DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, son de la grandiosa mangaka Rumiko Takahashi, sin embargo ésta es una historia completamente mía y cualquier reproducción total y parcial de la misma es plagio y está penado por la ley.
Este fic participa en el primer gran reto del circulo mercenario, del foro hazme el amor.
Espero que sea de su agrado.
La pareja es BankxKag (la adoración del circulo mercenario).
Puede haber OoC, la verdad no lo sé XD
Un saludito para Pau y AngelO que nos motivaron a escribir, mil gracias.
Boyce Avenue- One Life
Abre tus ojos y ten en cuenta que eres libre para volver a la vida.
Tienes que vivir mientras puedas,sólo tenemos una vida.
Mira al cielo, no dejes que te pase de largo.
Tienes que vivir mientras puedes, sólo tenemos una vida.
Condenados (¿Qué tan borracho estás, Bankotsu?)
El sonido de la puerta interrumpió a la joven mujer de ojos cafés que estaba en la cocina preparando una elaborada cena.
Se secó las manos y corrió dirigiéndose a la puerta con entusiasmo.
Se cepilló el cabello con los dedos y tomó el pomo, abriendo la puerta con una sonrisa en la cara cuando vio al individuo que se encontraba de pie, en un traje gris y desanudándose la corbata.
- Pensé que nunca llegarías- dijo la mujer de cabellos azabaches, aferrándose a él en un fuerte abrazo cuando abrió la puerta.
El oji dorado le devolvió el abrazo y aspiró la dulce fragancia de su cabello.
- Buenas noches, Kagome.
Exclamó el peli plateado entrando por el umbral de la casa, siguiendo a la pequeña figura de la treintañera.
- Debes de estar hambriento, Inuyasha, vamos- murmuró Kagome, dándose la vuelta lo justo para mirarlo por sobre su hombro y seguir su camino hacia la cocina.
- Claro.- respondió el peli plateado, entrando por la puerta de la cocina - ¿Los niños se han dormido ya?
- No. Kaoru es una bala cuando come chocolate, lo sabes, y Kyoya está buscándola desde hace un buen rato.- dijo la azabache, abriendo la puerta del horno para asegurarse de que la cena no estuviera quemándose.
- Los años pasan rápido, Kagome, y tú sigues siendo la misma de siempre- exclamó Inuyasha, recargándose en la barra, observando a Kagome fijamente.
La morena se giró, pero antes de que pudiera responder, una profunda voz se escuchó en la estancia.
- Voy a fingir que no vi que estás coqueteando descaradamente con mi esposa, bastardo.
Kagome sonrió al ver a su amado esposo, que al parecer había llegado del trabajo y ella no se había percatado.
En un brazo traía a su pequeña de cabellos azabaches y en la otra, acercaba al pequeño Kyouya y le acariciaba su oscura melena rizada.
Se mordió el labio.
Aunque los años pasaran, seguía amando como una muchacha a ese moreno que la miraba con unos ojos ardiendo en deseo y amor.
Se acercó a él y le dio un suave beso en los labios.
Escucharon un bufido y un respingo.
- Estoy aquí, ¿saben?- exclamó el oji dorado haciendo un puchero al ver que ya no era el centro de atención.
- ¿Sinceramente? Me importa una mierda- dijo el moreno, depositando a la niña en la silla para posteriormente encogerse de hombros.
La morena resopló furiosa, y tomó a ambos hombres de los oídos para posteriormente halarlos hacia la sala. Los soltó de golpe, haciendo que ambos hombres la observaran hacia arriba.
- ¿Cuántas veces tengo que explicarles sobre el uso de su lenguaje en esta casa? Hay niños observando y…- la mujer calló ya que fue interrumpida por la voz del oji dorado.
- ¿Sabes lo increíblemente sexy que te ves cuando te enojas?
Ups.
Eso fue lo peor que pudo decir el oji dorado, antes de ser tomado por el cuello de la camiseta.
Los ojos azules del moreno refulgían de furia contenida.
Cada maldito mes, el idiota que tenía entre sus manos, venía a cenar con su esposa y con su familia.
Y cada maldito mes, el bastardo se iba sin cenar por los malditos comentarios imprudentes que soltaba.
Lo miró a la cara, encontrándose con una media sonrisa en la cara del peli plateado.
Fue entonces cuando se percató del suave agarre que mantenía su esposa en su camisa. La miró a los ojos, y la mujer le dio una sonrisa, haciéndole saber que no había problema y que no se molestara.
Lo soltó de mala gana y pasando las manos por su cara, le ladró al padrino de su hija:
- Un comentario más y te echaré a patadas si es necesario.
Comenzó a caminar con paso airado a la cocina, dejando a su esposa y a su ex novio de la juventud en la sala.
Solos.
Aghh.
Solo de pensarlo cerca de su mujer, le daban ganas de golpear a la pared.
Escuchó la suave risa de su esposa, y su mirada se suavizó un poco.
Se sentó entre sus pequeños, esperando a que Kagome viniera a cenar con ellos.
-.-.-.-.
- Sigues siendo un celoso cuando se trata de Inuyasha ¿eh?- dijo la morena en tono burlón, cuando la encontró sentada en su cama con ropa de cama, leyendo un libro.
- Con ese idiota nunca es suficiente- exclamó el moreno, encogiéndose de hombros y acercándose al lecho, para posteriormente acostarse al lado de su esposa y acercarla a él provocando que dejara el libro en la mesita de noche.
- Su matrimonio con Sayuri va más que bien ¿sabes? Creo que dejar a Kikyo fue una de las mejores cosas que ha hecho- mencionó la azabache con entusiasmo.
El moreno apretó más su agarre, colocando una mano en su cintura y su cabeza en la curva de su cuello.
La mujer suspiró.
Los años corrían y ése hombre le seguía provocando las mismas sensaciones que cuando era joven. Una sonrisa adornó sus labios al sentirse feliz. Y que estuviera con sólo un pantalón de pijama y el duro abdomen a su vista no ayudaba demasiado. Reprimió una carcajada por sus pensamientos.
Su familia estaba unida, Visitaban a la casa de sus padres cada cierto tiempo, tenían un trabajo agradable, y unos preciosos hijos.
Sintió una suave presión de los labios del moreno en su cuello, provocando que cerrara los ojos y disfrutara el momento.
- ¿En qué piensas?- murmuró Bankotsu en voz baja.
Ella amaba esa voz ronca y sexy que le daba a ella, y sólo a ella.
Se giró y le besó en los labios suavemente. Levantó la mirada encontrándose en la mirada interrogante de su esposo. Sonrió levemente.
- En todo y en nada- respondió la azabache.
- ¿Cómo es eso?- replicó el moreno.
- Solo recordaba. De la vez que nos conocimos- dijo la azabache.
- ¿Qué quieres decir?- cuestionó Bankotsu.
- Verás…
- . - . -
Una pequeña niña de seis años de edad, se encontraba haciendo fila para comprar un helado.
Su cabello era detenido por una diadema amarilla y su vestido rosa nuevo que su mamá le había puesto en la mañana, la tenía lo bastante contenta, con una sonrisa en el rostro.
Estaba esperando, haciendo de todo el uso de la paciencia que puede tener una niña de seis años.
Cuando por fin fue su turno, pidió su helado.
Su favorito, de chocolate.
Le sonrió a la joven mujer de cabellos rojizos, que le había preguntado cuál sabor quería. Cuando pagó con unas cuantas monedas, se encontraba por saborear su helado cuando sintió un tirón en su cabello.
Decidió ignorarlo y seguir caminando a la banca en donde estaban sus padres esperándola, cuando de nuevo sintió un tirón en su cabellera azabache.
Molesta, se giró para encontrarse con unos niños que por su estatura, indicaban que eran mayores que ella. La impresión de verlos no duró mucho tiempo, ya que sintió el cono deslizarse entre sus dedos por el arrebato que un niño castaño le estaba dando.
La sonrisa del infante era maliciosa, cosa que Kagome no entendía, hasta que sintió una presión helada en su pecho.
Miró hacia abajo, encontrándose con el cono de helado embarrado en su vestido.
En su nuevo vestido. El que la tenía tan contenta ese día.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a sollozar.
Se sintió peor cuando escuchó las risas de los que la rodeaba. Estaba por marcharse a llorar en el regazo de su madre, cuando sintió que la presión del helado era menos y levantó la mirada, encontrándose con un niño de trenza color azabache, que tenía el cono en su mano derecha.
Lo vio estrellar el cono en la cabeza del responsable por la mancha café de su vestido rosado.
Se sacudió la mano y les dijo con voz molesta.
- Váyanse a molestar alguien de su tamaño, ¡Idiotas!
La morena no sabía por qué estar más sorprendida.
Si por que la habían defendido, o porque jamás en su corta vida había escuchado la palabra idiota de un niño.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, al encontrarse con los azules del moreno.
- Pero qué…- resopló el moreno molesto al mirarla, pero fue cortado por la azabache.
- ¡Gracias! No sé qué hubiera pasado si no me ayudaras.
- No es nada.- respondió el moreno, rascándose la nuca incómodo.
- Me llamo Kagome, ¿Cómo te llamas?- preguntó la niña con entusiasmo, tendiéndole la mano, esperando un amistoso apretón.
Apretón que no llegó por supuesto.
Miró al moreno, alejarse, al igual que el sol que se ocultaba porque ya había hecho su recorrido.
En ese momento, quiso alargar la mano para alcanzarlo, y tal vez reprenderlo por ser tan grosero y dejarla hablando sola, cuando recibió su respuesta a lo lejos, en una voz tan baja que no la habría escuchado si no estuviera prestando atención.
-Bankotsu.
- . - . -
El moreno sonrió, al saber que ella también lo recordaba.
- Sí, recuerdo que fuiste muy insistente después de ello- dijo el moreno, apretándola contra él y entrelazando sus largas piernas con las suaves de ella.
- ¡No es cierto!
El moreno reprimió una carcajada al ver los labios fruncidos de su temperamental esposa.
Comenzó a hacer suaves círculos en la piel de la espalda expuesta de su esposa.
La escuchó suspirar y su sangre corrió más rápido.
Debía concentrarse en otra cosa para que su sangre no fuera a lugares especiales y no hacerle el amor a su esposa hasta el amanecer.
Decidió enfocarse en la imagen de una niña de ocho años con el cabello trenzado a un lado de su cabeza y sonrió al recordar.
- Sí, lo hiciste…
-.-.-
Un Bankotsu más mayor, se encontraba sentado en el parque.
Con sus nueve años de edad, no encontraba qué hacer para que ésa insistente niña lo dejara en paz.
En la escuela ya estaban empezando a hablar sus otros compañeros.
Sobre la niña de cabello azabache trenzado, que todos los días lo esperaba afuera de la banca de su salón.
Si bien, se había sorprendido de encontrarla en la misma escuela que él, la mayoría de los días la ignoraba y pasaba de largo, dejando a la niña sola con una expresión de tristeza en su rostro.
No sabía qué pasaba por la cabeza de esa idiota.
¿Qué no tenía amigos?
Su mirada se tornó fría al recordar los rumores que tenían sus amigos, la opinión que tenían sobre que esa chiquilla estuviera alrededor de él.
Cruzó el pasillo, encontrándola en el banco de afuera del salón.
Solo que ésta vez no estaba sola.
Un niño de cabellos plateados la acompañaba. Y ella estaba sonriendo a carcajadas.
Sus puños se apretaron.
Y el que pensaba que no tenía amigos.
No sabía por qué lo hacía.
Si por lastima por ella o porque le gustaba escucharla hablándole todos los días.
Pasó de largo ignorándolos, cuando escuchó la chillona voz de la azabache gritándole.
Se giró y ella le sonreía saludándolo de lejos con la mano
- Buenos días, Bankotsu- dijo la niña alegre.
El moreno se giró y la dejó gritando sola como una loca.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
Sí, de verdad que le gustaba escucharla gritarle como una demente todos los días.
-.-.-
-Qué malo, Bankotsu. Y yo que te creía una persona decente- exclamó su esposa con un puchero adornando sus labios.
La tomó del cuello y la acercó a él.
Sus alientos chocaron entremezclándose entre sí, y depositó un beso en los labios de Kagome.
La morena cerró los ojos y posicionó las manos sobre los fuertes pectorales de su esposo.
Sí, estaba bastante segura de que ése era el lugar donde quería estar.
Cuando se separaron por la falta de aire, los ojos del moreno brillaban con curiosidad inusual en ellos.
- Dime cuándo te enamoraste de mí.
La azabache soltó una carcajada y se acurrucó en el pecho de su marido.
- Deberían haberte puesto Narciso, presumido…
-.-.-
Una joven muchacha de trece años se encontraba buscando a su mejor amigo. Se había encontrado con el hermano del moreno, Jakotsu, en el camino y lo había visto muy concentrado en unas revistas de moda.
Se encogió de hombros.
A pesar de sus gustos raros, Jakotsu era una persona genial y habían conectado muy bien la primera vez que asistió a la casa del moreno.
Jakotsu le había negado con la cabeza, como respuesta a su pregunta de si sabía en donde estaba el moreno.
Hizo un puchero.
Sabía que Bankotsu necesitaba su espacio, pero el chico no había acudido a la mesa en la que comían todos los días en silencio.
Pasó más de media hora, y como mala persona con respecto a su paciencia, se había colgado su mochila al hombro y cruzó los brazos por sobre su uniforme.
Hacia frío.
Caminó un buen rato, cuando encontró al moreno atrás de los salones, besándose con una pelirroja.
Sintió su corazón romperse en pedazos.
Había escuchado sobre el amor pero creía nunca haberlo experimentado.
Se dio cuenta de su error al sentir un inmenso dolor en su pecho.
Entonces era verdad de que el amor te golpeaba y ni siquiera te percatabas de cuándo y con quien será la persona de la que te enamores.
Una sonrisa triste adornó sus labios y comenzó a alejarse de la escena en silencio.
Estaba bastante feliz de que se había enamorado una vez, aunque fuera de su mejor amigo.
Solo que a veces te das cuenta de que esa persona quiere enamorarse de alguien más.
-.-.-
-¿No crees que estas siendo demasiado dramática?- cuestionó el moreno irónicamente.
La azabache se cruzó de brazos.
Idiota.
- A veces creo que sigues siendo el mismo idiota de quince años, Bankotsu- advirtió la mujer.
- Entonces por eso no me hablaste en semanas- preguntó Bankotsu.
- Sip.
- ¿Y por eso jalaste de los pelos a Enju?- sonrió el moreno al recordarlo.
- No. Eso fue por ser lo bastante descarados como para no tener vergüenza y tragarse y manosearse como pulpos enfrente de mí.
El moreno soltó una carcajada.
A veces su esposa era lo bastante ingeniosa.
- Y tú, ¿Cuándo sentiste por primera vez que estabas enamorado de mí?- le devolvió la pregunta su mujer.
El moreno sonrió.
- Hablando de narcisicistas…
-.-.-
Bankotsu resopló frustrado.
Recién se habían enterado de las preferencias sexuales de su hermano Jakotsu.
Se frotó la cara con las manos y se acostó en su cama, mirando al techo.
A él no le molestaba que a su hermano le gustaran los hombres, de hecho, hace mucho que lo suponía y hacían bromas sobre ello todo el tiempo.
Pero en una de sus borracheras, se le escapó decirlo en voz alta.
Y su maldito viejo, que era un homofóbico los escuchó.
El viejo estaba lo suficientemente molesto. Ryu Hiba era un hombre que estaba más pendiente de su prestigio y su orgullo, que de sus hijos.
Había echado a Jakotsu de la casa, y el castaño molesto por la actitud de su padre le gritó que eso estaría mejor a estar soportando sus desprecios.
Jakotsu había hecho las maletas a toda velocidad y bajó corriendo las escaleras como si no soportara estar más en esa casa.
Su madre, con los ojos bañados en lágrimas le rogaba a su hijo menor que se quedase, pero el castaño estaba decidido a irse.
El moreno escuchó la puerta sonar y fue a abrirla, encontrándose con la azabache de pie, con unos jeans rasgados, converse y una blusa floja que dejaba su hombro al descubierto.
La observó con interrogación pintada en el rostro al ver su expresión enojada en el rostro.
- Kagome, qué demonios…- dijo el moreno, pero no alcanzó a terminar, al escuchar la voz furiosa de la morena.
- Hazte a un lado, Bankotsu, voy a hablar con ese estúpido hombre.
Y sin más, se hizo paso entre el umbral y el gran cuerpo de Bankotsu, aprovechando su pequeña altura.
Ése día había sido cuando escuchó a Kagome maldecir por primera vez.
Y también fue el día en el que Ryu Hiba recibió más insultos en toda su vida.
Aun recordaba la expresión seria de su padre, al tomar las maletas de Jakotsu y a ayudarlo a desempacar él mismo.
Estaba seguro de que estaban hablando en ése momento, y por la sonrisa de su madre, Midoriko, descifró que lo que fuera que hubiese hecho su chica había dado sus frutos.
Mirando al techo sonrió.
¿Su chica?
Negó con la cabeza.
Por el momento no pensaría en eso
-.-.-
La azabache lo miró con ternura reflejada en su rostro
- Y desde entonces no puedes vivir sin mí- se mofó divertida.
El moreno sonrió y negó con la cabeza.
La azabache bostezó y se acurrucó aún más si fuese posible en el pecho fornido de su amado esposo.
- Sabes que nos daremos mas calor si estamos desnudos, ¿cierto?- cuestionó el moreno con ironía.
- No. Aun no olvido lo entrometidos que son tus hijos.
- ¿Mis hijos? ¿Te recuerdo de quien salieron?- respondió el moreno con una sonrisa en el rostro.
La azabache se sonrojó pero no contestó nada.
A Bankotsu le sorprendía que después de tanto tiempo, aún se sonrojara como una virgen.
La miró a los ojos, y comenzó a despojarse de prenda por prenda.
-Bankotsu...- murmuró la azabache
-¿Si?
- Ninfómano.
El moreno soltó una carcajada y le besó la frente a su esposa, pero no por ello cedería a esos deseos.
-Kagome.
-Dime- respondió la morena.
- Estas condenada ¿Sabes?- cuestionó el moreno con una sonrisa ladina y el brillo del deseo reflejado en sus ojos.
Kagome lo acercó a ella y le plantó en los labios un beso cargado de pasión contenida
-Lo sé. Y no me importa desvestirte ahora, Bankotsu.
El moreno sonrió y siguió en su tarea.
Ambos se desvistieron mutuamente e hicieron el amor una y otra vez hasta el amanecer.
¿Quién lo diría?
Que por solo pensar que alguien está ebrio pasaran tantas cosas deliciosas
FIN
¿Qué opinan?
Espero que les guste y me digan qué les pareció por favor.
Tengo expectativas de ustedes así que espero comentarios favorables jajaja
Muchisimas gracias por los comentarios, me hacen inmensamente feliz... Bueno, aquí vamos:
La verdad lo siento por no responder ahora sus reviews pero tengo que escribir un ensayo y se supone que ya es mi hora de dormir ¬¬
Estoy muy contenta por que gané el 4to Lugar en el reto. GRACIAS POR SU APOYO :*
Buenas noches
Besos y que estén bien.
Linitha-chan*