paisaje monótono. A medida que nos acercamos a la mansión algo llama mi atención. Un árbol. Podría haber sido un árbol calcinado más del montón, pero lo que lo diferencia de los demás son los dos pedazos de cuerda que amarrados a una de las ramas sujetan lo que parece ser un columpio demasiado pequeño para un adulto. Me entristezco desmesuradamente al pensar siquiera que en la casa puso haber muerto un niño pequeño.

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Cuando finalmente nos encontramos frente al edificio en cuestión, de mis labios solo puede salir una palabra:

—Guau.

No sé quién hizo los planos para construir semejante mansión, pero seguro que cuando los dibujó, no pensó en hacer una pequeña casa familiar. Desde la entrada, en la cancela, pude ver más o menos el tamaño de la vivienda, pero estar frente a frente con ella es otro cantar. Había oído que algunas personas, antes de saber que se encontraba la casa maldita, intentaron reconstruir el edifico completamente, claro que nunca lo consiguieron debido a los sucesos sobrenaturales. Se notaba a leguas que la casa había experimentado una tragedia y que una extraña energía negativa pugnaba por salir por las paredes, pero eso no era excusa para no fijarse en el gran tamaño de la mansión. Seguramente doblaba en tamaño a la mansión Midford.

—¿Cuánto crees que abarca?— le pregunté a Sebastian.

—¿A ojo? Yo diría que unos cuantos campos de fútbol— se paró a pensarlo mejor—. Cuatro o cinco campos de fútbol.

Nos quedamos callados unos minutos. Nunca fuimos grandes habladores entre nosotros. Yo intentaba por todos los medios que no se notara lo aterrada que me encontraba en esos momentos y lo mucho que me temblaban las piernas delante de la puerta de la llamada mansión Phantomhive. Por el contrario, mi tío miraba con determinación y tranquilidad el pomo lleno de polvo de la anticuada puerta, pero aunque sus gestos, sus palabras e inclusive sus ojos desprendían seguridad en sí mismo, podía sentir nerviosismo y algo de temor enterrados bajo todas capas.

Adelantó un paso y agarró el pomo. Yo lo veía todo a cámara lenta. Lo giró despacio y empujó con el hombro para mover la puerta a través de todas esas capas de polvo.

Pasé tras él hacia lo que era o fue el vestíbulo.

"Esto es el fin" pensé.

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¡Hola! ¿Qué tal? Hoy vuelvo con otra historia con Elizabeth como protagonista de nuevo. Sé que dije que no era mi personaje favorito, pero es taaaan divertido hacerla pasar penurias… La verdad quiero tocar todos los géneros que me sean posible en mis fics, pero como soy una persona bastante dramática, ¡vamos primero con el horror!

A partir de ahora es cuando tanto Lizzy como Sebastian empezarán a experimentar en sus propias carnes inglesas los horrores que esconde la mansión Phantomhive, aunque como es Elizabeth la que narra la historia, pues la veremos sufrir a ella, más que nada.

Espero que la lectura no se haya hecho pesada pues en realidad no ha pasado nada verdaderamente extraordinario, pero prometo que el capítulo siguiente será más interesante. Sería genial que los que me quieran dejar un review me dijeran qué penurias quieren que les pase a Lizzy, aunque eso siempre es de libre elección.

Por cierto, quiero comentar algo sobre el título del fic, aunque no creo que le interese a mucha gente. Lo de "Phantom" es un pésimo juego de palabras, ya que Phantom significa "fantasma" en inglés, y como voy a convertir a la familia Phantomhive en espíritus, me pareció gracioso. Captáis el juego de palabras, ¿no? Phantom- Phantomhive. ¿No, no?

No tenéis sentido del humor.