Nota de autor: Antes de que lean quiero pedir disculpa por dos cosas. Primero, por el largo tiempo que me ha tomado comenzar a escribir el capitulo y segundo porque han sido tantas las ansias que he tenido para poder subirlo, que no me di el tiempo para corregir errores ortográficos y de redacción. Sólo espero, desde lo más profundo, que les guste.

Mientras Mentían

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-Es tarde Kanaye. –Dijo con voz filosa -concerté la cita para las siete y ya son las 8 menos 15. –el golpeteo del agua que se filtraba en el techo era el único ruido que podía escuchar, además de su respiración. –Necesito que me digan qué demonios sucedió allá.

En la oscuridad de las bodegas textiles de las empresas Hyuga tres cuerpos masculinos se movieron al mismo tiempo, para hincarse justo enfrente de ella.

-Lo siento… no… no pudimos terminar… un chico se nos atravesó y tuvimos que…

-Espera un segundo Kanaye, quiero entender. –Sentencio. Y el sujeto llamado Kanaye calló al instante, como si se tragase sus palabras. –¿Han venido aquí sin haber logrado nada, porque un maldito tipo se atravesó en su camino?

El tono irónico y sarcástico le hizo pensar a Kanaye que no saldrían bien parados de ese encargo. Tragó saliva y se dispuso hablar. Sus otros dos compañeros se mantuvieron estoicos con la mirada en el suelo.

-Hanabi Sama… hicimos absolutamente todo lo que pudimos, sin embargo no logramos pasar inadvertidos. El rubio al que tuvimos que atacar estaba especialmente atento del entorno de Hinata Sama

-Y por qué demonios lo atacaron. Nos hubiésemos ahorrado un maldito problema si lo hubieran dejado hasta ahí ese día.

-Él… de alguna forma el entendió nuestras intenciones y vio nuestro rostro… no tuvimos otra opción.

-Y Hinata…

La segunda líder del clan Hyuga arrastro la voz y destelló una amenaza en sus ojos.

Los tres se miraron de reojo. No lo habían logrado, después de lo de ese chico, llegar hasta Hinata Sama había sido imposible.

-Lo siento Hanabi Sama.

Los ojos de Hanabi los escudriñaron con tanto menosprecio que incluso el líder, agacho la cabeza. Fallarle a Hanabi, podía ser incluso peor que fallarle a Hiashi Sama.

La verdad es que la orden de la señorita Hanabi había sido difícil de aceptar. La matanza de su propia hermana era algo que incluso ellos no podían entender muy bien, sin embargo, sabían perfectamente que hacer caso omiso a su petición era quebrantar un contrato que se había creado incluso antes de que cualquiera de ellos existiese en ese mundo. Por lo demás, ellos sabían que si Hinata Sama, la primera sucesora de la familia Hyuga heredaba todo ese imperio, el contrato se quebrantaría irremediablemente. La dulce primogénita de la familia no utilizaría fuerzas tan bajas como ellos, no lo pensaría si quiera. Sin embargo, Hanabi, a esa niña no le había temblado ni una parte de su cuerpo por matar a su hermana mayor, una persona con la que había estado durante toda su vida. Si ella era la heredera, estaba completamente seguro de que la relación de su familia con la familia Hyuga volvería a ser la misma que hace siglos.

-No podremos interferir durante un tiempo… sería demasiado sospechoso. –Dijo con cuidado y convicción. No quería que Hanabi pensará que estaban desistiendo de la misión.

-Lo sé… -Y luego de eso un nuevo silenció atravesó la oscuridad de ese maldito y húmedo lugar. -Necesito que traigan información respecto a ella. Necesito saber que ha estado haciendo todo este tiempo, como está y quien es la persona a la que apuñalaron… necesito que me digan absolutamente todo desde que dejó la mansión Hyuga.

-Sí, Hanabi Sama.

Casi en un par de pestañeos ellos estuvieron fuera de su vista. Su familia era una de las más antiguas de Japón, y como tal conservaba alguna de sus más negras costumbres.

Camino fuera de la bodega y se subió al auto que la esperaba Yohiro, su chofer. Desearía que todo hubiese funcionado… pensó mientras se recostaba en el asiento trasero del auto. Si esos idiotas hubiesen hecho su trabajo, ese problema ya no formaría parte de su vida… ni ella… ni la sombra en la que la había obligado a vivir.

-.-.-.-.-.

El olor de la clínica penetraba su nariz aun cuando intentaba que su respiración fuera débil. La luz que se reflejaba en las paredes blancas la hacía tener una extraña sensación de vacío en el estómago y ese ruido intermitente de la gente murmurando en los pasillos y las maquinas funcionando, la estaban atrapando poco a poco en una desesperanza tan familiar como insoportable.

Recordó porque estaba ahí cuando vio a una de las enfermeras con su expediente. Naruto había sido ingresado. Algo terrible le había pasado y ahora se encontraba gravemente herido. Pero además… había algo maldito en ese pasillo, la luz titilante en el texto de las paredes, los rincones atribulados de gente y de nuevo ese sonidito de fondo que no la dejaba hilar sus pensamientos de forma correcta. Siguió caminando porque para avanzar no necesitaba pensar demasiado. En todos esos meses lo único real había sido la risa de Naruto y la calidez de Naruto. El resto de las cosas, deambulaban entre la espesa bruma de recuerdos, las dolorosas sensaciones de antes de dormir y el severo rechazo de su padre.

-Hinata –La voz del Uchiha la trajo de vuelta.

Vio sus ojos oscuros mirarla con algo de desconcierto. No intentó mantenerle la mirada, necesitaba encontrar el lugar donde Naruto estaba, lo necesitaba más que nada. Y su corazón maldito le decía que si caminaba hacia delante con suficiente convicción lo encontraría.

–Ya… -otra vez la voz del Uchiha. Segundos después sintió como la tomaba de los hombros –Detente. Él estará bien, quédate aquí un momento, primero debemos saber dónde está. –Le pidió señalando una silla.

La miró con detenimiento, entre la luz, el sonido, el olor y la penumbra de su cabeza. Ella no podía detenerse.

Negó con la cabeza con firmeza y brusquedad, mientras intentaba separarse de sus manos -Yo sé dónde está –los ojos negros del Uchiha se agrandaron ante tal convicción.

-Está bien –cedió, por lo que debería ser la primera vez en su vida, pero volvió a tomarla por los hombros y se agachó para quedar justo a la altura de sus ojos. –Te creo. Sabes dónde está. Pero necesitas poder entrar a verlo. Déjame arreglar esto. –le pidió con un tono que no terminó por quedarle claro.

La sentó en la misma silla que le había mostrado mientras la abandonaba junto a un Li que aparentemente los había seguido todo el tiempo. Por última vez decidió mirar la espalda de Uchiha San y el segundo en que este doblo y sus ojos se despegaron de la delgada y estilizada figura, sintió como todo el peso de ese lugar se le venía encima.

Metros más allá Sasuke Uchiha apoyaba su espalda contra la pared, a salvo de los ojos cristalinos de Hinata. No estaba seguro de poder con todo eso. Su pecho ardía con una sensación maliciosa, se quemaba de rabia porque no quería que otra cosa ocupara sus pensamientos, porque la maldad de su corazón era tan oscura que le importaba un cuerno su mejor amigo en ese momento. Ese momento donde se había dado cuenta, quizás antes que ella, que Hinata sentía un profundo afecto por el maldito, que incluso y muy probablemente se había enamorado de él.

Y entonces, si era así, si realmente era así, estaba perdido. No había alma alguna que pudiese encajar tan bien con la de él… no había posibilidad alguna si no eran ambos… si no era ella…

Si no era ella él estaba destinado al fracaso.

Sintió como su respiración se agitaba y el lugar comenzaba a alejarse de su cuerpo. Malditos Hospitales. Apretó sus puños y contra todo su impulso movió sus pies hacia el mesón de informaciones. El cuerpo le ardía de manera extraña y el aire entraba con debilidad a sus pulmones y su pecho… seguramente pesaba más de lo que había pesado en la vida.

-Necesito ver a Naruto Uzumaki –Dijo todo de corrido con el temor de no poder hacerlo si se demorará un segundo más.

-¿Joven se encuentra bien?

-Por supuesto que me encuentro bien… necesito saber dónde se encuentra.

-Esperé un segundo –Dijo ella mientras salía del mesón para atajarlo. Segundos más tardes sus piernas perdieron fuerza.

-Joven… joven… -Cada vez, sus palabras sonaban más lejanas. Retrocedió lo suficiente como para caer sobre una de las sillas que estaban en la pared y se desplomó sobre ella.

-Naruto… necesito que me diga donde se encuentra –Le dijo incorporándose y tensiona sus músculos para salir de esa desesperante sensación que le estaba haciendo sentir su cuerpo.

-Ha tenido alguna vez ataques de pánico.

La miró por el rabillo del ojo con indignación pero la verdad es que si había tenido antes experiencias como esa, con su madre, su hermano, su padre, la mentira sobre la traición de Hinata… había estado en esa situación demasiadas veces.

-Sólo dígame… donde se encuentra Usumaki Naruto, yo estaré bien… necesito verlo.

Ella lo miró resignada. Al menos se encontraría en el hospital por si algo le pasaba. Pese a que no estaba bien entregar antecedente de los pacientes sin autorización médica, sospechaba que la crisis de ese joven terminaría cuando supiera el lugar en el que estaba su amigo. Se levantó y volvió a caminar tras el mesón.

Pese a la torpeza de su cuerpo pudo notar que ella estaba accediendo. Le daría la información a Hinata, conseguiría que lo viera aun cuando lo carcomiera por dentro.

-.-.-.

"Usted no la odia… maldito padre…"

Se tomó la cabeza con las manos y comenzó a moverse frenéticamente alrededor de su oficina.

-No es verdad... no es verdad… no es verdad

Murmuraba Hiashi entre dientes mientras revolvía los papeles de su escritorio y volvía a emprender su carrera alrededor de su oficina.

"La ha escondido todo el tiempo"

-No es verdad… no es verdad…"

"!Ella va a morir!"

-¡Eres un maldito mentiroso! –Grito mientras botaba los adornos que reposaban sobre la esquinera. Sentía claramente como el aire salía y entraba de sus pulmones con desesperación.

Ella era su hija… su débil y amable hija, su honesta y dulce hija y él era un maldito cerdo, un enfermo demonio que no había podido despegarle los ojos de encima.

Las manos de Hiashi temblaban cerca de él y el sonido de su corazón retumbaba en sus oídos. Con dificultad pudo alcanzar la silla de su escritorio y se derrumbó en ella. Pese a todo, jamás osó tocarla… jamás se atrevió a hacer algo distinto a adorarla. La había apartado con su desprecio, la había apartado lo más lejos posible con sus desmanes porque cualquier acercamiento de ella hacia él era peligroso, horriblemente peligroso.

Pero la amaba, es verdad. La amaba como padre y hombre, la amaba de todas las formas que era posible amarla, mucho más que él maldito de Sasuke, mucho más de lo que cualquiera podría haberla amado, la amo tanto que la protegió de él todos esos años… y la vio crecer, perfecta, la vio crecer hermosa… y ahora estaba muriendo, como su amada esposa.

Puso sus manos sobre el rostro y lloró, un llanto gimoteado… un llanto incontrolable, uno que debió haber estado escondido durante muchísimo tiempo en su interior. No se sentía capaz de ir a buscarla por su cuenta… necesitaba que Hanabi tomará las riendas del asunto y la llevará de vuelta a casa.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Tantas horas habían pasado en ese lugar que el maldito olor a hospital había desaparecido de su campo de percepción. Desde donde estaba –el fondo de la sala- podía ver claramente como Hinata había acomodado su asiento para estar justo junto a la cama de Naruto. Li, que hace unas horas los había acompañado, ya había vuelto a su casa y Naruto… se negaba a despertar.

Hace aproximadamente cinco minutos, Hinata se había quedado dormida con la cabeza cerca del hombro de su rubio amigo y aun cuando la situación lo irritaba, está era la primera vez en meses que podía estar en misma habitación que ella, por lo cual no había levantado ni una sola protesta.

El pitido de los signos vitales de Naruto era insoportable y por una razón desconocida, lo hacían recordar, demasiado claramente las veces en que el idiota de su amigo llegó a su casa de manera imprevista, sonriéndole ampliamente. Recordaba cuando le hablo sobre Hinata y cuando le advirtió que la quería. El muy idiota había sido, como siempre, estúpidamente honesto.

Miró con más detención los cabellos azulados que Hinata había heredado de su madre se esparcían por la mitad de la cama. Algo dentro de él estaba seguro de que quien tenía a Naruto en esa cama era Hiashi Hyuga, sin embargo no entendía por qué ahora y lo único que se le ocurría era demasiado malo para aceptarlo. Su conversación con Hiashi pudo haber gatillado su rencor en Naruto… y si eso era cierto, la mitad de la culpa de que él estuviera en esas condiciones era suya.

Recordó la reacción de Hinata al ingresar a la habitación.

"-Hinata... –le había dicho con la voz más débil que había escuchado salir de su boca antes. Ella había levantado sus grises y perdidos ojos hacia él sin mirarlo en absoluto.

-Ya está, hable con una de las enfermeras, ellas nos permitirá entrar. Sin embargo, me advirtió su gravedad, no podrás hablar con él, la debilidad le impide despertar.

-Dormido –Había murmurado ella y se había levantado de la silla.

-Llévame –le dijo y el obedeció, Li los siguió a escasos pasos.

Sentía, desde donde estaba, como la respiración de Hinata se agitaba con cada paso, la miró de reojo y la preocupación que emanaba su expresión corporal trajo de vuelta el malestar de su pecho.

Cuando llegaron a la puerta, la palidez de Hinata era extrema.

-Anda… te acompañare.

Ella le agradeció con un en la cabeza y atravesó la puerta.

-Na ru to…. –la escuchó murmurar cuando estuvo cerca de la cama y entonces lo vio. Su rubio y estúpido amigo llenó de cables, un tuvo en la garganta y la maldita y sonora maquina marcando cada latido. –Naru… -la alcanzó a escuchar antes de que diera un paso hacia la cama y se tambaleara peligrosamente. La cogió. Sus ojos inundados en lágrimas no se encontraron nunca con los de él, porque no pudieron apartarse del cuerpo maltratado de Naruto.

Ella se acercó como poseída hasta un costado de la cama y acercó una de las sillas. Tomó entre sus dedos una de las manos de Naruto, la única que estaba libre de cables y lloró.

-Hinata –La llamó con suavidad porque le asustaba lo que estaba viendo, sin embargo ella no lo miró. Y entonces vio cómo su cuerpo pálido se desvanecía, cada vez más fuera de sí, cada vez más perdida entre las lágrimas y la ausencia. –¡Hinata! –Le gritó.

-Suéltame… -la escuchó murmurar cuando sus manos tocaron su torso para enderezarla sobre la silla. Sintió un líquido frío correr por su espalda. Ella lo estaba rechazando.

-No te dejaré –Le aseguró. Él podía soportar todo eso, incluso podía pensar que el desprecio de ella era justo, podía aguantar todo… si lo dejaba ayudarla en ese momento.

-Antes… antes de que aparecieras de nuevo todo estaba bien… si hubiésemos estado juntos en ese momento, si hubiese llegado con él a los estacionamientos.

-Hubiesen estado en este maldito hospital los dos –Le gritó sin paciencia al escucharla querer poner su vida en riesgo, al pensarle maltrecha… igual que Naruto. Los ojos de ella lo miraron asombrados y tristes, repletos de lágrimas y el sintió su alma arder.

Naruto había sido su única guía cuando no había habido nada, ni familia, ni amigos y mucho menos él, ahora sentía… que nuevamente estaba sola. Se rindió, él no podía dejarla sentir eso… no debía, no a ella.

Lo siento Hinata… Lo siento –Le dijo en un susurró mientras caía hasta su altura y la estrechaba contra sus brazos. Casi al instante ella comenzó a sollozar.

-El imbécil de Naruto es terco, él no te dejará

Ella asintió en su pecho sin dejar de llorar.

Quizás era cierto lo que ella decía. Si él no hubiese aparecido su maldito mejor amigo no tendría que depender de un estúpido aparato para respirar.

-.-.-.-.-..

-Aghh.. –resonó mientras apretaba sus dientes. Si eso era así, si el maldito de Hiashi había hecho eso por su culpa, había manchado sus manos con la sangre de su mejor amigo. –¡Maldición! –Murmuró entre dientes.

Era una estúpida mentira pensar que no le importaba lo que pasará con ese idiota, una mentira que se había inventado por Hinata.

-Señor, usted no puede pasar, debemos esperar que alguno de los dos jovencitos salga.

-¡Suélteme! Sólo quiero verlo.

-Señorita, permítale entrar, Jiraiya Sama es el padrino de Naruto y su única familia.

Sasuke vio como la puerta se abría y los cabellos blanquecinos del viejo entraban antes que él a la habitación. Se levantó del asiento y por el rabillo del ojo pudo ver como Hinata se removía en su posición para darse cuenta de todo ese alboroto.

Tras de él se ubicaba una enfermera y Sakura Haruno, una de sus compañeras de Universidad con la que no había cruzado una sola palabra en toda su vida escolar pero que últimamente se veía muy pegada al grupo de Hinata y Naruto.

-Viejo –Le dijo a modo de saludo. Jiraiya permaneció de pie contemplando el cuerpo inerte de Naruto y a Hinata junto a él.

-Que fue lo que ocurrió –preguntó seco.

-No estoy seguro –Le respondió con honestidad. Miró hacia Hinata. Su padre la amaba, la amaba como había amado a su esposa, la amaba por el enorme parecido que guardaba con ella, quizás… incluso la amaba por otras cosas, cosas que él desconocía. Estaba seguro de que eso lo había vuelto loco, no negaba que ese demonio podría haber encontrado cualquier razón para querer eliminar a Naruto, y bien sabido era que la familia Hyuga mantenía demasiado viva su relación con las viejas tradiciones.

Hinata hizo una suave y elegante reverencia hacia el padrino de Naruto y este cambio su rostro para dirigirse a ella.

-Disculpa mi impertinencia Hinata Chan.

Ella negó con la cabeza y le sonrió con tristeza.

Así que ya se conocían. Bufó.

-Necesitamos que uno de ustedes salga.

Se levantó inmediatamente de la silla.

-No se molesten –Resopló frustrado. De todos modos él no debería estar ahí.

Salió con paso rígido del lugar y esperó fuera de la habitación junto a la Haruno, que por alguna razón había tensado todos los músculos de su cuerpo cuando él salió. Hinata conocía a Jiraiya, eso quería decir que su relación con Naruto era mucho más íntima de lo que había pensado. Resopló pesadamente.

Casi una hora más tarde Jiraiya salió de la habitación con un aspecto enardecido.

-Necesito que hablemos. Hinata Chan volvió a quedarse dormida, pero no podemos hablar en la habitación.

El entendió y se levantó del asiento sin resistencia, dejando a la Haruno sola en las banquillas. Puso sus manos en los bolsillos y siguió al viejo por el pasillo de la clínica. Llegaron a la cafetería del hospital y se sentaron en dos sillas pequeñas que estaban en el extremo más alejado. Pidió un café porque llevaba demasiado tiempo sin nada en el estómago y esperó a que le hablaran.

-Sasuke, sé que sabes porque vinimos hasta acá.

-Lo sé.

-De que sospechas

Tomó un sorbo de café y miró hacia la puerta mientras pensaba como decir lo que estaba en su cabeza.

-Hyashi Hyuga, el padre de Hinata.

Sintió –pese a que no lo estaba viendo- que el cuerpo de Jiraiya se rigidizó.

-Sé que conoces la historia entre Hinata y yo.

Jiraiya asintió.

-El padre de Hinata armó el escenario para que toda esa mierda ocurriera. –Ninguno de los dos dijo nada mientras él tomaba otro sorbo de café. –Fui hasta su casa a confrontarlo hace algunas semanas y descubrí que tiene un amor enfermizo por Hinata… sospecho que ahora Naruto estaba en su camino.

Jiraiya lo miró sin decir nada durante un largo rato. No sabía si era porque no entendía lo que le estaba diciendo o porque no creía toda esa locura.

-Debes dejarme eso a mí. Hiashi es un tipo duro, no será fácil que te enredes en una pelea con él.

Le había creído. Gruño por lo bajo, habría sido muy fácil hacerle daño el día en que estuvo en su despacho. Si hubiese sido peor de lo que ya era, su único amigo no estaría tirado en esa estúpida camilla.

-Hey… sé que no te gustan las conversaciones profundas, y que no nos vemos desde hace siglos, pero te conozco Sasuke, te conozco desde hace demasiado tiempo. No intentes hacer nada estúpido con él, es demasiado, incluso para mí será difícil entender que es lo que está ocurriendo.

Pero él tenía una conexión con ese lugar, una de la que no hablaría pero que podría permitirle entender que es lo que había pasado con mucha más facilidad. La desventaja, eso significaba tener que verla de nuevo.

Pasaron un largo tiempo en silencio hasta que él decidió hablar.

-Desde cuándo –Preguntó sabiendo perfectamente que el viejo lo entendería.

-Hace unos meses Naruto llegó con esa pequeña muchacha que no tenía más color que la de una hoja en blanco.

-Ya veo.

-Hey Sasuke, creo que entiendes la posición en la que están las cosas. –No movió su cabeza de lugar. Por su puesto que lo entendía. -Naruto también la ama ahora… lo sé, lo he visto.

Siguió sin mirarlo, no quería que leyera nada en sus ojos ni en su rostro. Él también lo sabía, su amigo había sido lo suficientemente leal como para decirlo.

-No presiones las cosas. Sé que no eres un mal chico.

Sonrió con ironía y se levantó del asiento

-Me cansé de conversar. Dime si sabes algo viejo. El idiota sigue siendo mi amigo.

Que sabía el viejo respecto a lo malo que era, no había visto un ápice de su maldad. Ni siquiera él tenía claro cuan malo podía ser, pero entendía que estaba jodido, porque la maldad de su cabeza le había hecho pensar, por un segundo, que incluso no le importaba la muerte del único amigo que se había quedado junto a él pese a todas las cosas. Cerró la puerta del casino y volvió a la habitación que había dejado. Haruno Sakura todavía estaba sentada en la banquilla donde la había dejado.

-Uchiha san, lamento lo que ocurrió, no había tenido oportunidad de decirlo…

-Aha –Fue lo único que él dijo antes de entrar a la habitación y sentarse en la misma silla.

-.-.-.-.-.-

En la habitación, Hinata nuevamente se había derrumbado sobre la cama de Naruto. Se acercó a ella y movió su cabello. Respiraba de manera tranquila y suave y tenía las mejillas enrojecidas por el llanto. Acaricio su cabeza lo suficientemente lento como para que ella no despertara.

-Lo siento… -se le escapó de los labios.

Por alguna razón sentía que toda esa mierda tenía que ver con él. Miró a su mejor amigo respirar con dificultad. El no moriría, estaba seguro, Naruto era demasiado bueno como para que eso pasará, además tenía una suerte endemoniada.

Se hinco a la altura de Hinata y en un movimiento atrevido, reposó su cabeza cerca de ella. La amaba y estaba dispuesto a todas las mierdas del mundo porque sus ojos lo miraran con afecto nuevamente, por sentir su vocecita en el oído y esa sensación embriagadora de no estar solo, de reír por tonterías y de…

Sus ojos, contra su voluntad se humedecieron. Había sido tan estúpido. Sólo hasta ahora se daba real cuenta de que la estaba perdiendo y de que estaba muriendo… lentamente. Naruto vivía y ella moría a cada segundo.

Demonios, no quería eso, no quería nada de lo que les estaba pasando, a ninguno de ellos. Se levantó y salió. De reojo vio a la Haruno levantarse del asiento al sentir su presencia pero no le importó. Camino enceguecido hasta la salida del Hospital y cuando estaba fuera respiró desesperadamente, porque el aire había escaseado en ese toxico lugar y porque la presión de verlos le estaba rompiendo el cuerpo en pedazos.

Se acercó sin mucha fuerza a los árboles y cayó. Casi como si hubiera estado planeado el cielo, que debería mostrar el inmenso sol de primavera, se inundó de lluvia y calló de manera violenta, tan desesperada y caótica como él.

-.-.-.-.-.-.

Dos días pasaron. Hinata no se había atrevido a despegarse del lado de Naruto y él no había podido dejarla sola. La había acompañado en silencio todo lo que había podido, pero ella necesitaba descansar… necesitaba comer más que esa comida que él estaba obligándola a consumir y necesitaba dormir lo necesario. Si no lo hacía… La verdad es que no sabía qué pasaría con ella si no lo hacía, sobre todo porque no tenía idea, de cómo es que la enfermedad de la que lo había puesto al tanto Naruto, la estaba afectando.

-.-.-.-..-..-.-.-.

-Hinata… levántate tienes que comer, él no estaría feliz si al despertar te encuentras enferma.

Ella pareció meditar sus palabras pero ambos sabían que aquello era cierto, la comida que le había estado llevando durante esos días era todo, menos nutritiva.

-Está bien… -le respondió mientras se levantaba de la silla.

Mientras iban caminando lado a lado, el hombro de ella rozó su brazo. Hinata había bajado la guardia durante esa semana, cada vez tenía mayor sensación de familiaridad cerca de ella. La miró de reojo. Su cabello caía suavemente sobre sus hombros y pese al escaso descanso seguía pareciendo la distinguida heredera de la familia Hyuga.

Pese al contacto más natural no se había acercado más de lo debido, había mantenido una respetuosa distancia y en silencio la había admirado por su fortaleza y dedicación, sobre todo por lo cansada que se veía y lo pálida que se encontraba su piel. Ella no necesitaba más estrés por el momento y aunque que estuviera cerca de ella no era precisamente un alivio. Él tampoco podía permitirse alejarse mucho más.

Cuando ambos atravesaban la puerta de salida se atrevió a preguntarle algo que había estado rondando su cabeza desde hace días.

-Creo que deberías ir a dormir. Si necesitas, puedo llevarte.

Ella negó con la cabeza y luego lo miró con una extraña suspicacia en sus ojos grises. Seguramente su intención la toco en alguna parte. Ya no era tan ingenua, se había vuelto mejor mientras estaba con su mejor amigo.

-No, quiero estar cerca por si sucede algo. Pero salí porque… no debe ser bueno para ti pasar tanto tiempo aquí… sé que esté lugar te hace sentir extraño. Deberíamos comer en la cafetería que está allá en frente.

Detuvo su camino un segundo, uno que fue imperceptible para Hinata quien siguió caminando con la vista en el camino y los ojos tristes. Pero ese había sido como un choque eléctrico para él, porque sintió ese golpe en todo su cuerpo.

-¿Lo recuerdas? –Preguntó en un murmulló que apenas se escuchó.

-¿Recordar que? –Le preguntó ella volviendo a fijar los ojos en él.

-Los hospitales… las crisis. ¿Lo recuerdas?

Ella volvió sus ojos al camino. -Que no quiera volver a tener la relación que teníamos antes, Uchiha san, no quiere decir haya olvidado todo de usted.

Cordial y elegante. Así era Hinata, incluso ahora le estaba dando una patada el trasero con mucho estilo. Al menos no lo había enterrado dentro de todas las cosas que olvido.

Mientras pensaba en eso el cuerpo de ella tambaleo junto a él.

-¿Estás bien? –Le preguntó al tiempo que la sostenía del brazo.

-No es nada… últimamente tengo este tipo de accidentes con cierta frecuencia.

Y mientras ella retomaba su camino, el recuerdo se le hizo palpable y devastador. Ella iba a morir. Aun cuando caminaba, hablaba y miraba con normalidad, moriría. Se lo habían dicho ya los médicos que habían hablado con Naruto y no con él.

-Debes estar demasiado cansada. –mintió antes de seguir andando.

Entraron a una cafetería pequeña que tenía pocas mesas libres y se sentaron cerca de la entrada.

Su corazón empezó a palpitar de forma molesta. Ahí estaba ella, con su piel tan blanca como siempre, sus perfectos ojos grises y su largo cabello azulado cayendo en cascadas sobre sus hombros, oliendo impresionantemente embriagadora y sin hacer ningún maldito esfuerzo.

Quizás por todos esos detalles eso su padre la había amado... Quizás por eso el idiota de Naruto se había enamorado de ella… y quizás por eso él…

No… no era solo por eso, él la amaba por muchas más razones. La forma en que soñaba cuando dormía, lo estúpidamente servicial de su compañía, su amor incondicional, su entrega completa… él la amaba de otras formas porque conocía mucho más de ella.

Sin que se diera cuenta ya tenía dos tazones con sopa caliente frente a ellos.

-Uchiha san –le dijo rompiendo el silencio.

La voz de Hinata era pequeña y suave

-Por qué hace esto –Le preguntó con algo de pesar en la voz.

No entendió del todo su pregunta, así que no la respondió. Estaba haciendo tantas cosas en ese momento que era imposible saber a qué se refería con exactitud. Ella pareció comprender su problema porque siguió explicando.

-Venir acá, acompañarme, acompañar a Naruto, buscarme el otro día en los estacionamientos… -se calló un segundo, como si meditará algo y luego levantó la cabeza hacia él con dureza -¿por qué regreso?

Los firmes y grises ojos de Hinata, le recordaban demasiado el tiempo que habían pasado separados. No quería que fuese más de esa manera, el necesitaba quererla, el necesitaba estar junto a ella, necesitaba salvarla de la irremediable muerte, o acompañarla si no habían más alternativas.

-Te lo dije… ese día recuerdas. Ningún momento después de ti tuvo descanso… Hinata.

Quizás está sería la única oportunidad más directa que tendría para explicar las cosas.

-Me equivoque terriblemente esos días y quizás toda esta mierda sea un castigo de eso, pero sé que no es ninguna equivocación y que no soy un mentiroso cuando te digo que no hubo un maldito día en que dejará de pensar en ti, no hubo un maldito día en que no te necesitara conmigo.

Ella no dijo nada siquiera movió un musculo de su rostro.

-Sé que no debería intentarlo, probablemente no merezco ni siquiera esté tipo de contacto… pero no sé qué hacer con esto que siento. –la miró consternado… se le estaban escapando las palabras de la boca. -Te amo y no puedo simplemente hacerme aún lado… siento que no…

-Pero yo no puedo estar con usted –lo cortó ella y el se detuvo en seco. Ahí no había ni la más mínima gota de esperanza. Todo lo que había visto ese día se había desvanecido completamente. Quizás las heridas de Naruto le habían dado coraje para enfrentarlo sin dudas. -todo lo que hago cuando estoy cerca de usted es sentirme miserable. Yo, Uchiha san, entiendo perfectamente que todo eso fue un mal entendido pero después de todo lo que paso ese día… usted sintió alguna vez lastima de mí? Sintió tristeza por lo mal que me veía, sintió pena por todas las veces que me humille enfrente de usted, sintió remordimiento por dejar que las estudiantes de la universidad se aportillaran en mi contra?. No me importa que comenzó este mal entendido… pero usted no se detuvo ni una vez para darme algo de fuerza….

No dijo nada porque no sabía cómo responder a eso.

-Después de que me hecho de su vida… todo fue un infierno para mí, Incluso en mi casa. Cuando no supe que más hacer lo dejé todo y decidí desmoronarme en una casa vacía, en donde la única luz que entraba era Naruto kun.

Un silencio como jamás había vivido se apoderó de ellos dos en ese lugar. Sintió su estómago retorcerse con amargura. No le gustaba para nada la dirección que estaba tomando esa conversación.

-Yo… la verdad Uchiha san –volvió a mirarlo pero ahora tenía una luz distinta en sus ojos grises. - lo ame locamente… pensé que moriría los días en que no lo podía ver… pensé que moriría cada vez que me rechazaba y humillaba.

-Agh –rumeó mientras ponía una mano en su cabeza. Ella tenía razón

-Pero no morí por eso… Naruto me sacó de ahí. –Agregó con una semi-sonrisa en los labios. -No morí por mi padre ni por su desprecio, no morí por usted… yo no morí por ninguno de ustedes porque entendí que podía ser algo valioso por mí misma. –levantó su mirada gris hacia el quien con un rictus en la boca, se había quedado en completo silencio. -Entendí que no fue correcto lo que me hizo, que no necesitaba el perdón de un acto que jamás cometí. Yo no morí como sentía, porque además… no estuve sola y porque una de las cosas… una de las más importantes cosas que Naruto me enseño, fue a vivir. -Y entonces sus ojos grises se empañaron con lágrimas. -Con todas las fuerzas, con todos los ritmos… a vivir desesperadamente… aunque todo se estuviese derrumbando cerca de mi…

Sólo podía mirarla y entender… cuanto había cambiado.

-Fui un imbécil… -dijo mientras su dedo pulgar e índice presionaban el puente de su nariz. –yo… decir lo siento no parece suficiente pero… de verdad… ahh demonios, de verdad perdóname Hinata.

-Gracias Uchiha San… -le cortó ella con los mismos grises ojos empañados de siempre pero con un poco más de luz. -Sin usted no podría ser nada de lo que hoy puedo ser… sin que usted se hubiese cruzado en mi camino… yo no podría sentir como me siento. Pero no puedo aceptar sus sentimientos…

Una estocada en su corazón y el bombeo irremediable de sus latidos.

-Le debo demasiado al hombre que está en la cama de ese hospital luchando por su vida. A usted… Uchiha-san, lo ame desesperadamente, enfermamente, lo ame casi el punto en que no podía respirar, lo ame incluso sin vivir…

Sintió como su pechó hormigueaba con una incomodidad desconocida.

-Pero ya no puedo seguir con esto Uchiha-san… arigato y hasta luego. No tengo problema con que permanezca en la clínica, entiendo que Naruto es su amigo, pero por favor, no intenté nada más conmigo.

Sin haber siquiera probado su sopa, Hinata se levantó de la silla con delicadeza. Sacó de su bolso el dinero que representaba el monto de lo que había comido.

Lo estaba cortando… le había dicho muy claramente que no podía pensar en él de esa forma…

Uno tras otros los flashback de su vida junto llegaron a su cabeza y fue incapaz de decirle alguna cosa. Frunció su entrecejo con dolor y vio su espalda alejarse con cada movimiento.

No podía ser…

Él podía sentirla… lo había visto en sus ojos antes de que pasará el trágico incidente. Estaba seguro que no podía ser, ya no iba a ser un imbécil de nuevo, no se iba a dejar engañar, por nada del mundo ignoraría de nuevo esa sensación que quemaba su pecho.

No quería dejarla ir… sabía que no estaba respetando sus palabras y era un maldito imbécil por ello… pero no había forma alguna en que el pudiese vivir sin ella. Lo único que estaba claro para él ahora… era que Naruto se había convertido realmente en su rival.

Se levantó de la silla, sacó dinero del bolsillo de su pantalón, tomó su chaqueta y corrió hacia la salida. La lluvia caía furiosamente, tanto así que le costaba ver a más de un metro de sus pies.

-Hinata –Gritó para pararla con la desesperación desgarrando su garganta –Hinata!

Sintió como la angustia le callaba la boca y sus ojos volvían a cristalizarse. La figura de ella se detuvo en el agua, dándole la espalda.

Avanzó porque no sabía que más podía hacer.

-Perdóname… -Repitió cuando sus palabras salieron –Por favor… Perdóname –y entonces las lágrimas, malditas, traicioneras y descontroladas lagrimas abandonaron su cuerpo y apoyó su cabeza contra su espalda. El cuerpo de ella temblaba. –Pero no puedo dejarte… no quiero dejarte Hinata…

Los temblores del cuerpo de ella se hicieron más fuerte y en un atrevido movimiento él la giró.

Sus rostros mojados por la lluvia del verano mostraban el dolor que esa situación estaba causándoles.

-Estas mintiendo… -dijo con la voz profunda mientras chocaba su frente con la de ella. Ese rostro no podía pertenecerle a alguien que no quería nada de él. El huracán de sus emociones pareció calmarse con el tibio contacto de ella. Tenía una oportunidad… sólo una oportunidad, si ella no movía sus argumentos después de eso, entonces… realmente la habría perdido.

-No estás siendo sincera contigo misma… no estás siendo sincera conmigo. –Tenía tanto miedo mientras la tenía ahí, tomada de los hombros y con su rostro tan cerca, diciéndole cosas tan taxativas y fuertes

-Tú me amas, aunque sea estúpido… -lo era incluso para él - aunque sea incorrecto, aunque el estúpido de Naruto sea mil veces mejor que yo y sea perfecto para ti, yo sé… -No volvería a dudar de lo profundamente noble que podía ser el corazón de esa mujer -que así como yo… no has podido borrar este sentimiento.

-Yo no… no sé qué está diciendo Uchiha san... –Dijo con nerviosismo e intentó voltearse, pero él ya había llegado demasiado lejos como para dejarla ir.

La tomo de su muñeca, una muñeca delegada y suave que quedaba endemoniadamente bien con su cuerpo y la jalo para acercarla a él. Su cuerpo mojado sintió el tibio tacto de Hinata y entonces se inclinó lo suficiente para besarla. Tomando su cintura con las manos, sintiendo su resistencia y luego el excitante golpeteo de su lengua deshacerse en su boca… se hundió con más fuerza en ella porque quería ser parte de ella. Tenía la sensación palpitante de querer fundir sus huesos con su piel y transmitirle todo ese cumulo de energía que se acumulaba en su pecho. En un arriesgado movimiento el suavizó el beso… y procuro quererla tanto como fuera posible antes de separarse de ella. Volvió a apoyar su frente con la de ella. No había abierto sus ojos, tenía miedo de verla.

-Está mal… es incorrecto, pero sé… Hinata Hyuga, sé que aún me quieres.

Y entonces abrió los ojos. Ella lloraba con una pena tan profunda que era palpable, él seguía teniendo lágrimas en los ojos y la lluvia no dejaba de caer.

La vio morder su labio en un gesto contrariado y luego sintió como el cuerpo de ella se tensaba.

-Esto no debería haber pasado. –Le dijo ella con pesar y sacó fuerza de un lugar desconocido para él y lo empujo para devolverse al hospital.

Con un horrendo dolor en pechó se quedó ahí, sólo y rendido bajo la lluvía con la única esperanza de ese beso, con la única ilusión de la sensación que le habían transmitido sus labios. Porque él había sentid perfectamente como ella se desarmaba.

Era incorrecto, estaba mal y probablemente Hinata quedaría 100mil veces mejor con un tipo como Naruto. Pero su alma la buscaba desesperadamente como si hubiese nacido para que estuvieran juntos. Quizás era cierto, en esta y otras vida… debía seguirla.

Agradecía que él tiempo acompañará a su humor. Pensó mientras la lluvia seguía cayendo sobre él.