Disclaimer: Ninguno de los personajes de ATLA ni LOK me pertenecen. Todos son propiedad de Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko.

Política, Amor y Despedidas

Perdonenmeeeeeeeee, ya lo se, pueden decir que soy una irresponsable por no actualizar en dos semanas, pero estaba en semana de exámenes y afortunadamente la materia que temía reprobar la pase con un 8.5, así que puedo publicar en paz y semanalmente nuevamente… o eso creo, porque mi pc a comenzado a darme muchos problemas pero nada muuuuuy grave así que tranquilos (Si es que se preocuparon).

Solo puedo decir que… nos quedan solo 2 capítulos de este bello log-fic y obviamente nuestro epílogo así que vayan preparando los pañuelos.

Capítulo 7: Encuentro, Parte 1.

Odio al mundo. De todo el personal de la empresa sólo se les ocurrió mandarme a mí a Francia.

Por dos meses...

Será terrible y siendo sincera no puedo dejar a mi hijo, mucho menos me alcanza para pagar un departamento, eso significa volver a casa de mis padres temporalmente aunque lo deteste.

Estoy de tan mal humor que con cada paso que doy pareciera que un elefante va pasando haciendo retumbar al rededor.

Tora y yo nos vemos obligados a tomar el primer vuelo directo a Francia y yo mientras tanto me hago a la idea sentirme ajena a la tierra que me vio crecer, es irónico, yo que pensé que jamás volvería, y ahora tan obligada como un niño a ir al doctor, yo debo regresar.

Subimos al avión, mi hijo se acomodó para dormir, yo mientras tanto trataba de controlar mis propios nervios, saber que estaría en el mismo lugar que él, me hacia sentirme pérdida.

E incluso sí llegara a topármelo, ¿Qué haría? De seguro el estaría allí con su bobalicona sonrisa y sus... Sus hermosos ojos verdes, tan profundos, inocentes e hipnotizantes.

Lo más probable es que con el rencor hacia mi y lo que hice, estaría en todo su derecho de odiarme y despreciarme con toda su alma, de creerme una cualquiera y en el caso de verme con mi pequeño pensar que es de otro hombre, preferiría eso, pues así seguiría con su vida, dejaría de pensar en mi sí es que aún lo hiciera, viviría más feliz.

Entre tantos pensamientos los ojos se me fueron cerrando poco a poco cayendo en un profundo sueño, del cual me gustaría no despertar jamás, para no tener que enfrentarme en poco tiempo al lugar que pensé haber dejado atrás junto a él.

Al despertar me sentía más nerviosa que nunca, habíamos llegado y yo deseaba aferrarme al asiento y volar a cualquier otro destino que no fuera este, me controlé, acomodé mis ropas y bajé tomando de la mano a mi hijo.

Él miraba con curiosidad lo que le rodeaba, a mi me hacia feliz que quisiera explorar todo su entorno, sin embargo me recordaba a Bolin, su curiosidad y viva energía, su rostro y sus ojos, incluso su caminar.

Suspiro, estoy condenada y sigo mi camino para tomar nuestras maletas y un taxi.

El camino a la casa de mis padres es largo, por eso valoraba el que Bolin siempre me visitara diario, mis padres no lo aprobaban para mí desde el principio y eso me hizo amarlo más.

Aferrarme… Tal vez ese fue mi primer error.

Es como cuando te prohíben algo y como sientes una sensación de poder y rebeldía sigues haciéndolo hasta que no hay vuelta atrás, eso era él, alguien a quien me aferré y ahora era contradictorio el querer volver a verlo, mientras que no quería tomármelo y mucho menos hablarle.

Después de un largo viaje del aeropuerto hasta el lugar donde viven mis padres llegamos a la residencia Beifong, ya casi puedo escuchar las réplicas de mis padres sobre el gobierno y lo bien que Baatar tendría al país.

Suspiro armándome de valor para enfrentar lo siguiente; Mi hermano gruñendo todo el día, Huan el artista revoltoso hablando cosas raras sobre una nueva pintura o escultura, Wing y Wei haciendo enojar a Baatar, Papá quejándose junto a mamá y volver a eso por al menos dos meses, los más largos de mi vida.

Lo primero que hago es llamar a la puerta, espero a que atiendan, me abrió mi padre y eso me relaja, el no es tan crítico y severo como mi madre.

Saluda a mi pequeño feliz, lo carga en peso y parece sentirse dichoso de verlo más seguido. Nos permite el pase y metemos nuestro equipaje.

Mi padre me dice que mi madre me llama, yo hago caso y voy a su despacho, ella me espera leyendo algunos documentos. Me mira, saluda y luego se quita los anteojos.

— ¿Y que ha pasado con ese Bolin? —Ha lanzado la primera cuchillada de muchas en estos dos meses que pasaré en Francia y espero estar más tiempo en la oficina que en casa.

—No lo se madre, ni me interesa. —La miré con desgano pues sabía que solo deseaba reprocharme haberme metido con él diciéndome varios "te lo dije"

— ¿Sabías que se va a casar? — Me miró ella para ver mi expresión.

—No lo sabía. — Mentí yo.

—Irónicamente lo hará con Kuvira

¿Se iba a casar con ella?... Esta bien, sabía eso pero aún no sabía como sentirme por eso, no obstante no podía evitar estar triste porque, aunque me era doloroso que diera el pasó final para olvidarme, yo aún lo extrañaba.

Sin embargo ¿Podía culparlo? No en realidad, pues en un principio yo le abandoné y le pedí que se casara con otra mujer.

El amor es demasiado amargo a veces, él se dio la oportunidad de amar, mientras que yo ilusamente rechacé a tantos hombres.

Simplemente no estaba preparada para volver a amar y me dedique de tiempo completo a mi niño.

Pasaron algunos días, ya estaba instalada en mi nueva oficina y había comenzado a trabajar lo antes posible para terminar mi estadía aquí de la misma manera, rápido.

Los días eran ocupados, me sentía presionada y estresada, y para terminar debía tener una junta importante.

Era un cliente importante con quién era de gran importancia dar una buena impresión y cerrar el trato de la manera más rápida, dado el caso de que de no hacerlo se perderían algunos millones.

Y allí estaba yo, en una sala de reuniones en el edificio de gobierno de Francia, los pisos eran de mármol blanco, tan estéril y bello, estaba en el quinceavo piso, los ventanales eran de aquellos que por dentro ofrecían una esplendida vista de la ciudad, mientras que por fuera estaban espejeados. Como siempre no podían faltar las grandes sillas giratorias de piel negra, curiosamente la silla principal ubicada al cabezal de la larga mesa de mármol negro era piel en color gris aperlado.

Al poco rato de esperar escuche unos pasos resonar por el silencioso lugar, no era el tacón de unos zapatos de mujer, como yo me lo esperaba, si no más bien unos de hombre.

Pantalones cafés, chaqueta verde pino, camisa color blanca, zapatos cafés y corbata al mismo color del calzado. Cabello negro, gran estatura, robusto, ojos verdes y sonrisa bobalicona llena de carisma... Era él, Bolin, después de tanto tiempo, la junta era con él.

Sentía que me moría, era como una burla del destino hacía mí, la más cruel de todas las bromas pues eso que rogaba que no pasara a final de cuentas pasó y en una oficina exclusivamente sola y casi totalmente la más privada en todo el edificio.

¿Por qué mejor no me mandas un ladrillo señor?, sería más fácil que hacer esto.

Sin otra salida intente recuperar la cordura y rápidamente salude al señor vice-presidente Bolin formalmente, olvidando todo, pero sintiéndome nuevamente una chiquilla, una ilusa chica de quince años, que mira ilusionada al tacleador del equipo de futbol americano de la secundaria echando porras entre las porristas

¿Por qué no puede llegar un fuertísimo temblor que me tire por los ventanales?

¿Por qué no puedo simplemente tratarte fríamente?

Continuará…