Hola a todos!

Tengo algo que comentarle a todos los que vienen siguiendo la historia en esta plataforma y como tal vez no les haga mucha gracia decidí dejar este mini capítulo a modo de disculpas adelantadas.

La cosa es que, como algunos creo ya saben, vengo publicando este fanfic tanto aquí como en AO3. Y para ser completamente sincera subir los capítulos a esta web es mucho más engorroso y muchas veces ando a las apuradas y se me quedan detalles por falta de tiempo.

Entonces he decidido continuar actualizándola solo en AO3 y cuando por fin la complete subir todos los capítulos de una sola vez aquí.

Espero que no los complique mucho con el cambio y puedan seguir acompañando la historia.
El sábado subiré el capítulo 14 (también mini) a Archive of Our Own.

Les dejo el link para que no deban rastrearlo:

/works/4794923/chapters/10973543?view_adult=true

Sino pueden buscarla por el título: Head in the game, heart on my sleeve.

Saludos y buen miércoles para todos.


Sherlock llegó al club cerca de las seis de la tarde. Era su día de trote continuo pero la lluvia lo ahuyentó de la intemperie y lo obligó a correr a puertas cerradas.

Si tenía opción, siempre prefería ejercitarse al aire libre, pero faltando poco para el comienzo del campeonato no podía arriesgarse a contraer un resfrío.

Con suerte, sus compañeros ya se habrían retirado a descansar después del turno vespertino. Tal vez Lestrade se hubiera quedado dando vueltas en el vestuario, estudiando algunos de los ejercicios que el diez le había dejado en su computadora personal para que implementara en los entrenamientos del día siguiente.

Comenzó trotando en la cinta a un ritmo leve para calentar las piernas. Las máquinas estaban orientadas hacia una piscina cubierta y climatizada, separada del gimnasio por mamparas de plexiglás. Sherlock solía terminar su rutina nadando unos cuantos largos antes de elongar y darse una ducha rápida.

Sobre la pared que enmarcaba la parte superior del plexiglás colgaba una fila de pantallas LED que solían mostrar canales deportivos y de noticias. El diez prefería entrenar a medialuz, con la tenue iluminación que se filtraba desde la pileta, y sin nada que lo distrajese de sus contemplaciones por lo que siempre cortaba la conexión eléctrica del salón -exceptuando una cinta y un escalador- antes de empezar.

Apenas había trotado por veinte minutos cuando escuchó que alguien abría la pesada puerta de metal del sector de la piscina.

John Watson ingresó ataviado únicamente con un short del club con el número cuatro estampado en la parte inferior de la pierna izquierda y un toallón azul alrededor del cuello. Sherlock aminoró el paso y debió bajar varios niveles la velocidad para no caer de bruces sobre el panel de control. John dejó su toalla y ojotas sobre una de las reposeras ubicadas alrededor de la piscina y se zambulló de cabeza en un salto perfecto. El número diez observó, ya con la máquina apagada, cómo se trasladaba de un extremo al otro a una velocidad impresionante. Se preguntó si sería capaz de vencerlo en una carrera. Tendría a su favor sus quince centímetros de ventaja sobre el volante, pero la tracción que los músculos de las piernas y brazos de John generaban serían un verdadero reto.

La espalda del rubio se contraía y delineaba con cada brazada que daba y el mediapunta se encontró siguiéndolo con la mirada como imantado a su figura. No parecía sentir molestias en el brazo rehabilitado. Ya había completado cuatro entrenamientos con el resto del equipo y según la opinión de Lestrade podría estar en forma para debutar contra el Newcastle, en la segunda fecha de la Premier, dentro de tan solo tres semanas.

Sin duda buscaba ponerse a punto lo antes posible, entrenando el doble o triple que sus pares para compensar los meses perdidos por su lesión.

Sherlock había perdido noción del tiempo cuando lo vio acercarse al borde de la piscina más cercano a la mampara que los separaba. Reaccionó para moverse pero en ese mismo instante las puertas del gimnasio de abrieron y Lestrade ingresó encendiendo todas las luces del lugar de una sola vez.

- ¡Un día vas a matarme de un infarto Sherlock! ¿Cuántas veces te he pedido que no apagues las malditas luces?

El número diez quedó inmovilizado sobre la cinta y se encontró con la imagen de un John Watson completamente mojado observándolo sorprendido desde el otro lado del plexiglás. El mediocampista alzó una de sus manos y le sonrió desconcertado murmurando un "hola". Sherlock recorrió su cuerpo con la vista y sintió como la sangre pigmentaba sus mejillas.

—¿Estás controlando a John? —inquirió Lestrade indignado sacándolo de su estado hipnótico.

—Por supuesto que no. —Sherlock se obligó a no volver a mirar a su compañero y se dirigió hacia la salida del gimnasio. —Pero ahora que lo mencionas, no debería exigirse tanto en su primera semana de entrenamiento —dijo en voz baja mientras esquivaba al DT y traspasaba el umbral.