¡ODIO el conteo de palabras! ¡En serio!... En fin, aquí la conti ^w^
— LEYENDA URBANA —
2
Los rayos del sol inundaron el lugar, despertandole.
"Al final no fue tan difícil pasar la noche" —pensó mientras despertaba.
Y fue entonces cuando le invadió una sensación de opresión al darse cuenta de que no estaba en el hotel. Si no en una habitación olvidada por el tiempo y tumbado sobre una cama vieja que rechinaba al más mínimo movimiento. Se levantó, temiendo que se rompiese con él encima.
"¿Esto es mi imaginación? —pensó totalmente desubicado. Entonces tosió. Un inicio de lo que prometía ser un grandioso ataque de asma— No... ¡Estoy en las ruinas!"
La adrenalina derivada del miedo atacó su corazón haciéndole pensar rápido. Recordó manos humanas que lo arrastrarón dentro de la casa en la noche y como lo habían dejado noqueado. Salió corriendo del lugar temiendo por su vida.
A cuanto más corría por la casa buscando la salida todo comenzaba a tener un mejor aspecto. Como si los siglos nunca hubieran pasado. Las lágrimas se agolparon en sus ojos otra vez. Esta casa...
— ¡Es solo mi imaginación! —grito para convencerse completamente— ¡Nunca he estado aquí y este sitio no me importa lo más mínimo!
La poca convicción que gano se esfumó del todo cuando en el piso bajo se vio acorralado por un hombre y una mujer bastante entrados en carnes más un flacucho anciano decrépito. Los tres iban vestidos como si fueran vikingos del siglo XII.
Los tres miraban fijamente sus lágrimas con miradas preocupadas. Pero también algo más en sus ojos. ¿Así era como uno se sentía cuando alguien se alegraba de verte? Por alguna razón le recorrió un acto de infantilidad y se tiró a los brazos del gran hombre y se desahogo en su pecho. ¿Por qué estaba llorando? ¿Por qué abrazaba a ese tipo como si llevara años esperando para verle? ¿Eran ellos reales tan siquiera? Sinceramente, cuando el abrazo le fue correspondido protectoramente no le importó. ¡Hacía TANTO que nadie le mostraba ningún cariño!
Con la reencarnación de su hijo entre sus brazos, Stoick observó a su suegro, obligandose a confiar al menos un poco en la "sabiduría" y "videncia" del hombre.
— Dale tiempo, recordara —Old Wrinkly aseguró con la vista perdida. Supuestamente observando el futuro.
El joven, habiendo dejado de llorar, miraba al anciano que no sabía que era su abuelo, como si estuviera loco, hasta más que él mismo.
Valhallarama, decidiendo que este era uno de los pocos momentos en los que era realmente necesario comportarse como una madre.
— ¡Hey! —"rompió el hielo" posando una mano sobre su hombro— No hay porque llorar. Ya estas de nuevo con nosotros... —y de repente sus ojos se mostraron dulces y brillantes al susurrar— Hijo mio, mi Hiccup.
Hizo ademán de abrazarle, pero este la apartó con los ojos inyectados en sangre, para la sorpresa de los adultos.
— ¿Mi Hiccup? —él repitió hablando por primera vez, como un energúmeno.
Así era como lo llamaban para burlarse de él desde una carrera de cuatro personas en la que hizo el ridículo. Hiccup el Cuarto. "Hermoso" mote inventado por su primo. Lo odiaba. Sin embargo, ahora mismo se había olvidado de su verdadero nombre, siendo "Hiccup" lo único que podía procesar. Nunca se habían referido a él con ese termino en buena forma. Pero ahora esa estraña mujer que aseguraba, de alguna forma, ser su madre lo había hecho, imagenes inundaban su mente. Unas que tenían como protagonistas a él mismo vestido de vikingo más un pequeño y, él creyó, muy tierno, dragoncito de color verde y que no poseía dientes. Por eso tartamudeaba al hablar. Y él podía entender perfectamente lo que decía con sus actitudes y voz de niño mimado mientras descansaba en sus hombros.
— É-é-él ser MI Hiccup. ¡M-m-mio, solo mio! ¿E-e-entendieron Snobs? —decía para después pasar el hocico por la mejilla de su vikingo. En claro gesto de devoción. Mientras, su Hiccup no podía hacer otra cosa que reír y devolverle la caricia.
Su corazón comenzó a bombear rápido, entre emocionado y anhelante. Olvidó que se suponía que estaba en una excursión de instituto. Olvidó que sus compañeros y profesores probablemente ya estaban despiertos y buscandole como locos. Olvidó las leyendas de dragones. Olvidó el examen de cálculo que tendría la siguiente semana. Olvidó que seguía siendo 31de Octubre... Lo olvidó todo. A cero. Ahora mismo no era más que Hiccup, el heredero de Berk, el chico que lo mejor que se le daba era todo lo relacionado con...
— ¡TOOTHLESS! —gritó repentinamente a pleno pulmón haciendo que su familia se tapara los oidos. Stoick mirando a su esposa con cara de "mira lo que hiciste".
¿Donde estaba? ¡¿Donde habían metido a su amado dragoncito?!
Un ruido venido del exterior fue su respuesta. Donde los adultos habían escuchado un rugido ensordecedor que provenía de los bosques. Hiccup había entendido palabras. Palabras que no le gustó oir.
— Le pasa algo malo —aseguró y no perdió tiempo en salir corriendo hacía el bosque como si le ardiera el trasero gritando—. ¡YA VOY AMIGO!
Ni cuenta se había dado de que las ruinas que dejaba atras ya no eran ruinas. Si no un esplendoroso pueblo con todo lo necesario para vivir. Sus habitantes, vikingos rudos, vikingas ruidosas, niños traviesos, dragones de todas formas y colores, fueron desapareciendo poco a poco mientras su príncipe se esfumaba entre los árboles. Dejando solo cadáveres y destrucción.
