Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, hago esto sin fines de lucro.

Slash, Rated M. Dark!Harry, Lightbashing (en un principio), temas maduros.

-"ABC..."-. Diálogo

-"ABC..."-. Pensamiento


Hola a todos!

Como pareciera costumbre, necesito pedirles disculpas por no haber actualizado antes, peeero, ahora tengo una excusa muy válida que hará que todos se compadezcan (o que crean que estoy mintiendo, no lo sé); mi laptop quedó obsoleta y después de una pantalla azul, perdí prácticamente toda mi información, no sólo mis historias, imágenes y eso, sino también todo lo que tenía de avance para mi tesis. Logré recuperar mis respaldos de muchas historias y algunas cosas de la universidad, pero realmente perdí todo lo que llevaba de esta historia (tres capítulos completos), sólo tenía mis notas escritas. Sentí que me moría porque ya no sabía que hacer.

Pero ya tengo algo medianamente presentable para todos ustedes y espero que sea de su agrado.

Ahora, respondiendo a sus comentarios:

Ana Luisa: Gracias! Vemos ahora que Harry tiene tres aliados, y tres personajes que adoro, espero que éste capítulo te agrade. Espero que el año te esté tratando bien, dentro de lo que cabe.

Guest (chapeaupointu): Sería muy extraño ver a Neville con los mortífagos, pero esas son conjeturas, jaja, todavía no hay nada decidido. Lo que quería mostrar es que esos tres ven a Harry como algo más que un ícono, como dices, le tienen aprecio. Pero no se ha tomado ninguna decisión sobre ningún bando, recordemos que Neville es neutral, los gemelos trabajan para Remus y Remus tiene su agenda. Sobre Sirius… hay algunas pistas en capítulos anteriores sobre lo que puede estar sucediendo con él, pero ya me dirán qué les parece cuando lleguemos a ese punto. Mientras tanto, diré: ten un ojo en aquellos con los que interactúe. Espero que este capítulo responda algunas dudas! Y ojalá que tú y toda tu familia estén muy bien.

María Elena: Hola! Lo siento, al principio no entendí muy bien tu primer comentario. Me da gusto que mi historia te llame la atención, aprecio a mis lectores y espero que este capítulo te guste. Seguiré con ésta historia, sólo que ha sido un año caótico.


Bien, pues no tengo mucho más que decir, espero que disfruten!


Culpable

Capítulo XXV, Libertad

Algunas veces, más de las que iba a admitir, se preguntaba qué habría sido de su vida si la magia no existiera; si él no fuera quién era. Era cuando estaba a solas, en esos escasos momentos que le permitían, que se lo preguntaba. Y creía que no era el único.

¿Las cosas habrían sido tan diferentes?

No lo sabía.

Sí… suponía que sí.

De haber sido un squib, tal vez sus tíos le habrían otorgado cierta deferencia al pobre huérfano a la puerta de su hogar –a pesar de la identidad de sus padres–. Tal vez su tío Vernon no habría usado su cinturón con él a los tres años por haber intentado abrazarlo como Dudley lo hacía –sí, había sido su error, pero usar el cinturón le parecía un poco… demasiado–. Quizá su tía Petunia lo habría llevado por un par de gafas mucho antes.

Estaba seguro que podría haber obtenido un mejor trato y, quizá, asistir a la universidad, ¿por qué no? Muchos chicos de su antiguo instituto habían hecho eso, seguramente.

Tal vez el mundo habría girado por sí mismo, y él –de no ser Harry Potter– habría vivido una realidad completamente diferente. Sin saber qué demonios se escondía detrás del velo que cubría un mundo de fantasía y terror.

O… podría haber sido mucho peor. Tal vez el Mundo Mágico habría demandado más de él.

Si la magia no existiera, probablemente sus padres estarían vivos. Y quizá jamás se habrían conocido, ¿cierto?

Probablemente él no existiría y, ¿acaso eso era tan malo?

No lo sabía. No lo sabía porque no creía que su existencia en el mundo fuera realmente importante para alguien o algo; su vida jamás había sido una vida.

Ya casi no recordaba la última vez que había saboreado la libertad que tanto había soñado dentro de su alacena. No recordaba el sabor… pero recordaba los planes que había hecho para un futuro distante de aquellos momentos. Sí, eso lo recordaba: soportar a los Dursley hasta que pudiera ser medianamente independiente, ¿el primer paso? La secundaria, lejos de su primo y los abusivos… ¿el segundo?

El segundo paso había sido buscar ahorrar suficiente dinero para escapar en cuanto cumpliera la mayoría de edad. No habría sido difícil, robarle a su tía jamás había sido especialmente complicado cuando ella estaba distraída.

Ganarse una beca para estudiar le había parecido completamente imposible, así que no lo tomó en cuenta. Había pretendido escapar y encontrar un trabajo, lo que fuera –sabía hacer algunas cosas– y vivir… vivir día a día.

No era el mejor plan, pero había sido suyo.

Sí… en realidad no recordaba muchas cosas.

El sabor de la noche en las calles de Londres escapaba de su mente, tanto como el olor de los autos que habían pasado al lado de un niño de siete años o la indiferencia de los transeúntes. Tampoco recordaba lo que significaba caminar sin prisa o sin dirección. No podía recordar la satisfacción que había sentido cuando había robado por primera vez para comer algo que no fuera basura…

Pero recordaba las calles del Callejón Diagon de aquella primera vez, y los sonidos del callejón cuando había escapado de Privet Drive a los trece años. Recordaba muy bien el olor del Caldero Chorreante y la cama que había usado. Sí, lo hacía, podía ver claramente las sonrisas de Fortescue y los colores de tantas muestras de helados que jamás había creído que existían.

Recordaba el sabor de la estúpida libertad que había pasado entre sus manos y se había escapado antes de poder tomarla…

Su primera varita, a Hedwig, recordaba usar su magia voluntariamente esa primera vez… el horrible olor de las pociones y las palabras que Snape les había dedicado; los abrazos de sus amigos que ahora quemaban si pensaba demasiado en eso… Era tan fácil conjurar en su mente el dolor que lo había acompañado cuando salvó la Piedra Filosofal, la incomodidad de sentir las manos de Lockhart en sus hombros o la inmensa satisfacción de ese destello de un hechizo mal hecho dentro de la Cámara de Slytherin. El color del basilisco y el olor a humedad de las piedras que pertenecían a un sitio oculto bajo lo que había sido su primer hogar.

Recordaba el agua a sus pies… y también… recordaba, ¿cómo podía no hacerlo? Recordaba claramente a los dementores, por supuesto.

Había olvidado tantas cosas y recordaba tantas otras, que había perdido el propósito de su existencia hacía mucho… quizá antes de lo que creía.

Quizá nunca lo supo.

Quizá nunca lo tuvo.

-"Porque no lo tengo"- pensó sin humor.

No podía, aunque lo intentara, reproducir el sabor del sueño de libertad que tanto había añorado sin pensarlo, ya no, ¿y qué era realmente libertad, de todos modos?

Abrió los ojos para ver el techo de la habitación –ya se había familiarizado con él– e intentó levantarse del suelo.

No creía que libertad fuera lo mismo que autonomía, ni de independencia. Autonomía sabía a seguridad en un apoyo de algo mucho más grande –como un niño con sus padres–; independencia significaba… le parecía de un color azul plomo, tan claro como lo era el futuro para alguien que jamás había pensado en eso. Y libertad… era como el sonido de campanas… o quizá como el sabor de un helado… o tal vez tan necesario como el agua. No lo sabía.

Y cada vez que lo consideraba, sus ojos ardían y él se negaba a dejar salir cualquier muestra de frustración o alguna otra emoción que no fuera necesaria.

Porque no tenía caso.

Después de dos intentos, logró levantarse y sostenerse por su cuenta; estando en medio de la habitación, no había manera de sostenerse de la pared o algo más. No era poco común que Harry se encontrara en la misma posición varias veces al día… porque esa era su nueva rutina. Tampoco era extraño que la voz de Voldemort le ordenara levantarse y seguir con su entrenamiento hasta que lograra dominar el hechizo en turno a la perfección.

Sus piernas temblaban violentamente, su pecho dolía cada que intentaba llenar sus pulmones y, si intentaba alzar los brazos más allá de la altura de su codo, el espasmo de dolor lo hacía doblarse por la mitad. Era un círculo vicioso, en realidad, algo que no podía evitar.

Era probable que Voldemort disfrutaba de su miseria más allá de lo que dejaba ver –se sentiría levemente decepcionado si no–, habiendo encontrado un pequeño hueco legal dentro de la protección que Harry había conseguido en Gringotts… porque, aparentemente, el hombre sólo estaba intentando ayudarle, entrenarlo no era lastimarlo, entrenarlo conllevaba un mínimo de dolor.

Llevaba dos semanas en ese nuevo entrenamiento y, francamente, no podía sentir que tuviera algún avance como habría esperado. No veía una diferencia notable, no realmente.

Sí, tal vez ahora podía conjurar más rápido que antes y quizá sus hechizos eran más… fáciles de entender; pero no eran más fuertes de lo normal, tampoco podía creer que fueran más eficientes. Por supuesto, hasta ahora sólo había practicado encantamientos de protección –tenía la sospecha de saber que Voldemort simplemente no era el mejor en la magia defensiva, tanto como lo era en la magia ofensiva–, tal como Tom le había prometido.

Dos semanas, y antes de eso, una terapia intensiva con su sanador.

Porque Voldemort le había demandado a Draco que necesitaba verlo recuperado cuanto antes. Y Draco, en la posición en la que se encontraba, simplemente había asentido con la cabeza –su mirada asustada le decía suficiente–. Harry sólo se había enterado de eso sólo porque estaba seguro que Voldemort no se molestaba en clasificarlo como un ser humano capaz de escuchar, de otra forma se habría encontrado con una sorpresa desagradable al día siguiente de esa incómoda conversación.

Eso sí lo recordaba; las dos semanas previas a su entrenamiento, las dos semanas que Harry estuvo a merced de una magia que nunca antes había visto… y que no estaba seguro de querer volver a experimentar.

Y también había descubierto en qué tipo de prisión se encontraba de verdad.

No había importado cuánto rogó o lucho, Draco jamás hizo gesto de lástima hacia lo patético que Harry se veía… su terapia no cambió.

Durante el día, debía soportar que Draco lo levantara más temprano que de costumbre, debía soportar una rutina de ejercicios matutinos que se convertían en tortura después de la primera hora y que continuaban por otras dos –si tenía suerte–. Era doloroso, pero más que eso… era humillante… Dios… quería esconderse para ocultar lo vergonzoso que resultaba verse tan débil, mucho más de lo que habría creído. Draco no tenía permitido ayudarle, así que Harry simplemente se levantaba por sus medios y continuaba, hasta que todo eso terminaba.

Después, su sanador le entregaba cuatro pociones en un orden exacto, dos antes de desayunar –esas pociones sólo lograban que Harry no pudiera saborear su comida– y dos después, para ayudar a incrementar su ingesta de nutrientes, o eso le habían dicho.

Las pociones eran asquerosas, en textura y sabor, y muchas veces intentaba correr al baño para vaciar el contenido de su estómago; pero, aparentemente, Draco usaba un hechizo –propio de un sanador– para mantener las pociones, y la comida, en su estómago hasta que hicieran efecto.

Cada que masticaba, podía recordar claramente la pasta grisácea que había recibido todos los días en su celda.

Cada que no podía vomitar, se sentía menos dueño de su cuerpo.

Cuando Harry intentó conversar con el rubio, sólo recibía asentimientos con la cabeza o negaba sin mirarlo. Sus lecciones –la hora del té– se había resumido en una extraña reunión. Draco llevaba el té, sí, pero ya no respondía a sus preguntas o intentaba enseñarle, educarlo… simplemente… lo veía con lástima por un segundo y salía de la habitación para dejarlo solo.

Entonces Voldemort usaba un elfo para ordenarle acudir a su presencia, como si se tratara de otro más de sus mortífagos, incluso si no era una hora acordada. Sus libros habían sido reemplazados por otros que Voldemort consideraba más importantes para su nueva educación; el hombre lo había obligado a leer sin descanso, hasta su siguiente comida y, antes de ir a dormir, Draco entraba por la puerta para realizar ejercicios de relajación que lo único que conseguían era hacerlo gritar del dolor o sollozar en su almohada cuando el rubio se iba.

Harry no había demandado que el rubio se quedara.

No después del tercer día de negativas.

Deseaba no compararlo con Azkaban, pero…

Era difícil no hacerlo.

Y tampoco habría deseado regresar con Dumbledore, porque no habría sido mucho mejor que eso, estaba completamente seguro.

Pero no, no lo era. Estar ahí, con Voldemort, no se parecía en lo más mínimo a Azkaban –y si debía recordárselo diariamente, no era importante– y Harry, aunque deseaba escapar más que antes, debía admitir que esa terapia había resultado ser mucho más un milagro que sólo magia en su cuerpo.

Pronto, porque había visto los resultados, Harry había visto otro reflejo en el espejo, una imagen muy diferente a la que había visto la primera semana ahí.

Gracias a las pociones y la comida que ingería, Harry había logrado aumentar de peso a un mínimo saludable –palabras de Draco, no suyas–. Su piel ya no parecía pergamino podrido –porque eso le había parecido antes– y ahora tenía suficiente fuerza como para cargar con cosas ligeramente más pesadas que antes. Había recuperado una fuerza que había perdido por años dentro de una celda limitada y los ejercicios matutinos realmente le ayudaban a crear resistencia… sí, no era tan malo… no lo era… en verdad no lo era.

Y, gracias a los ejercicios de la noche, Harry no tenía tantos problemas con dolores de cabeza, a menos que sacara de quicio a Voldemort o si se golpeaba lo suficientemente fuerte.

Las pesadillas seguían, pero nadie había preguntado, así que Harry no había dicho nada.

La magia era impresionante, y las pociones también, pero incluso la magia tenía sus límites.

Y luego, cuando Draco había determinado que estaba lo suficientemente saludable para usar su magia de nuevo, le había dicho con una pequeña sonrisa que podía tomar su varita. Entonces, Voldemort lo había arrastrado a un salón de duelo, para practicar todo lo que había logrado leer durante esas dos semanas.

-"De nuevo"-.

Harry alzó su varita y asintió con la cabeza –"Fianto Duri"- conjuró claramente.

Sentía la magia recorrer el salón y acumularse sobre su cuerpo, sentía su magia responder y recorrerlo hasta llegar a la superficie; de su varita, sin embargo, sólo apareció una delgada capa traslúcida, temblorosa, que cubrió todo su cuerpo como si se tratara de una burbuja con forma de humano.

Incluso antes de recibir el impacto, Harry sabía que ese escudo no funcionaría.

Era de esperarse, porque el hechizo perezoso de Tom era firme, rápido. Su escudo era una mala copia de una burbuja de jabón hecha por un niño que no sabía siquiera soplar con la suficiente delicadeza para hacer que la burbuja volara por unos segundos.

Suponía que, en esa ocasión, Harry era completamente culpable de lo que estaba sufriendo. Después de todo, había sido su grandiosa idea aceptar que Tom, esa voz en su cabeza, pretendía salvarlo de Dumbledore y los que habían sido sus amigos. Había sido su idea fingir ingenuidad y voluntariamente no recordar quién había sido Tom. Había sido también su idea seguir al señor Malfoy y convencer a Voldemort de no matarlo.

Claro, ahora no lo parecía, pero en su momento le había parecido la mejor decisión entre otras mucho peores, ¿cierto?

-"Impedimenta"- conjuró el hombre en voz alta, aburrido.

-"Imbécil"- pensó con molestia.

En ese lugar estaba seguro, ¿verdad? Tenía espacio para él y… podría recuperarse… aprender… vivir… claro. En realidad, Harry Potter no tenía nada.

La libertad era un sabor que escapaba a su paladar, ya lo sabía.

Su tiempo estaba limitado a lo que Voldemort deseara hacer. Sus opciones no existían, todo estaba regulado… estar ahí no era muy distinto de estar bajo el control de Dumbledore, no era diferente, lo sabía. La única diferencia que podía existir eran las razones por las que Voldemort deseaba mantenerlo con vida y por las que Dumbledore lo enviaría a morir sin pensarlo dos veces.

Ser el recipiente del alma de Voldemort le concedía eso.

Pero, incluso así, cuando Harry debería sentirse ofendido y deseándole algo que no era necesariamente bueno a Voldemort, realmente no podía hacer nada en contra del hombre.

Cuando su frustración daba a pie a considerar seriamente cómo lastimar a Voldemort, cómo causar más daño, cuando casi podía imaginarse una gran pintura viva con las consecuencias de haber sido tratado como… como una cosa… cuando pasaba eso, Harry recordaba el rostro de Tom aquella noche.

Veía frente a él un rostro pálido y perlado, la vulnerabilidad de alguien que no lo era. Podía ver claramente la desesperación y oler el miedo… lo hacía ver… diferente.

Había reaccionado a un peligro genuino con un pánico que había sentido. El peligro que significaba el conocimiento de Dumbledore sobre Harry. Había visto a Tom agotado y sin control sobre la situación. Era una vista distinta, algo que le hacía sentirse mal por el hombre, a pesar de todo.

Y no podía hacer mucho más que aceptar el entrenamiento y morderse el interior de la mejilla para evitar decir algo que causaría más dolor.

Querría haber dicho algo, fastidiarlo más que de costumbre, pero cada vez que lo intentaba, recordaba su expresión.

Además, agregaba para convencerse, Tom no era precisamente un profesor terrible.

El hechizo golpeó su escudo con tal fuerza, que no existió resistencia alguna en la burbuja frágil que había creado y Harry terminó en el suelo, atado de pies y manos por una fuerza que no podía ver. Pero eso ya lo esperaba.

Sus métodos podían ser distintos, pero Harry no podía negar qué tan útiles eran.

Antes de intentar cada hechizo, lo obligaba a leer todo lo que pudiera sobre él; teoría e historia eran muy útiles para comprender el uso de un encantamiento en particular. Si Harry tenía alguna pregunta, Tom intentaba resolverla de la mejor manera posible, incluso si no tenía la suficiente paciencia. Y si Harry no lograba comprender el hechizo o conjurarlo como debía, siempre buscaba un camino diferente para hacerlo tener éxito.

No podía quejarse si ese era el primer acercamiento a la magia desde Azkaban.

No podía quejarse cuando veía el rostro de Tom y no el de Voldemort.

Estudiar escudos de esa clase era un paso obvio en su entrenamiento, él podía verlo. Fianto Duri era un encantamiento que le permitiría convocar un escudo flexible y resistente, lo suficiente como para detener ataques directos hacia él, una barrera efectiva para ataques mágicos y que, si se combinaba con otros escudos, lograría detener ataques físicos desde la raíz –Harry todavía no sabía qué significaba eso y Tom se negaba a explicarle hasta que no perfeccionara sus escudos–; el problema era que, ese encantamiento en particular, se usaba normalmente en edificaciones, con objetos que no podían moverse, como monumentos.

Era…

El escudo no estaba hecho para ser usado en seres humanos, seres vivos que respiraban y se movían, así que Harry no comprendía cómo podía hacerlo funcionar por completo. El hechizo había sido creado como una burbuja y…

Como fuera, cada vez que conseguía hacer algún escudo que resistiera efectivamente algún hechizo o maldición, aunque fuera sólo por un segundo, Tom lo consideraba como exitoso y decidía aumentar la intensidad de sus ataques, hasta que lograba detener todos y cada uno con facilidad.

-"De pie"- cuando Harry no se levantó de inmediato, Tom suspiró –"De pie, Potter"-.

El hombre había aprendido, sin embargo, no intentar usar las imperdonables. Había sido gracioso… porque aparentemente eso significaba algo para la maldición que había aceptado en Gringotts y, al intentar proteger a Harry, Tom no podía conjurar maldiciones que necesitaban de una intención explícita para ser conjuradas, como el Cruciatus.

Pero ahora…

-"De pie"- cuando Harry no se levantó de inmediato, Tom suspiró –"De pie, Potter"-.

Harry cerró los ojos y lo intentó –"Lo intento"- las lágrimas inundaron sus ojos, de nuevo, pero no las dejó caer –"Lo intento"- murmuró.

En verdad lo intentaba, era todo lo que hacía en ese lugar.

Intentaba lo mejor que podía para tener el mejor resultado, intentaba evitar un castigo, o más tiempo en una terapia que ya no quería ni necesitaba. Intentaba aprender tan rápido como podía, pero nunca recibía gran respuesta.

Se arrodilló y esperó un poco para recuperarse, sin gran éxito. Era cierto que la magia y las pociones habían sido de gran ayuda para él, pero incluso así, la magia tenía un límite, la magia tenía un límite, se repitió.

-"¿Siquiera leíste el libro que te di?"-.

Harry bufó.

Por supuesto que había leído el libro, claro que había estudiado el escudo…

Había estudiado cada escudo y cada posibilidad escrita, era lo único que podía hacer –"Lo hice"-.

Lo único que deseaba en ese momento era descansar; sólo necesitaba uno o dos días.

Y estaba seguro que Tom también lo necesitaba.

Lo cierto era que no podía moverse demasiado, incluso si significaba intentar mover un brazo o sus piernas, y era una sensación que se volvía cada vez más frecuente. No podía hacer mucho por evitarlo, así que difícilmente podía quejarse.

Se levantó de nuevo, alzando la varita y concentrándose en lo que había leído del encantamiento. Se usaba en objetos inanimados, edificios y lugares, no en personas que se movían y respiraban constantemente.

-"De nuevo, Potter"-.

-"Fianto Duri"- su garganta dolía un poco, pero lo ignoró.

El escudo se alzó lentamente a su alrededor, con la misma fragilidad que antes, pero esta vez no resistió lo suficiente como para que Voldemort conjurara algún hechizo. La burbuja que debía protegerlo se deshizo sobre él y las pequeñas partículas cayeron al suelo antes de desaparecer casi por completo.

Escuchó un suspiro –"Tomemos un descanso"-.

Harry se encogió en su sitio; si había algo peor que el mal humor de Tom, era su decepción. Y eso sólo hacía que Harry se molestara con todo… con él –"No, de nuevo"- alzó la varita y miró al hombre para que se diera cuenta que no bromeaba.

Respiró profundamente, como Draco le había enseñado y pensó.

Si se trataba de una burbuja tan frágil, cualquier contacto con algo podría romperla, lo mejor que podía hacer era mantenerla estable hasta que…

Como si estuviera respirando constantemente en una burbuja de jabón, ¿no? Así no se rompería mientras estuviera cerca de una base lo suficientemente estable, si mantenía el aire fluyendo dentro de la burbuja, podría mantenerla viva –"Fianto Duri"- dijo fuerte.

Tomó cuidado de mantener su respiración profunda y larga, con grandes bocanadas pasando por sus labios, incluso después de que Tom lanzara su hechizo –"Desmaius"-.

Sí, la barrera tembló peligrosamente, se acercó a milímetros de su cuerpo, pero Harry exhaló… y el escudo se mantuvo por un par de segundos más, antes de romperse frente a la presión del aire a su alrededor. A pesar de eso… el hechizo no lo tocó.

Harry estaba tan distraído con los fragmentos de la burbuja flotando a su alrededor, los colores que reflejaba y el ligero sonido que hacían al chocar entre ellos, que no notó la mirada de sorpresa en el hombre.

Arqueó una ceja al ver el último escudo alzarse y romperse casi de inmediato al contacto con su hechizo, desapareciendo frente a los dos. Debía admitir que ese había sido un buen intento; un buen intento para un adolescente que había perdido tres años de estudios y dos años de práctica.

Potter –le dolía admitirlo– era un buen estudiante.

A pesar de distraerse con el aire, mirando a la nada, Potter realmente sabía prestar atención cuando era necesario. A veces desearía saber qué demonios miraba.

-"Bien"- dijo –"De nuevo"-.

Eso fue suficiente para distraerlo de lo que fuera que observara. Ignoró cuando Potter intentó sonreírle un poco –algo que parecía más bien una mueca de dolor–, antes de caer de rodillas con un doloroso sonido pesado.

El menor se levantó del suelo por enésima vez –había perdido la cuenta después de la quinta vez que había fallado–. Sus piernas temblaban y su rostro mostraba el evidente cansancio que debía estar sintiendo. El encantamiento escudo que practicaba era especialmente complejo, así que no le sorprendía.

Además, no era un encantamiento que se enseñara en Hogwarts, pertenecía más a la comprensión de teoría mágica de un estudiante de maestría en Encantamientos, quizá uno que estudiara bajo la supervisión de un maestro mediocre, pero igual, no era nada comparado con el nivel mediocre al que había bajado Hogwarts. No creía recordar a alguien que pudiera conjurarlo a la perfección sobre un edificio, mucho menos en un ser vivo; pero él había leído lo suficiente del hechizo como para considerar prudente usarlo en un humano, que Potter lograra hacerlo y comprobar su teoría era, por mucho, satisfactorio.

Por dos horas, o tal vez más, practicaron el hechizo sin descanso –habría convocado una silla para él, pero suponía que estaría siendo demasiado perezoso si lo hacía– hasta que consideró que Potter estaba apropiadamente listo para continuar practicándolo por su cuenta después.

No deseaba continuar con esas sesiones si Potter no avanzaba a un nivel más apropiado para su edad y poder mágico. Incluso si sabía que el niño estaba esforzándose –y realmente estaba haciéndolo más rápido de lo que habría imaginado–, la terapia no significaba un milagro y una recuperación total, todavía existía un gran camino para recorrer para obtener un nivel mínimo que pudiera servirle.

Había planeado todo; encantamientos defensivos, encantamientos de convocación; pociones era algo que… no deseaba tocar de momento. También había planeado algo más que un entrenamiento mágico, pero sabía muy bien que el menor todavía no estaba en condiciones –y, siendo sincero, él no tenía deseos de hacerlo–. En realidad, estaba acabando con las excusas que tenía para no enseñarle a usar magia ofensiva –era Potter, estaba mentalmente inestable, era un peligro–, porque darle armas para traicionarlo era… no estaba dentro de sus planes.

Pero pronto tendría que empezar con eso, lo sabía.

Potter avanzaba lento, pero no tanto como deseaba… incluso si no lo admitiría nunca… en realidad, el niño avanzaba mucho más rápido de lo que habría esperado en alguien como él, dada su situación o no. Conocía a muchos otros que jamás habrían llegado a dominar el Protego en todas sus variantes, a pesar de tener mucho más tiempo, como lo había hecho Potter. Y, si debía hacerlo, aceptaba el talento cuando lo veía –"Simplemente es una pena que provenga de alguien como él"- se decía.

La magia defensiva no era algo sencillo, había una capa de complejidad para su comprensión, para su uso; era como un escenario, para dominar la magia defensiva se debía ver detrás del telón. Era como cualquier otro tipo de magia, por supuesto. Excepto que ese tipo de magia difería sobre otras por los componentes más orgánicos que no eran estudiados de la misma forma por magos que por muggles –lamentablemente–. Para los magos con un mediano entendimiento de su gran habilidad, la magia era algo sagrado y algo que debía ser respetado y aceptado, tanto como debía ser el cuerpo, no entendido; para un muggle con medio cerebro, la ciencia sería su respuesta, se tendrían que realizar disecciones, experimentos… algo que pudiera explicar el funcionamiento de todo, hasta que no hubiera preguntas por responder.

¿Acaso las preguntas se terminaban?

Los muggles ni siquiera deberían ser considerados humanos, no todos al menos. Había una minoría excepcional que podía ser útil.

Los magos no eran mucho mejores, porque seguían siendo humanos, y sólo ciertos casos especiales podían llegar al entendimiento tal de la magia.

Y sólo unos pocos, esos entes extraños que no encajaban en ninguna categoría, esos magos con un poder como el suyo, con un don como el que había refinado con los años… sólo unos pocos entendían su entorno de la misma forma que él podía estudiar y diseccionar la magia como lo hacía.

Por supuesto, otros tipos de magia no eran más fáciles –tenían sus propias capas, sus propios trucos y formas de comprenderse–, pero ciertamente podías engañar a los magos para dominar los usos de otros encantamientos. Era como explicarle a un niño que podía hacer flotar una pluma, pero no decirle la extensión de hacer flotar un objeto o por qué era tan natural para ellos hacerlo.

Como fuera, trabajar con Potter le abría una gama de posibilidades sobre ciertos encantamientos que no había tomado en cuenta antes. Y debería agradecerlo… si fuera cualquier otra persona.

Le aplaudía que tuviera el mínimo de disciplina para no sobresaltarse cada que escuchaba algo que no le parecía adecuado –lo notaba, Potter era especialmente emocional–. Potter era un buen estudiante, sí. Sus preguntas tenían sentido, tomando en cuenta qué tan pobre era la educación en Hogwarts, pronto tendría que darle un par de libros sobre Teoría Mágica que no sólo fueran introductorios… tal vez debería darle esas clases en privado.

Sí, eso podría funcionar.

Miró al menor fijamente. Hasta ahora, lo único que salía de su boca eran afirmaciones, monosílabos y, de vez en cuando, una plegaria para detenerse.

-"Es suficiente"- por ahora, agregó en su mente.

El escudo se rompió de inmediato y el menor cayó al suelo sin mucha ceremonia, tal como había hecho las últimas veces. Admitía que había cierto grado de satisfacción al ver a Potter de rodillas frente a él.

No podía lanzarle las maldiciones que deseaba, pero al menos la vista era medianamente agradable; y lo sería más si las circunstancias fueran diferentes.

Sí, podía verlo claramente.

La imagen de Potter, no empapado en su propio sudor, sino en algo más… vivo. El color rojo contrastaría muy bien con la palidez que, al parecer, era natural en el menor. Tal vez sus jadeos serían más entrecortados, como si fuera imposible respirar… Quizá sería mejor si estuvieran bajo una mejor luz, ver a Potter arrodillado, sólo un poco más cerca de lo que estaba ahora…

Tal vez debería apreciar un poco más la presencia del menor, sólo un poco.

-"¿Tom?"-.

Parpadeó un par de veces antes de enfocar la mirada en el niño.

-"Hiciste un buen trabajo"- dijo sin pensar y luego se giró.

Harry lo miró por un momento, sin decir nada –"Esto me… esto es muy extraño"- no iba a mencionar nada de la aparente amabilidad que había recibido de Tom, mucho menos cuando el hombre estaba lo suficientemente distraído como para no notar lo que hacía.

Últimamente eso era normal.

De vez en cuando Harry hacía algo bien, entonces Tom detenía el entrenamiento y se perdía en su cabeza por, al menos, cinco minutos. No hacía nada fuera de lo normal, se movía con total facilidad, pero se hacía evidente que su mente no estaba en la situación sino en algo más que no sabía distinguir. Harry creía que se trataba de alguno de sus tantos planes o quizá algo que tuviera que ver con la constante preocupación sobre su vida y sus horrocruxes; no lo culpaba. Si Harry llamaba su atención antes que el mayor pudiera prestar atención o regresar a la Tierra, recibía un comentario vago de qué tan bien lo había hecho en la sesión.

Sólo lo había intentado un par de veces, cuando el hombre no había parecido dispuesto a moverse después de los primeros minutos en completo silencio, inmóvil en su sitio, mirándolo sin ver.

Le había asustado, porque eso no era normal… normal en alguien que no fuera él, por supuesto.

Le preocupaba.

Muchas veces el hombre estaba demasiado ocupado en su despacho o leyendo sobre algunos documentos, que Harry no alcanzaba a ver exactamente qué era lo que lo mantenía tan distraído.

A lo que había llegado, ¿verdad? Quería reír de su estupidez, porque eso tenía que ser, tenía que ser una mezcla extraña de todo lo que sucedía. Él estaba mentalmente inestable –loco, corrigió casi de inmediato–, todavía tenía visiones de Cedric y de cosas que no debería ver, su magia funcionaba como un ancla, pero sólo recientemente. Y él… él estaba preocupándose por el hombre que había ocasionado una reacción en cadena para todas sus desgracias.

Eso debía ser algún trastorno que Harry jamás había conocido, algo… algo similar al síndrome de Estocolmo, quizá… algo más… no encajaba, no era así. No totalmente, no.

Miró de nuevo al hombre, intentando ver algo que no había notado antes o… o algo que había notado antes y sólo ahora podía aceptar. Pero no vio nada diferente.

Voldemort… no, Tom estaba ahí, frente a él.

Estaba en línea directa de su visión, jamás dándole la espalda –como era su costumbre–. Incluso si el hombre sabía, o no, que Harry no lo lastimaría, quizá todavía necesitaba tener ese control para permanecer en su presencia sin lanzarle una imperdonable –"No, simplemente no confía"- y eso estaba bien, él tampoco podía confiar.

No creía que fuera capaz de hacerlo… ya no.

No desde hacía mucho tiempo.

Y eso estaba bien para él, que Tom no confiara les daba cierto terreno neutral, ambos lo sabían.

Sin pensarlo demasiado, comenzó a revisar los números, recordar el tiempo… recordar cuánto tiempo llevaba ahí y cómo es que las cosas habían avanzado. Podría haber conjurado sin mucho esfuerzo la fecha y la hora exactas, así podría hacer una cuenta perfecta, pero… vamos… Harry simplemente necesitaba algo, algo más.

Porque sus recuerdos eran lo que le hacían recordar que, a pesar de todo, seguía siendo un ser humano… que, en algún momento, había tenido expectativas.

Sí, recordaba claramente su celda –mil cuatrocientos doce–, recordaba que el primer día ahí había sido sólo unas horas después de ver a Cedric morir a manos de Pettigrew… por órdenes de Voldemort. Recordaba el veinticinco de junio de hacía cinco años atrás, lo recordaba muy bien.

Veinticinco de junio, hacía cinco años. ¿Cómo no iba a recordar el asqueroso olor a muerte y vómito que lo había acompañado desde el cementerio hasta su celda? ¿Cómo no iba a recordar la única visita que tuvo? Cuando ese guardia había intentado algo que… bueno, ni siquiera pudo hacer. Todavía no podía aceptar, no completamente, que había desperdiciado cinco años por completo… y no tener… bueno, lo que sea que tendría que tener en cinco años encerrado.

Su mente fácilmente podía proyectar la primera pesadilla que lo había capturado en un estado en el que… en el que Harry no entendía la diferencia de lo real y lo que no lo era tanto. Los dementores, claro que tenía en cuenta los dementores.

Y también recordaba perfectamente haber contado los días desde el primer día consciente fuera de Azkaban. El olor de un perfume desconocido y la abrumadora sensación de suavidad que lo rodeaba al despertar en un sitio… extremadamente distinto a su celda, a su alacena, a su habitación o cualquier otro lugar donde hubiera dormido antes. El calor que en realidad no sentía, sino una fiebre que lo había acompañado por días… que nadie había notado. Recordaba la habitación que su padrino –que Sirius– había acondicionado para él, con la esperanza de hacerlo sentir mejor… ¿quién podría sentirse mejor después de todo lo que había sucedido?

Porque su padrino obviamente no recordaba lo que significaba estar en Azkaban.

Por supuesto, recordaba también la comida de la señora Weasley, con tanto sabor que era casi doloroso tragar y seguir comiendo –que Draco no hubiera tenido la precaución de hechizarlo para evitar que devolviera el contenido de su estómago en el momento que estuviera solo era, obviamente, una suerte–, recordaba el olor y las memorias que venían con la comida.

Recordaba la rueda de prensa y los días anteriores; recordaba la voz de Tom diciéndole lo que debía decir, ayudándole… ayudándose. Recordaba la incomodidad de tener tantas miradas encima y cómo la habitación, de pronto, se había vuelto más pequeña. Pero también la increíble satisfacción de ver a su padrino y a Dumbledore recibir las preguntas que habrían sido lógicas años atrás.

Claro que sí, había sido la primera vez en mucho tiempo que se había sentido como él. Corriendo y moviéndose más de lo que había hecho durante su primera rehabilitación, esquivando hechizos y sintiéndose… más como un ser humano que una simple masa en una cama.

Aunque, el peso de dos giratiempos escondidos de la vista de Tom eran, por supuesto, un recordatorio bastante bueno de ese día.

Todavía no tenía el valor de mostrarle al hombre lo que había robado del Ministerio, pero creía que podrían ser útiles después, para él…

Era obvio que iba a recordar su nueva vida, tanto como recordaba que, dos días después de la rueda de prensa, Voldemort… Tom había hecho todo un ritual sólo para él… del que todavía no recibía más información. La sensación del agua tibia a su alrededor y el viento de la noche le hacían querer regresar a ese estanque, pero cuando lo había hecho durante la terapia de Draco, el pequeño estanque no había sido igual que aquella noche y no sabía explicarlo.

Agradecía ese ritual porque, por unos momentos, se había sentido completamente en paz.

Entonces, después de ese ritual… después de haber obtenido ciertos beneficios de estar con Tom y cierta sensación de tranquilidad… habían pasado… dos meses y nueve… no, dos meses y once días hasta hoy. Vaya… ni siquiera se había dado cuenta de eso.

Tener los números le hacía tranquilizarse, porque no estaba perdiendo tiempo, es decir… estaba perdiendo el tiempo, pero ahora podía contarlo.

Porque tener los números ahí, porque saber cuánto había pasado, significaba saber cuánto iba a pasar. Si podía mantener una agenda, un conteo, como no había hecho en Azkaban, tal vez le daría paz a su mente y le ayudaría a mantener sus problemas controlados. Tanto como mantener otros aspectos de su vida bajo el poco control que tenía.

Harry recibió por costumbre una copa de cristal llena con agua templada –en su opinión, usar la cristalería era simplemente demasiado, en cualquier instancia, pero no iba a criticar al hombre por sus extraños gustos– y tomó el contenido con lentitud, aunque deseara tomar todo de una sola vez. Había aprendido pronto, mucho antes de ese entrenamiento, que tomar o comer tan rápido como realmente quería sólo le ocasionaría un malestar que no estaría dispuesto a aceptar.

-"Te llevaré a tu habitación"-.

Y así era.

Tom lo acompañaría hasta su nueva celda y le daría alguna instrucción sobre nuevas lecturas o algún ejercicio. El hombre se retiraría a su despacho –o algún otro sitio– hasta que fuera hora de enviar a alguien por Harry porque, aparentemente, debía tener la mayoría de las comidas en su compañía. A Harry no le importaba mucho, ese era el único momento en el día en que podía estar en relativa soledad, así que iba a aprovecharlo.

Caminaron lentamente –mucho más que de costumbre– hasta la puerta que Harry ya reconocía casi sin ver. Tom había permanecido detrás de él, pero estaba demasiado distraído –como había sido las últimas semanas– como para prestarle atención –"No es como si tuviera algo interesante qué decirle"- se encogió de hombros y se detuvo frente a la puerta –"Nos veremos en un rato, Tom"- su afirmación era más bien una pregunta, pero el hombre decidió no darle importancia.

-"Descansa un poco"- Tom se llevó una mano a la boca y después de un segundo continuó hablando como si no hubiera dicho algo tan extraño –"Enviaré por ti en un par de horas"- y, si el hombre se dio cuenta de lo que hizo, no lo demostró.

Antes de dar media vuelta e irse –en vez de abrir la puerta y ordenarle entrar–, Tom paseó su mano en el cabello de Harry, como analizando algo que no estaba realmente ahí, y luego se fue.

No hizo nada más, no le dio alguna plática sobre cómo había jodido toda la sesión o qué tan mal estudiante seguía siendo, tampoco le dio ningún consejo sobre los escudos ni le ordenó leer nada, ni siquiera parecía estar interesado en decir otra cosa que no fuera… algo medianamente positivo.

No lo entendía y comenzaba a ser un dolor de cabeza.

Dios… él no necesitaba eso, no necesitaba ese tipo de cambios, porque no creía que fuera capaz de entenderlos. Por supuesto que no deseaba ser torturado o recibir un trato similar al que había conocido del hombre cuando se habían visto en el cementerio, pero quería tener… algo estable, algo conocido y, si Tom decidía seguir siendo extraño, no lo obtendría.

Harry abrió la puerta de su habitación y no se encontró con el lugar vacío –como deseaba–; dentro estaba Draco, lo que era ya una sorpresa, y… una mujer que… que creía haber visto antes.

Era alta, muy delgada y casi tan pálida como Harry. Su ropa era simple y no tenía joyas, pero a Harry le pareció que se trataba de una mujer acostumbrada al lujo –"Oh…"- realmente no le debería causar ninguna sorpresa encontrase con esa mujer ahí; eventualmente debería haber sucedido.

La postura, incluso si estaba sentada, era la de una aristócrata, alguien con una educación muy similar a la de Draco porque, obviamente, se trataba de la madre de su sanador.

Qué sorpresa…

Aunque ver a esa mujer, que sólo había visto brevemente en el mundial de Quidditch, era mucho mejor que haber visto a Lucius Malfoy, definitivamente.

Lucía muy diferente de la mujer que había conocido en el palco, principalmente porque no parecía estar oliendo mierda dentro de su habitación –"Bueno, eso espero, mi habitación es bastante más limpia que el resto de este lugar, muchas gracias"- se cruzó de brazos.

No quería ver a más personas ahí. Ya tenía suficiente con Draco y Tom, tenía suficiente con ser ignorado por dos, no quería un tercero.

Cuando la mujer lo vio, gracias a su hijo, se levantó –"Lord Potter"- hizo una pequeña cortesía y esperó alguna respuesta de Harry, hasta que vio que el menor se había encogido en su sitio y estaba cruzado de brazos en una posición que, evidentemente, mostraba cómo no sabía responder el gesto –"Draco, ¿qué se supone que le has enseñado?"- el fastidio no estaba en su tono, pero Harry podía escucharlo claramente.

Era como escuchar a tía Petunia intentando decirle algo a Dudley, demasiado suave para ser una crítica, pero la advertencia estaba ahí. Era… muy diferente a lo que recordaba de la señora Weasley, porque el reproche en su voz cada que debía gritarle a alguno de sus hijos era casi el mismo que Harry había recibido de su tía… Supuso que esa mujer, la señora Malfoy, debía ser una madre un tanto extraña, pero no tenía idea de cómo debían ser las madres.

El rubio tuvo la decencia de lucir avergonzado frente a la mujer –"Madre…"-.

-"Draco ha estado demasiado ocupado con mi terapia, Lady Malfoy"- no era precisamente cierto, pero no había dicho una mentira –"Lamento mi… mis modales"- hizo una pequeña reverencia, esperando que eso fuera suficiente para la mujer –"No esperaba tener invitados"- admitió sin mucho más que una leve sonrisa.

-"Lo siento mucho, actuaba con el entendido de haber sido anunciada una semana atrás"- luego volteó a ver a su hijo.

Fue ahí cuando Harry no entendió muy bien y no pudo evitar mostrar su confusión –"Eh… Draco y yo no hemos hablado en semanas, Lady Malfoy"-.

¿Cómo iba a saber que la mujer estaría ahí si el rubio ni siquiera podía verlo a los ojos?

No escuchó lo que la mujer le decía a Draco, prefiriendo tomar ese tiempo para darse una ducha y quitarse la sensación de haber corrido un maratón. Ver su pequeño espacio invadido no era precisamente la mejor manera de relajarse y descansar, como le habían ordenado. Mucho menos si se trataba de la invasión de una desconocida, madre de su sanador y una mujer que podía suponer algún tipo de amenaza que él no tenía en cuenta.

Harry tomó algo de ropa limpia y cerró la puerta del baño tan suavemente como pudo. Si comenzaba a escuchar la discusión entre madre e hijo, probablemente terminaría hechizándolos, porque no estaba de humor para eso.

Si sólo pudiera desaparecer por un tiempo, no pedía mucho… sólo un poco. Sólo necesitaba un poco de tiempo para él.

Podría ser una semana o dos, tal vez tres… en un lugar donde nadie pudiera alcanzarlo.

Y ducharse era una actividad que, de hecho, disfrutaba. Incluso si en la otra habitación le esperaba una interacción social que no deseaba. Harry se tomó el tiempo para lavar cada parte de su cuerpo que hubiera estado en contacto con su sudor y lavar su cabello porque, lo admitía, necesitaba hacerlo. Pero no importaba cuánto tiempo quisiera llevarse ahí dentro, la ansiedad de tener a los Malfoy afuera era demasiada como para ser ignorada.

Cuando no encontró algo más que pudiera hacer para perder el tiempo, Harry salió.

Draco estaba sentado en una silla y a su lado, en otra silla idéntica, estaba su madre –"¿Todo está bien, Lord Potter?"- Harry asintió, mirando a Draco en busca de una explicación, pero el rubio no parecía desear decir algo a favor o en contra.

-"Muy bien, Lady Malfoy"- miró a su alrededor, para ver si encontraba las razones de esa visita ahí, pero no había nada, lo sabía –"En verdad lamento ser tan directo, pero… sólo… no entiendo qué está sucediendo"- ser educado y preguntar lo que realmente quería saber no iban de la mano, notó.

No era lo mismo que hablar con Tom, que no parecía importarle la forma en que hablaba… en privado.

Con Tom, Harry podía preguntar lo que quería –si recibía una respuesta o no, eso no importaba–, podía comentar algunas cosas y, simplemente, no debía cuidar su forma de comunicarse. Era distinto, era conocido.

Para sorpresa de Harry, la mujer, por primera vez en su presencia, sonrió –"Sólo deseaba pasar un poco de tiempo con la persona que salvó a mi familia, Lord Potter"- luego añadió –"Y agradecerle por todo lo que ha hecho"-.

Era gracioso, como una simple expresión podía cambiar tanto el rostro de una persona. Porque lady Malfoy era una mujer muy bella, podía verlo claramente. Se trataba sólo de una pequeña sonrisa, pero era genuina y hacía una gran diferencia en ella. Sus mejillas estaban ligeramente hundidas, como las de alguien que no comía como debería –y no, Harry no se proyectaba–, su piel pálida lucía bien bajo la luz y suponía que debía estar usando algún maquillaje que ocultaba cualquier tipo de imperfección.

-"Supongo que Lucius no tiene tan malos gustos"- pensó –"Y ella tiene… podría tener mejores"- le sonrió un poco y luego miró a Draco –"Bueno… tal vez Lucius tampoco es mal parecido"- admitió.

Al ver a la mujer y recordar a su esposo, le era fácil ver cómo Draco había obtenido varias cosas de sus padres.

-"Lady Malfoy, ustedes no tienen nada que agradecer"- aunque, en realidad, le debían la vida.

La mujer negó con la cabeza –"No cualquiera habría hecho lo que usted hizo por nosotros, Lord Potter"-

Sí, eso también era cierto. Nadie habría hecho lo que él había hecho por ellos; Harry no habría hecho nada por esa familia, sino fuera por un pequeño momento de debilidad y una oportunidad que no había podido desperdiciar, aunque lo deseara.

La seguridad de sus palabras le impidieron negar –"Ah… sí…"- rió forzadamente antes de intentar poner su atención en otras cosas –"Por favor, llámeme Harry"-.

El gesto en el rostro de la señora Malfoy le dijo suficiente de lo que pensaba de su nombre, o su elección de palabras –"Tal vez podría usar su segundo nombre, ¿James?"- ofreció, como si se tratara de un mejor compromiso.

Como si ese nombre fuera mucho mejor que el suyo.

Harry se encogió de nuevo, abrazándose –"Preferiría que no…"- admitió después de un momento, y después recordó otra cosa –"Tal vez… ¿Hadrian? Si insiste"- no era particularmente algo que él deseara, ese nombre no le era familiar, pero era preferible a escuchar el nombre de su padre cada vez que alguien decidiera hablar con él.

Ocupado en considerar qué tan poco agradable sería escuchar un nombre que, francamente, jamás había sido usado por él, pero que era suyo, Harry no notó la expresión de Draco al escuchar eso, ni la suficiencia en el rostro de su madre, antes de seguir con lo que parecía iba a ser un interrogatorio.

-"Hadrian es un nombre adorable"- sí, esa no sería la palabra con la que describiría su nombre, pero tendría que funcionar –"Debe ser tu herencia Black, ¿no es así?"-.

Oh.

-"Para ser sincero… er… no lo sé"- y borró la sonrisa que había logrado mantener hasta ese momento, cuando vio que los dos rubios parecían tensos, se apresuró a añadir –"No sabía mi propio nombre antes de mi visita a Gringotts hace unas semanas"- tal vez no debía haber dicho eso.

¿Acaso no era deprimente? Harry Potter no conocía su nombre… aunque no era una gran noticia para él; no había aprendido que su nombre era Harry Potter hasta que sus tíos le habían dicho unos meses antes de sus primeras clases.

La mujer no dijo nada, probablemente porque no sabía qué decir.

¿Qué debías decirle a un huérfano, que jamás había conocido a sus padres y, por lo tanto, jamás había aprendido sobre el pasado de una familia fantasma, sobre un nombre que jamás había escuchado en su vida y que, de pronto, era su verdadero nombre? Bien, Harry creía que las opciones estaban bastante limitadas a la experiencia con otros huérfanos como él. No, la señora Malfoy no tenía la culpa de eso, ella simplemente no sabía mejor –"Tanto como todos los demás"- se encogió de hombros y esperó la respuesta.

Pobre gente, viviendo en sus castillos de cristal… viviendo ignorantes. Era una verdadera pena que, con todos los recursos y privilegios que parecían tener, su sentido común pareciera verse afectado tanto.

Ignorar era ser virtuoso, ¿no? ¿Realmente era así?

-"Es un nombre de nobles, Hadrian"- así que había decidido ignorar su comentario, no era tan tonta como parecían ser los Malfoy, aparentemente –"Tal vez deberías hacer que todos lo usaran más"- el ligero calor que sintió en el rostro por tanta atención, se incrementó, pero Harry hizo todo lo posible por ignorarlo –"Es sólo mi percepción, por supuesto"- al darle esa salida, Harry sintió que le había dado permiso de algo más, pero no entendió qué.

A veces era complicado entender a esas personas.

Fue entonces que Draco, por primera vez en semanas, decidió hablarle directamente –"Potter, ¿el Señor Oscuro te dio algo para…?"- antes de continuar, su madre lo interrumpió con una mano.

-"Creo que, por ahora, Hadrian debería descansar, ¿no lo crees, Draco?"- su pregunta no era una pregunta, qué curioso –"Estoy segura que el Señor Oscuro podrá… adaptarse a un día sin que su protegido realice los deberes"-.

Su protegido… sí… no lo sabía.

Y, a juzgar por la mirada que compartió con el rubio, Draco no estaba muy de acuerdo con el término que había elegido su madre.

El rubio suspiró –"Por supuesto, madre"-

Draco realmente no deseaba discutir con su madre, hacerlo significaría mucho tiempo perdido y una batalla que no podría ganar. Su madre era una mujer que no aceptaría algo menos que no fuera su voluntad y que le diera concesiones a Potter ahora, significaba que le había tomado cierto respeto que no tomaba con cualquiera –Draco lo había visto–. No, prefería evitar cualquier conflicto, de momento.

Especialmente porque todo esto sólo podía causarle a Potter más incomodidad y, probablemente, un retroceso en su recuperación. Además, era obvio que el menor no deseaba presenciar una discusión y Draco no sabía cómo reaccionaría si debía estar en el medio… por todo lo que sabía, Potter podría comenzar a lanzar hechizos o prohibirles entrar a su habitación. Si las cosas llegaban a más, Potter podría –inconscientemente, por supuesto– llamar al lazo que había creado con su familia para ordenarles mantenerse alejados –podría lastimar a su madre, podría decidir quitar la protección a los Malfoy–, podría hacer tantas cosas, que Draco no quería saber.

Daba igual, porque su madre ni siquiera le prestaba atención.

De hecho, su madre no le había prestado mucha atención el último mes.

Al principio, ella preguntaba por cortesía, saber qué sucedía con el hombre que había salvado a su hijo y a su esposo era, después de todo, sólo algo adecuado dentro de la familia Black. Pero después, sus preguntas sobre Potter se volvieron cada vez más insistentes, deseaba saber más sobre el menor, sobre sus razones por ayudar a una familia que lo había insultado tantas veces –y, admitía, Draco también desearía saber las razones, si había alguna–. Al final, su madre ya no preguntaba por cortesía, lo notó, era interés genuino en un personaje tan curioso como lo era Potter.

Y no podía culparla.

Potter era… un personaje curioso.

A pesar de todo, realmente estaba recuperándose.

Ya no necesitaba apoyarse en alguien para caminar y podía permanecer de pie más tiempo del que habría calculado para él. Potter se esforzaba en su terapia y, después de las últimas dos semanas, ni siquiera intentaba quejarse. Y sabía que el entrenamiento del Señor Oscuro no era precisamente una clase en Hogwarts. Las exigencias eran bastantes y el menor simplemente las acataba.

Y, gracias a su madre, él estaba preocupado por Potter.

Porque casi no hablaba con él –sí, al principio habían sido órdenes del Señor Oscuro, pero después había sido mucho más fácil así–, no tenía idea de qué sucedía en su entrenamiento. De vez en cuando lo escuchaba murmurar sobre un libro o alguna teoría que Draco, para ser honestos, no entendía. Ahora que tenía su varita y podía usar magia, Potter no pedía nada; convocaba papel o salía de la habitación con algún elfo para ir con el Señor Oscuro… Potter no lo necesitaba. Y eso era parcialmente su culpa…

No sabía mucho más y su madre seguía preguntando, así que no era una sorpresa que estuviera ahí, indagando por su cuenta porque Draco no era precisamente la mejor fuente de información.

Pero… el problema era que… Potter no era una persona que pudiera interactuar con otros con facilidad.

-"Dime, Hadrian"- ver cómo el menor se encogía en su sitio al escuchar su nombre, sólo hacía que Draco se sintiera mal por él –"¿Cómo estuvo el entrenamiento?"- sería interesante saber qué sucedía ahí, por una vez –"Draco no nos cuenta demasiado de eso"-.

Por supuesto, Potter había intentado contarle sobre eso, pero al final, cuando no había recibido respuesta, había dejado de intentarlo. Enfocarse en Potter como su paciente era lo mejor que podía ofrecerle, incluso si convertía su propia existencia en algo más solitario de lo que iba a admitir. Podía ver que el menor se inclinaba a depender de su presencia –y Draco también lo hacía, porque no había muchas personas con las que pudiera convivir–, pero ahora…

-"Eh… Estuvo… ¿bien?"-.

Sí, porque, ¿qué se suponía que debía responder a eso?

Miró a Draco para saber si el rubio tendría una idea de qué responder, pero lo único que recibió fue una mueca.

Y es que insultar a Tom frente a esos dos sólo lograría que creyeran que su alianza con el hombre era verdaderamente frágil –o que él era sólo un niño que quería insultar a alguien por recibir un mal trato–, decir la verdad no estaba dentro de sus planes porque era obvio que ninguno entendería lo que realmente querría decir –lo había intentado, ahora Draco no le dirigía la palabra– y cualquier otro comentario sería visto como una mentira porque, en esencia, lo sería.

No estaba acostumbrado a recibir tanta atención, no estaba acostumbrado a que alguien le preguntara su opinión sobre algún tema –que se la diera a Tom de todas formas, era completamente irrelevante–, y no estaba seguro que se acostumbraría pronto –"Me alegro"- dijo la señora Malfoy, obviamente sin creerle –"Escuché que el Señor Oscuro podía ser un profesor… impaciente"-.

Era gracioso, en realidad lo era… y no lo era.

Y, hasta ahora, el hombre le había tenido más paciencia de la que Harry habría podido tener.

Por supuesto, eso no evitó que Harry sintiera la familiar sensación de curiosidad empujándolo a preguntar –"Oh"- y es que eso era interesante –"No sabía que le había enseñado a alguien antes"- y si, de pronto, sentía una cierta irritación en el cuello y muy cerca de su oído, un escozor que no venía de ningún lado, Harry no le prestó atención.

No sabía por qué debía causarle malestar saber que Voldemort había decidido ser el profesor de alguien antes que él, ¿acaso no era lógico? Aunque, si era sincero, jamás había imaginado al hombre como alguien que decidiera compartir todo lo que podía saber con otros.

-"A mi hermana"- respondió la mujer –"Bella fue su primer aprendiz… y tú el segundo"- sí, no era agradable ser el segundo, pero no podía hacer nada por eso –"Ambos de sangre Black"-.

Al escuchar el orgullo en su voz, toda irritación se disolvió.

Quería rodar los ojos, pero no creía que eso fuera a ser bien visto por la señora Malfoy –o por Draco–. Por favor, si a Tom realmente le interesara tomar por aprendices a dos personas de una sola familia, como los Black –particularmente de esa familia y no sólo por ser sangrepura–, entonces Harry se habría sentido bastante decepcionado por el hombre. Porque esa sería la forma más estúpida de elegir a alguien para enseñarle. Además, si Tom realmente pensara que la sangre de una familia era más importante que la habilidad de una persona, probablemente jamás habría aceptado la existencia de Harry en ninguna de sus variantes –incluyendo la vendetta que parecía tener en su contra–.

No, era obvio que esa mujer, y el resto de sus mortífagos, no entendían a Tom por completo… simplemente no lo entendían.

Sería una situación triste, saber que, después de tantos años, el hombre seguía siendo malinterpretado de esa forma… sería triste, sino supiera que Tom lo usaba a su favor. Que el hombre decidiera usar sus estúpidas creencias –y que, tal vez, hubiera interiorizado muchas de ellas consciente o inconscientemente– en contra de todos era, por mucho, algo que deberían haber esperado de él… pero no lo hacían.

Tom los usaba, no era muy difícil de entender. Ellos eran sólo instrumentos. Sus palabras eran un reflejo de las necesidades de otros, él los manipulaba… y ellos dejaban que pasara, sintiéndose superiores. Era fácil verlo, una vez que tenías tanto contacto con él como Harry lo tenía.

Sí, ahora que lo pensaba un poco… era muy probable que Tom… que Tom no creyera en nada, por lo menos no en algo que alguien más pudiera catalogar como un dogma.

Y sabía que Tom no era estúpido, él no iba a creer algo sólo por leerlo o escucharlo, necesitaría pruebas hechas por él mismo, algo que fuera concluyente.

Sin poder evitarlo, sonrió.

Porque ahí tenía una oportunidad que jamás había considerado posible. Si Tom no creía en dogmas, eso quería decir que era tan susceptible de cambiar de opinión como lo podía ser Harry, ¿cierto? Si Harry podía ser convencido con argumentos y pruebas, ¿por qué Tom no podría responder similar a eso, como una persona normal? Si le presentaba argumentos con base en pruebas, como lo había hecho desde que había puesto un pie en ese lugar, probablemente podría hacer algo… sí…

Harry podría… quizá hacer su vida más fácil… hacer… eh… no lo sabía, no estaba totalmente seguro de lo que deseaba, pero tal vez… podría influenciar al hombre… aunque fuera sólo un poco.

Porque con Tom, un poco era más que suficiente.

Tom era inteligente, sí, sabría adaptarse si obtenía más información, pero Voldemort… Voldemort era otro aspecto que Harry no quería tocar.

Porque Tom podía ser muy inteligente, tanto como lo era un genio, pero podía ser igual de necio.

-"Lo siento, Lady Malfoy"- dijo cuando se recuperó de su pequeña distracción, como si nunca hubiera pasado –"No sabía que yo compartía familia con los Black"- lo cual era cierto, y tan irrelevante como saber que su nombre le parecía adorable.

La mujer abrió los ojos en sorpresa, pero no hizo otro gesto que pudiera decirle más. Harry debía admitir que esa mujer era buena controlando sus emociones, mucho mejor que Draco, de cualquier manera.

-"Mi hermana y yo somos, formalmente, parte de la Noble y Ancestral Casa de los Black"- feliz con el aparente interés que tenía Harry, continuó –"Hijas de Cygnus Black III"- y, como si estuviera recitando, Harry creyó que escuchar todo el árbol genealógico de los Black sería tan aburrido como esa conversación –"Y, por supuesto, tienes sangre Black… tu rostro y algunas cosas te delatan"- luego lo miró a los ojos –"Elladora Black se casó con un Potter en el siglo XIX y nuestra tía-abuela, Dorea Black, estuvo casada con tu tío-abuelo, Charlus Potter"-.

Vaya, claro que era un Black, ¿cómo no lo había visto? ¡Su tío-abuelo se había casado con una Black! A veces Harry podía ser un idiota como para jamás notarlo, porque era tan obvio.

Tal vez deberían hacerle algún tipo de examen a los sangrepura, sólo para ver qué tanto retraso se había ganado con tanta endogamia en su árbol genealógico. Aunque estaba siendo demasiado duro con la señora Malfoy, hasta ahora la mujer no había dicho nada particularmente malo hacia él.

-"Así que eso nos haría…"-.

-"Primos… en tercer grado"- luego miró a Draco, que tenía un curioso tono rosa en las mejillas, sonriéndole –"Y Draco sería tu… primo"- pero Harry sabía que no.

No era tan idiota como para no haber leído un poco sobre las relaciones de sangre una vez que había escuchado de la endogamia del Mundo Mágico. Draco era más bien… sería su sobrino en tercer grado… o su primo en cuarto grado… ¿eso existía? Bueno, era algo así.

Gracioso, de pronto tenía una familia… por muy lejana que fuera.

No, no le apetecía, gracias.

Tener familia había sido uno de sus sueños… antes. Contar con una familia se había convertido en un concepto tan abstracto, que Harry no estaba muy seguro de querer contemplarlo de nuevo. Acercarse a otros con la intención de formar… ¿qué? ¿Amistad? ¿Solidaridad? Sí, no se sentía capaz de algo así, en su futuro inmediato.

Qué pena, porque cinco o seis años atrás, probablemente habría sido algo que habría aceptado sin pensarlo demasiado; incluso si se trataba de los Malfoy.

-"Así que… ¿luzco como un Black?"-.

Su pregunta era válida, sobre todo porque lo que recibía más eran comentarios sobre qué tanto lucía como su padre –y que tenía los ojos de su madre–.

-"Bien… es obvio que eres un Potter, Hadrian"- dijo como si quisiera tranquilizarlo –"Pero sí, hay ciertos aspectos que debiste haber heredado de los Black en tu familia y de tu padrino"-.

-"Mi… ¿mi padrino?"-.

Y, si la mujer se sintió incómoda, Harry no lo notó, tampoco notó el reproche en Draco o la increíble tensión que se había creado sólo con mencionar a… a Sirius…

Al final, la señora Malfoy suspiró –"Me imagino que no lo sabías, Hadrian"- si esa era una disculpa, era una de las peores que había recibido –"La familia Black es bastante particular con respecto a ciertas tradiciones y tu padrino no es la excepción"-.

Draco interrumpió, acercándose un poco a Harry –"Lo que mi madre quiere decir, es que tal vez tu padrino… realizó un ritual con tus padres, cuando fue nombrado como tu guardián"- cuando Harry no reaccionó, continuó –"Es sólo que tienes los rasgos más predominantes de los Black, Potter"- admitió.

-"Tu padre tenía el cabello castaño"- dijo la mujer –"Y tu madre tenía un poco más de color en su piel"- Harry asintió –"Es sólo una teoría, Hadrian, pero tal vez tu padrino completó el ritual de protección parental"-.

Claro, porque eso significaba algo para él –"¿Qué significa eso? Ese ritual"-.

-"Es… complicado"- cuando Harry sólo miró a Draco, el rubio se encogió en su sitio, pero no dijo nada más.

-"Madame Malfoy, ¿qué hace aquí realmente?"- estaba cansado, habría deseado dormir esas horas antes de ver de nuevo a Tom, pero ahora estaba completamente despierto con algo que no había esperado.

A pesar de sus malos modales, la mujer no pareció afectada como habría esperado –"Venía a conversar contigo, si no te importaba, pero…"- de pronto, con la evidente intención de cambiar de tema, miró su cabello con fingido interés –"¿Te molestaría que hiciera algo con esto? Tal vez podríamos hablar un poco de las tradiciones de los Black"- respiró profundamente –"Me parece que una imagen clásica sería ideal para…"- y siguió hablando sobre cosas que Harry prefirió ignorar.

Al final, Narcisa Malfoy –sólo Narcisa, querido, le había dicho– había salido de la habitación, en busca de algunas cosas que usaría para arreglar algo que a Harry no le importaba. Fue intencional, por supuesto, pero Harry no pudo hacer mucho.

Años después, cuando hablara con Draco sobre ese momento tan incómodo, se daría cuenta de las verdaderas intenciones de la mujer. De cualquier modo, Harry quedó a solas con Draco, en un silencio que no estaba dispuesto a romper.

Draco podría ser su sanador, podría haberlo ayudado bastante y hasta tenía información de algo que ahora quería saber, pero… ser ignorado por un mes, incluso cuando suplicaba, era un nuevo nivel para él. Ni siquiera sus tíos habían llegado a ese punto –no porque no lo desearan, sino porque Harry se había cansado de buscar su atención mucho antes de llegar al punto de suplicar… eso y porque sus tíos jamás habían llegado al punto de la tortura a la que Draco llamaría terapia–.

Harry miró a su regazo sin decir gran cosa, hasta que Draco decidió que no podría soportar el silencio –"Lamento lo de mi madre"- se disculpó, pero no obtuvo la respuesta que buscaba –"Ella sólo deseaba conocerte un poco más, Potter… no creí que llegaría a esto"- sí, seguramente habría esperado un par de minutos antes que la mujer se aburriera de él –"Insistía en que no es saludable mantenerte aislado"-.

Bueno, es que no lo era.

Incluso él sabía que los seres humanos eran seres sociables –"Pero sigo sin entender qué tiene que ver eso con… esto"- suspiró, sin atreverse a hablar.

De pronto, no era su molestia con el rubio, ni el fastidio de haber perdido la oportunidad de descansar, sino algo que se parecía bastante a una sensación olvidada, como cuando había intentado hacer amigos por primera vez y las cosas no habían salido muy bien gracias a Dudley. No quería intentarlo de nuevo.

-"¿Cómo estuvo tu entrenamiento, realmente?"- si el rubio intentaba establecer contacto visual, Harry lo ignoró.

En otro momento, Harry habría hablado sobre lo que realmente sucedía durante las horas que pasaba con Tom, pero ahora, no sentía que debía hacerlo con Draco, tal vez mañana seguiría ignorándolo y francamente eso no sería muy agradable.

-"Bien"-.

-"Vamos, Potter, tú y yo sabemos que no es así"-.

Sí, antes… antes le habría agradado escucharlo decir eso, escuchar un mínimo de interés de dos personas en tan poco tiempo era, por mucho, más de lo que habría esperado de su vida. Y ahora… bueno, ciertamente era una sensación agridulce que no quería aceptar, ¿qué sucedería mañana si Draco decidía no querer hablar con él de nuevo? ¿Regresaría a hablar con el fantasma de Cedric? ¿O quizá regresaría a hablar solo, sin un Tom que le respondiera? No, prefería dejarlo como estaba, un rechazo era algo a lo que ya estaba acostumbrado, ¿dos? No tanto.

Comenzó a masajear el puente de su nariz –"¿Por qué te interesa ahora, Draco?"- suspiró –"Hace una semana no te interesaba demasiado, ¿recuerdas?"- creyó ver algo en el rubio, pero no le importó demasiado –"Recuerdo lo que me dijiste… aunque no fuera mucho"- lo recordaba, ¿cómo podría no hacerlo?

Recordaba la mayoría de las cosas que sucedían, aunque sus memorias se vieran afectadas por otras cosas a su alrededor.

-"Potter, debes entender que mi situación no es exactamente fácil"-.

Lo recordaba –"Dijiste, cállate de una vez, Potter, ¿no es así?"- recordaba el sabor amargo de la sangre de cuando se había mordido el interior de la mejilla para evitar hablar más –"Y después de eso me obligaste a tomar esa poción"- sí, recordaba cómo había lavado la sangre con la asquerosa poción.

También podía saborear el vómito en su aliento y la mezcla con la comida que había pasado por su garganta, o la falta de aire que nada tenía que ver con su terapia en el jardín, o el escozor en sus ojos que fue apagado casi de inmediato al parpadear varias veces.

Suspiró, sonriendo a la nada –"No tengo deseos de discutirlo contigo… mi sesión con Voldemort estuvo muy bien, gracias por preguntar"-.

El rubio no dijo nada, hasta que tuvo que decir algo –"Lo siento"-.

¿De qué se estaría disculpando? No lo entendía.

A veces las personas eran tan extrañas.

Era como… como si viviera dormido… dormido eternamente y saltando entre sueños –propios y ajenos–. No se sentía… no pertenecía a ningún sitio, sabía que todo a su alrededor no era… era real, obviamente, pero… no, simplemente esa no era una vida… y no recordaba algo más. Tenía las memorias, sí, podía replicar casi todas en su mente, sin embargo… comenzaban a carecer de importancia.

Quisiera poder salir de ahí y desaparecer… quizá viajar y conocer otra parte del mundo, no le importaba.

Ver un campo amplio o un bosque que dejara pasar la luz del sol.

-"Por favor, hijo, ¿por qué no le haces compañía a tu padre?"- Lady Malfoy escogió ese momento para entrar.

Respirar el aire de un lugar con montañas, quizá visitar una cabaña y prender la chimenea… caminar en medio de un camino, descalzo, con zapatos… un camino vacío, sin dirección.

Tal vez visitar…

-"Madre, por favor, necesito hablar con…"-.

Le encantaría salir de esa habitación, de ese lugar, tomar un poco de aire fresco y, cuando hubiera respirado lo suficiente, seguir respirando. Quisiera visitar algún sitio donde nadie pudiera reconocerlo, donde pudiera pasar desapercibido y… y caminar… tal vez sentarse en un parque… quisiera huir.

Nadie lo extrañaría, todo estaría bien.

-"Me pareció ver que el señor Potter no desea tenernos aquí, Draco"- no se atrevió a mirarlos –"Lo mejor será que hables con él en otro momento"-.

Estar solo, sí, pero bajo sus propios medios.

Libre.

Draco sonrió un poco –"No creo que Potter…"- pero cuando Harry no se movió, su actitud cambió un poco –"Estaré aquí al anochecer, Potter, si me necesitas"-.

Sería perfecto, escapar…

Podría hacerlo… vivir por su cuenta, como siempre deseó…

Si podía hacer que Tom confiara lo suficiente en él, si hacía que el hombre…

-"¿Potter?"-.

-"Por supuesto"- respondió por impulso, su mente estaba en otro sitio y francamente, Draco no podía importarle menos.

Era una posibilidad, en verdad podía suceder; si conseguía que Tom confiara lo suficiente en él, si el hombre podía obtener un mínimo beneficio, entonces Harry podría… desaparecer. Ni siquiera tendría que usar su magia para hacerlo, podía viajar como muggle y nadie sabría qué hacer, ni dónde buscar. Tom tendría lo que había deseado desde siempre… y él también.

Cuando enfocó su mirada en el presente, notó que Lady Malfoy no se había movido de su sitio y que Draco ya no estaba ahí.

No era algo que disfrutara –la presencia de otras personas cerca lo ponían ansioso, la presencia de personas que no conocía era mucho peor–, pero tampoco tenía muchas opciones ahí, principalmente porque la mujer no había hecho algo que… bueno, algo que pudiera excusarlo de sacarla de su habitación.

Además, había hecho que Draco se fuera y dejara de molestarlo –"Gracias"- dijo al final.

-"Mi hijo es como su padre"- ofreció –"Impulsivo y no entiende ciertas sutilezas… pero es un buen muchacho"-.

Ahora mismo no podía compartir esa opinión, pero Harry lo sabía, sabía que Draco no era una mala persona, que Draco Malfoy sólo era un niño que, quizá, había crecido diferente a Harry –"Tal vez debería decir algo más"- pero nada llegó a su mente.

-"Me parece que necesitas algo de ayuda con tu cabello, me preguntaba si aceptarías la mía"-.

Aceptar… no era una opción, ¿verdad?

Harry asintió lentamente.

De todas formas, sólo estaba esperando que algún elfo se apareciera para llevarlo con Tom. Perder su tiempo con Narcisa Malfoy sería mejor que perderlo con Draco.

La mujer tomó la silla donde había estado sentado su hijo e hizo una señal para que Harry tomara el lugar, luego ella se colocó detrás de él y comenzó a peinar su cabello tan lento, que Harry juró que podía sentir cada una de las cerdas en su cabeza pasear suavemente hasta desenredar los pequeños nudos que Harry no podía evitar. El movimiento rítmico era diferente a lo que él lograba hacer para desenredar su cabello y se sentía bien.

Las manos de Narcisa Malfoy eran frías y cuando pasaba los dedos entre el cabello, Harry tenía que suprimir un escalofrío. Era una caricia agradable que, aunque no era necesaria, Harry iba a aprovecharla.

Eventualmente, cuando Harry se relajó lo suficiente, comenzó a hablar –"Narcisa, ¿de qué trata ese ritual del que habló?"-.

La pausa fue más corta de lo que esperaba, Narcisa suspiró –"Es una tradición de los Black"- comenzó –"Ser nombrado los guardianes de un niño mágico es un honor, así que nuestra familia lo toma seriamente"-.

-"No quisiera ofenderla, pero… para Sirius no fue precisamente un honor"- le recordó –"Fui abandonado y… ya sabe… cuando me llevaron a Azkaban"-.

-"Sí, fue un hecho lamentable"- y, Harry quiso agregar, ella tampoco había intentado hacer nada por él, pero decidió no decir nada –"Es extraño, lo admito, la reacción de mi primo no debería haber sido tan pasiva… pero después de haber pasado tanto tiempo en Azkaban…"- sí, la prisión parecía ser una excusa perfecta para ser un… para lo que quisieras justificar.

-"Estuve cinco años en prisión, Narcisa, por favor no pretenda tratarme como a Draco"- giró la cabeza y la miró de reojo, ligeramente molesto por no ver reacción alguna en la mujer como habría sucedido con su hijo –"¿De qué trata ese ritual?"-.

Suspiró –"Es un ritual bastante simple, el día del primer año de vida se realiza una ceremonia con los padres, el nuevo guardián y el niño"- el cepillo se había detenido y ahora las manos de la mujer parecían evaluar qué hacer con eso –"Es básicamente un juramento de lealtad y protección entre el padrino y el menor en caso de alguna tragedia"- explicó –"En teoría, mi primo estaría atado de magia y vida a ti y a tu bienestar, lo que le impediría hacerte daño…"- luego suspiró –"Es probable que en Gringotts podrías saber si Sirius realizó el ritual o te nombró su heredero"-.

-"Oh"-.

Su padrino lo había nombrado heredero, tenía el anillo que lo comprobaba, no necesitaba visitar el banco de nuevo para saberlo… excepto que sería una buena idea hacerlo y, si podía usar a Narcisa Malfoy para eso, Harry lo haría.

Miró de reojo a la mujer, que ahora jugaba con unas tijeras en algunos de sus mechones.

Si podía plantear la posibilidad de salir de ese lugar como algo esencial, Tom no podría negarle la salida, si lo hacía con cuidado, Harry obtendría información que no estaba buscando y que podría resultarle útil –más allá de lo que podría servirle a Tom, eso era obvio–. Algo había sucedido con Sirius Black y parecía que tenía que ver con él; por extraño que le pareciera, era una parte de su vida que, probablemente, podría controlar.

Porque Sirius era un hombre extraño, prácticamente alguien desconocido para él, pero… pero si había hecho un ritual como el que Narcisa Malfoy describía, Harry tendría que… es decir… bien… tal vez podría… tendría que cuestionarse las acciones de su padrino, había algo extraño ahí… y, al mismo tiempo, podría tener una mejor opinión de la mujer sobre él –porque era parte de la familia Black, aparentemente–.

Tenía a los Malfoy como una alianza muy frágil, creada sólo porque había salvado la vida de todos ellos con palabras y cosas que esa familia no podía ver o tocar. Pero… ¿qué sucedería si podía obtener la confianza de, al menos, un miembro de los Malfoy? La lealtad de personas como esas era útil, lo sabía, podría serlo…

Y, como había dicho la mujer, ellos eran familia.

De acuerdo con todo el mundo, esos eran los lazos más fuertes, ¿y quién era Harry para no experimentar con eso?

Aunque tenía que hacerlo con cuidado, porque si decía algo que no debía, si Draco se enteraba o si Tom lo sabía antes de tiempo, era evidente que Harry no podría salir de ese lugar por sus propios medios –y no quería otra escolta, muchas gracias–.

-"Estoy segura que no es importante ahora, Hadrian"- su comentario era más bien una pregunta disfrazada.

Y la mujer era bastante buena en eso, porque Harry no lo habría notado nunca, sino hubiera escuchado el orgullo de Narcisa Malfoy al hablar de su familia.

Harry sonrió un poco –"No, no lo es"- dijo amablemente –"Aunque…"- se detuvo un segundo antes de considerar y seguir hablando –"Sí fui nombrado su heredero"- apuntó lentamente, sonriendo ampliamente al saber que Narcisa Malfoy le serviría muy bien.

Necesitaba mantener su pequeña revelación en secreto… sólo hasta que lograra pensar en algo para usar todo lo que había aprendido.

Harry consideró esa información por un momento, respirando con más dificultad de la normal, sintiendo el impulso de levantarse y hacer algo. Era algo… que no había sentido en mucho tiempo, como un pequeño escozor detrás de la cabeza, algo interesante… algo solamente suyo… algo vivo.


Espero que disfrutaran este capítulo y no fuera demasiado largo, es una pequeña disculpa por tardar tanto tiempo en actualizar.

Agradeceré todos sus comentarios, porque es para ustedes que escribo.

Sé que la situación ha sido muy difícil para todos -algunos más que otros, lo sé-. Sé que muchos de ustedes estarán en aislamiento como yo y otros estarán trabajando porque las condiciones no les permiten dejar de hacerlo; sé que muchos estarán hartos de todo esto y querrían volver a la vida normal y tal vez muchos otros estarán en un limbo horrible porque no saben qué sucederá (o saben lo que va a pasar), sé que otros estarán al borde de la desesperación o ya habrán cruzado ese punto, quiero que sepan que no están solos. Para todos los que están cuidándose lo mejor posible, para los que están cuidando de todos sus seres queridos, para los que tienen a alguien en casa que está enfermo o enferma, para todos los que han estado haciendo todo lo que está en sus manos para que esta cuarentena termine de la mejor forma de la que seamos capaces... muchas gracias.

Les deseo lo mejor, con todo mi cariño.

Los leo pronto, cuídense mucho.