Notas de autor: Gracias a la Gaga por su canción que dio el título del fic. En realidad tenía guardado esta historia en mi baúl de los recuerdos y la transformé toda para terminar algo por primera vez en mi vida. Dedicado a mi lenta hermosa, que la amo. Y al grupo de las chan. Sobre todo a Lu, que tiene tiempo pidiéndome un mimato, sé que querías reír pero te dejo con dramas. Algún día te daré todo lo que quieres, quizás lo meta en esta historia.

Digimon no me pertenece.


Then you love me
Capítulo I: Reino


What if I were leave you?


¿Por qué? —preguntó con voz áspera, sintiendo un gran dolor.

¿Ah? —vaciló Mimi, que estaba sentada frente a él con una de sus mejillas apoyada en la palma de su mano.

¿Por qué él? ¿Por qué te vas a casar con Michael?

Sentió la penetrante mirada del rubio sobre ella.

Porque nos queremos —le dijo con firmeza, vio como Matt tensaba la mandíbula.

Pero… pero, ¿Y nosotros?

¿Nosotros? ¿Nosotros? —replicó con una sonrisa irónica en sus labios —¡No me hagas reír, Matt! Entre nosotros no hay nada.

Está decidido. Él muchos años atrás eligió su camino y la llevó a ella de paso —porque es un estúpido ególatra, quién creyó que ella siempre estaría a su disposición—. Matt resolvió sin consultárselo; sacrificó lo suyo, le quedó superarlo y ahora —mira que vueltas da la vida—, es a ella a la que le toca elegir.

Sí. Mimi Tachikawa elige a Michael antes que Yamato Ishida.

Mimi opta casarse con Michael, y mandar a la mierda a Yamato.

Mimi escoge su presente en vez de las sombras del pasado.

Porque cuando estuvo —en pasado, subraya—. Deseó que su mundo fuera una monarquía y ella la reina ―así como en el Digimundo―. Odió que los papeles se invirtieran y ella terminar siendo la plebeya que acepta los mandatos del rey, la que vive bajo las leyes y condiciones de un reino de hielo.

Porque Yamato es de hielo y su relación se congeló gracias a él y a su cansancio. Ella luchó e hizo todo ella por evitarlo, pero sus esfuerzos fueron inútiles y no le gustó vivir como plebeya.

En el amor hay que hacer sacrificios de forma equilibrada; a veces ella por él y otras él por ella. Pero en ese reino las cosas no fueron así: casi siempre fue ella y casi nunca él.

Mimi se cansó y lo dejó. Porque una reina nunca mendiga amor, aprendió que no hay que ser buena todo el tiempo y hay que sacar las garras —cual bestia— para defenderse, porque su corazón es el de una pobre mortal que sufría de desamor. La que se desgastaba era ella, la que esperaba un cachito de amor y un cariñito fue ella.

Por ello lo dejó en claro, como él lo hizo con ella en el pasado. Y ahora le queda por abordar ese avión y dejarlo atrás —hundido en el fondo del mar—. Pero como el mundo da vueltas y todo se termina por ir al carajo cuando…

—¿Sí? —le hizo una seña con los dedos para Michael la esperara un poco, mientras habla por teléfono.

Hizo un esfuerzo por afinar su oído y poder oír con claridad lo que Tai, quién es la persona al otro lado del teléfono, le dice. Pero ciertamente el lugar donde está y toda la gente que camina a su alrededor hace la tarea sumamente difícil.

Está en medio del aeropuerto. De un lado oye los llamados para que la gente aborde sus respectivos aviones, por otro lado oye los pasos y los murmullos de las personas que están o pérdidas o queriéndose dar prisa. Y frente a ella está su prometido, cargando su equipaje y esperándola con impaciencia. Sí, ellos van retrasados, era la segunda llamada para que se reportaran, hicieran el papeleo y terminaran por subirse a ese avión rumbo a New York.

Tienes que venir al hospital…

—¿Al hospital? —cubre su otro oído para escuchar mejor.

¿Hospital ha dicho? ¿Por qué? Cierra sus ojos al tiempo que siente el corazón en su garganta. Su estómago se revuelve y pese a que están en invierno, siente una onda de calor propagarse por todo su cuerpo. Es la preocupación.

Tai no responde. —¿Tai? —casi da un grito.

Su silencio la atormenta más. Sabe que las palabras están atoradas en la garganta del moreno, que por lo que aprecia de su tono de voz, es que está angustiado y… ¡POR DIOS! El silencio la está matando, le falta el aire. ¿Por qué no habla?

No habla por que no puede. No puedo porque es algo de gravedad. ¿Qué? ¿Quién?

Es Yamato —al fin suelta.

Y su mundo deja de girar.

La gente pasa, pero ella está completamente paralizada. No parpadea, no respira y su corazón deja latir. Ella está sola en medio de un mar de gente; bultos grises caminan a su alrededor. Lo mismo pasa con Tai; su voz se ha cortado, el moreno está llorando. Lo sabe.

Cuando por fin el oxígeno llega a su cerebro, se mueve y, sin colgar, guarda el celular en su bolsillo, o más vale creer que cayó dentro de él, y camina hacia la salida del aeropuerto. Sin siquiera voltear a ver a Michael.

Él la detiene de un brazo y la jala hasta él. Ella se aparta rápido del muchacho, como si su contacto quemara.

—¿A dónde vas? Vamos a perder el vuelo.

Sus ojos se abren.

Es Yamato.

Yamato está en el hospital. Y por ende, ella no puede ir a ningún otro lado, debe y quiere estar con el rubio Ishida. Porque le atormenta recordar que habían discutido, que habían quedado mal, que le dijo cosas horribles y que minutos atrás estaba dispuesta a no verlo nunca más.

Oh, el mundo es cruel.

Antes lo odió y eligió a Michael.

Ahora está odiando a su prometido porque escoge a Yamato —la lengua castiga, la vida castiga—.

Se da la vuelta y de nuevo Michael ha impedido que siga avanzado.

—Mimi —la llama con el ceño fruncido.

Está molesto porque no entiende el comportamiento de la castaña. Pero a ella poco le importa, solo quiere salir corriendo e ir a ver a Matt. Su cuerpo, mente y corazón lo necesitan. ¿El enojo de Michael vs la salud de Matt? Para ella es muy obvia la respuesta, es casual, normal y totalmente comprensible. Con la salud y bienestar de las personas no se juega. ¿Qué importa el jodido vuelo?

—Debo ir al hospital —responde al girarse y de nuevo Michael la voltea a él. La agarra fuerte de los brazos, analizando los ojos de la castaña.

Parece que alguien ha batido el color miel de sus pupilas para hacerlas más oscuras y tenebrosas. Las lágrimas amenazan por salir, pero hay algo que lo impide.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Es Yamato… —chilla la castaña.

Su voz es áspera. La garganta le pica y sus ojos arden. Va a llorar. Pronunciar el nombre del rubio, es el motivo para que cayera en cuenta, porque una cosa era oírla y otra pronunciarla… Yamato, su Yamato está en el hospital y ella tiene que ir con él. Asegurarse que está bien, que va a estar bien.

Intenta soltarse pero no lo consigue. —Pero el vuelo —repuso el rubio viéndola con molestia. Considerando seriamente que todo era una artimaña para impedir que la castaña tomara ese avión.

Frunce el ceño mientras mira la mano de Michael en su brazo. La está apretando tanto. ¿Qué no la había escuchado? ¡No tenía tiempo que perder!

—¡ME IMPORTA UN CARAJO ESE VUELO! —grita mientras forcejeaba para liberarse del agarre —¡No subiré a ese avión! ¡No me importa perder ese estúpido vuelo! —sigue intentando alejarse, pero el otro estaba empeñado en no soltarla.

Patalea y llora fuerte, sin duda ha sido el chillido más doloroso que ha soltado en su vida, le duele el pecho.

—Puede que no sea nada grave.

Error.

Es la segunda razón para lograr estallar la bomba de su llanto.

Si no fuese nada grave, Tai no le hubiese llamado. Además en el fondo de su corazón siente que hay algo más. Lo presiente, porque por más que pasaran los años la estúpida y patética conexión que formó con Yamato no desaparece. Y tampoco no desaparecerá.

Sus ojos se aguaron, nuevamente, y las lágrimas se escurren por sus ojos. Y, completamente enojada, tira de su brazo para poder zafarse del agarre de Michael.

No es un brazo roto o una pierna. No es algo que se va a curar con un par de gasas o vendas. Hay algo más, su conexión se lo dicta, la voz de Tai también. Empuja al rubio lo más lejos que pudo y sale corriendo de ahí. Le importa un bledo el vuelo, su equipaje y el mismo Michael. Ahora no quiere pensar en nada más que en Yamato.

Por eso corre y corre, no mira bien por donde pisa ya que la vista se le nubla debido a las lágrimas; su mente está enfocada en una sola cosa y es en llegar al hospital, no en fijarse por dónde va... Se para en seco, no puede seguir yendo sin dirección —porque al final no va a llegar a ningún lado—. Debe calmarse y contemplar: ¿Dónde está?

Y en eso, un pitido y un fuerte frenón lha hacen volver a la realidad.


—Hace mucho no escribía un mimato. Dejaré esto y me iré—.

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