Bueeeeeenas! Hoy estoy aquí para publicar un fanfic q ni siquiera recordaba haber escrito. Un día tuve un sueño retorcido y lo utilicé vilmente para hacer un fic de Durarara. Solo tiene siete cap pero puede que caiga alguno más, ya q tengo q revisar ortografía y cosas por el estilo. Feliz segundo de mes a todos!
Durarara no me pertenece.
Acción!
Capítulo 1 - Máscaras venecianas
El sol se levantaba de nuevo, dando comienzo a un nuevo día en Ikebukuro. Ese lunes amenazaba con ser igual de aburrido que el resto de días y eso le enfadaba hasta el punto de querer ir a Shinjuku a golpear a cierto informante. Informante que llevaba desaparecido más de dos semana, por cierto. Al principio disfrutó del ambiente pacífico y se dedicó a cumplir con su trabajo y a conversar con Celty si se la encontraba, después continuó disfrutando solo del ambiente (ya que Celty, al no recibir trabajos de Izaya, decidió pasar su tiempo con Shinra) y de los paseos que daba por Ikebukuro. Esto último se debía a las inesperadas vacaciones con las que Tom le había premiado diciéndole: "Te las has ganado, Shizuo. Aprovecha que Orihara no está en los alrededores". Shizuo se fue a su casa gruñendo y con las manos en los bolsillos. Medio contento por las vacaciones y medio enfadado por la mención de la pulga.
Y así se encontraba él ese lunes. Sentado en un banco del parque fumando y mirando al cielo, pensando en nada en especial mientras "disfrutaba" de su segundo día de vacaciones y su tercera semana de relajación debido a la ausencia de Izaya.
Pero tanta tranquilidad le aburría.
Le aburría terrible y mortalmente.
Se aburría de tal manera que, por primera vez en su vida, deseó captar el aroma de la maldita pulga.
Cuando advirtió el giro que estaban tomando sus pensamientos, sacudió la cabeza con fuerza y unas ganas tremendas de golpearse contra una pared le llenaron. ¿Pero qué demonios estaba pensando? Se quitó el cigarrillo de la boca y, mientras soltaba una última bocanada de humo, lo tiró al suelo para después pisarlo. Estaba a punto de levantarse para marcharse cuando le pareció escuchar el nombre del informante en boca de unos estudiantes que pasaban por allí. Los dos chicos se sentaron en un banco cercano al suyo y continuaron con su conversación, ajenos a que un rubio vestido de camarero les escuchaba atentamente.
- Oye, ¿te has enterado? Dicen por los grupos que Orihara Izaya ha desaparecido. Que tenía problemas con los yakuza y ha huido.
- ¿En serio? Yo he escuchado que cabreó a la mafia rusa y que estos se encargaron de él. Ya sabes a qué me refiero.
- ¿Estás insinuando que le mataron? Jajajajaja. Eso es completamente imposible. No creo que nadie sea capaz de matar a Orihara Izaya. Ni siquiera Heiwajima Shizuo ha conseguido provocarle heridas mortales.
- Tienes razón. Total, no son más que rumores.
Ya había oído suficiente. Shizuo se levantó y se dirigió a su casa mientras encendía otro cigarrillo.
Había pasado casi un mes desde que Izaya había desaparecido del mapa y los habitantes de Ikebukuro agradecían a los dioses por ese maravilloso regalo, ya que los destrozos urbanos habían disminuido considerablemente. Shizuo se encontraba, como cada mañana desde que su jefe le había dado vacaciones, paseando por las calles. Iba tan sumido en sus pensamientos que no oyó cómo alguien le llamaba. Solo advirtió que ya no estaba solo cuando alguien se colgó de su brazo. Bajó la mirada y vio unos ojos conocidos ocultos tras unas gafas.
- ¡Shizuo! ¿Es que no me oías? ¿Me estabas ignorando? – gritó de forma dramática un joven con bata de laboratorio
- Shinra…
Shizuo parpadeó y se quedó mirándole fijamente. Después levantó la cabeza y comenzó a buscar a Celty, haciendo caso omiso de los gritos de Shinra.
"¡Shizuo! ¡Lo siento! Shinra saltó de la moto en cuanto te vio y no pude impedir que…".
- Tranquila. La verdad es que me aburría.
- ¡Oh, es cierto! Estás de vacaciones, ¿no?
- Sí.
- ¿Hasta cuándo?
- Supongo que hasta que Tom-san regrese de su viaje.
"Parece que no te estén sentando bien las vacaciones".
- Debe ser que no estoy acostumbrado a tanta tranquilidad.
- Es cierto. Sin Izaya por Ikebukuro es todo muy aburrido. Aunque también tengo menos trabajo – rió Shinra, separándose prudencialmente de su amigo.
- Tch. Por mí como si nunca vuelve. Le haría un enorme favor a la humanidad que tanto ama.
Celty se encontraba escribiendo algo en su PDA cuando Shinra abrió los ojos de par en par y dijo:
- ¿Esa no es Yagiri-san?
Celty y Shizuo miraron en la dirección que señalaba el dedo de Shinra y vieron a una mujer de cabello largo y castaño que salía de una tienda con una bolsa blanca.
- ¡A lo mejor ella sabe dónde está Izaya! ¡Yagiri-san! ¡Yagiri-san!
Shinra echó a correr en la dirección de la mujer mientras que Shizuo y Celty observaban sin moverse siquiera cómo el doctor casi era atropellado por un coche. Shizuo chasqueó la lengua y se llevó un cigarrillo a los labios.
- ¿Qué tiene que ver esa mujer con la pulga? – preguntó el rubio dándole una calada a su cigarrillo.
"Es su secretaria"
- ¿Secretaria?
Shizuo trató de hacer memoria y recordó que, en una de las tantas veces que se había presentado en el departamento de Izaya hecho una furia, había una mujer con él. En ese momento pensó que se trataba de una clienta, por lo que no le prestó mucha atención pero, ahora que lo pensaba detenidamente, esa mujer estaba siempre presente. Aunque nunca hacía nada por evitar las pelas de ambos hombres. Tan sumido se encontraba en sus pensamientos que cuando quiso volver a la realidad Celty ya se encontraba cruzando la calle para encontrarse con Shinra y Namie. Chasqueando la lengua de nuevo y metiendo las manos en los bolsillos comenzó a caminar hacia ellos, el cigarrillo aún entre sus labios.
- Ni idea – decía Namie cuando Shizuo llegó.
- ¿Estás segura? – insistió Shinra.
- Completamente. Solo dijo que se iba porque tenía asuntos que tratar. Yo no le pregunté. Poco me importa lo que haga. Si no vuelve, mejor.
Por fin alguien que pensaba como él. Si no fuese porque aquella mujer desprendía un aura de oscura frialdad que le ponía los pelos de punta, no le hubiese importado haberse quedado a charlar con ella.
- Si me disculpas, Kishitani, tengo que ir a hacerle la comida a Seiji.
La mujer hizo una pequeña reverencia y, antes de marcharse, le lanzó una rápida mirada de desprecio a Shizuo. Aunque ya estaba acostumbrado, no pudo evitar sentirse dolido. Él no quería aquella fuerza. Nunca la había deseado. Su madre siempre le había repetido, casi hasta la saciedad, que era un don concedido por los dioses, pero él nunca había podido creerla. No es que no quisiera, simplemente no podía. Y tenía sus razones. Si la fuerza que poseía era un don que los dioses le habían otorgado, ¿por qué se la habían dado a él? ¿Por qué a él que era una persona completamente irascible? Si de verdad era un regalo de los dioses, parecía que lo habían hecho a propósito con tal de reírse de él. Eso, o era una broma de mal gusto.
- Ahhhh – suspiró Shinra –. Parece que volvemos al principio.
"¿Qué principio? Ni siquiera nos habíamos planteado buscarle".
- Solo era una forma de hablar – dijo agitando una mano delante de su rostro para quitarle cualquier importancia a la situación –. ¿Qué os parece si vamos a tomar algo de sushi?
"¿Pero no estabas tratando de buscar a Izaya?".
- Él ya es mayorcito y sabe cuidarse solo. Ya volverá. Siempre vuelve. Ama a esta ciudad. Ese es uno de sus tantos defectos, ¿no crees?
"Yo no consideraría el amor un defecto".
- Eso no es amor. La pulga es incapaz de tener sentimientos como ese hacia algo o alguien. Solo se quiere a sí mismo – espetó Shizuo, comenzando a partir el cigarrillo con los dientes.
"Cierto" – se apresuró en escribir Celty –. "¿Te apuntas a comer sushi?".
- ¡Eso! ¡Vente Shizuo! Hace tiempo que no comemos juntos. ¡Casi desde la secundaria!
- …Está bien.
Después de dejar aparcada la moto/corcel de Celty en un lugar seguro y de que esta se hubiese despedido de ella acariciando el manillar como si se tratasen de las crines, los tres se pusieron en marcha hacia el Russia Sushi. Shinra no había dejado de parlotear en ningún momento y, cuando pararon en un semáforo, agradeció que Celty se encontrase en medio de ambos, porque le estaban entrando unas ganas tremendas de golpear al doctor. Cuando el puño de Shizuo se alzó y Shinra se escondió detrás de la dullahan como un niño pequeño, ocurrió. Fue en ese momento cuando se anunció el comunicado que cambiaría completamente la acostumbrada rutina de Ikebukuro y radicalmente la vida de algunos de sus ciudadanos.
Las enormes pantallas que cubrían fachadas de varios edificios, las pequeñas y grandes televisiones de las tiendas de electrodomésticos y todas las demás que se encontraban en cada casa de Ikebukuro sufrieron al mismo tiempo un corte que las dejó con la pantalla negra durante unos pocos segundos. Transcurrido ese tiempo, el fondo negro dejó paso a un hombre con el rostro tapado desde las cejas hasta la nariz por una máscara blanca con el rededor del ojo izquierdo dorado, semejante a la de los carnavales de Venecia.
- Hola, hola Ikebukuro – saludó el hombre.
Los murmullos comenzaron a oírse por todas partes, especulando sobre quién sería y qué querría aquel hombre. ¿Un terrorista tal vez? ¿Una broma de un adolescente? Nadie tenía la menor idea. Shizuo miró a su alrededor. Toda la gente se encontraba mirando la enorme pantalla, expectantes. Hasta los coches se habían parado y sus conductores habían salido de ellos. Nada de lo que estaba pasando le gustaba. Y lo peor es que tenía la escalofriante y conocida sensación de que todo aquello era obra de Izaya. No directamente claro, ya que el informante prefería observar oculto entre las sombras, pero obra suya al fin y al cabo. Apretó los puños con fuerza y se juró que golpearía a Izaya en cuanto le viese.
- ¿Qué tal lo estáis pasando? ¿Disfrutando de la tranquilidad? Bueno, lo más tranquilo que se puede estar con Heiwajima Shizuo paseando por la ciudad – siguió hablando el hombre. Shizuo apretó aún con más fuerza los puños y, como si le hubiera visto, se apresuró en añadir –. Sin rencores Shizuo, amigo mío.
- ¿Le conoces? – preguntó Shinra, despegando su mirada de la pantalla para centrarla en Shizuo.
- No.
- Ya veo.
La cabeza de Shinra se giró de nuevo y volvió a pegar sus ojos en el hombre de la máscara.
- Supongo que os estaréis preguntando quién soy y qué planes tengo. Pues bien, puedo contestaros a la segunda pregunta. Hace unos días un amigo regresó de su pequeño viaje de negocios y le invité a comer a mi casa, pero rechazó la propuesta. Fue muy decepcionante – explicó bajando la cabeza de forma pesarosa –. Pero eso no es lo que nos interesa, lo importante es lo que me encontré en el camino de regreso a mi casa. Estaba un poco triste por el rechazo de mi amigo, así que lo cogí y me lo llevé. Y entonces pensé en lo que podría hacer con él. ¡Pero no se me ocurrió nada! – el hombre comenzó a reírse como si hubiera contado un chiste buenísimo y después paró súbitamente –. Hasta que una idea llegó a mi mente… "¿Y si se lo enseño a todo Ikebukuro?", pensé. Pero la idea no me convenció. Si estoy aquí ahora mismo, hablándoos a todos vosotros, ciudadanos de Ikebukuro, es por la segunda idea que llegó a mi mente aquella noche. ¿Y si lo destrozo frente a los ojos de toda la ciudad? Al fin y al cabo, no ha traído más que problemas.
- ¿De qué demonios está hablando ese hombre? – escuchó Shizuo que susurraba una mujer.
- No lo sé. ¿Un objeto que solo ha traído problemas? Tal vez solo sea un lunático – respondió la otra.
- Sí. Espero que la policía le encuentre pronto.
La voz del hombre volvió a alzarse una vez más sobre los murmullos y los acalló súbitamente con sus siguientes palabras y con la imagen que les mostró. Gritos ahogados resonaron por toda la calle, el rostro de Shinra se tornó escalofriantemente serio, Celty se llevó las manos al lugar del casco donde debería tener la boca si tuviese cabeza y el cigarrillo de Shizuo se deslizó por sus labios hasta el suelo.
El hombre giró la cámara y la habitación en la que se encontraba se hizo visible a los ojos de todo Ikebukuro. Las paredes eran de piedra, estaba relativamente vacía y tan solo la alumbraba la luz de la cámara y de una bombilla que colgaba del techo. Las goteras habían causado que el suelo brillase tétricamente y la puerta enrejada que se atisbaba al final de la estancia le daba a todo aspecto de mazmorra. Aunque el estado de la siniestra habitación no era el causante de las horrorizadas reacciones, sino el hecho de que había un cuerpo tirado en el suelo. El hombre se acercó al otro hombre que allí yacía y, tirando con fuerza de sus cabellos, mostró su rostro a la cámara para que toda la ciudad pudiera contemplarlo.
- ¿Y si acabo con la vida de un dios?
Los ojos de Orihara Izaya permanecían cerrados mientras que el hombre comenzaba a reír como un psicópata y la población de Ikebukuro contenía la respiración.
Hasta la próxima!
(quizá la semana q viene XD)