¡Al fiiiiiin he acabado de traducir el epílogo!

Me ha costado... llevo todo el día intentando acabarlo, pero entre que surgía una cosa y otra no he podido hacerlo hasta ahora. Y por mis cojones (imaginarios) que lo iba a terminar hooooy. Así que no os hago esperar mucho para leerlo, disfrutad.

Quiero dedicarle este final de historia a AnaLucia Dorantes que me han dicho que eres una gran fan de esta historia y que fue tu cumple no hace mucho, pero como estaba de vacaciones no pude felicitarte por aquí, así que este epilogo va dedicado a ti.

Quería agradeceros el inmenso apoyo que recibo traducción tras traducción, incluso en historias propias, sois geniales, enormes y no tengo palabras para expresar todo lo que me aportáis. GRACIAS.

Siempre es triste acabar una historia, pero tranquilos no es el final ;)

Ayer os dije que iba a dar varias opciones de traducciones para que me ayudaráis a elegir, pero ya lo tengo claro y tengo el permiso, así que pronto, muy pronto tendréis nueva traducción por mi parte se llama: "Love In A Time Of The Zombie Apocalypse" de Rizzle. Quería traducir uno de esa temática y aunque no este terminado, lleva ya 61 capítulos por lo que creo que cuando lleguemos ahí ya estará terminado (o eso espero) xD

PD: Os agradecería mucho que le dejarais un review a Waterflower por su magnifica historia. Y ya no escribo más porque estoy saturada xD Se os quiereeeeee!

Disclaimer: Ni los personajes que le pertenecen a la maravillosa J.K Rowling ni la trama de esta fantástica historia que le pertenece a waterflower20 (encontrareis el enlace a la historia original en historias favoritas, en mi perfil), son de mi propiedad, yo sólo traduzco la historia para que pueda llegar a más gente.


.- Una historia de waterflower20 -.


Epílogo

Cegada por las lágrimas, Hermione huyó rápidamente hacia la estancia para viajar, desesperada por escapar y aparecer en la seguridad de su apartamento antes de romperse por completo.

Le había tomado todo su esfuerzo no romper a llorar frente a Draco – ya había sido suficientemente humillada por esa noche –, pero temía que su control estuviera a punto de quebrarse. No convenía que nadie la pillara con lágrimas fluyendo por sus mejillas; Draco no merecía sentirse culpable por seguir adelante.

Su mano estaba a medio camino del tarro de cristal que contenía los polvos Flu cuando una mano grande y pálida se envolvió alrededor de su delicada muñeca, volteándola toscamente; su estómago se revolvió ante el repentino movimiento y se tambaleó, chocando contra un musculoso pecho.

Su familiar y masculina esencia se infiltró en sus fosas nasales y quedándose sin aliento, desvió la mirada velozmente hasta conectar con el plateado, los furiosos ojos de Draco Malfoy.

- Draco, ¿qué…

- ¿Cómo te atreves? – susurró él, con mirada asesina. Hermione sintió un consciente estremecimiento deslizándose por la espalda, pero lo ignoró - ¿Cómo te atreves a entrar en mi casa, después de todo, y decirme lo que me dijiste en mi estudio?

- ¿A qu-qué te refieres? – preguntó ella temblorosa.

Él la fulminó con la mirada.

- ¿Qué has venido a decirme, Granger? – exigió, liberando su muñeca sólo para agarrarla por los brazos y darle una suave sacudida - ¡Dímelo, maldita seas!

- ¡Te amo! – gritó furiosa, con él por no dejarla ir en paz y con ella misma por haber cedido, por dejarle ver lo herida que estaba – He venido aquí para decirte que te amo y que lo siento. Lo siento por tener miedo, lo siento por alejarte cuando todo lo que quería era mantenerte cerca de mí para siempre. ¡Lo siento por hacerte creer que eras indigno y que no correspondía tus sentimientos! ¡Siento que me tomara tanto tiempo venir a ti! ¡Lo siento jodidamente por todo lo que hice mal! Pero no lo siento por amarte, no. A pesar de que tengas una cita con una magnifica mujer como Greengrass y ya no me ames, yo te sigo queriendo y no me arrepiento. No lo siento.

Hermione lloraba libremente ahora, pero no intentó limpiar sus lágrimas ni ocultarlas; estaba terriblemente cansada de fingir que no le afectaba y lo había intentado, maldita sea, había intentado no cargarlo con sus sentimientos, pero tenía que venir en pos de ella, ¿verdad?, ese bastardo tenía que venir a atormentarla un poco más y, ahora, ahí estaban, Hermione temblando, llorando y haciendo el estúpido y ¡todo porque Draco no podía dejarla llorar en paz!

- Lo siento. – repitió la bruja, colapsando contra él, abandonando toda lucha. Sus fuertes brazos se envolvieron en torno a ella, brindándole un punto de apoyo.

Las últimas semanas le habían costado un daño emocional y se encontró incapaz de dejar de llorar; las grandes manos de Draco le acariciaban la espalda mientras le susurraba palabras tranquilizadoras en el oído, pero ella no las escuchaba.

El familiar olor de Draco estaba causándole nauseas, sus oídos zumbaban y unas oscuras manchas bailaban en la periferia de sus ojos; reconociendo las señales, Hermione intentó advertirle, pero sólo logró soltar un pequeño gemido antes de que su mundo se inundara de negro, cayendo en la inconsciencia.


Hermione se despertó en una cama familiar, el aroma de Draco la rodeaba.

- ¡Gracias a Merlín, has despertado! – exclamó una mujer, se incorporó en la cama tan rápido que su visión se desvaneció. Se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos contra la repentina luz.

- ¡Merlín, tómatelo con calma, chica! – la reprendió la mujer en voz baja, extendiendo el brazo para sostenerla posando una mano en su hombro – Todavía estás indispuesta.

Prestando atención a las advertencias de la mujer, Hermione mantuvo los ojos cerrados y respiró hondo, intentando recuperar el equilibrio; la mano que había tenido en el hombro se deslizó hasta su cabello, pasando los dedos suavemente a través de sus salvajes rizos y se relajó enterrándose en la montaña de almohadas que tenía a la espalda.

Moviendo los dedos de los pies bajo las sabanas, podía afirmar que alguien – probablemente Draco – le había quitado los zapatos junto con la chaqueta de cuero.

- ¿Mejor?

- Mucho, gracias. – murmuró Hermione, parpadeando para abrir los ojos; casi chilló cuando vio que Narcissa Malfoy estaba sentada a su lado en la cama, con los ojos azules llenos de afecto mientras la miraba - ¿Señora Malfoy? ¿Qu-qué ha pasado?

Narcissa frunció el ceño con delicadeza por dirigirse a ella de manera tan formal, pero se abstuvo de reprenderla, para gran alivio de Hermione.

- ¿No lo recuerdas? – preguntó la majestuosa rubia con una ceja arqueada. Al ver el desconcierto de la joven, suspiró – Te desmayaste, chica. Señor, Draco estaba fuera de sí de la preocupación. Me pareció que había ocurrido algo verdaderamente horrible cuando escuché sus gritos.

Eso sonaba exactamente como algo que Draco habría hecho, pero… ¿no se suponía que estaba preparándose para su cita? ¿Por qué estaba jugando a los médicos con ella, cuando su cita debía estar esperándolo?

Mirando a su alrededor confirmó que estaba en la habitación del rubio; recordó que la noche de pasión que pasó ahí se mantuvo despierta durante toda la noche con un deseo insatisfecho, por lo que no tuvo problemas para reconocer la opulenta habitación.

No se le escapó que el propietario de la habitación no estaba allí con su madre.

No seas estúpida, obviamente está con su cita. ¿Sinceramente esperabas que se quedara contigo?

Sí, lo esperaba. Y sí, sabía que era estúpido por su parte, pero no podía evitarlo.

- Hermione, querida, ¿seguro que te sientes mejor? – la suave voz de Narcissa interrumpió sus pensamientos – Has empalidecido, repentinamente.

- No, no, estoy bien. – le aseguró a su anfitriona – Sólo un poco mareada, pero era de esperar.

- En efecto. – Narcissa no parecía muy convencida – ¿Tal vez deberías descansar un poco más? Parece que lo necesites.

- No. – negó Hermione, girándose en la cama para poner los pies en el suelo. Narcissa también se levantó, con expresión preocupada mientras la joven se apartó de la cama, sosteniéndose con sus propios pies – Ve, estoy bien…

Un repentino mareo la asoló y sus rodillas cedieron bajo ella, haciéndola caer hacia adelante.

- ¡Hermione!

Narcissa estaba allí, arrodillada a su lado, con sus pálidas manos apartando los voluminosos rizos de su rostro cuando se lanzó a vomitar. Algo va mal, pensó, luchando contra las náuseas.

Debido a los zumbidos de sus oídos, no se percató del ruido de la puerta al abrirse.

- ¿Qué cojo… ¡Madre! ¡Pensé que habías dicho que cuidarías de ella!

- Shh, Draco. ¿No puedes ver que está mal?

¡¿Qué está haciendo aquí?! ¡Se suponía que debía estar en una cita, no aquí, observándome vomitar en su alfombra!

- Estoy bien. – jadeó, intentando ponerse en pie.

- Te creería si no parecieras una muerta. – dijo Draco, cortante. Hermione estaba demasiado débil para protestar cuando la levantó en brazos y la depositó suavemente en la enorme cama, apartándole el cabello de su pálido y pegajoso rostro. Los afectados ojos grises la miraban a través de su flequillo y su corazón roto se regocijó ante la ternura que acechaba en su mirada.

¡Basta! ¡Está viendo a alguien más! Sólo siente lástima por ti.

- No te ves muy bien. – dijo con total naturalidad, volviéndose hacia su inmóvil madre – Trae a un Sanador.

- Draco…

- Ahora, madre. – gruñó él y Narcissa resopló antes de salir de la habitación.

- No, espera…

- Cállate, Granger. – la interrumpió fulminándola – No estás en condiciones de hacer peticiones.

Por primera vez desde que llegó, Hermione realmente lo miró.

Todavía vestía los pantalones negros y la camisa blanca, como la última vez que lo había visto, pero parecía estar mucho más desaliñado que antes, con el pelo alborotado en todas direcciones y la camisa fuera del pantalón.

Incapaz de contenerse, Hermione extendió la mano y le apartó un mechón de pelo que le había caído sobre la frente; era tan suave como lo recordaba y no pudo evitar arrastrar la mano por las sedosas hebras. Draco se quedó estático, con los ojos fijos en su rostro.

Cuando la castaña sin pensar arrastró sus uñas en un puto detrás de la oreja que sabía que lo volvía loco, él soltó un ronco gemido con la garganta.

- Hermione… - susurró, y ella encogió el brazo, horrorizada por lo que había hecho.

- Lo siento. – masculló, con los ojos muy abiertos – No pretendía…

- Basta. – ordenó severamente, con expresión seria.

Hermione cerró la boca, desviando la mirada.

Ahí estaba.

Su rechazo final.

Dios, ¿no podía esperar para hacer eso cuando no estuviera acostada en su cama? ¿La misma cama en la que había hecho el amor con él no hacía ni un mes?

- Mírame, leona. – le exigió en voz baja. Sus ojos volaron hacia los de él, con una cautelosa esperanza ardiendo en su afectado pecho. La intensidad de sus ojos grises le hizo contener el aliento y el pequeño sonido logró que él rompiera el contacto visual; su mirada se posó en sus labios entreabiertos y también contuvo el aliento – Merlín, amor, me conduces a la locura.

- ¿Qu-qué? – dijo ella ahogadamente, malinterpretando sus palabras - ¡Y-yo no he hecho nada!

- ¿No? – Draco arqueó una ceja – Prácticamente me mandaste a la mierda, varias veces y luego te presentas en mi casa, vestida como me gusta, disculpándote por todo y mirándome como si quisieras saltar sobre mí, después te vas y confiesas que me amas, te desmayas, joder, casi matándome del susto y, ¿afirmas que no has hecho nada?

- No tiene importancia. – dijo Hermione a toda prisa, con la necesidad de asegurarle que no tenía que preocuparse por ella – Yo… te olvidaré… eventualmente. Es decir, realmente no estábamos saliendo, ni nada, así que…

Draco la observaba en silencio.

- ¿Realmente piensas eso? – preguntó finalmente.

- ¡Sí! – insistió Hermione con fiereza – Tengo entendido que ya no me quieres, ¿cómo no iba a pensarlo? Lo estropeé, por lo que no tengo derecho a arruinarte esto. No necesitas preocuparte por mí. Ya soy mayor y puedo cuidar de mí misma. Yo… no te necesito. – susurró, rezando para que se creyera su mentira.

- Ya no te quiero. – murmuró Draco, con ojos oscurecidos – Crees que ya no te quiero.

- ¡Tú lo has dicho! – exclamó, intentando incorporarse. La mano de Draco con suavidad, pero con firmeza, se lo impidió – Has dicho que tenías una cita y… ¡oh! ¡Dios mío, la has dejado plantada! ¡Por mí! ¡Merlín, todo es culpa mía! Lo siento, si me das su nombre se lo explicaré todo…

- ¡Cállate! ¡Por el amor de todo lo sagrado, cierra la jodida boca! – explotó Draco, poniéndose en pie y fulminándola desde arriba.

- Yo…

- No, no hables. – gruñó agitado, pasándose las manos por el cabello. Repentinamente, se quedó inmóvil, sólo sus ojos navegaban sobre su pequeña figura. Con un gruñido ronco, saltó sobre la cama y se arrastró hacia ella, hasta situarse a horcajadas sobre sus muslos. Se inclinó, apoyando el peso sobre sus palmas, situadas a ambos lados de la cabeza de la castaña y acercó su rostro al de ella. El cálido aliento de Draco se apoderó de sus sentidos; ¡Merlín, prácticamente podía saborearlo!

Los mareos regresaron y Hermione tuvo que cerrar los ojos si no quería desmayarse.

- Mírame. – exigió él en un susurro.

- No puedo. – dijo, jadeante – No puedo pensar con claridad cuando estás tan cerca.

- Mmm, eso me gusta. – rio entre dientes y Hermione se quedó sin aliento al sentirlo acariciándole la garganta con la nariz.

- ¿Qu-qué estás haciendo? – tartamudeó arqueando, inconscientemente, la cabeza para darle más acceso a su piel.

- Lo que quería hacer desde que te vi a las puertas de mi estudio en ese sensual atuendo.

- Pe-pe-pero tu cita…

- Theo lo entenderá, estoy seguro. – lo sintió sonreír contra su cuello.

- ¡Dijiste que era una mujer! – gritó, indignada.

Draco se carcajeó de su cara.

- Me enfureciste, amor. – admitió, volviendo a la succión del lóbulo de su oreja – Después de nuestra última pelea, estaba… cabreado sería un eufemismo. Theo me llamó ayer y me contó vuestro encuentro y me puse aún más furioso; elegiste ir a él, en lugar de a mí. Y hoy te has presentado en mi casa y he tenido que arrancarte una disculpa. Y aun así, te negaste a admitir que me amas. Perdóname, amor, pero pensé que nunca admitirías tus sentimientos y te lo dije la otra noche, es todo o…

- Nada. – ella terminó la frase, abriendo, finalmente los ojos, para mirar sus amados ojos plateados – Todo o nada, ¿verdad?

- Sí. – susurró Draco y para su gran desconcierto se levantó; ayudándola a sentarse, después a situarse cómodamente en la cabecera de la cama y se arrastró lejos de ella.

- ¿Qué haces? – preguntó, apretando las sabanas en sus manos para evitar alcanzarlo.

Situándose a una prudente distancia, volvió su atención a ella.

- Todo… - se detuvo, con una mueca apoderándose de sus características, mientras intentaba componer sus pensamientos. Cuando estuvo listo, tomó una profunda respiración y continuó – Todo lo que ha ido mal entre nosotros, en nuestra relación, es derivado de conceptos erróneos y de falta de comunicación. Incluso cuando estamos siendo honestos entre los dos, logramos echar a perder cualquier progreso al no tener confianza mutua. La mejor manera de seguir adelante, es aclarar las cosas entre ambos.

Hermione asintió en acuerdo.

- Dado que tú te has disculpado, creo que yo te debo otra disculpa; la mañana después de nuestra noche juntos, no debería haberte dejado. Sé que Theo te ha dicho que tenía que hacerlo, pero lo menos que podía hacer cuando se hizo evidente que me demoraría, era enviarte una nota explicado que me había surgido algo y pedirte que me esperaras, para que pudiéramos hablar. Sabía cómo eras y conocía mi reputación, así que debería haber predicho cómo interpretarías mis acciones. Pero tú también te equivocaste, preciosa. – murmuró, mirándola con los ojos medio estrechados – Esa noche… dejé claras mis intenciones. Te dije que quería seguir con lo que teníamos. No he sido precisamente sutil en mi persecución por ti; ¡Merlín, mujer, casi te follo contra la barra de Abbot en el Caldero Chorreante! ¡Sé que eres insegura, pero esto es ridículo!

Hermione bajó la mirada, jugando con el dobladillo de su falda.

- Lo sé… - dijo mirándolo a través de sus pestañas – Pero tienes que entender, Draco, que esto – señaló entre ellos – no es el tipo de relación a la que estoy acostumbrada. Estaba condicionada a creer que mis preferencias sexuales eran desviadas y erróneas. Lo que me ofreciste… Merlín, era todo lo que quería y más. Pero tenía miedo. Miedo de aceptarlo; porque en el momento que lo hiciera, no habría vuelta atrás. Así que tomé cualquier excusa que pudiera llegar a alejarte. Pero ahora sé que hacerlo es imposible. Esa soy yo. Eso es lo que quiero y… lo quiero contigo.

"Después de la conversación con Theo, necesitaba un tiempo para aclarar la cabeza; sabía que había cometido un grave error al alejarte, pero tenía que aclararme yo misma antes de venir hasta aquí. Me llevó toda la noche averiguar lo que quería decirte y cuando llegué aquí… bueno, ya sabes lo que pasó.

Draco se encogió ante el recuerdo.

- Creo que te debo una disculpa por eso también. – dijo él, después de un minuto de silencio – Estaba enfadado y herido, y no pensaba con claridad. Quería hacerte daño cómo tú me lo habías hecho a mí y fue un error por mi parte. Lo siento.

- No lo hagas. – suspiró, rodando los ojos – Me lo merecía después de todo.

- No, no lo merecías. – dijo severamente – Fue cruel, especialmente sabiendo lo difícil que era para ti venir hasta aquí, en primer lugar.

Encogiéndose de hombros, decidió no responder. El silencio se prolongó, rozando la incomodidad, cuando Draco se inclinó de repente, posando la mano en su mejilla. Mirándola fijamente a los ojos, sonrió genuinamente. Quedándose sin aliento.

- Te amo. – susurraron al mismo tiempo y rieron.

Hermione inclinó la cabeza contra la palma de su mano, cerrando los ojos y disfrutando de la sensación piel contra piel. Sintiendo la plateada mirada en su rostro, ella poco a poco fue abriendo los ojos y tuvo que morderse el labio para contener un gemido cuando vio a Draco a través de sus parpados entrecerrados.

Con la mano apretada contra su cara, la atrajo hacia sí mientras se ponía de rodillas y se inclinaba aún más sobre ella. Se encontraron a mitad del camino, una de sus pequeñas manos se posó en su pecho y la otra agarrando su hombro. La mano libre de Draco viajó hasta su cintura, flexionando los dedos sobre la piel desnuda que encontró ahí; la camisa se le había subido en algún momento y unos estremecimientos de deseo se dispararon directamente hacia su núcleo.

Sus ojos oscurecidos estaban fijos en sus labios y cuando con el pulgar trazó las líneas del labio inferior, ella sacó la lengua y lamió la punta. Con un gemido ahogado, la atrajo hacia sus brazos e inclinó la boca sobre la de la castaña, tragándose su gemido.

En un instante, la tenía tendida bajo él, ruiditos desarticulados se escapaban de sus labios mientras la cubría con su musculado cuerpo; Hermione separó las piernas inmediatamente para que se acomodara y tomó la invitación con un apreciativo gemido, bien situado entre sus muslos y empujando superficialmente contra ella en un ritmo conocido. Hermione estaba húmeda y preparada para él más rápido que nunca y con las manos, torpemente, intentaba desabrochar los botones de su camisa. Con un gruñido de impaciencia, Draco, se incorporó sobre sus rodillas y desgarró la camisa, encogiéndose de hombros para quitársela y tirarla velozmente a la basura, antes de regresar a ella, tirando también de su camisa con las manos.

Draco jadeó en voz alta cuando, finalmente la despojó de sus ropas y la vio en ropa interior; no necesitaba adivinar que lo había elegido pensando en él, después de todo, sabía que su color favorito era el verde.

Eliminó sus pantalones a toda prisa y volvió a ella, familiarizándose de nuevo con su cuerpo; sólo había envuelto sus labios alrededor de su pezón a través del satén de su sostén y Hermione arqueó la espalda mientas el placer la sacudía y un fuerte gemido quedaba atrapado en su garganta, cuando la puerta de la habitación se abrió.

Con un grito, Hermione lo empujó alejándolo, tapándose violentamente con la sabana para cubrir el cuerpo medio desnudo; Draco dejó escapar una letanía de maldiciones mientras se escurría de la cama y caía en el suelo sobre su trasero. Despejándose la frente de pelos, fulminó con saña a los intrusos.

Los fulminó con más rabia cuando vio a su madre – con un ceño de desaprobación hacia él – parada junto a un viejo mago vestido con una túnica verde lima que lo diferenciaba como Sanador de San Mungo y cerrando la marcha estaba su padre, su distintivo pelo rubio platino teñido de un opaco color marrón para ocultar su identidad. No es que eso fuera a engañar a nadie que conociera a Lucius, pero era mejor que revoloteara por los alrededores disimuladamente cuando supuestamente había sido desterrado.

- ¡Draco! ¡Hermione está enferma! ¡No deberías tomarte esas libertades con ella en su delicado estado de salud! – siseó Narcissa entre dientes amonestándolo, con las manos en las caderas.

Hermione gimoteó e intentó esconderse bajo las almohadas; enfadado, Draco, se puso en pie sin preocuparse por su estado de semi-desnudez.

- ¿No has aprendido a llamar? – dijo con sarcasmo, cruzándose de brazos y devolviéndole la mirada a su madre.

- Me has dicho, exigido realmente, que buscara a un Sanador. – le recordó su madre, con la barbilla en alto – Y lo he hecho.

- ¡Oh, no deberías haberlo hecho! – exclamó Hermione, mirando al hombre de avanzada edad a través de los mechones de pelo que habían caído sobre su rostro – Me siento genial ahora.

- Apuesto que sí. – asintió Lucius con una lasciva sonrisa y se largó a reír cuando tanto ella como su hijo se sonrojaron ante la insinuación.

- Ya es suficiente. – siseó Narcissa, pero una leve sonrisa tiraba de sus labios.

- Si se me permite. – el sanador se dirigió a Hermione, sonriendo amablemente – La señora Malfoy me ha dicho que te has desmayado y que cuando te despertaste estabas débil y tenías nauseas, ¿correcto?

Hermione asintió afirmativamente. Draco se sentó junto a ella en la cama, tomando su mano entre las suyas.

El sanador se acercó a la cama y agitó la varita sobre sus rizos en un complicado patrón.

- ¿Te ha pasado antes? – peguntó con tono suave.

Hermione sintió nerviosismo, repentinamente.

- Yo… hace dos días escuché una noticia preocupante y me desplomé. Dos veces. Sentí nauseas cuando desperté la primera vez.

El sanador asintió como si hubiera confirmado una sospecha.

- ¿Podrías, por favor, acostarte y bajar la sábana? Me gustaría examinar tu estómago.

Hermione intercambió una mirada desconcertada con Draco, que miraba con nerviosismo a sus padres.

Pero ellos no estaban escandalizados como había esperado. No; los señores Malfoy tenían una idéntica expresión sorprendida en sus rostros, sus ojos se movían de ella a Draco, quien estaba más pálido de lo normal.

- ¿Algo va mal en ella? – preguntó, apretando el agarre en la mano de Hermione.

- No, no, joven. – le aseguró el sanador – Al contrario, la señorita Granger parece más sana que un roble.

- Entonces, ¿por qué…

- Tengo una sospecha y me gustaría examinar el estómago de la señorita Granger para estar seguro.

Draco suspiró ruidosamente. Ignorando a sus padres, se acercó a ella, presionando los labios sobre su sien.

- Ya has oído al sanador, leona. – susurró, sólo para sus oídos – Vamos a prepárate.

Recogió su camisa del suelo y - después de asegurarse de que su padre y el sanador apartaran la mirada – la ayudó a ponérsela. Seguidamente la acostó y Hermione bajó las sabanas hasta sus caderas y levantó la camisa sobre su estómago.

El sanador sonrió a la joven pareja, con una mirada de complicidad.

- Ahora, señorita Granger, puede que sientas algo de frío, pero es normal, ¿de acuerdo?

- Sí, de acuerdo. – Hermione suspiró, mirando hacia los ojos de Draco. El sanador les había asegurado que estaba bien, así que no había necesidad de preocuparse, ¿verdad?

Intentando calmar los irregulares latidos de su corazón, vio como el sanador apuntaba con la varita hacia su vientre; haciendo un difícil arco, una niebla dorada salió de la punta, asentándose en el estómago de la castaña. Hermione se estremeció ante la gélida sensación y Draco le propinó un tranquilizador beso en la sien, haciéndole saber sin palabras que estaba ahí para ella.

Su piel absorbió la niebla y Hermione contuvo el aliento, con una sensación de cosquilleo en el abdomen.

Exactamente veinte segundos más tarde, un suave resplandor azul emanó de su vientre y Narcissa soltó un grito de alegría. Lucius parecía a punto de desmayarse y el sanador sonreía alegremente.

- ¡Justo como sospechaba! – anunció felizmente – Señorita Granger déjame ser el primero en felicitarte en esta feliz ocasión.

- ¿Fe-felicitarme? ¿Por qué? – preguntó ella, tartamudeando.

El sanador aplaudió.

- ¡Tú, querida, estás embarazada! ¡De un niño!

Los ojos de Hermione se abrieron de par en par y su cabeza se giró bruscamente, colisionando con los de Draco.

- Merlín… - susurró.

- Un bebé. – dijo, aturdido – Vamos a tener un bebé. Un niño.

- ¡VAMOS A TENER UN NIETO, LUCIUS! – chilló Narcissa, extasiada - ¡UN NIETO! ¡VAMOS A SER ABUELOS!

Hermione estaba abrumada; ayer, ni siquiera estaba segura de si Draco la perdonaría y acordar darle otra oportunidad a la relación. Y ni media hora después de volver a estar juntos, se enteran de que estaba embarazada.

Sus emociones eran un caos, decidió que el mejor curso de acción era desmayarse; tenía demasiadas cosas que necesitaba calcular y no podía hacerlo cuando estaba a punto de tener un ataque de pánico. Lo último que vio antes de desmayarse fue a Draco; sus ojos la miraban con una adoración que hervía a fuego lento en las grises profundidades y un sentimiento de pura felicidad se apoderó de ella y la siguió hasta la inconsciencia.

Si había una cosa de la que estaba segura era que Draco estaría ahí para ella cuando despertara. Y no podía ser más feliz.


Haciendo caso omiso de las protestas de sus padres, – Narcissa no había perdido tiempo en escribir una carta a los padres de Hermione para transmitirles la buena noticia y pedirle a Tutu que acompañara a la pareja muggle hasta la mansión para ver a su hija – Draco la había llevado a París en el momento que ella despertó.

Tenían mucho que discutir, le había dicho a sus padres con la barbilla alzada y necesitaban privacidad para hacerlo.

El largo mes de vacaciones que habían tenido fue un torbellino de increíble sexo, fabulosas citas y un sinfín de conversaciones sobre sus planes y deseos para el futuro; Hermione dejó claro que nunca estaría satisfecha con asumir el papel de obediente esposa y ama de casa. Sus objetivos de vida incluían una carrera de éxito e hizo hincapié en que si querían realmente hacer esto, entonces tendrían que apoyarse no sólo en las aspiraciones familiares, sino también en las profesionales.

También habían sacado a colación el tema de la vida sexual, sobre todo como les afectaría tener un hijo; Draco sonrió con arrogancia y le recordó que ser increíblemente rico tenía sus ventajas. Como tener un fiel elfo que le había estado pidiendo que procreara durante los últimos cinco años para poder tener un bebé que cuidar.

Tenían más asuntos que discutir, pero habían acordado que no había prisa; se amaban y amaban a su bebé, por lo que se ocuparían de lo que les deparara la vida cuando llegara el momento.

Y a lo primero que tuvieron que hacer frente fue a la ira de Narcissa Malfoy y Helen Granger cuando anunciaron que no deseaban casarse, simplemente porque iban a tener un bebé. Le llevó dos meses a Hermione convencerlos de que era la decisión correcta para ellos.

La relación era demasiado nueva como para añadir a la mezcla el matrimonio.

Seis meses después, nació Scorpius Hugo Malfoy; quien tenía los ojos de su padre y el pelo de su madre, junto con un par de pulmones de los que la señora Hooch estaría orgullosa y una curiosidad por todo lo nuevo que hacía a su madre tan feliz, accediendo fácilmente a dejar que Draco le pusiera el nombre.

Theo y Ginny fueron nombrados los padrinos; y después de dos meses de peleas constantes por ver quién era el favorito de Scorpius, Theo tuvo suficiente y empujó a la pelirroja energéticamente contra una pared, metiéndole la lengua hasta el fondo.

Viendo el disgusto de Harry por las nuevas noticias; Draco se lo había llevado y se habían encerrado una tarde en su oficina con una botella de Whisky de Fuego de las caras. Cuando acabaron la reunión varias horas más tarde; Harry parecía un poco menos deprimido, para alivio de Hermione. De hecho, había una resolución en sus rasgos que no había visto desde los días persiguiendo Horrocruxes y Reliquias.

Fue un mes más tarde que Draco le reveló que le había aconsejado a Harry que visitara el club S&M como ella había hecho, Harry había estado en negación con lo que realmente quería, una relación sexual. Él no era un verdadero sumiso o dominante, pero gozaba condimentando su vida sexual de vez en cuando.

Se había tomado un descanso como Auror durante unos meses, experimentando en grandes cantidades, pero finalmente había encontrado lo que estaba buscando en los brazos de Gabrielle Delacour, la hermana menor de Fleur y una joven rompedora de maldiciones en Gringotts.

En su primer aniversario, él había engañado a sus padres para que se quedaran con el bebé una semana y la había arrastrado hasta París, donde le había propuesto matrimonio en la parte superior de la Torre Eiffel, antes de proceder a follársela hasta dejarla sin sentido justo ahí arriba después de que dijera que sí.

La boda fue dos meses más tarde, una ceremonia que se presentó en primera plana de todos los periódicos y revistas de la sociedad mágica durante un mes.

Como regalo de boda, Draco le había regalado un inestimable collar de diamantes y esmeraldas, susurrándole al oído que quería verla llevando eso y sólo eso, en la noche de bodas. El regalo de Hermione fue susurrarle al oído que estaba embarazada de nuevo.

Lyra Helen y Cassiopeia Narcissa Malfoy tenían a su padre envuelto alrededor de sus pequeños dedos, con sus idénticos ojos color ámbar y el cabello rubio platino; Draco temía el día que sus gemelas fueran a Hogwarts y que estaría demasiado lejos para protegerlas de la atención de los niños.

Scorpius le aseguró a su padre que mantendría un ojo encima de sus hermanas pequeñas por él… por una adecuada compensación, por supuesto.

Draco casi había llorado por la astucia de su hijo y Hermione se había visto obligada a aceptar que su primer hijo iba a ser Slytherin cuando fuera a Hogwarts.

Caelum Severus Malfoy fue una sorpresa y una bendición; Hermione tuvo un embarazo difícil y estuvo a punto de perder el bebé cuando se puso de parto dos meses antes de tiempo. La sanadora le advirtió en contra de tener más hijos y desde entonces se aseguró de tomarse una poción anticonceptiva hasta la fecha.

Ni ella, ni Draco se decepcionaron de no tener más niños en el futuro; tenían cuatro hermosos hijos que amaban hasta la muerte y un sinfín de ahijados que cuidar durante los fines de semana, así que estaban contentos con sus vidas.

Se acomodaron a la vida matrimonial igual que se habían acomodado al noviazgo; el sexo era increíble, seguido de malentendidos y peleas, pero también lo resolvían con disculpas, besos y sexo excéntrico y salvaje.

Bajo la tutela de Draco, Hermione ganó confianza en el papel de sumisa en el dormitorio. Confiaba en su Dom de manera inexplicable y nunca dudó en probar algo nuevo con él.

Al final, lo único que importaba era que se amaban. Y realmente, ¿qué más puede pedir una mujer?


Años después

- ¡Por el amor de Dios, Draco! ¿Y qué si a ella le gusta James? ¡Es un chico encantador!

- ¡Mi hija nunca saldrá con un Potter!

- ¡Lyra tendrá suerte de salir con un muchacho como mi chico, Hurón!

- ¡Ja! ¡Lo que tú digas, Cara-rajada!

- ¡Monstruo Albino!

- ¡Que te den, bastardo cuatro ojos!

- Aw, ¿no es bonito? ¡Cassie acaba de besar a Albus! – Dijo Luna desde su posición bajo un cerezo, con Lysander roncando en sus brazos, mientras Lorcan estaba ocupado siguiendo a Teddy por los alrededores.

- ¡¿QUÉ?!

Hermione suspiró, intercambiando una mirada con Ginny sobre la cabeza de Elieanora, la hija de Theo y Ginny.

Algunas cosas nunca cambian.

Fin