Prompt: "Hey, you're in that one show? - Actor/Actress AU"

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SPEED DATING

Paró el motor del coche y salió. Instintivamente buscó, con las llaves en la mano, al mozo responsable del parking, pronto se dio cuenta de que en ese establecimiento no tenían esa clase de servicios.

Resopló con resignación, asomándose a la ventanilla del lujoso deportivo donde otro hombre miraba el local sin demasiado entusiasmo.

—¿Es aquí?

Su amigo, de un alborotado pelo castaño, sonrió.

—Aquí es.

El otro chico negó, mientras se colocaba una gorra de los Tigers para cubrir su llamativo pelo rubio y unas gafas de sol al estilo aviador para esconder también, sus poco comunes ojos celestes. Salió.

—¿Te he dicho ya que esto es una pésima idea?

—Eres tú el que estás cansado de que las chicas solo se fijen en tu nombre, ¿no?, pues esto es lo que necesitas, ¡un flechazo!

El rubio quedó un momento meditabundo y suspiró, arrugando la entrada a esa Speed Dating. Seguidamente, entró.

...

Una enérgica mujer que estaría en la cuarentena y su marido, al cual por supuesto conoció en una de esas citas rápidas, eran los responsables del lugar. Y mientras entregaban las correspondientes pegatinas y un rotulador a cada uno para que pusiesen su nombre, dieron las instrucciones a seguir, las cuales tampoco eran demasiado complejas: la chica siempre permanece sentada, eran los hombres los que cambiaban de mesa, cinco minutos de conversación, tres rondas y saldrías de la mano del amor de tu vida.

—¿Has oído Sora?, ¡así de fácil! —exclamó una joven de ondulado pelo castaño, al mismo tiempo que daba una alegre palmada.

Sora permanecía con la cabeza gacha, sin atreverse demasiado a mirar a los jóvenes que estaban al otro lado. Realmente no sabía como podría ser capaz de iniciar conversaciones con completos desconocidos si le avergonzaba el solo hecho de alzar la cabeza, de estar ahí. Observó a su amiga, Mimi, que se frotaba las manos como si estuviese a punto de entrar a un parque de diversiones. La idea había sido suya, obviamente, tras un currículo de desastrosas citas de Sora y ninguna relación estable a lo largo de sus veinticinco años de vida, su mejor amiga Mimi había decidido tomar las riendas de su vida amorosa, y Sora, desganada y desilusionada, había aceptado.

¿Quién sabe?, quizá entre todos esos sujetos se hallaba un hombre interesante, o por lo menos alguna posible amistad.

Alzó la cabeza, intentado mostrarse más receptiva con la idea, pero apenas le dio tiempo a escanear a los hombres, porque la amable anfitriona ya les indicaba las mesas que les correspondían.

Y el Speed Dating dio comienzo.

Primera ronda:

Ya habían pasado por su mesa hasta cinco hombres diferentes; un estudiante de medicina que tartamudeaba y tenía un problema de sudoración, un geek que le actualizó el smartphone, (cuando lo hizo, pensó que era una excusa para guardarle en la memoria su número, pero no, en verdad tan solo le había actualizado el smartphone), un vendedor de fideos ambulante cuyo tono de voz le hizo perder un poco de nivel auditivo, un estudiante de derecho que permaneció callado cuatro minutos y medio de los cinco que duraba la ronda, y un cadete de la policía que tan solo le habló de la chica anterior con la que había estado y que por lo visto, ya le había robado el corazón.

Era desolador, ninguno de esos jóvenes le llamaban ni un poquito la atención, pero lo más frustrante resultaba que para ellos, seguramente ella también fuese una chica poco interesante.

Medio tirada sobre la mesa, removía la pajita de su combinado, ni sabía lo que tomaba, Mimi era la que se lo había pedido, cuando notó la sombra del siguiente muchacho. Miró hacia arriba y tuvo que reincorporarse porque no había alcanzado a ver su rostro. Era muy alto, pero lo que le extrañó fue que su cabeza y su rostro estaban cubiertos por una gorra de béisbol y unas enormes gafas respectivamente.

Parecía incómodo y con un leve carraspeo, movió la silla y se sentó. Sora siguió todos su movimientos y… ¡Tiempo! Su sexta cita había empezado.

Permanecieron unos segundos en silencio, estudiándose, mejor dicho era Sora la que estudiaba al misterioso joven, mientras él se removía inquieto. No obstante, en seguida hubo facciones de su rostro que le resultaron familiares. Finalmente sonrió.

—¿Sales en el cine o algo? —cuestionó. En realidad le parecía imposible que un famoso actor estuviese en un cutre local siendo participe de una Speed Dating, pero le pareció que sería una forma amena de romper el hielo.

Le sorprendió que el muchacho, tras unos segundos de parálisis, volteó el rostro con un semi gruñido.

—¡Sales de verdad! —señaló Sora, pasando por su mente en tiempo record todas las películas que había visto recientemente con un alto rubio como protagonista. La imagen de Thori de los Vengativos le vino a la mente. Automáticamente leyó el nombre de su pegatina y por un momento lo desechó. Thori lo interpretaba Ishida Yamato y ese joven era un tal Takeru, no obstante, podría ser un pseudónimo.

Yamato logró reaccionar, dedicándole una sonrisa nerviosa.

—¿Le dices eso a todos?

Sora torció la cabeza, como tratando de mirarle desde otro ángulo.

—No, solo a los actores.

Yamato volvió a reír, girando el rostro, mientras apoyaba la mano en su gorra, haciendo involuntarios movimientos que delataban su inquietud.

—No soy actor.

—¿Y por qué no te quitas las gafas? —el chico encaró a la muchacha, serio.

—Tengo un complejo, un ojo mirando a Sapporo.

Sora alzó las cejas haciéndose la sorprendida, obvio que no se lo había creído.

—¿Y la gorra?

—Estoy calvo. —excusó rápidamente. Sora rió.

—Te has equivocado de cita, tendrías que haber ido a una a ciegas.

Yamato se llevó las manos a la cabeza y resopló abatido. Una cosa era que no quisiese a más chicas que solo buscaban su físico y su fama, pero presentarse como Quasimodo no le ayudaría tampoco a encontrar una chica. A fin de cuentas, lo primero que se miraba era el físico.

Cuando sacó el rostro enterrado en sus manos, le sorprendió no ver a la chica ante él. Se giró, sobresaltándose al encontrarla a su espalda.

—¿Qué haces? —y se agarró la gorra, porque pensó que era lo que pretendía la muchacha, desenmascararle.

Sin embargo, ella llevaba las manos a la espalda en actitud inocente.

—Miraba si también tienes joroba —sonrió, regresando a su asiento y Yamato, de nuevo paralizado por el inesperado comentario, no pudo hacer otras cosa que contemplar sus movimientos. Entonces se detuvo en su rostro por primera vez y pese a la oscuridad de las gafas, percibió a la perfección sus rasgos. Era bonita y su sonrisa producía un efecto contagiante. Lo descubrió cuando ya estaba sonriendo y fue entonces cuando la campana sonó y por primera vez, le costó abandonar una mesa.

Sora, emocionada por la identidad de ese torpe muchacho, apenas se dio cuenta de que otro chico ya estaba frente a ella. Reparó en él cuando le tendió la mano.

—Yagami Taichi, encantado —ni dio tiempo a que la organizadora diese la señal, lo que hizo que Sora tardase en reaccionar. Demasiado para Yagami que apartó su mano—, verás, soy el representante de Ishida Yamato —señaló al rubio que ya ocupaba la siguiente mesa. Sora abrió la boca alucinada por lo fácilmente que sus sospechas habían sido confirmadas—, el caso es que últimamente anda medio depre, dice que las chicas no le llenan y todas esas cosas así que… ¿qué te parece pasar una noche con él? —Sora no dio crédito a lo que oía—, sé que suena feo, pero no es en plan mal, he visto que le haces ojitos y tú eres la primera chica a la que ha sonreído, así que os vais juntos, os dais una alegría, él deja de estar deprimido y firma de una vez la secuela de los Vengativos —realmente ese joven no se iba por las ramas. Sora lo agradeció, pero también era verdad que no era fácil de asimilar lo que le acababan de proponer.

Y todavía en estado de shock, la primera ronda finalizó.

...

—¿Qué tal?, sí lo sé, son todos bastante frikis, pero yo creo que el médico te iría bien; cabal, responsable, aburrido. Harías buena pareja… —hablaba Mimi, combinado en mano, sin embargo, esta vez Sora no la escuchaba, quizá, porque estaba barajando otras posibilidades en su mente, en realidad solo una posibilidad llamada: pasar una noche loca con uno de los actores de sus fantasías.

—¿Y el alto de la gorra? —tanteó Sora. Mimi negó de forma exagerada.

—¿Un tuerto calvo?, Sora por favor, déjalo como última opción o penúltima si solo te queda el vendedor de fideos y él.

Y Sora miró a su amiga incrédula.

—¿En serio no sabes quien es?

Mimi se encogió de hombros, cuando ya era anunciada la siguiente ronda, lo que significaba que debían regresar a sus mesas, Sora lo hizo sin dejar de mirar a Yamato y pudo jurar que tras sus gafas de sol, él también la miraba a ella.

Segunda ronda:

Esta vez del futuro médico consiguió que le diese consejos de estiramientos para su muñeca castigada por el tenis que practicaba en la secundaria, del geek que le descargase la nueva versión del Cundy Crush, del vendedor de fideos la receta del perfecto yakisoba, del futuro abogado asesoría judicial por si finalmente se animaba a abrir su propio taller de diseño, el cadete siguió hablándole de la chica, pero esta vez a Sora le pareció hasta tierno y entonces llegó él, con su absurda gorra y más absurdas gafas de sol.

Se sentó mirándola, sin querer pasar desapercibido.

—Hola otra vez.

Sora sonrió. Su voz varonil y profunda, se sintió estúpida por no haberla reconocido antes.

Estuvo tentada de seguir con el juego del Quasimodo, más que nada, porque creía que si lo desenmascaraba, se enfadaría y saldría corriendo, pero se suponía que esta clase de citas era para conocer gente de verdad, no máscaras.

—Sé que eres Ishida Yamato —trató de sonar lo más comprensiva posible, pero no fue suficiente para borrar la sonrisa del joven.

—¿Otra vez con eso?, soy Takaishi Takeru y escribo anuncios en un periódico local.

En ningún momento desapareció la sonrisa de Sora, lo que perturbó al joven.

—Déjalo, me lo ha confesado tu representante, Yagami Taichi —señaló al moreno, que los saludó con la mano cuando Yamato se volteó a verlo.

Apretó los dientes furioso, mientras se quitaba la gorra y las gafas y las dejaba contra la mesa violentamente.

—¡Será subnormal!

Sin embargo su expresión rabiosa desapreció cuando se encontró con el rostro de Sora, que lo contemplaba sin pestañear. Su mirada resultó tan penetrante que hasta se sonrojó.

Carraspeó, desviando la vista.

—Perdona.

—Waa… —fue lo único que pudo decir ella. Era mucho más guapo en persona que en la pantalla, pero se resistió a decirlo en voz alta. Tampoco era cuestión de elevar más su ego.

Él la miró un poco de reojo, sintiéndose orgulloso del adorable color carmín que estaban adquiriendo sus cachetes, luego bajó la mirada y suspiró.

—No creas que suelo hacer este tipo de cosas, es solo que a veces, cuando eres famoso, la gente no se molesta en conocerte y… —detuvo sus explicaciones al sentir a Sora inclinándose hacia él. De repente su rostro estaba muy cerca, tan cerca que se reflejó en sus preciosos ojos rubí.

—Tu manager me ha propuesto una cosa muy rara.

Yamato hizo un gesto de desesperación.

—Mi manager es idiota, no hay que hacerle caso.

Sora, extrañada, regresó a su sitio.

—¿Por qué estás aquí entonces?, no es que alguien como tú necesite de esto para llenar su cama por las noches, ¿o sí?

Yamato tragó saliva apurado, imaginándose las barbaridades que Yagami pudiese haber dicho o hecho. Suspiró apesadumbrado.

—No es mi cama lo que quiero llenar… —musitó. Recuperó la compostura —. Perdona si ese memo te ha faltado, es buen tipo pero a veces, casi siempre, le pierde su bocaza.

Y ahora la que extrañamente se sintió culpable fue Sora, porque aunque no lo quisiese reconocer, por un momento había barajado la posibilidad de aceptar tal propuesta, de estar con ese hombre espectacular, con ese cuerpo de Dios, sin pararse a mirar si dentro de él había algo.

De repente lo sintió como un niño desvalido, alguien que necesitaba ser rescatado de algo, alguien que ansiaba que mirasen más allá de sus ojos. Sonrió, volviéndose a encorvar hacia él.

—¿Sabes qué?, vamos a irnos de aquí, juntos. Tu representante creerá que ya ha cumplido y te dejará en paz y mi amiga creerá que ya he encontrado el amor de mi vida y me dejará en paz, ¿qué dices, Quasi?, ¿te animas a huir conmigo?

No se lo pensó y dejó que la pequeña pelirroja de ojos carmesí le arrastrase a donde quisiera.

A la puerta del local fue al único sitio que llegaron, lo que a Yamato le causó cierta decepción. Por un momento se habría dejado llevar hasta el fin del mundo de la mano de esa muchacha, pero esas cosas tan solo ocurrían en las películas, que él tan cansado estaba de rodar.

—Ha sido un verdadero placer conocerte Ishida Yamato —dijo Sora, entregándole sus gafas y su gorra, ya que Yamato había considerado que en su huída al fin del mundo, no las necesitaría. Pero la realidad era diferente, se hallaba en medio de la ciudad y si no quería ser reconocido a cada paso, sería mejor camuflarse un poco.

En ese momento de intercambio, sus manos se rozaron con timidez, Yamato quiso alargar el contacto, pero no se le ocurrió nada en el momento y ella bajó las manos. Era una despedida. Lo lógico, ambos eran completos desconocidos, y por mucho que lo anunciasen, era absurdo creer que saldrías de la mano del amor de tu vida en una cita rápida de cinco minutos.

Cinco minutos no bastaban.

Detuvo sus pasos al ser consciente de lo que esto significaba.

—Creo que esto es una estafa —dijo, de una manera excesivamente autoritaria. Pero lo importante era que llamó la atención de Sora, que detuvo sus intentos de parar un taxi para concentrarse en él.

Llegó hasta ella y sonrió, bajándose un poco las gafas.

—¿En serio?, ¿cinco minutos y saldrás de la mano del amor de tu vida?

Confusa, porque simulaba un enojo real, Sora sonrió.

—No es muy creíble.

—Se llama publicidad engañosa —prosiguió Yamato—, y yo no dejo que me engañen.

La chica se sobresaltó. Creía que estaba bromeando, pero quizá se hubiese equivocado. De todas formas si alguien como él cargaba contra ese pequeño local no había duda de que lo hundiría. Eso le preocupó. Tal vez no encontrases al amor de tu vida pero sí era un sitio agradable donde conocer gente y quienes lo regentaban parecían buenas personas que en verdad creían en el amor. No se trataba solo de lucrarse con la desesperación de las personas.

Seguramente no le hiciese caso, pero debía intentarlo.

—Ishida-san, no creo que haya que tomarlo tan a pecho.

—Solo se me ocurre una manera de solucionarlo —dijo la estrella. Esbozó una sonrisa, pero no su clásica de las películas; sexy y arrogante. Esta era tímida—, tendrías que quedar conmigo otra vez.

Y cuando imaginaba a un Yamato sin escrúpulos enviando a todo un buffete de abogados contra el pequeño local de citas, se encontró con un inseguro muchacho que, ¿le pedía una cita?

Quedó momentáneamente paralizada.

—¿Cómo?

Yamato se rascó la nuca. No solía necesitar pedir citas, también era cierto que no solía conocer a chicas a las que quisiese pedir citas. Sus relaciones hasta ahora habían sido más carnales, digamos.

—Que igual cinco minutos es poco, pero con un poco más, tal vez… —susurró, llegando el color carmín a sus mejillas—. ¡Sería para evitar una demanda! parecen buenas personas —excusó y Sora sonrió.

Yamato la estrella siempre le había parecido sexy y se había planteado seriamente pasar una noche a su lado como le propuso su manager, en cambio Yamato, el que se escondía tras una gafas y una gorra le estaba pareciendo simplemente adorable. Y sí, le estaba pidiendo una cita.

Balbuceó, regresando en sí.

—Si es por ayudar a estas personas, tendré que acceder — se sonrojó y Yamato sonrió abiertamente.

—Entonces, ¿Qué te parece empezar por…— le hizo una leve reverencia—. Ishida Yamato, estrella de cine o algo parecido.

Sora le correspondió.

—Takenouchi Sora, diseñadora de moda o eso intento.

En efecto, cinco minutos no eran suficientes para enamorarse, pero tal vez sí para encontrar el amor.

-OWARI-

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N/A: lo empecé cuando la actividad de los 1000 post del topic sorato y ahora que por fin le dí un final, lo comparto.

No es gran cosa, pero es sorato XD

Soratolove/sorato4ever

2/3/16