¡Hola, mundo!
Bueno, debo comentar que este FanFic comencé a escribirlo hace años y estaba subiéndolo en la página de Amor Yaoi con este mismo seudónimo, pero por diversas razones lo dejé inconcluso. Ahora quiero retomarlo y decidí publicarlo también en esta página mientras edito los capítulos que ya tengo en AY porque está redactados asquerosamente mal.
De momento las actualizaciones serán cada martes hasta que alcancé –y edite– los que ya tengo publicados. Después quizá tarde un poco más.
De antemano me disculpo por el OcC que seguramente hay, pues sólo vi las películas.
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REFLEJOS:
Entre el cerebro y el corazón ¿quién tiene la razón?
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I
Nuevo inicio
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"Cuando miras el espejo, nadie sabe que hay detrás un lugar donde habitan los reflejos, donde habita mi maldad."
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El amo del reflejo de Nostra Morte
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Era Diciembre de 1998 y nadie en Hogwarts tenía realmente la intención de celebrar, no cuando aún estaba abierta la herida causada por las pérdidas de seres queridos por la guerra, no cuando era terriblemente difícil sonreír cuando lo único que se desea es llorar de amargura y gritar de frustración. Pero habían ganado ¿no? A un altísimo costo pero era mejor que hundir al mundo en la miseria y la tiranía.
El tiempo había transcurrido y cada ente en el mundo mágico había retomado su rutinaria vida; las tiendas y San Mungo estaban abiertos y eran bastantes concurridos, las hechiceras y magos ya no sentían temor de salir a las calles y se dedicaban a reconstruir los destrozos de la guerra. Las cosas para las familias que habían apoyado Voldemort habían sido sentenciadas según la gravedad de los crímenes, la mayoría de los aliados más fieles terminaron en Azkaban, al resto simplemente se les despojo de sus bienes para indemnizar a las víctimas.
Hogwarts reiniciaba clases para todos aquellos que desearan retomar sus estudios y concluirlos, entre ellos se encontraban Harry Potter y algunos de sus amigos, aunque, a decir verdad, si Ron y Harry lo hicieron fue para complacer a Hermione y Molly.
El inicio de clases fue como siempre había sido: la ahora directora McGonagall dio la bienvenida, no obstante, esta vez no hubo el gran bullicio de años pasados; la selección de casas para los de nuevo ingreso fue rápida y sin mucho chiste, salvo por la canción del sombrero; la cena fue escueta y silenciosa y entre los anuncios importantes que se hicieron se dejo en claro que no debía haber ningún tipo de agresión o situación incómoda entre estudiantes, la nueva directora exigió respeto entre todos y pidió encarecidamente que se dejaran atrás los rencores entre casas, les recordó que todos habían luchado por sus vidas y sus familias, fuese el bando que fuese, y que al final del día todos eran seres humanos, con defectos y errores, propensos a equivocarse pero también a tener el derecho a una segunda oportunidad. McGonagall realmente esperaba que la situación en el colegio cambiara con el paso del tiempo.
Por su parte, Draco no escuchaba realmente nada de lo que se decía, las voces le parecían murmullos lejanos y molesto y el simple hecho de estar en Hogwarts le traía pésimos recuerdos, sin embargo debía estar allí concluir la escuela, aunque tenía la firme decisión de pasar desapercibido ese año, pues lo único que cruzaba por su mente era la enorme responsabilidad familiar que tenía sobre sus hombros: había muchas cosas que por hacer con su padre en la cárcel, comenzando por hacerse cargo de los negocios que éste había dejado pendientes o a la deriva; administrar los pocos bienes que les habían dejando y sobre todo cuidar de su madre, así como de Astoria, con quien su padre lo había comprometido anteriormente. Él sabía bien que tuvo la oportunidad de deshacer el compromiso, pero ella no lo había abandonado en la guerra, al contrario había sido el soporte al cual se aferro, y su noviazgo no le parecía una carga, además, Astoria era una joven inteligente y él, pese a su reticencia hacía sentir afecto por las personas, la quería, de verdad la quería.
Una cálida mano en su hombro lo obligó a regresar a la realidad y allí estaba ella, sonriéndole, dándole el confort que necesitaba, ¿cómo no iba a quererla?
—Come algo, estás más pálido de lo común —dijo Astoria. Su tono aparentaba regaño pero la sonrisa bailarina en sus labios la delataba—. Si quieres puedo convertir eso en un pastel de queso y zarzamora —le ofreció condescendiente.
—No es necesario, querida —Draco le contestó amable, aunque su voz sonaba hueca y carente de emoción.
Pero Astoria sabía que algo en Draco ha cambiado. En realidad no era sólo él; todos habían cambiado. Después de todo, sucesos como los que pasaron son capaces de modificar la percepción y actitud de las personas, no obstante, una parte de ella está preocupada por lo que ese cambio pueda significar en el rubio.
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Para Draco, los primeros días fueron tranquilos aunque ciertamente tensos al encontrarse en la mayoría de sus clases a Hermione, y para aportar a su suerte, Pansy sólo concordaba con él en DCAO, con Blaise sólo compartía pociones y para rematar, Potter y Weasley estaban en ambas.
—Este será un largo año —suspiró Draco, mientras avanzaba junto a su pelinegra amiga.
—Lo sé, Drake. —Pansy también era consciente de eso, la tensión hacia ellos era casi palpable—. Sólo quiero que esto termine pronto, ya no soporto este lugar y esas malditas miradas —siseó molesta. Draco asintió completamente de acuerdo—. Cambiando el tema, ¿viste la noticia de ayer?
—¿Cuál de todas? —inquirió Draco con algo de fastidio, abrir un periódico no era algo muy grato si destrozan a tu familia en cada nota.
—Las desapariciones en Rusia —explicó—. Es muy perturbador, me recuerda cuando aquí… —guardó silencio al no poder hablar más por el espasmo de miedo que aquello le causaba—. ¿Crees que… que él siga con vida? —concluyó temerosa, a lo que Draco le sonrió aprensivo, él no era cariñoso o abierto, sin embargo, la guerra le había quitado mucho y le había hecho aprender demasiado de la peor forma. Su mayor miedo ahora era perder a su reducido círculo afectivo, el cual no se atrevía a ampliar justamente por aquel temor.
—No, Pansy —le aseguró—. Él está muerto, y lo que ocurra en Rusia no es algo que nos afecte. —La chica asintió y Draco le dio un suave apretón en el hombro, haciendo que la pelinegra se extrañara por la cálida acción pero sintiéndose segura al mismo tiempo—. Debo ir a pociones —dijo el rubio después de unos momentos. El cabello ébano de Pansy se movió al tiempo que ella asentía.
—¿No se supone que Blaise debería ir contigo?
—Sí, se supone —siseó Draco—. Pero llegó una carta de su madre y dijo que tenía algo que resolver. Ya nos contará después. —La chica suspiró, deseando que no fueran más problemas o malas noticias, así que una fría sonrisa de resignación se despidió, avanzando en dirección opuesta al rubio.
Cuando llegaron a pociones, a Harry le resultó extraño ver a Malfoy al fondo, solo. Ron pasó junto a él dirigiéndole un par de bromas que fueron gélida y extrañamente ignoradas, molestando más al pelirrojo, quién habría actuado impulsivamente de no ser por la llegada de la nueva profesora; una mujer bajita y delgada de rasgos asiáticos, quien después de presentarse como Mei Shum, anunció que la clase se enfocaría en antídotos y pociones asiáticas.
—Nuestras culturas son muy diferentes, por ello nuestras formas de desarrollo y aprendizaje también lo son —dijo Mai paseándose entre la filas y recargando con severidad su mano en el hombro de Draco cuando notó que éste estaba durmiéndose—. Ponga atención —reprendió enérgica pero en un murmullo perceptible únicamente para el rubio. Draco asintió con suavidad—. Culturalmente, ustedes tienden a concentrarse en un sentido: la vista, relegando al resto a actividades específicas. Por ello, la poción que elaborarán hoy neutralizará su vista temporalmente, potenciando así el tacto, oído y olfato; también favorece a la concentración —acotó—. Un par de gotas los cegará por quince minutos, no deben asustarse por si sale mal, ya que la poción no tiene la potencia para hacer permanente el efecto, para ello hay que añadir un ingrediente más que no considero necesario mostrarles por ahora. Las indicaciones aparecerán en el pizarrón y pueden pasar por los ingredientes al frente—. Todos se encaminaron al frente cuando volvió a hablar—. Y es individual —añadió, deseando conocer las habilidades de sus alumnos.
Draco se encaminó hacia el frente topándose con Harry y Ron, pero fingió no verlos. El moreno lo vio pasarlos de largo y Weasley lo barrió despectivamente con la mirada, sin embargo, Harry no pudo evitar notar lo pálida que se veía la piel del chico; era como mármol aunque un poco más deslucida. Notó también que sus ojos grises no tenían el brillo de antaño y aunque se mostraban evidentemente cansados, era el toque de melancolía en ellos lo que les daba un encanto especial, tétrico pero especial. Asimismo, el rostro afilado de Draco estaba más delgado, mientras su cabello ya no parecía tan lustroso ni perfectamente peinado, pero continuaba viendose pulcro y acomodado a pesar de ya no llevar gomina, dejando ver que ahora era un poco más largo, sólo un poco. Y a pesar de todo ello, a Harry le pareció que Draco se veía mejor, al menos más humano. Un atractivo humano, debía admitir.
—Al parecer la guerra amansó al hurón —comentó Ron con suavidad. Draco rodó los ojos pero se contuvo—. ¿Qué ocurre? ¿Ya no eres tan bravucón porque tu papi está en prisión? ¿O es que temes que te encierren allí también a la menor falta? —Los ojos plateados ardieron con ira.
—Cierra la boca, comadreja. Quizá mi padre esté en Azkaban pero al menos está vivo, a diferencia de tu estúpido hermano —siseó Draco con malicia. Ron apretó los puños deseando estrellarlos en la pálida cara del rubio, pero Hermione lo detuvo.
—Eso fue un golpe bajo, Malfoy. —La castaña lo miró molesta, pero teniendo en cuenta que, por primera vez Malfoy no había comenzado el altercado.
—Pues si no quieren más «golpes bajos», dile a tu novio que deje de fastidiarme —amenazó Draco tomando los ingredientes para marcharse de ahí.
—¡Ese maldito hurón…! —bramó Ron.
—Tú comenzaste —le recordó Hermione. Estaba enojada y Ron lo veía en su mirada—. Ahora apresúrate con eso. —La chica también se fue a su lugar dejándolo únicamente en compañía de Harry, quien, a su consideración, daba por terminada la situación, pero en realidad era sólo el inicio.
—Confundus —susurró el pelirrojo apuntando a Malfoy, que avanzaba a su lugar. Éste se sintió desorientado y sin darse cuenta avanzó hasta una vitrina llena de pociones de los alumnos de cursos pasados.
Draco sacudió la cabeza sin dejar de caminar y terminó estampándose contra el cristal. Los vidrios le cayeron en el rostro así como algunas pociones. Las carcajadas estallaron en el aula y Mei corrió hacia él para verificar que estuviera a salvo.
—Sr. Malfoy, ¿se encuentra bien? —Mei curó las cortaduras del los cristales con un extraño hechizo que el rubio no entendió, así como algunos efectos de pociones, por ejemplo la enorme nariz y dentadura que acababan de salirle y la piel purpurea llena de ámpulas, pero no quitó el cabello rojizo y las garras que tenía en lugar de manos. Ron no podía dejar de reírse, como tampoco el resto del grupo—. ¡Basta de risas! —amonestó Mei con molesta—. Llevaré a su compañero a la enfermería y cuando regrese quiero la poción terminada —exigió severa.
Ron rió por lo bajo y Harry sólo sonrió negando con la cabeza. Un extraño sentido del remordimiento se alojó en su pecho pues sabía que el rubio había tratado de mantenerse al margen, pero éste se evaporó al pensar que cobrarle una de todas las que él les había hecho no significaba nada.
Al finalizar la clase la profesora recogió las pociones pero se quedó parada frente a Harry y Ron.
—Sr. Weasley —le llamó Mei—, Madame Pomfrey me ha pedido que le avise que su hermana está en la enfermería por un par de lesiones en el entrenamiento de Quidditch.
—Gracias, profesora.
—Y algo más —dijo Mei antes de que saliera del salón—: Otra «travesura» así en mi presencia y me encargaré de que pociones sea su mayor tortura. No tolero a los bravucones.
Ron se pasó todo el camino a la enfermería quejándose. ¡¿Bravucón él?! ¿Cómo era posible que ahora él fuera el malvado? ¡Malfoy era el culpable! Cómo se notaba que Mei Shum era nueva.
—Alto allí, jovencitos —llamó Madame Pomfrey al ver a los tres queriendo entrar a la enfermería—. Tengo a demasiados enfermos allí dentro con pociones para dormir como para que entren y los despierten. Pasen de uno en uno y en silencio —exigió. El primero en entrar fue Ron, seguido por la castaña, dejando a Harry al final.
Cuando el moreno entró a la enfermería vio a todos dormidos. Al fondo miró la cabellera pelirroja de su novia sobresaliendo entre las sábanas blancas y se encaminó hacia ella.
A pesar de que tenían una relación formal, ambos actuaban básicamente normal, lo único diferente eran las manos enlazadas y los roces de labios que compartían. Aquello estaba bien, Harry no había perdido a su amiga, al contrario ahora iban un paso más allá. Sin embargo, había algo en esa relación que se sentía fuera de lugar aunque no estaba seguro de que era.
Sonrió cuando llegó a lado de Ginny, sentándose en la cama y tomándose un minuto para sentir el calor de su espalda, pues la chica estaba sobre su costado derecho y tapada hasta las orejas. Quizá tenía frío.
Harry la abrazó sin destaparla y sintió su respiración pausada. Sonrió de nuevo, nunca había percibido aquel delicioso aroma que emanaba de su cuerpo, aspiró profundo mientras entrecerraba los ojos. Con delicadeza y casi sin tocarla besó su mejilla, y, dejándose llevar por el delicado aroma se inclinó para rozar sus labios, los cuales nunca se habían sentido tan suaves como en ese momento, despertando en él la necesidad de profundizar el contacto, pero no lo hizo, se conformó con acariciar su mejilla, sintiéndola tan sedosa al tacto como su cabello corto.
Se alejó al instante con cara de pánico; ¡Ginny jamás se cortaría tanto el cabello!
Miró horrorizado que quien dormía plácidamente era Draco Malfoy, tan apacible que era casi irreconocible. Retrocedió absorto hasta que oyó la puerta del baño abrirse y vio salir a Ginny acompañada de Madame Pomfrey.
La chica le sonrió y se acercó a él con ayuda de la dama.
—Me alegra que estés aquí —dijo la pelirroja sentándose en la cama contigua a Draco, al que Harry miraba atónito aún—. Sí, lo sé, es molesto tenerlo aquí, Ron me contó lo que ocurrió… Es un maldito insensible —comentó malinterpretando la mirada de Harry.
Harry simplemente asintió al no saber qué decir y correspondió el roce de labios que la chica le dio al acercarse a él.
—Ay, por Merlín ¡Qué desagradable! —se quejó Pansy entrando a la enfermería junto a Blaise.
Ginny le dedicó una mirada de odio que fue contestada de la misma forma, con la altanería innata de la pelinegra.
—¿Hablas por envidia, Parkinson? —se burló Ginny tomando del brazo a Harry.
—¿Envidia de tus besitos de monja con Potter? ¡Por favor! Es lo más absurdo que he oído esta tarde —declaró Pansy pero antes de que la pelirroja contestara algo, Madame Pomfrey ya estaba allí reprendiéndolos por incomodar a los enfermos.
—Usted ya puede retirarse, Srta. Weasley. Y ustedes —miró severamente a Pansy y Blaise—, una palabra más y estarán vetados como visita por lo que resta del año.
Pansy torció los labios y Blaise simplemente le sonrió condescendiente a la mujer, asegurándole que no volverían a importunar a nadie, así que, con una actitud de triunfo, se sentó en la cama de Draco mientras veía como la pareja se marchaba.
—Son una molestia —siseó Pansy acomodándose junto a él en la cama—. Blaise, ¿no notas algo raro en Draco? —El moreno alzó una ceja inquisitivamente.
—¿Aparte del horroroso tono rojo en su cabello y las garras? —contestó Blaise sarcástico, revolviendo el cabello de su amigo, sabiendo que el chico tardarían un rato en despertar.
—No seas imbécil —le reprendió Pansy—. No parece el mismo. Es decir, todos hemos cambiado pero él… me preocupa. Incluso Tori se siente así.
—Bueno, querida, hasta antes de la guerra tú te preocupabas más por cómo hacer combinar tu varita con tu ropa que por la situación que vivíamos —se burló el moreno, recibiendo un potente codazo—. Sé lo que quieres decir, Pan, pero es normal, parece más abstraído de lo común pero es parte del proceso.
—¿Y si se aleja de nosotros? —murmuró inquieta, mirando los pliegues de las sábanas.
—Sólo necesita tiempo, igual que todos. Las heridas ya sanarán.
—Suenas tan asquerosamente filosófico que me duele la cabeza —se quejó el rubio mientras se acomodaba hasta quedar sentado en la cama—. ¿Quién los invitó a invadir mi espacio personal?
—¿Desde cuándo estás despierto? —cuestionó Pansy mirándolo con reproche—. ¿Estabas escuchando?
—Cada palabra —admitió Draco—. Son demasiado ruidosos y molestos, ¿cómo se supone que se puede descansar así? ¡Fuera de mi cama! —volvió a quejarse, sin embargo no hizo nada por obligarlos a moverse y sin rastro de altanería en sus palabras—. ¿Y tú, dónde estabas? —se dirigió a Zabini, pero ni siquiera en su voz se percibía el desdén al hablar, incluso había tintes de preocupación.
Definitivamente algo había cambiado y ambos chicos eran conscientes de eso.
—Con mi madre —aclaró Blaise—. Nos decomisaron la mitad de los bienes y mi padrastro…—guardó silencio, había algo que no podía decir y menos en la enfermería o con Draco tan vulnerable emocionalmente—. Bueno, el idiota quiso escapar de Azkaban y lo ejecutarán y mi madre y yo queremos estar presentes, después de todo, él se culpó por lo que yo hice en la guerra.
—Lo lamento —susurró la pelinegra—. ¿Cuándo es la ejecución?
—Mañana, sólo pase a avisar y… —se mordió la lengua—. ¡Y me topo con que ahora eres un Weasley! Draco, qué vergüenza.
—¡Ey! ¡Yo no provoqué esto!
—Pero si hasta va contigo —Blaise siguió molestándole, decidiendo cambiar el tema por completo e inconscientemente, buscando borrar la amargura que la situación provocaba en ellos.
Al final Madame Pomfrey tuvo que sacar a los dos chicos por el escándalo y que estaban armando los tres.
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—¡Son intolerables, Harry! —dijo Ginny aireada— ¡No sé por qué tenemos que sopórtalos aquí después de las monstruosidades que hicieron! ¡Deberían estar en Azkaban! —bramó indignada, caminando a paso rápido mientras se alejaban de la enfermería.
Harry ni siquiera prestaba atención, estaba cansado de la misma discusión de siempre, de escuchar quiénes merecían vivir en aquel nuevo mundo en paz y quiénes no. ¿No ambos bandos habían tenido terribles pérdidas?
Estaba enfrascado en esos pensamientos que no supo cuándo llegaron al jardín, sólo fue consciente de ellos cuando percibió los cálidos labios de Ginny sobre los suyos y, de forma maquinal, sus manos volaron a la cintura de la pelirroja, disfrutando de la sensación y el cariño que aquel gesto le provocaban.
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Kazán, Rusia
—¿Cuántos faltan? —preguntó una mujer rubia de tez sumamente nívea, mirando fijamente su reflejo en un espejo de cuerpo entero.
—Tres más y estará completo —le contestó su reflejo.
—¿A dónde debo ir para conseguirlos? —volvió a cuestionar la elegante dama.
—He localizado dos de ellos en Reino Unido, de hecho muy cerca uno del otro. —La mujer asintió frente al espejo.
—Esta misma tarde partiré y…
—No. —La detuvo la voz a través del espejo—. Emplea tu magia para algo útil y encuentra el tercero, Olena. Yo me encargaré de los dos faltantes. Los encontré hoy por la mañana en una escuela y parece que será divertido —La sonrisa que la rubia vio en su reflejo la intimidó un poco.
—De acuerdo, comenzaré ya mismo, si me necesitas…
—Sé cómo encontrarte —la interrumpió de nuevo—. Soy como tu sombra, no lo olvides. —Aquellas palabras fueron más una sentencia que un consuelo.
Esa misma tarde Olena partió en busca de aquel objeto tan preciado.
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Todos dormían ya en la torre Gryffindor cuando Harry decidió husmear en el mapa del merodeador, sin buscar a nadie en específico, sólo para matar el aburrimiento que le traía el insomnio. Vio a Argus Filch rondando por el pasillo del cuarto piso; a Lavander Brown con un chico en el quinto piso; a una chica en el baño de prefectos, Svetlana Novikova; a la profesora Mei Shum en el aula de pociones y muchos nombre más, conocidos y desconocidos rondando clandestinamente por el castillo.
Al parecer no había nada interesante. Se dispuso a cerrarlo e intentar dormir pero entonces vio algo que llamó su atención: Astoria Greengrass avanzaba hacia la enfermería. ¿No era muy tarde para visitas?
Harry pensó en la fachada de «reformación» que tenía Draco y en su actual actitud pasiva y evasiva, ¿o era simplemente la falta de arrogancia y superioridad? Bien podría ser una mentira más o quizá Malfoy sólo estaba tratando de pasar desapercibido. Como sea que fuera él no terminaba de confiar en el rubio, y aunque no olvidaría que lo había ayudado en el último momento, le costaba trabajo hacerlo después de todo lo que había vivido. No obstante, ese cambio en el rubio llamaba su atención.
Miró nuevamente el mapa y notó que Greengrass seguía en la enfermería, muy cerca del nombre de Draco, al parecer su relación iba más en serio de lo que todos creían, pero eso era lo de menos, su preocupación actual radicaba en si podría conciliar el sueño esa noche o tendría una vez más aquellas angustiosas pesadillas –o mejor dicho, recuerdos– atosigándolo.
Con un suspiro de firme esperanza cerró el mapa y se arrebujó en las sábanas, pensando en el nuevo inicio que significaba aquel regreso a Hogwarts, no sólo para él sino para todos.
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Espero que haya sido de su agrado.
Nos leemos el martes.