Disclaimer: Avatar: la leyenda de Korra no me pertenece, todos los derechos reservados a sus autores. Eso sí, el fic es mío, corto manos a los plagiadores.

Canciones de hoy:

Fue tan bueno, La Franela.
Cuando no estás, Andrés Calamaro.

Arrepentida

Corazones

Posiblemente acabé buscándome esa vida. Más que posible. Estaba segura de habérmela ganado.

Me había sentido tan realizada al ver hechas realidad mis metas. Irónicamente, casi olvidé que era más importante ser amada por las personas que también amaba.

Perdí la familia que gané, quienes me salvaron de la calle para darme lo mejor que tenían. Perdí no solo a un par de padres amorosos, también a buenos maestros. Perdí a unos cuantos hermanos comprensivos y divertidos, con quienes no me molestó ni una sola vez (ni siquiera cuando ya nada era como antes) pasar el tiempo.

Perdí a mi primer y más grande amor, por volverme una gran Unificadora de título.

Y me perdí a mí misma, algo que no volveré a recuperar.

Las pesadillas eran tan seguidas que me veía abatida entre el dolor, la angustia y la nostalgia por lo que ya no sería. Eran sentimientos tan insoportables que era normal verme orillada a ideas horribles sobre finales alternativos. No podía ver a la gente a la cara, ahí estaban las víctimas principales de todas las cosas que llegué a hacer.

No podía verme a la cara, porque ahí estaba la culpable de todo.

Es una agonía seriamente indescriptible, es más que un corazón roto, más que romper corazones ajenos, más que perder a seres queridos. No puedes respirar en el mundo que estás viviendo, porque parece imposible que existas en él después de todo. Es más como ver a la persona que te hizo quien eres, tú misma, pisoteada por tus propios pies. Verte destruida por acciones propias.

Puedo haberme arrepentido de mucho, pero no tanto como de perderme a mí y a lo que mi yo tenía. Y yo tenía amor y todo lo que podía desear. Me gané esas interminables noches sin sueño, el derecho a que siempre me persigan.

A veces las pesadillas duran lo que la noche, a veces me asaltan de sorpresa en medio del día, cuando ya pasan horas de paz y creo que nada puede pasarme. Y es un exabrupto de un momento, me puede angustiar, ya no con la misma intensidad, pero lo hacen y seguirán haciéndolo.

Pasaron tres años desde que volví al mundo con Baatar, ese mismo mundo que me ahogó en mis realidades. Porque ya me arrepentía en la cárcel, pero nada como una probada del aire, de un mundo con las caras de aquellas personas a las que dañas, para ahogarte en tus temores.

Creo que mis miedos empezaron por no poder controlar esa parte destrozada de mí, por creer que sería repudiada y por creer que me merecía el odio eterno y crudo del resto de las personas.

Por suerte él me envolvió en sus brazos para sacarme de esa miseria.

Ahora, cuando las pesadillas saltan a querer destrozarme por las noches, sé que con voltearme estará ahí, tranquilizándome con los constantes latidos de su corazón. A mí y a la criatura que llevo y crece fuerte en mi interior.

Que tanto se altera por mis cambios y presiones,

Que solo al oír su voz siente paz,

Tal como yo…

.

Con el pasar de los días ella mejoraba, él lo veía.

Habían pasado tantas cosas que para el resto del mundo seguro parecería un mal sueño.

Sus corazones habían pasado por los mismos, y más, altercados de los que cualquier otro par de enamorados podían haber llegado a sentir. Si les preguntaran, de hecho, se sentirían todos unos novatos inexpertos, incluida la misma Suyin.

Y sí, probablemente nunca superarían del todo aquellos altercados. En su mente siempre estaría la idea de que a su prometida no le importó que muriera bajo sus manos por perseguir una causa que creía justa. Nunca terminaría de eliminar la cara de la Gran Unificadora y todo lo que había hecho y deshecho por ella.

Había tenido que crearse la idea de que ella nunca fue Kuvira, que Kuvira era la jovencita de la que se hubo enamorado hacía tantísimo tiempo y que esa otra persona la consumió, haciéndose pasar por ella durante todo aquel suceso. Que la persona que veía tras las rejas era esa misma Unificadora muriendo, dejando renacer otra vez a la persona que seguía amando, la que no le hizo ponerse a toda su familia, y lo que creía correcto, en contra.

Aún después de once años, cuando comenzaban a pintar las primeras canas de los cuarenta y pocos, cuando veía a sus hijos jugando en los jardines donde ellos mismos habían crecido, sentía que los fantasmas aullarían eternos.

Amal tenía once años para entonces, era tan ordinaria como él y por ese motivo era que Kuvira la adoraba tanto, siendo además el primer sostén que tuvieron los dos, estando aterrada su madre por creer que no podría con ella. Por eso Baasu nació cinco años más tarde, habiéndoseles sido un poco más fácil.

Él era maestro tierra a sus cortos seis años y ella era la adoración de sus abuelos por ser la primera nieta mujer.

Aun cuando pasaba tanto de aquellas tantas cosas, aún después de todo, temblaban de las repercusiones algunas veces, Kuvira principalmente. Baatar la sentía así algunas noches, durante sus embarazos fue más seguido (y por suerte las últimas veces graves), pero ahí estaban.

Y no estaban tan mal, incluso les dejaba la sensación de que debían de verse más cercanos y enamorados que nunca. Había estado mal, pero habían aprendido a ignorarlo lo suficiente como para seguir.

Sus corazones martillando con fuerza, queriéndose bien y ante todos.

Fin

Ya estamos.

Espero que el epílogo les haya gustado. Sinceramente; me gustó escribir de esta pareja. Siento que plantee todo lo que quise plantear y que hice lo necesario para que ellos se vieran enamorados otra vez.

Espero que a todos les haya gustado. Principalmente a Obini, cuya mención especial es por haber sido la seguidora de esta historia desde el principio, gracias por tu compañía *insert corazón*.

Los nombres de los niños los elegí tanto por sus significados (Amal: esperanza. Baasu: próspero) como por el gusto propio que les tengo.

Sin más, espero sus comentarios con respecto al final finaloso. ¡Déjenme saber qué les pareció!

Cuídense mucho.

Ciao!