Buenas noches mis queridxs! Cómo están? Espero que muy bien :)
Yo aquí estoy de regreso con la continuación de mi locura tal y como se los prometí. Hoy les comparto un capítulo que me dio mucho, muchísimo trabajo escribir. Y es probable que no haya quedado muy prolijo y legible que digamos. Si les soy sincera yo no quedé muy convencida con el resultado, incluso no llegué a repasarlo lo suficiente para corregirlo. Pero no me aguanté y lo publicaré tal y como me salió. Por lo tanto les pido que me disculpen si descubren algún error o incoherencia o hay alguna parte que no entiendan o crean confusa.
En fin, no quiero adelantarles ni espoilearles nada. Así que directamente les invito a leer el VEINTICINCO en paz y más abajo les hago algunos comentarios.
Todos los personajes pertenecen a su autora Naoko Takeuchi, yo sólo los tomé prestados.
Abajito me despido, que tengan una linda lectura :)
Bell.-
:: Capítulo veinticinco ::
Una tarde, después del trabajo, Zafiro había pasado por mi departamento para enseñarme unas fotografías. Durante esas semanas nos reunimos con bastante frecuencia, ambos estábamos súper entusiasmados con nuestros respectivos talleres y nos motivábamos mutuamente dándonos ideas o colaborando con algunos de nuestros ensayos.
Justamente hacía pocos días yo lo había ayudado ofreciéndome como modelo para que practicara técnicas de retrato e iluminación. Y luego de seleccionar varias tomas para imprimir, me obsequió las copias, lo cual me pareció un gesto muy adorable de su parte.
Estábamos ubicados en el sofá de mi sala y mientras tomábamos un café y conversábamos de todo un poco, examinábamos juntos las fotos.
—Vaya, son muy buenas, ya eres todo un profesional —lo felicité.
—¿Tú crees?
—¡Claro! Lograste que me viera hermosa en todas, ¡casi no me reconozco!
—No digas eso. Te ves hermosa porque en verdad lo eres, mi lente logró captar tu auténtica belleza.
Me daba un poco de vergüenza que me halagara tan abiertamente. —Eres un exagerado —bromeé para disimular.
—Y tú eres encantadora —volvió a adularme y ambos reímos.
—Pero dime la verdad, ¿las retocaste? —pregunté poco convencida, él negó con la cabeza—. Vamos, admítelo, es obvio que están retocadas.
—No, son las tomas originales —echó a reír de nuevo al ver mi expresión de incredulidad—. Eres la única persona que conozco que se enoja por salir bien en las fotos.
—Es que se ven mucho más bonitas que el día que las hicimos —insistí.
—Es porque están ampliadas, en la pantalla de la cámara no se aprecian tan bien.
—Puede ser —en verdad me sorprendía cómo lucía en esas imágenes, porque de alguna forma eran la prueba de cómo él me veía. Había captado aspectos de mí que ni yo misma registraba, o al menos me costaba reconocerme de esa manera tan natural, espontánea y divertida como aparecía en las fotos—. Gracias, me gustan mucho —le dije con sinceridad.
—Gracias a ti —dijo con una tímida sonrisa.
Dejé las fotos sobre la mesa y me puse de pie. —Yo también tengo algo para darte.
—¿Ah sí? ¿Se puede saber qué?
—Iré a buscarlo, enseguida regreso —fui hasta mi habitación, busqué un sobre de papel madera que había dejado sobre la cama y cuando regresé a la sala volví a sentarme a su lado—. Toma —dije al entregarle el sobre.
—No me digas que... —dijo Zafiro apenas lo recibió—. ¿Es un dibujo tuyo? —adivinó entusiasmado.
Asentí riendo. —Sí, eres el primero a quien le regalo uno.
—Gracias, Serena, me siento muy privilegiado —sacó el dibujo del sobre y lo miró asombrado—. Es un... Un retrato.
—Sí, un retrato tuyo. El primero que hago sin usar una imagen como referencia, sólo me guié por mi memoria visual —expliqué orgullosa.
—Vaya...
Me llamó un poco la atención su reacción, no parecía haberse alegrado como yo esperaba que lo hiciera. Hasta me dio la impresión de que se había desilusionado un poco al verlo. ¿Por qué lo haría? ¿Sería que no le gustó?
—Tal vez no quedó muy bien que digamos, aún tengo muchas cosas que perfeccionar —intenté excusarme—. Y la verdad es que me costó muchísimo trabajo, pero creo que lo conseguí.
—Está... es muy lindo —dijo poco convencido.
—Es que la técnica es maravillosa, permite obtener bonitos degradados mucho más fácil que con otros materiales, me encanta como queda. ¿Te gusta?
—Claro, me gusta mucho —respondió gentil. Por supuesto jamás me diría lo opuesto —. Me dejas sin palabras, muchas gracias —opté por creerle y no dije nada más.
Nos quedamos callados. Mientras Zafiro observaba el dibujo con detenimiento y mucha concentración, me detuve a reflexionar en todo lo que compartíamos y cuán cercanos estábamos desde que nos encontramos en la muestra fotográfica. Volvía a darme cuenta de que estar con él me resultaba tan fácil, me sentía muy cómoda, no me costaba, porque su modo de ser tan agradable y tranquilo me transmitía mucha calma, me relajaba tanto, teníamos una conexión tan especial.
Pero aunque sabía que las cosas entre nosotros estaban bien como estaban, todo en términos amistosos como siempre, también admitía que últimamente había empezado a dudar. Que mantener la distancia y frialdad necesarias para no mezclar ni confundir más las cosas y no exponerme a cometer un error me estaba resultando cada vez más difícil. Y aún no sabía cómo interpretar estos nuevos sentimientos, cómo lidiar con ellos, cómo encausarlos de la manera más conveniente y menos peligrosa...
Además él ya no me demostraba como antes que tenía un especial interés en mí, que le gustaba de un modo no precisamente amistoso. O tal vez sí lo hacía pero de una manera tan sutil que yo no me daba cuenta, o quizás me asustaba admitirlo...
Al pensar en todo esto recordé algo que me tenía bastante inquieta y que ninguno de los dos había vuelto a mencionar. Pensé que si se lo preguntaba directamente y me lo aclaraba, quizás podría sentirme más tranquila. —Zafiro —lo llamé.
—¿Sí?
—¿Puedo hacerte una pregunta personal?
—Dime —dejó el dibujo sobre la mesita y me miró.
Inspiré hondo para reunir valor y sin dar más vueltas se lo pregunté. —¿Sigues saliendo con esa chica?
—¿Con Petzite? —dijo sorprendido. Yo asentí, aunque era la primera vez que me decía su nombre—. No, sólo salimos aquella vez que ella me invitó. Después de eso no volvimos a vernos.
—¿Por qué no?
—No lo sé, no quedamos en nada —respondió un tanto desanimado—. Tal vez me habría correspondido a mí invitarla la siguiente vez, pero pasó el tiempo, no nos comunicamos más y eso fue todo.
—Ya veo —me sorprendió muchísimo sentir tanto alivio con su respuesta. Incluso me alegraba por lo que me decía, que las cosas con esa chica no habían prosperado. Estas inesperadas emociones me descolocaron por completo y me puse muy nerviosa—. Qué lástima, eres tan lindo y adorable —lo adulé con exageración queriendo disimular mi inquietud—, un chico como tú no debería estar solo. Eres muy sensible, amable, bien parecido y de seguro muy romántico también.
—Gracias por tus cumplidos, pero no creo ser así. En realidad soy bastante estructurado —dijo con la mirada baja—. Quizás por eso aún no encontré a la persona indicada.
Percibí un tono melancólico y de resignación en el modo que dijo esas últimas palabras. Lo noté ensimismado, preocupado, como si hubiera algo más que quisiera decirme y no se atreviera a hacerlo. Y sin poder evitarlo volví a sentirme inquieta. Más aún cuando me miró a la cara pero esta vez con una expresión muy seria.
—¿Y tú... —carraspeó un tanto nervioso, o eso me pareció—. ¿Cómo siguió todo con Darien? ¿Volvieron a verse o hablar?
Me sorprendió su pregunta tan directa y frontal. —Lo vi en la despedida de solteros de Mina y Kun —respondí acotadamente—. Conversamos un poco, todo muy tranquilo.
Por suerte su expresión se fue relajando. Ahora se mostraba comprensivo y cálido como siempre. —¿Ah sí? —parecía estar genuinamente interesado en saber más del asunto.
Aunque era un tema delicado para mí, no me costaba ni me incomodaba hablarlo con él. Al contrario, siempre me parecieron muy esclarecedores sus comentarios y observaciones, me ayudaba a entender mejor muchas cosas y lograr sentirme tranquila. Pero ahora, al igual que la última vez que hablamos de esto en el bar del centro cultural, me resultaba un tanto doloroso. —Sí, después de haber aclarado las cosas entre nosotros, pareciera que la nuestra vuelve a ser una relación cercana y amistosa como al principio, o al menos así nos estuvimos tratando.
—¿Pero...?
—No hay peros —respondí segura.
—¿No?
—No, en verdad creo que es posible que seamos amigos —respondí tratando de sonar convincente, aunque muy en el fondo de mi corazón sabía -pero no asumía- que nada de lo que decía era completamente cierto—, porque nos tratamos bien, pudimos conversar tranquilamente, sin insinuaciones ni indirectas, como buenos amigos.
—Bueno, mejor así.
—Además teniendo amigos en común nuestros encuentros serán recurrentes, tendremos que acostumbrarnos a ello. Y como las cosas quedaron en buenos términos entre nosotros, me parece que es importante que cuidemos eso. Creo que es posible —concluí.
—Me alegra que así sea.
—Sí, a mí también, aunque... —pero no pude sostener más mi actitud de superada, necesitaba desahogarme y seguir hablando del asunto, para tratar de comprender y aceptar mejor lo que pasó, si es que era posible...—. Me llamaron la atención algunas cosas que me dijo.
—¿Qué te dijo?
—Me habló mucho de él, de cómo se siente, de cómo está cambiando su perspectiva de las cosas, sus prioridades. Me dijo que tiene planes, que quiere encarar su vida de otra manera y no sé, hacía mucho que no se abría así conmigo, fue raro.
—¿Por qué?
—Por eso, porque se mostró sincero, me dijo cosas muy personales, y no sé, que lo haya hecho ahora que no estamos más juntos me llamó la atención. Tal vez me esté demostrando que podemos ser buenos amigos de verdad, compartir lo que nos pasa, hablar con confianza, como hacen los amigos —eran muy poco probables mis conclusiones, pero quería convencerme a mí misma de que eso era lo que sucedía. Debía descartar la remota posibilidad de que Darien haya estado a punto de confesarme lo que sentía por mí o en su defecto que en realidad dijo todo eso como una sutil manera de terminar de despedirnos.
Zafiro meditó un momento antes de volver a hablar. Supongo que a él tampoco le convencía del todo mi manera de ver las cosas. —¿Estás segura de que es posible que sean amigos después de todo lo que pasó entre ustedes?
Por supuesto, yo era demasiado orgullosa y testaruda -y creo que lo sigo siendo- como para cambiar de opinión. Mi postura tenía que continuar siendo lo suficientemente firme y realista. Claro que sí. —Sí —respondí determinada—, ¿por qué no? Nosotros lo conseguimos, ¿o no?
—Pero no es lo mismo —dijo bajando la mirada—. Ustedes fueron pareja, en cambio nosotros...
No completó la frase, de nuevo noté cierto aire triste en él. Y de alguna forma provocó que yo también me sintiera así. —Es cierto —dije tras una breve pausa—, fuimos pareja por cuatro meses... —recordé con nostalgia—. Cuatro intensos y turbulentos meses... —y sin poder evitarlo comencé a evocar muchos recuerdos de nuestro tiempo juntos.
—¿En qué piensas? —preguntó Zafiro tras otra pausa.
—Me acuerdo de algunos momentos con Darien —respondí suspirando. Si bien la mayoría de las veces podía sentir que me complacía pensar en esos bonitos recuerdos y me conectaba con una reconfortante sensación de gratitud, ahora me dolía recordar, incluso me molestaba—. Por ejemplo, la noche que le presenté a mis padres —comenté—. Estaba tan nervioso, se lo tomó todo tan a pecho, como si estuviera obligado a proponerme matrimonio o algo por el estilo sólo por compartir una cena con ellos. Y en realidad fue todo lo contrario, pasamos una noche agradable, conversamos, nos reímos, nadie puso en tela de juicio el hecho de que estuviéramos juntos, ni siquiera se habló del tema. Pero él se sintió presionado, se puso muy mal. Siempre le costó abrirse y compartir esas cosas con más soltura y naturalidad. Y me daba la impresión de que se sobreesforzaba, que se sentía muy inseguro y eso me desesperaba, me sacaba de las casillas.
—¿Por qué crees que actuaba así?
—Supongo porque de verdad se sentía inseguro, asustado, pero le costaba mucho decírmelo. Pensaría que no tendría problemas, que podría lidiar con la situación, que no le costaría, pero en realidad no le fue nada fácil. Me dijo que temía caerles mal o que pensaran que no era lo suficientemente bueno para mí. Porque la primera y única vez que había hecho algo como eso, presentarse con los padres de su novia, todo fue perfecto. Le abrieron las puertas de su casa, lo recibieron como un hijo, como si fuera parte de su familia. Pero después todo se arruinó, según él los decepcionó y todo acabó muy mal.
—Debió haber sido muy duro para él.
—Sí, lo fue —reconocí—. Y yo siempre fui consciente de lo dolorosa que fue aquella experiencia para él, tanto que siguió enojado y decepcionado por mucho tiempo. Pero aunque jamás me pareció una historia demasiado terrible o traumática, me conmovía mucho lo que le pasaba. Y habría hecho lo que fuera por demostrarle que lo comprendía, que quería contenerlo, consolarlo, ayudarlo a sanar sus viejas heridas. Pero nunca me permitió hacerlo, sino que se encerró en su dolor. Y yo me sentía tan impotente, tan frustrada que me hacía estallar de rabia.
Zafiro no dijo nada por un buen rato. —¿Discutían mucho? —preguntó preocupado tras una larga pausa.
Suspiré con pesar. —Sí, demasiado —esa parte no me resultaba muy agradable de recordar, por lo que preferí continuar describiendo el aspecto positivo de nuestra relación—. Pero también tuvimos lindos momentos. Cuando lográbamos estar en sintonía nos divertíamos mucho, yo lo hacía reír con mis ocurrencias, le gustaba hacerme enojar. Incluso una vez llegamos a fantasear un futuro juntos, convivir, tener hijos...
—¿En serio? —me preguntó Zafiro asombrado.
Hasta a mí me sorprendía lo que le contaba. —Sí —dije riendo—, sólo una vez hablamos al respecto, pero fue bonito imaginarnos esas cosas —volví a suspirar al recordar lo profundamente convencida que estaba en aquel momento de que Darien se había convertido en alguien muy importante y especial en mi vida, de que lo necesitaba conmigo, de que deseaba que estuviéramos juntos a como diera lugar, de que lo quería a mi lado, de que lo amaba con locura...—. Qué increíble, estaba tan enamorada... O eso creía.
—¿En serio sigues dudando de lo que sentiste por él?
—Es que quiero dejar todo eso atrás —dije repentinamente molesta—, porque ya se terminó, porque no tiene sentido. Quiero creer que ya no estoy enamorada de él, que sólo me ilusioné en vano, que sufrí por un amor no correspondido y perdí mi tiempo en algo que fue absolutamente imposible. Fijarme en alguien que nunca estuvo disponible como quería, no sirvió de nada. Por eso ya lo decidí, ya di la vuelta de página que tanto necesitaba y me saqué definitivamente a Darien de la cabeza —aseguré.
—Está bien, no voy a contradecirte.
—¿Y sabes que me gustaría? —dije completamente repuesta de mi breve episodio melancólico—. Aunque tal vez sea demasiado pronto como para pensar en esto, pero creo que me gustaría saber qué se siente que alguien se enamore de mí. Es decir, que alguien me ame de verdad, no por una idealización o por cómo lo hago sentir consigo mismo. Sino por mí, por quien realmente soy, ¿entiendes?
—Creo que sí.
—Tú me lo explicaste una vez, me dijiste que el amor no es algo que se pueda conseguir a la fuerza, que no se trata de algo tan preciso y fácil de controlar, aunque tampoco es algo mágico. Sino que es una decisión, una construcción entre dos personas que se eligen, que están dispuestas a estar juntas y acompañarse y ayudarse en pos de esa construcción.
—¿Yo dije todo eso?
—Sí, jamás me olvidé de tan profundas palabras. Y ahora me doy cuenta de que eso es lo que quiero para mí —¿cómo se me fueron a ocurrir todas estas cosas? ¿era posible llegar a tal nivel de desvarío? ¿Zafiro se merecía tener que soportar mi verborragia sin remedio?—. Quiero encontrar a una persona real, con tantos o más defectos que yo, que me acepte tal cual soy, que no espere que sea la mejor ni que me rechace por ser la peor. Alguien con quien construir un amor real, no idealizado.
—Un amor verdadero...
—¡Claro!
De nuevo demoró unos minutos antes de decir algo, supongo que para procesar lo que le estaba diciendo. Me impresionaba mucho que se tomara tan en serio los disparatados planteos que le hacía. Sin dudas este chico era un santo... —Pero no es tan fácil —reflexionó—. Aunque encuentres a esa persona, construir ese tipo de relación no se logra en un abrir y cerrar de ojos, al contrario, lleva mucho tiempo y dedicación.
—Sí, es cierto, pero...
—Además me parece que primero deberías pensarlo al revés, preguntarte si alguna vez tú serías capaz de sentir lo mismo.
—¿A qué te refieres?
—A que te plantees si consideras que podrías alguna vez enamorarte de alguien sin idealizarlo ni esperar que te haga sentir bien contigo misma, sino simplemente amarlo de verdad tal y como es.
—Sí me lo he preguntado, claro que lo hice —dije otra vez haciéndome la superada.
—¿Y? ¿Eres capaz? —insistió.
Pero obviamente acabé dudando. —No lo sé...
—Mira, Serena, creo que es demasiado pronto para que pienses en todas estas cosas. Lo de Darien aún es muy reciente.
Bajé la mirada avergonzada. Otra vez Zafiro acababa de darme una lección de madurez emocional que por supuesto yo todavía estaba muy lejos de alcanzar. —Sí, ya lo sé...
—Ten paciencia —dijo al tomar mis manos y apretarlas con fuerza para transmitirme su apoyo y comprensión—, estas cosas llevan tiempo, pero de a poco te sentirás mejor y seguramente podrás conocer a otra persona. Pero más adelante, por ahora no te apresures.
—Tienes razón, es muy pronto —al percibir la tibieza de sus manos sobre las mías me sentí repentinamente nerviosa y confundida. Mucho más que la noche de la exposición fotográfica. Incluso llegué a notar cómo una inexplicable tensión se imponía entre nosotros, como si una corriente eléctrica se generara en el contacto de nuestras manos y comenzara a invadirnos. Así que me solté asustada y me puse de pie casi pegando un salto del sillón—. ¿Quieres otro café? —dije lo primero que se me ocurrió.
—No, gracias —respondió y yo empecé a acomodar las cosas del café en una bandeja. —¿Te ayudo? —me preguntó amable.
—No hace falta, enseguida regreso —respondí riendo nerviosa—. Con permiso —y me fui apurada hasta la cocina.
Antes de regresar a la sala, traté de calmarme y pensar con frialdad sobre lo que acababa de sentir. ¿Qué rayos me estaba pasando? ¿Por qué estos nuevos y confusos sentimientos continuaban invadiéndome? ¿Acaso de verdad me pasaba algo más con él? ¿En serio me atraía? ¡¿Realmente me sentía atraída por Zafiro?! Y si así era, ¿qué debía hacer? ¿Sería correcto dejarme llevar y ver en qué resultaba? ¿O era demasiado arriesgado? ¿Alguien podría salir lastimado? ¿Tenía miedo de lo que sentía? ¿De lo que podía llegar a pasar si me animaba a demostrárselo? Yo nunca me consideré una persona miedosa, ¿además qué malo podría pasar? Ambos éramos adultos, nos conocíamos mucho y había mucha confianza entre nosotros, no éramos capaces de hacer nada indebido o que pudiera perjudicar al otro de alguna manera.
Pero inevitablemente tanta incertidumbre me estaba volviendo loca. Y supe que no podría aguantar mucho más tiempo así, haciendo de cuenta que no me pasaba nada. Debía actuar en consecuencia. Encontrar la manera más adecuada de confirmar mis sospechas, para entender lo que sentía, aclarar mi cabeza y mi corazón, despejar todas mis dudas, dejar toda esta maldita confusión atrás.
Inspiré profundo y volví a la sala más decidida que nunca a enfrentarlo. Pero cuando llegué y lo vi con mi dibujo en las manos, con ese semblante tan tranquilo y cálido propio de él, mis impulsos y mi determinación de hacía segundos se desvanecieron de golpe. Recobré los pocos restos de sensatez que me quedaban, suspiré largamente para poder terminar de calmarme y caminé lento hasta el sofá para volver a sentarme a su lado.
Él no reaccionó, sino que siguió observando el dibujo muy serio. Yo aproveché para examinarlo con detenimiento. Ese día llevaba puestos sus anteojos de lectura, más temprano me había comentado que hacía unos días perdió uno de sus lentes de contacto y estaba esperando que le avisaran de la óptica si le conseguían un nuevo par.
Al reparar en ello, evoqué un no muy viejo recuerdo y quise compartirlo con él. —¿Te acuerdas del día que nos conocimos?
Zafiro parpadeó varias veces al escucharme, como si acabara de despertar. Dejó de nuevo el dibujo sobre la mesa y volteó a mirarme. Y cuando nuestros ojos se encontraron sucedió algo muy curioso, era como si nos viéramos por primera vez, como si estuviéramos reviviendo aquel encuentro. —¿Cuando me confundiste con tu cita? —preguntó sonriendo, yo asentí y también sonreí—. Claro que lo recuerdo, yo estaba muy tranquilo sentado en la mesa de aquel café revisando unos documentos antes de ir a una reunión de trabajo. Y estaba tan concentrado en lo que leía que cuando menos me lo esperaba una chica muy simpática y parlanchina se sentó a mi lado.
Su forma de describir ese momento me hizo reír. —Así fue —dije y él también rió—. Te saludé, me presenté y empecé a hablar hasta por los codos, ¡no te di tiempo a decirme nada! Hablaba sin parar y tú me mirabas sin entender nada de lo que pasaba. Yo estaba nerviosísima, sólo decía una tontería tras otra y por momentos tú sonreías, quizás te causarían gracia mis agudos y ocurrentes comentarios.
—Hasta que en un momento, alguien se acercó a nosotros y creíste que era el camarero. Pero no, en realidad era tu cita, la de verdad.
—Ay, sí, ¡qué vergüenza! —aquel sí que fue un episodio bastante bochornoso, había confundido a Zafiro, quien en ese entonces era un completo extraño para mí, con el chico con el que iba a reunirme ese día y tampoco conocía, porque se trataba de una cita a ciegas que Mina había organizado para presentarme un compañero suyo de un curso de oratoria o algo así.
—Te disculpaste con los dos y te sentaste en otra mesa con él —Zafiro continuó recordando—. ¿Y al final por qué fue que me confundiste con tu cita? Nunca me contaste.
—Porque tenías anteojos y estabas solo —le expliqué—, parecías muy intelectual y serio como Mina describió a su amigo y yo creí que eras él —poco a poco dejamos de reír y lentamente me fui acercando más a él—. Recuerdo que me cautivaste al instante y eso que no llegaste a decirme nada, pero tu sonrisa era tan hermosa, tan dulce y tus ojos... —le quité los anteojos y llevé una mano a su rostro para acomodar con los dedos el cabello que caía sobre su frente.
Él tampoco me sacaba los ojos de encima. —Yo también me sentí cautivado por ti al instante y temí que jamás volvería a verte. Pero cuando apareciste en la fiesta de Rubeus y te reconocí, fue tan inesperado y tan... —acercó una mano a mi rostro y me acarició con suavidad—. Me alegró tanto haberte encontrado de nuevo...
—El mundo es muy pequeño —dije emocionada al tomar la mano que tenía sobre mi mejilla.
—Lo es... —Zafiro se puso muy serio y también se fue acercando cada vez más a mí.
Sonreí cuando vi sus ojos clavados en mi boca. Para mi sorpresa no me puse nerviosa al darme cuenta de lo que estaría a punto de pasar. Estábamos cada vez más cerca y yo sabía que deseaba besarlo, que en cualquier momento lo haría. Y aunque creía tener en claro que él quería lo mismo, tuve la impresión de que había algo que lo interrumpía, que lo tenía como paralizado, que no le permitía hacer ningún tipo de movimiento ni emitir palabra alguna. —Serena... —logró articular con la voz entrecortada cuando casi rocé mis labios con suyos—. ¿Qué... ¿Qué haces?
Me detuve al escucharlo. Y me di cuenta de que no tenía ni la más remota idea de lo que estaba sucediendo. Pero no quería pensar, algo muy adentro mío me impulsaba a actuar como lo estaba haciendo, no podía evitarlo.
Así que decidí escuchar y dejarme llevar por este inexplicable impulso que me invadía, este repentino deseo que me colmaba. Lo miré a los ojos y sonreí de nuevo. —Voy a besarte —susurré—. Sólo quiero... besarte —dije al acercarme cada vez más a su boca—. Déjame hacerlo...
Y finalmente lo hice.
Besé a Zafiro.
Lo besé con mucha calma y suavidad, sin prisa. Él también lo hizo. Me besó de una forma muy delicada y dulce. Pero cuando rodeó mi cintura con su brazo e intentó acercarme más a él, tratando de incrementar la intensidad de los besos, yo me tensioné y me detuve de repente.
Zafiro me soltó enseguida y el pobre se puso más nervioso todavía. —Lo siento —se disculpó de inmediato.
Yo no sabía lo que me pasaba. Pero por esos breves segundos algo me hizo recapacitar y dudar de lo que estábamos haciendo. Me alejé de él y bajé la mirada muerta de vergüenza. —No, yo lo siento, no debí...
—Descuida, todo está bien, ya pasó —su tono de voz denotaba preocupación y hasta me atrevería a decir que también cierta aflicción—. Creo que lo mejor es que me vaya —dijo serio y se puso de pie.
Yo también me levanté del sillón. —Claro, te acompaño.
Y mientras lo observaba alzando sus cosas de la mesa, sentí mucho miedo de no volver a verlo si lo dejaba partir. O de que la insufrible confusión que me atormentaba hacía semanas se hiciera cada vez más insoportable. Y estaba harta de dudar, de no entender nada de lo que sentía, de lo que quería. Pero no sabía qué hacer, estaba clavada en el suelo como estatua, no podía hacer ningún tipo de movimiento ni emitir sonido alguno.
Me puse peor cuando Zafiro volvió a mirarme a la cara, con esa expresión tan clara y serena, que me transmitía tanta calma y seguridad. Al verlo reconocí de nuevo esa increíble y extraña tensión que se generaba entre los dos y no podía despegar mis ojos de los suyos. Estaba cada vez peor, me sentía como hipnotizada, completamente prendida de su mirada. Y percibí cómo una inquietante y fuerte emoción presionaba mi pecho y provocaba que los latidos de mi corazón de aceleraran más y más, y mis deseos, mis impulsos de hacer algo con todo esto que sentía, de no poder controlarme más, se hacían incontenibles.
Sabía que estaba aterrorizada, que me asustaba la idea de exponerme y demostrarle algo de todo lo que me pasaba. Pero aunque ni yo misma supiera qué era lo que en verdad sentía, también era consciente de que me urgía dejar de lado las dudas y la incertidumbre que me atormentaban.
Así que no quise titubear ni un instante más y le sostuve la mirada con firmeza tratando de transmitirle mi determinación. Zafiro pareció captar al instante mis intenciones, porque atinó a dar un paso hacia mí, y yo, como la buena arrebatada que siempre fui, me acerqué a él casi corriendo y apretando la tela de su camisa entre mis puños lo atraje hacia mí y lo besé con intensidad.
Él no dudó en corresponderme y enseguida rodeó mi cintura con sus brazos para estrecharme a su cuerpo lo más que pudo. Nos besábamos con desenfreno, con desesperación, hasta con cierta torpeza. Yo no podía creer lo que estaba sucediendo, mi cabeza me daba mil vueltas, mi corazón era un torbellino de emociones, no entendía nada de lo que estaba pasando, pero estaba segura de que no iba a detenerme por nada en el mundo.
—Serena... —susurró Zafiro contra mi boca—. Serena, escúchame... —decía impaciente—. Por favor, Serena... —pero yo profundicé los besos y él no se resistió, sino que llevó una mano a mi cuello para impedir que me alejara de él.
Permanecimos inmersos en los apasionados e interminables besos hasta que lentamente Zafiro comenzó a disminuir su intensidad. Y ahora me besaba con mucha calma, sin prisa, sólo depositando suaves y tibias caricias con sus labios en los míos. Hasta que se separó un poco para volver a mirarme. —Serena, escúchame, por favor —susurró.
Dejó de besarme y nos miramos fijamente. Él acarició mi rostro con suavidad y yo lentamente relajé mis puños soltando su camisa y acariciando sus hombros con mis manos. —¿Qué sucede? —pregunté un tanto agitada.
Me abrazó con fuerza y pegó su rostro al mío para susurrarme al oído. —Serena, necesito... —también estaba un poco agitado y yo me estremecí entera al sentir su respiración entrecortada sobre la piel de mi cuello—. Serena, necesito que me digas... —susurró de nuevo casi sin voz—. Por favor, si no quieres que siga dímelo ahora. Si no, ya no podré detenerme —y me regaló suaves besos en la mejilla, el costado de la nariz, la comisura de los labios y luego se separó un poco para mirarme de frente, sin dejar de abrazarme y acariciarme por la espalda.
No supe qué responder. Y al tenerlo tan cerca y percibir la tibieza de su aliento sobre mi boca no pude contener el inmenso deseo de volver a besarlo. Así que rodeé su cuello con mis brazos y de nuevo me apoderé de sus labios.
Él me tomó del cuello con una mano y de la cintura con la otra para pegarme aún más a su cuerpo. Y los besos cada vez se hacían más intensos. Incluso Zafiro dejó por un momento mi boca para comenzar a besar mi cuello y descender hasta mi pecho. Todo sin dejar de acariciarme lentamente con las yemas de los dedos en la espalda. Yo no pude evitar soltar un suave gemido. Estaba extasiada con la forma en que me trataba, era tan dulce y a la vez tan sensual que sentía cómo cálidas y electrizantes cosquillas recorrían todo mi cuerpo.
Y ya no pude aguantar más, estaba tan enardecida que entre besos apasionados y caricias intranquilas comencé a caminar hacia el dormitorio guiándolo para que me acompañara. Zafiro no se resistió, sino retomó los besos en mi boca y se dejó llevar.
Cuando llegamos a mi cuarto, lo empujé contra la cama para obligarlo a sentarse e inmediatamente yo también me senté a horcajadas sobre él para no interrumpir los besos. Pero de nuevo él intentó detenerme. —Espera, Serena.
—¿Qué pasa? —murmuré sin dejar de besarlo.
Zafiro rió contra mis labios. —No veo nada, ¿puedes... —y se separó del todo—. ¿Podrías encender alguna luz, por favor?
—¿Para qué? —refunfuñé.
—Para verte —dijo con un dulce tono de voz—. Quiero verte...
—Está bien —estiré mi brazo para alcanzar la lámpara de mi mesita de noche y encenderla—. ¿Así está mejor? —dije con una coqueta sonrisa.
Zafiro asintió y comenzó a acariciar mi rostro con mucha ternura. —No puedo creerlo —dijo sin dejar de mirarme fijamente a los ojos con una emotiva y hermosa sonrisa—. ¿Estoy soñando? —ambos reímos—. Dime, por favor, que esto no es un sueño —y me acomodó unos mechones de cabello detrás de mis orejas.
Yo negué con la cabeza. —No es un sueño —dije intentando sonar segura—, esto es real...
—Es increíble... —susurró otra vez serio—. Tú eres increíble... —y me besó.
Rápidamente los besos fueron tornándose cada vez más profundos e intensos. Yo estaba cada vez más impaciente y sentía que un intenso calor empezaba a desbordarme. Me quité el suéter apurada y sin dejar de besarlo comencé a tumbarlo contra el colchón.
Zafiro enseguida empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos, repasando mis brazos, mi espalda, mis piernas. Hasta detenerse en mis muslos unos instantes para luego regresar a mi caderas y empezar a acariciar mi piel bajo la camiseta. Me estremecí al sentir el contacto de sus manos sobre mi piel y volvimos a intensificar los besos con más pasión y desenfreno.
Lentamente empezamos a girar para cambiar de posición, ahora yo estaba recostada de espaldas sobre la cama y él de lado junto a mí. Sin dejar de besarlo comencé a desprender uno a uno los botones de su camisa. Y él quitó mi pelo de mis hombros para volver a besarme en el cuello. —Eres hermosa, Serena... —susurró contra mi piel—. Tan hermosa...
Yo estaba completamente entregada a sus caricias, extasiada con la forma en que me trataba, rendida a sus increíbles besos. Cálidas y electrizantes cosquillas recorrían todo mi cuerpo, y el deseo que sentía por él me desbordaba. Sin poder evitarlo comencé a soltar suaves gemidos en su oído mientras él seguía ocupado en mi cuello.
No tenía ni la más mínima intención de resistirme, todo lo contrario, estaba plenamente rendida y entregada a él. Porque eran los besos más dulces y llenos de pasión que jamás me había dado antes. Ya nada más me importaba, sólo nosotros dos, sólo el profundo deseo de estar junto a él, sólo la inmensa necesidad de detener el tiempo en este preciso instante y no sentir nada más... Sólo él... Sólo nosotros... Confiando en que ya nada malo podría pasar... —Darien... —susurré en un suspiro.
Y como era de esperarse, Zafiro se detuvo en seco.
Sí. Eso dije.
Darien.
¿Darien?
¿Por qué rayos lo nombré? ¿Qué locura inconcebible acababa de cometer?
Sin mirarme ni decir ni sola una palabra Zafiro se alejó de mí y se sentó en el borde de la cama. Y al caer en la cuenta de lo que acababa de decir, me tapé la boca con las manos como intentando prevenir el terrible desastre que acababa de desatar, pero ya era demasiado tarde.
El daño ya estaba hecho.
Nombré a Darien mientras me besaba apasionadamente con Zafiro.
Una locura total.
Imperdonable.
Locura TOTAL.
También me incorporé y me senté a su lado. Mientras me acomodaba la ropa lo observé temerosa por unos instantes sin saber qué hacer ni decir. Zafiro tenía las manos en la cabeza y los codos apoyados en sus rodillas. Y una vez más la maldita angustia que no se dignaba a dejarme en paz volvió a presionar mi pecho. —Perdóname —dije con un amargo nudo en la garganta que me impedía hablar con claridad—. Lo siento, no quise decir eso, yo...
—No, Serena —me cortó con frialdad—. No digas nada, no te disculpes.
Me sentía una basura, la peor persona de la tierra al haber actuado como lo hice. Me colmó un horrible sentimiento de culpa al darme cuenta de que muy probablemente lo había lastimado y le había causado mucho dolor cuando él no se lo merecía. Sentí que lo desilusioné de una forma espantosa, lo que acababa de hacer era imperdonable. —Lo siento mucho... —repetí con la voz apagada.
Zafiro demoró en reaccionar. Lentamente volvió a abrochar los botones de su camisa mientras se ponía de pie. Y yo estaba cada vez peor, no sabía qué más hacer o decir, estaba mucho más confundida que antes, mi cabeza era un revoltijo de turbulentos pensamientos, mi corazón se estrujaba y retorcía de tanta culpa y angustia.
—Ahora sí creo que lo mejor es que me vaya —dijo ensimismado y salió de la habitación.
No pude soportarlo más y al escucharlo dejé escapar las lágrimas que hasta ese momento me esforcé por esconder. Esto no podía quedar así, no sería justo para ninguno de los dos. No tenía idea de cómo arreglar semejante desastre. Pero reuní el poco valor que me quedaba y fui tras él.
Cuando llegué a la sala Zafiro ya había juntado todas sus cosas y se había puesto los anteojos y su abrigo. —No te vayas —le supliqué desesperada. Teníamos que hablar de lo que acababa de pasar, solucionarlo de alguna forma, reparar el horrible error que acababa de cometer.
Mucho peor me sentí al verlo sonreír. —No es preciso que me quede, no por ahora —dijo con calma.
Yo me acerqué un poco más. —Pero Zafiro, necesito que hablemos, quiero explicarte lo que sucedió —pero ni yo misma sabía qué rayos había pasado, por qué nombré a Darien en un momento como ése, por qué era capaz de cometer semejante locura y no actuar con algo de madurez por una vez en mi vida. Zafiro no se merecía esto, no lo merecía ni un poco—. No sé por qué lo dije, no sé qué me pasó y me confundí de esta forma, no sé...
—No, Serena —me interrumpió y también se acercó a mí. No se veía enojado ni disgustado, pero estaba muy serio, tenía una expresión muy dura en su rostro—. No me digas más nada, dejémoslo así por ahora. No es un buen momento para tratar de entender lo que pasó ni sacar ningún tipo de conclusiones. No podríamos —tomó mi rostro con las manos para captar mi atención y cuando lo vi a los ojos la culpa y la angustia se hicieron más intensas. Porque su rostro se fue relajando y su mirada volvía a ser tan cálida y dulce como siempre, volviendo a demostrarme lo increíble, comprensivo y maravilloso que era—. Tengo que irme, ¿sí? Es lo mejor para los dos —continuó mientras acariciaba mis mejillas con ternura—, esperaremos que pase un poco el tiempo para poder pensar tranquilos y tener la mente despejada y las ideas un poco más claras antes de volver vernos, ¿de acuerdo?
Yo asentí haciendo pucheros. —Pero... pero...
Él no dejaba de acariciarme limpiando las lágrimas de mi rostro. —Tranquila —dijo agrandando su sonrisa—. Todo estará bien —enfatizó—. Te lo prometo, todo va a estar bien.
—Lo siento, Zafiro, lo siento tanto...
—No te disculpes más, no te atormentes sintiéndote culpable, ¿está bien? —volví a asentir esbozando una sonrisa—. No pensemos más, no tratemos de entender ni de sacar conclusiones apresuradas ni de tomar ninguna decisión. Yo me iré a casa, tú te irás a dormir porque se hizo tarde y cuando pase el tiempo y estemos listos, volveremos a hablar, ¿sí?
—Sí... volveremos a hablar cuando estemos más tranquilos.
—De acuerdo —dijo en voz baja y antes de soltarme me dio un último y rápido beso en la frente. Fuimos juntos hasta la puerta—. Adiós, Serena —dijo sin mirarme y finalmente salió de mi departamento.
—Adiós, Zafiro —lo seguí con la mirada hasta que atravesó el pasillo y lo perdí de vista cuando bajó las escaleras.
Apenas desapareció solté un largo y pesado suspiro y apoyé mi cabeza en el marco de mi puerta. Y me percaté de cuán tensa había estado todo este tiempo, porque tenía una contractura tremenda en el cuello y los hombros y me dolían todos los músculos de la espalda.
Cuando cerré la puerta y regresé a la sala, divisé sobre la mesita el dibujo que le había obsequiado momentos antes. Me llamó la atención que lo olvidara, pensé que tal vez entre el revuelo y el apuro por irse no se habría dado cuenta. Pero cuando lo alcé y lo miré con detenimiento tratando de recuperar algo de lucidez y observarlo concentrada, me percaté de algo terrible. Y comprendí por qué Zafiro había reaccionado de ese modo tan extraño cuando le entregué el dibujo: el rostro del retrato no se parecía a él, sino a Darien.
Claro.
Ahora entendía todo.
Zafiro se parecía muchísimo a Darien. Sus ojos azules, su cabello, su sonrisa... Siempre pensé que eran muy parecidos. Y sin tomar consciencia de ello, lo dibujé exactamente igual a él.
Pero al volver a pensar todo lo que acababa de pasar, al repasar en mi mente todo lo que había vivido las últimas horas, los últimos meses, todo el tiempo desde que lo conocía, sentí otra vez esa punzante presión en mi pecho y de nuevo tuve ganas de llorar. Es que estaba tan confundida, ya no tenía más idea de nada... Todo se estaba haciendo cada vez más caótico para mí y mis emociones se estaban convirtiendo un torbellino tan abrumador que ya no podía soportarlo.
Tenía miedo de no saber qué rumbo seguir, de arriesgarme a salir lastimada si tomaba una decisión equivocada, de exponerme demasiado si me dejaba llevar por lo que sentía y quería, aunque ya no sabía ni entendía más qué demonios era...
Arrojé frustrada el dibujo sobre la mesa, suspiré una vez más esforzándome por dejar de llorar y sin tener ni la más pálida idea de lo que iba a pasar conmigo a partir de ahora, regresé a mi habitación.
Ay dios mío, este fic me va a dejar pelada del estrés!
Es probable que este capítulo no les haya gustado a muchas, pero sinceramente yo precisaba hacerlo así. Zafiro está siendo un personaje que a lo largo de la historia me ha sorprendido y cautivado mucho por su desarrollo y profundidad. Y para mí era necesario dedicarle un capítulo completo, aunque haya tenido un desenlace tan indefinido. Espero que sepan comprenderme. Tal vez más adelante me explaye más sobre lo que pienso de él y su relación con Serena.
Bueno, sin más para agregar por ahora me despido hasta la próxima. Haré lo posible por no tardarme mucho en regresar y deseo de corazón que ustedes tengan la suficiente paciencia para esperarme, como siempre :)
Besotototes per tutti! No se olviden de dejarme sus reviews, es mucho muy imporante!
Bell.-