LA FLOR DE LA MUERTE
Capítulo 4: Caso resuelto
La sala de interrogatorios olía mal, el aire estaba viciado, y eso era lo primero de lo que uno se daba cuenta al entrar al lugar.
Govert entró en la sala con Antonio, quien iba agarrado de su brazo. Aún se encontraba débil y no estaba recuperado, pero había insistido tanto en que quería ser él (junto a Govert) quien interrogase a Sadik, que Arthur había acabado cediendo. El hispano se sentó, no sin cierta ayuda del holandés para agacharse, en una silla frente a Sadik, quien les miraba a ambos con desinterés. Como si la cosa no fuese con él. Como si varias noches atrás no hubiese intentado escapar de la ciudad y hubiera estado en una persecución cuyo fin no había sido favorable (al menos para él).
—Buenos días—dijo Antonio con una sonrisa falsa. A su lado, Govert tomó asiento, fulminando con la mirada a Sadik, quien seguía en su actitud pasota.
—Buenos días—devolvió el saludo el otro hombre, indiferente.
—Bien... Supongo que sabes qué te vamos a preguntar, ¿y sabes? Todo irá mejor y será más fácil si desde ya, empiezas a hablar.
Sadik rodó los ojos, apoyando un codo en la mesa que le separaba de los detectives y colocó su mentón en la palma de su mano, apoyándose.
—No sé qué queréis que os diga, si ya todo lo sabéis.
—Sabemos que fuiste tú el asesino... tú solito te delataste. Pero lo que no sabemos es el por qué.
Sadik rodó los ojos cuando le recordaron su error garrafal.
—Tenía que vengarme de él. Sólo eso.
Antonio frunció el ceño, descontento con la poca colaboración por parte del turco.
—¿Qué pasó para que tuvieras que recurrir al asesinato?
Sadik se mantuvo unos segundos en silencio, pensativo.
—... Ojo por ojo, y diente por diente, Fernández—musitó, clavando su mirada, ahora sombría, en los ojos de Antonio. El moreno tragó saliva forzosamente, al ver en la mirada de Sadik al mismo psicópata que por poco le mató en el Puente de la Torre.
—¿Heracles también era un asesino?—preguntó Govert con incredulidad, alzando las cejas.
—Mmm…no exactamente. Sí que era un asesino, porque causó la muerte de una persona... Pero él no era la típica persona que catalogarían muchos, entre los que seguramente se encuentran ustedes dos, como asesino. No. Él... mató sin querer. Y se arrepintió toda su vida de ello.
A Govert como a Antonio les dio curiosidad ese dato sobre la víctima, y Antonio instó a Sadik a que les contara su historia.
—Todo comenzó cuando, en la primavera de 1882, llegué a París. Mi familia me había enviado desde Turquía para que expandiese el negocio familiar. Y, bueno, conocí a un matrimonio, los Honda, con los que comencé a socializar con fines económicos, pero poco a poco nuestra relación fue a más. En especial cuando conocí a su única hija, Sakura. Llegó de Japón en invierno, ya que había enviudado recientemente. Lo mío fue amor a primera vista… Nunca había visto a una mujer como ella. Con el fin de acercarme a Sakura empecé a frecuentar la casa de los Honda, que se encontraba en las afueras de la ciudad, en una casa de campo, y poco a poco, después de muchos meses, conseguí que ella confiara en mí. No me costó enamorarla, ya que, según me confesó más adelante, ella también había sentido amor a primera vista al verme. A pesar de nuestra diferencia de edad (ella tenía 23, 7 años menos que yo), sus padres nos dieron el consentimiento para casarnos. Todo era perfecto… Aunque había un problema. Y éste era Heracles. Cuando le conocí él tendría apenas 20 años y trabajaba para la familia Honda como jardinero, y era más que obvio que también estaba enamorado de Sakura. Y sólo por eso comenzó a odiarme, porque había encontrado un rival. Por mi parte, yo nunca le odié a él. Me daba pena, de hecho. Siempre intentaba atraer la atención de Sakura, pero cuando yo estaba presente, le era imposible. Y su odio hacia mí no tardó en acrecentarse. Tanto, que intentó matarme… Y el tiro le salió por la culata.
—¿Cómo?—exclamó Antonio, interrumpiendo el relato. Estaba visiblemente indignado, y hasta había dado un golpe con el puño en la mesa.
—Calla, y deja que nos explique—le dijo Govert fulminándole, también bastante metido en la historia.
—¿Puedo seguir?—Preguntó Sadik con un suspiro, mirándose las manos.
—Sí, adelante. A ver si Antonio puede mantenerse callado al menos cinco minutos—murmuró Govert, cruzándose de brazos tras volver a fulminar a su compañero, quien ni se inmutó, acostumbrado a esa actitud por parte del rubio.
Sadik tomó unos instantes antes de seguir.
—Fue a principios de 1885 cuando le propuse a Sakura venirse conmigo a Turquía y casarnos allí, ya que hacía poco había recibido unas cartas de mis padres pidiéndome que volviese. Tuve que hacer varios viajes y fue en uno de ellos cuando sucedió el asesinato… De hecho, fue antes de irme. La noche de antes, fui a la casa de los Honda a despedirme de Sakura. Ya era entrada la noche y no era plan de llamar al timbre por lo que me colé por la ventana de su habitación, escalando por el árbol que había justo enfrente de su ventana… y supongo que Heracles me vio y se quedó fuera, en el jardín, esperando a que yo bajase. Me despedí de Sakura y fue todo muy bonito, hasta que, no me acuerdo por qué, ella se acercó a la ventana, que estaba abierta de par en par, y ahí fue cuando ocurrió la tragedia. De repente se oyó un disparo y justo después ella cayó al suelo. Me agaché junto a ella, histérico, sin entender qué había pasado, y vi cómo su camisón, que en un principio era blanco, se iba manchando gradualmente de un líquido oscuro y pastoso que no tardé en reconocer como sangre. Entré en pánico y comencé a gritar su nombre, pero era demasiado tarde. Ella no se movía ni respondía… Había muerto en el acto. Lo que viene después es fácil de adivinar: Sus padres irrumpieron en la habitación y creían en un principio que había sido yo. Intenté defenderme, pero estaba en shock. No podía creerme lo que había pasado en menos de cinco minutos. Sin embargo, no tardó en aparecer por la puerta Heracles. Llevaba una escopeta en la mano, y al ver lo que había hecho se lanzó contra mí, completamente ciego de ira… Nos peleamos hasta que yo acabé tumbándole en el suelo, y de milagro esquivé un disparo que iba hacia mi cabeza. Entre el señor Honda y yo conseguimos quitarle el arma y reducirle. Lo demás es muy triste y doloroso de contar.
—¿No encarcelaron a Heracles?
—No. Fue un accidente, así que le perdonaron… De hecho yo fui el primero que pidió que fuese encarcelado, pero los Honda se negaron. Así que decidí vengar a Sakura yo mismo…
—Entonces todo está aclarado…—murmuró Govert al cabo de unos momentos en silencio—. Lo que nos desconcentra es el trébol que dejaste.
Sadik sonrió de lado.
—A Sakura le gustaba mucho las flores, y sabía sus significados. Me enseñó algunos, y entre ellos estaba el trébol. Venganza… No me fue difícil coger uno en Hyde Park mientras iba de camino al hotel.
—¿Y qué veneno usaste?
—Ricina inyectada. Fue una suerte que se hubiera emborrachado esa misma noche. Apenas se enteró cuando entré por la ventana y se lo inyecté.
—¿Cómo entraste por la ventana? ¿Cómo sabías que estaría abierta?
—¡Mi socio me ayudó en todo lo necesario para que esa noche pudiese cometer el asesinato-dijo Sadik, refiriéndose a Nicos, quien también había sido detenido e interrogado, aunque no por Govert y Antonio, cuyo interés era Sadik-. Que fueran la noche anterior a emborracharse no fue casualidad.
Govert hizo un par de preguntas más que realmente poco tenían de relevancia ya; simplemente fueron para saciar su curiosidad. Cuando terminó el interrogatorio, los dos detectives salieron bastante satisfechos. En especial Antonio, quien nada más salir le dijo a su compañero que le esperase en su despacho en cinco minutos. Y eso hizo, pero Govert sabía que no iban a ser cinco minutos, sino diez. Mínimo.
—Por fin llegas—resopló Govert al ver al moreno entrar.
Antonio lucía radiante, con una sonrisa de alivio en el rostro que Govert supuso que era por haber resuelto otro caso.
—He roto mi compromiso con Emma.
Eso pilló a Govert desprevenido, quien alzó las cejas con sorpresa.
—¿Perdona?
—Estuve pensando en lo que me dijiste y tenías razón. Emma no se merece estar con alguien que no la quiere a ella de regreso. Así que se lo he dicho y, bueno, aunque se ha enfadado al principio, ha acabado entendiéndolo.
—¡¿No le habrás dicho nada de nosotros?!
—No, no, tranquilízate—rio Antonio—. Le he dicho que la veo como una hermana más que como mi prometida. En ningún momento le he dicho que me gusta otra persona.
—¿Entonces?
—Entonces… me quedo contigo. Aunque tenga que ser en secreto, pero sólo estaremos tu y yo. Sin nadie en medio para fingir que somos pareja ni nada.
Govert sonrió, antes de acercarse al menor y estrecharle entre sus brazos (no con mucha fuerza, ya que sus heridas eran recientes y dolían aún). Se alegraba de que después del susto de la otra noche (había sido un disparo en el hombro, algo que realmente no era tan letal como habían pensado todos que era), las cosas entre él y Antonio hubiesen mejorado notoriamente.
Antonio apartó al rubio unos centímetros hasta quedar cara a cara, sonriendo también, antes de unir sus labios con los de Govert. El más alto respondió al beso con ganas, profundizándolo. Sintiendo que por primera vez en días, podía bajar la guardia y sentirse libre, besando a Antonio.
Al final se decidieron por vivir juntos, y fue mejor de lo que habían imaginado. Con la relación que llevaban nadie diría que eran pareja (Antonio era bastante pesado y todos estaban seguros de que a Govert le gustaban las personas calmadas y tranquilas, completamente distintas a como era el hispano), lo que ayudaba bastante.
Por su parte, Emma nunca supo nada sobre la relación de su hermano con Antonio, más allá de lo profesional, y en uno de sus viajes a Portugal conoció a un hombre con el que acabó casándose poco después…
Govert y Antonio fueron felices (aunque también pasaron por momentos difíciles), y con el paso de los años la gente asumió que ninguno de los dos quería casarse ni crear una familia, y por ello vivían juntos, para hacerse compañía… Lo que no sabían era que lo ambos querían era casarse y formar una familia entre ellos. Pero claro, ¿en el siglo XIX podían hacer eso?
—FIN—
Y hasta aquí. Muchas gracias por leer, sobre todo a quienes han dejado comentarios, que me han animado mucho :) Espero que os haya gustado la historia (tuve ganas de matar a Antonio al final del capítulo anterior, pero me contuve...)
Sin más que decir, me despido. ¡Hasta la próxima!