El mundo y los personajes de Digimon no me pertenecen.
Esta historia es para HikariCaelum, por su cumpleaños.
Grabados en la luz
Prólogo
—Creo que vi una estrella fugaz.
Hikari Yagami parpadeó. Estaba cansada y sabía que pronto se quedaría dormida si se permanecía más tiempo inmóvil, pero sabía que era su culpa. La noche anterior se había quedado despierta, más de lo necesario, para estar con Tailmon. Su compañera digimon la miraba atenta, siempre atenta, y ella comenzaba a pensar que la calidez de sus ojos azules le recordaban a la mirada de su mamá. Curiosamente, Patamon y Takeru tenían una mirada del mismo tono pero diferente a la vez. En los ojos de Takeru había más... Tristeza. Demasiada para un niño pequeño.
Miró hacia arriba, aunque sabía que ya no sería capaz de ver la estrella que rasgó el cielo. Nunca eran más que finitas porciones del tiempo.
Sobre ellos se extendía el negro lleno de puntos blancos, un cielo que los observaba al mismo tiempo que ellos a él. Hikari se preguntaba si, en medio de tanta oscuridad, los puntos luminosos no eran otra cosa que las luces de los edificios del mundo real.
Después de todo, recordó, ellos habían visto el Mundo Digital a través de franjas que cruzaban el firmamento un par de días atrás. ¿O eran solo horas?
—Mamá siempre dice que los deseos a las estrellas fugaces son más efectivos que los de los cumpleaños—comentó, tratando de no alzar demasiado la voz.
A pocos pasos de ellos, más lejos del fuego que Agumon había encendido, dormían Taichi, Koushiro y Sora junto a sus guardianes virtuales. Les había costado trabajo a los dos pero después de una discusión acordaron que ellos podían hacer guardia si ambos se quedaban despiertos y los llamasen ante el menor problema. Habían accedido sin pensarlo demasiado, era lo mejor que iban a obtener.
Hikari se mantuvo firme en la idea, Takeru aún más: ellos también podían ayudar.
Era la tercera noche desde que Yamato, Mimi y Jou habían elegido tomar caminos diferentes. Era la tercera noche, la más fría de las que habían pasado, y la más silenciosa.
Takeru parecía sorprendido, de repente. Quizá no esperaba que ella le contestase, tal vez no pensó que había hablado en voz alta.
—No estoy seguro si las estrellas fugaces cumplen deseos.
—¿Por qué no?
Takeru no habló de nuevo.
Hikari se acercó un poco al fuego cuando la brisa nocturna la sorprendió con una caricia. Las noches en el Mundo de los Digimon se volvían muy frías cuanto más oscurecía el cielo. Pensó que no podría ponerse más oscuro, pero se equivocaba. Las horas eran más largas que en la Tierra.
Hikari siempre había resentido el frío. Le recordaba a días soleados que no ayudaban a subir su temperatura, a tardes arropada en las sábanas y frazadas, a hospitales… A los ojos tristes de su hermano cuando iba a tomarle la fiebre.
—Yo sí creo—dijo ella. Takeru se quedó callado—… hace unos años, cuando nos mudamos a Odaiba, pedí un deseo a una y se cumplió.
Eso pareció revivir su curiosidad.
—¿Qué pediste?
—Pedí volver a ver a Koromon.
Takeru frunció el ceño. Sus ojos pasaron de Agumon, que dormía profundamente junto a Taichi, hacia Tailmon, como si no entendiese. La felina se había acurrucado en el regazo de Hikari, y por su tranquila respiración parecía haber seguido los pasos de los otros.
Los digimon estaban cansados así que solían aprovechar más minutos para dormir, incluso más que cualquiera de ellos.
—¿Por qué querías ver a Koromon?
Giró la cabeza, intrigada. —¿Taichi no les contó sobre nuestro Koromon?
Takeru se esforzó por recordar pero no podía pensar con claridad. Sí, Taichi había dicho algo. No podía recordar específicamente cuándo o qué. Mencionó a Koromon, o tal vez a Greymon, en Hikarigaoka. No había otra cosa más allá. Salvo lo que habían visto cuando Hikari se los mostró en un sueño real.
—Creo que sí.
El rostro de Hikari se iluminó con una sonrisa.
—Un Koromon apareció en nuestra casa una vez pero tuvo que irse—le explicó, sonriendo. Se sentía bien poder contárselo a alguien—. Yo era pequeña, pero me acuerdo. Mi hermano lo olvidó pero yo no lo hice. Koromon creció y luego peleó contra un ave. Entonces, nos dejó.
Takeru sonrió, un poco. Él sabía, gracias a Hikari y a los seres que habían hablado con ellos por ella, a lo que se estaba refiriendo. Todos habían sido testigos de esa misma pelea. Era la pelea que había hecho que ellos se volviesen elegidos.
—Yo había pensado que fue un sueño. Yamato tenía unos binoculares, me hacía mirar las estrellas, y entonces los vi pelear en la calle, como salidos de la nada. Le dije a mamá que vi monstruos fuera de la ventana, ella me dijo que los monstruos no existían.
—Los monstruos existen—Hikari había visto uno de primera mano. Había matado al amigo de Tailmon, había amenazado con destruir la ciudad y lastimar a mucha gente para buscarla a ella. Imaginó que Takeru había visto muchos más.
—Sí—suspiró— Existen. Mi mamá se equivocaba con eso. ¿Crees que me equivoque con las estrellas fugaces, también?
—No lo sé—aceptó ella—. Pero en este mundo ocurren cosas mágicas… Seguro que aquí tus deseos sí se vuelven reales.
Takeru le dio una gran sonrisa.
—Me gustaría que volviésemos a estar todos juntos.
—Creo que lo estaremos. Tailmon dijo que, a veces, distintos caminos llevan al mismo lugar.
(***)
—Hikari siempre se pierde cuando escucha hablar de las estrellas—explicó Mimi a Sora, mientras se sentaban junto a la pequeña Yagami—. Recuerdo una vez en la que nosotras estábamos en la sala de computación con Koushiro y Takeru… ¿recuerdas cuando Diablomon regresó? Fue entonces. Cuando ella vio una estrella por la ventana se quedó mirando embobada y sé que le habría sacado fotos si pudiera. Creo que Takeru hizo lo mismo. Al menos no siguieron el ejemplo de Koushiro… ¡quedarse dormido!
Miyako soltó una carcajada al escuchar el último fragmento. La escena había quedado grabada eternamente gracias a Hikari.
—Y tú poniéndole libros en la cabeza—Sora medio regañó, aunque sonreía.
—Él se lo buscó. ¡Quedarse dormido cuando estoy de visita!
Miyako parpadeó al leer las letras negras sobre el rosa de la tela salpicada por estrellas plateadas que resaltaron cuando la chaqueta de Mimi se movió. El diseñó de las letras capturó su atención. Durante un segundo, olvidó que debía saludar a sus amigas reunidas. Ladeó la cabeza a un lado, intrigada. Hikari sonrió. Ella solía girar la cabeza detrás de la cámara para buscar nuevos ángulos. Taichi siempre se reía de ella porque, según él, hacia muecas graciosas. Lo entendía mejor después de ver a Miyako torcer el gesto en confusión.
—¿JATHK, Mimi-oneesama?
Mimi la miró un segundo, con los ojos muy grandes, sin comprender y luego recordó el estampado de su remera. Asintió, con una pequeña risita. —Sí, es una nueva banda musical. No es muy famosa, ¡pero es muy buena! Aunque Michael dice que esconden mensajes subliminales sobre dominar al mundo en sus canciones. Y sobre sombreros.
Hikari se perdió en la última parte. Miyako y Sora, también.
—¿Sombreros?
Mimi se encogió de hombros.
Sora no puedo evitar reír. —Recuerdo cuando Yamato se quejaba del rumor que circuló en la red sobre su noviazgo con la chica misteriosa, ya saben, a la que le dedicó una canción en su álbum. Nunca se dijo nada sobre mensajes escondidos.
—¿Aún no te ha dicho el nombre de la chica misteriosa?
Desde que Gabumon le contó a Agumon esa historia, había dejado de ser un secreto.
Sora negó suavemente. El cabello rojizo acompañó el movimiento. —Dice que así es mejor, que esa canción es para ella y que ella no necesita su nombre en todas partes para saberlo. Él mismo se la llevó en una grabación al hospital antes de la operación.
Hikari pensaba que solo Yamato conocía todos los detalles de la composición de esa música en especial, quizás la desconocida veía atisbos en la creación, pero ella entendía su necesidad de mantenerlo para sí mismo. A pesar de lo mucho que había cambiado, Yamato Ishida seguía siendo muy privado con sus sentimientos.
Mimi sintió su sonrisa crecer en su rostro, apoyando su barbilla sobre las palmas de sus manos. A veces era tentador preguntarle por qué tenía tantas cosas de estrellas. Su tiara, en su remera y, en algún momento, destellando en su cabello.
—Yama-chan puede tener gestos muy dulces.
—No me llames así.
Taichi, que llegó junto a Ishida, le pasó un brazo alrededor de los hombros, sus ojos chispeando con diversión. Hikari sintió su propia sonrisa crecer. Su hermano tenía ese efecto en la gente, especialmente en ella. Como si él fuese el sol radiante y ella, la luna que reflejaba su luz.
—Oh, ¿por qué no, Yama-chan?
Ishida le dio una mirada glacial.
—Cállate, Taichi.
El mayor de los Yagami se burló en voz alta. Yamato rodó los ojos sin cambiar la expresión de su cara, toda la postura de su cuerpo relajada.
Hikari sabía instintivamente que se trataba de un acto.
—¿Dónde están los demás?—preguntó Taichi, después de darle un rápido abrazo a Sora. La pelirroja había sido siempre una de sus chicas, una de sus mejores amigas de toda la vida y hacia mucho que no se veían—. Pensé que nosotros llegaríamos al último.
Sora se quedó prisionera de su abrazo, sonriendo. Ella había sido siempre renuente a a recibir muestras de afecto pero era difícil rechazar a su mejor amigo. Taichi tendía a tener encantadores gestos cariñosos sin darse cuenta, era pésimo en ellos cuando era conciente.
—Jou estaba tratando de llegar, dijo que se le hizo tarde.
No solo los recién llegados rodaron los ojos.
Miyako se apiadó de él. —Jou siempre se esfuerza demasiado con sus estudios.
—Él quiere ser el mejor—explicó Sora, regresando a su lugar. Yamato no era tan efusivo como Taichi, así que no quedó atrapada en sus brazos mucho tiempo—. Implica algunos sacrificios.
—Koushiro no quiso venir conmigo—declaró Mimi, con el ceño fruncido. Sus uñas rojas chocaron contra el vaso de vidrio—. Estaba arreglando unos detalles de su último proyecto. Me prometió que llegaría a tempo.
—¿Su último proyecto?—preguntó Miyako, tomando otra galleta y contemplándola como si tuviese algo importante que revelarle—. ¿Esa máquina extraña que estaba dibujando la vez que fui a visitarlo?
Mimi asintió. —Dijo que Wallace lo ayudó a diseñarla, no quiso decirme lo que hace (o lo que se supone que hará) pero me dijo que sería un gran avance para la ciencia. Y que, por alguna razón, Wallace quería usar a Daisuke de conejillo de indias.
—¿A Daisuke?—se quejó Miyako, acomodándose las gafas que se deslizaron con su salto abrupto— ¡A él siempre le tocan cosas divertidas!
Sora abrió la boca para decir que no pensaba que ser un conejillo de Indias era divertido —y que ella no podía imaginar a Daisuke aceptando serlo— pero selló sus labios y no dijo nada. Yamato le dio una mirada extrañada desde su lugar junto al mayor de los hermanos Yagami. Resultaba curioso lo conciente que él era, a veces, de todo lo que pasaba a su alrededor.
Cuando eran niños, sentía que los ojos azules de Yamato eran capaces de ver hasta el más recóndito rincón de su alma.
—¿Ibas a decir algo, Sora?
—Sí—replicó, pensando rápido. No tenía sentido comentar sus pensamientos— ¿Qué sabes de Takeru?
Yamato torció los labios. —La última vez que hablé con él fue que me pidió que los reuniese a todos aquí. Fue a visitar a nuestra abuela a Shimane la última semana. Quería darnos una sorpresa, aunque todavía no tengo idea de que puede ser.
Hikari sonrió, complacida. Ella sí sabía de que se trataba y le hacia sentir un poco feliz el saber que su amigo le había confiado algo a ella y no su hermano mayor. No era ninguna sorpresa, en realidad. Takeru y ella habían compartido, desde pequeños, secretos que no le decían a nadie más. Era su parte de su relación, lo que los había unido. Hikari solía contarle todo a Taichi, no tenía grandes secretos para su hermano, pero Takeru… Takeru había escuchado sus temores tontos e infantiles, la escuchó con paciencia y le reveló cosas a cambio. Y fue a Takeru, no a Taichi, a quien ella le comentó lo mucho que lamentaba haber estado enferma al inicio del campamento de verano cuando empezaron las aventuras. Y fue Takeru, nadie más, a quien le habló de sus pesadillas con la oscuridad antes y después del Mar Oscuro. Miyako también ayudó, su amiga era siempre una ráfaga de promesa de libertad, pero Takeru… Era Takeru.
A veces se sorprendía de lo simple de su relación. Otras, deseaba poder huir de la complejidad. Quizás, en algún momento de su vida, había pensado en él como un hermano. Al principio, tal vez, cuando sus manos eran muy pequeñas y él la protegía por pedido de Taichi. Pero fue una idea rápidamente desplazada, porque ella tenía un hermano y Taichi era el mejor hermano del mundo. Bueno, lo era la mayor parte del tiempo.
Takeru, en cambio… Era distinto, era especial. Aún no llegaba a comprenderlo del todo.
—Me sorprende que Iori no haya llegado—suspiró Miyako y Hikari sacudió la cabeza. Siempre se quejaba de que Takeru era el distraído pero ella podía ser peor que él—. Sé que Daisuke iba a pasar a buscar a Ken pero… Iori jamás se retrasa sin razón.
—Es un estudiante, Miyako—le recordó Sora, con suavidad. Tenía ese gesto amable, siempre amable, grabado en el rostro y en los ojos. Su cariño era tan cálido como el sol, infinitamente más sensible—. Él tiene más responsabilidades ahora.
—Sí…
Cuando Koushiro interrumpió la reunión, Hikari sintió su estómago pesado. No era por lo abrupto de su llegada, que era normal considerando las circunstancias, sino por su expresión extrañamente ausente. Si todo hubiese estado bien, él se había integrado a la reunión bajo los atropellos de Yamato y Taichi —a quienes se les congeló la expresión al ver el semblante del pelirrojo. Estaba pálido, más de lo usual, y sus ojos oscuros parecían hundirse más y más con cada paso. Era un Koushiro preocupado y, un Koushiro Izumi preocupado nunca, nunca, era una buena señal.
Mimi saltó para llegar a su lado antes que todos los demás.
—¿Koushiro, qué pasa?—la urgencia en su voz era evidente para los oyentes.
—Es…—Cuando Koushiro se quedaba sin palabras para explicar algo, era peor señal. Hikari sintió un escalofrío en su columna y, por alguna razón, supo que las cosas iban a ir muy mal— Me llegó un mensaje de Iori. Takeru…
—¿Qué pasa con Takeru?—dudó Yamato, acercándose con brusquedad.
La última vez que había hablado con su hermano todo había parecido bien pero le había llamado la atención que no lo hubiese vuelto a llamar después de concertar la reunión.
Taichi se levantó de su lugar, una nueva serenidad sustituyendo el fuego bajo su piel, y una de sus manos tocó el hombro de Yamato. Hikari vio como los ojos azules se arrastraban desde la mirada Koushiro hasta toparse con la de Taichi. Fue una eternidad ínfima en la que se miraron el uno al otro, sin decir nada.
Al final, los hombros de Yamato se relajaron levemente.
—¿Qué decía el mensaje? —preguntó Taichi, volviendo su atención al pelirrojo.
Koushiro habló rápido. Porque si había algo más intimidante que Taichi o Yamato enfadados, eran Taichi y Yamato enfadados.
—¿Recuerdas el blog en el que estaba trabajando?
—Sí—replicó Taichi, sin dar vueltas. Takeru tenía un blog desde sus años en la secundaria—. Lo usaba para contactar con los otros niños del mundo, entre otras cosas.
—Alguien lo cerró esta mañana.
Mimi fue la primera en romper el silencio. Le dio un golpe en el brazo. —¡Esa cara porque cerraron el blog de Takeru! ¡Me asustaste, Koushiro!
—No es porque cerraron el blog de Takeru.
—¿Entonces?
—Más bien parece como si él lo hubiese cerrado, me sorprendió porque el otro día comentábamos algo que se le ocurrió para hacer. Le envié mensajes pero no me contestó, y tenía la esperanza de encontrarlo aquí. Le dije a Iori que pasase por su casa... Porque ellos viven en el mismo edificio y sabía que Miyako no estaría por allá… Iori me contó que Takeru le había prometido pasarlo a buscar y que ya estaba en camino porque no había ido. Estoy preocupado porque Takeru no estaba en su casa, pero su teléfono, su computadora… Todo lo demás, sí. Takaishi-san tampoco estaba.
—Tal vez estaba viniendo a vernos—susurró Sora, pero sus ojos reflejaban inquietud. Se acercó a Yamato, una búsqueda para consolarlo, y le tocó el brazo en señal de apoyo.
Koushiro negó con la cabeza. —Sus llaves estaban sobre la mesa, la televisión encendida y también había algo en el fuego… Iori me dijo que nadie lo había visto salir del edificio.
—¿Crees que fue al Mundo Digital?—preguntó Taichi.
El joven Izumi le sostuvo la mirada —buscando algo dentro del mar chocolate— y luego, levemente, hizo un gesto afirmativo. Abrió su computadora portátil en la mesa y comenzó a teclear apresuradamente, como si tuviese que ahorrar el mayor tiempo necesario.
Hikari había dejado de prestar atención.
—La puerta al Mundo Digital está cerrada.
Taichi se asomó por encima de su hombro. —¿Cerrada? ¿Desde cuando?
—Esta mañana.
Hikari comenzaba a sentir vértigo, tuvo que aferrarse a la silla para sostenerse en la misma posición.
—¿No puede ser una coincidencia?
—Puede—dijo el pelirrojo, aunque se veía intranquilo—, o puede que no. Nuestros digivices no sirven para abrir las puertas como sí lo hacen los D3, por eso pensé que lo mejor sería venir aquí e intentarlo con los de ustedes.
Miyako asintió efusivamente. Ella había buscado en el interior de su bolso el dispositivo digital blanco y rojo que había caído en sus manos cuando era apenas una niña. Por costumbre, ninguno de ellos se separaba demasiado de una de las pocas conexiones físicas que tenían con el Mundo Digital.
—Puerta al Digimundo, ¡ábrete!—entonó Miyako, apuntando hacia la pantalla.
La ventana en el monitor se encendió. Y Hikari soltó un suspiro de alivio, uno que no sabía que había estado reteniendo. A pesar de que habían transcurrido años desde que vencieron a BelialVamdemon y que Oikawa había prometido que la puerta quedaría abierta permanentemente, la inestabilidad del puente entre ambos mundos aún no se había normalizado y aquel sueño de la convivencia entre humanos y digimon con normalidad seguía siendo eso… Un sueño. Más próximo que antes, sin duda, pero todavía lejano.
—Debemos esperar a Ken y a Daisuke—susurró Koushiro—. Iori me dijo que él viene en camino. Contacté a Gennai y me dijo que nos estará esperando en su casa. Él debe tener algunas respuestas para nosotros.
Yamato lo fulminó con la mirada. —Mi hermano está desaparecido, no me quedaré aquí esperando.
Levantó su Digivice incluso antes de que Sora o Taichi pudiesen preverlo y su dispositivo móvil reflejó la imagen de la pantalla.
Nada pasó.
Hikari no escuchó la discusión que se abrió paso a pocos metros de ella cuando Taichi repitió el intento con los mismos resultados, tampoco quiso escuchar el miedo en la voz de Miyako cuando habló de que nunca había ocurrido algo así antes, ignoró la preocupación en las voces de sus amigos al ver que algo grande, más grande de lo que habían pensado antes, estaba ocurriendo, las inquietudes en las miradas perdidas. Porque, sino lo hacía, se enfermaría de preocupación.
Ninguno de ellos había podido cruzar la barrera cuando lo intentaron.
La computadora de Koushiro seguía en la misma posición exacta y en la pantalla, la puerta al Mundo Digital.
Seguía abierta.
Llamándola.
Su D3 se sintió cálido en la palma de su mano. Y, escuchó el grito de Taichi '¡Hikari, no!' la luz azulada ya había irrumpido en la habitación y la arrastraba hacia el interior, hacia el Mundo Digital, hacia Takeru.
Esperaba.
Deseaba.
Necesitaba.
(***)
El ocaso los había recibido con el cielo naranja y rosa reflejándose en el mar. Aún no comprendía como habían podido llegar al Mundo Real ni entendía exactamente lo que había sucedido esa tarde. Pero estaban en casa, no había quedado apresada en ese mundo oscuro y era un alivio.
Takeru Takaishi estaba a unos pocos pasos de distancia del agua tranquila que cepillaba las costas. Sus huellas dibujándose en la distancia que los separaba. Patamon y Gatomon ya no eran sus ángeles protectores y se mantenían a cierta distancia, como si temieran romper la quietud.
Hikari sintió que eran a la vez inquietantes, y maravillosas, las dos realidades que podía comparar ahora. Takeru, bañado con la luz del sol. Takeru, en gris y negro. Creyó que los dos eran legítimos. Y que eso no era lo importante.
—Vivimos en un mundo de colores —la voz de él, clara y segura, rompió con el silencio apacible—. Pero solo después de haber estado en ese sitio que no conocemos es que me doy cuenta de que no todos los mundos son así.
A Hikari no le sorprendió que sus pensamientos hubiesen estado en sintonía.
Pero ya no quería pensar en eso. Las sombras que la habían arrastrado, esos ojos amarillos que la había seguido y anhelado solo por ser la elegida de la luz. A veces, odiaba su emblema. No por lo que representaba sino por todo lo contario, parecía llamar a la oscuridad con más ímpetu de lo necesario.
Sus pies la arrastraron hacia donde estaba su amigo, la sombra deslizándose en el suelo para escapar del encuentro con el mar.
Era lo que ella quería hacer en ese instante.
—Te llamé para que fueras a buscarme—susurró, como si fuese la primera vez que era conciente de ese hecho. No sabía como había ocurrido, fue demasiado rápido en demasiados niveles—. Y lo hiciste... Gracias, Takeru-kun.
Él le dio una sonrisa, la preocupación que antes había nublado su mirada se había desvanecido. Cargó a Patamon en sus brazos, aliviado y tranquilo.
—Habrías hecho lo mismo por mí.
Hikari no contestó. No había demasiado que decir ante eso salvo prometer que sí, que lo haría. Y ya había dicho una vez que no todas las promesas se hacen en voz alta. Los ojos de Takeru volvieron a fijarse en el mar azul.
Hikari lo imitó, preguntándose si él miraba aguas negras en la espuma de las olas.
—¿Crees que volverán por mí? —no pudo evitar preguntar. Su voz reflejó su inquietud.
Una sombra cubrió el rostro de Takeru.
—No lo sé.
—No quiero ir nunca más.
—Entonces no tienes que hacerlo.
—¡Hikari-chan!—la voz de Daisuke, fuerte y alarmada resonó en la distancia. Los gritos de Miyako no tardaron en unirse a los de él. Y cuando vieron a Iori, eran varias más las siluetas que se arrastraban hacia done estaban en ellas.
Ella sonrió, sintiéndose culpable, cuando divisó a sus tres nuevos compañeros de aventuras y a los digimon que los acompañaban. Seguramente se habían preocupado por su desaparición tanto como Tailmon y Takeru.
—Vamos con ellos —replicó su mejor amigo, como leyendo sus pensamientos—. Seguro quieren saber lo que pasó.
—Takeru—lo llamó después de que lo vio alejarse de la orilla, regresando hacia tierra firme—¿Y si no puedo evitarlo? ¿qué pasará?
Él le dio una sonrisa.
—Creo que ya sabes la respuesta a eso, ¿verdad?
La sabía.
(***)
Cuando tenían ocho años, Takeru dejó de llorar para protegerla y cayeron juntos al vacío. Cuando tenían once años, Takeru se había lanzado a un portal sin saber hacia donde se dirigía, solo porque había escuchado su voz.
Ahora era su turno.
Espérame, Takeru.
N/A: Bueno, antes que nada… ¡Feliz cumpleaños, Hikari! (¿o ya vendría siendo un no-cumpleaños por la diferencia horaria?) No importa ya, tienes la excusa de que siempre se puede festejar un poco más ;) Espero que te haya gustado este inicio, la verdad es que... ¡te mereces mucho más!
Empecé a escribir esto con una intención muy distinta, creo que pasa siempre, y al final terminó siendo un prólogo para otra idea que tomó vida y no me di cuenta hasta que terminé de leerlo, creo que no será muy largo pero no me hagas caso en eso último porque ya sabes... Trataré de actualizar pronto, y con suerte terminarla antes del mes próximo jajaja.
Aún no me decido que edad tienen aquí, supongamos que es una línea de tiempo alternativa futura a Tri XD