Es mi primera historia relacionada con los Avengers, recientemente que les he tomado cariño (qué digo: obsesión) jeje pero bueno, espero que la disfruten, solo fue una idea nacida de quién sabe dónde pero en lo personal amo el STONY.

Si hay alguna falla les pido disculpas y también que traten de traducirme xD

Capítulo

1

"Reencuentros"

Después de que Thor se llevara a Loki de vuelta a una prisión de Asgard donde seguro no podía volver a causar daño, Anthony Stark confió plenamente en que la normalidad regresaría a su vida. Que equivocado estuvo, pues luego de semejante destrucción en Nueva York tuvo que permanecer algunos meses allí para entrevistas y declaraciones, por lo cual Pepper debió regresar a Malibú para supervisar Stark Industries. Durante ese tiempo las cosas entre ambos se enfriaron hasta el punto en que mantenían una apenas decente relación asistente-jefe.

Tony, no perdió tiempo en regresar a su antigua rutina: perderse en bares de la gran ciudad, acostarse con dos o tres mujeres por noche, y beber hasta terminar tendido en el suelo sin saber en absoluto lo que ocurrió. El doctor Banner era el único capaz de mantenerlo a raya de vez en cuando. Residía en la Torre Stark y hacía todo el esfuerzo posible para no perder la paciencia cuando Tony, como un niño malcriado, salía haciendo berrinches para desaparecer no menos de tres días en fiestas y sexo.

Clint, asignado por SHIELD, y encontrando divertido el rastrear a Stark por toda la ciudad había sido encargado de rastrear los pasos del hombre de hierro, estando al pendiente de que no cometiera alguna estupidez. De vez en cuando incluso lo llevaba a rastras de vuelta a la torre. Natasha, por su parte, había dedicado gran parte de su tiempo a vigilar que en las constantes discusiones con Tony, Bruce no perdiera los estribos y terminara destruyendo con sus gigantes puños verdes el imponente rascacielos. Incluso, a las tres semanas de asistir todos los días a merodear la convivencia de ese par, prefirió mudarse con ellos.

Todas las mañanas de pelirroja escuchaba una discusión semejante a ésta.

-Regresaré….no sé cuándo, no me esperen despierto- canturreaba Tony a Bruce y Natasha, con arrogancia mientras bebía su café.

Ella rodaba los ojos, consciente de que le esperaría un largo trabajo a Clint el encontrar a Tony. Maldecía a SHIELD por no instalarle un rastreador GPS al multimillonario, seguramente eso le facilitaría las cosas a Ojo de Halcón.

-Alguna vez serás un poco más responsable. No puedes simplemente desaparecer durante noches enteras. Clint incluso se mudó a un piso de la torre para cerciorarse de cuando sale.- gruñó Bruce, apretando los puños. Natasha se apresuró a colocar su mano sobre el hombro del doctor, mirándolo severamente para que se tranquilizara.

-Lo siento, mamá ¿Eso quiere decir que no me das permiso?- respondía Tony, mordaz, antes de dirigir sus pasos hacia la habitación.

A las pocas horas generalmente salía vestido y arreglado, y despidiéndose de Natasha así como de Bruce se disponía a abandonar la torre burlando la vigilancia de Clint. Banner hacía uso de todo su autocontrol para no convertirse en un verde amigo que devolvería a rastras a Tony Stark a la torre.

Sin embargo aquellos pleitos se fueron así como llegaron, de una forma inesperada para todos.

Tony había estado dos días perdido en alcohol y mujeres en un bar de jazz moderno cuando una cabeza rubia se había movido entre la multitud. Reconociendo al dueño de aquella elegantemente peinada cabellera, y desinhibido por la borrachera Tony abandonó a sus dos voluptuosas mujeres, y arrastró sus pies hasta la mesa solitaria que había tomado Steve Rogers para ver el espectáculo de jazz.

-¡Hola, Capipaleta!- saludó en un tono volátil, sonriendo tontamente al sacudir su mano.

Steve frunció el ceño como si lo que viese frente a él fuese el más extraño de los espejismos. Después inclinó la cabeza hacia atrás, y abrió los ojos de par en par.

-Parece que has visto un muerto- añadió Tony, sonriendo con picardía.

-Sí…es decir. No sabía que continuabas en Nueva York. Todos los periódicos decían que habías regresado a Malibú- musitó Steve, sin salir de su confusión.

-Pues,- interrumpió Tony tomando asiento en la silla vacía de la pequeña mesa con mantel blanco- si estuviera en Malibú ¿cómo carajos crees que por toda la web estuvieran videos de mis entrevistas?- espetó.

Steve lo miró extrañado, como si hubiese escuchado la cosa más absurda del mundo. Entonces Tony lo entendió. Rogers no veía videos en Youtube, de hecho dudaba que conociera de la existencia del sitio web. Bufó, y haciendo un gesto al mesero pidió que les pasaran dos wiskis dobles.

-¿No estás ya suficientemente ebrio?- preguntó Steve cuando los vasos estuvieron frente a ellos y Tony se bebió el suyo de un solo trago.

-Jamás lo estoy lo suficiente-.

-Bueno- dijo el capitán también bebiendo su licor. A él nunca le hacía efecto- Para que hayas decidido hablarme, significa que lo estas y bastante.

Tony guardó silencio un instante, frunciendo el ceño como si sopesara las palabras del rubio. Luego tomó un respiro y dijo:

-Si te molesta mi compañía no es problema-, e hizo el ademán de levantarse.

-¡No!- lo frenó Steve, sonando un tanto desesperado. Y sintiéndose terriblemente estúpido. Aun podía recordar cuánto había detestado al multimillonario a primera vista, y como tras la explosión en la nave de SHIELD, al verlo tan indefenso sin su armadura, sintió un repentino vuelco en el pecho. Por principio intentó creer que solo se trataba de su instinto protector hacia los demás, pero poco a poco esta idea fue reemplazada por los claros indicios de que le atraía el arrogante ese. Al verlo caer desde lo alto de Nueva York tras soltar ese misil sin que le importase la muerte, Steve se dio cuenta de dos cosas: deseaba poder volar para atraparlo, y amaba a Tony Stark con cada parte de su ser. –No es molestia. Solo no me esperaba tu compañía- dijo, y el pelinegro volvió a su asiento, sonriendo con suficiencia.

No lo había buscado después de la batalla de Nueva York porque lo creyó en Malibú junto a la bonita pelirroja, Pepper.

-¿Y sigues con Pepper?- inquirió, torpemente. Agradeciendo a los cielos que Tony estuviera lo suficientemente ebrio para no notar los celos en su voz.

El multimillonario le explicó que las cosas no habían ido bien con la pelirroja, ante lo cual Steve dijo sentirse mal por él, mientras escondía una sonrisa bebiendo otro bocado de whisky. La pasaron hablando y riendo. Trago tras trago. Tony reveló que de hecho le agradaba vivir con Clint, el entrometido, Bruce, el sobreprotector y Natasha, la mediadora en todo el revoltijo que a veces se armaban. Steve rió, con cierto deje de envidia. El capitán vivía en un pequeño apartamento patas arriba, con el único aparato que lograba comprender, un televisor a blanco y negro, y una hilera de sacos de boxeo para combatir su insomnio; mientras Tony tenía una especie de…familia.

Llegó un punto en que Tony dijo que se debía marchar porque entonces Bruce lo mataría (literalmente porque haría enfadar al Otro Sujeto) si esa noche no volvía. El millonario trató de ponerse de pie, pero trastabilló terminando en el suelo riendo a mandíbula batiente.

-¡EY!- el capitán corrió a ayudarlo. Pasó su brazo por bajo los hombros del pelinegro, y lo arrastró a la salida. –Te pondré en un taxi-.

-Tengo mi auto- protestó Tony.

-¡Y estás en el estado más favorable para conducir!-, rió Steve, irónico.

Una vez en la acera llamó a un taxi, y colocó a Tony dentro. Estaba a punto de soltar la dirección en que debía ser llevado a su amigo cuando sintió las manos del millonario sujetarle el brazo.

-Acompáñame- pidió éste. Steve estuvo por negarse, pero volteó y fue incapaz de decirle no a esos ojos de cachorro indefenso. Subió en el taxi, y ni bien hubo cerrado la puerta, la cabeza de Tony cayó sobre sus piernas.

Cruzar Nueva York no era nada fácil, y menos si vivías en el centro congestionado de Manhattan y habías terminado en un bar de jazz en las afueras. Tardaron dos horas en llegar, pero Steve aprovechó el tiempo para ver dormir al pelinegro y acariciar esas rebeldes greñas sonriendo embobado.

Cuando arribaron al pie de la gran edificación, pagó al taxi e hizo bajar a Tony. Éste parecía más lúcido que antes, pero se quejaba entre murmullos de la perorata que Bruce le soltaría por llegar a esas horas en ese estado.

-A veces extraño a Howard- dijo una vez en el ascensor, sujeto aun por el brazo de Steve- Bruce es taaaan entrometido. Mi padre en cambio a penas me ponía atención- rió, entonces Rogers regresó su cabeza, impactado por las palabras de Tony.

Lo observó detenidamente conforme ascendían los pisos, en silencio, contemplando el rostro apacible del genio. Algo punzó en su pecho, le era difícil imaginar a un pequeño Tony siempre solitario e ignorado por su propia familia.

El timbre del elevador lo sacó de sus pensamientos e hizo despertar de un brinco a Tony. Lo sacó del elevador, el ingeniero aun balbuceaba tonterías. Esperó hallar el silencio que imaginaba en que vivía Tony y su soledad. Mas lo recibió una gratificante escena. La televisión estaba encendida, en el sofá frente a ésta descansaba una exhausta Natasha en el hombro de Clint, ambos tenían pinta de haber estado esperando a Tony hasta altas horas de la noche. A un costado del sofá, abrazado a un cojín Bruce roncaba como poseído.

Rodó los ojos. ¿Cómo había dejado durante casi ocho meses de contactarse con ellos, su única familia?. El capitán suspiró, y llevó sin demora a Tony a la habitación. Ni bien cruzaron el umbral, cuando Tony se dobló sobre sus rodillas, terminando por vomitar en el suelo.

Steve suspiró, esperó a que se le pasara, palmeando su hombro, y luego lo escuchó dar órdenes a un par de robots extraños para que limpiaran el desastre. Tony, quizá pensándose solo, intentó gatear hasta la cama.

-Tony, no- dijo Steve, tomándolo por los brazos y alzándolo como a un saco de patatas sobre el hombro.

-¡Bájame!- pataleó Tony, apestando a vómito. Pero la rabieta le duró poco, cuando Steve ingresó en el baño y con voz titubeante dijo:

-¿Puedes llenar la tina de agua caliente?-, jamás había hablado con máquinas.

Pero JARVIS no tardó en responder.

-En seguida, capitán Rogers-. Y sin más el agua comenzó a correr en la ostentosa tina blanca en el centro del impoluto cuarto de azulejos níveos.

El contacto del agua con su cuerpo hizo que Tony saltara dando un grito infantil. Steve lo miraba a un costado de la tina, brazos en jarras, y una ceja levantada. El pelinegro había recuperado la razón en un gran porcentaje cuando el capitán lo mandó a bañarse, diciendo que estaría fuera, en la habitación por si necesitaba algo.

El rubio lo esperó todas las dos largas horas que duraron la ducha, preguntando varias veces con tono compungido a JARVIS qué estaba haciendo Tony dentro, solo para percatarse de que no hubiese muerto aunque la computadora se lo tomó a mal y respondió:

-Está enjabonando su abdomen, pasando las manos por su ombligo y acaba de bajar más a su…-.

-¡GRACIAS JARVIS!- exclamó el capitán, enrojeciendo hasta las orejas de solo pensar en lo que la computadora había estado por decirle.

Steve había caído dormido en la amplia cama cuando Tony se dignó a salir con paso arrogante, envuelto tan solo con una toalla a la cintura. El capitán levantó la cabeza abruptamente, y el multimillonario quedó parado en seco.

-Yo creí que ya te habías- intentó justificarse Tony, ruborizado. -¡JARVIS!- exclamó, y las luces de la recamara descendieron para esconder el rostro rojo de la vista del capitán.

-Solo quería asegurarme de que estés bien- argumentó Steve, titubeando, y poniéndose de pie en dirección hacia la puerta.

-Señor, si me permite creo que en este momento sería propicio decirle al capitán Rogers que usted lleva los últimos ocho meses llegando aquí ebrio, exclamando que es culpa de él su lamentable estado emocional- habló la impertinente, infernal, e insoportable voz de JARVIS. Pero para Tony resultó celestial.

Para Steve por otro lado, impactante. Regresó la mirada hacia Tony, quién lo observó cómo disculpándose, no por las palabras de JARVIS, sino por lo que estaba por hacer. Dio dos pasos firmes hacia el capitán, y alzando un poco el rostro le plantó un largo y prolongado beso.

Al principio Steve no respondió, acorralado contra la puerta y petrificado ante tal acción de Tony. Después estuvo seguro de que era por el alcohol ingerido por el genio; buscó en vano señales de ebriedad en el menor, hallando solo una devoción triste en los labios del pelinegro cuando se separó de los suyos.

-Yo lo siento, Steve. No debía…- musitó, pero entonces una mano fuerte se enterró en su cabello y otra lo sujetó por la barbilla.

-¡Cállate!- exclamó Steve antes de adelantarse sobre sus pasos y atrapar los rojos labios de Tony.

Aquí los dejo con la intriga…muajajaj

Dejen REVIEWS!

En el siguiente cap habrá LEMON ;) *lo dice con cara de pervertida* jejej