Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar n.n

Último capítulo de este kakahina, ojalá lo disfruten tanto como yo lo he disfrutado escribiéndolo. Era un viejo anhelo que tenía y por fin pude realizarlo. Además, siempre me genera mucha satisfacción lograr un fic completo, es como un ciclo que se cierra permitiéndome abrir otros nuevos.

Agradezco el anónimo de kaary.215, feliz año y gracias por seguir leyendo y comentar n.n

Creo firmemente que los hombres todavía saben amar, aunque en la actualidad parezca reinar la violencia. Las mujeres a veces tenemos tanto miedo de la soledad o estamos tan imbuidas de mandatos sociales que terminamos eligiendo mal o sostenemos situaciones que, en realidad, son insostenibles. Un hombre que ama es un hombre bueno, o es bueno porque ama, dejemos de engañarnos. Y para que los hombres sean de este modo eduquemos bien a nuestros hijos, dejemos de normalizar conductas o actitudes porque suponemos que "en los hombres está bien ser así o así". También eduquemos a nuestras mujeres para que sean fuertes y sensatas, para que tanto unos como otras transitemos nuestras vidas con el único deseo de concretar relaciones sanas.

Desde luego, saludo con un gran abrazo a todos los que leyeron hasta ahora y les agradezco el tiempo que se han tomado para hacerlo. Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y feliz año nuevo para todos :D


X

El viaje


Cuando un hombre ama, permanece

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Por supuesto, no podía haber historia sin partida, así pensó Kakashi con amarga ironía cuando Naruto lo convocó para una nueva misión. En el pasado le hubiera dado igual cualquier tipo de encargo, pero en el presente había alguien en su vida a quien prefería por encima incluso de sus propias obligaciones, por lo que se sintió contrariado. Sin embargo, el deber era el deber y el amor nunca lo preservaría de ser un shinobi.

-¿La Aldea de la Niebla?

-La Aldea de la Niebla –corroboró Naruto, sentado del otro lado de su escritorio-. Parece que tienen algún problema de infiltración y requieren la ayuda de alguien confiable.

-Y tú has pensado en mí.

-Eres el hombre más confiable que conozco, Kakashi-sensei. Además, cuando lo sugerí, la Mizukage estuvo de acuerdo.

-¿No podría hacerlo alguien más? ¿Shikamaru, por ejemplo?

Naruto lo miró con asombro.

-¿Acaso es demasiado para ti? ¿Prefieres que lo haga otro? –indagó, confuso ante la súbita renuencia. No obstante, de inmediato comenzó a barajar alternativas, lo apreciaba demasiado como para ponerse a discutir y respetaba mucho sus reparos-. Hum... A Shikamaru lo necesito conmigo, por lo que tal vez… podría preguntarle a Anko-sensei, o a Kiba.

Por el tono dubitativo de su voz, Kakashi comprendió que lo estaba poniendo en un aprieto. Suspiró con apatía. Al fin y al cabo se trataba de su trabajo y a pesar de los años, por alguna misteriosa razón, seguían confiando en él. ¿Pero por qué demonios tenía que ser tan lejos?

Levantó una mano para que Naruto dejara de devanarse los sesos.

-Entiendo, iré.

Al joven Hokage le nació una espontánea y luminosa sonrisa.

-Sabía que podía contar contigo, Kakashi-sensei –afirmó con entusiasmo-. Si te preocupa echar de menos a Hinata…

-No me preocupa.

-Pero si tienes dudas…

-No tengo dudas.

-Pero si el problema es que alguien la cuide…

-Hinata no necesita el cuidado de nadie –repuso Kakashi con tranquilidad, aunque por dentro temía que Naruto empezara a rondarla con sus buenas intenciones-. Le explicaré y me despediré de ella debidamente, no tienes que preocuparte.

-¡Bien! –exclamó él-. Jamás me perdonaría actuar como un estorbo en su relación.

Kakashi meneó la cabeza con resignación. Ese chico no tenía remedio. Por lo visto, todavía no se había enterado de que en el pasado supo ser algo mucho más relevante que un simple "estorbo" en la vida de Hinata y que, en el presente, una orden suya no podía ser desestimada, ni siquiera por quien fuese su propio entrenador. Su despiste a veces daba miedo.

Sin embargo, si de ese modo se preservaba la felicidad de todos los involucrados, entonces mejor dejarlo así. Además, ahora tenía cosas más delicadas en que pensar, como el hecho de que pronto se separaría por primera vez de Hinata. Y quién sabe durante cuánto tiempo.

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Como era día de mercado, Hinata aprovechó la oportunidad para acompañar a la criada a hacer las compras. Con suerte, tal vez lo vería allí.

En los últimos días se le hizo difícil encontrarse con Kakashi, y las pocas veces que se cruzaron apenas habían podido intercambiar algunas palabras para actualizar al otro sobre las actividades que los mantenían ocupados. Pudieron contar con algunos ratos libres también, desde luego, pero por alguna extraña razón nunca coincidían con los ratos libres del otro. De repente se convirtieron en dos de los shinobis más requeridos y tuvieron que amoldarse a las variadas obligaciones.

Por eso, cada vez que podía o cuando se le presentaba alguna excusa, Hinata deambulaba por las calles de Konoha depositando sus esperanzas en la casualidad. Aquella mañana sería muy atareada para la aldea y albergó la expectativa de que Kakashi formase parte del ajetreo. Sin embargo, después de un largo rato de paseos y de compras, comenzó a dudar de sus cálculos, al parecer demasiado entusiastas.

El resto de la mañana transcurrió en la misma tesitura, por lo que pronto tuvo que aceptar la idea de no verlo tampoco en esa ocasión. Luego se rehízo mentalmente y de la desilusión pasó a la inquietud, pues el jounin desaprovecharía la oportunidad de reabastecerse. Entusiasmándose con la ocurrencia, se dispuso a hacer las compras también para él.

Ruborizada a causa de su propia osadía, despidió a la criada y volvió a pasar por cada puesto de venta para elegir el tipo de mercadería que supuso adecuada, así como las provisiones que sabía le agradaría tener. Su corazón palpitaba con fuerza ante cada elección, conciente de que había asumido un rol demasiado significativo por su propia cuenta pero, al mismo tiempo, sintiéndose demasiado emocionada como para echarse atrás.

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Se cambió de uniforme y aprovisionó su bolsa. Luego empacó lo más necesario en su morral de viaje, porque a todas luces permanecería al menos dos semanas en la Aldea de la Niebla hasta que lograse resolver la situación. Cuando estuvo listo le echó un último vistazo a su casa, salió y bajó por las escaleras, ya que los vecinos solían reclamarle cada vez que descendía "al estilo ninja".

Una vez que traspuso la entrada del edificio, Kakashi se acomodó mejor el morral y enfiló en dirección a la casa de Hinata, de quien quería despedirse. Él también la había echado de menos en los últimos tiempos, sumidos cada uno en sus respectivos deberes y sin poder verse más allá de algunos esporádicos y breves encuentros. Supuso que siempre tendrían que lidiar con esa clase de períodos, a fin de cuentas eran shinobis, pero al transitar aún las primeras etapas de la relación la distancia obligada todavía le pesaba, le resultaba difícil de sobrellevar.

Pensó que con el tiempo ambos sabrían naturalizarlo y manejarse mejor. Asuma y Kurenai eran un buen ejemplo de que se podía, al menos así le pareció las veces que los había visto juntos. Debería armarse de paciencia y seguir construyendo sin perder de vista nunca cuán afortunados eran de tenerse y de saber que, al final de todos los caminos, siempre estarían el uno para el otro. Y esa era una sensación que aún lo admiraba.

Avanzó por las calles inusualmente bulliciosas de la aldea. Por fin recordó que era día de mercado. Se le ocurrió que tal vez pudiese cruzarse con ella por allí y durante un buen rato se dedicó a deambular entre los puestos esperando topársela en alguna vuelta.

Se cruzó y conversó con más de la mitad de los vecinos de Konoha, pero en ningún caso con Hinata. Suspiró con resignación. Al advertir que el sol iniciaba su caída y que él debía partir antes de que finalice la jornada, desistió de buscarla en el mercado y se decidió a retomar el camino hasta su casa.

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Hacia el atardecer, Hinata entró tímidamente en el apartamento de Kakashi, porque a pesar de que había estado allí en diferentes ocasiones todavía le cohibía la idea de formar parte de su vida hasta ese punto. Se asomó desde atrás de la puerta para no sobresaltarlo con su inesperada presencia, pero de inmediato se dio cuenta de que no había nadie.

No se desalentó. Cargó los paquetes y las bolsas hasta la cocina y los puso arriba de la mesa para empezar a desempacar. Se dio cuenta de que, en definitiva, le estaba preparando una sorpresa, y se solazó con la idea de un encuentro inminente.

Mientras ubicaba las provisiones en los estantes, recordó con una sonrisa la vez que lo ayudó a ordenar el lugar. En ese entonces su sola presencia ya le generaba un desbordante cúmulo de sentimientos, tantos y tan nuevos que apenas si podía manejarlos, mucho menos entenderlos. Los había analizado una y otra vez, y la única conclusión posible venía sobrecargada de connotaciones amorosas. Ya se había enamorado de él, sólo que en aquellos días todavía se hallaba confusa.

Habían recorrido bastante camino. La mayoría de las cosas terminaron por acomodarse, algunas otras se quedaron en suspenso… Aun así, ninguno de los dos dudaría ni retrocedería jamás ante lo que ya sabían que sentían, ni se arrepentirían de ello. Cualquier tipo de diferencia que pudiera poner reparos a su relación había quedado atrás, en el pasado, y en el presente sólo reconocían aquello que los unía e igualaba.

Cuando terminó de acomodar los víveres, por la escasa luz que se colaba en las ventanas Hinata advirtió que anochecía irremisiblemente y que Kakashi aún no llegaba. Miró la hora en el reloj de pared y se preguntó qué tanto lo demoraría al finalizar la jornada y por qué nada parecía salirle bien ese frustrante día.

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-¿Y no sabes a dónde fue?

-La verdad es que no estoy segura, Kakashi-san.

-¿Mencionó al menos la hora a la que llegaría?

-Hinata-sama no dijo nada al respecto. Lo siento.

El ninja se despidió de la criada de los Hyuuga con desaliento. Supo que Hinata lo había estado buscando, pero ahora nadie podía decirle adónde había ido. Miró el cada vez más oscurecido cielo con resignación, entendiendo que al parecer se le negaría la despedida.

Caminó con lentitud dejando que su instinto marcase el rumbo. No tenía ganas de pensar en otra cosa que no sea en esa jugarreta del destino, la clase de obstáculo que había temido enfrentar desde que se vinculó con Hinata y que de repente se hacía presente de la forma más trivial. Sólo se trataba de decirle adiós por un tiempo, pero ningún azar parecía dispuesto a concederle la gracia.

No se sentía enfadado, simplemente desilusionado. Sabía que Hinata se enteraría de los motivos de su partida y entendería la situación, pero quién sabe si llegaría a sospechar las veces que trató de localizarla. Sólo podía contar con que la criada le informase al menos de su paso por el dojo. Ojalá hubiera podido verla aunque sea por unos breves instantes.

Había pensado muy pocas veces en esos vericuetos del amor. Ahora comprendía. No se trataba únicamente de lograr la aprobación de un padre receloso, a fin de cuentas eran dos adultos que gozaban de la facultad de elegir con quién estar, sino que el amor en sí mismo puede atravesar por vicisitudes que no siempre deparan dicha o bienestar. Desacuerdos, errores, deseos personales, temores, palabras desafortunadas, todo eso también forma parte del amor y, a veces, hasta lo constituyen. Incluso los desencuentros. ¿Por qué ellos iban a ser la excepción?

Así que avanzó, avanzó por la calle iluminada por las luces mortecinas de los faroles pensando en las cosas que no podían manejar por más enamorados que estuviesen. Hubiera sido maravilloso mirarla a los ojos para despedirse y llevarse el calor de sus manos para echarla de menos durante el viaje, pero sus pies se detuvieron ya frente a la entrada de la aldea sin haberlo conseguido.

Permaneció allí parado durante algunos instantes. Observó el camino que se abría más allá de las grandes puertas, aunque su mirada escudriñaba íntimamente en otra dirección. De modo que el amor también podía ser ese inoportuno desencuentro… Que así sea, entonces.

Encomendándose a los caprichosos dioses de turno, saludó con la mano en alto a los centinelas mientras trasponía las puertas para dirigirse hacia su nueva misión. Lo demás, como tantas otras veces, se lo dejaría al tiempo.

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Desde luego, para cuando Hinata se enteró de que Kakashi la había estado buscando él ya se había marchado, de modo que tuvo que conformarse con saberlo y consolarse con la idea de que algún día se reirían de esos infortunios. Naruto se lo comunicó en persona, por lo que pronto dejó de lamentarse y se preparó para esperarlo.

Tampoco tuvo mucho tiempo para perder en vanas melancolías, ella también debió cumplir con una serie de obligaciones que en el transcurso de las semanas siguientes la mantuvieron a salvo de desasosiegos inconvenientes. Sin embargo, cuando pasaron tres, cuatro y hasta cinco semanas sin otra novedad más que la de su evidente demora, empezó a sentirse sinceramente contrariada.

En más de una oportunidad consultó con el Hokage al respecto, aunque por cuestiones de discreción y del rango de la misión muy pocas palabras pudo ofrecerle él aparte de la reiterada versión de que Kakashi se encontraba en perfecto estado. Pero Hinata no dudaba de eso, sino que a lo largo de los últimos días empezó a aguijonearla un extraño e insistente presentimiento cuya naturaleza le era imposible dilucidar.

Así se lo transmitió a Naruto hacia el final de la quinta semana de ausencia, y por la ligera contracción de su rostro la kunoichi corroboró que sus aprensiones tenían algún tipo de asidero.

-Tratándose de Kakashi-sensei, la finalización de la misión se está tardando en verdad –admitió él, que la había recibido en su despacho-. Para serte sincero, hace más de una semana que hemos dejado de recibir noticias de su parte.

-¿Más de una semana? –se asombró ella.

-Más de una semana. Lo siento, Hinata, pero no puedo revelarte todos los detalles, solamente puedo confirmarte que hay una irregularidad. Shikamaru afirma que no debe tratarse de nada grave, y sabes que es confiable en sus juicios. Además, todos conocemos de sobra las capacidades de Kakashi.

-No es que desconfíe, Naruto-kun –aclaró la joven-, sino que él no suele conducirse desprolijo cuando se trata de una misión.

-Es verdad –convino Naruto, pensando en ese abrupto y prolongado silencio por centésima vez-. Al menos cuando se trata de trabajo, Kakashi-sensei nunca se muestra tan desaprensivo.

Y a continuación ambos se sumieron por un momento en sus propias cavilaciones. ¿Qué podría haberlo demorado tanto y por qué ya no llegaban noticias de su situación? Además, la distancia que mediaba con la Aldea de la Niebla constituía un verdadero incordio a la hora de establecer una comunicación. ¿Estaría todo realmente bien?

Naruto examinó a Hinata con disimulo, advirtiendo de inmediato la inquietud que la acometía. Así solía ocurrir cuando los shinobis formaban pareja entre sí. Él mismo, en más de una ocasión, se había sentido angustiado esperando el regreso de Sakura cuando le asignaba una de sus misiones solidarias. No obstante, siendo el Hokage, había tenido que conservar la templanza.

Pero Hinata no tenía la obligación de mantenerse impertérrita, no delante de un amigo de toda la vida. Además de su preocupación percibió cierta ansiedad, como si algún tipo de resolución se estuviese incubando dentro de ella. Y no tardó mucho en entender de qué se trataba.

-Quieres ir a verificar por ti misma lo que sucede con Kakashi-sensei, ¿verdad?

La interpelada lo miró con el ceño contraído. No le sorprendía para nada que Naruto entreviera la naturaleza de sus deseos.

-Sí, Naruto-kun, eso es lo que quiero –afirmó.

Él le sostuvo la mirada durante algunos instantes, sopesándolo con mucho cuidado. ¿Aprobaría Kakashi la idea? ¿Qué tal si se hallaba en peligro y Hinata lo complicaba? ¿Y si en realidad no había sucedido nada malo, como estimaba Shikamaru, y la enviaba inútilmente? Tratándose de personas tan cercanas y queridas para él, la decisión se volvía difícil.

Pero qué diablos, ¡él era el Hokage y podía tomar la decisión que considerase más apropiada! Si su amiga necesitaba ir hacia Kakashi para investigar por sí misma los pormenores de sus circunstancias, no podía hacer oídos sordos a esa necesidad. Además, unos días atrás también había hablado con Shikamaru sobre la posibilidad de enviar a alguien en última instancia, y Hinata era la persona idónea para desempeñar ese rol.

-Muy bien –determinó sin pensarlo más-, entonces esta es tu misión: quiero que partas lo antes posible hacia la Aldea de la Niebla, entres en contacto con Hatake Kakashi y envíes un mensaje para informarnos de su paradero y situación.

La kunoichi apenas si pudo creerse tal encargo. Eran las palabras que quería escuchar desde hacía tiempo. Emocionada, aceptó la orden de Naruto con el mayor profesionalismo que pudo invocar reservándose para un mejor momento el agradecimiento que en verdad quería expresarle. Saludó con la formalidad debida y se apresuró hasta su casa para partir sin pérdida de tiempo.

Pasó por el dojo para recoger lo estrictamente necesario y partió. De camino se cruzó con varios de sus compañeros que la interrogaron por esa súbita marcha, pero ella sólo pudo ofrecerles los convencionalismos típicos de la ocasión. Sólo una cosa le interesaba en ese momento y no dejó que nada la distrajera de ello.

La travesía le insumió los mismos días que a Kakashi, movilizándose a pie en ciertos tramos o deslizándose a toda velocidad de rama en rama cuando le convenía. En muy pocas oportunidades le había tocado viajar sola y aquella era la primera vez que mediaba una distancia tan larga. Aun así, con la mente enfocada, a lo largo de esas solitarias y urgidas jornadas nada la amedrentó ni la hizo vacilar.

Cuando por fin arribó a su destino fue recibida con gran afabilidad, pues los sobrevivientes de la guerra recordaban perfectamente a la esforzada usuaria del Byakugan. Ella les comentó a los centinelas los motivos que la traían hasta ese lado del mundo, y aunque se admiraron mucho de verla llegar sola después de un viaje de tal magnitud, no quisieron hacerla esperar y la llevaron ante la Mizukage.

La mujer la recibió sin sorpresa, pues acababa de recibir el mensaje que la anoticiaba de su llegada. También supo las razones de aquella intempestiva visita y procedió a ponerla al tanto de los acontecimientos.

-Hatake Kakashi se encuentra en una aldea cercana ocupándose de los últimos tramos de la misión –explicó-. Sus investigaciones lo llevaron hasta ese lugar y, al tratarse de un problema de infiltración, tuvimos que obrar con extrema precaución.

-Por eso dejaron de enviar informes a Konoha –completó Hinata, comprendiéndolo por fin.

-Así es, me alegra que lo entiendas.

-Tengo que informarle de inmediato al Hokage.

-Me gustaría que lo hicieras cuando Kakashi regrese –pidió la Mizukage, amable pero firme-. Su llegada significará que ya no corremos peligro.

Hinata también comprendió eso, aunque hubo algo que la incomodó otra vez. Por más empeño que puso, de nuevo fue incapaz de detectar el origen del malestar.

-Entiendo -musitó.

Luego de acceder al pedido, la condujeron hasta una habitación donde podría reponerse del viaje. Pero Hinata no estaba cansada, sino ansiosa, sólo que procuró disimularlo. Nadie allí sabía el tipo de lazo que en verdad la unía a Kakashi y tampoco importaba que así fuese, a fin de cuentas había venido desde tan lejos siguiendo las expresas órdenes de Naruto. Lo concerniente al plano sentimental sólo a ella le incumbía y debió soportarlo en soledad.

Para su fortuna, ese mismo día Kakashi habría de desarticular los planes de un pequeño grupo de ninjas renegados. Con ayuda de algunos integrantes de ANBU de la Niebla, rastreó y capturó a los involucrados dejando al descubierto la operación y neutralizando la amenaza por completo. Fue así que al día siguiente del arribo de Hinata él ya se hallaba de regreso para reportar los resultados de la misión.

Al ser informada de su llegada, la kunoichi se dirigió inmediatamente a su encuentro, y cuál no sería el asombro del jounin al verla aparecer frente a sí.

-Hinata –murmuró.

Ella le sonrió con un grado de alivio que sólo él pudo percibir. No precisó muchas explicaciones para comprender los motivos de su presencia y la recibió con discreta amabilidad.

Hinata tampoco necesitó de más demostraciones que la que alcanzó a entrever en sus cálidos ojos oscuros. Luego se repusieron de las emociones y él continuó relatando las novedades ante la Mizukage, que tal vez se hubiese dado cuenta de todo… o quizá de nada.

Cuando finalizó el relato de los detalles, la mujer se aproximó y le tendió la mano. El ninja aceptó el reconocimiento y la estrechó educadamente.

-Como siempre, es un placer trabajar contigo, Kakashi –dijo ella reteniendo la mano más tiempo del convencional-. Eres de lo más confiable y eficaz, sería un gran privilegio que permanecieras en esta aldea.

Él compuso un gesto cortés.

-Sabe bien que pertenezco a Konoha. Aunque trabajar para su nación ha sido una experiencia interesante, sin duda.

La mujer se divirtió al verlo trazar una línea que la dejaba afuera.

-Eso mismo creo yo… de lo más interesante.

A Hinata le desconcertó el repentino tono sugestivo que se proyectó en el intercambio. La Mizukage observaba a Kakashi como si quisiera hechizarlo y entonces entendió, como si un rayo la iluminase de súbito, la verdadera naturaleza de sus constantes inquietudes. Se apenó un poco por la situación y lo único que se atrevió a hacer fue a carraspear con timidez.

Kakashi también supo percatarse de la superflua melosidad contenida en aquellas palabras, pero como la mujer lo había hecho con frecuencia a lo largo de su estadía ya se había acostumbrado y no le afectaba en lo más mínimo. No era esa clase de femineidad la que lo atraía. Sin embargo, fue lo suficientemente inteligente para advertir que Hinata también la había percibido y que a ella de seguro no le resultaría para nada indiferente.

Con naturalidad soltó la mano de la Mizukage, cruzó las suyas detrás de la espalda cual soldado en posición de descanso y, gentil hasta la médula, solicitó permiso para poder reportarse con su propio superior. Ella sonrió, aún divertida con la escena.

Tal vez se hubiese dado cuenta de todo o quizá de nada. No obstante, la Mizukage ya había notado antes que los encantos femeninos tradicionales no lo conmovían, por lo que comenzó a sospechar, fijándose en Hinata, que era otro tipo de belleza la que podía doblegarlo.

Ser Kage, ser poderosa, mandar sobre los hombres y seguir siendo una mujer conformaban un cóctel que no siempre otorgaba ventajas, porque todavía existía la mirada que juzgaba esa muy poco frecuente combinación. Podía convertirse en la autoridad, pero según esa mirada aún debía preservar su bella apariencia y, en lo posible, casarse y fundar una familia. La Mizukage vivía abrumada por esos mandatos, aunque procurase disimularlo.

Hasta la propia Tsunade se esmeraba por conservar una apariencia joven aun alejada ya de su puesto, ¿por qué no intentaría ella entonces buscar un esposo digno? Kakashi era una alternativa prometedora, más que conveniente, pero por lo visto ya se le habían adelantado.

No quiso retenerlos más. Llamó a uno de sus hombres y le dio instrucciones de abastecerlos para el resto de la estadía y para el viaje de regreso. Luego volvió a agradecerle a Kakashi por su trabajo, esta vez en un tono más cordial y apropiado, y por último los despidió para seguir ocupándose de sus asuntos.

Kakashi y Hinata, aprovechando los recursos disponibles, después de enviar un mensaje a Konoha informando sobre el éxito de la misión se aprovisionaron de lo necesario y partieron por la tarde. Aunque los habían invitado a quedarse algunos días en plan informal, ellos prefirieron no alargar su permanencia. Se despidieron de todos amistosamente e iniciaron el largo viaje de regreso conformándose con el reposo de sus corazones.

El primer tramo del trayecto lo cubririrían a pie. Después de algunos instantes de silenciosa caminata, fue Kakashi el primero en exponer lo que se habían reservado.

-De modo que viniste a buscarme.

Hinata desvió la vista, ruborizada, y luego se abochornó por seguir reaccionando infantilmente delante de él. Hacía tiempo que venía esforzándose por eliminar esos hábitos, pero de vez en cuando su inconciente todavía la traicionaba.

Volteó la cara hacia el ninja dominando el pudor.

-Es porque ta-tardabas –dijo, y por dentro lamentó no poder controlar el pudor y la voz al mismo tiempo. Hubiera sido perfecto.

Él detectó un dejo de reproche. De modo que esto también era el amor.

-La misión resultó ser más complicada de lo que creí al inicio –explicó, insólitamente emocionado por transitar el primer entredicho, por tener que justificarse-. La investigación demandó mucho tiempo y, por ende, se prolongó la resolución.

-¿No había forma de enterar a Konoha?

-No, no la había. Corríamos un gran riesgo.

-Entiendo –repuso ella. Si Kakashi lo decía, entonces era cierto.

-Pero lo bueno es que viniste –insistió él para pincharla.

Esta vez Hinata fue perfectamente capaz de dominar el bochorno.

-Así me lo ordenó Naruto-kun –aclaró, omitiendo la otra gran parte de la verdad. Y de nuevo se reprochó por dentro una actitud tan infantil.

Pero Kakashi no era ningún tonto y se divirtió con ese insospechado rapto de orgullo. Se sentía demasiado feliz de tenerla a su lado e intentó distraerla bromeando con la situación.

-¿Te preocupaba que fuera a desaparecer?

-Por supuesto que no.

-¿Te preocupaba que fuera a fracasar?

-Nunca pienso en eso.

-¿Te preocupaba que fuera a interesarme en otra mujer?

Hinata volvió a desviar la mirada y se abstuvo de responder. Kakashi vislumbró la índole de su inquietud y desistió de sus bromas. Muy pocas veces se había mostrado particularmente celosa, pero en algunas ocasiones había notado que algo muy delicado venía a ocupar el lugar de los celos de acuerdo a su atemperada personalidad.

Lo sucedido con la Mizukage había obrado como disparador. Sensible a sus sentimientos, Kakashi quiso erradicar cualquier sombra de duda que pudiera haberse generado en su interior. Les había costado mucho llegar hasta esa instancia como para permitirse subestimar esos temores.

-¿Sabes lo que me gusta de nosotros? –preguntó de pronto. Hinata lo miró con interrogación-. Que sabemos encontrar motivos para estar juntos a pesar de que todo parezca conducirnos en la dirección contraria.

La joven guardó silencio, meditando en esas palabras. Desde luego, se percató de que él había reparado en su incomodidad y que trataba de serenar esas turbaciones. Siempre le asombraba la agudeza de Kakashi, tan normal en el campo de batalla, pero tan admirable a la hora de discernir en lo profundo de las personas.

Nunca se le cruzó por la cabeza que hubiese ocurrido algo fuera de lugar entre la Mizukage y él, pero aquel simple intercambio bastó para remover las antiguas inseguridades. Los reparos clásicos para una relación como la suya solían pesar en el de más edad porque se tendía a interpretarlo como una clase de abuso, sobre todo cuando además de esa diferencia existía la distancia propia de los roles que habían ocupado. Sin embargo, alguien como Hinata podía visualizar también el otro costado del asunto.

Tal y como había insinuado su padre una vez, ¿Kakashi siempre se sentiría cómodo con ella? Siendo la de menor edad, ¿podría conducirse a la altura? ¿No era ella la inexperta y la que podía representar una carga? ¿No le convendría una mujer que pudiese igualarlo en vivencias, alguien que pudiese entenderlo mejor? ¿Había ella madurado lo suficiente para caminar a la par?

Sí, las viejas inseguridades se habían despertado y Hinata se halló desarmada. Una vez más, se sintió vulnerable en esa continua batalla contra sí misma.

-Me gustaría hacerlo mejor –murmuró.

Kakashi, que la conocía bien, comprendió su desazón.

-A mí también me gustaría hacerlo mejor –reconoció. Hinata lo miró con asombro, como si a él no pudiera sucederle lo mismo-. Pero apuesto por nosotros, apuesto que lo lograremos si vivimos día por día.

-¿Por qué estás tan convencido?

Kakashi se alzó de hombros.

-Porque sólo nosotros sabemos cuánto nos cuesta y a pesar de ello nos seguimos eligiendo.

A Hinata esas palabras la sacudieron en lo más profundo. Por un momento, dejándose llevar por sus tribulaciones, había perdido de vista que ya eran una pareja y que ya habían iniciado una historia propia y compartida. Incluso si les tocaba atravesar períodos de incertidumbre, todavía podían afrontarlos juntos.

No necesitó más para recordar quién era y por qué estaba con quien estaba. Por fuera le sonrió y por dentro desterró definitivamente cualquier asomo de duda que pudiera albergar. En definitiva, una mujer de verdad es aquella que aprende a cuidarse de convertirse en su propia enemiga.

-Vine por ti –admitió finalmente, tomándolo de la mano como la mujer que era y la que quería ser para él.

-Lo sabía.

-¿Te hace feliz?

-Mucho.

-¿Y se puede saber por qué hasta ese punto?

Kakashi sonrió también estrechando con fuerza la mano enlazada a la suya, de la que no pensaba desasirse jamás.

-Porque puedes hacer una cosa que muy pocos consiguen realizar –contestó-, incluyéndome tal vez: puedes transformar tu debilidad en tu mayor potencial y puedes convertir tu inseguridad en determinación. Y esa, Hinata-san, es una belleza muy difícil de encontrar.

Esta vez, Hinata se ruborizó a causa de la sinceridad más que del halago proferido. Emocionada, hubiera querido ofrecerle una devolución acorde o superior, pero las palabras le fallaban.

-¿Ahora sí vas a besarme? –bromeó él, notando su aturdimiento.

-¡Kakashi-sensei! –lo reprendió ella.

-Por todos los cielos, muchacha, ¡el honorífico no ayuda!

-Pero nos mantiene atentos al camino –señaló Hinata, divertida.

Y así es como la más insegura termina siendo la única persona sensata. Kakashi suspiró para sus adentros, postergando sus ansias amorosas para una mejor y más privada ocasión.

El amor que los constituía estaba conformado por innumerables facetas, algunas positivas, otras no tanto. Como cualquier pareja normal transitarían por momentos de felicidad, por momentos de aflicción y por momentos de incertidumbre, a veces sin preverlo y a veces sin saber cómo luchar. Sin embargo, mientras estuviesen convencidos, sabrían encontrar el modo de cuidar lo que tenían.

Ni para ellos ni para nadie el amor acontece de forma fácil. Por el contrario, más bien tiende a ponernos a prueba constantemente, nos desafía y nos sacude para obligarnos a medirnos y conocer hasta dónde podemos llegar. Pero cuando un hombre ama, o cuando una mujer ama, cuentan con su convicción para seguir peleando y resistiendo, para afirmarse en la elección, para seguir creyendo que es posible.

FIN