/Viernes 1 de Noviembre del 2013/

Para quien mirara como la cabeza de Murasakibara estaba descansando en el regazo de Himuro, pensarían que era éste último era quien le daba consuelo al chico gigante. Pero no era así, porque al hundir su mano en esas hebras moradas le hacían sentirse tranquilo, era una maravillosa medicina que no estaba con deseos de negar, fuera por el motivo que fuera. Lo único que el pelinegro sabía era que sus lágrimas no estaba dispuestas a ceder con nadie por todo el sufrir de su ser, sin embargo, en el día que el chico de gran estatura llegó y le regaló una caja de pocky, se quebró y dejó de fingir.

Y pese a que Murasakibara no sabía cómo lidiar con el llanto, pues incluso creía que ese tipo de personas daban asco y eran débiles, dejó de pensar y únicamente jaló del cuello al pelinegro para acercarlo contra su pecho y un reconfortable silencio llenó al lugar y a los dos.

Era la segunda persona —sin contar a su mamá— con la que terminaba abriéndose de esa forma y no porque Tatsuya lo hubiese decidido, sino que simplemente tanto como Taiga y Atsushi tocaron de la manera correcta las inmensas barreras de su persona, derribándolas. No obstante, cada uno había seguido un sendero muy diferente.

— ¿Por qué tienes que irte a América cuando acabas de regresar, Muro-chin? —se quejó Murasakibara como un niño.

—Siempre he vivido en América, Atsushi, vine aquí por simple visita —contestó un paciente Himuro.

—Mmm… —Murasakibara podría hacerse el tonto muchas ocasiones, pero eso no significaba que lo fuera, simplemente prestaba atención cuando le convenía. Justo como ahora, que supo el pelinegro no le decía la verdad— Estarás muy lejos como para irte a visitar —acomodó una mano en el regazo ajeno y puso ahí su quijada para mirarlo a los ojos.

Himuro se sintió extrañamente bien con esa mirada y sonrió calmado, con una nota de diversión.

—Voy a volver —no sé cuánto tiempo me llevará, pero lo haré, tenía muchas cosas que dejar atrás antes de disfrutar como tal las bonitas y tranquilas sensaciones que el pelimorada le causaban, porque tampoco deseaba aumentar la esperanza antes de tiempo. Aún debía hacer mucho trabajo consigo mismo.

—Esperar es tan cansado —Murasakibara hizo un mohín que hacía un contraste muy gracioso con su apariencia gigante.

—Siempre podrás avisarme cuando estés por casarte con una guapa señorita.

El chico de cabello morado no dijo nada, solo frunció el ceño y desvió la mirada, empezando a comer de un paquete de galletas.

Fue una suerte que cuando Kagami abrió la puerta de la habitación, Murasakibara ya estuviera incorporado y acomodando sus dulces en una bolsa. Eso no evitó que compartieran una mirada un tanto recelosa.

—Atsushi, nos vemos pronto —se despidió Himuro sin previo aviso, pero sin ser grosero realmente.

—Volveré mañana, Muro-chin —respondió más para que el pelirrojo lo escuchara, que por otra cosa, y abandonó el lugar.

El pelinegro estaba acomodándose su cabello. No hacía mucho le administraron sus medicamentos para el dolor y limpiaron su herida, todavía se sentía cansado y no podía moverse mucho como quería realmente, pero estaba mejor, eso era seguro.

Kagami se sentó en la cama y le examinó con la mirada, sin necesidad de preguntarle su estado, además estaba dándose la oportunidad de contemplar la hermosa silueta impropia. Hasta que sus ojos se encontraron y Himuro le sonrió ligeramente, con esa chispa que los dos compartían, solo que sublimada para evitar otras cosas.

—Me da gusto verte mejor, Tatsuya —masculló Kagami desviando la mirada unos segundos a la pared, momentáneamente avergonzado.

—En dos semanas me trasladan a América —avisó Himuro, calmado como siempre y se sujetó el anillo en su cadena.

—Mi papá avisó que ya estado poniéndose en contacto con sus colegas de uno de los hospitales allá —Kagami le sonrió de manera reconfortante.

Habían pasado ya tres días desde aquel último beso que compartieron y tener una aceptación por parte de ambos no era nada sencillo. No existía ningún manual que dijera como guardar tu primer y gran amor, pero ahí estaban ellos en la habitación del hospital, actuando de forma amistosa y confiada. Resultaba extraño que con todos los recuerdos de todos los apasionantes años que vivieron su relación, ahora todo era tan diferente.

Sentían el sabor de la diferencia con fuerza en su lengua, que bajaba hasta su corazón, sin embargo, así estaban las cosas y ninguno de los dos se permitía flaquear, ya no.

Taiga extendió la mano y sujetó la de Himuro, esa que sostenía el anillo de él y miraron la unión de ese gesto. Los dos tenían tantas palabras que golpeaban en su garganta por querer salir como un vómito de oraciones.

—Tatsuya… —suspiró Kagami y alzó la mirada. En esta semana no salió del hospital en ningún momento, pero se había reservado los días sin ir a ver al pelinegro, dedicándose a pensar. Era muy poco tiempo, sí, no obstante, su fuerza mental ayudaba bastante.

—Antes que digas algo, Taiga, necesito dejarte en claro algo —interrumpió Himuro y el agarre de las manos se deshizo lentamente. Los anillos de ambos brillaron—. Nunca te he culpado a ti por todos los cambios que sucedieron desde… desde esa vez, e independientemente de las modificaciones de las palabras que antes dijimos, no hará que mi percepción de ti cambie. Tenlo presente siempre, Taiga —sonrió como solo él sabía hacerlo en sus serenas expresiones, que ahora se llenaron de calidez.

Kagami tragó saliva y las palabras ajenas le llegaron profundas, lo abrazaron y en vez de sentir temor, se sintió bien. Confortado.

—Siempre has sido el primero, Tatsuya, lo que tuvimos en el pasado, no es algo que vaya a olvidar… —tú eres alguien que simplemente deja huella, añadió en su interior— Por ti tengo los mejores recuerdos y experiencias en mi vida —él también sonrió, mientras miraba al otro muchacho.

—Y es un completo privilegio para mí —es algo que nadie me podrá robar, Himuro se sintió orgulloso de eso, pero no disminuía su dolor interno.

Ambos se miraron y por mera inercia, se tocaron los anillos. Primero los propios y luego ambos extendieron sus manos para tocar el de cada uno, metiendo el dedo anular en cada uno, quedando con los brazos entrecruzados por la acción.

—No sé cómo sería mi vida si no te hubiera conocido, Tatsuya.

—… Taiga, soy yo quién te dice eso a ti.

Kagami tumó impulso del anillo ajeno, donde tenía metido su dedo anular, como cuando se comprometieron, y se acercó hasta que sus frentes se tocaron suavemente. Sus ojos estaban tan cerca y expresaban tantas cosas… las palabras no alcanzarían para decirlas.

—Pero… es momento de que tú y yo avancemos —musitó a escasos milímetros de los labios del chico del lunar—. Lo nuestro no es algo que quedará en el olvido, solo…

—Quedará guardado. Mis sentimientos por ti, Taiga, quedaran siempre en el mismo lugar, protegidos para que el tiempo jamás les afecte —Himuro cerró los ojos y suspiró lentamente.

Ah. Cuanto dolía todo esto, era tan triste que las incontrolables ganas que tenía de soltar sus lágrimas punzaban amenazantes. Esperaba poder controlarse, porque estaba cansado de sufrir, estaba desesperándose de la agonía de su pecho que se arremolinaba con terquedad y furia. De todos modos, eso ya no haría que la decisión de ambos se moviera, pasara lo que pasara, pues algo que compartían, era el hecho de que una vez tomaban las riendas de su camino como debía hacer, su determinación no fallaba, así se arrastraran por el dolor.

Porque a Kagami también esto lo tenía con el sufrimiento causando tormentas en su corazón y en su mente. Decirle adiós a la primera persona que le robó todos esos apasionantes sentimientos, de aquel ferviente y arrebatado amor, no era fácil. Ni siquiera por el simple hecho de tener a alguien más que lo estaba esperando, no había nada que pudiera hacer esto menos complicado y doloroso de lo que ya era. Sentirse culpable ya no era la solución, ahora solo le tocaba terminar de pulir las decisiones, pese a que una parte del cuerpo del pelirrojo seguía negándose.

Sin embargo, tarde o temprano, la aceptación iba a bañar por completo los corazones de Tatsuya y Taiga, y se transformarían en algo mucho mejor.

El pelirrojo igual cerró sus ojos y se quedó así, junto al pelinegro un gran rato, escuchando sus respiraciones, sintiendo el peso de aquellos anillos de compromiso que ahora estaban en sus dedos por el momento. Sus labios estaban ligeramente abiertos, por lo que sentían ligeramente el aliento de cada uno.

Pudieron besarse, mas ya no era el momento. Ahora solo era el turno de las palabras y aun así les faltaría tiempo.


Faltaba una semana para el día en que se casarían y Kagami estaba embrocado en el pecho de Himuro, con los ojos cerrados. Hacía muchísimo calor por el verano, sin embargo, no deseaban dormir separados en la misma cama, era tan cómodo sentir como sus pieles se tocaban así luego de haber hecho el amor.

Últimamente, a Kagami le gustaba más dormir sobre el pecho del pelinegro, un cambio algo diferente, pues usualmente era al revés. De todos modos, a ninguno le molestaba ese hecho.

¿No puedes dormir, Taiga? Himuro igualmente tenía los ojos cerrados, pero sentía al otro despierto, así como lo estaba él.

Agh, tal vez deberíamos darnos un baño Kagami hizo un mohín y suspiró con cierta irritación.

Son la una de la madrugada señaló Himuro, alzando una ceja y acariciando el cabello rojo impropio, aunque podemos usar la alberca infable un rato.

Eres una encantadora salvación Kagami le sonrió con felicidad infantil y se acercó a besarle los labios con fervor.

No les llevó mucho tiempo inflar la alberca, tampoco era muy grande, solo les serviría un rato y además, estaban en la azotea del edificio departamental por lo que usaron de contrabando la manguera de emergencia para llenarla con agua.

Una vez estuvo listo, el pelirrojo dejo solo unos momentos a Himuro, alegando que debía ir por las toallas, pero bien podrían secarse ellos mismos. Aun así, él se metió primero en la alberga y suspiró. Hasta que sintó la mano ajena taparle los ojos y un beso en su mejilla que lo hizo sonreír.

Te tengo una sorpresa susurró Kagami con una enorme sonrisa y destapó los ojos ajenos, soltando un par de cadenas de su otra mano, mismas que les colgaba un anillo.

¡Taiga…! los ojos de Himuro se iluminaron y en su aparente fría e inexpresiva cara, apareció la más maravillosa expresión de amor. Agarró una de las cadenas mientras el otro se sumergía en la alberca.

Me avisaron a penas ayer que estaban listas luego de que fuimos a hacer el pedido explicó Kagami.

¿Tu solo pagaste el resto?

Bueno, quise darte un regalo, Tatsuya Kagami se sonrojó ligeramente.

·El pelinegro se rió discretamente y le besó los labios cortamente.

Definitivamente son mejor que anillos de matrimonio convencionales.

Déjame ponerte el tuyo.

Taiga usó el que agarró y se lo colocó en el cuello al pelinegro y éste hizo lo mismo con el que eligió primero. De modo que intercalaron ambas cadenas y momentáneamente, extendiendo sus brazos, se pusieron el anillo en su anular, sin desprender el anillo.

Eres mi completa… felicidad musitó como un arrullo de estrellas.

Taiga, eres el mejor de todos Himuro lo jaló del anillo sin mucha fuerza y se besaron, bajo el manto nocturno de la madrugada.

Sé que está de más que lo diga, Tatsuya, pero… Siempre voy a querer que tú seas feliz y que nunca detengas tu camino, éste o no presente.

¿Por qué dices algo cómo eso, Taiga? Himuro le miró fijamente. Sabía que el otro no tenía mucho tacto en las cosas, pero no era de decir algo como eso tan de repente.

Quiero que te queda claro, simplemente Kagami le acarició el cabello.

Si es así, entonces… Tampoco quiero que te detengas, aunque yo no esté, Taiga.

Eran palabras fuertes, pero el pelirrojo había tenido la necesidad de decirlo, sin embargo, que Himuro se las dijera, le hizo fruncir un poco el ceño. Se sentía horrible solo de imaginarse una vida sin él, aunque solo fueran simples palabras.

Palabras que tenían sentimientos y que jamás pensó una semana después, adquirirían significado. Aun así, ambos lo prometieron.

Pero mi vida sin ti, no sería la misma, Tatsuya, nunca y era una completa verdad para Kagami, siempre lo sería.

El aludido chico de cabello negro le respondió con una caricia llena de adoración y volvieron a besarse.


No obstante, ahora el momento de cumplir aquello que antaño se habían dicho, cuando de la nada, Kagami sacó el tema a relucir. Y el recuerdo los golpeó a ambos en la mente con un doloroso espasmo, por lo que tuvieron que separarse lentamente, obviamente, sin comentar nada.

Solo se miraron y las manos de Himuro tocaron la cadena impropia y sonrió cortamente, a la vez que el pelirrojo le sujetó las muñecas unos segundos, para luego asentir. Posteriormente, también él sujetó la cadena del pelinegro y aunque éste bajó la mirada al anillo, asintió casi un minuto después.

Lo inevitable ya no podía ser negado más tiempo, al final de cuentas, aquellas palabras de antaño fueron dichas para cumplirse.

Taiga y Tatsuya compartieron la mirada, mientras ambos se quitaban las cadenas, para devolvérselas.

Pero pese a eso, también era verdad, que la vida de los dos, no sería la misma, nunca. Tal y como había dicho Kagami.


/Domingo 3 de Noviembre del 2013/

Las cosas que tenía por hacer resultaban demasiadas en tan pocos días, sobre todo porque él mismo se negó al exterior por haber decidido estar en el hospital todos esos días, pero no se arrepentía de nada. Eso no significaba que las cosas a partir de ahora serían fáciles, ya que en su lista estaba otra persona que anhelaba ver, con la que necesitaba estar.

No había sabido nada de Aomine desde aquella vez en que lo abrazó mientras esperaba la cirugía de Himuro terminaba, simplemente Kuroko le comentó por mensaje que estaba bien y en casa con Momoi, nada más. Y por el momento fue mejor así, aunque de todos modos se moría de ganas de tocarlo, de acariciarlo y de decirle muchas más cosas, sin embargo, se estaba autocastigando creyendo que no lo merecía. Claro que en esos momentos, todavía no había hecho lo que debía con su elección.

Además, su cabeza fue un completo caos, así que la soledad no le sentó mal en ese tiempo. Solo Alexandra estuvo haciéndole compañía por obvias razones y su padre que llegó a llevarles comida, ropa y otras cosas necesarias en lo que seguían ahí, pues ambos no estaban dispuestos a dejar solo al pelinegro.

A Kagami seguía afectándole la situación con su madre, eso era un completo hecho, pero había optado por guardarse las cosas. Tenía tanto por decir, tanto por sacar y no sabía cómo. Ni siquiera supo cómo logró controlar el deseo de gritar y destruir todo lo que tuviera a su alcance, mas eso no significó no tuviera estragos en su cuerpo, ya que mientras estaba en el hospital por Tatsuya, una gripe le atacó terriblemente. Su papá, Yuu, fue un sustento muy importante y Alex no se quedó atrás. Ya sabía del porqué de la llegada de su progenitor y todas las cosas que cambiaron en él.

Había mucho viento. El otoño se hacía notar bastante, no obstante, el frío que recorrió todo el cuerpo de Kagami no tenía nada que ver con eso y su pulso se aceleró cuando tocó el timbre de la casa donde cierto peliazul vivía.

Tocó tres veces, aunque no parecía que estuviera alguien ahí y eso lo asustó. ¿Se habría mudado de casa y no avisó? O bueno, más bien a él. Y si lo había hecho, no se quejaría, con tanta cosa que le hizo pasar…

— ¿Por qué rayos insistes en tocar, cuando te di una llave de la casa, Bakagami? —la voz de Aomine apareció justo detrás del mencionado, haciéndole pegar un brinco.

— ¡Agh, idiota! —Kagami lo miró asombrado unos segundos al darse la vuelta, hasta que sus ojos rubíes se encontraron con esos zafiros.

El mundo de los dos revoloteo, como un bombardeo en su interior en el momento que sus pupilas se observaron.

Aomine sintió como una fuerza de gravedad le estaba exigiendo que tomara al pelirrojo en sus brazos y lo besara hasta desfallecer. Joder, joder, joder, ¡porque cuánta falta no le hizo en más de esta semana! ¡Por supuesto que quería abrazarlo y demostrarle lo mucho que le extrañó!

Pero se detuvo, se mantuvo firme por puro milagro, mirándolo.

Curiosamente, la sensación extraña que tenía Kagami, por el hecho de que ya no llevaba la cadena colgando de su cuello, se le olvidó al quedar atrapados en la profundidad de esos orbes azules. Sintió que el aire escapó de sus pulmones y sus labios se sacaron en la más enorme necesidad de besar los belfos del de piel cobriza.

El pulso de Daiki sufrió un feroz ataque cuando al contemplar al impropio, se percató que ya no tenía el anillo de siempre colgando de su cuello y un sinfín de ideas, de escenarios se le formaron en su mente con ese pequeño detalle. ¿Acaso sería posible...?

Negó velozmente a la esperanza —esa que en toda ésta semana no dejó de revolotear en su cabeza, a pesar de lo que decidió— que ese pequeño detalle le ocasionó. De nada le serviría creer algo cuando ya sabía al final no sería así. Después de todo, sabía que cual fuera la elección de Taiga, él iba a llegar a visitarlo.

Y por supuesto que la espera fue atroz, ¿pero qué más podía hacer en esa situación? Si se quedaba en el hospital, sentía que sobraba, ese no era su lugar y no porque alguien se lo dijera, lo sentía. Eso no significaba que en esta semana y media no hubiese querido ir y confrontar al pelirrojo, por la mierda que se comía las uñas para aguantar el no hacerlo; de solo imaginar lo mucho que quién amaba sufría… ¿cómo no querer estar ahí para él?

Según el moreno, ya estaba preparado para cualquiera que fuera la decisión de Taiga, pero ahora que lo tenía de frente, los estremecimientos fríos estaban atacando su cuerpo.

— ¿Te vas a quedar en el frío o vas a pasar? —Aomine enarcó una ceja con algo de mofa.

Kagami frunció el ceño, pero no dijo nada por ahora. De hecho, no esperaba que el otro actuara de una forma "normal", aunque por los silencios prolongados que se estaban formando, era obvio que no había nada "común" en ambos.

Le dio algo de alivio ver que Momoi no estaba en casa, es decir, no se imaginaba como ella lo iba a recibir con todo esto, pues sabía lo mucho que la pelirrosada quería y defendía al moreno. Incluso había creído que ella estaba en casa y no deseó abrirle, al final de cuentas, se ganó algo como eso.

—Está muy silencio… —murmuró Kagami, más para sí mismo que por otra cosa.

—Satsuki esta con Tetsu, de hecho, estábamos con él, pero tenía que traer algunas cosas —comentó Aomine como si nada, buscando algo en el mueble donde estaba la televisión.

Frialdad, esa era la palabra que apareció en la cabeza del chico de tez bronceada. Sintió miedo de que ahora todo fuera a empeorar y aunque era un riesgo total, habló:

Regresaré a América.

Fue una suerte que Aomine estuviera de espaldas al pelirrojo, sino la faceta de decepción y dolor que mostró su rostro, hubiese quedado al descubierto. Aun así, el control remoto que sostenía de la televisión cayó al suelo y el silencio reinó el lugar.

Se estaba repitiendo en su cabeza que algo como esto iba a pasar, que sabía que cuando Kagami ptomara su elección difícilmente se quedaría aquí, dado el hecho que se creció en aquel otro país.

Empero ni porque se golpeaba el cerebro con esas palabras — de "lo sabía" — podía encontrar la fuerza con que se supone afrontaría la verdad. Ni siquiera era capaz de voltearse, temía encontrarse el anillo de la cadena del pelirrojo en su dedo anular.

No, definitivamente todo esto era mucho peor de lo que pensó. Y siguió aumentando de nivel.

—Tatsuya no podrá solo con la…

—No sé porque viniste a perder el tiempo para contarme tus futuros planes conyugales —no, no, no es eso lo que iba a decir, se regañó Aomine mentalmente. Sin embargo, sus palabras no lo escuchaban.

Esa respuesta impactó contra el pecho del otro muchacho. O sea, sabía que esto no podía salir tan bien como lo deseaba, aun así… Aun así esto le estaba doliendo más de lo que pensó.

— ¿Entonces para ti hubiera sido mejor que me fuera sin tener un mínimo respeto por todo lo que hemos pasado hasta ahora? —inquirió Kagami, ignorando de momento la mala interpretación del moreno por su falta de explicación.

—Con que vengas para decirme que te vayas, no hará que te lleves todo lo que teníamos para fundirlo en tu otra relación, Kagami.

La expresión del susodicho se descompuso en perplejidad.

— ¿Qué se supone que estás diciendo, idiota?

Y Aomine, finalmente se dio la vuelta para enfrentarlo. Aunque se encontró con una expresión diferente a la que creía, pero de todos modos, su defensiva contestación no salía de sus gestos verbales, a pesar de que su cuerpo parecía relajado y su cara tan desgarbada como siempre. Mas su interior golpeaba para intentar dejar escapar con total plenitud la agonía de su alma.

—Que dejes de perder el tiempo, simplemente. No necesito que me vayas a explicar nada, ni se te ocurra hacer una estúpida despedida ahora, porque…

— ¡Eres un completo estúpido, Ahomine! —Kagami caminó hasta acercarse al peliazul— ¡Ni siquiera has dejado que te diga lo que realmente vine a decir y estás actuando así!

—Ahorrate los discursos, solo eso —Aomine frunció ligeramente el ceño al momento que sintió el perfume contrario llegar a su nariz y envolverlo tan seductoramente.

— ¡Que no es eso!

— ¡Pues entonces vete ya al maldito hospital y regresa con el bastardo de Himuro! —si la reacción de Aomine fue tan tosca, diferente a como fueron sus anteriores palabras hace varios días, era que no deseaba dejarse llevar por la cercanía y el magnetismo del pelirrojo. O terminaría besándolo y hacerlo, para después recibir la bofetada de que su elección no era él, sería demasiado. No podía seguir con la vitalidad en la venas y ya bastante le costaría a partir de ahora.

— ¡Joder, contigo, Aomine Daiki, te digo que no es así! ¡Tú eres mi elección, idiota! —gritó Kagami, con desesperación, enfrentándolo como si estuvieran en una pelea a golpes.

— ¡…! —decir que Aomine quedó impresionado por esas palabras era quedarse corto. Ese adjetivo no se acomodaba a la sensación que sintió, pues incluso su reacción fue tan fuerte, que su expresión aparentemente controlada, se deformó en un aire indescifrable, que luego tomó forma en un gesto brillante en esperanza— ¿Qué… qué es lo que estás diciendo…?

—Eres un imbécil, maldición… —Kagami desvió la mirada unos segundos— Vengo con toda la disposición del mundo y tú lo que haces es malinterpretar todo, tsk.

—Kagami...

El moreno se acercó los pasos restantes a la anatomía contraria, quedando tan cerca como para que ambos se abrazaran o se besaran, lo que pasara primero, dadas sus alturas similares y que seguían mirándose a los ojos. Aunque Aomine quería oír hasta el cansancio que él de verdad era lo que el pelirrojo había elegido y que no era un sueño, sino que era la hermosa realidad de los dos.

—Estúpido cabrón.

—Te amo, Kagami Taiga —pronunció Aomine con la misma sazón que se le da el toque a una comida, y sonrió. Sus ojos no podían ocultar el tremendo brillo de felicidad y el sabor de gloria en su garganta que quería hacerlo gritar de la misma emoción.

El otro chico no pudo luchar contra eso, santo cielos. El moreno no era de hacer ese tipo de expresiones tan libres de altanería, así que no lo soportó más y…

Lo besó.

Tuvo que jalarlo de la ropa y ambos se besaron con tanta fuerza, que perdieron el equilibrio y, trastabillando, lograron caer a uno de los sofás —el más grande, por suerte.

Había sentido que una necesidad fisiológica les hacía falta, por todos los Dioses. No era como necesitar respirar, comer o beber agua, ¡no era así! ¡Era todavía mucho más! Sus sentimientos rayaban la cordura de la humanidad, algo como ellos podía quemar y eclipsar todo a su paso. La fuerza de ambos era indestructible; como la firmeza de la tierra y el poder abrasador del fuego.

Aomine y Kagami eran todo eso y más.

Sus pieles no escatimaron en nada, hasta que lograron el verdadero objetivo de desnudarse y sentir como se acariciaban, como todo lo que habían esperado para estar juntos desaparecía finalmente y por fin volvían a formar uno.

Era una maravillosa y perfecta explosión de todos los sentidos en ambos. Estaban llevándose al mundo con ellos ahora mismo, entre suspiros, ósculos, caricias… y amor.

Sin embargo, eso no iba a ser suficiente para que la segunda elección de Kagami flaqueara, a pesar de que el inmenso amor de Aomine lo tenía completamente envuelto mientras hacían el amor.


/Sábado 16 de Noviembre del 2013/

El aeropuerto de la ciudad de Tokyo estaba abarrotado de gente, pese a que no era una fecha muy importante como para estar ejecutando tantos viajes. O tal vez Aomine lo notaba así, porque para él sí era una fecha muy importante… y no una precisamente muy feliz, de hecho, si pudiera evitar esto lo haría. Pero no iba a cortarle las alas a la persona que amaba más que su vida.

— ¿No dejaste nada tirado, Taiga? Sabes cómo es Yuu de minucioso con eso —recordó Alex, quien llevaba dos maletas de llantas al caminar rumbo a la salida del lugar, para ir rumbo a los aviones.

—No, ya te dije. De todos modos, Tatsuya me ayudó a revisar con una lista —contestó Kagami, llevando un maleta al estilo de la rubia y una mochila en sus hombros, así como unos audífonos rojos y de buen tamaño alrededor del cuello.

Himuro estaba en el avión desde hace unos momentos, él fue transportado de una manera diferente por su herida, ya que no podía sentarse como para ir en una silla de ruedas, era muy pronto y para evitar contratiempos, era mejor seguir el protocolo que el doctor les indicó.

—Está bien —Alex sonrió al pelirrojo y luego miró divertida al moreno, para luego guiñarle un ojo—. Yo me adelanto, pero… ¡Un gusto conocerte mejor, Daiki! —se lanzó a abrazarlo con demasiada efusividad, sin importarle estar en Japón y susurró: —Gracias por cuidar siempre de Taiga, te regresaré el favor —fue sincera.

Aomine parpadeó, carraspeando un poco, pues los suaves y bien formados senos de la rubia se sintieron muy bien con el abrazo. No dijo nada, solo agitó su mano.

—Eres un maldito pervertido —gruñó Kagami, dado que ese detalle no le pasó desapercibido.

—Oh, vamos, no te pongas celoso, cariño —se burló Aomine con un tono seductor, pasándole un brazo por los hombros al otro.

— ¡Jódete, Ahomine! —chistó Kagami, girando un poco el rostro para fulminarle con la mirada.

Pero ese gesto murió, cuando los belfos de Daiki se unieron inesperadamente con los suyos, en un ósculo que se tornó tan ferviente pese a estar en público. De hecho, bien pudieron haber incendiado el bendito aeropuerto.

Quedaron jadeando, con las frentes pegadas y se miraban atentamente, justo cuando el aviso de que el vuelo a América estaba cerca de salir, sonó por los altavoces. Entonces, Kagami alzó la mirada y suspiró.

—Me voy, Daiki —masculló, posando su dedo índice en la nariz cobriza impropia y separándose.

No obstante, él lo jaló de la muñeca para sujetarle de la quijada, robándole un beso más y mirándolo con intensidad. Una que fue correspondida.

—Kagami Taiga, no importa lo que tardes, te esperaré —Aomine fue firme y sonrió para motivar al otro—. Te esperaré.

Al pelirrojo se le encogió el corazón, pero le regresó la sonrisa, porque regresaría. Porque definitivamente no iba a dejar a Aomine.

Y tras un "Te amo", por parte de ambos, Kagami se fue.


N/A:

¡Yaaaay!

Joder, la despedida entre Kagami y Himuro, cuando la escribí, me hizo llorar ;u; No pude evitarlo, es que no sé, a pesar de que, obviamente, Aomine se quedaría con el pelirrojo, me dio mucho sentimentalismo el final de su romance entre Kagamin y Murochin :c. ¿Has ustedes les dio tristeza o fueron felices con saber que finalmente Aomine ya estaría con Kagamin? xD

¡Ojo! Que, como vieron, el que Kagami ya haya decidido cerrar el ciclo de su amor con Himuro, no significó que se quedaría, físicamente, con Aomine. Y no lo culpen, Kagami siente que le debo eso a Himuro, porque, de no ser por él, sino se hubiese interpuesto entre Haizaki y Aomine, créanme que el final sería otro, lol. Además, es lo último que Kagamin quiere hacer por Himuro.

Recuerden, que se vaya a ayudarlo en su rehabilitación, no significa que tendrá recaídas con él, porque Kagami una vez elige algo, ya no da marcha atrás.

¡Éste es el capítulo penúltimo! Sí, como lo leyeron, solo un capítulo más, y esta historia llegará a su final. Así que, un recuentro AoKa no queda descartado x'D.

¿Qué les pareció, en general, éste capítulo? ¡No duden en dejarme sus comentarios, pequeños saltamontes! Para mí es muy interesante e importante leer sus reacciones y opiniones :3.

¡Nos vemos pronto!