Hola! Siento mucho la tardanza, pero me han pasado varias cosas a la vez: He tenido crisis de inspiración, he empezado el último curso de la Universidad y además me quedé un poco chafada por los pocos reviews que tuve ya que pensé que esta historia gustaría más.

Pero bueno, os dejo el capítulo aquí


Una garra fría me atrapa el corazón y consigue que suelte un jadeo tan alto que estoy segura de que todo el mundo lo ha escuchado. Pero eso ahora me da igual. Prim, mi pequeña hermana ha vuelto ha salir como tributo y esta vez yo no estoy para salvarla. Noto unos brazos fuertes sobre mis hombros, Peeta me abraza y me susurra palabras tranquilizadoras pero yo ni siquiera me esfuerzo en entenderlas.

Toda la plaza se ha quedado en silencio. Únicamente se escuchan los pasos débiles de mi hermana sobre la gravilla. Sube decidida las escaleras, seria y sin derramar una sola lágrima, no como yo. Se coloca junto a Effie sin mirarme ni siquiera un segundo, y en parte lo agradezco porque si lo hubiera hecho habría corrido hacia ella y me la habría llevado al bosque huyendo de todo.

Effie pide voluntarios, pero esta vez nadie se ofrece voluntario. Miro angustiada al público esperando que alguien se compadezca de nosotras y quiera salvar a mi hermana. Pero por muy encantadora que sea Prim, nadie estima más la vida de mi hermana que la suya propia.

-Bueno –dice Effie con voz temblorosa y notablemente más baja y con menos entusiasmo. –Ahora toca saber quién es nuestro tributo masculino. Se acerca a la urna y saca un papel antes de volver a dirigirse al centro del escenario.

- Jago Galloway.

Es un chico alto y fuerte, seguramente este sería su último año de cosecha. Lo había visto en el instituto pero nunca le había prestado atención. Tenía el pelo largo y castaño recogido en un moño.

El Alcalde lee el Tratado de la Traición y pide a Prim y a Jago que se den la mano. Después todos aplaudieron a los nuevos tributos mientras yo sentía que me moría lentamente por dentro. Prim y Jago entraron seguidos por Effie, el alcalde y nosotros. A Peeta y a mí nos metieron en una pequeña sala con un par de sofás.

En cuanto nos dejaron solos Peeta se abalanzó sobre mí y me cubrió con sus brazos mientras yo lloraba contra su hombro. Debido a los jadeos apenas era capaz de respirar, lo que acentuaba más el llanto.

-Dime algo –rogué llorando como una loca. -¡Peeta, dime algo!

-Katniss, yo… -empezó a decir.

Un agente de la paz entró en la habitación arrastrando un carro que contenía las dos urnas con los nombres de los tributos. El agente nos sonrió y salió en silencio.

Miré fijamente las urnas y me acerqué a ella separándome de Peeta y metí la mano en la que contenía los nombres de las chicas, saqué un papel y lo abrí: Primrose Everdeen.

Debido a que era la segunda cosecha de mi hermana su nombre había entrado tres veces. Pero era mucha casualidad que hubiera salido dos veces seguidas. Volví a sacar otro papel y lo abrí. Primrose Everdeen. Me quedé blanca ante el papel que rezaba el nombre de mi hermana. El siguiente papel que sacara no podía tener su nombre. Primrose Everdeen. Y el siguiente: Primrose Everdeen. Y así durante quince papeles seguidos. Gemí y me giré hacia Peeta con los papeles en la mano, pero entonces se me cayeron todos los papeles al ver que el agente de la paz que había traído la urna estaba apuntando a Peeta con su pistola.

-¡NO! –grité desgarrándome la garganta. El agente de la paz se rio y bajó el arma.

-Nuestro presidente quiere asegurarse de que tus labios están sellados. Sería muy trágico perder a tu marido y a tu hermana en menos de un mes.

Asentí y metí todos los papeles en la urna rápidamente. Me acerqué corriendo a Peeta y lo abracé.

-¿Estás bien? –le pregunté mientras él asentía pálido como la leche. Me rodeó la cintura y se escondió en el hueco de mi cuello.

Effie apareció por la puerta haciendo que sus tacones resonasen por la sala.

-Debemos ir al tren, chicos. –su alegría natural había desaparecido. –Haymitch os acompañará mientras los tributos terminan de despedirse de sus familiares.

Ambos asentimos y nos dirigimos al coche que nos esperaba en la parte trasera del Edificio de Justicia. Haymitch me abrazó en cuanto me vio.

-Lo siento mucho, preciosa.

-Todo ha sido mi culpa –sollocé contra su pecho.

-No, no lo ha sido –dijo Peeta apoyado en el coche.

-Peeta tiene razón, Katniss. El Capitolio funciona así. Les gusta hacer sufrir a los tributos y si encima consiguen un gran espectáculo, aún les gusta más.

Nos metimos en el coche dirección a la estación. El trayecto estuvo protagonizado por un silencio enfermizo únicamente roto por el ronroneo del motor y mis leves sollozos.

En el tren nos indicaron cual era nuestro compartimento, entramos y el silencio nos volvió a invadir. Peeta se acercó un par de pasos pero se detuvo antes de llegar a mí.

-He estado pensando, y Prim tiene muchas posibilidades de ganar. Panem la adora y los patrocinadores nos suplicarán que aceptemos sus regalos. Además tú eres su hermana, la última ganadora de los Juegos.

Me senté en la cama y escondí la cara en mis manos.

-Si los Juegos fueran legales estoy segura de que Prim ya los habría ganado. Pero si Snow se ha tomado tantas molestias para que el nombre de mi hermana salga elegido es porque quiere castigarme, y mi castigo no va a consistir en ver cómo sufre en los Juegos. Mi castigo va a consistir en ver cómo muere a manos de otro niño y ver cómo lo repiten año tras año. No creo que pueda sobrevivir a esto.

-Claro que vas a sobrevivir a esto, y tu hermana también. Porque te prometo que aunque sea lo último que haga sacaré con vida a tu hermana de esa arena.

Miré a Peeta y supe que decía la verdad aunque mi vista estuviera borrosa a causa de las lágrimas. Me incliné sobre él y junté nuestros labios. Peeta colocó su mano en mi nuca y me pegó más a él.

-Nunca te separes de mí, por favor –le susurré en un pequeño intervalo en el que nos separamos para coger aire.

Escuchamos cómo la puerta principal del tren se abría, lo que significaba que mi hermana ya había llegado. Peeta me dio un último beso en la frente y me cogió de la mano para salir juntos de nuestro compartimento. Entramos en el vagón restaurante y en la otra puerta vimos a Jago y Prim admirando todos los manjares que allí se exponían. La observé en silencio durante los cinco segundos que les costó a ambos darse cuenta de que no estaban solos.

Había crecido mucho, ya no era el pequeño patito de hacía dos años. Era una de las chicas más altas de su clase y gracias a que no le había faltado comida en dos años no se le notaba ni un solo hueso marcado en la piel, es más ya había empezado a desarrollarse y unas pocas curvas estaban apareciendo por su cuerpo.

No solo había crecido físicamente, también había madurado mucho, mucho más de lo que debería madurar una niña de catorce años. Era muy responsable y justa. Y sabía cómo tratar a las personas, además de que ya era una curandera excelente.

Entonces me vio y vino corriendo hacia mí para abrazarme con todas sus fuerzas. Yo le devolví el abrazo reteniendo como podía las lágrimas que luchaban por salir. Escuché un portazo y al levantar la vista Jago había desaparecido. Peeta salió detrás de él haciéndome un gesto con la mano para dejarme claro que se hacía cargo él.

-Prim, lo siento mucho. Has salido elegida por mi culpa, si no hubiese lanzado esa flecha…

-No digas eso. Desde que ganaste los primeros juegos me di cuenta de que tarde o temprano saldría cosechada, no es la primera vez que dos hermanos van a los juegos del hambre, y más teniendo en cuenta lo famosa que eres. No ha sido para nada tu culpa.

La volví a abrazar y le di un beso en la cabeza, había crecido pero yo seguía siendo más alta.

Peeta volvió en ese momento y me miró serio.

-Al parecer Jago ya ha aceptado su destino de que nos centraremos más en Prim. –explicó. –Está enfadado porque dice que no va a tener ni la mínima oportunidad.

Bajé la mirada. Era normal que se sintiese así, y lo sentía por él, pero no pensaba dejar que nada hiciese que mi hermana no ganase, además estábamos haciendo caso a uno de los consejos de Haymitch y centrarnos en un solo tributo, puede que mi hermana no fuese la más fuerte, pero me daba igual.


Me puse el pijama y me metí en la cama tapándome con las sábanas hasta las orejas. Peeta entró en el compartimento poco después, se desnudó frente a mí y se puso el pantalón del pijama. Ya no me ponía roja ante la visión de su cuerpo desnudo y se debía a los momentos íntimos que habíamos compartido desde nuestra boda. Suspiró antes de meterse en la cama y me pasó un brazo por la cintura quedándose frente a mí.

-Hacía mucho tiempo que no tenía un día tan intenso. –dijo en un susurro.

-No te merezco.

-¿Qué? ¿Por qué dices esa tontería? –preguntó poniéndose tenso.

-Pues porque tú siempre estás haciendo cosas por mí que no deberías hacer y tú a mí nunca me pides nada… -una lágrima recorrió mi mejilla hasta caer en la almohada.

-Katniss… Hago todas esas cosas porque te quiero y porque quiero, no me siento para nada obligado. No quiero que pienses esas cosas –se acercó más a mí y se mordió el labio inferior. –Cada día que me levanto a tu lado lo primero que pienso es en lo afortunado que soy por estar contigo. Y estaré contigo hasta que tú quieras.

-Siempre –le dije con una pequeña sonrisa.

Peeta se rio y se incorporó sobre mí para acabar inclinándose y juntando nuestros labios. Un gemido salió de mi garganta y me puse roja de la vergüenza. Se colocó sobre mí y se inclinó para volver a besarme. Al tener todo su cuerpo en contacto con el mío noté su erección sobre mi vientre y ahogué un grito.

-No creo que hoy sea el mejor día para eso… -le dije colocando mis manos en sus hombros para separarlo levemente. Peeta se puso rojo y escondió su cara en el hueco de mi cuello.

-Lo siento mucho, no puedo evitar reaccionar así. –se notaba que estaba nervioso –Pero solo quiero besarte y abrazarte.

Apreté los labios para intentar que la sonrisa no saliera y Peeta se sintiese mal.

-Vale, lo entiendo. –ya no pude evitar sonreír y Peeta volvió a esconder su cara en mi cuello pero esta vez no se quedó ahí y comenzó a repartir besos por mi cuello y mi clavícula. Otro gemido salió de mi garganta y Peeta se separó de mí con una amplia sonrisa.

-Que sepas que ese se ha convertido en mi nuevo sonido favorito.

Me tapé la cara con las manos y noté como me ardían las manos de lo roja que tenía mi cara.


Los ronquidos de Peeta rompían el silencio de la habitación y me acompañaban en mi insomnio. Normalmente disfrutaba infinitamente viéndolo dormir pero en esta ocasión sólo podía pensar en mi hermana que estaría intentando dormir en un compartimento cercano al mío, pero seguramente estaría igual de desvelada que yo.

Sabía exactamente cómo se sentía ya que yo lo había vivido dos veces seguidas. Suspiré y comencé a hacer dibujos con el dedo índice sobre el pecho de Peeta, él se removió en sueños y sonrió. No entendía cómo cada día podía quererle más, sobre todo en la situación que estábamos pasando.

Me levanté de la cama y cogí una bata para acercarme al compartimento donde estaba mi hermana. Unos sollozos perfectamente audibles salían de su puerta. Puse la mano sobre el pomo para entrar pero sabía que si entraba me derrumbaría y mi hermana no me necesitaba derrumbada, me necesitaba fuerte, como siempre había sido.

Apoyé la espalda sobre la pared y me rodeé las rodillas con los brazos para después esconder la cabeza en el hueco. Después de sollozar durante mucho tiempo no pude evitar dormirme en aquella posición.

Unos dedos me acariciaron el brazo y comencé a escuchar en susurros mi nombre. Fui despertándome poco a poco hasta enfocar la mirada y toparme con los ojos azules de Peeta.

-¿Qué haces aquí? –sonrió para animarme y me dio un beso en la frente. –Ven, te llevaré al dormitorio.

Rodeé el cuello de Peeta y él me levantó en volandas para llevarme al dormitorio. Estar así, tan vulnerable, hizo que mi mente me llevara a pensar de nuevo en la situación de mi hermana. De repente el aire desapareció de mis pulmones, abrí la boca en busca de aire y un gemido agudo salió de mi garganta haciendo que Peeta parara de golpe justo en la puerta de nuestra habitación.

-¡Katniss! ¿Qué te ocurre? –me dijo medio a gritos mientras me dejaba apoyada en el suelo.

Parecía como si me hubiera olvidado de respirar. Unas lágrimas empezaron a caer por mis ojos de la angustia de no poder respirar.

Peeta se metió corriendo a la habitación y comenzó a pedir ayuda por el teléfono. Después volvió conmigo y se arrodilló frente a mí.

-Katniss, por favor, respira. –rogó. Me apartó el pelo de la cara y me la sujetó con las manos -¡Katniss! ¡Respira! ¡Por favor!

Alguien apartó a Peeta de mi lado y se colocó frente a mí para ponerme una mascarilla alrededor de la boca y la nariz. Entonces el oxígeno volvió a llenar mis pulmones y mi cuerpo se relajó. Una vez inhalé un par de veces busqué con la mirada a Peeta y lo vi sentado en el suelo con la cabeza escondida en las manos, su cuerpo se convulsionaba por lo que supuse que estaba llorando.

Las personas que habían venido a rescatarme me dieron unas pastillas y acto seguido empecé a sentirme somnolienta, giré de nuevo la cabeza y vi a mi chico mirándome fijamente antes de dormirme de golpe.


De verdad espero que os haya gustado aunque sé que no ha sido mi mejor capítulo, pero lo que os he dicho, estoy con crisis de inspiración, así que si queréis aportar alguna idea la tendré muy en cuenta y os lo agradeceré infinitamente.

Por favor, dejadme vuestros reviews! Un beso muy gordo a tod s!