Bueno, aquí llegamos al final del juego. Al Jaque Mate.

Debo disculparme antes que nada por la mala calidad del capítulo, pero me urgía el acabarlo y no soy buena si tengo prisa de por medio. Y tampoco estaba en condiciones óptimas debido a algunos problemillas, así que lamento si el fic decae precisamente en su final el que debería ser apoteósico (es que, bueno, es un juego de Sebby, si no acaba de forma espectacular no es de Sebby)

Advertencias. Intento de lemon que se ha quedado en eso, en un intento.


Sostiene una hoja entre sus manos. Está seca, es de color marrón. La ha recogido una media hora antes, cuando regresaban a casa tras haber ido a Londres a comprar algo que en ese momento a Ciel ni siquiera le importa ya.

Está sentado en el enorme invernadero donde se ocultó Snake alguna vez. Aunque hace frío afuera, la temperatura dentro es bastante agradable.

Le da un sorbo a su té Earl Grey, antes de percibir movimiento por el rabillo del ojo. Su pulso se acelera creyendo que ese "movimiento" es Sebastian.

La verdad es que las cosas están algo tensas desde aquel día en el que Sebastian perdió el control. Por supuesto, Ciel no sabe exactamente que lo que hizo Sebastian fue perder el control, él sigue pensando en que es un jueguecito que su mayordomo está jugando.

Y por supuesto Sebastian está jugando, pero no el juego que el joven Conde cree.

Ambos mantienen las distancias, hablando solo lo necesario, y solo se quedan a solas escasas veces al día. Ciel no lo sabe, pero el mayordomo también se siente incómodo, porque en esos momentos siente cosas que no sentía al principio de la partida.

Ahora la sola presencia del joven lo pone nervioso. No es un nerviosismo tan exagerado como el que siente Ciel, es más bien un nerviosismo incómodo.

Sí, eso es. Simplemente se siente incómodo al estar en la presencia de Ciel.

Sebastian supone que es debido a aquel día, debido a que se descontroló y, por un momento, olvidó su inocente objetivo: sonrojarle, para dar cabida a un nuevo objetivo que no era tan inocente como el simplemente sonrojarle.

Él cree eso, se niega a creer nada más. Pero el mayordomo no puede estar siempre en lo cierto.

- Sebastian.- el Conde se gira sobre la silla, esperando encontrar al mayordomo. Pero quien realmente aparece no va vestido de negro.- Snake.- murmura enseguida.

- No sabíamos que estabas aquí, Ciel; dice Goethe.- la aludida se desliza por el brazo del albino.- No sueles estar por aquí.- dice entonces Snake, hablando por él mismo.- El único que merodea por aquí es Black. El otro día vino murmurando cosas sin sentido…

- Solo quería desconectar un rato de la mansión.- responde, ignorando el comentario sobre Sebastian, mientras deja la taza sobre el platito.- ¿Y tú que haces aquí?- pregunta, cruzándose de piernas.

- Solemos estar por aquí cuando no hay nada que hacer.- contesta Snake, y antes de que Ciel diga algo más, el antiguo artista circense desaparece entre las plantas, dejando a Ciel con la palabra en la boca.

- Pues adiós.- responde bajito, adoptando una postura más correcta.

Entonces su mente vuelve al comentario de Snake sobre Sebastian.

Es verdad que, la mayoría de las veces en las que Sebastian menciona algo que a él no le interesa lo más mínimo (sobre todo cuando hace comentarios sarcásticos de cualquier tipo), en su cabeza solo suenan cosas sin sentido; postura que su cerebro adoptó para no escuchar los "bla bla bla" del mayordomo. Pero que el mayordomo murmurase realmente cosas sin sentido… Le parecía extraño. Más extraño de lo usual.


Ya tiene una idea exacta para llevar a cabo la última y magistral partida. Implica lo que mejor puede dársele a un demonio, aparte de la maldad y todas aquellas cosas.

Va a tener a Ciel Phantomhive.

Ya le pertenece de por sí, claro, pero va a tenerle de manera más física y primaria. Lo que implica las denominadas relaciones sexuales, como lo llaman los humanos. Está claro que aquello va a sonrojar a Ciel.

Pero ya está muy claro que él, desde que perdió el control, desea algo más que sonrojarle. Después de tres años- casi cuatro- empleados única y exclusivamente en ese pequeño mocoso, por fin ha sucumbido a la tentación más grande. Y no va a tardar en llevarla a cabo.

- Joven Amo.- llama a la puerta del estudio. Le había visto volver del invernadero y encerrarse allí.

¿Con que aún seguía evitándole? Poco va a tardar él en remediar eso. Y si tiene que tomarle en el estudio, le tomará en su estudio. Por todos los demonios que lo hará.

- ¿Qué quieres?- oye la voz de Ciel de vuelta, tras la puerta.

- Vengo a traerle un dulce.- sabía que Ciel, aún es esa situación no iba a negarse a tomar algo dulce.

- Pasa.- efectivamente, el joven sucumbe a la tentación.

El dulce es su mayor debilidad… Al menos, eso recuerda Sebastian.

Cuando el joven ya se ha acabado la mousse de fresa, se limpia delicadamente con un pañuelo que Sebastian siempre trae en la bandeja, y se gira a mirar al mayordomo, por fin decidido.

- ¿A qué vino eso?- no sabía qué le impulsa a hablar (y más a hablar sobre ese tema), pero lo hace por fin, echando a un lado la incomodidad.

Sebastian gira el rostro hacia él, y esboza una sonrisa amable.

- ¿A qué se refiere?- por supuesto, está haciéndose el tonto. Quiere ver por sí mismo la clase de pensamientos que tiene Ciel respecto a eso.

- Está claro que me refiero a lo que pasó en el jardín de peonías. Y no digas cosas inútiles, porque entonces mi querida mente te ignorará y no oiré lo que dices. Y quieres que lo oiga, lo sé. No puedes evitar presumir.- entrelaza sus manos.- Adelante, Sebastian. Ilumíname.

El mayordomo sonríe y se agacha a su altura, poniéndole una mano en el hombro.

- Lo lamento, Joven Amo, pero esta vez su curiosidad no podrá ser saciada.- responde, recibiendo una mirada iracunda del muchacho.

- No puedes mentirme, Sebastian.

- Oh, pero esto no es mentir. Es encubrir la verdad. No se ponga melindroso.

Ciel endurece la mirada, para después sonreír descaradamente.

- Vaya, si es algo que no quieres que sepa, entonces debe de ser algo bueno. Me pregunto qué será…

Sebastian frunce el ceño, y antes de que Ciel pueda siquiera girar su rostro para mirarle, dirige su rostro hacia el de él y presiona sus labios contra los de Ciel.

Es inesperado, es vergonzoso, es confuso, pero Ciel no se sonroja. Sebastian tenía razón, aquel muchacho ya es inmune a los besos.

No tarda nada en despojarle de la parte superior de su traje, arrojándolo al suelo. Oh, sí, va a tener que ser drástico y hacérselo ahí mismo. Pero para ser sinceros, eso no le importa mucho.

- Tienes unos jueguecitos muy atrevidos, Sebastian.- murmura Ciel, sonriendo con descaro.- Sabía que te traías algo conmigo… Si no quieres decírmelo, está bien. No importa. Solo sé que me deseas, y con eso me basta.

Sebastian gruñe de rabia, pero se abstiene de contestar. La pullitas de Ciel nunca le han hecho efecto, y no van a empezar a hacerlo ahora.

Recorre despacio el torso de Ciel, que sigue igual de suave que aquella vez, y la sensación al tocarlo no ha variado en absoluto. Eso le gusta.

En poco tiempo, los pantalones de Ciel yacen en el suelo junto a su chaqueta y camisa, y junto a los guantes de Sebastian, que son la única prenda que le falta al mayordomo.

El Conde observa cómo Sebastian se dedica a recorrerle con la mirada, y nota el calor acudiendo a su rostro, a su cuerpo entero. La mirada del mayordomo nunca dejará de hacerle sentir de esa manera. Pero refrena, por suerte, el color que también trata de salir.

Y aunque Sebastian tiene otro objetivo nuevo, sigue queriendo ver el sonrojo que le otorgará la victoria, así que al ver que aún no aparece, agarra al muchacho, lo levanta de la silla, y lo coloca sobre la mesa.

- He oído que así es más excitante.- comenta el demonio, sonriéndole.- Sobre la mesa del estudio…

- No entra en mis fantasías particulares, pero no está mal.- contesta Ciel, consiguiendo simular seguridad aun a pesar de que su corazón late como un poseso.

"¡Cállate!", piensa, pero su corazón no desiste. Parece ir en contra suya, y haberse puesto del lado de Sebastian, porque el que lata así de angustioso al joven Conde no le ayuda nada.

- ¿Desde cuándo ha cambiado de opinión respecto a las libertades que me puedo tomar?- pregunta el mayordomo, comenzando a quitarse la ropa.

- Desde que decidí seguirte el juego.- responde Ciel, mirando- y, muy a su pesar, maravillándose.- al mayordomo desvestirse.

Sebastian sabe que el juego que Ciel tiene en mente en realidad no existe, que ni siquiera sospecha que lo único que pretendía el mayordomo en un principio era sonrojarle, pero lo deja estar, pues poco le importa si Ciel lo sabe o no. Solo quiere ganar.

Es lo que siempre ha querido.

Técnicamente.

- Pero usted…- pasea un dedo desnudo por una de las nalgas de Ciel.-… no sabe cómo jugar.- Ciel abre los ojos sorprendido, mientras Sebastian se quita el último vestigio de prenda que indicaba que unos minutos antes no estaba completamente desnudo.- De hecho, ni siquiera puede jugar. Mi juego sólo es para un jugador.- dice por último, para después introducir su dedo índice dentro de Ciel.

El Conde se arquea un poco, debido a la sorpresa. Profiere un pequeño jadeo de disconformidad ante la intrusión, y luego otro cuando el dedo de Sebastian comienza a moverse.

El mayordomo sigue hablando, como si simplemente estuvieran tomando una taza de té y no estuvieran haciendo eso.

¿Y qué demonios es lo que están haciendo? Porque a Ciel no le ha quedado claro.

- Usted no es un jugador. Usted es…- introduce otros dos dedos de golpe, provocando que el cuerpo de Ciel reaccione y caiga hacia atrás ruidosamente, golpeando la mesa con la espalda. El mayordomo se inclina hacia él, mientras la mano que no está ocupada delinea su cintura.- El premio.- dice por fin.

No puede evitarlo. Sale así, sin más. Lo que provoca una intensa mirada de satisfacción en el rostro del mayordomo. El sonrojo de Ciel por fin sale a la luz.

Ya está. Ha ganado su propio juego. Ha conseguido hacer sonrojar a Ciel todas las veces que se ha propuesto, bajo las reglas que se ha impuesto.

Pero como es el último sonrojo que probablemente vea en el joven en mucho tiempo, decide alargarlo. No va a desaparecer hasta que Sebastian no lo quiera.

- Así me gusta.- murmura, pasando el pulgar por los labios enrojecidos del joven.

Entonces, Ciel siente cómo los dedos de Sebastian se liberan de su interior, para dar cabida a otra cosa muy distinta. Gime cuando la pelvis de Sebastian choca con su trasero. No duele, no es doloroso… simplemente desconcertante.

Su mente a duras penas registra lo que pasa, porque está a punto de quedarse en blanco.

- No me lo ha puesto fácil.- murmura el demonio, sonriente, mientras comienza a moverse.

Ciel abre los ojos desmesuradamente.

¿De qué está hablando? ¿Qué es lo que dice?

Su oído sólo capta vibraciones confusas, y sólo sabe que el mayordomo está hablando porque le ve mover los labios.

Aunque tampoco ve apropiadamente, porque lágrimas calientes nublan su visión. No sabe por qué aparecen, simplemente comienzan a salir a medida que Sebastian se mueve.

Su cerebro trata de decirle que es porque se está sintiendo bien, pero Ciel no escucha, solo cierra los ojos y se deja llevar. Antes de que su mente y su raciocinio se apaguen por completo, le da tiempo a pensar en lo que siente. Precisamente es porque está enamorado que no le ha impedido nada de eso a Sebastian. Pero también sabe que el mayordomo jamás le corresponderá, pues, como bien ha dicho, él solo es un premio de un juego que creía alzanzar a comprender. Suspira mientras su mente acaba de perderse por completo.

Y en todo ese tiempo, Sebastian no deja de mirar el intenso color rojo que sigue apoderándose del rostro del joven. Piensa que incluso eso le basta para llegar al final, para liberarse por fin dentro de Ciel.

Cuando lo hace, Ciel comienza a murmurar cosas sin sentido mientras él también alcanza el fin.

El sonrojo sigue latente en su cara cuando el mayordomo murmura un "Jaque Mate"

Y entonces, cuando mira enteramente el rostro del joven, se da cuenta de que había estado completamente equivocado. En el invernadero había estado recreándose en su ya adelantada victoria, pero no sabía que gracias a esa victoria, iba a perder.

Puede que haya ganado su propio juego, pero ha perdido el que considera crucial no perder, y que, ni de broma él habría inventado.

Enamorarse.


Y con un largo bla bla bla, llegamos al final TwT

Lamento de nuevo si os decepciona, es lo mejor que he podido hacer estando metida de lleno en una situación de estrés.

Agradezco todos vuestros reviews y espero que queráis seguir mandándome más y lo hagáis.

Gracias por leerme, y si queréis votarme (por si os ha terminado por satisfacer el fic), en mi perfil estará el link del post que os llevará a las votaciones.

Muchas gracias :D