Alma comenzó a marearse, no entendía nada. Sus ojos daban vueltas sin parar para tratar de entender lo que recién había sucedido. Solo recordaba haber entrado a la tienda en busca de la muñeca idéntica a ella, pero no sabía qué era lo que había pasado luego. Tenía el recuerdo de un sonido de una bicicleta contra una puerta y de un largo túnel.

De repente intentó tocarse con las manos los ojos que tanto le daban vuelta. Intentó estirar el brazo, doblarlo, acercar la mano y mover sus dedos, pero ninguna de estas acciones fue llevada a cabo. Se comenzó a desesperar. Intentó el movimiento nuevamente; doblar el brazo, moverlo hacia su cara y con los dedos tocar sus ojos. Sin embargo por más que puso todo sus esfuerzos en la tarea, no fue capaz.

"Algo raro está sucediendo" pensó, y casi de forma automática trató de gritar el nombre de su madre. Pero ni siquiera pudo abrir la boca. Entonces, comenzó a angustiarse, ya sentía que estaba encarcelada en su cuerpo, tenía la sensación de encierro.

No había alcanzado a entender lo que estaba pasando, cuando sintió un ruido en la puerta. Instintivamente se quedó muy queta. Vio cómo entraba una niña idéntica a la muñeca que yacía en el escaparate. La niña, llena de vida y curiosidad comenzó a buscar la muñeca que había llamado su atención por toda la tienda. La muñeca apareció de repente en una mesita de centro. La niña la reconoció he intentó acercarse, pero se desconcentró mirando un payaso que sonreía cruelmente desde la ventana. Cuando volvió la vista, la muñeca ya no estaba en la mesa. Alma sintió un cosquilleo y vio como la muñeca había aparecido sin más a su lado. La intrusa siguió buscando la muñeca con una sonrisa en su cara. No parecía asombrada ni inquieta por los sucesos que estaban ocurriendo a su alrededor.

De repente, se percató que su símil en muñeco estaba apoyado en la repisa de una de las paredes. Se acercó dando saltos y la miró fijamente. En ese mismo momento Alma comprendió lo que estaba sucediendo y quiso gritar. En realidad quiso chillar, llorar, patalear, todo al mismo tiempo, pero ninguna de estas cosas fue capaz. Ya no controlaba su cuerpo de la forma que lo había hecho antes. La niña acercó lentamente su mano a la cara de la dulce muñeca a la cual miraba. Cuando el dedo logró tocar la fría porcelana, ocurrió lo que debía pasar. "Al menos, ya no estaré sola", pensó Alma.