Disclaimer: La fantabulosa trama de Avatar pertenece a sus creadores: Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko.

Este fic participa en la actividad "Amigo Invisible" del Foro ¡El Cometa de Sozin!

Dedicado a mi querida Lexie Asakura Kidou; en cuanto vi tu petición de Tokka fue amor a primera vista. No pude pensar en ninguna otra y es por eso que te traigo un longfic dedicado en exclusiva a este pairing que tanto me gusta. Te prometo amor y también drama; porque eso destila tu petición y porque eso es lo que me gusta ;)

¡Así que disfruta!

ooOOoo

La oficina rugía, atronadora, con el sonido de decenas de máquinas de escribir tecleando al mismo tiempo. Varias personas deambulaban de aquí para allá, cargadas hasta arriba con papeles volátiles a la más mínima corriente de aire. Bajo todo esto, el murmullo de unas voces en el despacho del fondo, quedaban opacadas.

Entonces, como si una furiosa explosión se hubiera desencadenado, la puerta se abrió de par en par; expulsando a dos hombres de uniforme metálico, que cayeron al suelo con un mutuo chillido de sorpresa.

— ¡Y no volváis hasta que capturéis al grupo callejero de controladores de tierra! ¡No quiero más excusas! —gritó una voz desde adentro.

Los aludidos asintieron, palideciendo de horror antes de salir disparados hacia la puerta. Dos segundos duró la conmoción en la oficina, y después el traqueteo de máquinas y papeleo volvió a su cauce.

Como si nada hubiera pasado.

Y dos segundos tardó Toph Beifong en salir de su despacho, roja de furia. Exhaló un hondo suspiro, peinándose los mechones rebeldes que caían sobre su frente.

—Bien, ¿hay algo más que deba saber antes de irme? —increpó, provocando un nuevo silencio entre sus trabajadores. Las miradas se cruzaron y una mutua negación respondió a su pregunta—. Excelente.

Con paso seguro, Toph cruzó la puerta de entrada. Afuera un coche encapotado la esperaba. Antes siquiera de darse cuenta, una oleada de periodistas la rodearon. Los flashes centellearon y las lenguas venenosas salieron a la luz.

— ¿Son ciertos los rumores acerca de que Yakone ha vuelto a atacar el centro de la ciudad? ¿Qué ha hecho el cuerpo de policía por detenerle? ¿No va a responder, jefe de policía Beifong? ¿Qué van a hacer? ¿Actuará el avatar?

Ella se masajeó las sienes, cansada. Con un leve movimiento de talones formó una pequeña muralla circular de piedra que la rodeó.

—No responderé ninguna pregunta —afirmó, deslizando su empeine para hacer que la estructura apartara a aquellos sujetos de ella.

Los quejidos y murmullos de desprecio la siguieron hasta que la puerta del coche se cerró tras de ella.

— ¿La llevo a casa, Señorita Beifong?

Asintió, enredando los dedos entre su mata de pelo negro, liberándolo del rígido recogido.

—Pero ve por los callejones de la calle sur. No quiero que me sigan.

El motor rugió. El cubo de escape escupió una humareda parda.

—Como usted desee.

ooOOoo

—Hola, madre.

Frente a ella Suyin aportaba una postura sumisa, ocultando el rubor de sus mejillas. Pero de nada servía eso cuando Toph podía percibir el temblor de sus rodillas.

—Está bien, ¿qué ha hecho Lin esta vez? —preguntó, comenzando a deshacerse de su armadura.

— ¿Qué? ¡No! Esta vez no tiene que ver con mi hermana.

— ¿Esta vez?

Suyin suspiró, acercándose a su madre para ayudarla a desprenderse del pesado peto.

— ¿Entonces qué?

—Ha venido alguien de visita —susurró, arrodillándose para desabrochar las rodilleras.

— ¿Una visita? Pero si eso es todo… ¿Quién es? ¿Katara?

—Es que… No sé quién es, madre.

Toph calló, tirando suavemente de su hija para levantarla.

—Me parece muy raro que hayas dejado entrar a un extraño, Suyin.

—Es que él dijo algo que…

— ¿Él?

Toph notó sus nervios crisparse. De repente un gélido sentimiento se posó en su columna. Posó las manos sobre las mejillas de su hija. Ella temblaba.

—Mamá… ¿Quién es mi padre?

De repente pareció como si el mundo hubiera colapsado para ella. Pese a no ver, sentía bajo sus pies el suelo temblar, contraerse y girar. Girar sin control.

Sin saber cómo, sus piernas avanzaron, temblorosas. La voz de Suyin a su espalda comenzó a difuminarse. Las puertas correderas se abrieron con un solo movimiento inseguro.

Podía notarlo; una figura de peso fuerte estaba sentada sobre el tatami, a espaldas de ella. Su respiración era segura. En su mano portaba un vaso de té caliente.

Seguro que Suyin se lo había traído.

Cayó sobre sus posaderas, la rodillera restante tintineó ante el impacto y él se volvió.

El aire escapó de sus pulmones al oír su voz; con aquel tono imperturbable pese al paso del tiempo.

—Hola, Toph.

Él se irguió, acercándose hasta donde ella estaba. Toph había palidecido.

—No he venido para hacerte ningún daño. Pero —gruñó, mirando con gesto serio a Suyin, detrás de ella—. Creo que hay algo que debemos hablar.

Toph alzó la mirada hacia él, como si con eso pudiera verlo. Su corazón tronaba con fuerza en el pecho. Su garganta picaba, reseca.

—Sokka… —susurró.

Las imágenes cruzaron raudas su cabeza y el equilibrio desapareció. Según caía, unos brazos la sujetaron, fuertes. Sus brazos, su tacto. Él. Alguien gritó su nombre.

Y entonces los recuerdos afloraron.