Meses antes

Sarada se miró al espejo, con una tristeza infinita. Estaba sola, por primera vez en su vida sola. Su madre había muerto durante los exámenes chunnin. Su padre, ese hombre tan anhelado y desconocido, también. Sakura murió protegiéndola. Sasuke, protegiendo la aldea. El Séptimo Hokage había susurrado, cuando creía que ella no escuchaba, que Sasuke había saltado contra el enemigo como el hombre que ya no tiene esperanzas... porque Sakura estaba muerta y porque para él, Sarada era nadie.

- Sarada-chan ¿puedo pasar? -La voz de Hinata, tan querida, tan adorada, tan familiar sonó desde el otro lado de la puerta. De poder, podía -pensó Sarada- era su casa pero ¿quería Sarada hablarle? No contestó.

Hinata abrió la puerta lentamente, casi con miedo. Caminó hacia donde esa niña casi mujer estaba parada y la abrazó. La sostuvo entre sus brazos como solo quien conoce el dolor de perder a su madre conoce. Como solo quien siente que era nadie para su padre puede entender.