N/A: Gracias por los mensajes de apoyo enviados. Iré avanzando poco a poco pero sin pausa. Muchas gracias de nuevo!
Capítulo 2 "Avanzando"
Un atolladero de ecos persistía en mi cabeza. "Pervertido" y "¡¿Qué le hiciste a mi hermana?!" fueron las últimas que recuerdo tras la enorme paliza que recibí a manos Nana. La visión me era todavía bastante borrosa y veía cómo las aspas del ventilador de mi cuarto se engrandecían al no poder enfocar bien con mis ojos. Parpadeé unas cinco veces para aclarar la vista y por fin comenzaba a ver algo. Mi cuerpo estaba entumecido; me costaba moverlo. Giré la cabeza hacia mi derecha y ahí estaba: Lala estaba abrazada a mí como si fuera un oso de peluche al que estrangular.
–Ay Dios… Salgo de un follón para meterme en otro… ¿Tengo mal de ojo o qué? –Supliqué en voz baja.
Los rayos del sol empezaban a entrar por mi ventana cuidadosamente. No quería despertarla, pero estaba tan agarrado a mí, que el mínimo movimiento que hiciera la molestaría. Así que, por esta vez, haría lo que en otros muchos casos me hubiera costado un infarto de miocardio.
–Lala, eh, despierta; se nos hará tarde. –Puse mi mano sobre su frente para despertarla con delicadeza.
Soltó un bostezo dulce y terciopelado; segundos más tarde, me abrazó con mucho cariño para darme los buenos días.
–¡Rito! Espero que hayas dormido bien con mi compañía je, je, je. –Decía de manera muy feliz.
–Bueno… No tuve pesadillas como cuando se cuela tu hermana, Momo, aquí. –Dije algo aliviado.
–Menos mal… Anoche cuando llegué a tu habitación, después de recuperarme de lo que me hicieron en la cola, tenías toda la cara llena de moratones e, incluso, una pequeña brecha en la cabeza.
–¿Cómo? ¿Una brecha en la cabeza? –Solté con los ojos como platos.
–Sí, sí, Rito, yo me quedé muy preocupada. Además, le eché la bronca a Nana por hacer tal barbaridad. Las saqué de tu cuarto y te recuperé con uno de mis artefactos.
Cuando escuché la palabra "Artefacto", sabía que nada bueno iba a pasar de aquí en adelante. Todo aparato que inventaba y se cruzaba en mi camino, me provocaba daños colaterales y palizas imperiales por malos entendidos. No obstante, estaba feliz de que gracias a ella siguiera vivo.
Me levanté de la cama y, Lala, me agarró de la camiseta. Un silencio sepulcral nos invadió a los dos de repente. No sabía el motivo por el cual no decía nada al instante. Ella era así de viva; en el momento que me captaba con su mirada, no hacía más que "Rito, mira esto", "Rito, tengo lo otro" etc. Y ahora, parece que piensa las cosas antes de decirlas. Tal vez, ella seguía igual y era mi imaginación la que hacía conclusiones equivocadas de los que yacía a mi alrededor.
–Rito, ¿Todavía sigues preocupado por lo que te pasó con Haruna? –Dijo con la voz muy floja.
–Um… Pues, sí; en parte. No se me va de la cabeza. Fue tan… Tan… Fortuito; que por más que quiera hacer como si no hubiera pasado nada… No puedo. –Afirmé.
Me sentía mal seguir avanzado en esta conversación con ella. No quería hacerle daño, ya que siempre había sido tan buena conmigo desde que nos conocimos. Decidí cortar la conversación a mi manera:
–Lala, debo ir al baño. Dejemos esta conversación. –Decía mientras me dirigía hacia la puerta.
–¡Espera! No tienes razón para poner esa cara de tristeza que llevas ahora mismo. Yo… Sé cómo se siente ella después del BESO que tuvisteis. –Exclamó poniendo cara de felicidad.
El corazón me comenzó a latir a toda velocidad. No me lo estaba creyendo… Verla a ella diciendo que sabe lo que me pasó con Sairenji… Hacía que me sintiera feliz y al mismo tiempo perdido. Presentía que aunque ella aceptara mi amor por mi compañera de clase, en su corazón había un pequeña grieta. Lo notaba.
–¿Dices que sabes cómo se siente ella tras nuestro beso? Entonces seguro que me odia… –Agaché mi cabeza por el miedo sentido.
–¡No, no! Para nada. Todo lo contrario; se le ve feliz. –Sonreía.
Levanté progresivamente mi cabeza y comencé a girarla en dirección a Lala. Mis pupilas se dilataron enormemente y una sonrisa, para nada forzada, emanó de mis labios para darle una respuesta positiva de cómo me había sentado la noticia a ella. Quería saber más datos de lo que sabía Lala de Sairenji, pero si me ponía a preguntar ahora mismo, llegaríamos tarde a clase.
Salimos de mi cuarto con paso ligero y me dirigí al aseo. Le pedí amablemente a mi hermana si mientras me vestía y lavaba la cara me hacía el favor de prepararme el desayuno. Sin embargo, estaba preparada para salir y me respondió que no. Entonces no me quedó más remedio que hacerlo todo a gran velocidad y rezar para que nos dejaran asistir a la primera hora. Al salir del baño, me crucé con Momo. Cuando me acerqué a ella parecía distraída. ¿Tanto le afectó aquella noticia? No sabía que hacer o qué pensar, así que, intenté seguirla con la mirada para ver que le pasaba; no obstante, al percatarse de que la estaba mirando, desvío su mirada y dijo en voz baja pero secamente:
–Estúpido, déjame en paz.
Me quedé en blanco por unos segundos tras haber asimilado ese insulto gratuito. Pensé seguidamente:
–Debo hablar con ella cuando vuelva. No puede cambiar de actitud una persona de la noche a la mañana.
Tengo que averiguar que es lo que le pasa.
Escuché que me llamaban desde la cocina y no tardé en dirigirme hacia allá, pues estaba muerto de hambre. En el transcurso de bajar las escaleras, vi pasar a Nana y la saludé como si no hubiera pasado nada. No era una persona rencorosa y no tenía nada en contra de ella. Me detuvo de golpe y estaba algo contraída:
–Oye, Rito, yo... yo... ¡Siento lo de anoche! –Decía con la cara roja como un tomate.
–Oh... No te preocupes, Nana. No pasa nada; está todo olvidado. –Sonreí.
Seguí descendiendo en mi camino por llegar a la cocina y por fin veía vía libre. Nadie más iba a detenerme en mi trayecto hacía mi comida preciada. Además, tenía que darme prisa, ya que necesitaba alcanzar a Sairenji para hablar con ella. Comenzaba a tener una cosa clara: debía decirle mis sentimientos por muy difícil que me resultara.