Una noticia inesperada

Tras varios meses de arduos ensayos, donde la paciencia, las habilidades y el talento de los integrantes de la banda sinfónica de la preparatoria Kitauji, así como la imparcialidad y el conocimiento de Noboru Taki como profesor se pusieron a prueba y en duda, los chicos habían logrado su primer objetivo: vencer en las competencias regionales de Kansai y avanzar a las nacionales. La alegría que sentían era bastante grande, y no era para menos. Al salir del Kyoto Concert Hall, los miembros de la banda, incluso aquellos que no participaron directamente en la competencia, fueron a festejar a un café cercano. Ahí el ambiente festivo hizo desaparecer todas las tensiones y diferencias que existían entre ellos. Algunos fueron víctimas de las bromas que la vicepresidenta del club, Asuka Tanaka, les hacía. Lo que ellos no sabían era que, para una de sus integrantes, esa felicidad estaba a punto de terminar.

Al salir del café, un auto negro los interceptó. De él descendió un hombre de cabello oscuro, a quien Taki-sensei y la trompetista Reina Kousaka reconocieron de inmediato. En el rostro de aquel hombre se veía una profunda molestia.

—Reina, nos vamos de inmediato. Tengo algo que decirte —dijo el recién llegado.

—¿No puedes decírmelo aquí, padre? —preguntó la joven Kousaka.

—No es conveniente, ya que es un asunto privado —respondió el hombre. Reina se despidió de sus compañeros y subió al auto. Noboru intentó ir con ella, pero el señor Kousaka se lo impidió. Luego de que el vehículo arrancara, el profesor y Kumiko Oumae le miraron alejarse con preocupación en sus rostros, preocupación que compartía la también trompetista Kaori Nakaseko, quien temía una posible salida de su Kouhai de la banda.

—Creo que ya es hora de que me digas lo que sucede, padre —dijo Reina en el auto, tras varios minutos de silencio.

—Escúchame bien, porque no lo diré de nuevo. Tu madre me pidió el divorcio. —Escuchar eso sorprendió a la trompetista, que no daba crédito a las palabras de su padre.

—¿Por qué? ¡¿Por qué ella haría algo así?!

—No lo sé. Desde que tú entraste a Kitauji, Mio comenzó a actuar extraño, como si hubiese conocido a alguien más. O tal vez... —El señor Kousaka guardó silencio mientras un recuerdo cruzaba por su mente:

"—¡No lo hagas, Mio! ¡Lucha por nuestro amor y evita esta farsa! —gritaba una mujer de cabello castaño y ojos ámbar dorado mientras era detenida por integrantes del cuerpo de seguridad del lugar donde Mio Akiyama se convirtió en mi esposa.

—Lo siento, Ritsu —susurró Mio mientras firmaba el acta matrimonial".

—¿Tal vez qué? —preguntó Reina, sacando de sus pensamientos a su padre.

—Tal vez alguien de su pasado volvió a aparecer en su vida. Alguien que había logrado pervertirla, haciéndole creer que la amaba —dijo el pelinegro tras un suspiro.

—¿Pervertirla? ¿Cómo?

—Esa persona era otra mujer. Solo recuerdo que se llamaba Ritsu y que tenía ojos ámbar. Desde que Mio y yo nos casamos, no volvimos a saber de ella, algo que agradezco.

—Espera, ¿estás queriendo decir que mi madre es...

—Lo era —interrumpió el señor Kousaka—, pero tu abuelo y yo logramos rehabilitarla. —Mientras estas palabras eran pronunciadas, el auto se detuvo al llegar a su destino. Reina bajó del vehículo y, con expresión de enfado en su rostro, entró en su casa.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Kumiko llegaba a su hogar. La castaña estaba cansada, pero feliz de que la banda hubiera clasificado a las nacionales. Lo malo era que esa felicidad se vio empañada por su preocupación hacia Reina. Mientras caminaba por los pasillos de la casa, yendo a su habitación, la joven Oumae tenía varias hipótesis sobre esa noticia que la trompetista habría recibido, todas ellas con la posibilidad de que ambas se alejaran la una de la otra.

—Felicidades, te estás saliendo con la tuya Kumiko —dijo Mamiko, sacando de sus pensamientos a la eufonista.

—Gracias, onee-chan. Fue un enorme esfuerzo —respondió Kumiko con sarcasmo.

—Solo espero que no descuides tus estudios por cosas sin importancia, hermanita. —Tras decir esto, la mayor de las Oumae regresó a su habitación. Normalmente esto habría hecho que la eufonista reclamara, pero el cansancio, la satisfacción por la victoria y la preocupación por Reina hicieron que eso pasara a un segundo plano.

Una vez en su habitación, Kumiko se sentó en el borde de la cama. Tomó su celular y marcó a Reina, pero no hubo respuesta. Así que la castaña escribió "Pase lo que pase, cuenta con todo mi apoyo" y lo envió a la pelinegra vía mensaje de texto.

En otro punto de la ciudad, la tubista Hazuki Katou llegaba a su hogar. Si bien estaba feliz por el triunfo de sus compañeros, se sentía mal consigo misma, ya que también quería participar, por lo que se prometió a sí misma mejorar pronto para no volver a reprobar en una posible futura audición. Saludó mientras entraba, pero no obtuvo respuesta, lo que le resultó extraño, ya que las luces del lugar estaban encendidas. La joven de cabello castaño oscuro caminó hacia la habitación de su madre, a quien encontró sentada, con unos audífonos puestos, tocando una batería electrónica.

—¡YA LLEGUÉ, MAMÁ! —gritó Hazuki al oído de su madre.

—Oh, bienvenida, Hazuki. Discúlpame por no escucharte —dijo la señora.

—Recordando viejos tiempos, ¿no?

—En parte. Me ofrecieron tocar en un pequeño local, y quería ver si no estaba oxidada.

—¿En serio? ¿Quiénes?

—La familia Kawashima, los dueños de la tienda donde trabajo, hija.

—Wow. Pero, ¿cómo saben ellos que tocas?

—Casualidades de la vida. ¿Recuerdas que te conté que tuve una amiga millonaria en la preparatoria y la universidad?

—Sí. Tsumugi Kotobuki se llamaba ¿no?

—Así es. Pues resulta que ella resultó ser la esposa de Kawashima-san... Hazuki escuchaba atentamente lo que su madre, Ritsu, le contaba. La comunicación entre ambas era muy buena, se contaban todo lo que les pasaba.

Volviendo a la residencia Kousaka, Reina dejaba sus cosas en su cuarto. Aun no podía creer las palabras que su padre le había dicho minutos antes. Si la sola idea del divorcio le molestaba, el suponer que fuera causado por otra mujer, peor aún, pretendiendo a su madre en vez de a su padre, le causaba un profundo sentimiento de ira. La trompetista estaba decidida a impedir el final del matrimonio de sus padres, por lo que decidió hablar con su madre al respecto.

—¿¡Cómo te atreves a hacerle esto a mi padre!? —exclamó Reina, entrando sin avisar a la habitación de su madre.

—Veo que Ryotaru ya te contó mi decisión. Escucha, Reina. Esto no es tu culpa... —comenzó a explicar Mio, viéndose interrumpida por su hija.

—Ya sé que no es mi culpa, madre. Eso no fue lo que pregunté

—Bien, lo que sucede es que no puedo seguir viviendo una mentira. Sé que escuchar esto debe ser doloroso para ti, pero nunca amé a tu padre. —Tras escuchar estas palabras, los ojos de la trompetista se llenaron de lágrimas.

—Si eso es cierto, ¿por qué te casaste con él? ¿Por qué me tuviste? ¿Acaso todo este tiempo no significa nada para ti? ¿¡Yo no significo nada para ti!? —Sin dar tiempo a contestar, Reina salió corriendo de la habitación y de la casa. Corría sin rumbo fijo, salvándose por poco de ser atropellada por los autos. Cuando se dio cuenta, estaba en las faldas del monte Daikichi, ahí sintió vibrar su celular. Dispuesta a apagarlo para no recibir llamadas de sus padres, lo sacó de su bolsillo y, al ver la pantalla, notó el mensaje de Kumiko. Tras leerlo, la trompetista llamó a la eufonista y le pidió verla. Un cuarto de hora después, la castaña llegó a ese lugar.

Tras sentarse las dos en el césped, Reina le contó a Kumiko la situación de sus padres, mientras derramaba algunas lágrimas. La joven Oumae escuchaba atentamente cada palabra que su compañera le decía, tratando de asimilar la información que recibía. Al terminar su relato, la trompetista rompió en llanto, viéndose envuelta por los brazos de la eufonista.

—No lo comprendo. Creo que falta una pieza para completar este rompecabezas. ¿Reina, por qué no escuchas la explicación de tu madre? —preguntó Kumiko tras un rato de silencio.

—Porque no puedo soportar la frustración. Ellos parecían tan felices juntos, pero todo fue mentira. Siento que se burlaron de mí todo este tiempo —respondió Reina.

—No creo que debas decir eso sin saber sus razones.

—Pero, un matrimonio es algo demasiado serio para que lleguen a él sin amor.

—¿Y si fue algo forzado? He leído que muchas veces dos familias deciden unir a sus hijos en matrimonio por acuerdos comerciales o cosas así.

—Puede ser. Pero no me siento lista para averiguarlo. Kumiko, gracias por escucharme. Por favor no hables de esto con nadie.

—No te preocupes. Guardaré el secreto. —Las dos chicas permanecieron juntas en silencio un tiempo más. Después regresaron a sus respectivas casas. Reina se sintió mejor después de hablar con Kumiko, le hizo feliz que ella la escuchara y la consolara. En esos momentos, por su mente pasaban los momentos que pasaron en el monte Daikichi meses antes, en la noche del festival Agata.

"Esa noche le confesé mi amor a Kumiko, y nos hicimos más cercanas desde entonces. Pero tengo dudas. Ahora, con la separación de mis padres, no sé qué signifique la palabra "amor". De lo que no tengo duda alguna es que lo que siento por Kumiko no lo siento por nadie más, ni siquiera por Taki-sensei" pensó la trompetista antes de dormir.

Continuará...

Hola a todos. Después de un rato ausente, regreso con esta nueva historia. Espero que sea de su agrado. Gracias por leer, see you.