Disclaimer aplicado.

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Capítulo 4

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«Dime, si reconoces mi voz»

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No se lo habían dicho a nadie. Mínimo, Ino fue lo más reservada que pudo. «Una misión secreta», recordaba mientras guardaba sus pertenencias en la mochila. Tenía que salir pronto, antes de que alguien revisara su habitación en el hospital y se diera cuenta que ella se había marchado. Gaara le indicó que el autorizó su alta, pero no sería confirmado hasta el día siguiente. «Yamanaka Ino partió a Konoha», era lo que todos pensarían. Además, no quería causar más revuelo. Era hora de probar su actitud irenista.

Cuando terminó de empacar en la habitación de huéspedes, estuvo lista para salir por la ventana. Antes de cruzarla, se quedó un momento observando la cortina abierta, ondeando por el ligero viento externo. Recordó esa calidez pegándole en el rostro, antes. Entonces, algo se encendió en su cabeza. Eso había sido lo último que ocurrió antes caer inconsciente. ¿Se lo había dicho a alguien? No, lo había omitido. Una ventana abierta, eso fue lo último que vio.

Ino saltó por tejados y paredes hasta llegar al suelo. Las calles de Suna estaban atiborradas de ninjas que cuidaban el perímetro. Por cualquier cosa, Ino llevaba la cabeza y el rostro cubierto con un velo, y comenzó a andar entre la oscuridad para llegar al punto de encuentro que el Kazekage le había fijado en un mensaje de papel, cuando aún estaba en el hospital. Se verían en la puerta del coliseo. Era fácil de llegar, según las indicaciones de Gaara. Poco después vio la enorme entrada de aquella explanada.

—¿Qué está haciendo aquí a esta hora? ¿No sabe que estamos en hora de queda hasta nuevo aviso? —una voz masculina y desconocida a su espalda le hizo detener el paso y el aliento. Temió ser descubierta y no se atrevió a moverse ni un centímetro, lo que causó más desconfianza en el ninja patrullero—. ¡Identifíquese! —exigió, demandante.

Ino no tenía planes de ser detenida, así que debía hacer algo antes de que el hombre se pusiera violento o buscara refuerzos. Giró el cuerpo lentamente para verle, sin quitarse el manto del rostro, sólo dejando a la vista sus enormes ojos azules. El hombre tenía un rostro duro, como del que es capaz de cualquier cosa por cumplir con su deber.

La rubia iba a decir algo, distraerlo, y luego usar una de sus técnicas de hipnosis para inmovilizar al oponente, pero algo se le adelantó. El hombre retrocedió y abrió los ojos tanto que parecía que le iban a estallar. Ino se horrorizó por no saber qué estaba pasando, pero todo fue tan rápido, que no le dio tiempo de actuar. Cuando el hombre cayó al suelo, Gaara apareció detrás de él. Había usado la arena para rodear su cuello y limitarle el oxígeno, logrando que éste perdiera el conocimiento. Ella lo miró, absorta, mientras él revisaba el pulso del ninja. Cuando se volvió a la rubia, parecía tranquilo.

—Despertará en poco tiempo, debemos irnos.

Ino asintió y él pasó de ella, así que tuvo que seguirlo.

Salir de la aldea fue sencillo, dado la técnica de arena del Kazekage. Con el viento arenoso, se habían introducido a una clase orificio en una de las monumentales paredes que bordeaban la aldea. Anduvieron en silencio, atento a cada ruido que pudiera descubrirlos. Gaara le pidió a Ino que cubriera su rostro para que la arena no la lastimara. Poco después, salieron ilesos de la ciudad y sin enfrentarse a nadie más.

Por las noches, dentro de la ciudad, el clima tendía a ser fresco. Sin embargo, en el páramo abierto y sin resguardo, el viento golpeaba heladamente sobre el cuerpo. Ino no estaba del todo preparada, sólo se había puesto su ropa de combate, unas mallas gruesas en las piernas y aquella manta enredando la cabeza y parte de los hombros y espalda. En cambio, Gaara iba resguardado de pies a cuello perfectamente.

—Hay un lugar donde albergarnos para fijar el plan que llevaremos en esta misión. Está a un par de kilómetros, será mejor que apresuremos el paso para alejarnos lo suficiente.

—Bien —respondió ella, y él le dio la espalda. Ino pensó en hablar del recuerdo que tuvo, sobre la ventana. Podía ser un dato inservible, pero en casos como este, cualquier información era bien recibida. Sin embargo, con la prisa que llevaban, pensó que mejor se lo diría cuando llegaran al albergue del que hablaba.

Ino continuó caminando detrás de él. Se abrazó a sí misma para mitigar el frío mientras intentaba seguir su paso. Para él, caminar por la arena parecía sencillo, pero la rubia tenía dificultad. Aun así, no se quejó en ningún momento. No se sentía apta para ello, no después de todo lo que había pasado. Tenía muchas dudas al respecto, sólo sabía que la necesitaban como ninja médico, y no podía poner reparos ante una emergencia. Además, era el mismo Kazekage quien le pedía esa tarea. Por más odioso que se haya portado antes, le debía respeto y su servicio; total, Konoha la había enviado para eso.

Casi dos horas después, llegaron a una posada. Gaara le pidió que lo esperara en la entrada, mientras él hablaba con la encargada. Ino lo vio hablando casi en susurros, y la anciana que cuidaba el albergue parecía todavía hablar más bajito. Ino pensó que quizá se conocían, o que ella le tenía miedo, lo cual era descabellado. No importaba, Gaara volvió enseguida y le indicó que lo siguiera, hasta llegar a una clase de corral, donde el clima era más tibio.

Ino se quitó el chal de encima y se sacudió la arena. Había un par de troncos donde podían sentarse. Gaara había encendido una lámpara, luego sacó un pergamino. Mientras Ino terminaba de arreglarse la ropa, miraba de reojo cómo acomodaba aquel rollo sobre el tronco del centro. Poco después se le unió. Echó un vistazo, notando que era un mapa. Lo observó un momento, dándose cuenta que el viaje que emprenderían sería largo, lo cual le produjo un estremecimiento con raíz en muchos motivos.

—¿Ha viajado antes al País del Rayo? —preguntó Gaara.

—No, nunca. Pero por favor —aspiró, incómoda—. ¿Podríamos dejar de hablarnos de usted? Verás, sé que tenemos posiciones distintas, tú eres el Kage de tu aldea y yo una ninja médico respetada en la mía, pero vamos, sólo tenemos veinte años, tan jóvenes como para seguir tratándonos como unos viejos, ¿no te parece? —Gaara pareció sorprendido por tal petición, y no supo que decir, pues realmente no había pensado en eso, nunca. Pero ella esperaba una respuesta ahora, por lo que él optó por asentir con la cabeza—. Bien, aclarado eso… —dijo sonriendo, y se acercó más al mapa ahora con gesto curioso—. Una vez fui al País del Colmillo, a una misión de escolta. Fue hace algunos años, cuando aún era Gennin.

—Bueno… —dijo, dándose una sacudida mental por lo anterior y enfocándose de nuevo en el mapa, apuntando con el dedo—. Iremos hacia el noroeste, hasta el País de la Tierra. Después nos desviaremos al este, hasta llegar a la frontera del País de la Garra con nuestro destino. Será un viaje de cinco días, si no tenemos algún contratiempo. Una vez que lleguemos ahí, inspeccionaremos el lugar hasta encontrar el supuesto punto de encuentro con nuestros ninjas.

—Tengo una duda —Gaara levantó el rostro para mirarla. Ino parecía confundida—. ¿Por qué no tomamos un camino más corto dirigiéndonos por el País del Fuego? Podría ser más beneficioso. Conozco el perímetro muy bien; encontraríamos aliados en Konoha, y podríamos informar lo que está pasando. ¿No crees que… —Ino conectó su mirada con los ojos fijos de Gaara, que parecían demasiado serios, lo cual la retrajo un poco y la hizo hablar inseguramente—… la Hokage debería saber lo que sucede?

Gaara no parecía encantado con la sugerencia. Meditó un poco, pero no la idea, sino el cómo revelar cuál eran sus verdaderas intenciones.

—Preferiría que Konoha no interviniera en esto.

—¿Por qué no?

—Cuando dije que era una «misión secreta», quise decir que nosotros dos somos los únicos que deben saber de esto. Quiero mantenerlo así. Inmiscuir a la Hokage no será algo a favor. La discreción en esta misión es elemental, si queremos que el Escuadrón Médico y los ninjas heridos no corran más peligro.

—Hablando de eso, ¿podrías explicarme bien qué es lo que haremos una vez que lleguemos allá? ¿Por qué crees que ellos corren peligro? Has autorizado a un Escuadrón Médico a dirigirse a su ubicación.

—Cancelé esa misión.

Ino pareció sorprendida, del mal modo.

—Pero… ¿por qué hiciste eso?

—El Jefe de Escuadrón Médico esperará nuevas instrucciones hasta que sepa qué es seguro llegar hasta allá.

—¿Estás diciendo que iremos ahí sin ningún refuerzo? ¿Yo como única ninja médico? —estaba mosqueada con la idea, no porque tuviera miedo de poner en riesgo su seguridad, sino por la poca ayuda que brindaría como única médico; hablaban de quince heridos, cosa de la cual se enteró poco antes de ser rechazada para liderar el escuadrón.

—No. Estoy diciendo que iremos a inspeccionar el área para saber si es seguro que el Escuadrón Médico arribe para asistir a los heridos.

—No quiero ser odiosa pero… —Ino notó una ligera denotación de sorna en aquella mirada turquesa, pero por el bien de la misión, con mucho esfuerzo decidió dejarlo pasar—. No estoy segura de cuál es mi verdadero papel en esta misión.

Por la expresión del Kage, Ino supo que él tenía una importante razón. Si recordaba la conversación que tuvieron esa tarde, antes de que Temari los interrumpiera, él había dicho que su presencia en Suna era un misterio, así que ella era podría ser una clase de carnada. Aun así, ella dudaba de cuáles eran sus responsabilidades. Su ego decía que estaba ahí por sus grandiosas y reconocidas habilidades como médico, aunque su raciocinio más sensato le decía que era un respaldo en aquella extraña misión que aún no lograba comprender.

—Ino… —le llamó por su nombre y para ella sonó como una vibración inusual, así que le prestó mucha atención—. Sé que esto es repentino. Sé que estás reponiéndote aún de un ataque. Lo pensé mucho antes de pedir que vinieras conmigo. No me gusta basar mis acciones por corazonadas que podrían bien ser reacciones paranoicas, impulsivas, dadas después de un ataque tan extraño como el que sucedió en la aldea… pero sigo pensando que debes formar parte de esta misión. Eres médico, salvas vidas. Eres perfecta para esta tarea. Por favor, confía en mí.

En absoluto ella pensaba retractarse. Simplemente, en su naturaleza estaba el cuestionar todo aquello que no encajaba.

—Haré esta misión… Confiaré.

Gaara pareció más relajado, a pesar de que sentía preocupación por las personas que podrían estar en peligro, personas lejos de su hogar, en condiciones precarias. Pero no quería revelar demasiado las perturbaciones de su presentimiento. Se puso de pie, guardando el pergamino.

—Trata de dormir un poco, retomaremos el camino en tres horas. Ahí hay unas mantas para resguardarte del frío. Nos vemos más tarde.

—Kazekage… —Le llamo cuando ya salía. Él se giró, esperando lo que iba a decir—. Cuando me preguntaron si había visto a mi atacante, les dije que no, que sólo entré a mi habitación, y que estaba en penumbra, y poco después perdí el conocimiento. Ahora recuerdo algo más. La ventana. Estaba abierta. Entraron por la ventana.

—Lo sabemos. Quien revisó la habitación colocó en el informe que probablemente ese fue el acceso.

—¿Pero no se preguntan por qué? ¿Por qué en mi habitación? Según recuerdo, esa recámara queda bastante lejos del salón donde estalló la bomba. Había habitaciones más cercanas a ese lugar. ¿No parece extraño que eligieran la mía?

Gaara la observó un momento, notando su turbación. Si pudiera darle respuestas, sería más sencillo, pero no las tenía.

—Todo ha sido verdaderamente extraño.

La rubia se quedó pensativa en aquel helecho, después de quedarse sola. Juntó algunos bloques de paja y los cubrió con una manta para formar una clase de colcha. Imaginó que Gaara había elegido hospedarse ahí para que nadie los viese o los reconociera. Estaba siendo muy precavido. Ino se prometió no dar problemas y actuar pacíficamente. Así que trató de dormir, aunque se sentía nerviosa, pensando que todavía quedaba mucho camino por delante.

-O-

Temari salió de prisa del hospital hacia la oficina del Kazekage. Ahí estaba Matsuri, organizando unos papeles sobre el escritorio de su jefe. La rubia la miró desconcertada. Eran las tres de la madrugada, y ella estaba en la oficina de Gaara, sumándole que cuando la vio, se mostró nerviosa, aun cuando no le había dicho nada.

—¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó la hermana del Kage.

—Sólo… ordenaba algo.

—¿Dónde está Gaara?

—No lo sé.

—¡Matsuri!

—Se fue de la aldea, pero no me dijo a dónde.

—¿Ino? ¿Se fue con él?

—No, la señorita Yamanaka se marchó a su aldea.

—¿Cómo lo sabes?

—Ella dejó una nota, después de que el Kazekage autorizara su alta en el hospital.

—¿Cuál alta? ¿De qué hablas? Todos la están buscan en el hospital.

—Ésta…

Temari le arrebató la hoja que le extendió y la leyó rápidamente. Ahí estaba, la autorización, firmada por el Kazekage, y la firma de un médico. Yamanaka Ino era el médico. ¿Era una broma? Más valía que lo fuera, porque Temari comenzaba a preocuparse. Pero algo le decía que esto era una realidad desconcertante.

La ninja del abanico ignoró a la castaña, que la veía asustada, por estar encubriendo algo que podía estar mal. Pero fue Gaara quien le pidió que entregara esa autorización al hospital a esa hora. Sí, era raro, pero era su jefe y ella sólo obedecía sus órdenes. Sin embargo, ver cómo Temari tomaba un papel y comenzaba a escribir con notoria consternación, le decía que algo parecía incorrecto. Cuando Temari terminó, salió de la habitación, de prisa. Tenía que enviar un mensaje a Konoha.

-O-


¡Hey, gente!

Muero de calor, pero aquí tengo otra entrega de este fic, quiero todo para este fic. Si ya lo leyeron, ¿qué tienen para opinar de él?

Lux