Free! Iwatobi Swim Club no me pertenece.


¡Hola!

Primera vez por aquí... y con un longfic.

Desde que vi en el opening una mano que parecía salvar a Haru (la primera vez (y todas las demás) que lo vi, me imaginé que había que salvar a Haru –, interpretaciones raras-), me volví loca pensando quién podría ser… y el anime (en realidad mi imaginación) me convenció de que se trataba de Makoto.

Siento que es tan natural el MakoHaru que es natural que escriba de ellos. También es tan obvio que nunca serán "algo más que amigos", que me parece tremendamente natural que yo quiera escribir de ellos… después de todo, me gustan las parejas imposibles.

Así que si alguien decide acompañarme en esta aventura, bienvenido y ojalá disfrute.


Notas:

1. Se trata de un What If? Premisa: Al terminar la secundaria, Makoto va a Tokio a estudiar. Haru se va a Australia con Rin.

2. Caballa: es macarela. Sinceramente, no puedo con la palabra caballa. En mi país, a ese tipo de pescado le decimos macarela. Caballa me suena a cobaya y a caballo… y no, no. Ni las cobayas ni los caballos tienen que ver con Haru. Es macarela.


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¿Tienes miedo?

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Resumen:

Después de un par de años sin verse, Haru regresa a Iwatobi, donde se encontrará con aquel que llamó mejor amigo… Sin embargo, descubrirá que el miedo tuvo más fuerza que la posibilidad de una escena que nunca había visto.


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¿Tienes miedo?

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"Pensaba ir a un lugar donde Haru no está.

¿Podré estar bien aunque Haru no esté? Solo quería descubrir eso.

¿Podrá estar Haru bien aunque yo no esté?"

Makoto Tachibana, en High Speed 2, Capítulo 8: Light

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Primer Capítulo:

Los gatos comen peces

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—Makoto. Juegas baloncesto.

Makoto Tachibana dejó de prestar atención al balón naranja que giraba en el aro, y con lentitud volteó la cabeza hacia un lado, mientras sus hombros, se iban destensando poco a poco. Sonrió al descubrir que su cerebro no lo había engañado.

—¡Haru-chan! Tanto tiempo sin verte.

Los ojos verdes brillaron y los signos de fatiga desaparecieron. Ignorante de si el balón decidió entrar, escapar o rodar por toda la eternidad, se acercó con una gran sonrisa a su amigo de infancia, al cual tenía varios años de no ver.

—Eh. Pero sí es Haru—exclamó el compañero de juego de Makoto, Kisumi Shigino—. ¡Estamos los tres juntos de nuevo! Qué buenos recuerdos.

Haru frunció el ceño al reconocer a la persona que acompañaba a Makoto, en aquel parque cercano a la estación de trenes. Antes de que Makoto pudiera acercarse lo suficiente como para recuperar la intimidad de cuando se veían a diario, ya Kisumi había saltado sobre Haru, abrazándolo por los hombros, una vez más aprovechándose de los cuantos centímetros que le llevaba para estrecharlo con fuerza y chocarle la cabeza. Haru ladeó el rostro para evitarlo.

—No has cambiado nada—se quejó Kisumi, que esperaba un saludo más efusivo. Soltó un suspiro resignado y negó con la cabeza. Makoto rio, entonces Haru clavó sus ojos en él.

Haru recordó de una forma muy vívida cuando Makoto le contó que Kisumi Shigino lo había invitado al equipo de baloncesto. Para él, que desde que recordaba, solo pensaba en nadar, no era difícil de imaginar que ni los hábitos de Makoto ni los de Kisumi hubiesen cambiado: si a los dos les gustaba jugar baloncesto cuando estaban en secundaria baja, pues era válido que siendo universitarios les continuara gustando. Justo como a él, aun, le gustaba nadar.

Sin embargo, para su sorpresa, el recuerdo se centró en la disposición de Makoto de querer consultar su ingreso al club con él.

"Kisumi Shigino me invitó al club de baloncesto. ¿Qué piensas?".

Haru sabía que decirle a Makoto "haz lo que quieras", era lo mismo que hablarle a una piedra o a un queso. Makoto siempre trataba de hacer lo que le agradara a los demás, en especial, lo que agradara a Haru, y conforme crecían la idea de que Makoto no se esforzaba por labrar su propio camino tomaba fuerza. Además, por alguna razón, Haru percibió que, en aquel entonces, Makoto trataba de elegir entre él y Kisumi, y poco tenían que ver las actividades de los clubes. Por eso le aconsejó que intentara el baloncesto. Si no lo decía de forma expresa, Makoto nunca superaría el dilema de "hacer algo que él quería, pero que Haru no"… y quien sufriría las consecuencias no sería precisamente el mismo Makoto.

Makoto. Vamos a casa—lo llamó Haru, mientras Kisumi iba a recoger el balón. Nadie supo si encestó.

—Claro. Se está haciendo tarde—exclamó Makoto. Se giró hacia Kisumi para decirle con la mirada y una sonrisa apenada que ya no jugaría más.

—¿Es en serio? ¡Estamos en la mitad de un juego!—volvió a quejarse Kisumi, como si fuera muy grave una interrupción de su práctica.

—Jugaremos la próxima vez—prometió Makoto. Fue por su bolso y sacó una toalla. No perdió el tiempo secándose el sudor, sino que la colocó alrededor de su cuello y caminó hacia Haru.

Haru ignoró la despedida de Kisumi y observó de reojo, solo por unos segundos, el sudor que perlaba el rostro y cuerpo de su amigo.

—La natación no es tan problemática—apuntó, haciendo referencia a la cantidad de sudor, en un día ya de por sí caluroso.

Las cejas de Makoto se levantaron, un poco sorprendidas de que fuera Haru quien iniciara la conversación.

—Tienes razón, Haru.

—No tienes que decir mi nombre en cada oración.

Makoto sonrió.

—Lo siento—Lo miró de forma cálida, como si cuatro años sin verse fuera lo mismo que nueve horas—. Me alegra verte. Pensé que este año no te vería.

—Hmn.

Caminaron juntos, el mar se divisó a lo lejos y Haru perdió la mirada. Makoto habló todo el camino, le contó de su regreso hacía unos días para disfrutar del periodo de vacaciones en casa, algunas noticias de Nagisa y Rei, y los pequeños cambios que había podido notar en la vida de Iwatobi.

Camino al Santuario Misagozaki estaban las casas de Haru y Makoto, separados por más de una veintena de escalones y un par de arcos. Frente a los escalones que conducían al templo se encontraba la casa de Makoto, mientras que la de Haru estaba a mitad de las escaleras, del lado izquierdo. Se detuvieron frente a la entrada de la casa de Makoto, como siempre hacían años atrás.

—Haru, si quieres puedes venir a cenar. A Ran y a Ren les gustará verte. —Por un momento la mirada de Makoto se ensombreció. Haru lo miró con precaución—. Oh, los niños no te dejarán en paz, y debes estar cansado. ¿Regresaste hoy, cierto? Es un largo viaje desde Aust…

—No te preocupes. Puedo ir.

—Genial, Haru-chan—exclamó alegre.

—Deja el chan, Makoto—murmuró sin ganas y empezó a subir las escaleras.

—Nos vemos luego, Haru.

Por primera vez, la voz de Makoto le pareció la de un hombre maduro, y no la del jovial muchacho que recordaba. Su pie por un medio segundo se quedó indeciso quieto en el escalón, sabía que si se giraba, vería al hombre maduro… pero no lo hizo.

Makoto con una sonrisa tranquila observó los escalones que Haru subía. Le causó una gran impresión volver a reencontrarse con Haru, después de tanto tiempo sin verse y de apenas unas conversaciones triviales por mensaje de texto. Su compañía le resultó muy cómoda, como si aun fueran unos muchachos, acostumbrados a estar juntos todos los días. Además, le regocijó ver con sus propios ojos lo bien que estaba Haru. En cuestión de una caminada -que sus pies habían memorizado por la rutina- la preocupación por Haru se fue. Su amigo, realmente, se veía bien.

Además, al verlo subir las escaleras, se confirmó la sensación, que lo embargaba desde joven, de que Haru tenía destinado un camino que siempre subía y seguía hacia delante. Un destino que él solo era capaz de observar… desde abajo. ¿Por qué pensaba en eso, otra vez? Creía que ya estaba superado ¿No debería, simplemente, estar alegre por Haru?

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—Muchas gracias por la cena, señora Tachibana. La macarela estaba deliciosa. ¿Puedo servirme más?

—¡Oh, Haru! ¿Todavía te gusta la macarela? ¡No has cambiado nada!—exclamó Ran, la hermana menor de Makoto.

Haru. Yo sé cocinar macarela. Makoto me enseñó—Trató de llamar la atención del invitado el otro gemelo.

—¡A mí también me enseñó! Mi macarela es más rica. Y no me queda salada como la que hace Makoto.

—No. ¡La mía es mejor! Tienes que probarla, ¡Haru!

—Eh. Niños. Denle un poco de espacio a…

—Me gustaría probar sus macarelas—sentenció Haru, con lo que les inyectó una gran dosis de energía a los gemelos que corrieron a sus habitaciones a corroborar sus recetas y a planear la cena de degustación de pescado que tendría a Haru como único juez… y participante.

Makoto les hizo prometer, tanto a los niños como a Haru, que dejarían para otro día el concurso de macarela.

—¿Has comido bien, Haru?—preguntó Makoto, mientras se refrescaban en la entrada al patio.

Haru lo miró con seriedad.

—No eres mi madre—No había irritación en su tono, pero no pudo evitar decirlo. Desvió los ojos y asintió. Makoto se alegró.

—¿Cómo está Rin? —preguntó Makoto.

Haru lo miró de reojo, casi con frialdad.

—Mantienes comunicación con él—le dijo, mientras pensaba en el hábito que tenía Makoto de hacer preguntas innecesarias.

—Esperaba saber tu opinión sobre él. No es lo mismo hablar con Rin por teléfono o mensajes, que escuchar lo que tiene que decir alguien que lo ve a diario…

—Está bien—interrumpió Haru.

Claro—Makoto se inclinó hacia atrás, mientras observaba el frasco con una flor en su patio—. Este verano he hablado mucho con Kou. Su universidad va muy bien.

Haru no dijo nada.

Makoto comentó un par de cosas más: que había recibido una postal de Zaki para su cumpleaños, que la profesora Amakata había ido a estudiar literatura al extranjero, que Ikuya se había casado… hasta que el cansancio hizo mella en sus recuerdos y empezó a confundir las historias que había escuchado y decidió guardar silencio antes que contar una anécdota tergiversada.

Al cabo de unos minutos de silencio, Haru dijo que debía marcharse y Makoto lo acompañó hasta las escaleras. Con la misma sonrisa alegre de la tarde, observó cada paso que su amigo daba y que, obviamente, lo distanciaban.

Haru se detuvo al llegar arriba, estuvo a punto de girarse e increpar a su amigo sobre la duda que tenía desde que lo vio jugando baloncesto, pero un sonido lo distrajo. Un gato blanco apareció, Makoto soltó una risita pensando que el gato había asustado a Haru, sin saber que los movimientos quietos del otro eran por indecisión. Al percatarse de que el gato había captado toda la atención de Makoto, Haru suspiró y continuó hasta su casa.

Internamente, se alegró de que el gato blanco todavía viviera en esa zona, y mientras preparaba el baño, pensó que debía agradecer a los hermanos menores de Makoto. Al zambullirse en su querida tina, recordó el día que les contó a los padres y hermanos de Makoto, durante una deliciosa cena de macarela en sopa, que iría a entrenar a Australia.

Recibió felicitaciones y buenos deseos por parte de los señores Tachibana; pero los gemelos tan solo se quedaron mudos y unos minutos después de que Haru regresara a su casa lo llamaron a la puerta, con la cara llena de mocos y lágrimas.

—¿Es cierto que te vas? ¡¿Por qué, Haru-chan?! ¡No quiero que te vayas! ¡Además, te vas muy lejos! Australia queda más lejos que la nueva habitación de Makoto en Tokio.

—Necesito pedirles un favor—los interrumpió Haru.

Los dos niños lo miraron sorprendidos. Se limpiaron el rostro con el dorso de la mano y trataron de controlar sus hipidos. Haru les hizo una seña para que lo acompañaran al patio trasero.

—¿También tienes un cementerio de peces en tu patio?—preguntaron con curiosidad.

Haru negó. Les pidió que hicieran silencio y les señaló un pequeño tapete que había en una esquina. Un gato blanco dormía en él.

—¡Es el gato que juega con mi hermano mayor!—dijo Ran en una exclamación ahogada.

Haru asintió.

—¿Es tuyo? Creí que era un gato de la calle.

—Solo le doy la comida y dejo que duerma aquí…—murmuró Haru.

—¿Por qué mi hermano no le da comida? ¡Él nos da comida a nosotros!

—Sh. Puedes asustarlo—Los dos niños asintieron obedientes. Haru los evalúo con la mirada—. Cuiden de él.

—¡Claro!—exclamaron los dos al unísono—. ¿Cómo?—Lo miraron con ansias, y Haru recordó que solo eran unos niños que aun no ingresaban a primaria, pero él sabía bien que un niño podía hacerse cargo de un animal.

—Les enviaré dinero para que compren su comida. Solo asegúrense de que siempre pueda encontrar alimento y un lugar de descanso aquí.

—¡Es una promesa! Le diremos a Makoto que nos ayude. Así no tienes por qué preocuparte.

—No le digan a Makoto.

Haru asomó la cabeza fuera de la tina y agradeció que los niños cumplieran la promesa de cuidar al gato. Sabía muy bien que Makoto cada vez que se encontrara con aquel gato, sonreiría.

...

See you next water time!


Hola.

Muchas gracias por llegar hasta aquí.

Tal vez no pasó nada importante, pero es un reencuentro. Y con lo feliz que se pone Makoto por cualquier cosa, y la falta de expresión de Haru, me pareció que lo adecuado era un reencuentro que fuera más bien normal. Además, el gato será importante. El fic se trata del gato, en realidad.

Espero poder contar con su opinión (¿a alguien le interesa saber por qué se separaron cuatro años? Es más sencillo de lo que parece), y prometo rápidas actualizaciones. El fic –como la mayoría de mis historias- ya tiene el final escrito… y es bonito :3

Gracias por leer y nos vemos pronto