Capítulo 1:
"Primer paso para superar la vergüenza de tu vida: finge estar muerta."
He tenido esa clase de día de mierda que todo el mundo quiere meter en un baúl, tirar en medio del mar y que nadie se lo vuelva a recordar.
La clase de día, en que, ni ganar la lotería, mejoraría mi existencia.
Es por eso que la historia comienza conmigo, en una tina llena de vino. En un triste departamento, con una triste vida y sin un gato que me haga compañía.
Comenzar la historia conmigo en una tina sería fantástico y casi cómico, pero no sería real.
Porque la historia real no comenzó aquí.
La historia real comenzó hace 18 horas. Cuando, en pleno discurso de bodas –y bajo los efectos de la copa número 11 – compartí con la audiencia, lo jodidamente injusto que es asistir a la boda del amor de tu vida… con tu hermanita menor.
Eso sí era real.
Pero lo real apesta.
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Si apagar mi celular y fingir no escuchar el timbre no era una clara señal de mi desesperado anhelo de soledad, francamente, no sabía qué lo sería.
Okey, sí. Había cometido el acto más desesperadamente humillante en la historia de la humanidad…. Y lo estoy procesando. Eso no quiere decir que necesite que la feliz pareja de recién casados se presente a mi puerta con sus estúpidos chalecos atados al cuello y comiencen un elaborado discurso motivacional sobre relaciones que no se planean.
Lo mío era una relación no planeada. De acuerdo, no era lo que se conoce popularmente como "una relación". Pero, ya saben… la chica está enamorada de un chico que aún no sabe que está enamorado de ella. ¡Mierda! Sonaba tan cliché.
Debería haberme golpeado la cabeza con un ladrillo apenas comprendí que estaba enamorada de mi mejor amigo. Pero no lo hice. Groso error.
Las relaciones de amistad y el amor no deben mezclarse. Primer acápite, Línea 1. Las primeras 10 palabras de todas las reglas de amistad entre hombre y mujer. O eso decía mamá.
No es que su palabra importe mucho. A fin de cuentas, papá era su mejor amigo.
Pero ahí estaba yo. Con la espalda pegada a la puerta, vaciando la última botella de vino del departamento.
Lo malo de fingir estar muerta de un día para otro, es que no tienes reservas de comida o líquido para el resto de tu vergonzosa soledad. Me iba a comprar un gato apenas ellos se fueran de mi piso. O dos, para que mi gato no se sintiera tan solo.
–Isabella, estás siendo totalmente inmadura– ni siquiera pude resistir levantar mi culo del suelo y mirar a Rosalie a través de la mirilla. Su cabello elegantemente arreglado con el jodido chaleco rosa pastel, hacían que su expresión furiosa fuera de lo más chistosa.
No es que tuviera muchas ganas de reír, de todos modos.
Mi hermana menor se llevó al amor de mi vida. ¿Qué puede ser más humillante?
–¿Yo soy la inmadura? ¡¿Yo?! ¡Joder Rosie! Me quitaste a mi futuro marido.
No habría dicho eso si el efecto del alcohol se hubiera ido de mi organismo totalmente. Pero, como es claro, mi lengua pierde control moral cuando tomo un par de copitas.
Vi como Emmett se ponía rojo y bajaba la mirada. De acuerdo, puede que él no supiera que iba a ser mi futuro marido. Pero hay que ser realmente idiota para no notar que alguien que pasa 20 horas diarias a tu alrededor dejaría sus calzones por ti en cualquier momento.
En Fin. Emmett es un cabrón.
Un Cabrón muy Idiota.
Parte de mi cerebro, la que aún mantenía cordura, sabía que debía sentir vergüenza ajena porque Rosie hubiera absorbido totalmente a Emmett. Un par de años antes, ambos habríamos reído a carcajadas de sólo pensar en él vistiendo un estúpido chaleco de tonos pastel atado al cuello. Pero aquí teníamos al gran Emmett-yo-jamás-seré-un-Ken-McCarthy. Estaba casi sorprendida de no escucharlo a él llamarse Emmett de Swan durante los últimos meses. Jodido Cabrón Idiota Mangoneado.
– Es mi marido Bella. Nos amamos.
–Entonces llévense su jodido amor a otro edificio. Aquí, mi autocompasión, vergüenza y eterna soledad entramos apenitas.
Volví a tirarme al piso y tome las últimas gotas de vino.
Odio el amor.
El amor apesta.
Comenzaría a asistir a esas reuniones dedicadas al anti-amor el día de San Valentín.
Terminaría sola, triste y abandonada con 40 gatos que solo siguen conmigo porque los alimento…. Y todo será porque mi hermana menor me quito a mi futuro marido.
–¿Puedes abrir la estúpida puerta y hablar como una persona madura?
¿Rosie siendo madura? Aquello era tanto o más chistoso que escuchar mis extensas travesías románticas.
¿Rosie la madura? Ya… claro.
Tuve que organizar una jodida boda al mejor estilo princesa Disney porque la nena así lo quería. Tuve que ocupar un jodido vestido rosado pálido de dama de honor, corte princesa, porque la nena así lo quería.
Había hecho tantas cosas este último mes porque "la nena así lo quería", que si llegase simplemente a abrir la puerta para darle en su jodido gusto, existía una enorme posibilidad de sufrir un cáncer espontaneo o algo por el estilo.
Pero había dicho "estúpida". Lo cual debería ser un honor. Porque Rosie insulta la misma cantidad de veces que yo tengo relaciones románticas. Era un objeto inanimado y quizás ni siquiera cuente como insulto pero, estaba a punto de saltar sobre mi sitio gritando "DIJO UNA MALA PALABRA".
–Rosie… largo de aquí. Ya tuve suficiente autocompasión por un día – Podría decir que mi grado de humillación pública también estaba totalmente sobrepasado. Pero aún me quedaba un poquito de orgullo bajo la alfombra – ¿Podrían solo… tomar su diabético amor y llevárselo lejos de mí?
Hay dos cosas que necesitas para olvidar a alguien. Querer hacerlo y poder lograrlo.
Emmett había sido mi mejor amigo el tiempo suficiente, para saber que no me des-enamoraría de él de la noche a la mañana. Pero, claramente, no necesitaba su asquerosa cara rodeando mi casa cada jodido minuto del día.
Cuando él mencionó que se lo iba a proponer a mi hermana, estábamos en su departamento tomando cervezas…. Si alguien hubiese llegado y golpeado mi estómago con un bate, habría dolido menos. Pero había servido para decidir que "quería" olvidarlo.
Ahí está el asunto entre querer y poder.
Es una mierda de diferencia…. Una mierda dolorosa.
–Bells…- lo escuché – vamos Bells. Abre la puerta. Es importante.
Estiré mi mano hacia el picaporte. Porque soy idiota y no me puedo resistir a su estúpida voz suave.
Por suerte, no alcancé a hacerlo. Mi adorable hermanita me detuvo con una sola frase.
–Estoy embarazada Bella. Por eso el apuro del matrimonio.
Decir que quedé estática, es quedarse corto.
Otra cosa que sumar a la lista de "Razones por las que Amo a mi hermana menor".
Se casó antes que yo… listo.
Se robó a mi futuro marido… listo.
Tendrá un hijo… mierda, listo.
–Bells…. ¿sigues ahí?
No. No lo hacía. Me escapaba por la escalera de incendios hacia la azotea.
Y no tenía alcohol ni un gatito en los que desahogar mis penas.
Oficialmente… odiaba este día.
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–No vas a tirarte ¿Cierto? – Lo había pensado, pero, como dije, aún me quedaba un poquito de orgullo bajo la alfombra. Morir con la cara aplastada en el piso, no era nada elegante. Y, por otra parte, si pasaba los próximos 40 años encerrada en mi departamento, cuando volviese a salir, nadie recordaría por qué me encerré inicialmente.
–No, Cullen. Mi muerte será épica– o era lo que diría para sentirme menos miserable.
–Ya… y tu cara no tiene nada que ver con Barbie y Ken intentando forzar tu puerta.
Edward y yo, éramos amigables vecinos. La clase de amigables vecinos que, si tiene la posibilidad de encerrar al otro en medio de un incendio, no desperdiciaría la oportunidad. Así que, aunque mi mierda de día necesitara ser sacaba de mi organismo. No lo haría con la única persona que no dudaría en poner un puñal en mi espalda si le diera la oportunidad.
–No es asunto tuyo– iba a volver a mi departamento. Pero estar ahí me marchitaba internamente. Rosalie también había vivido allí un tiempo. Era como si entrar a MI PISO fuese un grito desesperado de mi útero perdiendo vida fértil.
Si. Quería un hijo.
Lo quería más de lo que en algún momento amé a Emmett. Y ahora, mi hermana menor, no sólo tenía a MI Emmett. Sino que también tenía a un hijo que podría haber sido el mío.
–Puedes… solo… sal de la maldita orilla ¿Si? No puedo fumar tranquilo.
–El cigarro te matará– dije más por costumbre que por importancia.
–Algo tendrá que hacerlo algún día, princesa.
Y en contra de todos mis principios, me senté a su lado y tomé uno de sus cigarrillos.
Había cuidado mis pulmones toda mi vida.
Casi tanto como había mantenido una buena reputación… y ¿todo para qué? Tenía 25 años y mi vida no parecía pintar de rosa.
El tipo a mi lado, debía rondar los 28.
Edward era un imbécil. Él mismo podría aceptarlo, si no fuera tan egocéntrico. Pero es un imbécil que ha disfrutado de la vida como nadie podría hacerlo.
Y antes de darme cuenta, mi lengua se estaba moviendo sin el permiso de mi cerebro.
–Ayúdame a olvidarlo- no había que ser realmente un genio para saber que hablaba de Emmett – ayúdame a no volver a pensar en él.
Edward caló su cigarrillo y sacó el humo antes de reír.
–¿Qué propones, princesa?
–Lo que sea necesario– no me di cuenta que lloraba, hasta que sentí las lágrimas entre mis labios.
–No debiste decir eso.
–No te tengo miedo– si lo hacía. Pero él no tenía que saberlo.
Había algo en su mirada…. Que no sabía si me aterraba o me hipnotizaba. Algo en sus tatuajes que me gritaba PELIGRO. Y aquel nombre en su cuello, que indicaba, que no era la persona adecuada para ayudarme a olvidar a Emmett. Pero ahí estaba yo. Manteniendo su mirada como si de pronto tuviésemos 5 años y el primero en retirarse perdería la cosa más importante de la vida.
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debería estar terminando Daddy in Progress. Pero de verdad necesitaba escribir esto. era como una agujita en mi pie. En fin... no abandonaré Daddy in progress, es como mi bebe favorito.
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