Y aquí llega la última parte. Como fanfiction no deja alinear las cosas a la derecha, os explico: los mensajes que están centrados son los que envía Beca, los que están en la izquierda y con la estampa del tiempo al lado son los que ella recibe.

Espero que os haya gustado. ¡Un abrazo y hasta el siguiente!


Would you tell me I was wrong?

Would you help me understand?

Are you looking down upon me?

Are you proud of who I am?

There's nothing I wouldn't do to have just one more chance

To look into your eyes and see you looking back

- ooo -

Llega con dos segundos de sobra. Disminuye el paso a medida que se acerca a la congregación de Bellas frente a un espacio vacío en el aparcamiento. ¿Y el autobús? Algo no cuadra. Se quita los cascos y escanea con rapidez a sus compañeras con la mirada.

Están todas allí a excepción de Amy, aunque eso no es una novedad, Beca y ella suelen llegar siempre con el tiempo justo. Se escurre hacia el lado opuesto al que se encuentra Chloe con la intención de pasar desapercibida pero en cuanto Jessica – ¿o es Ashley? ¿Cuál de las dos es la rubia? – la ve parada a su lado deja escapar un grito.

- Oh capitán, mi capitán. ¿Qué demonios hacemos ahora?

Sin saber cómo ni cuándo, la DJ se encuentra con dieciocho ojos fijos en ella, pero los únicos que le hacen encogerse son unos azules bebé especialmente fieros.

- ¿Hacer con qué? ¿Qué ha pasado? – Está perdida a más no poder, como si se hubiera saltado una gran parte de la historia, la más importante.

- Eso ha pasado – contesta Stacie con un dedo acusatorio apuntado hacia el suelo del aparcamiento.

Beca se abre paso hasta allí y se agacha para recoger un trozo de papel sujeto con una piedra encima. Reconoce en seguida la letra de Amy la Gorda.

Lo siento, zorras. Me fui a buscar a mi hombre.

Xoxo

- ¡No me puedo creer que nos haya dejado tiradas por un tío! ¡Va en contra de cualquier código de amistad existente! – exclama Cynthia Rose.

- Esta vez no había una trampa para osos que la frenase – observa Ashley. O Jessica. Lo que sea.

Lo último que necesita la morena en esos momentos es una crisis. Por dios, ni siquiera puede lidiar con su vida, como para solucionar ese embrollo. Sin embargo, todas las Bellas la miran, expectantes, a la espera de que les proporcione una solución milagrosa que lo arregle todo. Resopla, frotándose las sienes en pequeños círculos mientras piensa.

- Ahora nos vendría muy bien la ayuda de ese novio tuyo.

Sus dedos se quedan congelados a la mitad de dibujar un círculo. No necesita mirar hacia arriba para saber quién ha hablado, es una voz que reconocería en cualquier parte. Deja caer las manos lentamente hasta reposar en los laterales y apenas registra las expresiones indecisas de sus compañeras, solo puede centrarse en una en concreto: Chloe Beale. Para variar.

Está medio sentada en su maleta, con una postura despreocupada que a lo mejor engaña a los demás pero Beca lee sin problemas a través de ella igual que si fuera de cristal. Y está furiosa, oh, está furiosa como pocas veces la DJ la ha visto, menos aún dirigido hacia ella. Lo único que está evitando que se lance a la yugular de la morena es que no están solas.

- ¿Sabes qué, Chlo? Es una idea genial. Está claro que eres mi co-capitana por algo – contesta Beca con una sonrisa que, como fuera más falsa, se rompería a la mitad.

A la pelirroja no le hacen ninguna gracia sus palabras pero aprieta los labios y se mantiene callada. Es probable que, a esas alturas, las Bellas enteras hayan escuchado de su escena en el baño, y no son tan tontas como para no deducir qué habría pasado. La morena está segura de que hay, al menos, tres apuestas diferentes con sus respectivas teorías y dinero en juego. Es un milagro que estén tan silenciosas.

Una llamada de teléfono – difícil de conseguir porque Aubrey no quería dejarles usar la línea fija y ninguna tenía cobertura en el móvil – y una hora más tarde, la morena escucha el claxon de un coche tres veces seguidas y luego un grito inconfundible:

- ¡BECAAAAWWW!

No puede evitarlo, su ceño fruncido se transforma en una sonrisa sincera que se extiende por su rostro. Se gira para saludar a Jesse, quien tiene medio cuerpo sacado por la ventana como si fuera un perro. Benji frena justo frente a ellas y las puertas de la furgoneta granate de los Treblemakers se abren con un chirrido.

- Su carruaje ha llegado – informa su exnovio innecesariamente con una reverencia pomposa.

- Ah, ¿y eso te convierte en nuestro caballero de brillante armadura? – pregunta Stacie con un batir de pestañas coqueto a más no poder.

- ¡Stacie! – le regañan todas las Bellas a la vez.

- ¿Qué? – Alza las manos en gesto de disculpa y sube al autobús murmurando algo parecido a: "Jesús, no iba a hacer nada, solo quería comprobar si…" Un empujón le hacerse callarse de manera definitiva y desaparece tras un asiento.

- Pues, caballero, tienes la armadura sucia – comenta Chloe. No hay sonrisa que acompañe a sus palabras, solo algo muy parecido al desdén, cuando señala una mancha en la camiseta blanca que lleva Jesse.

Este frunce el ceño, se mira la mancha como si fuera un alien y se encoge de hombros sin arrepentimiento alguno. Pero en cuanto la pelirroja pasa entre él y Beca, toda determinación, y se mete en el autobús, Jesse le lanza una mirada a la DJ de: "¿qué demonios ha sido eso?" y ella se limita a encogerse de hombros y sacudir la cabeza porque, de verdad, no tiene ganas de contarle lo que ha pasado y sabe que cuatro paredes de metal son un espacio demasiado pequeño para los afinados oídos sedientos de cotilleos de las Bellas.

El viaje de vuelta no es, ni de lejos, tan tenso como cuando los Treblemakers tuvieron que rescatarlas por culpa de Bumper y Amy siendo Bumper y Amy. La conversación fluye tranquilamente, no hay ese ambiente de rivalidad que volvía el aire espeso; incluso las Bellas se animan a cantar al ritmo de algunas canciones que suenan en la radio y Jesse se une a ellas. Benji les lleva sin incidente alguno mientras lanza miradas de cachorrito enamorado a Emily. Lo peor es que ella se las devuelve. Son tan asquerosamente adorables que a Beca le dan ganas de vomitar.

La morena se mantiene hundida en su asiento, con los cascos puestos en los oídos como medio de protección del exterior. A estas alturas, sus compañeras saben que es mejor dejarla en paz cuando se sienta al fondo y se aísla con su música, de modo que nadie tira de ella para que cante, nadie trata de darle conversación. Incluso su exnovio mantiene una prudencial distancia de seguridad después del roce con Chloe.

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Amy la Gorda

últ. conexión a las 17.02

Gracias por dejarnos tiradas sin previo aviso, tía

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Se queda observando el pequeño relojito que aparece en la parte inferior derecha del mensaje hasta que se le secan los ojos, se le desenfoca la vista y bloquea el iPhone antes de dejarlo caer sobre su regazo. Se arriesga a lanzar una mirada hacia donde está la pelirroja sentada. La co-capitana de las Bellas tampoco está de humor para cantos y su sonrisa flaquea más que brilla, pero trata de mantener su actitud positiva y enérgica. Es casi como si no quisiera que las demás se dieran cuenta de que ha pasado algo; lo cual es estúpido y una pérdida de tiempo, en opinión de Beca, porque se ve a la legua que entre ellas hay tensión y muchos gritos por soltar. Prácticamente están en los asientos más alejados posibles, no puede ser más obvio. Pero nadie le ha preguntado su opinión, y mucho menos Chloe, así que se hunde más en el asiento, apoya la cabeza en su chaqueta doblada contra la ventana y cierra los ojos mientras trata de ignorar la sensación de que alguien la está observando.

Debe de quedarse dormida en algún momento porque lo siguiente de lo que es consciente es de alguien diciendo su nombre con suavidad y apretando su muñeca a intervalos regulares. Solo hay una persona que la despierta así después de que su aburrimiento viendo una película pueda con ella y se quede dormida con la cabeza apoyada en su hombro o en su regazo mientras ella juega con mechones de su pelo.

- ¿Chlo? – murmura todavía medio dormida, parpadeando con ojos pegajosos de sueño.

- No – ríe alguien, y entonces procesa que es un alguien masculino –. Siento decepcionarte.

- Oh, Jesse – saluda. Se sienta recta en el asiento con una mueca cuando su cuerpo le recuerda lo maltratado que le tiene –. Perdona, ella siempre me despierta de esa forma.

- Lo sé – sonríe él –. Me dijo que llamarte no servía de nada, que tenía que tocarte. Supongo que cuando salíamos juntos mis métodos tenían el mismo efecto.

Beca recuerda vagamente el peso de alguien sobre ella, besos en la cara o lametones si ella se negaba a abrir los ojos, risas y cosquillas. El olor a café recién hecho que le llegaba desde la mesilla, el aroma permanente a palomitas en la habitación y las sábanas. Se traga la inexplicable oleada de tristeza que le golpea justo en el pecho.

- Lo habría hecho ella, ¿sabes? – dice de golpe Jesse, probablemente malinterpretando el silencio de la morena. Todo rastro de diversión desaparece de su rostro. – Lo iba a hacer ella, pero la maleta de Stacie se abrió al sacarla, ¿quién lleva tanta ropa al medio del bosque, de todos modos?, cundió el pánico y tuvo que ir a poner orden mientras tú babeabas contra el cristal.

Sonríe sin poder contenerse, las Bellas tienen ese efecto en ella. Están locas como las que más pero Beca las quiere con toda su alma y no sabe qué habría sido de ella si no las hubiera encontrado en su primer año en Barden. O si Chloe no la hubiera encontrado a ella. La sonrisa muere en sus labios al recordar que ha metido la pata hasta el mismísimo fondo. Y aunque Jesse es el único presente y ya la ha visto en peores momentos, no puede permitir que su fachada de "todo me resbala" flaquee así que le da un suave empujón en el hombro.

- ¡Yo no babeo!

- ¿Que no? – su exnovio suelta una carcajada –. Becs, poco más y nos inundas el autobús.

Le vuelve a dar un empujón pero esta vez una sonrisa acude a su cara y no puede frenarla. Se abre paso entre filas de asientos hasta la puerta delantera y baja los escalones todavía escuchando al Treblemaker desvariar sobre los imaginarios escenarios que habría provocado su baba.

- Oye, idiota, te iba a dar las gracias por venir a buscarnos pero creo que te quedas sin ellas.

Jesse finge parecer herido. Le dura exactamente medio segundo.

- Admítelo, Becs, no puedes vivir sin mí. ¡Vuelve a mis brazos, nena!

Y sabe que está bromeando así que le pone los ojos en blanco y sube el manillar de su maleta para tirar de ella hacia la casa de las Bellas.

- Sigue soñando.

- Cuando quieras vuelvo a tu rescate, solo tienes que llamarme. Soy tu Batman particular.

- ¿Enciendo una luz y apareces volando?

Si Jesse está sorprendido por que la DJ conozca la batseñal, no lo muestra.

- Yo soy más original, solo tienes que gritarme – se rodea la boca con dos manos para hacer bocina y echa la cabeza hacia atrás –. ¡BECAAAWW! ¡BECAAAAWWW!

Suelta una carcajada, sacudiendo la cabeza con incredulidad. ¿Cómo se las ha apañado para dejar que gente tan rara se hiciera con un cachito de su corazón?

- Adiós, friki – se despide con una sonrisa por encima del hombro mientras tira de la maleta.

Acaba de cerrar la puerta de la casa detrás de ella cuando su móvil vibra en su bolsillo trasero. Se ha acostumbrado – relativamente – a no tener cobertura de modo que que vuelva a la vida casi le hace dar un grito del susto.

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Jesse Swanson

últ. conexión a las 19.45

(19:45) Arregla las cosas con Chloe, quieres?

(19:45) Se hace raro tanta tensión entre vosotras

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Rápidamente, Beca teclea un mensaje de respuesta.

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Desde cuándo eres mi madre?

(19:46) Hija mía, desde que no soporto verte así con tu mejor amiga

(19:47) Sobre todo si la mierda me salpica a mí también

Ya

Bueno

No creo que esto vaya a ser fácil de solucionar

Esta vez la he cagado bien cagada

(19:47) Tú? Beca Mitchell? Cagarla con alguien que te importa?

(19:47) Imposible!

Oye, rebaja la ironía, no?

(19:48) Jovencita, no le respondas a tu madre

(19:48) Mira

(19:48) Ahora seriamente

(19:49) Pon ese bonito cerebro tuyo a funcionar y discúlpate

(19:49) Chloe te quiere, te perdonará cualquier cosa

Créeme que no me quiere tanto

Incluso la amistad tiene sus límites

(19: 50) Quién está hablando de amistad?

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Parpadea. Relee. Parpadea. Relee. Así como cinco veces. Cada vez que mira su último mensaje después de abrir los ojos espera haberlo visto mal, pero las letras negras destacan contra la burbuja blanca de forma indiscutible.

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A qué te refieres?

.

Espera diez minutos y sigue sin haber respuesta. Ni siquiera ha abierto el WhatsApp. ¿Se supone que se refiere a que Chloe la quiere como más que una amiga? ¿O que es Beca la que quiere más que amistad? ¿Entonces Jesse estaría de acuerdo si una de las dos llevara su relación un paso más allá? Ejem, el momento ducha, ejem, ejem. ¿Y hace cuánto que lo sabe? ¿O simplemente lo sospecha? Le maldice por elegir ignorarla justo después de soltar semejante bomba.

Entonces se dice a sí misma que no tiene sentido seguir negándolo, no después de haber besado a su mejor amiga y confirmado lo que ya sabe, no después de que incluso Jesse trate de abrirle los ojos. Puede ser tonta en lo que respecta a los sentimientos de los demás, pero los suyos los tiene bien controlados y catalogados. En cuanto se salen de lo normal, las bandejas rojas se alzan. Es difícil pasar por alto algo tan gordo.

Porque, lo admite, hace tiempo que se dio cuenta de que lo que siente por Chloe va más allá de la pura amistad. Tampoco hace falta tener un Nobel para verlo. Hasta sospecha que es algo que llevaba fabricándose desde que la pelirroja irrumpió en su ducha y la forzó a cantar con ella. O quizá fue el hecho de que todas esas reglas que ha aplicado a rajatabla durante toda su vida y sin excepciones – nada de contacto físico, nada de muestras de afecto, nada de sentimientos hacia personas porque todas se marchan eventualmente, etc. – por alguna razón es incapaz de aplicarlas con ella y hace cosas que jamás admitiría. Ni bajo tortura. Una mirada de la pelirroja y esa actitud de "todo me resbala" de la que depende para sobrevivir se viene abajo como un castillo de naipes, pero como es Chloe, no le importa. Como es Chloe, se permite reír sin restricciones – de verdad, una vez se le salió la leche del desayuno por la nariz y todo –; llorar sin avergonzarse demasiado; se permite aceptar abrazos, enseñarle remixes recién hechos para que le dé su opinión; que le coja de la mano y quedarse dormidas en la misma cama después de mantenerse despiertas hasta tarde hablando de mil cosas y de nada.

Y es que Chloe Beale parece ser la excepción. Su excepción.

Pero, en realidad, la explicación es mucho más sencilla. Beca ve el mundo de blanco y negro, con sus cosas buenas y sus cosas malas, personas que le caen bien y personas que le caen bien, gente que es seguro tener cerca y las que representan una gran amenaza para su corazón. Ella ve el mundo lleno de vibraciones, de canciones diferentes contenidas en cuerpos humanos, de notas en una partitura que le cuentan una historia y le dan el porqué de ser quienes son y como son.

La primera vez que vio a Chloe, o que la pelirroja la vio a ella más bien, en la feria de la universidad, le echó para atrás un poco todo ese aire de chica guapa, perfecta positiva, con amigos y que dedica su vida entera a un club de acapella. ¿Quién en su sano juicio se dedica a la acapella por propia voluntad? Seguro que fue reina del baile de graduación y la líder de las animadoras cuando iba al instituto. No el tipo de gente con el que Beca se relacionaba.

La segunda vez que vio a Chloe – muchas partes de ella, en verdad – fue cuando esta irrumpió en su ducha. A todo lo anterior añadió las etiquetas de: #con confianza en su cuerpo, #y no me extraña porque menudo cuerpo, #sus ojos tienen vida propia, #algo acosadora, #Titanium es su canción para masturbarse, #persistente, #convincente, #encantadora, #experta a la hora de chantajear, #joder qué voz tiene. En ese momento dejó de intentar no mirar hacia donde no debía y se le olvidó incluso taparse a sí misma. Dejó de tratar de encajarla en una de las categorías – blanco o negro – y se dio cuenta de que Chloe Beale era una gran mancha gris en el medio. Una persona que te contaba una historia a primera vista y luego la rebatía y confirmaba al mismo tiempo cada vez que abría la boca. Un misterio y un libro abierto. Alguien peligroso para su corazón pero sin quien no podía vivir. Le encantaba su personalidad aunque a veces la volviera tan loca que quería matarla.

En el momento en el que escuchó sus voces entremezcladas, lo supo. O comenzó a sospecharlo. Sí, lo enterró bajo metros y metros de excusas y conformismo, pero estaba ahí, acercándose a la superficie cada vez más como un volcán en erupción. Su canción interior se mezclaba tan perfectamente con la de Chloe que le asustó y fascinó a partes iguales. Quería alejarse y no volver a verla, sin embargo, se encontró a sí misma en un escenario para audicionar para un grupo universitario de acapella – adiós a sus principios – aunque ella solo cantaba en la ducha. Y todo valió la pena porque Chloe estaba ahí, en primera fila, con tanta esperanza en ella que casi tuvo miedo de ser una completa decepción. Solo que no lo fue.

Más tarde, mucho más tarde, años más tarde, se dio cuenta de que quizá habría sido más sano para ella si lo hubiera sido. Una decepción, borrada y olvidada, descartada sin un segundo pensamiento.

Qué planes más perversos tiene a veces el destino, ¿no? Te hace seguir un camino determinado toda tu vida y, de repente, un día así como así te encuentras que no tiene salida, que si sigues te chocas contra un muro impenetrable de kilómetros de altura; así que te dejas manos y pies para escalarlo. Y resulta que te vas encontrando con gente diferente a medida que avanzas, unos te ayudan, otros te tiran piedras para intentar que caigas.

A veces lo haces. Caes. Hasta abajo del todo. Es ahí cuando se te dan dos opciones: rendirte o volver a intentarlo.

Con Chloe pasó lo mismo, solo que Beca solita se las apañó para hacerse caer de la pared. Ahora queda una pregunta, la clave de todo: ¿se rinde y huye o se levanta y vuelve a intentarlo? Está aterrorizada, para qué negarlo. Solo de pensar en lo que le puede pasar si decide seguir adelante, se paraliza de puro miedo. Sin embargo, cree saber qué tiene que hacer.

Por primera vez en su vida, y sin que sirva de precedente, cree saber a quién escuchar esta vez: a su corazón o a su cerebro, al diablillo o al angelito.

Con un suspiro salido de más profundo de su ser, baja el tirador de la maleta y se la cuelga de la cadera para comenzar la ardua tarea de subir las escaleras sin golpear las paredes. Va tan sumida en sus pensamientos que no es hasta que la deja caer con un resoplido encima de la cama que no se da cuenta de lo extrañamente silenciosa que está la casa. Siempre que las Bellas vuelven de una competición, se produce un revuelo mientras recogen su ropa y hay intercambios de cosas perdidas y encontradas, prestadas y nunca devueltas; o simplemente olvidadas en algún hotel de una ciudad. Siempre hay música sonando o alguien cantando, gritos y risas, golpes y maldiciones. Tanto silencio hace que las alarmas de su cabeza salten.

- ¿Hola? ¿Hay alguien en casa? – pregunta columpiándose de la barandilla de la escalera.

Nadie contesta.

- ¿Hola? – baja hasta el piso de las habitaciones y mira a su alrededor. Todas las puertas están cerradas, pero no hay signos de actividad alguna detrás de ellas.

Entonces escucha una voz ahogada responderle desde algún punto de la enorme casa.

- ¡Polo!

Sonríe al reconocer la broma que al final habían adquirido para encontrarse unas a otras cuando estaban en sitios diferentes.

- ¡Marco! – grita de vuelta.

Cuando le llega la réplica, se guía por ella hasta el piso de abajo y de ahí a la cocina. Reclinada contra la encimera de la isla está Chloe. Tiene una manzana en la mano y mastica con tranquilidad, sin su usual sonrisa de bienvenida para la morena.

- ¿Dónde están todas? – pregunta esta.

No sabe si entrar más en la estancia o quedarse donde está, apoyada en el umbral de la puerta.

- ¿No te…? Ah, claro, estabas dormida – la confusión de la pelirroja desaparece y es reemplazada otra vez por esa especie de fría indiferencia que no le pega nada –. Tenían antojo de pizza así que dejaron las maletas en sus cuartos y se fueron.

- ¿Tú no te uniste?

- No me apetecía – se encoge de hombros –. Además, tenía que ducharme.

La DJ nota por primera vez su pelo húmedo cayendo como una cascada de fuego oscuro sobre sus hombros. Ni rastro de mejillas sonrojadas, labios hinchados o barro en el cuerpo. Ni rastro de una sonrisa pícara, una broma sobre el motivo de que no hubiera podido ducharse en primer lugar.

Beca lucha por decir algo, cualquier cosa. Pero algo.

- Ah – es todo lo que se le ocurre.

El silencio la ahoga, es como una almohada presionada contra su nariz y boca que le impide respirar. Cambia el peso de un pie a otro intermitentemente. Juguetea con sus manos. Y Chloe se limita a mirarla con esa indiferencia que le está clavando cuchillos en el pecho. Podría lidiar con ello mil veces mejor si la pelirroja estuviera cabreada y se pusiera a gritarle como si no hubiera mañana. Lo prefiere antes que ese lado de Chloe tan desconocido y escalofriante. Para una persona que es tan generosa con sus sonrisas, que siempre lleva una pintada en la cara aunque quiera echarse a llorar; esa expresión neutra y fría es como ver que el Sol sale por el Oeste y se pone por el Este, o que las estrellas adornan el cielo de día y la Luna tiene luz propia.

Necesita salir de ahí. Corriendo a poder ser. Hace una mueca que intenta ser de disculpa y gira sobre los talones de sus machacadas Converse pero no llega muy lejos porque se choca contra el muro metafórico. Le hace darse cuenta de que lo está enfocando todo mal, de que no es Chloe quien tiene que hablar, sino ella. Beca.

- Soy una estúpida, ¿verdad? – No lo pregunta, no en realidad. Es más bien retórico.

Como Chloe no contesta, la DJ se gira un poco para mirarla. Ve que ha tirado el corazón de la manzana a la basura y, aunque sigue apoyada contra la encimera, ya no es indiferencia lo que brilla en sus ojos, sino interés. Beca tiene su atención, está escuchando cada palabra, cada respiración agitada. Y sus ojos muestran tanta intensidad que la morena teme que le hagan un agujero en la cara. Quizá eso debería tranquilizarla pero tiene el efecto contrario en ella. Nunca ha sido buena con las palabras, prefiere expresarse con notas musicales.

Aunque hay una cosa que tiene más clara que el agua.

- Dios, soy una completa estúpida – repite con una sacudida de cabeza.

Se vuelve a hacer el silencio mientras Beca se martiriza mentalmente con lo mismo todo el rato. Es una estúpida. Una auténtica, completa, irremediable estúpida. Tiene que reprimir el impulso de entrar en "Modo Dobby" y comenzar a darse golpes contra la pared que tiene al lado.

Imagina que, en algún momento de su auto tortura, algo debe de decir en voz alta porque Chloe suelta un bufido y da un paso adelante con los brazos cruzados y expresión de fastidio.

- Eso ya ha quedado claro, ¿vas a seguir como un disco rayado toda la tarde o piensas pasar al siguiente punto?

Y Beca sabe que la pelirroja tiene todo el derecho a estar enfadada, sinceramente, la DJ habría reaccionado mil veces peor si sus papeles hubieran estado intercambiados; pero no puede evitar que el comentario le toque el nervio equivocado.

- Estoy… Estoy tratando de disculparme. ¿Puedes ser un poco menos capulla y ayudarme o algo? – replica, girándose para encarar completamente a su co-capitana, los ojos entornados.

- ¿Ayudarte? – exclama Chloe, incrédula, sus cejas casi desapareciendo de su frente –. ¿Me estás tomando el pelo? ¿Por qué debería ayudarte? – Furiosa, da otros dos pasos hacia delante de modo que queda a unos centímetros de la morena y esta retrocede, tomada por sorpresa. Durante una fracción de segundo, cree que la pelirroja le va a dar una bofetada. Sin embargo, es Chloe Beale, la que no haría daño ni a una mosca –. No fui yo quien se coló en tu ducha, no fui yo quién te besó, y mucho menos fui yo la que salió corriendo sin ninguna explicación.

- Pero tampoco trataste de pararlo cuando sabes perfectamente que…

- ¿Que qué? ¿Qué lo único que sabes hacer es salir corriendo en cuanto te encuentras con el primer obstáculo en tu camino?

- Sabes que eso no es verdad – la DJ prácticamente está temblando por la rabia contenida.

Y mentiría si dijera que así era como había planeado que fuera la conversación. Jamás en sus cuatro años de amistad con Chloe habría pensado que lanzaría un golpe tan bajo. Le había confesado a la pelirroja la verdadera razón por la que huye de situaciones años atrás, una noche con demasiado alcohol corriendo por sus venas, y había dejado claro que era algo que poca gente sabía y debía permanecer de esa forma.

- ¡Siempre escapas de los problemas, Beca! ¡En cuanto es más de lo que puedes controlar, huyes! ¡Ni siquiera te paras a pensar en el efecto que tiene sobre la gente que dejas atrás!

Así como así, parece que toda la energía abandona a la pelirroja de golpe. Su barbilla cae hasta casi tocar su pecho, sus hombros se hunden, su enfado se disipa tan rápido que cualquiera diría que había estado gritando hacía menos de tres segundos.

- ¿Alguna…? – La voz se le quiebra antes de terminar la primera palabra –. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sienta eso? ¿Lo que puede significar para la gente que te quiere que no tengas dificultad a la hora de darles la espalda – chasquea los dedos –, y desaparecer? Cómo duele porque, joder, yo no podría hacer eso. Y quizá siento envidia, o quizá odio que tengas esa habilidad porque entonces significa que nadie te importa del mismo modo que nos importas a nosotros.

Si alguien le jurara a Beca en ese preciso momento que las palabras de Chloe habían adquirido forma física y le habían dado un puñetazo en el estómago, no habría dudado de su veracidad. Era la única explicación lógica para la repentina falta de aire en sus pulmones, las náuseas que le atacan, la palidez que se extiende por su cara de modo que lo único con color son sus ojos azules y su pelo castaño.

Sobra decir que no. Nunca había pensado en eso. La sencilla razón por la que nunca se giraba a mirar por encima del hombro era porque conocía de cabo a rabo la historia de Orfeo y Eurídice, porque sabía que era una cobarde y hacerse consciente de lo que dejaba atrás era más de lo que podía soportar. De modo que seguía colocando un pie delante del otro en la dirección opuesta a donde estaba lo que quería – o a quién quería –, ahogando sus penas en música, cubriendo el sonido de su corazón al romperse con las rítmicas bases de sus remixes. Nunca se había parado a pensar en que quizá la misma sensación de desgarre que experimentaba ella cada vez que tenía que salir corriendo para protegerse de salir herida, también podían sentirla la gente que la rodeaba y a quienes abandonaba sin una disculpa o una razón plausible. Nunca se había planteado si, quizá, cuadrando los hombros y afrontando los golpes de la vida se habría ahorrado más dolor que haciendo eso que precisamente creía que la protegía de sufrir. Y, especialmente ahora que se da cuenta, si habría ahorrado más dolor a las personas que se preocupaban por ella.

Los remordimientos son tan fuertes que puede ver la habitación dar vueltas a una velocidad vertiginosa. Lo que quiere en ese momento es enterrar la cabeza bajo la almohada, y esta bajo las mantas, y no salir de su escondite en lo que le queda de vida. Lo que quiere en ese momento es gritar perdón con toda la fuerza de sus pulmones y convertirse en una ermitaña para no volver a dañar a nadie en sus intentos de autocastigarse.

Huir de la gente que le importa no es más que una forma de dejarse claro que no cree merecer estar con alguien que le quiera; y por mortificarse, mortifica a todo aquel que trata de quererla.

Así que sí, quiere no volver a ver la luz del día nunca más para que esta no alumbre los horrores que ha cometido. Quiere disculparse con cada una de las personas a las que ha hecho daño y prometerles y volverles a prometer que nunca jamás se repetirá. Aunque lo que de verdad desea es dejar todo eso atrás y cambiar. Por todos aquellos a los que hirió. Por ella misma. Y, más que nada, por Chloe.

Porque nadie tenía por qué soportar eso tres veces y Chloe lo hizo sin una queja. Porque a pesar de que Beca no le reprocharía que no volviera a dirigirle la palabra en lo que les quedaba de año escolar, Chloe seguía ahí. Vulnerable como nunca. Cansada como nunca. Dolida como nunca. Pero ahí.

La verdad aparece tan clara a los ojos de Beca que las palabras están cayendo de su lengua antes siquiera de que tenga tiempo de pensarlas.

- No quiero perderte. No puedo perderte.

Y Chloe parece desmoronarse ante esa confesión hecha en un susurro apenas audible. Engancha ambos índices en las trabillas de los shorts vaqueros de la DJ y da un pequeño tirón que la lanza hacia delante, que le hace tropezar, que le hace chocar contra el cuerpo firme de la pelirroja. Apoya su frente contra la de Beca, cerrando los ojos momentáneamente. Esos increíbles círculos azules se fijan en los más oscuros de la morena con tanta intensidad y emoción que parece imposible que pertenezcan a un ser humano.

- No lo harás – contesta en el mismo tono de voz.

Cada minúscula fibra del ser de Beca anhela creerla, pero su experiencia en la vida muestra todo lo contrario. Sacude ligeramente la cabeza, el ceño fruncido con tristeza.

- Pero esto es solo un experimento para ti.

Chloe abre los ojos como platos, sorprendida. Entonces, para asombro de la DJ, se ríe. No una risita nerviosa o de disculpa. No. Es una carcajada como Dios manda. Su pecho se sacude, la pequeña cicatriz de su operación de nódulos tiembla.

El ceño de la morena se acentúa, sin embargo, antes de que tenga tiempo a alejarse y ofenderse porque, oye, estaban teniendo una conversación honesta, de esas que se hacen con el corazón en la mano y el pecho abierto de par en par para que la otra persona vea que no le estás ocultando nada; Chloe parece presentir el enfado/confusión de su mejor amiga porque tensa los dedos que la mantienen en el sitio y se traga la risa, que burbujea por sus ojos en pequeños destellos.

- Perdón, es solo que... Jesús, Becs, ¡a veces puedes ser de un tonto!

- Gracias – replica la aludida sin saber muy bien qué decir, qué hacer, qué sentir.

- ¿De verdad crees eso?

- ¿Que puedo ser tonta? – confundida por el brusco cambio de tema, frunce el ceño todavía más –. Bueno, si soy totalmente sincera, sé…

- No – corta Chloe, divertida –. Me refiero a lo otro. ¿De verdad crees que eres solo un experimento para mí?

Algo en el tono de voz de la pelirroja enciende alarmas en su cabeza. Momentáneamente aturdida por el ruido ensordecedor, parpadea varias veces sin registrar las palabras de su mejor amiga.

- Tú… Quiero decir… - Dios, a ese paso el ceño fruncido le va a llegar hasta la punta de la nariz –. Me dijiste... – bufa, frustrada consigo misma, con su incapacidad para expresarse, con Chloe, con la situación y con el maldito vocabulario. - ¿Acaso…?

La co-capitana parece tener suficiente "Beca balbuceante y totalmente incomprensible pero adorable" metraje en su memoria porque deja que una enorme y cegadora sonrisa adorne su rostro. Lo cual no ayuda nada a la DJ. Pero qué demonios, todo se le olvida en cuanto la pelirroja se inclina hacia delante y captura sus labios con los suyos.

Ese beso no es tan hambriento como el de la ducha. Ni punto de comparación. Se mueven la una sobre la otra con la certeza que aporta el ya conocerse. Sabe a manzana, a sentimientos embotellados. Boca contra boca, escriben en los labios de la otra confesiones nunca dichas en voz alta. La tinta es su saliva, la pluma son sus dientes y lenguas.

Tras sus párpados cerrados, ve sin problema alguno la canción que es Chloe liberándose de las restricciones de su cuerpo físico y expandiéndose como el fuego que consume el oxígeno del aire. Porque Chloe es puro fuego. Lo lleva encerrado en su interior, reflejado en su pelo, transmitido cuando roza la piel de la morena. Sus llamas la rodean y la queman, la queman a fuego lento con sus labios, avivadas por sus alientos calientes entremezclados cada vez que se separan para coger aire. La queman hasta que las notas musicales de ambas pueden mezclarse sin barreras.

Y la melodía que sale es la más exquisita que Beca jamás ha escuchado. Y sabe que es una que jamás podrá parar de querer escuchar.

Nunca ha sido una fan particular de la poesía. La respeta, admira su belleza, siente las palabras fluir como el agua cuando alguien la lee en voz alta, pero siempre se ha sentido más atraída por la música. La música fue su gran amor, su primer amor. Sin embargo, cuando Chloe se separa y abre los ojos, comprende de golpe todo lo que los poetas tratan de transmitir al volcar metáforas, antítesis, hipérboles, cesuras y una multitud más de recursos literarios en una hoja. Comprende cada verso, cada sentimiento escondido detrás de letras impresas en papel.

- Nunca fuiste un experimento, Becs.

Y quizá Beca salga con quemaduras de tercer grado de esa locura, pero, por una vez en su vida, no le importan lo más mínimo las consecuencias. Están ahí, con sus señales de peligro, sus sirenas antiaéreas, sus banderas rojas; pero no les hace caso. Las ignora. No escucha a su Pepito Grillo trajeado o a su cerebro con pajarita y sombrero. No permite que el impulso de huir antes de salir dañada se apodere de ella.

Porque Chloe la está mirando, a ella, Beca Mitchell, con fuego en los ojos. Chloe la está mirando con la adoración reservada a una persona, a la persona.

Y eso es todo lo que importa. Lo único que importa.

Fin