Notas de autor: ¡PARDON! Bueno, en realidad no tengo perdón de Dios y ni del diablo ―coffcoffIsachancoffcoff―, pero el hijo perdido siempre tiene que volver a sus orígenes. En realidad, mi principal conflicto con esta historia es que no la tengo bien planeada, pero la continuaré hasta el final, así pasen 100 años. Tendrá fin, tengan fe y esperanza nuestra. xDD Que los dramas no se me dan, C: pero el pingüino se esfuerza.
Disclaimer: Digimon no me pertenece.


Then you love me
Capítulo V: Amistad


―¿Alguna novedad?

Taichi parece en otro mundo. En cuerpo está ahí con ellas; el moreno está sentado en una silla, con las manos sobre sus rodillas y su vista clavada en la nada. Sus ojos lucen apagados, sin vida. Y su mente, apenas él sabe en qué rincón del infierno se encuentra.

Parece no oír el llamado de la pelirroja. ―Taichi ―susurra despacio y se sienta a su lado. Con cuidado toca el brazo del moreno para hacer volver su mente, para atraer su atención y poder decirle algo que lo consuele. Los ojos chocolate se encuentran con los de color ámba y rehúye de la realidad.

Menea su cabeza de un lado a otro y carraspea su garganta. La siente seca. En su vida, se había sentido tan cansado ―ni en sus buenos tiempos, donde jugaba fútbol casi todo el día.

―No ―responde ―Takeru está donando su sangre, sus padres e Hikari fueron con él, Kou fue por un café y va a comunicarse con el resto de los chicos ―Mimi escucha las palabras del moreno y piensa que éste sigue en su propio mundo. Todo lo dice de una manera tan mecánica, que hasta puede jurar que ese no es su amigo. Duele verlo así.

La castaña suspira. Aún tiene miedo por Yamato, pero se siente más tranquila. Se sienta al otro extremo de Taichi y le cuesta un poco animarse a darle consuelo, hasta le parece idiota querer hacerlo. Ella también resiente mucho, y con eso no quiere decir que los demás no, la condición del rubio.

La pelirroja se percata de los intentos de Mimi y se levanta de su asiento, buscando darle un momento a solas a los dos. Sabe, que necesitan hablar. ―Iré por café, ¿quieren algo? ―ambos niegan al mismo tiempo. Por un segundo considera que era una mala idea dejarlos solos para que hablaran ―bueno, les traeré de vainilla a los dos.

Ninguno responde, no tienen ganas y saben que a Sora, nadie le gana. Se quedan en silencio y solamente resuenan los pasos que indican que la pelirroja se aleja de los dos y los deja solos. Ambos, mantienen la vista en frente y comparten el mismo mundo de sufrimiento.

―Le dije a Yamato que te casarías con Michael ―confiesa inesperadamente. Solo quiere hablar para liberar su culpa. Desde que se enteró que su amigo estaba en esas condiciones, no había pasado ni un solo momento en el que no se culpara por su condición.

La toma por sorpresa y se gira hasta él. El moreno aún tiene su vista hacia enfrente. ―¿Por qué? ―¿Por qué se lo dijo? Quizás si se hubiera enterado después, ya que estuviera casada, como lo planeaba… nada hubiera pasado.

―Porque es mi amigo. Merecía saberlo.

Aprieta los ojos y se recarga en el respaldo de la silla, se siente mareada y con un punzante dolor en la cabeza.

Si Yamato no se hubiera enterado, podría estar bien.

Y ella estaría en ese avión, con su vida aparentemente tranquila.

Lo hubiera dejado todo atrás: porque ella se iba a casar con Michael y sería feliz.

―Te pedí que no lo hicieras ―y no solo a él, se lo pidió a todos. Incluso a Takeru.

Taichi sabía algo y ese algo es que no podía permitir que su mejor amigo no se enterara de la situación del "amor de su vida", que aunque el rubio se empeñara en negarlo o en hacer que no le importaba, sabía que le dolía.

Haber perdido a Mimi Tachikawa, le dolió y le seguiría doliendo siempre. Él era su amigo, quizás no fue el hombro donde se recargó a llorar, pero fue su compañero de "borracheras" y el más apegado a él, en esa separación.

Yamato había cambiado. No pudo con sus demonios y se echó, más aún, a la perdición; bebía más y salía, sin involucrarse, con tanta mujer se le pusiera enfrente.

Solo una vez había abierto su corazón a él y le confesó que no quiso atarla a él y por eso la había dejado ir… Y aún recordaba el dolor de sus palabras, como si le calcinaran la garganta.

Ahora, que la castaña estaba de regreso con la novedad de su vida y excluyendo a Yamato en todo, su lealtad como mejor amigo le impulsaron a decirle. Aunque Mimi se los hubiera pedido a todos, él no podía guardarle el secreto: su pecho no era bodega.

Era su amiga, sí. Pero él también lo era.

Su lealtad y código se lo decían.

Por lo que escribió un mensaje de texto… una forma cobarde, pero desesperada.

"Mimi está de regreso en Japón. Ya lo sabes ¿no?, pero lo que no sabes es que viene acompañada de Michael y dice que se va a casar con él. Mira, en todos estos años no me he metido en su relación y he respetado tu silencio. Pero, como amigo, sé que sufres. Yo cumplí con decírtelo, tú sabes lo que haces".

Eso había sido dos días antes del regreso de Mimi a New York.

Un día antes del asalto que sufrió el moreno.

Y ahora, la culpa los atormenta y no los deja en paz, desde ese momento. Se arrepiente de no haberlo dicho en persona, de no buscarlo para ayudarlo. Él, le soltó una bomba y lo dejó a su suerte.

Fue su error.

Y, carga con la culpa y el remordimiento.

―Fue a verme ―dice. Entendiendo el punto de Taichi; se sentía culpable.

―Lo sé…

Abre los ojos por la sorpresa. Las manos del moreno tiemblan y con torpeza desbloquea la pantalla de su celular para mostrarle algo a la castaña… Estira su brazo y le extiende el móvil.

Las lágrimas se aglomeran en sus ojos y reprime un grito de dolor. Cubre su boca con una mano y con la otra sostiene el teléfono de Taichi. Sus ojos no pueden creer lo que están leyendo.

Es un mensaje de Yamato. Enviado poco antes, supone, de su asalto. Poco después de haberlo corrido de su casa.

"La perdí"

―Es mi culpa.


―¿Cómo está Takeru? ―pregunta la pelirroja al ver como Hikari se acerca a ellos.

―Dentro de lo que cabe. Está bien ―responde y se dedica a ver los rostros de sus amigos. Sora está estoica y parece ser la más fuerte del grupo, Izzy analiza todo para darles razones lógicas a los demás de porqué Yamato se recuperará… en cambio su hermano y Mimi, están mal ―preocupado por Yamato. No nos han dicho nada, sus padres se quedaron con él.

Sora asiente y guarda silencio.

―Salí a comer algo. ¿Ya comieron?

Todos niegan con un poco de indignación; es obvio, nadie tiene a tener hambre. Esa necesidad pasa a segundo término, ahora lo único que importa era Yamato.

―Debemos comer algo. Estar fuertes para él.

Se pregunta que cómo es posible que ella, siendo la más pequeña del grupo, sonara tan madura y luciera fuerte. Taichi, envidia a su hermana pequeña por unos momentos.

―He insistido en eso ―habla Sora ―pero no me hacen caso.

Harto de las insistencias, decide hablar. ―No me voy a mover de aquí, hasta que sepa algo.

―Bueno, yo tampoco lo haré ―la pelirroja se acomoda y desafía al moreno con la mirada.

Hikari suelta aire por la boca y decide que los acompañará. ―No entiendo muchas cosas ―relata ―no me explico cómo pudo pasar esto. No comprendo las circunstancias.

Mimi agacha la cabeza y apuña sus manos. Aprieta la tela de su pantalón; se siente cobardemente señalada. Ella es la culpable, no Taichi, no Yamato. ¡Es ella! Ahora más que nunca lo sabe.

―No tiene caso pensar en eso. Cuando Yamato despierte, nos contara todo.

El moreno aprieta la mandíbula. Sora lo siente tenso y frota su espalda para relajarlo.

―¿Yamato te buscó, Mimi? ―Koushiro se atreve a enfrentarla. La castaña alza su cabeza y ve directo a los ojos a su amigo, de inmediato comienza a llorar y muerde su labio inferior para contener las lágrimas.

Ante la nula respuesta y el incómodo silencio, se disculpa por su imprudencia. Mimi no necesita responder directamente ―su rostro lo dice todo.

El rubio fue a buscarla.

―No busquemos culpables.

―¡Nadie lo es! ―el pelirrojo alza la voz. No quiso señalarla, menos hacerla sentir peor. Es su ser está buscar respuesta a todo para consolarse y dar un argumento sólido de por qué las cosas buenas van a pasar.

―Mimi…

Ante la tensión del grupo de amigos, una voz resuena. Todos voltean a ver dónde proviene y se encuentran con Michael, de pie y aparentemente confundido por todo. Sus ojos exigen respuesta y a la vez presionan a la castaña.

Él no había creído en nada. Pero, había descubierto que era verdad; algo malo había pasado.

―¿Qué pasó? ¿Está bien? ―por instinto y preocupación, se acerca a ella. Se inclina y le toca el hombro, Mimi se remueve inmediatamente al sentir el contacto… le quema, no quiere verlo.

Traga saliva y se aleja.

―¿Yamato está bien? ―vuelve a preguntar.

Nadie le contesta. Tiene dos miradas furiosas puestas en él. Un pelirrojo se levanta de su asiento y empieza a hablar: ―Aún no sabemos, lo están operando ―responde, más por cordialidad que por nada ―ahora, esperamos noticias sobre él.

Trata de ser lo más prudente y no revelar más. Michael, siente que sale sobrando ahí. Su mirada se centra en Mimi.

―Deberías hablar con él, Mimi ―la maternal voz de Sora, trata de aconsejarla ―bien ―subraya su última palabra.

Rueda los ojos con fastidio y se levanta de su asiento, pero antes de caminar hasta el rubio le hace prometerle a sus amigos que le avisen sobre cualquier novedad. No tiene planeado pasar mucho tiempo con Michael, pero por si las dudas prefiere estar informada de las cosas.

Pasa por un lado de él, sin verlo y sin hablarle nada. Voltea para ver hacia donde se dirige y antes de seguirla, vuelve la vista hacia los chicos.

―Espero que se mejore ―comenta.

Taichi deja caer sus manos y sonríe con ironía. Obvio miente, no siente nada. Le da igual si Yamato está bien o está mal y es mejor para él que no esté.

Sora le sonríe con amabilidad. ―Gracias.

Michael asiente y da la media vuelta para seguir a la castaña.

Lo ve desaparecer y suspira con alivio. No tiene nada en contra de él, al contrario, le agradece que haya hecho feliz a su amiga (o que eso intente). Lo que no puede perdonarle es el hecho de fingir preocupación y mentir acerca de sus buenos deseos. Que quizás, son ciertos, pero en esa circunstancia no le cree nada de nada.

Michael fue a imponerse. A hacerse presente y quien le ha dado ese privilegio es: Yamato. ¿Quién más? Sonríe con amargura al darse cuenta. ¿Cómo defenderlo?

Yamato es el único culpable de que Mimi haya decidido irse con otro. Él es la causante por la cual, prefiere a Michael. Sabe la clase de persona que es su amigo y todo lo que ha sufrido a causa de eso, del camino que eligió y egoístamente obligó tomar a la castaña.

Ha sido testigo de sus altibajos. De su cambio de personalidad y de su inestabilidad. Durante años, por respeto a su amistad, fue se quedó con los brazos cruzados y viendo como los demonios lo consumían. Que Yamato siempre fue una persona difícil, y en esos momentos sigue siendo un dolor en el trasero. Siempre se las da de rudo y el fuerte, el invencible que nada y ni nadie puede afectar, el que no deja pasar a nadie, el que se siente incómodo con las preguntas de preocupación por su estado, pero al final todos saben que es un corderito que se disfraza de lobo por protección.

Todos sabían de su error y nadie se lo hizo ver. Él no dejaba que se metieran.

Y si lo viera ahora, estaba seguro que se burlaría y le daría un puñetazo ―Yamato Ishida no deja que nadie se preocupe por él. Es patético.

Pero esta vez lo siente, no va a dejar que se vuelva a equivocar. Una vez estuvo bien, pero ahora no va a dejar que su nivel de estupidez acabe con su vida.


La severa mirada de Mimi se clava en él, como si le lanzara dagas. Lo comprende; Yamato es importante para ella. Le guste o no, forma parte de su vida.

―Lo siento.

Habla sinceramente. Él no le desea el mal a nadie, y menos ahora que sabe cuánto la afecta. No se mueve, no le dice nada, solo lo ve y el odio persiste en su mirada. Se escapa de ese coraje y se voltea a otro lado, no muy seguro de seguir ahí.

La castaña suelta aire por la boca y niega lentamente. ¿Qué está haciendo? Michael no merece que desquite el coraje que siente contra ella misma, con él.

―Discúlpame, por favor ―solloza, pero trata de contenerse ―esto es demasiado difícil ―no puede más y llora frente a él.

Asiente y se acerca a abrazarla. ―No te preocupes, lo entiendo.

Por un momento la abraza y se dedica a consolarla, acaricia su espalda y Mimi se acurruca en su pecho para ahogar el llanto. ―¿Necesitas algo? ―dice separándose de ella. Sostiene su rostro con delicadeza y espera una respuesta.

Ella niega.

―Voy a quedarme aquí hasta que sepa que Yama está bien ―achica los ojos. Yama, ahora es Yama. Lo escucha desagradable, pero no lo manifiesta.

―¿Quieres que te acompañe?

Lo ve con pena. Él sabe la respuesta: no.

―Somos demasiados aquí…

―No, no me digas nada. Está bien ―esboza una noble sonrisa ―lo comprendo, pero prométeme que me vas a llamar por cualquier cosa.

―Gracias ―lo envuelve en un fuerte abrazo que lo dice todo.

―No tienes por qué.

Cuando Michael se va, lo hace con muchas dudas: ¿La habrá perdido?, ¿Si quiera fue suya? Él comprende su preocupación, entiende que es una persona buena que daría todo por sus amigos y como sea, el rubio sigue siendo su amigo, fue su novio, sin duda es una pieza invaluable en su vida. Todos esos factores son comprensibles.

Pero el mar sabor sigue instalado en su garganta y siente una pizca de celos. Ese Yama, significa algo más. Mimi solía llamarlo así cuando fueron novios, incluso el tiempo posterior a su relación, le seguía nombrando así… La palabra es especia, para los dos.

Yama es el recuerdo de su amor.

Yamato es la forma de demostrar que le había dicho adiós.

Y Yama, ha vuelto, haciéndolo sentir estúpidamente inhumano y amenazado.

.

―Es buen hombre…

Escucha la voz detrás de ella y da un respingo. En primera, porque su vista estaba clavada en la espalda de Michael, quien se alejaba cada vez más de ella. En segunda, porque creyó estar sola y en tercera, ¿En serio Taichi los miraba?

―Taichi… ―susurra y se da la vuelta hacia él ―¿Cómo está? ¿Hubo noticias? ―cuestiona desesperada. Habían prometido mandarle a alguien si es que pasaba algo y que precisamente, fuera él…

El moreno niega y se acerca a ella. Se siente acabado.

Asiente y aprieta sus labios. ―¿Tú, cómo estás? ―se atreve a preguntar después.

―Mejor que él.

Ladea su boca y se quedan callados viendo a doctores ir y venir, enfermeras paseando pacientes o familiares que van de visita.

Definitivamente; no les gustan los hospitales.

―¿Ya no sientes nada por Yamato? ―Taichi rompe el silencio. Mimi siente que sus palabras están envenenadas.

Él viene a dar la cara por su mejor amigo.

―No es el momento para eso ―lo evade.

Que ahora no piensa en Michael y ella o en Yamato y ella. Su mente solo está concentrada en la salud del rubio Ishida.

―Lo sé ―replica ―pero aquel es el hombre con el que te vas a casar ―señala la dirección en la que se fue Michael ―y este ―indica al hospital ―¿Quién es?

Mimi sabe a lo que se refiere, pero no quiere enfrentarlo. No aún. Ni siquiera ella lo tiene claro. En solo unas horas ha sentido mil y más sentimientos, está confundida y no es el momento de ponerse a pensar acerca del hombre de su vida.

―Yama ―responde simplona y con una amarga sonrisa.

«¿Cómo es él? Le preguntaba su madre y ella se limitaba a decir: "Simplemente es… Yama".

Único en su especie. Un pingüino* que es difícil de derretir. Su Yama, porque solo ella podía decirle de esa forma ―pobre del osado que se atreviera a hacer eso―. Y ella, lo decía con orgullo y para molestarlo frente a sus amigos, que a él no le gustaban las muestras de afecto en público.

"Yama" cuando lo detenía en un pleito.

"Yama es Yama". Decía como excusa cuando lo defendía de sus amigos, cuando se peleaban y decía palabras hirientes.

Era su justificación, su forma de protegerlo. Yama es Yama y ella lo comprendía a la perfección: amargado y malo con las palabras. Frío y distante, pero suyo. Su Yama.

Era su respuesta más asidua».

Asiente y sonríe porque conoce el significado de esa palabra. Que él también le llamó "Yama" solo por joderlo. ―El imbécil

«"Buenos días imbécil", "Eres un imbécil", "¿Y el imbécill de tu novio? Una palabra que siempre usó para referirse a él, como saludo o como muestra de enojo.

Cuando le reclamaba por dejar ir la felicidad, se lo gritaba: ¡IMBÉCIL! ¡Y MIL VECES IMBÉCIL! ¡En un concurso de imbéciles, pierde por imbécil! Mimi se iba y con ella se llevaba toda esperanza por ser buen hombre y que alguien más lo quisiera. ¿Quién más lo iba a aceptar, siendo un imbécil?»

Y sigue siendo un imbécil por estar en esa situación y estarlos preocupando. ―El ególatra.

«Qué más daba. Siempre sufrió por él: porque ponía sus intereses encima. No hubo equilibro en esa relación; siempre fue ella quien sacrificaba y daba de más para que funcionara.

Y aun así, lo quería.

Lo amaba.

Era amado por ser él y no amaba porque era él.

¿Cuántas veces le grito eso a la cara?»

Y está seguro que en esos momentos, los oídos de su mejor amigo están zumbando.

―El que no tiene nada qué ofrecer.

«Lo que siempre le decía: ¿Qué vas a darle tú a Mimi? ¡Ella pierde más estando contigo! Porque ella era buena, noble, bondadosa y paciente y él, un imbécil que creía que hacía un favor dejando que lo quisieran.

Él no tenía nada que ofrecer. Porque era un imbécil.

Un imbécil, con complejo de superioridad. Frío y vicioso. ¡Nada! ¡Ni en salud estaba bien.

Pobre, Mimi. En esos momentos».

―El amargado.

«Siempre se lo decía: él no sonreía. Él no era un chico normal que gustara de divertirse al socializar. Al contrario, se retraía y se encerraba en su propio mundo.

Tenía amigos, quién sabe por qué.

Nada le gustaba. Nada le llenaba. Era más amargo que el limón.

Iba con su mala cara y de inmediato contagiaba a todos, hasta que se encontró con ella, quien lentamente fue cambiado esos hábitos... al menos, con ella daba una sonrisa chueca de vez en cuando».

―El que se va a quedar solo, por imbécil.

La castaña guarda silencio ante esa declaración.

―Y el hombre que te ama, Mimi.

Enmudece. Abre la boca para intentar decirle algo, pero solo suelta aire por la boca. No puede hilar nada, las palabras se escaparon de su garganta. Siente la cara arder, su corazón palpita con fuerza y siente desesperación.

―Chicos…

La voz de Sora los vuelve a la realidad. Los dos voltean de inmediato ante la voz que suena algo oscura…

.

.

Continuará.

.

.


¿Pues qué les diré? XDDD

Énfasis en: pingüino 7u7 xDDDD

Me tardé horrores y esto siguen siendo puras pinceladas de cómo fue su relación. Solo quise mostrar el bromance michi, juro que traeré más. Ya, luego de este capítulo volveremos al pasado, porque en este caso... solté comentarios y una leve introducción de ellos. Pero obvis, tendrán más peso después. AAAAAH y tenemos noticias de YAMATO. #SufrePorYamato. ¡Yo que soy del team Yama! O seaaaaaa, sufro.

Gracias por leer y comentar. ¿Aún queda alguien por ahí? xD

alita210100, Guest, Isabel Black 7u7 satán. Lo único que pensaba es: ¿Será suficiente? pero luego me golpeaba y me decía: Claro que no! nunca es suficiente para Satán. Me superé, escribí 1.000 palabras más. Me seguiré esforzando. mimato bombon kou A todas ustedes gracias por tomarse el tiempo de comentar, siento si este capítulo es horrible y más por la demora, pero así es la vida del ficker xD

Me voy *se oculta en las sombras*