Siete noches de sodoma.


Advertencia: OOT, algo de OOC y mucho, mucho drama.


Capítulo uno: Dore dake sakebi modae kurushimeba ii.

( ¿Cuánto más tengo que gritar y retorcerme de dolor? )

» Taion The gazettE.

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Sharrkan y Yamuhaira en silencio observaron los ornamentos de los monjes de Kou flanqueando cada uno de los costados de su rey, la tierra que parecía vibrar bajo el caminar del peli-morado. No había sido anunciado y cuando el barco arribó en las costas del imperio enemigo, ellos terminaron siguiéndole bajo las palabras de Ja'far en sus cabezas que pedían, calmaran a Sinbad en su encuentro. Bueno, pero Sinbad no escuchaba mayor voz que la propia en esos momentos. El piso de la sala imperial y los alfombrados de telas finas les recibieron, pidiendo paciencia a que el actual emperador llegara a su encuentro.

Kouen entró en la sala por el ventanal en arco que daba vista a los balcones reales y su mirada serena, casi aburrida, se posó en la turbia del marino. Sinbad no emitió palabra alguna hasta que Kouen se sentó frente a él y una neblina de ideales encontrados envolvió cada lugar del recinto hasta que sólo quedaron el pelirrojo, él y las miradas que parecían querer despellejar al otro, un par de hombres con sólo una cosa en común: la antipatía mutua. Una vez que desempuñó las manos, pensó que debía mantener la calma de la que era acreedor.

—Tú y yo conocemos las relaciones amistosas de los reinos, ¿no?

Kouen asintió enseguida.

—¿Ésta es una visita diplomática o hay algo más tras tu agradable presencia?

—Quinientas personas de mi familia fueron asesinadas la noche anterior luego de que alguien burlara la barrera de Yamuhaira. Hombres, mujeres y niños ahora están siendo enterrados en mi tierra —Kouen guardó silencio un par de segundos a la espera de que Sinbad prosiguiera—. Cuando Yamuhaira me mostró lo que realmente había sucedido, apareció un rukh negro que cortó la visión.

La vista del pelirrojo se dirigió a la maga de complexión menuda con cabellos azules que también le observaba de manera desdeñosa y luego volvió a él por un par de segundos, treinta y siete exactamente, hasta que su mente enlazó cada uno de los sucesos y palabras del rey de los siete mares para luego, con un movimiento con la cabeza, señalar a los guardias que trajeran algo o a alguien. Un gesto silencioso y los miembros de sus contenedores familiares se movieron. Sinbad no podría describir con exactitud la sensación que le recorrió el cuerpo cuando observó ese espectáculo.

—Entonces, por lo que me dices, Sinbad —la voz de Kouen fue la misma calma y serena que lo era la mayoría de las veces. Se levantó tácito de su asiento forrado en oro y terciopelo rojo hasta caminar a uno de sus soldados, tomó el extremo de una cadena de oro que éste le ofrecía y tiró de ella: un destello dorado la cubrió y se encogió sobre el delgado cuello de Judar quien ahogó un quejido muerto en sus labios secos, sin alzar la mirada—. Las quinientas personas de tu reino fueron asesinadas por alguien que manipula el rukh negro. ¿Crees que fue nuestro oráculo?

Ni siquiera Sinbad quería creer que era el magi oscuro quien pudo crear aquella masacre.

—Curioso, ¿verdad? No creímos que pudiera escapar —no pudo creerlo cuando le vio encadenado por el cuello, esa cadena no era una cadena normal, y los grilletes en sus manos y pies tampoco lo parecían. Quiso preguntarlo, pero la expresión de su rostro debió permanecer impertérrita por la situación—. Últimamente Judar se ha portado lo suficientemente mal para merecer este castigo—. Un mal presentimiento le corrió por la espina dorsal a Sinbad pero no dijo nada ante las palabras desdeñosas del peli-rojo. Empero cuando volvió a jalar la cadena y esta brilló, Judar lanzó otro gemido que quebró algo dentro de él—: Estas cadenas absorben los poderes de Judar y los sellan para que no pueda volver a utilizarlos.

El trío de la alianza de los siete mares guardó silencio luego de ver la sangre resbalar de uno de los tobillos del magi oscuro. Éste intentó ocultarla doblando el pie, pero Kouen lo lanzó al piso haciendo que cayera de bruces sin poder esquivar el golpe a su rostro y la sangre volvió a brotar, ahora de su nariz. Sharkkan inclusive giró la vista a observar a los miembros de la corte de Kouen que siseaban entre ellos y el gordo con cara de cerdo se reía.

Un quejido más y él avanzó dos pasos.

—¿Dónde has conseguido eso?

—Una medida de seguridad que el Imperio tomó.

Sinbad no le creyó.

—Entonces. —Sharkkan se acercó donde su rey junto a la maga y sólo le observaron, sabían que debía hablar y llegar a un acuerdo por las personas de su pueblo, pero aparentemente Sinbad estaba titubeando. ¿Cómo creer que había sido quien ahora estaba ensangrentado en el piso? La imperturbable voz de Kouen volvió a resquebrajar la pintura de las paredes del palacio y se dirigió al jefe de la alianza de los siete mares para continuar—: Me has dicho quinientas personas, ¿verdad? Es una pena, y quiero aclarar que no fue nuestra intención. En el nombre del impero Kou, quiero dar una disculpa a ti y a tu pueblo, a las familias que han perdido y los daños ocasionados.

—Quiero al culpable.

Sharkkan lo escuchó y luego a su mente vinieron cada una de las memorias que tuvo desde que conoció a su rey, Sinbad no era especialmente el hombre de mirada amable y sonrisa que curaba enfermedades que Sindria creía poseer. El moreno aún no olvidaba lo de Heliohapt como tampoco olvidaba lo que ese magi les había hecho en la fundación. Sin embargo, Sharkkan fue capaz de observar la mirada que se afiló en los ojos de Kouen, y cómo sin camuflar la saña de sus acciones tomó la larga trenza del magi oscuro frente a ellos tres e hizo que alzara el rostro del piso con tintes de la sangre cayendo en sus labios. Esta vez no hubo quejido, pero Sharkkan se preguntó si sería porque Judar desoyó a sus extremidades o simplemente sabía que lo único que le quedaba en aquel momento era el orgullo.

—Fuiste tú, ¿verdad, Judar? Puedes decirlo, estamos en confianza.

No hubo respuesta del magi.

—Judar.

Y no hubo sosiego al dolor que escocía la carne de su cuello cada vez que Kouen jalaba la cadena y su cabello. Quizá nadie era capaz de notarlo, pero bajo la ropa y el encarnado, el magi parecía hecho fuego puro, como si fuera lava la que corriera por sus arterias y el oxígeno de sus venas se volvía un catalizador. A pesar de su debilidad temporal entre humores y temblores, la afilada mirada carmín laceró a Sinbad y luego giró a Kouen.

—No soy ninguna de tus zorras para que me mandes ordenar.

—¿Estás seguro de eso?

No lucía como una pregunta, era más una acusación. Kouen jaló tanto la cadena que ésta pareció enceguecerlos hasta que los ojos del magi perdieron el brillo habitual. Sinbad se quedó callado observando la escena. Llegaría un momento en el que el magoi de Judar se acabara y entonces la injuria sería contra el pequeño oráculo. La mirada perdida por un momento se encontró con los ojos ámbar del rey. Sin embargo, no pudo durar mucho gracias a la mano de Kouen que se asió con fuerza de los cabellos despeinados para que alzara su rostro.

—Tú sabías nuestros acuerdos diplomáticos con Sindria.

No hubo respuesta, Kouen tomó con fuerza la barbilla del magi y la apretó tanto entre sus dedos que Sinbad juró haber escuchado un hueso quebrarse. El brillo muerto de sus ojos desapareció hacía segundos, pero seguían siendo tan pesados como cuando Judar se enojaba y toda la depravación parecía emerger de su cuerpo. Sus oídos se volvieron sordos a la voz de Kouen y por un momento los rukh negros parecieron envolverlos sólo a ellos dos. El magi, sangrante y con un estado deplorable que probablemente le hacía renegar de su propia existencia. Y a él, el rey de Sindria tan oscuro y rebalsando en pecados como Judar, su cuerpo le pedía letanía y su mente se negaba a aceptar que había sido Judar quien había hecho aquello.

Se había negado tanto al hecho durante todo su viaje en barco al imperio Kou que no le sorprendió creerlo aún con más fervor cuando le vio encadenado. ¿Acaso era posible que realmente aquellas cadenas acabaran con el magoi de Judar y lo succionaran para sellarlo? Había cosas descabelladas en el mundo, cosas que podían erizarle la piel hasta a Masrur y Ja'far, pero ésta sonaba tan inverosímil que le parecía irrisorio.

¿Por qué Judar permitiría que le esposaran?

¿Por qué Judar burlaría la barrera de Yamuhaira?

¿Por qué Judar traicionaría la confianza de ambos reinos sin una orden aparente?

¿Por qué si la respuesta parecía tan clara en los ojos de Sinbad ésta no podía escapar de sus labios?

—Yo fui.

Y algo dentro de su cuerpo se quebró, como las baldosas de los pisos luego de una gran tormenta o como las espadas que sucumben en una batalla. La respuesta estaba tan clara en su cabeza, que se negaba a aceptarla como verdad, aunque ésta hubiera sido admitida. Y para cuando quiso darse cuenta, Judar estaba escupiendo sangre mientras Kouen con su mirada viperina jalaba la cadena del cuello del magi oscuro mientras le pisaba la cabeza. Había algo de pecaminoso en aquel acto, quizá un placer palpable en la piel de Kouen por lastimarlo, y Sinbad no pudo descifrarlo.

—Allí lo tenemos, has tenido razón Sinbad, Judar ha aceptado su pecado —Sinbad se preguntó desde cuando Kouen utilizaba la palabra pecado para el prefacio de una guerra inminente—. Sé que una disculpa a nombre del imperio Kou no ayudará a menguar el dolor de las familias y el propio por las personas perdidas.

—Quiero al culpable.

Sharkkan creía haber oído a su rey decir eso antes.

Tendrá entonces el recuerdo grabado en su mente. Las elucubraciones que le habían impedido dormir durante cierto tiempo. Lo que hubiese pasado, y si, más de una vez estuvo allí el cuestionamiento presente entre sus generales. Luego de aquella noche intranquila ¿y si la regeneración celular no hubiera facilitado la vida de Ja'far? ¿Y si Rurumu y Mystras no hubieran muerto bajo sus órdenes? ¿Y si todos ellos no hubieran elegido los destinos que tomaron y el mundo no fuera el mundo que conocen?

Ah, tonto Sharkkan y tus arrebatos mentales.

Pero está bien, se dice a sí mismo. Lo que el mundo no sabe, es que es más difícil ser fuerte que ser débil. Que siempre habrá una o dos naciones dispuestas a pagar tu peso en oro por tenerte muerto, que puede, nunca encuentres la paz necesaria para continuar tus ideales. Que los mares y océanos son demasiados y eres sólo polvo de rukh que volverá a su flujo cuando los antiguos ya no te necesiten más.

¿y qué queda allí entonces para una persona cuando le arrancas la dignidad y el amor?

Nada, sólo sigue allí. Y nada.

La sala permaneció en silencio, Judar gritó por mucho tiempo porque no podía escuchar nada, piensa. ¿Pero fue capaz de cambiar algo? Su corazón fue aplastado años atrás. Y la verdad de su vida, pasado y nombre que comenzó a hervir fue enterrada en la oscuridad cuando, quien era símbolo de su devoción también le robó algo preciado: su admiración. Empero el magi es audaz coraje, arrastrándose en la oscuridad. Siempre ha sabido chapotear en la oscuridad si bien recuerda.

Es manchado por deseos mundanos, pero al fin lo que mejor sabemos los humanos es volvernos tragedia.

Kouen se enderezó en su lugar y dejó caer a Judar quien volvió a golpearse el rostro con fuerza contra el granito del suelo; tosió ahogándose con la sangre viscosa de su interior. No volvió a alzar el rostro y tampoco intentó ocultar la sangre, Sinbad pensó que se habría rendido hasta que, por el rabillo del ojo, el color rojo de los orbes tenía peso, y éste le laceraba la carne como mil dagas; estaba seguro que Judar los mataría a todos allí de tener la posibilidad.

—Así que si te doy a Judar —hizo una pausa—. ¿Se menguará el dolor de tu pueblo?

—Me temo que el dolor de perder a los seres que amamos y por quienes daríamos la vida no puede menguarse aun cuando los años pasen. —la voz serena de Sinbad llenó el recinto, con sus palabras prolijas y su porte imponente, él tampoco olvidaba aun lo que Judar les había hecho en Parthevia o la fundación—. Sin embargo, deseo que mi pueblo conozca al culpable, y se les dará un espectáculo.

—¿Un espectáculo?

—En el reino de Sindria mis ocho generales dan espectáculos que entretienen al público cuando se trata de cazar animales salvajes. Sobre todo, los turistas, son muy devotos a ellos —Kouen titubeó, pero Sinbad no hizo más que sonreír con aquélla mirada que era capaz de curar plagas y enfermedades.

De nuevo, viene el silencio, evaluando la situación.

El pelirrojo no es estúpido, Sinbad es mitad arma, córtalo y sangrará fuego.

—Siempre me has parecido una persona curiosa y extravagante —se aseguró de que sus palabras venenosas serpentearan hasta los oídos del magi. No hubo más por cuarenta segundos exactamente, hasta que la sonrisa serena de Kouen le dio un poco de sosiego a los presentes.

—No pensé que llegásemos a tener algo en común.

Y la atmósfera se transformó, las miradas se afilaron y todo se sumió en un denso silencio que cortaba el aire. Judar intentó levantarse de su lugar valiéndose del poco poder que le quedaba y el coraje inquebrantable que poseía, pero el pie de Kouen le volvió a apresar mientras le pisaba la cabeza. Hubo un chillido de incomodidad, pero nadie quiso admitir que fue de él. El pelirrojo tomó la cadena dorada y caminó jalando de ella.

Otro quejido.

Uno más.

Otro tanto.

El alfombrado parecía ceder por el peso de Judar que estaba siendo arrastrado y ahora tenía el rostro vuelto hacia el techo. La maga observó con un gesto de dolor que intentó ocultar la sangre resbalando por la nariz pero le fue casi imposible. Sólo cuando estuvieron frente a frente y el par de hombres chocaron estaturas, Kouen le cedió la cadena a Sinbad quien no titubeó y la tomó. De hecho, se encargó de jalarla una vez más y el resplandor dorado cesó sólo cuando volvió a bajar el brazo en una pose despreocupada.

Una de cal por tantas de arena.

Giró de medio lado, dándole la cadena a Sharkkan quien la tomó con un asentimiento escueto hasta que el jefe de la alianza de los siete mares se giró al oriundo de Kou. Los dos generales se replegaron a un lado del marino, Yamuhaira no quiso incordiar más al magi, quien sólo alzó ligeramente la mirada, sin reparar realmente en ellos. Estaba cansado de luchar.

—No atacaré a tu reino porque nunca he creído en el derramamiento de sangre como venganza.

—Respeto el acuerdo de Sindria y Kou que el antiguo emperador tenía.

—Que esté en la gloria.

—Espero que entregarte al responsable sea símbolo de paz de nueva cuenta.

Y así fue.

Veinte minutos después y una risa por parte de Sinbad, el trío de la alianza de los mares salía por las gigantescas puertas del imperio Kou con Judar siendo arrastrado por Sharkkan. La tierra de las plazas áridas y el cielo nublado parecieron hacer juego con el estado actual del magi. Ninguno de los tres comentó lo extraño que les pareció no ver a los generales o a los hermanos del imperio, puesto que el oráculo, tan sucio como estaba, siguió forcejeando cuando los guardias le tocaron para levantarlo. Fueron escoltados hasta donde el barco les esperaba y fue allí donde Sinbad tomó la cadena que resplandeció de nueva cuenta cuando le subió. Mandó dar la orden de partir al reino de Sindria y dio indicaciones a sus dos generales.

Cinco minutos después cuando todos estaban haciendo miles de tareas inventadas, Sinbad giró con la mirada oscurecida hacia el magi que había estado callado.

— ¿Puedes levantarte? —preguntó, puesto que tampoco podía forzarlo, no estaba tan cegado por la ira como para arrancarle lo único que le quedaba en esos momentos. Sinbad fue testigo de la determinación con la que Judar se aferraba a las cosas, y entre temblores, lo observó levantarse con postura, incólume, como si no estuviera sangrando y no le quedara magoi.

Sinbad entonces caminó y abrió una puerta que daba a una de las habitaciones de sus barcos: sencilla, apenas una cama, unas frazadas de seda, un cojín, y una mesa con una lámpara de petróleo. Cuando cerró la puerta con llave y soltó la cadena por primera vez luego de que salieran del imperio, empujó a Judar con rudeza haciendo que éste se golpeara de nueva cuenta, cayendo sobre la cama. Entrecerró los ojos, pero de la misma manera que el palacio, desoyó a sus extremidades y solamente lo miró avanzar a él, con la misma mirada viperina que le había visto a Kouen.

—No fuiste tú.

—Entonces, ¿por qué?

—¿Qué está tramando Kouen?

— ¿Por qué?

—Le has obedecido —Sinbad tuvo un impulso bestial de jalarle el cabello al magi, completamente furioso de que no respondiera a su pregunta. Lo dejó en claro cuando lo hizo encogerse sobre la cama por el tirón que le dio a la trenza, los músculos de los brazos y los hombros de Judar se encogieron al mismo tiempo que su mandíbula se tensó hasta volverse completamente firme. Sin embargo, ambos sostuvieron las miradas, porque ambos estaban hechos de orgullo puro y este era más denso que la magia oscura.

Allí estaba el poder que ambos desprendían y el origen de muchos de los conflictos que ambos cargaban como una cruz. Su nombre, Parthevia, la fundación, Focalor, Zepar ¿por qué con Sinbad era todo tan difícil de digerir? ¿por qué lo volvía todo una boa constrictora que se afianzaba a su cuello?

—Dije que no era ninguna de sus zorras para obedecer.

—Has obedecido mejor que cualquier zorra. ¿Fuiste tú?

—Haku…

Sinbad se quedó en silencio unos segundos, sin entender las palabras del magi oscuro.

—¿Por qué atacaría Sindria si Hakuryuu ama tu tierra? Prefiero morir que parecer la zorra de Kouen.

—¿No tienes miedo a morir bajo cadenas?

—No tienes miedo a morir… cuando no tienes nada por qué seguir viviendo.